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6.- Posiciones:


Había algo muy curioso sobre el futuro, pensó Chandra, y es que todo dependía de las decisiones que tomaran otros, incluso su vida, la de su hermana o la de todas las personas que le importaban. Trataba de ver el camino que debían tomar, aunque ahora, no muchas cosas dependían de ella, lo único que le quedaba, era confiar, delegar. El sistema que Cheslay y ella crearon parecía funcionar a la perfección, no se podía fiar solamente de eso, pues la mentalista había dicho que mientras Khoury continuara con vida, poco importaba el poder que adquirieran en los siguientes días, semanas, meses o años. Y es que nadie sabía por cuánto tiempo más se podía extender esa guerra. Llevaban años peleando por poder, todo inició desde el momento en que quisieron jugar a ser dioses, creando criaturas que nunca podrían controlar. Su deber como evolucionada era vigilar el futuro de los demás, anticipar movimientos del enemigo, pero ¿Cuál era el límite de su habilidad? ¿Cuántos destinos podía observar? Sacudió la cabeza, sintiéndose muy confundida.

Miró a su alrededor, Luisa moviendo cosas en las computadoras, los ojos de la siete perdidos en un sin fin de códigos y números en la pantalla. Sam tenía el ceño fruncido en concentración, tratando de mantener contacto con los otros mentalistas seleccionados de las diferentes zonas de la resistencia.

La cinco se inclinó sobre el hombro de Luisa, tratando de ver en una de las ventanas abiertas en la pantalla, como Lousen se reunía con los otros altos mandos de la resistencia, tratando de establecer un orden ahora, sin el respaldo y orden que establecían los ministros fundadores.

Antes de que pudiera reaccionar, alguien empujó la puerta del cuarto de control, aquella que las separaba de una de las salas de entrenamiento.

―Haru dijo que vendría― dijo Luisa sin apartar los ojos de la pantalla.

―Ella puede entrar sin necesidad de derribar la puerta, necesita su placa...― susurró Chandra.

― ¿Qué tal si la perdió?

― ¡No es momento para ser lógica, Luisa!― explotó la cinco y tomó una de las armas que había guardado en los cajones―. Las dos detrás de mí ¡Ahora!

Luisa saltó de su asiento y tomó a Sam del brazo, para que las dos quedaran ocultas por el cuerpo de Chandra, cuando la puerta se vino abajo. Era uno de esos sujetos, aquellos que intentaron matar al equipo de Cheslay hace mucho tiempo. Tenía los ojos cubiertos por un par de lentes oscuros y el cuerpo oculto por un abrigo color café. El hombre tenía un arma en su mano y una luz cegadora en la otra.

―Se acabó― dijo con voz mortalmente tranquila. Chandra tragó saliva―. Si se resisten serán asesinadas, por favor, acompáñenme a las celdas.

La cinco miró a Luisa, pero ella estaba de nuevo mirando las pantallas, su mano se movió y alcanzó uno de los controles, todas las computadoras dentro de la sala de control se encendieron con códigos verdes.

― ¡Lo tenemos!― exclamó Luisa, completamente ajena a la situación―. Solamente falta...

― ¡No te muevas!― gruñó el hombre y apuntó a la siete―. Y tu suelta el arma― le ordenó a Chandra.

―Pero el programa ya está corriendo― dijo Luisa con una sonrisa triunfante.

―Aléjate de esa máquina― espetó el hombre―. Enviarán a un técnico y...

Lo interrumpió una carcajada de la siete. Chandra podía contar con los dedos de una sola mano las ocasiones que había visto reír a Luisa.

―Es muy tarde para eso. Ni siquiera tu personal más preparado podría desactivar esto. No tienes a nadie que se comunique de esta forma con las máquinas. Y ningún siete va a ayudarte.

―Cállate― dijo Chandra y se colocó de nuevo frente a ellas. Le sorprendía que Sam no hubiera abierto la boca.

