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8.- Apariencias:


—No confío en él— dijo Cheslay mientras echaba un vistazo hacia la tercera mesa a la izquierda, donde los gemelos comían.

— ¿En él?− preguntó Sander―. Ella es tan tétrica como Merlina Addams.

Sander había salido del hospital dos días atrás, continuaba con sus pruebas de laboratorio, pero ya no necesitaba estar en recuperación, ya que su pierna estaba mejor que nunca. Ahora compartía habitación con Andy y el que habían traído, Noah. Según Dylan, el chico era un pequeño príncipe, no tenía cicatrices, ni siquiera callos en las manos. No le agradaba, a Dylan no le gustaban las personas privilegiadas, ella lo sabía.

Habían pasado tres días desde la historia de Lousen, y él no los había citado para hablar después, quizá solo necesitaba tiempo Dylan y Cheslay no estaban muy ansiosos por continuar, por escuchar eso que justificaba todo lo que les hicieron desde antes de cumplir los ocho años de edad.

—No sabemos a qué te refieres con Merlina—espetó Dylan mientras picaba un par de cosas en su plato.

— ¿Por qué no intentan darse una vuelta por la biblioteca?―preguntó Amanda―. El lugar es fascinante, hay de todo, es como si se hubieran preparado para la perdida de información, es como no se... si le pasa algo a ese lugar sería una desgracia tal como en Alejandría.

—Ese tipo de referencias si las entiendo—aceptó el uno―.Sé lo que era Alejandría y su gran pérdida histórica, pero no tengo porque saber quién es Merlina o Wolverine o todas esas porquerías de las que él habla.

—Sus pensamientos no concuerdan con sus acciones, y saben poner bloqueos mentales... no confío en ellos—continuo Cheslay sin dejar de mirarlos, ignorando por completo la conversación.

—Me estás asustando—dijo Sander.

—No planeo asustar a nadie—contestó y siguió comiendo—. Es solo que... tengan cuidado con ellos dos.

— ¿Y qué me dices de los demás?―inquirió Dylan― ¿Velika? ¿Lousen? ¿La ministro? ¿La Doctora Brahim? ¿Lanhart?

—Velika es tan inocente como Ian, ella no piensa mal de nadie, creo que podemos acercarnos. Haru puede ver el futuro y sus pensamientos nunca están en orden, suele revolver los tiempos. Lousen es un libro en blanco, me bloquea para cualquier cosa que no desee compartir. La ministro siente lastima por nosotros, por todos los evolucionados, pero no dudará en utilizarnos para sus fines. La doctora Brahim es interesante, me agrada la frecuencia de sus pensamientos ya que siempre tienen un orden, sabe a lo que va y no se complica en lo demás. Lanhart solo es un ebrio sin oficio ni beneficio, no piensa gran cosa más que maldiciones y reproches, está enojado consigo mismo—explicó la mentalista.

—No confío en nadie de este lugar—comentó Dylan.

—Creo que eso es más que obvio― señaló Sander.

El uno iba a replicar, pero la llegada de varias personas lo interrumpió. Andy tomó lugar junto a Amanda, Ian y Belak se sentaron al lado de Sander, el primero mirando hacia abajo en todo momento y el segundo comiendo como si no hubiera un mañana. Cheslay se dio cuenta de que todos llevaban la placa al cuello, todos excepto Ian, quien parecía querer hundirse en el plato de puré frente a él.

Andy comenzó con otra conversación, una en la que decía que estaba siendo entrenado por otros con habilidades animales, que Amanda debería probar también. Belak dijo que lo pusieron a trabajar con otros de categorías tres y siete, que se dedicaban a arreglar maquinas, en ese sitio había conocido a Luisa, la siete de las bodegas, incluso señaló que ella era muy inteligente.

En la resistencia parecía haber sitio para cada uno de ellos, incluso Lousen le había mencionado a Cheslay, más bien le había ofrecido la oportunidad de trabajar con otros mentalistas, de entrenar a personas que no sabían cómo utilizar su habilidad, ella aun no le daba una respuesta, algo de ello llamaba su atención, sin embargo tratar con personas ajenas la llenaba de incertidumbre, más si eran otros mentalistas. Lousen también ofreció algo a Dylan, que entrenara a algunos que querían valerse por sí mismos en el mundo exterior, quienes querían aprender a cazar a quienes los cazaban, un grupo destinado a ir en contra de los cazadores. Cheslay tampoco conocía la respuesta de él, pues últimamente no estaba muy comunicativo, ella pensaba que estaba enfadado.

