Capítulo 14- El sobre rojo.
Alexandra era de poca paciencia, pero mucho temple, solía meditar cada cosa al mínimo detalle antes de tomar cualquier decisión, pero ni con eso podía controlar todo lo que pasase. Había cosas que la sorprendían y la sacaban de dentro de sí, una de esas cosas fue descubrir que Viktor Löwe tenía un hijo de cuatro años.
Cuando Hideki le dio la información por teléfono sobre lo que había descubierto, ella sintió a Alexis oprimirla, presionar para poder tomar el control, ella había sabido contenerla, al menos hasta que Hideki había soltado la bomba final y esto había desatado el infierno en su mente.
— Encontré planes de un secuestro, al parecer el movimiento que van a hacer contra Viktor consiste en llevarse al niño, Arekusandaa.
Esa frase había liberado toda la catástrofe entre ellas dos y terminó en aquella convulsión de la que todavía no se recuperaba totalmente, al menos no para lo que ella pensaba, pues Alexis había desaparecido y eso no podía ser bueno. Se sentía incompleta.
Eso había conllevado a que Hideki tuviese que tomar decisiones por su cuenta. Al final, más calmada, había reconocido que lo que hicieron entre Hideki, Feing Long y Dmitri fue lo más lógico y correcto. No significaba que se iba a disculpar en lo absoluto, habían pasado por alto la opinión que ella pudiera tener al respecto y no iba a considerar unas disculpas de ninguna manera.
Sin embargo, nada de eso rondaba su mente ahora mismo, eran simples recuerdos que estaba meditando pues la habían llevado a su situación actual, ella delante de la habitación infantil donde un niño de cuatro años con cabello castaño claro jugaba con cada juguete que se le tropezaba mientras Akina lo vigilaba.
Se dividía entre las ganas de entrar y los deseos de salir huyendo como si el niño fuese un espectro infernal destinado a matarla. No tenía que verse sorprendida de que Vitkor tuviese un hijo, y sinceramente no lo estaba una que pensó en ello, pero tampoco podía simplemente imaginarlo como padre, ni a él ni a ninguno de ellos.
— ¿No entras?— Dmitri tenía esa capacidad de llegar en momentos que Alexandra casualmente se hallaba más susceptible de lo normal. Ella estaba seriamente considerando que el hombre fuera telépata.
— No sé manejarme alrededor de niños— admitió Alexandra como si no fuese algo obvio, era más que visible que alguien indiferente a casi todos los sentimientos y con la capacidad de dormir como un bebé, sin cargos de conciencia, aunque tenga cientos de muertos, no es el tipo de persona que se relaciona con niños.
— ¿Quién lo diría? Viktor Löwe, padre— la voz impresionada de Dmitri demostraba cuánto le había sorprendido la noticia. Como a todos, pensó Alexandra— Feing Long me llamó diciendo que necesitaba que le diera alojo a tu madre y a alguien más y yo accedí sin comprender. El susto que me llevé cuando vi a ese niño y a Akina-san diciéndome que era hijo de Viktor no tuvo precio, casi me desmayo— Alexandra sonrió ante la imagen mental de ese momento, podía imaginarlo perfectamente.
— Yo convulsioné— confesó ella, intentando hacer una broma de la situación, no era enteramente cierto que ese fuera el motivo, pero igualmente no era algo a explicarle a Dmitri.
— Eso escuché, a ti sí que te dejó en shock, ¿eh?— le siguió la broma Dmitri, como si fueran amigos de toda la vida. Alexandra rio quedamente, admitía que el hombre le agradaba— lo que pasó allá afuera con Hideki…
— Olvídalo— interrumpió Alexandra, alzando una mano para tranquilizar a Dmitri— él y yo estamos bien, yo solo lo estaba presionando para que dejase de lado ese miedo que se instauró en su mente a raíz de lo que pasó la última vez.
