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Capítulo 12- Despistando al enemigo.

Alexandra observaba con atención la mansión a las afueras de la ciudad en la que estaban ingresando, parecía un castillo clásico y bien conservado, solo que sin torres y torreones. Ciertamente, si alguien le hubiese pedido que imaginase el hogar familiar de Viktor Löwe, jamás hubiese adivinado la respuesta correcta.

Los guardias de seguridad vieron el auto y a su conductor y no preguntaron más, era el jefe y dueño quien iba detrás con compañía. Salieron del auto y Ángel se lo llevó al garaje mientras que Viktor entraba con Alexandra en la casa. Parecía desierta, aunque estaba impoluta y cuidada. No tenía sentido.

— Señor Löwe— un hombre de unos 50 años apareció por una de las puertas laterales, vestido elegantemente con frac, obviamente el mayordomo.

— Andrew— saludó Viktor, permitiéndole que le quitase el saco que traía por encima de su traje negro— ella es mi esposa, Alexis.

— Señora Löwe, un placer conocerla— saludó cortésmente el hombre y Alexandra tuvo una ligera sensación de calidez, le recordaba a su padre con esa mirada cansada de años de experiencia.

— Mucho gusto— correspondió ella mientras Andrew le quitaba el abrigo negro largo que traía encima de su vestido borgoña.

— ¿Hay alguien en casa?— preguntó Viktor, mirando directamente a Andrew y colocando una mano en la espalda baja de Alexandra.

— Sí, mi señor. La señora Anna está en casa— informó el mayordomo, para hacer una reverencia e irse sutilmente.

— ¿Anna?— inquirió Alexandra mientras Viktor la guiaba por los pasillos de la mansión.

— Mi hermana menor— informó este sin mirarla— no nos hemos visto en años pues yo no había regresado a aquí y hace tiempo dejé en claro que no aceptaría visitas en mi trabajo o apartamento.

— ¿Y crees que con un loco cazando a la gente que nos importa es momento de venir a hacer visita familiar?— reprochó Alexandra, cuestionando la cordura de su “esposo”.

— Están en peligro, Alexandra, tengo que advertirles y no me escucharán a no ser que sea en persona— se justificó él— será peor dejarlos en la oscuridad de lo que ocurre. Además, escucharon las noticias de mi matrimonio y digamos que las cosas se han puesto más tensas a raíz de ello.

— ¿Qué? ¿Te llamaron para pelear por no decirles nada?— insinuó jocosa en una pregunta.

— Peor, no me llamaron en lo absoluto— respondió seriamente Viktor para luego abrir la puerta que daba a un salón de reuniones con una pared entera de cristal reforzado, mostrando la vista de un jardín preciosamente cuidado.

Alexandra reparó en la figura vestida de verde que destacaba en medio de una habitación de colores pastel, Anna Löwe no se parecía en nada a su hermano. La chica era en extremo delicada, con una tez tan blanca que parecía casi enferma y el cabello castaño claro tocando tonalidades rubias. Sus ojos oscuros podían hacerte sentir dolido solo de mirarla por la tristeza que reflejaban y Alexandra supo que Viktor estaba en problemas familiares de forma definitiva.

— Viktor Löwe— gruñó la muchacha mientras se ponía de pie y se acercaba rápidamente a ellos. Alexandra vio la mano de la chica impactar en la mejilla de Viktor, aunque este no movió el rostro ni un centímetro siquiera— ¿CÓMO TE ATREVES A APARECERTE POR AQUÍ?

— Hay mucho de lo que hay que hablar, Anya— respondió él con la calma que lo caracterizaba cuando tenía el control de la situación.

— No me llames Anya, no mereces llamarme por mi diminutivo tú…IMBÉCIL— gritó la joven enfadada mientras pegaba puñetazos en el pecho de Viktor, obviamente estaba dando con toda su fuerza, pero el cuerpo del mayor siquiera se movía ligeramente. Una risa ahogada los sacó a los dos de su conversación fraternal.

— Perdón— se disculpó Alexandra.

Era raro que ella riera en lo absoluto, pero no había podido evitarlo. Viktor había hecho bien en apartarse de su familia cuando tenía una hermana tan débil y a Alexandra le hacía gracia que esta le golpeara con toda su fuerza cuando no lograba nada.

