4.- Familia:
VELIKA.
—Mis amigos— dice mi padre con una gran sonrisa. Las orillas de sus ojos se arrugan y los mismos brillan. Parece feliz, pero hay un matiz de tristeza y añoranza detrás de todo eso, es esa culpa que siempre lo acompaña.
—Estabas muerto—. Cheslay es la primera en hablar. Ella da un paso al frente lentamente y se limpia las lágrimas de la cara con un gesto brusco.
—Les debo muchas explicaciones. Nunca tuve por seguro que llegarían a este lugar, pero el destino quiso que nos reencontráramos— habla con voz segura.
Dylan da dos pasos al frente con la mano extendida, como si quisiera tocarlo para saber que es real. Josué, uno de los hombres que acompaña a mi padre, da un paso al frente y se interpone. Dylan le dedica una mirada molesta pero no retrocede.
—Está todo bien ahora. En este lugar no hay enemigos—explica mi padre y pone una mano sobre el hombro de Josué para que se retire. El hombre le da un asentimiento, no es un intercambio entre hombres, es un soldado respondiendo las órdenes de su superior.
—Tu...— son las primeras palabras del uno, suenan inseguras y atropelladas―. Estabas muerto... ellos dijeron que habías muerto...
—Mintieron.
Dylan quiere alcanzarlo, pero parece aturdido, tanto que me doy cuenta de que los objetos alrededor que no están anclados al suelo comienzan a flotar. Suelto una carcajada de emoción y sorpresa, nunca he visto a un uno en acción, las cosas suceden muy rápido alrededor, las personas salen de su conmoción al ver la actividad de Dylan, escucho como varios le quitan los seguros a sus armas y acto seguido Day y Dom están apuntando al pupilo de mi padre, uno por cada lado.
Josué trata de poner la mano de nuevo sobre Dylan, pero este gira lentamente.
—No me toques— gruñe. Sus palabras son firmes en esta ocasión, es una amenaza latente.
No puedo lograr que la sonrisa se borre de mi rostro.
Ellos lucen acabados, esa palabra los describe a la perfección, del grupo que ha llegado, solo están Dylan, Cheslay y una chica de cabello corto, la cual no conozco, pero sus ropas están roídas, igual que la de los demás, no lleva zapatos, y sus pies lucen sucios y ampollados, tiene llagas en algunas partes de la cara y en las manos. Son quemaduras provocadas por el frio.
Los gemelos están preparados para enfrentarlo, cuando como por acto de magia, Cheslay enreda su mano con la del uno y él vuelve a la realidad, las cosas se enfrían en cuestión de segundos.
—Ya basta—ruge mi padre—. Creo que cada uno tiene actividades. Solo son nuevos. Déjenos solos—ordena con tal seguridad que nadie objeta nada, ni siquiera los gemelos.
Mi padre les da la espalda y hace una señal para que lo sigan, Josué va a su espalda, cuidando de él, era un hombre poco confiable, hasta que papá lo salvó de morir, desde entonces le es leal. Dylan y Cheslay caminan a la par, él parece inestable, enojado, ella es la viva imagen de la serenidad.
Avanzo detrás de ellos, con Haru pisándome los talones, ella no ha hablado, pero me doy cuenta de que le cuesta trabajo mantenerse despierta.
—Ve a dormir— digo con una sonrisa que no soy capaz de borrar—. Ya todo está bien.
—No, no lo está—dice con seguridad, aun así se marcha ¿Qué es lo que ha querido decir? Frunzo un poco el ceño y camino detrás de mi padre y sus pupilos.
Apresuro el paso para poder caminar a la par de los recién llegados, pero veo que mi padre me hace un par de señas, así que con un resoplido avanzo hacia donde esta él.
— ¿Qué crees que estás haciendo?― pregunta.
— ¿Tratar de escabullirme?― me muerdo el labio, esperando que se ría de mi comentario, pero su sentido del humor parece haber desaparecido este día.
—Estoy seguro de que tienes algo que hacer—dice con su voz controlada.