— ¿Y quieren quedarse?− preguntó Dylan— ¿No quieren ver más?

— ¿Mas? ¿Esto te parece poco?− contraatacó Sander.

—No, no es eso, creo que esto es genial, muy grande y disciplinado y todo eso, pero... no lo sé...

—Puedes probar en una de las colonias—dijo una voz a su espalda.

Cheslay no se sobresaltó, pues la había leído en cuanto entró al comedor. Velika tomó una manzana del plato de Ian y se la llevó a la boca mientras se sentaba en medio de Amanda y Andy, a ninguno de los dos pareció molestarles tal atrevimiento, como si se estuvieran acostumbrando a ella.

Cheslay no se molestó en gruñirle o en hacer cualquier otro gesto, ella sabía cómo pensaba y cuáles eran sus opiniones y prioridades. Dylan la miró con desdén y dijo:

—Te encanta escuchar cosas en las que no tienes nada que ver ¿Verdad?

Velika dejó la manzana a medio camino de su boca.

—Hice una observación. Además, Amanda me invitó.

— ¿Por qué no mejor comemos en silencio?− sugirió la mencionada.

— ¿Qué son las colonias?−preguntó Sander interesado, ignorando el otro intercambio de palabras.

—Se estableció un perímetro seguro en Canadá y Alemania, esas son llamadas colonias, están abiertas a las personas no infectadas y a aquellos evolucionados que no tengan aptitudes para la guerra. Planean hacer más, en otros países, por lo pronto es un comienzo.

— ¿Qué clase de evolucionado no tiene aptitudes para la guerra? Fuimos creados para eso—espetó Dylan.

—Vaya que te gusta el sonido de tu propia voz ¿eh?― se burló Velika—. Hay algunos que no pueden o no quieren estar en el campo de batalla, como los curanderos, por ejemplo, no pueden pelear, pero pueden permanecer en un lugar seguro para ayudar a los demás de otra manera. Antes de las colonias, solo estaba la zona central de la resistencia, pero estaba solo planeada para los participantes en la guerra y sus familias. Solo que se fue llenando poco a poco de personas que buscaban refugio, en un momento fueron tantas, que tuvieron que abrir las colonias. No están tan protegidas como la misma resistencia, pero es mejor que nada.

—Así que curanderos...—murmuró Sander.

—No se ofendan, pero creo que no es una habilidad muy útil, ya que el daño que quitan de las demás personas queda en ellos, es como autodestruirse poco a poco, además, siento que no son buenos para pelear...

— ¿Insinúas que son cobardes?― inquirió Dylan.

Cheslay pudo notar como se tensaba, y los demás en la mesa hacían lo mismo, incluso Ian. Ella pudo seguir la secuencia de sus pensamientos, al igual que los recuerdos de Azul que quedaron en su memoria, en las mentes de todos ellos aprecio el rostro de Olivia, de Rocío...

—He conocido dos curanderas a lo largo de mi vida—dijo Sander con una voz tan fría que pareciera saltaría sobre Velika en cualquier momento—. Y ambas fueron las personas más valientes que jamás conocí.

—Yo no quería ofender a nadie, y nunca dije que fueran cobardes. Solo digo que está mal autodestruirse por el bien de otros, es como suicidarse por el bien común, eso no tiene sentido― se defendió Velika.

— ¿Acaso no pensaste en utilizar a los curanderos antes de perder el brazo? ¿Cuándo te infectaste?− preguntó Amanda en un intento por salvarla de la conversación.

Todas las miradas en la mesa se posaron en ella. Cheslay pudo captar su incomodidad.

—No—dijo con seguridad, con una seriedad que no le conocía y supo que no mentía—. No los quise en ese entonces y tampoco los quiero ahora, si el virus vuelve o si resulto herida. Prefiero morir antes que dañar a un inocente.

— ¿Dolieron mucho?− preguntó Dylan con curiosidad—. Cuando te pusieron los implantes ¿Fue difícil?

—Es mejor que nada.

Él asintió.

Cheslay captó por el rabillo del ojo como los gemelos se ponían de pie, sus movimientos simultáneos y coordinados, se movían de igual manera, tan parecidos que llegaba a ser siniestro. Day le regaló una sonrisa burlona al pasar por su lado, tratando de provocarla, pero hacía falta más que eso para que Cheslay perdiera los estribos, así que lentamente le devolvió la sonrisa.

