5.-Redención:
El punto con las cosas malas, pensó Magnus mientras estaba de pie frente a aquella puerta de madera vieja, era que estaban prohibidas por una razón. Su padre a diario lo reprendía por hacer algo estúpido, por pensar que todo saldría bien al final, un infinito positivismo. Que al final terminó en un callejón sin salida, con una chica hermosa apuntando un cuchillo a su espalda. Tal vez su padre tenía razón después de todo.
― ¿Qué demonios te pasa?― preguntó a Eva, quien pinchaba su espalda con la punta de un cuchillo.
―Lo lamento― dijo la chica con una sonrisa. Con aquel gesto tan sencillo y sincero que hizo a Magnus confiar en ella aún con un arma apuntando a sus costillas―. Camila es algo paranoica y no nos dejará entrar sin un buen incentivo.
― ¿Y yo voy a ser su incentivo?― inquirió más divertido que asustado.
Eva se encogió de hombros.
―Puedes dar la vuelta y esperar que ella te busque, lo que será... déjame pensar... ¡Nunca!
―Bien― Magnus levantó las manos y giró hacía la vieja puerta de madera, mirando de soslayo a Eva, quien trató de llegar a la puerta y golpearla con sus nudillos.
Él se movió rápido, tomándola de la muñeca y torciéndola de tal manera que la hizo soltar el cuchillo, Magnus lo atrapó antes de que cayera y acorraló a Eva contra la pared. La expresión de la chica no tenía precio, él deseaba reírse de eso, pero el miedo en sus ojos lo hizo retroceder unos pasos.
―Si vas a amenazar a alguien, hazlo bien― dijo y la dejó libre―. Ni siquiera sabes cómo sostenerlo.
―No me interesa― respondió con firmeza, a pesar de la situación.
―Podría salvarte la vida algún día.
Eva miró alrededor, Magnus supo lo que veía, un callejón sin salida, con botes de basura y charcos de quien sabe que cosas. Un lugar perfecto para arrojar un cadáver y que lo encontraran tres días después.
―No te haría daño― dijo y tragó saliva.
―No te habría traído si así fuera― contestó Eva más tranquila―. Es que me tomaste por sorpresa. Además, yo no me uní para quitar vidas, me uní para salvarlas, y por eso estás aquí.
Magnus se cruzó de brazos y recargó el hombro contra la sucia pared.
― ¿Que buscas tú con ella?― preguntó y apuntó con la barbilla a la puerta.
―También quiero un favor, pero al parecer yo no soy lo suficientemente interesante para ella, así que traje a un invitado.
―Me manipulaste para venir aquí― dijo Magnus algo dolido.
―Tú vas a obtener ayuda para tus amigos ¿No es lo que quieres? Esto es un ganar- ganar. No busco hacerte daño ¿Puedes confiar en mí por ahora?
― ¿Tengo otra opción?― inquirió.
Eva sonrió.
―A mí me parece que no― respondió y llamó a la puerta.
Su primer instinto fue colocarse frente a Eva, pero supuso que ella se molestaría por eso, así que permaneció detrás de ella, con los brazos cruzados y con cara de pocos amigos.
―Buscamos a Camila― dijo Eva.
El hombre al otro lado de la puerta los recorrió con la mirada, tenía una pose confiada y segura, era alto y fornido, pero Magnus supuso que era una fachada, apostaría todo su dinero a que Nefertari podría vencerlo en uno de los círculos.
― ¿Quién te habló de ella?― preguntó él y se recargó contra la puerta. Entonces Magnus se dio cuenta de que le faltaba una mano.
―Katrina― respondió ella.
Magnus enarcó una ceja ¿De verdad le estaba dando toda su información a ese sujeto? ¿No iba a intercambiarla con Camila o lo que fuera? Estaba completamente seguro de que Eva se acababa de jugar todas sus cartas sólo con ese nombre.
― ¿Y él?― preguntó el sujeto.
― ¿Que mierda es todo esto?― espetó Magnus―. La chica necesita ayuda y yo también. Ambos podemos pagar por el favor y...
― ¿Tienen con qué pagar?― el hombre soltó una risa―. A Camila le encantará saber eso― dijo y desapareció en la habitación.
Eva le dio una mirada significativa.
―Yo no tengo con que pagar― susurró para que solo él la escuchara.