Han sido demasiadas emociones para él por este día, aun así va a hablar con ellos, y lo que es aún peor, no quiere que esté presente.
—Por favor—susurro—. No hablaré, ni siquiera voy a moverme de la esquina de tu oficina, voy a estar tan quieta que me olvidaré de respirar, pero por favor, déjame quedarme...
Él se lleva la mano a la cara y aprieta el puente de su nariz un par de veces. Se lo que es ese gesto, lo conozco demasiado bien, está pensando las cosas, sopesando todas sus opciones.
—Un mueble más― dice—. De lo contrario, te quiero afuera, estos chicos han pasado por demasiadas cosas como para soportar tus preguntas justo ahora.
—Si señor—respondo con una gran sonrisa.
Avanzamos por toda la zona principal del bunker, las gruesas paredes que fueron construidas para preservar a personas con habilidades, este lugar fue diseñado para los evolucionados, puede soportar energía de cualquier tipo, actividad más allá de lo normal, cualquier cosa que excediera los límites de la imaginación. Controladores de gravedad, salas de entrenamiento para ellos, para los mentalistas, para los manipuladores de energía, cuartos de máquinas para que los siete pudieran mantenerse activos y ser de ayuda para la resistencia, diferentes lugares y salas para los cambia formas, para ayudarlos a adaptarse una vez que su cuerpo cambiara. Day aprendió en esos sitios que ella podía cambiar de forma, que ella podía ser cualquier persona, tomar prestado su cuerpo. También hay diferentes sitios, para los de habilidades animales, para todas las categorías, desde los unos hasta los sietes, la resistencia fue hecha para ellos.
Pasamos por la plataforma de información, es uno de los lugares más llamativos, con todas sus máquinas y capsulas, con esos sonidos característicos de las computadoras. Quiero comportarme como una guía turística y explicar a los nuevos todas y cada una de las cosas, de las habitaciones que hay en este lugar, quiero que sepan, que me pidan información, pero ellos avanzan al mismo ritmo que papá, sin mirar a los lados, sin importarles nada más que el roce de sus manos. Parecen abatidos y cansados, quizá mi padre tenga razón y no deba perturbarlos justo ahora.
Pasamos la biblioteca, las cocinas, la parte residencial, y es cuando puedo divisar el área de entrenamiento, el pasillo por el que caminamos está dividido de las salas por un fuerte y resistente cristal y una barandilla. No permite el paso del sonido o de cualquier otra cosa que los evolucionados hagan, algunos de categoría tres han logrado romper el fuerte concreto, pero eso es todo, la distancia a la que permanecen del cristal no los deja hacernos daño, ya sea por accidente o de manera consciente. Pasamos un par de puertas más, nadie se acerca a saludarnos, más bien miran a los nuevos con curiosidad, y algunos otros les regalan miradas de incredulidad y superioridad, como si quisieran decir ¿Estos son los nuevos? ¿Los más buscados? No parecen gran cosa.
Me doy cuenta de que Cheslay aprieta los puños, tal vez leyendo algunos pensamientos de las personas en este lugar.
—Apuesto a que te gustaría darles un puñetazo en la cara— murmuro para que solo ellos dos escuchen.
Ella me mira de una manera poco educada, como si pensara que soy una mentalista o un bicho raro, lo más curioso es que tiene razón en su segunda analogía.
—Más bien lanzarlos por la plataforma—responde después de un momento.
—Lo siento—digo y sonrío―. Pero el cristal no se rompe con nada.
—Eso se puede arreglar—comenta Dylan con una voz tan monótona que no se si está bromeando o hablando en serio.
Decido ya no hablar y dejarlos admirar el sitio, ya que parecen haber salido de un trance y ahora miran el bunker y algunas de las personas. Los habitantes desvían la vista cada vez que choca con las de ellos.