El hombre avanzó un paso hacía ellas y sacó un intercomunicador. Chandra aprovechó la distracción y disparó, pero el sujeto se movió y la bala pasó rozando su brazo. La cinco se lanzó sobre él con el poco entrenamiento que tenía. El poder de Chandra no radicaba en su cuerpo o en su mente como muchos evolucionados, no, el poder de los cinco radicaba en el conocimiento. El hombre disparó, pero la cinco no sintió dolor alguno, señal de que la bala no estaba dirigida para ella. Miró hacía atrás y vio a Luisa cubrirse una herida en el vientre, la siete cayendo sobre una de las sillas, la sangre manando de su herida como el agua por una llave abierta. Chandra ahogó un grito de frustración y estrelló su hombro contra la herida en el brazo del hombre. Él rugió por el dolor y trató de empujar a la cinco, Chandra mordió la mano con la que sostenía el arma y él la soltó, para poder impactar su puño contra la mandíbula de la chica. Ella estaba aturdida por el golpe, su visión se obstruía por puntos blancos, el hombre la tomó del cabello para dejar su cuello expuesto y sacó algo de su bota, un cuchillo de combate, largo y afilado. Chandra miró en dirección a Sam, quien simplemente apretaba los puños y trataba en vano de buscar algo con lo cual defenderse, Luisa se arrastró a uno de los comandos y con una sonrisa triúnfate presionó las teclas correctas, y las luces de la resistencia se extinguieron por unos segundos. Cuando volvieron, Chandra se dio cuenta de que habían ganado, pues la siete no paraba de reír.

― ¿Qué hiciste?― gritó el hombre.

Sam sonrió.

―Las celdas están abiertas. Puedes matarnos aquí, pero alguien más tomará nuestro lugar. Acábanos ahora, pero hay más de mil evolucionados libres en la resistencia y todos están muy enojados.

Lo último que la cinco sintió, fue el filo del cuchillo abrirse paso por su pecho, apuñalando directamente su corazón. Su boca se llenó de sangre y tuvo la certeza de que cuando ella cayera, él iría por Sam...

― ¡Despierta!― chilló su hermana y la sacudió por los hombros―. Y por lo que más quieras, deja de pensar en eso, me estás dando dolor de cabeza.

― ¿Qué pasó?― preguntó aturdida y se incorporó sobre la silla. Se había quedado dormida sobre uno de los tableros.

―Tienes que controlar las visiones, en serio, pensé que ya no te pasaba eso de quedarte inconsciente a la primera oportunidad.

―Es diferente― se escuchó decir―. Algo ha cambiado, no es muy importante, pues aún falta que alguien tome una decisión, pero las cosas están cambiando.

―Solamente hay algo que me interesa saber sobre eso― dijo Sam muy seria, sus ojos nublados perdidos en algún punto detrás de Chandra― ¿Nos darán pastel de chocolate en la cena?

La cinco no pudo evitar soltar una risa.

―Te he dejado pasar demasiado tiempo con Ian...

―Eso es, relájate. No necesitamos que te de un ataque justo ahora― comentó su hermana con una sonrisa.

―Leíste mi mente.

―Vi tus sueños― aseguró Sam, su sonrisa continuaba formándose en su rostro―. Y no me importa. Si llegamos a morir aquí, será por una buena causa ¿Lo entiendes?

―Soy la mayor ¿Lo sabías?― preguntó Chandra y se puso de pie. Sam le correspondió con una risa. A pesar de las palabras que intercambió con su hermana, no podía quitarse de encima la sensación de que algo en la ecuación había cambiado.

No quería cerrar los ojos, cada vez que lo hacía, veía ese cuchillo venir, una y otra vez. Necesitaba dormir, de eso estaba segura, pero cada vez que sus parpados caían, la visión cambiaba.

―Esto es raro― dijo Luisa en su tono casi de aburrimiento. La cinco se alegró de verla en su asiento y su pose habitual.

― ¿Que es raro?― preguntó, luchando contra el sueño y acercándose a su amiga.

―Aquí― explicó la siete, señalando un montón de números en la pantalla que Chandra no supo para que eran―. Están los mensajes que nos facilitó Amanda, pero también hay un código de aquí, de la resistencia que coincide con los mensajes enviados desde la ciudadela.

― ¿Y eso es importante porque...?

Luisa sacudió la cabeza, su ceño fruncido, había algo sobre esa imagen que ponía ansiosa a Chandra, pues la siete nunca mostraba sus emociones o su molestia de esa forma tan abierta.