―Relájate― dijo y le dio una ligera sonrisa―. Si algo sale mal nos largamos de aquí ¿De acuerdo?
Ella frunció el ceño.
― ¿Y a dónde iremos? Nuestro país está contaminado y somos refugiados en este lugar ¿Vas a hacernos enemigos de ellos también?
Magnus se encogió de hombros.
― ¿Quieres escapar conmigo si algo sale mal?― bromeó extendiendo la mano hacía ella.
Eva le dio un manotazo y resopló.
―Cállate― dijo, pero no pudo evitar ruborizarse.
El hombre volvió, y los dejó entrar en aquel lugar.
Magnus esperaba muchas cosas, considerando todo el misterio que Eva había despertado... pero no eso. Había computadoras en cada esquina y en cada una de ellas personas metidas en sus propios asuntos. Algunos otros tomaban notas sobre escritorios, en las paredes había mapas y cosas que a pesar de su entrenamiento, no entendía. Cosas que Raphael podría comprender con un vistazo.
― ¿Que es todo esto?― preguntó impresionado. Se había hecho una idea de ese sitio, algo como personas tratando de venderle información o drogas, o lo que fuera para poder ayudar a sus amigos, pero aquello parecía toda una agencia bien preparada, aunque debían estar ocultos por una buena razón.
― ¿No te gusta mi casa?― cuestionó una chica. Era alta y curvilínea, labios gruesos y sonrisa confiada. Y sus ojos le daban una mirada demasiado transparente, tan clara que lo hizo dudar por unos segundos.
―Es algo... tecnológica― titubeó.
―Vengan― dijo la mujer y les hizo una señal con la mano.
Magnus intercambió una mirada con Eva, ella se encogió de hombros. Juntos caminaron detrás de ella por un largo pasillo que descendía. Él se dio cuenta de que ese lugar era subterráneo, que solamente la entrada, aquella donde estaban los tipos de las computadoras, era la primera parte de todo ese sitio, lo que ellos se atrevían a mostrar. Lo demás estaba debajo del lago en el que se había estado sintiendo miserable esa misma mañana.
La mujer se detuvo en una puerta al final del pasillo y la abrió, pasando su muñeca por una pantalla. La siguieron en el interior, donde solamente había una chica de pequeña estatura sirviendo café. Magnus no sabía si de verdad era una mujer madura o una niña, ya que estaba de espaldas a ellos.
―Tomen asiento― dijo la joven que los guío hasta ahí.
Él comenzaba a sentirse incomodo, pero Eva parecía moverse ahí dentro como pez en el agua, y como ella se sentó, Magnus también lo hizo. Era una pequeña sala, alrededor de una mesa que contenía incienso quemándose, el cual llenaba la habitación de un extraño olor a canela con flores que no reconocía.
Magnus se rascó el cuello, justo donde la camisa le picaba, se dio cuenta de que tanto Eva como la otra mujer seguían todos y cada uno de sus movimientos. La joven que los guío hasta ahí, le dio una taza con un contenido humeante, iba a protestar que no bebería nada de lo que le ofrecieran, pero también dieron una a Eva y ella bebió tranquilamente. Él supuso que no tenía mucho que perder, pero si algo que ganar y eso era ayudar a sus amigos, así que de un sólo trago bebió, sintiendo como se quemada su lengua y garganta.
La mujer que le dio la bebida relajó los hombros de una manera más que obvia, Eva sonrió, dejó la taza intacta sobre la mesa y se puso de pie. Ella no había bebido nada, lo engañó y él como un niño pequeño cayó en la trampa.
―Tengo que irme― murmuró Magnus y trató de levantarse, pero sus piernas le fallaron y cayó de rodillas sobre el suelo, apoyando una de sus temblorosas manos contra la mesa― ¿Que me hicieron?― su voz sonaba demasiado lejana y sentía que la habitación daba vueltas.
Eva se arrodilló frente a él.
―Necesitábamos estar seguras― dijo con cautela.
― ¿Sobre qué? Yo solamente quería ayudar a mis amigos y... ¿Tú eres Camila?― preguntó mirando a Eva a los ojos.
Ella resopló.
―No. Y honestamente hablando, no quisiera estar en sus zapatos nunca.
―Vaya― exclamó la mujer de pequeña estatura, la que estaba preparando las cosas cuando entraron en la habitación―. Es bueno saber eso.
