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Capítulo 1 Amenaza

Viktor estaba sentado en el despacho de su oficina analizando unos documentos de Löwenterpisses. La parte no ilegal de su compañía requería atención constante ante los cambios de la bolsa y el precio de las acciones. Para su dicha, siempre había sabido llevar los negocios. En efecto, podría dejar el bajo mundo sin necesidad de sufrir carencias por ello. Sin embargo jamás había pensado hacerlo y probablemente nunca lo haría.

— Señor— entró Nathaniel sin anunciarse, ya Viktor estaba acostumbrado a ello debido a la confianza que había, pero se preocupó al despegar la mirada de los documentos para encontrar el semblante nervioso de su mano derecha.

— ¿Qué sucede?— preguntó rápidamente, entendiendo que la situación sería delicada.

— Nos llegaron los informes que esperábamos, usted tenía razón, las advertencias de China eran reales. Las asociaciones jurídicas internacionales están tras la pista de todos los líderes del Bajo mundo internacional. Están tras nosotros— esa información llegaba literalmente en el peor momento.

Dmitri y Viktor no habían podido arreglar sus diferencias, Vitrano seguía empeñado en acabar con Löwe y China se mantenía neutra junto con Francia, pero eso no quitaba que podían ser persuadidos. El Bajo mundo estaba dividido en ese instante y era perfecto para las asociaciones jurídicas internacionales, pues podrían jugar sus cartas sin que nadie les detuviera.

— ¿Le informaste a China?— Viktor había recibido la advertencia por parte de Feing Long, el líder de la mafia China, y este le había pedido que si hallaban veracidad en la información, le avisara de inmediato.

— Sí, señor— afirmó Nathaniel— Long quiere que todos nos reunamos en Hong Kong con él para analizar la situación.

— ¿Quiere reunir a todos los líderes en un solo lugar?— la expresión incrédula de Viktor dejaba claro lo que pensaba al respecto.

— Entiendo su sorpresa, pero también entiendo que en estos momentos es imposible obviar que alguno de los líderes está trabajando con la justicia y traicionando a los demás. Es la mejor forma de averiguar cuál, mi señor— explicó Nathaniel que venía dándole vueltas al asunto desde que Feing Long se lo había sugerido.

— En eso tienen razón— admitió Viktor analizando la situación. No tenían muchas opciones, en las circunstancias tan delicadas que estaban todas las naciones, esta era la única forma de asegurar la supervivencia. Especialmente con Japón sin un líder todavía— ¿Qué sabemos de ella?

— La señorita Rosenthal definitivamente es algo diferente— comentó Nathaniel, aunque su tono monocorde y expresión imperturbable dejaban claro para Viktor que no era su tema favorito— en los pasados siete meses de su regreso a Japón se hizo con el control que había perdido casi en su totalidad. Tengo entendido que esta noche en Japón se lleva a cabo una reunión con los jefes yakuzas de las tres regiones que todavía le presentan resistencia, lo único que la separa del poder total y de declararse la líder del Bajo mundo japonés.

— Pobres incautos— comentó Viktor con una sonrisa ladina muy divertida a la vez de pícara.

*

*

*

Estaba sentada en la habitación de hotel que Hideki había reservado para ella, era unos pisos encima de aquella en la que se llevaría a cabo la reunión. Su mente martillaba como si quisiera tumbarle a pedazos la poca conciencia que le quedaba, ciertamente Alexis estaba siendo un problema.

Dejó salir el humo que contenía en sus pulmones, al inicio le había costado un poco retomar el hábito debido a que Lexie no fumaba y por ende su cuerpo llevaba años sin el vicio latente. En momentos como aquellos se preguntaba por qué había escogido hacía años atrás crear esas dos personalidades. Un trastorno disociativo de la personalidad voluntario, con una de ellas sociópata, en efecto una loca.

Le dio el último trago a su copa de vino antes de sentir su celular sonar con un mensaje de Hideki donde decía que todo estaba listo. Se puso de pie lentamente, respiró profundo sintiendo el aire inflar su pecho y empezó a caminar fuera de la habitación con el repicar de los tacones de sus botines negros altos hasta la rodilla sonando con sutileza en la mullida alfombra.