Ian se tensó y miró hacia atrás cuando ellos terminaban de pasar, los colores habían huido de su rostro, mientras sus grandes ojos seguían a Dom hacia la salida.

— ¿Estás bien?― preguntó su hermano, Belak.

El más pequeño negó un par de veces, sin articular palabra se puso de pie y salió del comedor. Los ojos de sus amigos y de su hermano solo reflejaban preocupación, pero lo que llamó la atención de Cheslay es que no pudo captar un solo pensamiento, no supo el porqué del comportamiento de Ian.

—Voy a hablar con él—dijo Sander mientras se ponía de pie, pero Belak lo sostuvo por el brazo.

— ¿Crees que no he tratado de hablar sobre su condición? No quiere hablar, es difícil hacer que abra la boca para otra cosa que no sea comer, y aun así está comiendo muy poco. Si sale de nuestra habitación es solo para ir al hospital y de regreso, hoy tuve que arrastrarlo hasta aquí— .Era la oración más larga que Cheslay lo había escuchado pronunciar—.Hay que darle su espacio.

Cheslay se puso de pie, con Dylan pisándole los talones. Ella se decía a si misma que seguía a Ian por curiosidad, por saber cómo estaba logrando bloquearla, pero una pequeña parte sabía que se preocupaba por él, que había llegado a encariñarse con el chico, que no quería que se sintiera como un monstruo, pues si alguien estaba muy alejado de serlo, era él.

—Solo voy a buscarlo—explicó a Dylan cuando caminaban por la plataforma—. No te preocupes ¿sí?

—No quiso hablar con su hermano ¿qué te hace pensar que querrá hablar contigo?

—Si algo comprendí con Azul, fue que la mayor parte de los sentimientos no se expresan con palabras.

Él le regaló una sonrisa, una que solo reservaba para ella, Cheslay se preguntó si Dylan se daba cuenta de que lo hacía, de que tenía gestos para cada persona y los que dirigía a ella siempre estaban llenos de ternura, aun cuando estuviesen enfadados.

—Sus pisadas se dirigen al hospital, puedo acompañarte, debo hablar con la doctora Brahim de todas formas.

Ella asintió, mientras daban la vuelta y se dirigían al hospital. No hablaron durante un momento, hasta que Dylan se detuvo, estaban entre uno de esos gruesos cristales y un panel de control de una de las salas de entrenamiento, él la arrastró dentro y cerró la puerta cuando se percató de que nadie los seguía.

— ¿Qué fue lo que sucedió en el comedor?

—No sé a qué te refieres.

—No trates de mentirme, por favor no me ocultes cosas.

—No soy la única que oculta cosas ¿o sí? ¿Dylan? ¿O prefieres cazador?

El dolor que pasó por sus ojos fue sustituido rápidamente por una capa, una emoción más familiar para él, enojo. Dylan la tomó por el brazo para impedir que caminara hacia la puerta.

—Sabes bien porque lo hice.

—Sí, lo sé, pero aun no comprendo... ¿cuántas alternativas había ante ti? ¿Por qué un cazador?

Él cedió ante sus palabras y dejó caer la mano de su brazo, Cheslay caminó hacia la puerta y la abrió.

—Fue el camino más fácil— respondió a su espalda.

Ella no se giró para comprobar si Dylan seguía ahí, no quería lastimarlo, no quería hacerlo sentir de esa manera tan miserable, pero los cazadores eran un grupo temido, eran asesinos de evolucionados, fue contra su propia especie, fue en contra de inocentes, lo hizo por salvarla, si, por encontrarla, pero ¿A qué costo? ¿Cuántas vidas valían la de ella? Ninguna, supo Cheslay con seguridad, ninguna de las vidas que Dylan había tomado valía la de ella, una cobarde que renunció a todo, no era más que una cobarde.

Cuando Velika mencionó las colonias, ella pensó en la posibilidad de irse, de pedirle a Dylan que se fueran y dejar atrás toda la guerra, pero no podía, quería saber, necesitaba respuestas y no era de las personas que preferían quedarse a medias con la información.

Las puertas de cristal se abrieron cuando Cheslay pasó su placa por la pantalla y la reconoció. Al llegar, se dio cuenta de que Ian ya no estaba, ya que había varias enfermeras cambiando los vendajes de Sam, ella aun no despertaba, y las mujeres parecían estar cuidando de una muñeca sin vida.