Eva se puso de pie y dejó que Camila se colocara frente a Magnus. Ella se inclinó y él quedó frente a frente con la mente a cargo de todo eso.
―Lo siento, grandote― dijo Camila con una gran sonrisa y seguido lo golpeó fuerte en la cara.
Lo último que Magnus supo fue que tanto el golpe como la droga en esa bebida lo hicieron caer por completo.
El aroma era diferente, parecía agua salada, pero no estaba cerca del mar ¿O sí? Abrió los ojos y tuvo que volver a cerrarlos, pues el sol no lo dejaba enfocar la vista. Magnus trató de mover los pies, pero se dio cuenta de que debajo de ellos sólo había vacío ¿Dónde demonios estaba? Se pasó las manos por la cara, cubriendo sus ojos del sol para poder abrirlos más lentamente. Al fin, cuando pudo tener un vistazo se sorprendió, pues lo último que recordaba era una habitación oscura con tres brujas que querían darle de beber algo...
― ¡Hijas de...!
― ¡Cuidado con tus palabras!― advirtió alguien sentado a su lado. Era una voz fuerte y autoritaria.
A su lado estaba sentada la mujer pequeña. Su cabello castaño y sus ojos oscuros no le decían mucho a Magnus, pero su cuerpo era muy delgado, sería fácil someterla para obtener información o lo que fuera.
Estaban sentados en la orilla de un puente de piedra, sus pies colgando sobre la roca y apuntando directamente al agua helada. Las manos de Magnus picaban de tan fuerte que las estaba apretando.
Camila respiró profundo y se llevó ambas manos a la nuca para recargarse en ellas.
―Voy a ayudarte― dijo después de un momento.
― ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué me hiciste?― preguntó Magnus, tocándose la cara y pecho en busca de alguna herida.
Ella resopló una risa.
― ¿Por qué habría de hacerte algo? Yo solamente quiero lo mejor para los que me rodean. Eran mi hermana y mi padre en un principio, después se unió Eva hace algunos años, ella hizo aquí algunas de sus prácticas como médico y fue dónde conoció a mi hermana, Katrina, quien es enfermera.
― ¿Y a mí que me importa eso?
―Son mi familia. Todas las personas que viste dentro de esa base, son mi familia. Y Eva cree que podemos confiar en ti, piensa que tus intenciones son buenas, pero ¿Estás consciente de que si rescatamos a Charlotte, vamos a desatar la guerra?― inquirió con un tono espeluznante.
― ¿Quién te habló sobre Charlotte?
―Tú lo hiciste, mientras estabas drogado sobre mi piso.
―Por eso me drogaste, porque querías que fuera honesto...
― ¿Crees que lo haría por gusto? Fue un verdadero suplicio hacer que mi gente te sacara cargando de ahí ¡Dios Santo! ¡Eres enorme!― exclamó con algo de humor.
Magnus miró su reflejo en el agua.
―Es algo hereditario.
―Lo supuse, conozco a tu padre ¿Es por él que haces todo esto?― dijo Camila y señaló con su mano todo el lago.
Él respiró profundo y miró como las aves volaban sobre el agua para luego aterrizar en la orilla del puente, el sol arrancando destellos de los charcos y del movimiento del lago.
―No― respondió por fin―. Hace mucho tiempo que dejé de considerarlo parte de mi vida o de mi familia. Tengo a mis amigos y son todo lo que me queda.
Camila negó un par de veces.
―No puedo ir con mis superiores y decirles: "Recatemos a sus amigos, es un buen sujeto". Tienes que darme algo más, pruebas de traición por parte de la alianza, traerme lo que sea... El exo-traje que Raphael portaba está hecho trizas, necesitamos uno nuevo, ya que fue tecnología robada a mi gente.
― ¿Eso quieres? ¿Qué me convierta en un ladrón?
―No― contestó la mujer y se puso de pie, sacudiéndose el pantalón―. Quiero que vayas a ese lugar, me traigas pruebas de que están traicionando a la alianza amiga, quiero que salves a Charlotte, pero sobre todas las cosas; vas a convertirte en un héroe de guerra. Si no tienes cuidado con eso, puede que seas considerado un traidor por el resto del mundo, y las traiciones se pagan con sangre.