Con cada paso sentía la fricción de las fibras que componían las pantimedias enterizas opacas que usaba debajo del vestido azul oscuro de punto con mangas tres cuartos y cuello de tortuga. El frío empezaba a hacer mella en ella nuevamente y lamentaba tanto ser friolenta.

El reflejo del espejo del ascensor le dejaba apreciar con consideración las diferencias entre Alexis cuando le cedió el control y ella actualmente. Su cabello lo había cortado hasta mediados de la espalda y lo usaba con ondas amplias que le daban forma y volumen. Su maquillaje sobrio la hacía parecer seria y más adulta. Sus ropas, su expresión facial. Todo era distinto entre ellas, siendo algo tan inútil pensar que eran la misma persona, ya era difícil notarlo.

Las puertas del ascensor se abrieron y caminó el largo pasillo hasta la habitación 331, no se molestó en tocar cuando sabía que la estaban esperando, simplemente se adentró en la gran habitación que estaba estratégicamente alejada de las demás del hotel e insonorizada.

Al cerrar la puerta dio un rápido repaso a la estancia, donde apreció a los hombres de los yakuzas allí listos para defender a sus jefes. Eran dos por cada líder y ella únicamente iba acompañada por Hideki, que ya la esperaba dentro, pero esa diferencia numérica no sería una desventaja.

— Buenas tardes, señores— saludó cordialmente a los tres hombres de cincuenta y tantos años que tenía sentados en los sillones que habían sido acomodados en forma de herradura alrededor de aquel que usaría ella.

— Llega tarde— reclamó uno, Himamura Hayate, el líder de los yakuzas del Sur.

— Si tan apurado estaba pudo haberse retirado y esperar que el resultado de esta reunión fuese a tocarle las puertas de su territorio con una ametralladora por hombre— respondió de forma serena, su expresión ni siquiera había cambiado un poco.

— ¿Cómo se atreve?— rebatió de nuevo el señor y Alexandra simplemente tomó asiento en su sillón correspondiente, encendiendo un cigarro pausadamente.

— Podemos empezar, asumo— su actitud pasiva resultaba aterradora debido a que no se mostraba intimidada.

— ¿Para qué nos ha reunido aquí?— preguntó Yamato Matsuro, el líder del Este.

— Desde que regresé del extranjero he estado recuperando lo que por derecho era mío— explicó Alexandra, dando una profunda calada a su cigarro— dejé a los dos grandes líderes del Sur y el del Este de últimos, pero ya hemos llegado a este punto. Es hora de que finalmente aceptéis lo innegable y cedáis el control de vuestros territorios como parte de mis posesiones.

— ¡¿SE HA VUELTO LOCA?!— gritó Himamura— NO PIENSO DARLE NADA. USTED NO ES NADIE AQUÍ.

Alexandra sabía que sería de esa manera, el Sur era controlado por Himamura y Kiroga Taiga, el segundo era pasivo y metódico, pero Himamura era famoso por ser impulsivo y perder el control. En su desgracia estaba que por ello era altamente previsible.

Alexandra se levantó en un movimiento veloz que pocos percibieron a tiempo e hizo impactar su rodilla contra el abdomen del señor mientras que con su mano sujetaba fuertemente la muñeca de este, haciéndolo ir hacia adelante.
Lo postró de rodillas en el suelo y le dio la vuelta para que quedase de frente a sus dos acompañantes y a sus hombres, con ella detrás sujetándole por el brazo que le había torcido hasta casi fracturárselo.

Sus hombres enseguida habían sacado las armas, pero Hideki era más rápido y ya les tenía apuntando con sus pistolas. Nadie se movía o respiraba fuerte siquiera.

— Verán, es cuestión de tiempo antes de que yo obtenga lo que quiero— empezó a hablar Alexandra como si no tuviera a un hombre lloriqueando de dolor frente a ella— podemos hacer esto por las buenas y ganar todos beneficios o podemos ir a una guerra que termine con ustedes perdiendo vuestro dinero y poder y yo cogiéndolo todo sin que ganen nada— explicó ella las alternativas y ambos líderes la observaban con una expresión indescifrable mientras que el adolorido Himamura se intentaba deshacer de su agarre— mientras lo meditan voy a dejar claro que no tolero faltas de respeto ni insubordinaciones. Eso, querido Himamura-san, es inaceptable.