— No estabas haciendo solo eso— la confrontó Dmitri, muy seguro de lo que decía— pero no me dirás que otras intenciones tenías, y yo no insistiré.
— Gracias— respondió ella, verdaderamente agradecida de que el ruso comprendiera que era un tema delicado.
Lo que menos quería era tener que explicarle a nadie que estaba desequilibrada porque su otra personalidad había desaparecido sin explicación ni motivo, sonaría más loca de lo que ya estaba y corría el riesgo de que alguno la ingresara de verdad en un hospital psiquiátrico.
Curiosamente ninguno de los que sabía la verdad había pensado en hacerlo y ella no entendía el por qué, pero evitaría darles motivos, solo por si acaso. La traición era algo común en ese tipo de vidas y ella no era ajena a eso.
— ¿Sacaste el cargamento que te pasé?— preguntó, cambiando de tema para los negocios, que no podían ser desatendidos.
— Llegó en perfectas condiciones a Brasil— informó Dmitri, sin alterarse por el repentino cambio de conversación.
Entre los negocios que él y Alexandra habían realizado, se encontraba un cargamento de mercancía blanca que tenían que hacer llegar al cartel de Río de Janeiro. Alexandra se negaba a contactar a Viktor para hacer el trato, pues él era quien hacía esos movimientos con Suramérica, por eso acudió a Dmitri, sabiendo que el ruso y Löwe habían llegado a un acuerdo donde Casadeus tenía abiertas tres rutas propias en las que Viktor no intervenía.
— ¿Y la ganancia?— Alexandra le hablaba en un tono sensual que era más jocoso que excitante para ambos.
No es que sintiese excitación ninguna por provocar a Dmitri, recordaba vagamente que era bueno en el sexo, aunque Alexis hubiese estado pensando en Vitkor, pero no por ello se sentía tentada o provocada por el rubio, por el contario, lo veía más como algo cercano a un amigo.
— Este fin de semana— contestó el rubio en el mismo tono. Sí, en efecto se llevaban muy bien.
— Ekaterina me miró extraño cuando me vio, ¿por qué?— cambió nuevamente de tema Alexandra mientras se alejaba de la habitación donde su madre jugaba con el niño.
No podía seguir contemplando esa imagen que la hacía sentir inquieta y además su madre ya los había visto y no tenía intenciones de que la llamase para unirse a la familiar escena. Hacía mucho que la idea del calor de una familia era una invitación a alejarse para Alexandra.
— Ella no se adapta a que seas otra persona, a eso agrégale que yo me acosté con Alexis…no es tan sencillo para ella— explicó Dmitri mientras buscaba con la mirada donde se encontraba la chica. Alexandra sacó cuentas mentales y la muchacha ya debía de tener 18 años.
— Todavía no haces nada— afirmó Alexandra medio burlándose del ruso, que estaba obviamente enamorado de su acogida.
— No es tan sencillo— declaró él en tono melancólico.
— No, no lo es— coincidió Alexandra, sabedora de que Dmitri simplemente intentaba negar sus propios sentimientos por protegerla a toda costa.
— Por cierto, Feing Long te envió una carta— le comentó Dmitri distraídamente, acababa de encontrar a Ekaterina con la vista a unos diez metros de donde ellos se encontraban.
— ¿Una carta?— Alexandra se hallaba más que extrañada, había ignorado todas las llamadas de Feing Long porque sabía que él descubriría en menos de cinco minutos todo lo que la hacía sentir mal y ella no estaba lista para lidiar con nada de eso. Había pospuesto la conversación hasta que ella se sintiese fuerte como para explicar qué sucedía.
— Sí, te la dejé en tu habitación— le dijo Dmitri mientras veía como Caius hablaba afablemente con Ekaterina, los celos hicieron su aparición cuando la chica rio abiertamente y el ruso, despidiéndose vagamente, se retiró en dirección a la pareja de amigos que hablaba, ajenos a lo que causaban en su jefe.