Magnus sentía la boca seca ante esas palabras ¿Cómo demonios esperaban que él se convirtiera en un héroe? ¿Qué salvara a Charlotte y demostrara que toda una alianza entre tres países estaba cometiendo traición en contra de sus aliados? Si no lo mataban en Rusia, lo iban a despellejar sus altos mandos.
―No tengo un equipo, tampoco herramientas, ni la autorización de mis superiores― murmuró y se levantó del suelo húmedo.
Camila levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, ella no se inmutó, a pesar de que Magnus sacaba casi tres cabezas en estatura.
―Voy a darte herramientas y conseguiré que te provean de todo lo necesario, si fracasas, esto quedará en secreto, nos lavaremos las manos, pero si triunfas, serás un maldito héroe y diremos a los cuatro vientos que fue nuestra idea. Trae esas pruebas y a tu amiga de vuelta. Tú equipo se está preparando, no puedo involucrar a mi gente en esto, pero puedo ayudarte en la recuperación de tus amigos. A Raphael le tomará un poco más de tiempo, cinco, tal vez seis meses, pero con la regeneración celular que está desarrollando Farmigan, le será posible volver a caminar. Aplicarán las mismas pruebas en Nefertari. Ellos estarán listos para seguirte.
― ¿Hablaste con mis amigos?― inquirió Magnus.
― ¿Por qué crees que decidí que valías la pena en primer lugar?
― ¿Me odian?
― ¿Odiarte? Sería como patear a un cachorro herido. Ellos no hacen otra cosa más que preguntar si tu puñetero trasero está bien. Deberías ir a visitarlos.
Él asintió y le dio la espalda a Camila.
―Y Magnus― dijo la mujer. Él giró para mirarla―. Mi autorización es todo lo que necesitas. Tus superiores no tienen voz ni voto aquí.
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Marco abrazó sus propias piernas cuando se cansó de gritar. Se limpió la nariz con un gesto brusco y miró hacia la puerta. No podían tratarlo así, él era la única familia del ministro de Alemania y lo trataban como a un perro. Él merecía un trato diferente, deberían tratarlo como a un miembro de la realeza. Todo por culpa de los evolucionados, quienes se comportaban altaneros y se creían mejores que todos. Para él no eran nada. Incluso Velika recibía mejor trato que él, a pesar de ser ciborg.
En vez de recibir un trato digno, encerrado en una celda, nadie había ido a verlo o a tratar de interrogarlo, no se esperaba una tortura, pues su hermano se volvería loco si supiera que lo lastimaban por información. Las únicas ocasiones en las que la puerta de su celda se abría era cuando le llevaban comida o cuando lo sacaban para ducharse. Y al parecer, tampoco les importaba la información que tenía sobre los radicales, aquellos que lo contactaron en una de sus múltiples visitas a la ciudadela. Marco los echaría de cabeza, no le importaba ninguna de esas personas de esos que eran lo suficientemente estúpidos como para ir en contra del sistema.
Los engranajes de la puerta chirriaron, lo que le indicó que alguien al fin se había tomado la molestia de ir a buscarlo, lo sabía porque tenía muy bien establecidos sus horarios de alimentos.
Josué se quedó de pie en la entrada, luciendo la misma cara de pocos amigos que cuando Marco lo conoció.
― ¿Vienes a torturarme?― inquirió el muchacho―. Si mi hermano...
―Tu hermano ya no tiene poder aquí― dijo su ex instructor―. Hoy encontraron a Vanessa, el nuevo ministro de Canadá, encerrada en una de las celdas. Ordenó que encerráramos a todos los evolucionados, para evitar que la cambia formas que la agredió, escape― bufó―. Como si tuviéramos tantas prisiones.
―Va a desatar una rebelión dentro de la resistencia― murmuró Marco.
Josué asintió. El joven estuvo a punto de preguntar lo que su ex instructor hacia ahí, hasta que la realidad de sus palabras lo golpeó.
― ¿Nueva ministro de Canadá? ¿Qué pasa con Evelyn?
―Tus amigos hicieron un atentado en la firma de las alianzas, en el tratado de paz. Shepard y Suker están muertas.
― ¿Mi hermano? ¿Cómo está Joel?― Sin quererlo, Marco se había puesto de pie.
―No tenemos noticias de Alemania. Tu hermano se ha encerrado, te ha dejado solo.
El muchacho bajó la mirada al suelo, todo ese tiempo se había sentido invencible, intocable, por el puesto y poder que su hermano ejercía, pero ahora se daba cuenta de que su seguridad no se comparaba con la de todo un país. Josué tenía razón, Marco estaba completamente solo ahora.