Mi padre se detiene frente a una puerta muy gruesa de metal. Sé que es su oficina, la cual solo utiliza cuando quiere privacidad o cuando busca escapar de mí, cualquiera de las dos cosas lo mantiene encerrado la mayor parte del tiempo. Es uno de los encargados de la resistencia, la ministro de Canadá, Evelyn Shepard, lo puso en ese puesto, ella lo quiso para esa tarea en específico, y aunque nuestra casa se encuentra en la parte central de la resistencia, mi padre prefiere la parte oeste, que es donde puede manejar todo como más le plazca, es el lugar donde se preparan a las personas para la guerra, donde se enseña a los evolucionados a controlar sus habilidades, a los inmunes a manejar armas de precisión, es donde se sigue buscando una cura para los contaminados, en pocas palabras, la zona oeste es el área de entrenamiento y experimentación.
Mi padre empuja la puerta después de marcar el código en el tablero que está en la pared. Me gustaría saber su clave, pero la cambia cada noche. Es algo paranoico en lo que a la tecnología se refiere, ya que es alguien que puede manejar las maquinas a su antojo, no tanto como un siete, pero demasiado, considerando que solo es una persona normal. Entra al lugar y se dirige hacia su escritorio para dejarse caer en el asiento. Detrás de él hay una gran ventana con el mismo tipo de cristal de las salas de entrenamiento, el panorama nos enseña las montañas nevadas y parte del cielo que está oscureciendo.
Dylan, Cheslay y la otra chica se sientan en el sofá que esta frente al escritorio. Yo cierro la puerta y me quedo de brazos cruzados, recargada en una de las esquinas de la oficina de color café. Justo al lado del estante que guarda los libros y al pequeño pez dorado. No tengo idea de porque papá conserva al pez, pero ya tiene más de un año con él, todo un record. En lo personal, prefiero a los perros, menos exigencias y más diversión.
El silencio en el lugar es tan palpable que me hace querer tirarme el cabello y gritar por todos los rincones, pero en vez de eso permanezco quieta, casi sin respirar, igual que un mueble, como se lo prometí.
—Esa mano no luce muy bien—. Es el primer comentario que hace mi padre una vez sentado.
Dylan enarca una ceja, su expresión es dura, fiera, enfadada.
—Algo más que agradecer a Charlotte—dice, pero hay un nudo en su garganta.
Mi padre recarga los codos sobre el escritorio y se pasa las manos una y otra vez por el cabello y la cara, luce más viejo, más triste. Algo en esa imagen rompe un pedazo de mí, no me gusta ver así al hombre que siempre está bromeando y juega con los demás, aquel de sentido del humor inigualable. Quiero correr a los nuevos del lugar y decirles que lo busquen más tarde, que ha sido demasiado para él. No lo he visto ponerse así desde que me sometieron a las cirugías para erradicar el virus.
—Oh Dios—dice papá mientras se cubre los ojos con la mano―. Esto es más difícil de lo que creen...
— ¿Difícil?― interrumpe Dylan― ¿Tienes idea del significado de esa palabra? ¡Han pasado casi nueve años, Lousen!― Se ve muy enfadado, golpea el escritorio con su mano derecha para dar énfasis a sus palabras.
Quiero acercarme, pero me obligo a mantenerme quieta, ser de acero.
—Dylan—susurra Cheslay.
— ¡No!― estalla él—. No trates de entrar en mi cabeza, no trates de reprimirme ¡Él nos mintió!
—No lo hizo—murmura Cheslay con calma.
Hay algo que me dice que ha estado manteniendo una charla con papá, una en la que los demás no somos bienvenidos.
—Sé que les debo muchas explicaciones, pero es una larga historia... el cómo sobreviví y porque no los ayudé... entiendo que estén enfadados, pero...
—Enfadado es poco, para como me siento en estos momentos― espeta Dylan.
—Pero—continua él es su pose de líder, ya no es más la persona que los recibió en la entrada, le cuesta trabajo mantenerse firme frente a ellos—. Necesito hablar con la ministro de Canadá, ella debe saber que están aquí, y las medidas que tomará sobre todos los recién llegados...—Levanta la cabeza y deja su mirada fija en ellos dos, excluyendo por completo a la otra chica que no parece saber mucho―. Prometo que les diré todo cuando haya hablado con los fundadores de la resistencia, mientras tanto, creo que necesitan descansar, vayan, tomen un baño, coman, duerman. Velika les mostrará su habitación...
