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5.- Cobardía:


IKE.

Es difícil recordar cuando fue la primera vez que me llamaron así, aunque mi padre suele repetirlo todo el tiempo. No hace falta su recordatorio, no cuando tengo mis propios remordimientos como para tomarme la molestia de olvidarlo, tal vez lo sea, tal vez no, pero las palabras suelen dejar una marca permanente y con el paso del tiempo te convierten en algo que no esperabas, como cuando no pude hacer nada respecto a Greta, cuando me insultan y no me defiendo. Son muchas las ocasiones en las que ese sentimiento, esa palabra sale a flote. Ahora se siente exactamente igual que aquella vez, cuando la ejecutaron...

—Tú no...—Es lo único que puedo decir, siento que me ahogo con las palabras no dichas, todas las que he guardado durante mi vida.

— ¿Qué hago? ¡Ike!― Noah me estruja un par de veces por los hombros.

Me suelto de su agarre y sacudo la cabeza un par de veces.

"Concéntrate, Ike, tienes que centrarte, tú no eres así, no eres el tipo de persona que se deja llevar por el pánico". Mi madre solía decirme esas palabras. Solo eso me hacía dudar de la única descripción que mi padre tiene para mí: Cobarde, eres un cobarde.

Cuando sucedió lo de Greta yo tan solo era un adolescente, no podía hacer mucho, pero ahora soy otra persona, alguien que se domina, alguien que puede controlar estas situaciones.

—Cámbiate— me escucho decir.

— ¿Qué? ¿No entiendes? Van a matarme...

Lo tomo de la camisa, empujándolo con fuerza, su espalda se estrella contra la pared. Noah quiere soltarse, pero aprieto los puños y pronto solo forcejea.

—Tú eres el que no entiende. Cálmate ¡Cálmate, maldita sea!

Quizá sea el tono con el que pronuncio las palabras, o el hecho de que es la primera vez que me escucha maldecir en mucho tiempo, pero deja de retorcerse.

―Si lo que dices es cierto, entonces buscan a alguien con tus características. Necesitas cambiarte de ropa. Busca algo en el armario, de preferencia que te permita mantenerte caliente en el exterior.

Lo suelto y escucho como sus pies golpean el suelo, no me percaté de que lo había levantado.

Noah entra al vestidor, y yo me dejo caer sobre el suelo, recargando la espalda contra la cama. Me cubro la cara con ambas manos y trato de respirar profundo.

Intento juntar todas las piezas. Isaac, el líder radical tenía información y al ser torturado, soltó lo primero que le fue de provecho para mantener a su gente a salvo. Nombró al niño rico que no se jugaba nada al pertenecer a su grupo, ya que Noah, asistía a las reuniones, salía con un par de chicas del grupo, se mezclaba con las personas del área decadente, pero nunca ha participado en los atentados ni ha tratado de salir de la ciudadela. Eso es la mayor parte, no me importa cómo es que dieron con él, que lo más seguro es que lo hayan sacado de su departamento, ya que al llegar a despertarme aun tenia puesto el pijama. Su cara estaba sucia, al igual que su ropa, no tengo idea de cómo logró escapar, pero no puede ser de un buen modo.

Debo encontrar la manera de sacarlo de aquí, pero ¿Cómo? No puedo hacerlo sin levantar sospechas.

Miro el reloj y me doy cuenta de que son las cuatro de la mañana, la servidumbre esta activa en el palacio, además de algunos guardias, por no mencionar a la mayor, la cual parte hacia su exterminio de evolucionados por la mañana, y también está la poco discreta de mi prima... ¡Eso es! ¡Anel!

— ¿Ike?― me llama mi amigo.

Levanto la cabeza y veo que se ha cambiado con un de mis trajes deportivos, es de color gris. Asiento un par de veces.

—Aún tienes puesto el chip en la muñeca—digo y apunto a la ligera luz parpadeante en su mano.

— ¿Y eso qué?

—Van a usarlo como rastreador. Necesitamos ayuda de André...