No quería buscar a Ian por todo el lugar, la resistencia era enorme, así que cerró los ojos, captando todos los hilos del lugar, supo que las enfermeras sentían lastima de Sam, que había demasiadas personas en ese hospital, y ahí, justo en la plataforma que daba hacia la zona habitacional, pudo captar los pensamientos de Ian, ya no había nada que la bloqueara, se preguntó que había sido antes.

Lo encontró recargado sobre la barandilla, la cabeza escondida entre sus manos, su cabello estaba desordenado, como si hubiera pasado las manos una y otra vez en un signo claro de frustración.

Cheslay se recargó a su lado, sintiendo el frio metal en sus brazos a través de la delgada tela de su camiseta. Pudo ver en la parte de abajo a las personas moverse de un lugar a otro, todos ocupados en sus respectivas actividades.

—Hola—saludó ella.

Él no respondió, sin embargo levantó la cabeza, sus ojos estaban enmarcados por un par de manchas purpura, la piel muy pálida, aun marcada por la lluvia acida y por las llagas del frio, solo algunas cicatrices que siempre le recordarían su largo viaje hasta ahí.

—Vuelves a hacer eso—dijo Cheslay y esta vez se ganó una mirada de atención, mientras que Ian se sentaba sobre el frio suelo―. Ya sabes, cada vez que estas en público bajas la cabeza, como si trataras de pasar desapercibido, dejaste de hablar, justo como en los túneles, mantienes un perfil muy bajo, casi como si quisieras desaparecer, te escondes dentro de ti mismo, y al parecer, tu única razón de salir a la superficie solo es que el corazón de Sam siga latiendo.

— ¿Necesitas leer mi mente para saber todo eso?― espetó en tono realmente amargo.

—No estoy leyendo tu mente, estoy diciendo lo que veo, lo que ven los demás. Tu hermano está preocupado, al igual que todos nosotros.

—Belak lo superará, no soy lo único que tiene.

— ¿Qué tiene que superar, Ian? No estás muerto, solo eres diferente.

— ¡Soy un maldito monstruo!− explotó. Su pecho subiendo y bajando en una respiración fuerte.

—Eres muchas cosas, Ian, pero no un monstruo. He conocido verdaderas pesadillas a lo largo de mi vida, muchas de ellas antes de tener tu edad, y te puedo decir que tú no entras en esa categoría. No importa lo que seas, un hibrido, un evolucionado o un inmune... son tus acciones las que te definen, no una maldita prueba de laboratorio. Y, sé que es verdad que aun sabemos muy poco sobre los híbridos, pero confío en que se llegue a un resultado en este lugar...

—Quieren hacerme pruebas ¿Qué tienes que decir a eso?

—Que es tu decisión. Pueden llegar otras personas como tu aquí, y pueden ayudarlos gracias a ti, o puedes seguir tratando de ocultarte de ti mismo y mantenernos en la ignorancia. Quiero que sepas que en cualquiera de tus decisiones, todos te vamos a apoyar, y no permitiremos que te hagan daño. Después de tantas cosas que hemos pasado juntos, lo menos que podemos hacer es protegernos, igual que una familia.

Ian le regaló una mirada que parecía leerla, con esos profundos e inocentes ojos verdes. Cheslay podía ver todas las opciones corriendo en su mente, atropellándose unas con otras, ella sabía que ser una rata de laboratorio no era fácil, pero por lo menos Ian podía decidir, Cheslay y Dylan jamás pudieron.

Fue en ese momento que comprendió la situación, las últimas palabras que Dylan le dijo:

—Fue el camino más fácil...

¿No había hecho ella lo mismo? ¿Tomar el camino más fácil? Ellos habían hecho elecciones, sus acciones los definían, eso le dijo a Ian, y si realmente creía en eso, entonces ella era una cobarde y Dylan era un asesino, pero justo ahora estaba tratando de convencer a Ian, de que él no era un monstruo, que los verdaderos monstruos fueron los que hicieron del mundo una porquería.

El malo no era Dylan, no era ella, tampoco Lousen o Lanhart, no, ellos solo seguían órdenes, todo lo que sufrieron fue causado por personas que seguían órdenes... No más. Ella no haría nada que no deseara nunca más. Seguiría sus propias decisiones, sus acciones. Sabía que necesitaba de la resistencia y de Lousen, ella sabía que debía tener información, saber si planeaban utilizarlos y de qué manera. No quería lanzar a Ian directo a sus verdugos, no, si su generación fue dañada por malas personas que tomaron las decisiones equivocadas, la generación siguiente, la de Ian y Sam... Cheslay no sería de esas malas personas que dejan que todo suceda, ella haría lo posible para que el mundo mejorara, aun si su vida se iba en ello, pero no quería enfrentarlo sola.