— ¿Qué?― interrumpo y levanto las manos teatralmente― ¿Es en serio? ¿Eso es todo? Yo quería una explicación, no sé, lágrimas, algo, pero...—Cierro la boca ante la mirada fulminante de los cuatro.
—Un mueble más—. Mi padre habla entre dientes―. Debo hablar con algunas personas, con el encargado de la zona central de la resistencia. Ahora, por favor, vayan a descansar.
Los nuevos se ponen de pie, yo dejo de recargarme en la pared y los sigo, cuando abruptamente Dylan se gira.
— ¿Quién más? ¿Con quién debemos hablar para quedarnos? Estoy casi seguro de que esa no es tu decisión.
Mi padre lo mira con cuidado, como midiendo la situación. Se pone de pie lentamente y rodea el escritorio.
—Necesitan el apoyo de todas las personas posibles, pero la decisión final es de la ministro... conoces a una de estas personas, y depende de ustedes si tienen o no su apoyo.
Dylan suelta una risa sarcástica, histérica, sus facciones se contraen con ira. Cheslay es un papel en blanco, su rostro no me dice nada, tampoco su postura. Ella tiene la mirada fija en mi padre, como si leyera su mente, tal vez eso hace.
— ¿Y dónde está el hijo de perra?― pregunta Dylan.
—El hijo de perra está aquí—contesta una voz profunda desde la puerta. Arrastra las palabras al hablar, me doy cuenta de que está ebrio, pues huele por todo el lugar.
Retrocedo para salir de su paso, no es que le tenga miedo es que... bueno, siendo honesta, si me asusta y mucho. Nadie quiere que comience a gritar.
Dylan se pasa las manos por el cabello, una de ellas, la izquierda, luce asquerosa, infectada, le faltan tres dedos, tal y como vi cuando llegaron, pero si no hacen algo al respecto parece que perderá la mano.
— ¿Es una especie de broma?― grita exasperado.
—Dylan, cálmate—pide Cheslay―. Los necesitamos de nuestra parte, no sé tú, pero yo estoy cansada y no quiero irme rápido de este lugar, ya no quiero huir más.
El uno la mira, es lo único que puede hacer, aprieta los puños una y otra vez, no lo hace por sí mismo, lo hace por ella. La mira de una forma en la que me gustaría ser mirada algún día.
El general Magnus Lanhart avanza por toda la oficina y se queda de pie en medio, viendo a los chicos, Dylan y Cheslay lo reconocen, pero en el rostro de la otra solo hay interrogantes.
— ¡Vaya!― exclama el general―. La última vez que te vi, tiraste una casa ¿Cuánto ha pasado? ¿Ocho? ¿Diez años? ¿Cómo está Nefertari?
Esa última frase es la gota que derrama el vaso. Dylan se suelta del agarre firme que Cheslay tenía sobre su brazo, quiero reaccionar a detenerlo, pero en lo que dura un parpadeo los gemelos están dentro, uno a cada lado del atacante, apuntando sus armas hacia él. Y es cuando todo encaja, las piezas embonan. Ellos fueron quienes alertaron al general de la presencia de los nuevos y de quienes eran ellos. Y es extraño que él este en algún lugar sin su guardia personal, sin ellos dos.
Esto me da algo en que pensar, además de la escena que se desarrolla frente a mí. El general conoce la clave de la puerta hacia la oficina y yo no. El líder Lousen me debe muchas explicaciones.
—Quítame esa cosa de la cabeza― gruñe Dylan a Dom, quien le quita el seguro a su arma. El gemelo le da una media sonrisa y mira a Day, son solo unos segundos, y de pronto el arma cae de su mano, como si pesara toneladas.
Dom parece sorprendido, y eso que es extraño sorprenderlo. El gemelo mira a Dylan a tiempo para recibir un golpe directo en la cara, no cae al suelo, pero retrocede unos pasos, se limpia el labio con la mano, aparece en ella un hilillo de sangre. Y arremete contra el uno, el cual ya no parece quiera usar su habilidad, ya que se dedica a evadir y dar algunos golpes con su mano sana. Casi creo que todo su abatimiento y cansancio han sido solo un engaño.