— ¡No vas a sacarme el chip!― grita histérico.

— ¿Tienes una mejor idea? ¡Tú fuiste el imbécil que se metió en todo esto!

—Pero... está conectado al nervio...—murmura con resignación y miedo.

Pongo una mano sobre su hombro para mostrarle que voy a ayudarlo pase lo que pase.

—No quiero que te suceda lo mismo que a Greta― comento en voz baja.

Noah ya no replica.

— ¿Y por qué André? No quiero llamar a tu mayordomo.

—Porque confío en que sea lo suficientemente viejo e inteligente como para saber quitar estas cosas.

—Mejor llama a Dayana.

— ¿Y por qué la niñera de mi hermana?

— ¡Van a abrir mi mano para extirpar una cosa que está conectada a mis nervios! Prefiero una linda enfermera a un anciano decrepito.

— ¿No puedes mantener tus pensamientos sobre mujeres reprimidos por un momento? ¡Estamos hablando de tu vida! ―exclamo exasperado.

Por primera vez me siento agradecido de que las ventanas y puertas sean a prueba de sonido.

— ¡No! ¿Sabes qué? Si muero, quiero que lo último que vean mis ojos sea el lindo rostro de Dayana y no las arrugas de André.

—Eres el ser más irracional que he conocido.

— ¿Eso es lo mejor que tienes? Yo sé que puedes insultarme peor que eso, además, soy tu mejor amigo.

—Si no lo fueras ya te habría entregado a los guardias.

Noah quiere replicar, pero tres golpes en la puerta hacen que se trague sus palabras y se ponga más pálido que un muerto. Comienza a negar con la cabeza, pidiéndome que no abra la puerta, que no lo entregue. Le hago un par de señales para que se oculte en el baño. Mi amigo obedece y es cuando abro la puerta.

— ¿Ike?― pregunta Lucy mientras se talla los ojos a causa del sueño—. Tuve una pesadilla.

Suelto la respiración que no sabía estaba conteniendo, bajo los hombros en muestra de alivio. Solo es mi hermana, con algún mal sueño. Ella entra en la habitación sin pedirme permiso, se dirige a mi cama y se recuesta sobre las mantas.

Veo como mi hermanita se mueve un par de veces para encontrar un lugar cómodo, y tan rápido como llegó, se queda dormida. Me acerco y la arropo con cuidado, no quiero que vea a Noah, no quiero que sepa que estuvo aquí y que alguien se sienta con el derecho de interrogarla. No quiero a nadie peligroso cerca de Lucy.

La puerta del baño rechina después de un momento. Noah aparece y mira a mi hermana, todo el miedo en su rostro es sustituido por una imagen más familiar, él observa a Lucy dormir. Cuando mi madre murió... fue Noah quien tuvo que hablarle sobre ella a mi hermana, ya que yo no pude acercarme en mucho tiempo, fue mi amigo quien me dijo que ahora tenía algo por lo cual salir adelante, que alguien me necesitaba. Es casi mi hermano, y no puedo dejar que muera.

—Anel se mueve por la red de pasadizos que hay debajo del palacio, los que sirven para emergencias― me escucho explicar—. Vamos a usarlos para sacarte de aquí.

—No podemos meter a tu prima en esto, no es confiable.

—No lo haremos. Pero la única persona aparte de Anel que conoce este lugar como para moverse por esos pasadizos, es André.

Noah cierra los ojos unos momentos y asiente. Me dirijo a la pantalla para colocar el chip de mi muñeca en ella, tarda unos segundos en leerme y me deja entrar a todo. Pulso un par de comandos y llamo a André, el mayordomo, la única persona en la que puedo confiar en estos momentos, las únicas personas, pues también envió un mensaje a Dayana para que cuide de Lucy mientras no estoy. No tengo ni la menor idea de cómo mi hermana siempre logra escaparse de la niñera.