— Es que…es una imagen algo…extraña de ver en ti, Vitya— se justificó y usó adrede el diminutivo de Viktor, se suponía que estaban casados, así que no podían levantar sospechas.

— Cierto que sí— interrumpió una voz más madura, haciendo a los tres girar para ver en la entrada de la habitación a una señora mayor, con el canoso cabello recogido en un moño elaborado y un elegante vestido de andar en casa— mi hijo no es dado a estas escenas— Alexandra se puso seria de inmediato al captar lo recio de la voz de la madre de Viktor, algo iba mal allí— Mucho gusto, Mila Löwe— dijo, mirando a Alexandra.

— Alexis Löwe— se presentó ella sin titubear, a lo que recibió una mirada iracunda, pero medida, de quien sería su suegra si la situación fuese diferente.

— Madre— saludó él— vengo porque hay temas delicados que tratar con ustedes.

— ¿Te refieres al cadáver que apareció vinculado a tu persona?— preguntó con una calma pasmosa la mujer mientras se adentraba por completo en la estancia y tomaba asiento en uno de los sillones, los demás permanecieron de pie.

— En parte— respondió Viktor.

— ¿Qué está sucediendo, Vitya?— intervino su hermana, visiblemente más relajada.

— Tengo enemigos que están buscándome, todos estáis en peligro pues para llegar a mí harán lo que sea. Hace años que me desvinculé de ustedes y eso debería de bastar, pero en caso de que no sea así, necesitáis aumentar al máximo toda la seguridad que tenéis— informó Viktor.

— ¿Por qué no solo te sales de ese mundo?— interrumpió Anna— ¿Por qué torturarnos así?

— Porque salirse lo haría más vulnerable— respondió Alexandra de forma firme y sin mirar a nadie en particular— de ese mundo se sale muerto, no más. Todos lo saben al entrar y eso no los detiene, si Viktor se aleja, quedará más vulnerable y expuesto, por ende matarle será más fácil y a ustedes también. No es una opción siquiera.

— Veo que está usted bien informada del trabajo de mi hijo— comentó la madre de Viktor en su tono de voz monocorde.

— Digamos que pertenezco a la misma línea de trabajo— contestó altanera Alexandra, sin importarle nada decir aquellas palabras.

— ¿QUÉ MIERDA HACES CON TU VIDA, VIKTOR?— gritó Anna, nuevamente alterada.

— Nos cuidaremos— aseguró la madre, Alexandra percibió que Anna iba a protestar, pero su madre la acalló con una mirada— ¿Algo más?

— En mi antigua habitación dejé algo, necesito tomarlo— declaró Viktor.

— Tu antigua habitación ahora está siendo usada, tus cosas fueron llevadas al desván— explicó su madre.

— No importa, es en la habitación en sí misma, no es mis cosas— Viktor no parecía molesto porque hubiesen ubicado a alguien más en la que fue su habitación en ese lugar y Alexandra percibió el desapego que había entre ellos.

— Adelante— concedió su madre sin mirarle dos veces, Viktor apretó la mano de Alexandra, indicándole que se quedase allí mientras salía de la habitación precipitado. Un silencio tenso se instauró.

— No lo entiendo— susurró en protesta Anna— ¿Quién elegiría esa vida? ¿Quién se alejaría de todos por quedarse viviendo allí? ¿Tanto nos odia que ni nos pregunta qué tal la hemos pasado estos años?— la joven estaba al borde del llanto y Alexandra se vio en la necesidad de intervenir.

— ¿Le gusta la música clásica?— preguntó de repente, haciendo que la muchacha parase su monólogo de tortura.

— ¿Qué?— Anna no daba crédito a aquella pregunta sin sentido.

— ¿Qué si le gusta la música clásica?— repitió, sin variación alguna en su postura o tono de voz.

— Sí, soy bailarina de ballet profesional, me gusta— respondió de forma insegura.

— Viktor tiene su casa llena de discos de música clásica, es lo único que le he visto oír desde que lo conozco— era cierto, Alexis no había reparado en ello, pero Alexandra había rebuscado en los recuerdos y se había dado cuenta de ese detalle, y de otro también— tiene usted ese tatuaje hace unos 15 años, ¿cierto?— preguntó, cambiando de tema nuevamente y aludiendo al tatuaje en forma de flor de loto que Anna tenía por encima del tobillo.