No previeron lo que ocurrió a continuación, ellos eran yakuzas y torturaban, pero había ciertas acciones sádicas que no esperaban ver en la joven. Alexandra dio una calada a su cigarro, dejando que el humo nicotínico infiltrase sus pulmones para luego expulsarlo en la cara del viejo adolorido y temeroso, había visto en el rostro de Alexandra una expresión inmisericorde.

Ella sonrió de medio lado cuando tomó la decisión final, haciéndolo mantener los ojos abiertos acercó el cigarro al ojo derecho de este y sin detenerse lo presionó en la córnea, apagándolo allí, quemando el globo ocultar entre los gritos y temblores del yakuza. Sin meditarlo mucho, de un empujón apartó al hombre de su cuerpo y retomó su posición sentada en el sillón, observando esta vez a los dos restantes yakuzas que la miraban atónitos.

Himamura no paraba de gritar por dolor y aquello alteró a Alexandra, que simplemente sacó su arma y le disparó al hombre en la cabeza, dejando rastros de sangre que mancharon el sillón posterior al cuerpo. Nadie hizo gesto alguno, aunque el terror y la impresión marcaban sus expresiones faciales y la tensión de sus cuerpos.

— ¿Qué habéis pensado?— preguntó a los representantes del este y sur, como si no hubiese un cadáver entre ellos.

— Yo creo que es hora de cambiar el mandato— admitió Yamato— pero si se me permite preguntar, ¿Cómo piensa hacerlo?

— A partir de este momento cada uno escogerá su área de ventas y transportes. Existirán áreas restringidas, protegidas, zonas neutrales donde no se permiten ventas ni comercio de ningún tipo de mercancía. De esa forma mantendremos un bajo perfil, pero además nos aseguramos de no cargarnos el país, eso nos llevaría a la ruina— explicó Alexandra a los ilustres hombres.

— ¿Y el poder?— inquirió Kiroga sin mostrar temor.

— Serán representantes, pues yo no me puedo dividir en mil, pero todos respondéis ante mi poder y no andaréis con vuestras rencillas y avances en solitario. No necesito ejemplificar lo que os podría costar una traición, así que si siquiera lo estáis pensando, de llevarlo a cabo aseguraos de matarme. Si llego a vosotros con vida no os va a gustar lo que pasará— esa amenaza implícita erizó los bellos de los presentes— el Sur pasará a tener un solo representante que obviamente será Kiroga-san y las cosas seguirán como hasta el momento, solo que ahora tendréis jefe y no todas las ganancias serán vuestras.

Nadie se atrevía a moverse, todos temían hacer cualquier ligero gesto, pues no sabían qué reacción podría tener. Durante unos segundos nadie dijo nada. Con lentitud parsimoniosa ambos jefes se pusieron de pie para luego arrodillarse, apoyando las manos en el suelo y bajando la cabeza. Alexandra se dio por satisfecha ante este acto, por lo que se levantó y caminó hasta Hideki, que ya había dejado de apuntarles a los guardaespaldas, que al cambiar de mando habían bajado sus armas.

— Acompaña a los señores a sus autos y ordena que limpien este desastre— dijo firmemente al pasar por su lado.

Salió de la habitación con la certeza de que finalmente había logrado obtener todo el poder del Bajo mundo japonés nuevamente. En menos de cinco minutos volvía a entrar a la habitación en la que se quedaría esa noche, pensaba que la reunión le costaría más trabajo, pero solo había tenido que deshacerse del elemento impertinente y todo había fluido.

Se quitó los zapatos y las patimedias, dejándolas en un sillón, y caminó sintiendo la felpa de la alfombra en sus pies hasta donde una botella de vino la esperaba. Se sirvió una copa y encendió otro cigarro, para luego dedicarse a mirar por el gran ventanal que cubría toda la pared del este de la habitación, dándole una vista sublime de Tokyo.

Las punzadas en la cabeza estaban reapareciendo y eso la molestaba, Alexis se suponía que se quedara tranquila mientras ella hubiese cogido el control, pero llevaba meses presionándola. Alexandra no había vuelto a la celda mental para evitar lidiar con los reclamos de su otra yo sobre por qué no había establecido comunicación con Viktor.