Exactamente pasan tres minutos más, y escucho el bip de la pantalla para decirme que hay alguien en la puerta. Abro rápidamente, Dayana parece adormilada, pero André es la viva imagen de la calma.

La niñera hace un saludo natural y se dirige a mi hermana, puedo escucharla murmurar:

—Así que aquí estabas.

— ¿Me mandó llamar, señor?― pregunta André.

—Necesito total discreción para lo que están a punto de hacer― digo con toda la calma que puedo reunir.

— ¿Señor?

Tengo la total atención de ambos.

—Por favor, siéntense.

Intercambian una mirada confundida, pero hacen lo que les digo.

―Sé que vieron la ejecución de Isaac, el líder radical hoy. Y también sé que están sobre aviso, todos en la ciudadela lo están, van a dar caza a los radicales, a todos ellos, sin tomar en cuenta las clases sociales.

— ¿Cree que nosotros somos radicales?― pregunta Dayana alarmada y se pone de pie. Su expresión es de pánico.

—No, no― digo y levanto las manos para indicar que se siente de nuevo―. No se trata de eso, por favor cálmate. Jamás los acusaría de algo así. El problema aquí....

Quiero decirles que en realidad no me gustaría meterlos en esto, pero no encuentro otra forma de hacerlo, así que les doy la información que necesitan.

―Noah está en problemas, Isaac dio nombres y el de Noah encabeza la lista, lo están cazando y necesita abandonar la ciudadela cuanto antes, pero aun cuenta con el chip de rastreo. Sé que les estoy pidiendo demasiado, pero...

—Dayana― interrumpe André. Ha tomado una actitud diferente, ya no es el anciano decadente y tímido que se muestra siempre, no, ahora es un hombre que ha tomado una decisión―. Sabes lo que necesitamos ¿Puedes traerlo?

Dayana sale de la habitación con una inclinación de cabeza.

—Hay que irnos de aquí― hablo pausadamente—. Vendrán a buscarlo, saben que es mi amigo.

—No entrarán sin la autorización de su padre, señor.

—Me preocupa más el hecho de que Khoury siga en el palacio.

André asiente, y Dayana vuelve al lugar con un botiquín de primeros auxilios. Noah, quien para mi sorpresa se mantiene callado, esconde la mano detrás de su espalda.

— ¿No podemos acudir a los curanderos?― pregunta cuando ve que André saca un bisturí de la caja.

Le dedico una mirada de fastidio. Dayana se disculpa, dice que no hablará, pero la asusta ver sangre, así que toma a Lucy en brazos y la lleva a su recamara. Le agradezco todas sus atenciones y dejo que se vaya.

—Deberíamos hacerlo en los pasadizos― sugiero como método para abreviar tiempo.

André toma las cosas de la caja y sale de mi habitación, después de decir que era una buena idea utilizar el pasaje secreto del palacio. Casi llevo arrastrando a Noah por el brazo, ya que luce muy nervioso y atrofiado. Supongo que yo estaría igual, si lo que se está jugando es mi vida. Llegamos al punto de acceso, paso el chip por la pantalla e introduzco un código, la pared se sacude y luego se hunde, ahora es desigual, comparado con el resto de las paredes del pasillo. Empujo a Noah dentro y cierro. Las luces parpadean un par de veces, pero pronto podemos ver hacia donde caminamos. André se dirige hacia el lugar que supongo es la salida, me recorre un estremecimiento al darme cuenta de que por primera vez en mi vida veré el exterior, algo que no es la ciudadela, el verdadero cielo, no el fulgor de los detectores. André empuja una puerta, él puede entrar por medio de su chip de servicio, cuando se abre nos muestra un lugar adecuado para la clase alta, el mini bar muy bien equipado, la sala de terciopelo, un proyector holográfico, mesa de billar, camas... cualquier cosa para pasarla bien mientras estamos bajo ataque. Superfluo, realmente superfluo.