— ¿Cómo sabe usted eso?— interrogó la muchacha, ya a la defensiva por el interrogatorio de Alexandra.

— Viktor tiene en su despacho un cuadro que es una fotografía en escala gigante de unos pies de bailarina en unas zapatillas rojas parada en punta con un fondo gris. Ese tatuaje está en el mismo pie en la foto, por lo rojizo de la piel era obvio que acababan de hacerlo prácticamente y la fecha en la marca de agua es de hace 15 años— esa expresión de incredulidad, de dolor y de amor a la vez en Anna fue justo lo que Alexandra esperaba.

— ¿Por qué me dice esto?— preguntó más calmada a la vez que intentaba contener sus lágrimas.

— En nuestro tipo de trabajo, todo lo que no seamos nosotros mismos es una debilidad. Desconozco los motivos por los que Viktor inició en esta vida, pero ya no puede salir y para él, dejarles atrás también ha sido un sacrificio— explicó Alexandra.

En su mente estaba recordando claramente lo aprendido en su época de entrenamiento, cuando su padre estaba vivo y le enseñaba lo que necesitaría para sobrevivir en el poder.

— No pienses que no se ha dado cuenta del anillo de casada en tu dedo o de las fotos de boda, embarazo y el bebé que hay por todos los pasillos hasta llegar a aquí. Como también sabía que cuando le han dicho que su habitación ahora está ocupada, era porque la transformaron en la habitación de tu hijo. Preguntar o comentar al respecto implica involucrarse y eso es un lujo que no podemos darnos. No lo hace un monstruo el querer protegerles.

Nadie dijo nada por los siguientes minutos y Alexandra podía sentir la mirada de la madre de Viktor encima de ella, pero decidió ignorarla totalmente. Poco le importaba lo que opinase o pensase esa mujer, había intervenido por Viktor, porque sentía que de cierta forma se lo debía. Había tomado algo que era suyo a fin de cuentas.

Hideki fue quien dio la orden sin consultárselo, pero ella se enteró aquella noche cuando Viktor la atacó luego de haber recibido una llamada explicándole la situación. Ella no era tonta, claro que sabía que había sido Hideki, pero no le admitiría nada a Viktor. Aunque él no le creyese, todo era por su propio bien, por cumplir la promesa que le hizo a Alexis y agradecerle a Viktor todas las veces que le salvó.

Viktor regresó luego de que ellas pasasen 20 minutos en silencio y simplemente se despidió de forma seca mientras le indicaba a Alexandra el camino de salida. No hablaron nada durante el tiempo que estuvieron en el auto, él no daría explicaciones y ella no las pediría, su mente estaba ocupada en otros pensamientos.

Alexis seguía sin aparecer y eso la tenía nerviosa, estaba acostumbrada a sentirla aunque no se manifestase, tenía miedo de qué podía significar el que ella no diese señales de estar allí, por eso había dejado la medicación a ver si conseguía hacerla salir nuevamente, pero nada pasaba.

En menor tiempo a lo esperado ya estaban de regreso al apartamento de Viktor y Nathaniel estaba con Hideki en el lobby del edificio, esperando con todas las maletas de los japoneses. Alexandra no hizo ni el amago de salir del auto, se limitó a observar como Viktor la dejaba allí mientras Hideki colocaba todas las maletas junto con Nathaniel en la cajuela y se despedía de este con una mirada significativa. Alexandra dejó salir un suspiro y bajó la ventanilla del auto.

— Nathaniel— le llamó— me alegro que estés de regreso— era cierto, sentía una genuina complacencia de que el de espejuelos estuviese bien y de vuelta al trabajo.

— Muchas gracias, Señora Rosen…Señora Löwe— se corrigió rápidamente, Viktor le había puesto al tanto a través de una llamada telefónica de todo lo que había pasado durante su tiempo inconsciente.

— Cuida de tu señor, está medio imbécil últimamente— agregó ella, dándole una mirada sardónica a Viktor, este solo la observó fijamente con reproche.

— Lo haré, Señora Löwe— no necesitaba afirmarlo, todos sabían que Nathaniel haría lo que fuera por Viktor.

— Alexandra— corrigió ella y Nathaniel le dio una mirada de confusión— puedes llamarme Alexandra— subió nuevamente la ventanilla.