Alexandra observó la escena divertida mientras negaba con la cabeza debido a lo estúpido que era todo en sus vidas, cierto que Dmitri tenía razón, no era tan sencillo. Se alejó lentamente, subió las escaleras hasta su habitación y enseguida que entró se fijó en la carta que Dmitri le había dejado por parte de Feing Long.
Su piel se erizó y su respiración se volvió errática mientras cerraba con seguro la puerta y se desplazaba veloz hacia la mesa donde un sobre rojo descansaba, sin más letras ni detalles que la marca en relieve de la rosa de Feing Long. Con movimientos apresurados, Alexandra abrió la carta y sus manos empezaron a temblar cuando sacó el papel rectangular totalmente en blanco. Un recuerdo golpeando con fuerza su cabeza.
Tenía 13 años y acababa de terminar de entrenar combate cuerpo a cuerpo, llevaba en China tres meses ya, en un entrenamiento especial con Feing Long y sus especialistas entrenadores. Su padre consideró que era lo que ella necesitaba para poder crecer en el negocio.
Los líderes de la mafia China estaban al tanto de que ella sería la nueva líder de Japón cuando tuviese la edad suficiente y por ende la acogieron sin problemas, buscando hacer alianzas tempranas antes de que ocurriese una masacre inevitable. Ningún yakuza que se respetara aceptaría a una mujer de ascendencia extranjera y ni siquiera vinculada a un clan por sangre como la líder del bajo mundo.
Se hallaba sentada en un banco bajo la sombra de uno de esos inmensos árboles que había en el jardín y se echaba agua en el rostro, el cuello y la nuca para refrescarse, pues era verano y el calor la asfixiaba.
Sintió como alguien la miraba y al levantar la mirada, Feing Long la observaba quedadamente. Él tenía en ese entonces 22 años recién cumplidos y había tomado el mando de la mafia china, su ceremonia de poder se acercaba, se llevaría a cabo el último día de verano. Se acercó a ella y sin pedir permiso se sentó a su lado.
— Te esfuerzas mucho y tienes muchas mejoras, es posible que no estés aquí para mi ceremonia si sigues así— le comentó con una sonrisa que ella tan bien conocía.
Cierto que desde pequeña lo había visto todo el tiempo, pero no habían interactuado apropiadamente sino hasta hacía tres meses atrás, cuando ella llegó y sin embargo, era tan fácil acostumbrarse a él. Él la había recibido y siempre la trató como a una igual, eso a ella la había hecho sentir cómoda.
— Me gustaría estar en la ceremonia— dijo ella casualmente, para luego darle un corto trago al agua de la botella.
— No lo sé, es algo fuerte, ¿no crees?— comentó Long con la mirada perdida— que el día en que yo tome el poder, mi padre y madre tengan que suicidarse en un acto de honor, para así dejar al frente de todos a un líder digno y sin nadie que pueda ser usado en su contra como su debilidad. Esa es la ceremonia de poder por la que pasaré y la verdad, no sé qué pensar.
Alexandra no entendía mucho del tema, Alexis lo hallaba atroz, pero ella lo encontraba práctico. Antes de ver morir a los que amas a manos de tus enemigos que los torturan y destrozan, mejor que se vayan por sus propios medios, sin dolor y en calma.
— Por eso prefiero estar, no quisiera que estés solo— afirmó con seguridad y pudo ver la incredulidad en la expresión de Feing Long. Él realmente pensó que nadie vería a través de su máscara de indiferencia sobre el tema— Observo con detenimiento a las personas, es inevitable. Me di cuenta casi al llegar.
— No puedo decirlo— confesó él— si le digo a alguien que me da miedo y me duele, me consideraran débil e indigno. Mi padre pasó por esto, y el padre de mi padre y su padre antes que él y así por generaciones— en definitiva era una carga pesada, Alexandra lo sabía.