―No lo sé. Y me molesta mucho no saber las cosas.

―Pues trata de armarlo antes de que llegue Haru. Sabemos que esa es la señal, así que concéntrate ¿De acuerdo?

― ¿Por qué querría alguien de la resistencia contactarse con un laboratorio abandonado en África?― preguntó ignorándola―. Tienes que admitir que es raro.

―Prioridades, Luisa. Nos ocuparemos de eso después.

Chandra se percató de que en una de las pantallas se reproducía un video, uno en el que Lousen recibía a los altos mandos de la resistencia en su oficina. Ellos y el nuevo ministro. Sin quererlo, giró lentamente a la puerta, justo a tiempo para escuchar como alguien la golpeaba.

―Atrás de mi― susurró la cinco―. Las dos detrás de mí.

Ya sabía que cosas podían salir mal, estuvo soñando con ese momento desde que llegaron a la resistencia. Ella podía pelear contra ese hombre si disparaba a su cabeza y no a su pecho, si lo golpeaba entre las piernas en vez de su herida en el brazo, ella podría ganar y salvar a Luisa y a Sam... Volvieron a golpear la puerta, Chandra tomó el arma del cajón y apuntó hacía la entrada, justo a tiempo para ver la puerta caer.

―Se acabó― dijo el hombre con voz mortalmente tranquila―. Si se resisten serán asesinadas...

Algo lo interrumpió. Una persona estaba detrás de él, apretando su cuello con un brazo y haciéndolo tropezar con sus propios pies. El hombre se retorcía en busca de aire o de como soltarse de ese firme agarre. Marco apretó más fuerte y alzó al hombre utilizando su propio peso contra él. Chandra aún estaba en la puerta, completamente sorprendida, sosteniendo fuerte el arma entre sus temblorosas manos. Sam estaba preguntando cosas, eran palabras a las que la cinco no podía ponerle orden ni sentido. Luisa se quedó sentada frente a una de las computadoras, continuando con el plan que habían marcado, ella siempre iba a completar su misión, así le costara la vida.

― ¿Vas a disparar ahora?― preguntó Marco frente a ella.

El hombre se puso de pie, quitándose los lentes rotos y lanzándolos contra la plataforma, se deshizo de su abrigo café y tomó el cuchillo guardado en su bota, aquel cuyo filo Chandra conocía perfectamente. La cinco le apuntó y antes de que pudiera disparar, el hombre cayó al suelo, retorciéndose de dolor. Por la plataforma corrían Andy y Haru, en dirección a ellos, la chica cargaba un arma de electro choques, con la que disparó al asesino.

― ¿Están todos bien?― preguntó Andy.

―Si― dijo Chandra después de echar un vistazo a los demás― ¿Que estás haciendo aquí?

Marco la miró, sin una pizca de agrado en sus ojos.

―Necesito un deslizador. Alguien me dijo que podía conseguir uno con ustedes.

― ¿Vas a escapar?― inquirió Haru― ¡Cobarde!

Marco la empujó para estar frente a Chandra.

―Lo que yo haga no es de su incumbencia. Las salvé, ahora denme algo a cambio. Quiero un deslizador.

La cinco podía negarse, podía hacer que Andy lo atacara y dejarlo inconsciente, pero en su lugar, miró a Sam, sabía que su hermana ya había leído todos y cada uno de los pensamientos de ese bastardo mediocre. Sam asintió hacia Chandra.

―Luisa― la llamó― ¿Cuánto tiempo queda?

―Nueve minutos― respondió sin dejar de mover los comandos.

―Tienes nueve minutos para llegar al hangar de despegue. Luisa te enviará las coordenadas de los otros deslizadores.

―Tú no sabes lo que yo quiero hacer.

―No― espetó Chandra y lo golpeó en el pecho con un dedo―. Eres tú el que no sabe, así que escucha. Hasta hace unas semanas el futuro era muy claro, pero ha estado cambiando y eso es porque se están tomando decisiones precipitadas, tenía el control de todas las variables, excepto por una: tú. Y muchas cosas están cambiando, así que sé qué harás lo correcto ¿Sabes por qué? Porque puedo ver el maldito futuro, por eso. Así que corre, porque ya sólo te quedan ocho minutos.