André saca algunas cosas que no reconozco de la caja, Noah se pone pálido, tan solo mirando todo eso, sabiendo que serán utilizados en él. El anciano me pide que busque toallas, las encuentro en el baño, el cual también está muy bien equipado. La garganta se me llena de bilis al darme cuenta de que varias familias del sector decadente podrían vivir en buenas condiciones con todas las cosas que gastamos inútilmente en el palacio. Vuelvo con ellos y obligo a mi amigo a sentarse. André recorre la manga en el brazo de Noah, vierte desinfectante sobre el punto en el que sobresale el bulto del chip y en el momento en que pasa el bisturí por la piel, Noah empieza a gritar y aprieta mi brazo con su otra mano. Me gustaría darle un golpe y dejarlo inconsciente, pero necesita correr después de esto, necesita escapar. Pero ¿A dónde? Mi plan solo consiste en sacarlo de la ciudadela. Sus gritos son muy fuertes, tal vez su dolor sea de esa magnitud, ya que comienza a patalear y a tratar de alejar a André con su otra mano, pero lo sostengo fuerte y comienzo a hablarle para que su atención se centre en mí, las lágrimas resbalan por su rostro.

—El chip está conectado al nervio― me dice André como explicación. Él hace un par de cortes más, y veo como la sangre gotea de las toallas hacia el suelo.

Noah tiembla de los pies a la cabeza, una capa de sudor lo cubre y luce más pálido que antes, incluso me atrevo a suponer que sus ojos parecen menos brillantes.

No quiero saber por lo que está pasando o por lo que pasará después, ya que siempre ha vivido una vida llena de lujos y comodidades, y creo que afuera no será lo mismo.

André coloca un vendaje sobre su muñeca y le da instrucciones precisas sobre como limpiar la herida. El anciano se pone de pie, busca un par de cosas en la habitación y es cuando me doy cuenta: Está empacando lo necesario para Noah. Le entrega una maleta de color negro con botellas de agua, el botiquín, un par de toallas y dos cambios de ropa. Además de algunos alimentos no perecederos. Esto me forma un par de interrogantes sobre quién es André realmente, ya que sabe retirar los chips, puede ir a cualquier parte del palacio y le entrega una maleta con lo que sabe que necesitará.

Sacudo la cabeza y presto atención a la escena, André le da un par de palmaditas a Noah en la cara para obligarlo a reaccionar, le entrega un arma para dar electrochoques, en caso de que tenga que defenderse, pero mi amigo solo lo observa como si le estuviera explicando alguna teoría complicada a un infante. Y es cuando me doy cuenta: eso es lo que será Noah allá afuera, solo un niño perdido, quizá lo estoy salvando de una ejecución pública, pero no de una muerte segura ya que no sabrá cómo sobrevivir en el exterior.

—No importa lo que hagamos― murmuro—. Morirás de todas formas.

—Eso me ayuda mucho. Gracias por el voto de confianza― contesta sarcásticamente.

André no dice nada, solo se dedica a limpiar la sangre e indicarme donde está la salida de ese lugar, dice que tiene cosas que hacer y que mi padre no debe notar su ausencia. Le agradezco por todo, y cuando salimos de la habitación, Noah y yo tomamos un camino diferente.

Miro hacia atrás y puedo ver la figura de André desaparecer al dar la vuelta en el pasadizo, vuelve a estar encorvado y mirando al suelo, es la persona que más información tiene de este sitio, es uno de los hombres más inteligentes que conozco, pero está aquí, dando sus servicios a la familia real, y guardando todos y cada uno de nuestros secretos, mientras finge que no existe.

Caminamos algunos pasillos, hasta la cuarta puerta que es la que nos indicó que cruzáramos. Coloco el chip en la pantalla y la puerta se abre, sigo avanzando, con Noah pisándome los talones. Lleva las manos colgando a los costados, hago un sonido de frustración y lo obligo a subir la mano a la altura de su pecho.

—André dijo que la mantuvieras arriba― lo reprendo.

Noah retrocede con un movimiento brusco y me dedica una mirada enfadada.