Cheslay dejó a Ian en su habitación y se dirigió a la propia, necesitaba un largo baño con agua caliente. Dylan ya estaba ahí, sentado sobre una de las camas, mirando un punto fijo en el suelo, su mano sana cubriendo la mutilada.

—Hablé con la doctora Brahim—dijo antes de que ella terminara de cerrar la puerta―. Hoy me hicieron un par de pruebas, ella me explicó que pueden poner implantes en mi mano, pero perderé los demás dedos, también tengo un par de heridas que no sanaron de la manera correcta, contando una bala expansiva en la pierna—. Se pasó las manos por el cabello—. Dios, estoy hecho mierda.

— ¿Será más de una intervención?― Había genuina preocupación en su tono. El pánico subiendo por su pecho.

—Tengo una bala en la espalda, un poco abajo del hombro, aún sigue ahí y no tengo idea desde cuando... ¿Eso responde tu pregunta?

—Todo saldrá bien.

—No necesito que me lo digas, no son cosas graves... creo, pero quería que lo supieras. Voy a entrar a un maldito quirófano por voluntad propia. Nadie me está arrastrando ni obligando... es la primera vez que lo hago desde hace más de seis años. Estoy asustado como la mierda.

—No vas a morir. No ahora, no así.

—No tengo miedo de morir.

—Yo sí. Tengo miedo de que mueras.

Cheslay se inclinó para verlo a los ojos, ella en cuclillas y él sentado sobre la cama.

—Lo lamento—dijo él, mientras ella colocaba una de sus manos contra su mejilla.

—No lo hagas. No debí llamarte asesino, yo... no tuviste opción. Tomaste el camino de la muerte y yo el de los cobardes. No estamos exentos, ninguno de los dos. Pero aún podemos buscar algo.

— ¿Qué es eso?

—Redención.

Dylan le dio una mirada confundida, sin embargo escuchó con atención lo que ella tenía que decir. Al final, él le regaló una gran sonrisa.

—Eres perversa ¿Lo sabias?

Juntos salieron de la habitación, dirigiéndose a la oficina de Lousen, pasaron sus placas por la pantalla y segundos después la puerta se abrió.

Dentro, recostado sobre el sofá, estaba Lanhart, con un vaso vacío en una mano y una botella en la otra. Lousen estaba detrás del escritorio, tenía el ceño fruncido.

— ¿Puedo ayudarlos en algo?

Lanhart se giró para ver a los recién llegados, una sonrisa perezosa formándose en sus labios. Cheslay resistió el impulso de escupir a su cara.

— ¡Vaya! Son mis ratas de laboratorio favoritas— exclamó.

Dylan y Cheslay lo ignoraron, siguiendo su plan al pie de la letra. Ella respiró profundo y habló:

—Sé que hay un equipo de elite en la resistencia, sé que los gemelos forman parte de él, también sé que necesitan miembros, y que estamos más que capacitados para pertenecer.

— ¿Qué te hace creer eso?− preguntó Raphael con precaución.

― Necesitan gente experimentada, a quienes cumplan con el entrenamiento necesario. Vencimos a los gemelos en un encuentro justo y creo que merecemos formar parte del equipo.

— ¿Y qué quieres a cambio?− inquirió Lanhart—. No son más que una serpiente y un asesino.

—Por lo menos nuestras neuronas están completas—ironizó Dylan.

—A cambio quiero información― ignorando el intercambio infantil del uno―. Quiero acceso a todas sus reuniones, a sus armas y tecnología. Tengo mi propio equipo y planeo usarlo.

— ¿Se puede saber para qué?

—No tengo que responder a eso.

— ¿Y qué obtengo yo a cambio?− continuó Lousen.

—Dos miembros más que capacitados, un entrenador de cazadores y una mentalista capaz de saberlo todo a cada momento...

—Solo de aquellos que no te bloquean—espetó Lanhart.

—Con el material necesario, puedo entrar a todas las mentes en este lugar, pero para ello necesito que me dejen una sala de máquinas y a Luisa.

— ¿Qué planea esa cabeza, Cheslay?− preguntó Lousen, le habló como si fuera una niña pequeña, como cuando le pedía que fuera más fuerte que lo demás. Y había algo más en su voz, una nota de orgullo.