No podía decirse que lo había ignorado, porque no era cierto. Tanto ella como Hideki se habían mantenido al tanto de lo que pasaba con Viktor Löwe, cada uno por sus motivos, pero a su inquilina mental eso parecía no bastarle.

Decidida a dejar de sentirse presionada por Alexis, Alexandra se adentró en el baño una que terminó de fumar y limpio su cuerpo a conciencia, para posteriormente relajarse en la bañera con agua caliente. No tuvo pleno control de cuánto tiempo estuvo allí hasta que su tranquilidad se vio perturbada por los toques en la puerta del baño y la voz de Hideki.

— Arekusandaa— siguió insistiendo el japonés.

— ¿Qué sucede?— respondió ella desde dentro, indecisa de si suspender su relajación o no.

— Tenemos una situación— informó el joven, a lo que ella inmediatamente se puso de pie y abrió la puerta del baño, mostrándose desnuda ante él.

Jamás había tenido pudor respecto a su desnudez y menos aún con alguien que la había visto sin ropa más veces que nadie en su vida. La pregunta estaba plasmada en su rostro, no era necesario que la expresara en voz alta.

— Me encargué de los representantes y ya están limpiando la habitación usada. Por esa parte no hay problemas.

— ¿Pero?— insistió ella mientras Hideki la cubría con una bata de baño blanca que la ayudase con el frío del agua que empezaba a secarse en su cuerpo.

— Feing Long ha llamado, Löwe pudo confirmar sus sospechas de que estamos siendo perseguidos. Nos propone reunirnos la semana entrante en Hong Kong con él. Todos los líderes— explicó Hideki, aunque aún se notaba nervioso por algo— además de ello, Löwe quiere hablar contigo.

Ante la mera mención de su apellido su cabeza empezó a punzar con fuerza y podía casi sentir a Alexis llamándola hacia dentro. Su cuerpo tembló y cayó en brazos de Hideki, que la sostuvo hasta cargarla y dejarla en el sofá. Alexandra prefería este mueble a las camas.

Buscó rápidamente entre las cosas de su jefa y amiga las pastillas que usaba para controlar la presencia de la otra persona dentro. Dio un trago al vino y le paso la pastilla con el líquido borgoña de boca a boca para forzarla a tragar. Se quedó a su lado el tiempo que hizo falta para que el medicamento hiciera efecto y pudo ver como la relajación llegaba a Alexandra.

— ¿Mejor?— preguntó él, preocupado.

— Sí, gracias Hideki— respondió la castaña en un susurro.

— ¿Qué harás para controlarla? No puedes vivir a base de este medicamento todo el tiempo— era una realidad que Alexandra no estaba bien, su control había disminuido desde que Alexis había conocido a Viktor y si al inicio Hideki había pensado que Viktor podía ser un buen cambio, ahora se daba cuenta que la había desestabilizado totalmente.

— Tendré que hacer lo que siempre he hecho. Lo que llevo evitando hasta el momento— admitió Alexandra su realidad, no deseaba hacerlo, pero no tenía otra opción.

— ¿Te dejo sola?— consultó Hideki, sin estar seguro de que sería lo mejor para ella.

— Quédate, si pasa algo tendrás que sacarme a la fuerza— pidió con sus últimos rastros de conciencia antes de que una oscuridad la atrapara.

Todo estaba como lo recordaba. Oscuro, sin objetos, paredes, suelo o techo. Alexandra estaba allí, de pie en medio de la nada, vestida con sus imponentes tacones de aguja a juego con su vestido negro. Pudo sentir su presencia casi al instante.

— Hola, Alexandra.

— Alexis.

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Pequepinkypitufos ¿Qué les pareció el capítulo? Aquí les muestro más del nuevo personaje, en cierta forma, qué es Alexandra, además de que es obvio que tendremos nuevos personajes reales 😊.

Recuerden dejar su estrellita y comentario y díganme si quieren que haga como en el primer libro, que les puse un capítulo especial de presentación de personajes😊. Sé que no serán iguales a lo que yo les describo, pero algunos lectores prefieren fotos antes que descripción y como estamos para complacer, pues si quieren lo vuelvo a hacer.

Siguiente capítulo ⏩⏩

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