— ¿Y que más te da que muera ahora o en unos minutos? ¡Igual piensas que moriré afuera!

—No creo eso.

— ¡Acabas de decirlo! Dijiste que moriré sin importar como.

—Sí, y espero que sea cuando todo este mundo de porquería sea mejor. Espero que mueras por una buena causa y no por tu estupidez y tus ideales, que de poco te han servido― estallo.

Sorprendentemente, no encuentra las palabras para replicar, así que solo alza la mano a la altura de su pecho y sigue caminando detrás de mí. El vendaje en el que está envuelta su mano se ha manchado de rojo. No quiero decirlo en voz alta puesto que él ya lo sabe.

—Recibí un mensaje de Velika mientras André trabajaba contigo. Ellas están en camino, vienen por ti― explico.

—Entonces ya tienes la certeza de que no moriré.

—No es eso lo que me interesa. Quiero tener la certeza de que no harás una estupidez al estar en la resistencia, si es que ellas te llevan ahí.

— ¿Y cómo lo supieron ellas?― inquiere a pesar de ya conocer la respuesta.

—Haru.

—Claro que sí.

No añade nada, puesto que ambos tenemos un poco de miedo de los evolucionados, y aunque Haru no sea peligrosa, sigue siendo una de ellos. El día que nos enteramos de ello, fue como si hubiese estallado la cuarta guerra mundial. Noah se puso furioso, no por lo que era ella, sino por el hecho de que se lo ocultara por tanto tiempo.

Llegamos al fondo del pasillo, sé que de otro lado no está la protección de los detectores, no hay diferentes clases sociales ni capsulas de transporte, tampoco palacios ni edificios o reservas naturales. No, del otro lado de esa puerta está el mundo, las calles desoladas, los páramos venenosos, la lluvia acida, el agua de los mares y lagos totalmente contaminada. Y no hay vida, del otro lado de esta puerta no hay nada más que muerte ¿Qué pasa si tan solo dejo todo atrás y voy con Noah? ¿Qué ocurrirá con Lucy? ¿André? ¿Dayana? Niego un par de veces con la cabeza al sentir la mano de mi amigo sobre mi hombro. Él sabe lo que esto significa para mí, ya que nunca he salido de este lugar y tampoco he tenido la necesidad de hacerlo, aunque no he de admitirlo en voz alta, y a pesar de que odie el hecho de vivir encerrado, la verdad es esta: El exterior me aterra.

Noah me empuja hacia un lado y abre la puerta sin detenerse a meditar, sin mirar atrás. Supongo que esa es una de las cosas por las que he conservado mi amistad con él. Por el hecho de que aunque tenga miedo, siempre hace lo posible por superarlo, por salir adelante, como cuando sus padres murieron.

El aire que golpea mi rostro es puro, no se siente en absoluto como el aire de dentro. Es más sano, más limpio. Según mis maestros en la ciudadela, el exterior está completamente contaminado y es imposible estar afuera para aquellos que no están vacunados, Noah y yo lo estamos, pero aun así me siento nervioso. Y no es como me lo he imaginado toda la vida, no, afuera no hay edificios en llamas ni animales con tres ojos, tampoco hay nubes de color negro o un desierto lleno de cadáveres. En su lugar me encuentro con una gran meseta que lleva el color natural de la tierra, muchas plantas trepan por lo que alguna vez fueron automóviles, la naturaleza invadiendo aquello a lo que el hombre dejó de dar mantenimiento. No quiero ni imaginar el interior de esos lugares, ya que dentro debe haber personas muertas, carcomidas por algún animal. Se alzan algunos edificios, pero no son tan grandes como en la ciudadela, tampoco cuentan con luces, más bien tienen enredaderas y muchas plantas que no sé reconocer. El mundo se recupera poco a poco y nosotros seguimos viviendo en una mentira.

Por unos segundos nos quedamos observando el exterior, como el sol se abre paso por el este, para dejarnos ver la majestuosidad de la tierra. No es como lo pintan, no es como lo enseñan, es más vida de la que tendremos algún día.