—No tengo qué ser honesta contigo si tú no lo eres conmigo ¿Es un trato?

—Bienvenidos al equipo—dijo Lousen mientras les ofrecía un fuerte apretón de mano. Lanhart no se molestó en volver a mirarlos.

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IAN:

— ¿Belak?− pregunto a la oscuridad.

— ¿Humm?―murmura mi hermano mientras se da la vuelta en la cama.

Llevo más de dos horas tratado de dormir, hace más de tres que apagaron las luces.

— ¿Cómo eran mamá y papá?

Sus ronquidos dejan de escucharse, y cuando giro puedo ver sus ojos verde oscuro brillando en la oscuridad.

— ¿Por qué?

—Necesito saber...

—No ¿Por qué ahora? Antes no te interesaba—su voz suena ronca, como la de quien acaba de despertar.

—Quiero saber... quiero comprender lo que soy... y tal vez si sé de mis padres, quizá eso me ayude a entender.

—Ellos eran normales.

— ¿Qué más? Nunca mencionaste que tuviéramos un apellido o un lugar de origen. Hasta llegar a este lugar me di cuenta de que no sabía nada sobre mi pasado.

—Nunca preguntaste—puedo escuchar cómo se pasa las manos por la cara. Belak es mayor que yo por cinco años, claro que conoció a nuestros padres, claro que los recuerda...

—Llevaba el nombre de Italia, nuestro lugar de origen. Nuestros padres eran personas fuertes que hicieron todo lo posible por mantenernos a salvo, nos ayudaron a cruzar el mar para llegar hasta aquí, pero ellos se quedaron atrás.

— ¿Crees que estén vivos?

—No. El lugar fue arrasado por el virus.

—Pero...

—Solo duérmete, Ian.

—Quiero saber...

— ¡No quiero hablar de eso!− exclama enojado y se da la vuelta en la cama. No escucho sus ronquidos ni su respiración uniforme, el sueño también ha decidido abandonarlo.

Me pregunto si piensa en nuestros padres.

La información que me ha dado no me ayuda en nada sobre lo que soy, lo que puedo hacer... no me sentí diferente cuando me dijeron que era un evolucionado, era algo que me había acompañado desde pequeño, pero cuando de un momento a otro te dicen que eres una especie nueva que no saben cómo catalogar... eso me molesta sobre manera.

Lanzo las mantas a un lado y me pongo los zapatos para no tocar el suelo frio, no quiero buscar los calcetines en la oscuridad, así que permanezco con los pies fríos dentro de los zapatos, utilizo una camiseta gris delgada y me pongo de pie para salir.

— ¿A dónde vas?− pregunta mi hermano, esta medio sentado en la cama.

—A buscar respuestas.

—No es algo que puedas encontrar en otras personas, Ian.

No le hago caso y salgo, afuera no hay nadie, camino por la plataforma con las manos metidas en los bolsillos del pantalón ¡Maldita sea que hace frio! Debí haber buscado los calcetines. Escucho otro par de pasos en la plataforma, pero cuando giro para ver quien me sigue, no hay nadie. Quizá me estoy volviendo paranoico.

Necesito encontrar a alguien con quien hablar, pero desde que Olivia se fue... no he encontrado a nadie con quien hablar como lo hacía con ella. Entendía todo sin la necesidad de preguntar, a veces simplemente un abrazo ayudaba. Pero Olivia ya no está, y yo tengo que ser fuerte. Puedo tratar de hablar con Sander, aunque él tiene sus propios problemas, Dylan me asusta un poco, y tampoco parece dispuesto a escucharme, Cheslay ha tratado de ayudar, pero siento que si agrego un peso más sobre sus hombros, ella caerá. Belak simplemente no entiende nada. Y está Sam, que al mismo tiempo no está, ella escucha o más bien lee todo, no hay necesidad de hablar cuando esta Sam, y eso es bueno, el silencio es uno de mis sonidos favoritos, solo cuando es un silencio necesario, cuando es uno aburrido no vale la pena guardarlo, por eso hablo cuando estoy aburrido o cuando tengo curiosidad. Aunque estos últimos días no he tenido tiempo para ninguna de las dos, mis pensamientos han estado ocupados en lo que soy... en aquello que no conozco.

Toco la puerta de cristal que me separa del hospital, la enfermera mira en todas las direcciones y cuando me reconoce, sabe que no llevo una estúpida placa sobre mi cuello, como si necesitara una, como un maldito perro.

—Hola, Ian— saluda cuando abre la puerta a través de su pantalla.