Day se da cuenta de que su hermano está recibiendo una paliza, ya que Dylan es más rápido. Ella va hacia ellos, pero una patada vuela el arma de su mano, Cheslay atrapa el arma en el aire y apunta a Day en la cabeza. Dom se da cuenta de la situación y levanta las manos en señal de derrota.
— ¡Ya es suficiente!―grita mi padre—. Cheslay, baja el arma.
Ella no obedece y Dylan tampoco le pide que lo haga, en su lugar se dedica a fulminar al general con la mirada. La chica que los acompaña quiere avanzar hacia ellos, pero la sostengo de los brazos y hago que me acompañe en mi autoexilio.
—Tranquila−susurro―. No empeoremos más las cosas.
Ella asiente un par de veces y se aleja unos centímetros de mí.
—Si vas a disparar hazlo ya—dice el General a Cheslay.
Day no hace nada al respecto, solo mira a la mentalista, esperando que haga su movimiento. Ella le quita el seguro al arma, apunta directamente a la cabeza de la cambia formas y...
— ¡Bam!―exclama Cheslay y le lanza el arma a mi padre. Ella le da la espalda a la gemela, la cual refunfuña y trata de golpearla.
— ¡Quédate donde estas!― ordena Lanhart―. Te ganaron limpiamente, si tienes las agallas suficientes para tomar tus victorias, también hazlo con las derrotas.
Los gemelos se miran durante una fracción de segundo y salen de la oficina. Están enfadados, heridos en su amor propio. Ellos son buenos peleando, de los mejores que he visto, pero un detalle; siempre deben pelear juntos, pues se complementan. Por separado solo son soldados cualesquiera.
—Muéstrales sus habitaciones― me pide mi padre.
Asiento un par de veces y le pido a la chica con un ademan que me siga.
— ¿Y tú quién eres?― inquiere el general.
Ella endereza la espalda y le da una mirada de asco, como pensando porque ese asqueroso borracho tiene un puesto dentro de la resistencia.
—Amanda—responde cortante.
—Ve con ellos, Amanda—pide mi padre amablemente―. Sé que están cansados. Yo tengo una charla pendiente con el general.
—Si, como el hecho de que deben largarse—ruge Magnus.
—No lo harán. Sabes que los necesitamos― dice papá.
Sé que debemos irnos, que esta no es una conversación para los más jóvenes, pero ninguno de los cuatro podemos mover un solo musculo.
— ¡Que se larguen!― El grito del general nos saca a todos de nuestro trance.
Levanto las manos a causa de la sorpresa y les pido que me sigan. Cierro la puerta detrás de nosotros, y suelto un fuerte suspiro mientras camino por la plataforma, directo al área habitacional del bunker.
—Bueno—digo―. Eso fue mejor de lo que esperaba.
Amanda suelta una pequeña risa, pero los otros dos parecen atrofiados. Cruzamos el resto de la plataforma, rodeando el área de entrenamiento para evitar encontrarme con los gemelos y ser espectadora de otro enfrentamiento.
— ¿Dónde está el hospital?― pregunta Dylan.
— ¿Piensas hacer algo respecto a esos dedos?― inquiero.
—Dos de los que llegaron con nuestro grupo fueron trasladados al hospital.
— ¡Oh! ¿El de la pierna y la de las ampollas? No te preocupes, pediré informes y los llevaré a ustedes.
No me agradece, ni siquiera me mira ¡Gruñón de mierda! ¡Hago favores a todo el maldito mundo y por lo menos me agradecen!
Cheslay levanta la vista, como si captara algo que los demás no podemos captar. Es cuando me doy cuenta de que me está leyendo.
—Es el primer pensamiento malo que tienes hacia nosotros.
—No es necesariamente malo—digo para defenderme.
—Es un gruñón de mierda, en eso tienes razón.
—Gracias.