― ¿Qué quieres?― le preguntó al instructor de armas.
― ¿De ti? ¿Qué puedes darnos? ¿Información sobre los radicales? No queremos nada sobre esos payasos autodestructivos.
― ¿Lousen te envió a hablar conmigo?
Josué bufó y se cruzó de brazos.
―Lousen y Lanhart se han olvidado de ti, por el momento tienen cosas más importantes de las cuales ocuparse. Tus "amiguitos" han desatado un virus en la ciudadela, la primera alianza los está atacando y hemos enviado apoyo, pocos evolucionados quisieron acudir en auxilio de la ciudadela. La mayoría es personal de la resistencia... Tus amigos, tus verdaderos amigos, están peleando afuera.
―Yo estoy solo, acabas de decirlo ¿Por qué habría de pelear por quienes no me ayudan?
El hombre perdió la paciencia, y toda la intolerancia y enojo que llevaba reprimiendo todos esos años, hizo que su rostro se contorsionara.
―Bastardo― dijo Josué con rabia―. Eso es lo que eres, un bastardo ¿Sabes cuál es la única razón por la que no te han enviado a trabajos forzados en la zona central? No es por tu hermano, es porque Velika pidió que te dieran una segunda oportunidad, y si es necesario, una tercera. Lousen la escuchó, dijo que eras intocable hasta que supieran que hacer contigo.
Marco sintió que un nudo se formaba en su garganta. Siempre se había conservado alejado de todos ellos, porque tenía miedo, estaba asustado de que lo vieran como lo que realmente era. Un idiota que buscaba reconocimiento, pero que no destacaba en política ni en armamento, tampoco en pelea cuerpo a cuerpo.
―Tienes la capacidad de hacer que las personas te sigan, lo hiciste con esos idiotas que ahora están en trabajos forzados, llegaste a un acuerdo con los radicales. Y eres un buen piloto, eso también lo reconozco.
― ¿Velika pidió que vieran por mi seguridad?― preguntó en un susurro.
―No sólo ella. Sander y Day la apoyaron.
― ¿Y qué quieres que haga?
―Me iré, y dejaré la puerta de la celda abierta. Lo que hagas después, depende de ti. Hay asesinos enviados de la zona central por todas partes, es mi deber darles caza, también Velika se enfrenta a las naves de la alianza en las afueras de la ciudadela, y no tengo idea de que están haciendo los demás, sus localizadores dejaron de dar una señal.
― ¿Por qué harías eso por mí?
―Si quieres escapar de aquí, te sugiero tomar un deslizador, pero dentro de poco el control de todo esto le pertenecerá a una siete que conozco. Así que te sugiero te des prisa o tendrás que enfrentarte a ella. Y no es muy agradable hacerlo.
Marco caminó hacia la puerta y Josué no lo detuvo. Sus pies tocaron la plataforma principal y vio el caos que ahí reinaba, como los soldados de la resistencia, de las otras zonas se movían y llevaban a los evolucionados a celdas, quitándoles sus placas.
―Es injusto― dijo para sí.
―Hay algo que solo puedes ofrecerte tú mismo, y eso es redención. Y depende de ti saber cómo la ganarás o si quieres ganarla.
El muchacho sopesó sus palabras, sintiéndolas calar en lo más profundo de su mente.
―En una ocasión― dijo Marco―. Revisé los archivos de la resistencia, fue antes de venir aquí, con las contraseñas de mi hermano. Encontré muchas cosas interesantes, una de ellas fue la misión que Lanhart y Lousen llevaron a cabo en Rusia hace muchos años.
Josué lo miró sin dar muestra de ningún sentimiento.
― ¿Sabes quién soy?
― ¿Tú encontraste la redención?― preguntó Marco.
Josué asintió.
―Lousen me salvó y me ofreció una vida al servicio de aquellos que juré destruir.
―Cuando todo esto acabe... ¿Puedo llamarte por tu nombre real?
Su ex instructor soltó una carcajada, Marco pensó en que era la primera vez que lo escuchaba reír.
―Seguro, si sobrevives a toda esta mierda, puedes llamarme como quieras.
―Lo pensaré, Morello― dijo el muchacho con una ligera sonrisa y corrió por la plataforma.
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