—Hola, Mack—respondo con una sonrisa, me gusta su nombre Mackenzie. Ella es algo mayor, podrá tener cuarenta años, su cabello es rubio y siempre está atado.

—Sam está durmiendo ahora, a decir verdad, todo el mundo duerme ahora... no es momento de visitas― dice con una disculpa.

— ¿Por favor?― pregunto.

Debe ver la desesperación en mi rostro, quizá sean los labios mordidos o las uñas carcomidas, quizá la masa de dedos sangrantes. No sé qué la hace cambiar de opinión.

—Solo un momento.

Le regalo una sonrisa y me dirijo a la habitación de Sam, marcando en la pantalla un código que Mack me dio, ya que no quiero una estúpida placa, aunque admito que en este sitio son necesarias.

Me detengo en seco cuando la puerta se abre, es ella, bueno, siempre ha sido ella, pero ahora está sentada sobre la camilla, su espalda firme. Algunas de sus ampollas aun lucen feas, pero sus ojos...

— ¿Ian?― pregunta mientras gira la cabeza hacia mí. Una venda cubre sus ojos, puedo ver dos gasas sobresalir. Las quemaduras sobre su cara han dejado marcas, algunas cicatrices, pero no parecen graves ahora.

— ¿C-cómo?― no puedo completar la pregunta cuando ella suelta una ligera risa.

—Tal vez no pueda verte, pero tu pensamientos siempre te delatan, eres el único que puede pensar de una forma tan... extraña.

Avanzo hacia ella y me dejo caer en la silla al lado de la cama, me planteo la posibilidad de pasar mi mano un par de veces frente a su cara para saber si puede ver.

—Te atreves a hacer eso y te golpeo—amenaza.

—Lo siento.

—Yo no, de todo lo que sucedió, supongo que perder la vista es lo menos...—se interrumpe un momento y hace una mueca—. Chandra se puso como loca cuando se enteró. Dijo que tenía que protegerme, pero no la culpo, no culpo a nadie, yo fui débil.

—Nadie cree que seas débil, muchos no habrían sobrevivido a esto.

Sam se deja caer sobre la camilla, su cabeza rebotando contra las almohadas.

— ¿A qué has venido?

—Quería verte.

—Tienes mucho tiempo solo queriendo verme. Podía escucharte aun en la inconciencia.

Siento la sangre subir a mi cara, genial, ahora soy un maldito tomate, pero Sam no puede verlo...

—Es por pensamientos como ese que las personas suelen golpearte ¿Lo sabes?― bromea.

—Lo siento.

—Deja de disculparte.

—Solo quería ver si te recuperabas... yo...—Juego nerviosamente con mis manos, no sé qué decir.

—Tienes que dormir.

— ¿Tan mal me veo?― Cierro los ojos al darme cuenta de lo que dije—. Mala broma, lo siento.

Sam suspira, su pecho sube y baja un par de veces.

—Supongo que tendré que acostumbrarme.

— ¿Cuándo crees que puedas salir de aquí?− pregunto.

—Honestamente, no lo sé.

—Sam... yo... es decir... tu... ¿Recuerdas cuando me dijiste que eras una persona poco confiable?

—Si.

—Nunca creí que lo fueras, es decir, yo siempre he pensado que puedo confiar en ti.

—Suelo manipular a las personas para que hagan lo que quiero, Ian. Eso no es ser digno de confianza.

—Soy un monstruo—murmuro.

Sam logra escucharme, o quizá leerme, no tengo idea de qué, pero se queda callada.

— ¿Eso piensas de ti mismo?− dice después de lo que ha parecido una eternidad.

—Eso pienso... no sé lo que soy... es como si no perteneciera a ningún lugar.

Ella se gira en la camilla, quedando de frente a mí. Abre la boca un par de veces para hablar, pero parece pensar mejor las palabras.

—El día en la iglesia, cuando ese chico mencionó a los híbridos, dedo admitir que me sentí asustada, pero... hay algo aquí que me parece sumamente interesante, Ian.

— ¿Qué?

—Tu−. Frunzo el ceño y retrocedo ante sus palabras ―. Eres un ser infinitamente interesante, no por ser un hibrido, solo ser tu parece suficiente.

Quiero decir algo que suene igual de genial, pero lo único que puedo hacer es mantener una estúpida sonrisa en mi rostro, sonrisa que gracias a Dios, ella no puede ver.