—Lo que quiero decir... es que no nos has juzgado, igual que los otros.
Me permito soltar una risa.
— ¿Juzgarlos? ¡Por favor! ¡Mírame! Soy una mujer de uno ochenta de estatura, con un brazo y parte del abdomen completamente robóticos, uno de mis pulmones funciona gracias a la tecnología. Creo que soy la persona menos indicada para juzgar a los demás.
Cheslay no dice nada más, pero algo en su mirada me hace saber que esta agradecida, como si no encontrara personas como yo muy a menudo, no me refiero a lo de mitad ciborg, si no al hecho de la mentalidad de que cada quien haga lo que le plazca.
Me detengo fuera de la habitación que queda cerca de uno de los cuartos de control y empujo la puerta. Dentro están tres camas, un baño bien equipado, closets y una pantalla sobre la cual pueden ver cualquier anuncio. Las luces parpadean cuando pasamos, tienen sensores de movimiento.
—Por medio de la pantalla pueden entrar a diferentes puntos en la resistencia, ahí pueden pedir ropa y comida. Les diré que son un caso especial...
— ¿Cómo llegaste aquí?― pregunta Dylan.
—Buena pregunta...― titubeo. Al ver sus expresiones, sé que no puedo mentir o evadir la pregunta―. Raphael Lousen es mi padre.
Dylan me observa por primera vez, como si quisiera encontrar un parecido entre los dos.
— ¿Qué edad tienes?
—Veinticinco.
Suelta una risa frustrada.
—Ni siquiera nos dijo que tenía una hija. Ese era su nivel de confianza en nosotros, quizá ni siquiera significamos nada para él...
—Éramos unos niños, Dylan―dice Cheslay―. Yo tampoco nos hubiera dicho nada.
Me siento sobre una de las camas al percatarme de que comienzan a hablar sobre el pasado. Sobre esas historias que he anhelado escuchar durante toda mi vida. Y es cuando la comprensión llega a mí, como un balde de agua helada ¡Son ellos! Las personas que he esperado toda mi existencia, los héroes de mi infancia. Comienzo a sonreír y a removerme en la cama para que me presten atención y poder hacer las preguntas necesarias. Los tres me regalan una mirada de incomprensión.
— ¿Qué esperas para largarte?― pregunta Dylan de manera grosera.
Y al ver que Cheslay no lo corrige, sé que es momento de marcharme. Me pongo de pie y salgo de la habitación, ellos cierran la puerta en mi cara. Me voy y de nuevo no dijeron gracias.
Salto un par de veces sobre el suelo, tentada a patear la puerta. Busco por los alrededores para saber si nadie me ha visto. Al parecer nadie lo hace, así que me doy la vuelta y camino hacia la parte baja de la zona residencial, la que se encuentra casi junto al hangar de aterrizaje. Me gusta estar cerca del sonido de los deslizadores, ya que pilotear es lo que mejor hago. Me gustan más las maquinas que las personas.
Bajo las escaleras de dos en dos, y algunas personas gritan mi nombre y me reclaman que debo ir más despacio. Si claro, iré más despacio, cuando ellos dejen de quejarse sobre todo lo que hago.
Llego a mi habitación y me doy cuenta de que Haru está profundamente dormida sobre su cama, uno de sus brazos cuelga a un costado. Es una lástima ya que me gustaría hablar con ella justo ahora. No puedo buscar a los gemelos para hablar, ya que deben estar muy enojados por haber perdido su pequeño encuentro en contra de los nuevos. Y eso que lucían acabados y cansados. ¿Cuál será su nivel de poder al estar completamente sanos y descansados?
Busco un par de cosas en la pantalla, tomo un baño rápido y salgo. En el exterior hace frio, eso significa que alguien está despegando y han dejado las puertas del hangar abiertas. Corro lo más rápido que puedo y marco la clave en la puerta de metal que me separa de todo el ruido de los motores. Veo hacia mi derecha, ahí está el mapa de la resistencia, uno de tantos que se han hecho con los años, este es uno de los últimos, el que tiene las modificaciones más recientes.