Marco parpadeó un par de veces, y para sorpresa de Chandra, dibujó una sonrisa simple y se alejó corriendo de ellos.

―Dale las coordenadas de Velika― pidió Haru―. Ella sabrá qué hacer con él.

Chandra asintió y cerró los ojos. Ahora sólo quedaba esperar que las cosas siguieran su curso.

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IAN.-

Me duele la cabeza después de haber implantado la idea de ir a refugiarse al palacio. Han sido muchas personas, demasiados pensamientos e ideas revueltos. A veces creo que los mentalistas se pierden a sí mismos por la gran cantidad de porquerías que las personas son capaces de pensar ¿De verdad alguien se preocupa más por un refugio de gatos en vez de por el orfanato? ¿O por qué rayos tienen miedo de los evolucionados? Cada pensamiento sobre lo que sucedió con el domo de la ciudadela, está dirigido a los evolucionados, es nuestra culpa, su culpa, me obligo a pensar, soy una categoría diferente, soy un hibrido.

Me sacudo con un estremecimiento mientras bajo del techo de una de las casas. He podido dirigir a las personas de la zona decadente hacia el palacio, supongo que lo demás depende del gobernante. Todo se siente muy solo ahora que no hay nadie corriendo de un lugar a otro. Quisiera que también hubiera silencio, siempre me he imaginado las guerras de una forma silenciosa, no tengo ni la menor idea de dónde saqué ese pensamiento, quizá de alguna mente controlada en todo este lugar. Solo está el alarido de las aves amarillas, que vuelan de un lugar a otro sin objetivo alguno. Me tallo los ojos un par de veces ¿Que ha pasado con los radicales? ¿Y los robots? ¿No era ya hora como para que Ike llegara al palacio para activar los sistemas de seguridad?

Cuando mis ojos se adecuan a la luz, veo como arrastran al gobernante en dirección opuesta a la que debe ir. Corro en su dirección y antes de que pueda golpear al sujeto por la espalda, este gira y me atrapa por el cuello.

Trato de golpearlo en la entrepierna, a pesar de que me falta el aire, pero un sonido metálico me recibe ¿Es en serio? ¿Esa parte también? El sujeto me da una mirada interrogante, trato de golpearlo con el codo en la cara, pero simplemente hace su cabeza hacia atrás ¿Por qué después de tanto entrenamiento no puedo dar un simple golpe?

―Déjalo ir― dice el gobernante y se pone de pie―. Déjalo ir y haré lo que pides.

―Él no es mi misión― responde el sujeto con un tono muy tranquilo.

―Yo lo soy― dice Ike, tratando de convencerlo de que me suelte.

Ellos siguen intercambiando palabras, pero no puedo entender la mayoría de ellas, pues el oxígeno deja de llegar a mí, ya no puedo respirar, su mano robótica se aprieta cada vez más en torno a mi cuello.

Al fin, me suelta y caigo al suelo en medio de jadeos, trato de jalar aire, pero algo en mi garganta arde. Trato de ponerme de pie, y con ayuda del gobernante lo hago, él sostiene mi brazo. Sé que no tiene entrenamiento alguno, aun así está de pie, firme, con un semblante completamente relajado.

―Ve al palacio. Noah y Amanda están ahí. Podrás enviar un mensaje a la resistencia y...

―Es hora― lo interrumpe el sujeto―. Tiene que acompañarme al reactor, señor.

―Un minuto― dice Ike sin inmutarse―. Por favor, has lo que digo. Hay dos personas en este mundo que pueden activar los sistemas de seguridad de la ciudadela y al mismo tiempo son capaces de cortar los suministros de energía ¿Comprendes?

Trato de ir a su velocidad, pero aún hay mucha información que desconozco. Pero la idea de Ike llega a mí como si fuera propia. El reactor es el que provee de energía la ciudadela, y solamente dos personas pueden activarlo o en su caso, hacer que comience una inestabilidad.

―La familia real cuenta con un chip que se integra en la muñeca cuando somos pequeños. Por eso ellos me quieren con vida.