La puerta se abre y Mack me dice que ya es hora, que solo tenía permitidos unos momentos. Me despido de Sam, aun sonriendo como un idiota y salgo del hospital.

No quiero volver a la habitación, y tampoco quiero molestar a los demás, así que bajo por la escalera lateral de la plataforma para ir a la parte de abajo y ver a través de una de las ventanas, quizá pueda escabullirme y tomar un poco de aire fresco, aunque dudo que sin la placa de mierda me permitan hacer algo.

Siento un escalofrió recorrer mi espalda, ya no es solo una sensación, es la certeza de que me están siguiendo. Acelero el paso sin atreverme a mirar atrás, si corro lo suficientemente rápido, puedo llegar a la habitación de Amanda y Velika para resguardarme. Cuando llego a la siguiente plataforma, alguien me toma por la camiseta y estrella mi espalda contra la barandilla.

Trago saliva, no solo es una persona, son cuatro, reconozco a uno de ellos, es quien quería disparar a Dylan cuando llegamos, Marco, si mal no recuerdo.

— ¿Qué quieren?− me sorprendo de que no he tartamudeado.

—Dicen que eres diferente—dice Marco―. Que no quieres entrenarte ni hacerte pruebas en el laboratorio ¿Qué hace una mierda como tu aquí? ¿Por qué no te largas a una de las colonias si no quieres ayudar?

—No es tu asunto.

—Tienes agallas, para hablarme así.

No retrocedo ante su tono. Sé que él solo puede ponerme una paliza, y entre los cuatro me mataran, pero ¿Qué más da?

Veo venir el puño de Marco y lo recibo justo en la boca del estómago, no hago nada por evitarlo. Siento que el aire abandona mis pulmones cuando da otro golpe en la misma parte. Trato de incorporarme, pero me golpea la cara y caigo sobre el metal con un ruido seco. Ahora vienen las patadas, típicas de los abusivos. Cuando vivía con mi hermano, en las calles, él y yo solíamos llevarnos este tipo de golpizas, hasta que aprendimos a movernos por las alcantarillas y un día de suerte nos encontramos con Sander.

El golpe no llega y es cuando me atrevo a mirar.

Alguien toma a Marco de la mano, me doy cuenta de que el psicópata llevaba un cuchillo en ella ¡Matarme! ¡Quería matarme!

El nuevo no titubea cuando los otros tres van sobre él, esquiva y da golpes con una facilidad sorprendente. Golpea la mano de Marco varias veces contra la barandilla hasta que suelta el cuchillo, es cuando el nuevo golpea una zona sobre los cuellos de los abusivos que estos caen al suelo.

Contengo la respiración al reconocerlo, su hermana se encuentra unos pasos detrás de él, mirándose las uñas de manera distraída. Dom, el gemelo siniestro, como lo llama Sander, me mira de arriba a abajo, como si me evaluara, al fin, después de una eternidad, me ofrece una mano para que me levante, la tomo sin titubear y caigo sobre mis pies. Me apoyo en la barandilla cuando me suelta.

—La próxima vez, obedece tu instinto— dice, él habla, está hablándome. Abro mucho los ojos a causa de la sorpresa—.Eres presa fácil, niño.

Se da la vuelta y me deja solo, con cuatro sujetos inconscientes.

—E- espera—logro articular y trato de alcanzarlo, pero su hermana ya está frente a mí.

—No le menciones a nadie esto—amenaza es lo que hay en su voz—. Nos vemos, herbívoro.

—Pero...—Ya no tiene caso decir más, ellos se han ido.

¿Cómo es que habla? Velika dijo que era mudo ¿O sordo? No lo recuerdo. No parece ser ninguna de las dos. Y hoy ¿Por qué intimidarme de esa forma en el comedor?

No parece más que una simple persona con implantes robóticos, pero una persona al fin y al cabo. Es mucho más de lo que aparenta, ambos lo son.

Se lo que debo hacer justo ahora, he tomado una decisión, la primera importante de toda mi vida parece.

Corro lo más rápido que puedo y golpeo la puerta un par de veces, sé que me ganaré otra paliza solo por esto, pero cuando Dylan abre la puerta no parece enfadado, tampoco somnoliento, solo curioso. Enarca una ceja y me mira, evaluándome ¿Por qué todo el maldito mundo me evalúa?

— ¿Quién te hizo eso?− pregunta al fin, apuntando a mi cara.

Sacudo la cabeza, eso no importa ahora.

—Quiero que me entrenes. Quiero ser un Cazador.

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