Es una especie de ovalo, así ha sido diseñada para su mayor protección. En el centro está el área habitacional a la cual son enviadas las personas inmunes o los Evolucionados que no quieren tener nada que ver con la guerra. Está diseñada para que vivan felices y cómodos. La siguiente parte, se guía por la estrella de puntos cardinales. En el norte está el lugar donde se fabrican armamentos. En el sur está la parte encargada de los alimentos, de los invernaderos. En el este es donde están las personas que se encargan de otras producciones como la ropa y esas cosas en las que no quiero entrometerme. Y esta la parte oeste, donde nos encontramos, el área de experimentación y entrenamiento.
La puerta de metal se abre y paso a toda velocidad, antes de que el encargado me vea, cruzo y entro a mi deslizador, veo que está dañado en la parte de afuera, justo donde chocamos con los pinos al dar un giro brusco. Pulso algunos de los botones y me coloco los audífonos. Y por un momento solo estamos él y yo, la forma en la que mis manos ya están marcadas sobre el manubrio, mi pie tiene la distancia exacta para llegar a los interruptores del suelo.
Todo es perfecto.
Mi momento de perfección se acaba unos minutos después, cuando miro a través del cristal una figura que me es un poco familiar. ¿Qué hace Amanda en este sitio?
Me quito los audífonos y bajo del deslizador a regañadientes. Corro hacia donde esta y le coloco una mano sobre la espalda. Ella salta por la impresión, pero se recompone rápidamente.
—Tu nombre es Velika ¿Verdad?― pregunta un poco incomoda.
―Eso parece.
―Oh, gracias al cielo. He preguntado por ti y temí equivocarme de persona.― Se lleva la mano al pecho en señal de relajación.
— ¿Qué puedo hacer por ti? Es más... ¿Qué haces aquí?
—Yo... solo... me lavé los más rápido que pude y salí de esa habitación ¿Sabías que ellos dos son pareja?
— ¿Y eso que?― pregunto.
—Buscan privacidad...—dice y me mira para que comprenda algo, pero no sé qué...
—Oh—murmuro al darme cuenta a lo que se refiere― ¡Que estúpida!― Me insulto otro par de veces y me paso la mano por el rostro―. Lo lamento. Podemos buscar otro sitio para ti, quizá con alguno de tu grupo...
—Ese es el problema— responde, sus ojos lucen tristes, parece estar sola. Por un momento recuerdo cuando mamá murió y me siento apenada por Amanda―. Los de mi grupo son esperados por alguien aquí, todos ellos. Dylan tiene a Cheslay, Sam tiene a su hermana, Ian tiene a su hermano... Sander tiene a todos los refugiados y a Andy, que es como su familia... yo...y yo...
—No tienes a nadie.
Niega con la cabeza un par de veces. Amanda es muy delgada, su piel se adhiere a los huesos, tiene el cabello corto, casi al ras de la cabeza, sus ojos lucen un par de ojeras muy marcadas.
—Patético ¿No?― comenta.
—No—digo y comienzo a caminar al frente, invitándola a ir conmigo―. Estoy segura de que a Haru no le importará si te quedas con nosotras. Antes éramos Day, ella y yo, pero Dayriannys quiso mudarse con Dominique. Así que hay una cama disponible para ti.
—Gracias― murmura y camina a mi lado.
Comienzo a hacer preguntas sobre cómo conoció a los refugiados con los que llegó. Ella empieza a responder y pronto me cuenta muchas cosas sobre unos túneles. Sobre un chico llamado Dany, sobre cómo fueron atacados y muchos murieron. Y de su largo camino para llegar a la resistencia. Me trago mis preguntas incomodas y el nudo en mi garganta. Ellos han pasado por cosas horrendas y yo me quejo porque no me dan las gracias.
— ¿Qué es eso?― pregunta cuando llegamos a la parte del mapa.
—Es la resistencia.
—Parece muy grande... bueno, más grande de lo que esperaba.
—Tengo el primer mapa de este lugar tatuado en la espalda y en parte del brazo. Algunas líneas sobresalen del cuello.