Mis pies quieren avanzar hacia afuera y tocar todo lo que encuentren, me imagino lanzando mis zapatos y que soy capaz de correr, solo correr hasta encontrar el final del camino y no estrellarme con un detector.

Sacudo la cabeza y en lugar de ir hacia afuera, retrocedo dos pasos.

— ¿Ike? ¿Qué pasa?― pregunta Noah.

—No puedo...yo... yo...

Ni siquiera puedo completar la frase, ya que el cielo es cubierto por un deslizador, un artefacto de color negro, es uno de los pequeños, en los que caben por lo menos cinco personas.

Me cubro los ojos con el antebrazo para evitar que el polvo entre en ellos, y cuando dejo de escuchar los motores, es que me permito ver.

La escotilla está bajando, y por ella corre Haru, su semblante se relaja de inmediato al ver a Noah sano y salvo. Él baja de donde estamos sin pensarlo dos veces y se dan un fuerte abrazo al encontrarse en el camino. Desvió la vista de ellos y me encuentro con la mirada de Velika, quien baja por la rampa en compañía de una chica que reconozco como una de las fugitivas que Khoury nos mostró en la cena. Amanda... no puedo recordar su apellido. Una evolucionada de categoría seis si no me equivoco.

Ellas llegan hacia la entrada del túnel y yo solo puedo mirarlas, no me voy a disculpar con Velika por nuestra última discusión, pero tampoco parece esperar una disculpa o alguna atención especial.

— ¡Ike!― me saluda con efusividad, como es su costumbre.

—Tienen que irse pronto― digo sin saludar—. Las patrullas harán su recorrido en pocas horas.

—También es un placer verte― bromea ella.

—Estoy hablando en serio.

—Yo también― dice y se cruza de brazos. Dejándome ver el reluciente metal del brazo derecho.

Me froto el tabique de la nariz un par de veces y le dedico una ligera sonrisa. Ella hace esa cara de repulsión.

—Si vas a ser político conmigo... será mejor que me vaya. Odio cuando estas así― se queja, dándome da la espalda y comienza a bajar la rampa, pero pronto se gira— ¿Vienes con nosotros?

—No puedo.

— ¿Por qué no? Solo serán unas horas.

—Tengo cosas que hacer aquí, encargarme de algunos detalles, además... afuera parece... demasiado.

— ¿Tienes miedo?

Casi parece burlarse. Casi. Pero su semblante se vuelve serio, es muy extraño verla comportarse así, con la seriedad que no acostumbra, con la pose que odia tanto en los demás. Por unos segundos incluso parece altanera.

—He pensado muchas cosas sobre ti, pero nunca me imaginé que fueras un cobarde.

Me quedo en una sola pieza y retrocedo dos pasos. Coloco esa mascara sobre mí, ese papel para el que he entrenado toda mi vida. No quiero que se dé cuenta del daño que me hacen sus palabras.

Noah se pone tenso y comienza a apresurarlas para irse. Lo hace por mí, no por el hecho de que tenga miedo de algo más.

Cierro la escotilla cuando veo que el deslizador se eleva a salvo por los cielos y con un potente impulso sale disparado al frente.

Me quedo sentado unos momentos en la oscuridad del pasadizo. La soledad y el silencio de este lugar me hacen pensar en porque Anel los disfruta tanto, aquí se tiene la privacidad que en el palacio no se encuentra, aquí no hay cámaras, sirvientes ni políticos, solo estoy yo, siendo separado del exterior por un pedazo de metal.

Velika me ha llamado cobarde, no tiene ni la menor idea de lo que esa palabra significa. Ella no sabe muchas cosas sobre nada, no comprende que la vida no se trata de quien es cobarde o quien valiente, esto es un tablero de ajedrez, en el que no quiero ser el peón, pero tampoco quiero ser el rey, yo soy uno de los jugadores y es el momento de planear mi siguiente movimiento.

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