— Estoy segura de que todos se sintieron iguales a ti en su momento— afirmó ella muy segura de sus palabras, era un instinto humano no desear morir o ver morir a los que amas, claro que tuvieron que sentirse así.
— No quiero que me llegue a mí ese día, no quiero tener un legado al que pasarle semejante carga— confesó Feing Long con la mirada perdida en algún punto del horizonte— ¿Por qué debería de tener un hijo al cual hacerlo pasar por esto? Prefiero entrenar a alguien sin que lo sepa y a mi muerte, natural o accidentada, que este tome el poder.
— ¿Entonces no tendrás hijos?— preguntó Alexandra, ella comprendía lo que él pensaba.
Hacía un año en una revisión con el ginecólogo se lo habían informado, ella era infértil, lo que significaba que tenía muy escasas probabilidades de quedar embarazada algún día. Cuando esa noche su madre lloró por ello, ella no lo comprendió, no sentía pérdida ninguna por la imposibilidad de tener un hijo.
Desde hacía mucho había determinado que no daría vida a alguien para que su existencia se desarrollara en ese mundo cruel y hambriento de poder en el más crudo salvajismo humano.
— No le he dicho a nadie, pero me hice la vasectomía cuando cumplí los 18— respondió él sin sentirse culpable, estaba orgulloso de su decisión a decir verdad y se sentía en confianza con Alexandra como para confesarle hasta sus más oscuros secretos.
— Fue una buena elección si ese era tu deseo— concordó ella dándole apoyo— ver morir a tus padres no es algo fácil, aunque te hayan preparado para ello toda la vida.
— ¿Sabes qué es lo peor? Que a lo que más temo no es a sus muertes, sino a estar solo—confesó con un ligero temblor de voz.
Por primera vez desde que lo conocía, Alexandra veía a Feing Long frágil y humano, ese muchacho joven que la había apoyado y respetado, que la entendía como nadie, ni siquiera Hideki. Se vio a si misma poniendo su mano en la mejilla de Feing y atrayendo su atención antes de siquiera plantearse qué era lo que hacía.
— Yo estaré aquí, no importa qué o cuánto tiempo pase, yo estaré aquí— esa sentencia vino acompañada de una caricia ligera en su mano cuando Feing colocó al suya por encima.
— ¿Y si no puedo protegerte? ¿Y si algún día algo pasa que me vuelve un riesgo para ti?— preguntó él. Eso era lo que se intentaba evitar cuando la familia se suicidaba y le daba el mando al siguiente heredero del liderazgo.
— Si ese día llega, envíame a donde yo esté un sobre rojo con el símbolo de la rosa y una nota blanca rectangular sin nada escrito, sabré que eso significa que estás comprometido, que algo malo pasa y que ya no eres de confianza. Luego de eso, haré lo que sea necesario para salvarte yo a ti. Que nunca se te olvide que no soy alguien a quien debas proteger, soy tu igual— determinó la adolescente más madura que Feing Long había conocido y a partir de ese día ambos se volvieron inseparables en más de un sentido.
Alexandra observaba el sobre entre sus manos y la conciencia le pesaba. Si le hubiese contestado las llamadas, si hubiésemos estado más en contacto. De nada servían esos pensamientos en esos momentos, Feing Long estaba en peligro, por algún motivo ya no era un miembro de confianza y ella necesitaba salvarle esta vez.
Nadie le haría daño a la persona a quien ella le debía más que a nadie en este mundo. No lo permitiría. Y con ese pensamiento imponiéndose por encima de todo en su cabeza, sintió el familiar aliento de confianza y apoyo que recibía cuando ambas coincidían en algo, un evento de lo más extraño. Alexis estaba de vuelta.
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Epa y yupiiii, ¿¿¿qué tal mis pequeños pequepinkypitufibolas???
Alexis ha regresado, y Feing Long está en problemas, ¿qué creen que pase ahora?
Espero que les haya gustado el capítulo, os quiero mucho y nos leemos.
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