―Ya no hay tiempo― dice el sujeto y se acerca a nosotros.

―No dejes que lleguen a Lucy― me pide Ike y camina al lado del ciborg.

Siento mis ojos ampliarse ante toda la información. Hay una razón para que él mantuviera a Lucy oculta durante todo este tiempo, desde que nació, únicamente cuatro personas fuera de su familia conocían la existencia de su hermana. Y es porque ella también cuenta con el chip para todas esas cosas. Trato de pensar rápido, de saber qué cosa sigue, pero no puedo, al menos no mientras veo como se llevan al gobernante en dirección al reactor, y sé que va contra su voluntad. Él es la última pieza en este juego, pues si no logran su objetivo, simplemente harán estallar el reactor y con ello se llevarán toda forma de vida... no más ciudadela.

― ¡Espera!― grito y corro en su dirección, para mi sorpresa, ambos se detienen―. Sé que ustedes llegaron a un acuerdo o lo que sea ¿Si?― miro al sujeto y puedo captar su impaciencia―. Y sé que también tienes muchas ganas de golpearme, pero quiero que sepas que tu hermano tuvo una muerte rápida y pacífica.― Al fin veo que sus facciones se transforman, por lo menos ahora sé que tiene sentimientos―. Pero no puedo dejarte hacer esto― digo y trato de golpearlo, pero esquiva mi golpe y caigo al frente, casi recargado en sus piernas.

Me incorporo de golpe y me coloco en posición de defensa, esperando por su ataque. Le arrojo a Ike aquello que he tomado de la bota de ese sujeto. El gobernante atrapa el cuchillo en el aire.

―Sabes lo que tienes que hacer― digo y corro en dirección a mi enemigo.

Tal y como Dominique me enseñó, su respiración parece uniforme, sabe pelear y utilizará cada movimiento en mi contra. Esquivo un golpe en la mandíbula, pero puedo sentirlo en el estómago. Sus puños son robóticos así que los golpes duelen mucho, me sofocan, pero el entrenamiento con Dylan y Dom ha rendido sus frutos. Atrapo su brazo y trato de retorcerlo, no puedo hacer mucho si no siente dolor. Intercambiamos un par de golpes, es más alto que yo y mucho más fuerte, por no hablar de la experiencia al pelear, él sólo sigue órdenes y yo tengo una idea... porque la tengo. Tomo el arma de electrochoques que me ha dejado Velika y golpeo su pecho con ella, pero el sujeto no retrocede, simplemente se arranca los cables de la piel ¿Hasta qué parte es un maldito robot?

Miro hacia atrás, para asegurarme de que el gobernante ha hecho lo que le he pedido. Escucho el gruñido de frustración del sujeto, cuando ambos vemos como Ike apuñala su propia mano con el cuchillo y extrae el chip de identificación, aquel que le permite activar o desactivar todo dentro de la ciudadela. Veo la sangre escurrir de su mano, su cara cubierta de una ligera capa de sudor, pero tiene una sonrisa triunfante en el rostro.

Me he descuidado y muy tarde recuerdo la lección de Dominique sobre las distracciones en el campo de batalla. Siento el golpe en la cabeza y cuando voy a caer al frente, alguien me toma por el cuello de la camiseta y me arrastra lejos del gobernante, quien no puede hacer mucho con los nervios de su brazo hechos trizas.

Algo escurre desde mi cabeza hasta mi espalda, me doy cuenta con algo de miedo de que es sangre.

―Era mi misión― dice el sujeto con una dejo de reproche en la voz―. Y lo arruinaste. Ella se enfadará mucho.

Trato de responderle, lo que sea, pero de mi boca salen balbuceos. Él me deja caer sobre el agua, por unos segundos el dolor se va, siendo aliviado por el frío contacto en las heridas. El sujeto me toma del cuello y aprieta fuerte, trato de empujarlo, pero todo intento es en vano. La mitad de mi cara está dentro del agua y me falta el oxígeno.

Me siento mareado, y dejo que mi cabeza cuelgue. Lo último que puedo ver antes de que la oscuridad me reclame, es un robot atravesar lo poco que queda del domo y caer dentro del lago.

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