— ¿Por qué? Digo, hay cosas más lindas que marcar en tu piel que un mapa... además los mapas cambian con el tiempo—.Parece confundida.
—Porque es el sitio que más amo. Mi madre tenía tatuado en uno de sus hombros la silueta de la ciudad a la que pertenecía, ya que era un soldado médico del ejército de Croacia durante la primera guerra entre Alianzas. Ella amaba más a su lugar de origen que a cualquier otra cosa, solía decirme que por eso mi nombre es Velika, pues nací en una ciudad que llevaba ese nombre, así que ella me llevaba sobre su hombro, un día me dijo que ya había algo que amaba más que a un simple pedazo de tierra, y eso era yo. Así que yo tengo a la resistencia, ya que no hay ningún otro sitio al que me atreva a llamar hogar.
Amanda parece maravillada ante mis palabras, tanto que no me responde.
—Me gustaría tener un lugar así—dice después de un momento en el que solo caminamos hacia mi habitación.
—Puedes tenerlo. Dices no tener familia, pero nosotros podemos ser tu familia. Míranos, la mayoría ya no tiene un hogar al cual volver, ya no tiene personas de su misma sangre, pero nos tenemos los unos a los otros y esta tierra que pisamos cada día y que luchamos por fortalecer. Nos une algo más fuerte que la sangre o que la camaradería. Nos une una causa, una razón para querer un mundo mejor....Dios, eso se escuchó muy cursi...— Me burlo de mis palabras.
Amanda también ríe, pero no me dice que mis palabras son tontas o cursis. Llegamos a mi habitación, marco el código en el tablero y empujo la puerta.
—No es mucho—digo, dándole la bienvenida a un lugar que es completamente igual al cuarto de Dylan y Cheslay―. Pero puede ser tuyo si te lo permites.
Ella asiente y toma la cama que le digo está disponible. En un parpadeo se queda dormida, no tengo ni la menor idea de cuánto cansancio llevaba.
Realizo un par de tareas en la pantalla, mi padre es quien me ha enseñado a utilizar las computadoras y a entrar a cualquier tipo de sistema, a decodificar cualquier algoritmo. Soy buena en ello, pero nunca me ha llenado por completo, al menos no como volar lo hace. Parpadeo un par de veces a causa del sueño. Miro la pantalla y me doy cuenta de que es más de media noche. Debo dormir, ya que mañana tengo sesión de entrenamiento en el exterior.
Me dejo caer sobre la cama cuando apago la pantalla. Cierro los ojos unos minutos y es cuando los gritos comienzan. Me siento un poco lento mientras bostezo, estoy acostumbrada a este tipo de cosas.
Veo que Amanda esta despierta, sus ojos abiertos de par en par, debí haberle dicho sobre Haru.
— ¿Te despertó?― pregunto aun adormecida.
—No puedo dormir mucho, no importa— responde.
Asiento en respuesta y camino hacia mi amiga, el suelo resulta muy frio contra mis pies descalzos. Doy unas palmaditas en la cara de Haru para que reaccione. Ella es una cinco, puede ver el futuro, lo cual es genial, pero siempre despierta a mitad de la noche con muchos gritos y patadas, lo cual es un asco. Haru abre los ojos y a pesar de que son rasgados ahora parecen grandes. Nunca la he visto con tanto miedo. El sueño me abandona en cuestión de segundos.
— ¿Qué sucederá?― pregunto lentamente.
—Van a matarlo— susurra entre respiraciones entrecortadas.
No necesito preguntar a quien se refiere, la única persona fuera de la resistencia que significa algo para Haru, es Noah. Me pongo de pie y me coloco rápidamente los zapatos, mientras mi amiga hace lo mismo y Amanda nos mira con una gran interrogante.
— ¿Vienes?― ofrezco mientras me pongo la cazadora.
—Claro— dice con una gran sonrisa.
Sé que le gusta ser parte de algo, porque en Haru y en mi puede encontrar la familia que tanto anhela, y estaba a punto de conocer a los otros miembros.
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