                                oOo

Hideki estuvo sonriendo durante todo el trayecto al aeropuerto y Alexandra lo estuvo ignorando, sabía que si le hacía caso probablemente terminase pegándole hasta sumirlo a él en la inconsciencia y no quería perder a su mano derecha.

No hablaron nada y Ángel fue quien se vio en la necesidad de interrumpir el silencio cuando llegaron al aeropuerto. Bajaron del auto, tomaron sus maletas y se dirigieron a rectificar el vuelo y esperar pacientemente a que fuera hora de abordar.

— Arekusandaa— la llamó Hideki— el señor de cabello castaño y ropa gris oscuro a dos filas atrás de nosotros nos está siguiendo.

— Lo sé, pero ya esperábamos que esto pasara— aseguró ella.

— Hicimos bien en llevar esto a cabo— sonrió Hideki mientras señalaba un artículo sobre un auto en la revista que fingía leer y Alexandra asentía con la cabeza.

— Te veo más alegre— comentó ella como quien no le presta gran atención.

— Todavía no me perdono no haberte protegido— admitió él con un semblante triste de repente.

— No puedes protegerme de mí misma, Hideki— aseguró Alexandra mientras le tocaba dulcemente el rostro, haciéndolo mirarla y luego rozaba con su nariz la de él para disimular el gesto.

Quizás dirían que no era algo apropiado para la esposa de Viktor Löwe, pero ella tenía 24 años y Hideki era gay, por ende el gesto podía pasar por algo natural.

— Pero sí de lo que yo podría hacerte— se quejó él, aspirando el aroma a cerezas que ella desprendía. ¿Hacía cuánto no estaba tan cerca de ella?

— No, ni de eso tampoco— sentenció ella mirándolo a los ojos y Hideki se sintió confundido por la pasividad que vio en estos.

— Pasajeros del vuelo…— la voz sonando por los altavoces los sacó de sus pensamientos.

— Eso es el nuestro— comentó Hideki.
Es hora.

Abordaron el avión pacientemente, siempre atentos del hombre que los seguía unos metros más atrás. Se acomodaron en los asientos sin darle mayor importancia y partieron en un avión rumbo a Inglaterra, acorde a la información dada al FBI, Alexandra iría por unos asuntos de negocios de Viktor.

No es que fuera todo mentira, pues él si había realizado negocios lícitos con unas compañías inglesas, pero ella no tenía nada que ver con ello. El vuelo pasó sin mayores percances y aterrizaron horas después, sintiendo sus cuerpos ligeramente entumecidos.

Se vieron recogiendo sus maletas mientras todavía eran seguidos por el hombre enviado por la policía, Alexandra no entendía qué les hacía pensar al FBI que eran discretos respecto a esto y tampoco Scotland Yard, que se encontraba visiblemente a la espera de que algo pasara en las puertas del aeropuerto de Londres.

Estúpidos.

Hideki pidió un taxi y uno se detuvo delante de ellos, el hombre los ayudó a subir las maletas a la cajuela y luego partió adentrándose en el denso tráfico de las frías calles británicas. Un auto los seguía un poco lejos, pero no le dieron importancia, ya estaban preparados para ello.

En una curva cerrada del tráfico, otro taxi con unos suplentes idénticos a Alexandra y Hideki y la misma placa que el original se interpuso en el campo de visión del auto que los seguía, haciendo que los policías le siguieran y desviando la atención del taxi que verdaderamente los llevaba.

En la próxima curva hicieron una parada para llenar el tanque de gasolina mientras unos jóvenes limpiaban el auto, tan bueno era el servicio que incluso cambiaron la placa del auto, desprendiendo la falsa y dejando la real.

— ¿Crees que se hayan dado cuenta ya?— preguntó el chófer del taxi.

— Lo dudo mucho— afirmó Hideki, riéndose.

— Muy buen plan, Dmitri— Alexandra le sonrió mirándolo por el retrovisor.

— Soy un genio, lo sé— declaró altanero el rubio ruso mientras continuaba conduciendo rumbo a su aeropuerto particular, donde un jet privado les esperaba.

**************
¿Se imaginaban que era Dmitri? Es que a mí ese rubio me encanta, tan lindo, aunque me gusta más Feing Long, para qué mentir.

¿Qué opinan de los 3 capítulos? Espero les haya gustado, dejen su estrellita y sus comentarios si les gustó.

Un placer ayudarles a desvincularse este fin de año, y felices fiestas.

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