3.- Conceptos:
IKE.
Una jaula, parece una jaula de oro.
El aire viciado, las personas engañándose unas a otras, las sonrisas falsas, los saludos hipócritas. Estoy en una jaula de oro, donde algún día seré el mayor hipócrita de todos, y es que nadie se toma la molestia de salir, de pedir la libertad para la que nacieron. El ser humano no está hecho para vivir entre muros, aunque, además de Velika, parece que a nadie más le importa.
Suspiro lentamente, mi padre lleva más de media hora en el despacho hablando con la mayor Khoury.
Odio admitirlo, pero el hecho de tenerla dentro del palacio me provoca una sensación de inseguridad ¿No debería sentir lo contrario? Supongo que el hecho de que sea considerada una heroína por tratar de exterminar a los evolucionados debe ser motivo suficiente de admiración, pero se siente diferente para mí, y mantengo la esperanza de no ser el único.
Observo por el rabillo del ojo como hay movimiento en la esquina del salón donde será la cena con los ministros. Ellos se encuentran en su propia reunión, a la cual no tengo autorización de entrar sin mi padre.
Avanzo tranquilamente por toda la habitación, con las manos en la espalda, los roces del traje por el movimiento, es lo único que se percibe en el silencioso lugar. Camino hasta donde he captado el movimiento, como si en realidad no hubiera visto nada. Me detengo y miro del otro lado, hay un espejo justo frente a la persona y ni siquiera se ha dado cuenta. Recargo la espalda contra la pared, la joven está del otro lado, creyéndose muy lista, pensando que no la he descubierto, a pesar de que puedo ver su reflejo.
—No debes estar aquí— murmuro.
Veo en el espejo que se tensa, luego sale de su escondite. Anel lleva el cabello rubio atado en una trenza, el vestido se adhiere a su cuerpo, dando a entender que ya no es más una niña. Los grandes ojos verdes escudriñan la habitación, en busca de algún otro.
—Oh—dice con desdén—. Solo eres tú.
La tomo por el brazo, que está cubierto por holanes de su vestido gris, ella se queja y trata de liberarse. Claro que no puede hacerlo, pues forcejear está mal visto para la dama que quiere llegar a ser. Abro la puerta de servicio y la empujo ligeramente para que salga, Anel gira y e intenta golpearme, sin embargo, una mirada hacia las cámaras en el pasillo la detiene.
—No tienes permitido estar en estas reuniones— comento.
Mantengo la máscara que mi padre me ensenó a mostrar, supongo que puedo ser intimidante si me lo propongo.
Anel retrocede dos pasos.
— ¿Y por qué tu si? No he venido al palacio solo para morir de aburrimiento—. Levanta la barbilla, mostrándose un poco orgullosa. Ese es el problema con mi familia, nunca sabe cuándo rendirse.
—Sabes la respuesta de porque puedo estar aquí y tu no. Fue tu culpa que te echaran de las reuniones—expreso con ventaja. Su cara se cubre de un color escarlata—. Ahora, ve a tus habitaciones. Estoy seguro de que se encuentran equipadas para salvarte de una vida de aburrimiento.
Mi prima se da la vuelta en un desastre de telas y holanes. Con el dinero que gasta en sus vestidos, se puede alimentar a toda la clase baja, ella nunca repite ropa.
Observo como se pierde entre las paredes tapizadas del palacio. Espero que se quede perdida entre los laberintos del lugar y que nadie pueda encontrarla nunca. No es algo que pueda expresar en voz alta, aun así mantengo la pequeña esperanza.
Camino hacia la ventana una vez que ya no escucho los pasos de Anel. Mis zapatos provocan un ligero rechinido contra el azulejo con el que está cubierto el salón, la mesa de madera oscura se encuentra preparada para un debate, uno en el que se hablará sobre lo que es mejor para todos, aunque esto se trate de una dictadura. Miro a través de la ventana, no puedo salir al balcón, al menos no sin vigilancia.
Puedo ver por el cristal a prueba de balas, la mayor parte de la ciudadela, todo es de un ligero color verde, ya que los detectores se encargan de purificar la zona, dejando afuera cosas no deseadas; contaminados, evolucionados, rebeldes o el mismo virus. Aunque aquí, en la zona alta, el fulgor de los detectores es más claro, debido a su lejanía, aun así tengo que ajustarme la corbata, me siento encerrado. Los puentes cerrados de succión transportan a las personas hacia sus hogares o en tal caso a sus trabajos o a sus lugares de entretenimiento diario, algunas capsulas pasan por los puentes y llevan ropa o comida para las casas en las cuales residen habitantes que no quieren salir. Algunos morirán por obesidad si siguen así, pero no es mi problema, al menos no todavía, por el momento es problema de mi padre y de su consejera, la mayor Khoury.
Hay pocos autos y tres diferentes trenes que se dirigen a las estaciones de las partes divididas de la ciudadela, ninguno de ellos va a la zona decadente. Hay edificios grandes, aunque ninguno excede en tamaño el palacio central. Puedo ver también como se encienden las luces automáticas en las estaciones de tren y en algunos puntos neurálgicos, aquellos que las personas más utilizan, como las plazas, los centros comerciales, las reservas naturales más cercanas al palacio. A los habitantes de la zona rica no les gusta acercarse a las reservas cercanas a los detectores, suelen comentar que apestan a drenaje. Por mí no hay problema y jamás he percibido tal olor. Quizá solo sea un invento para no convivir con los seres humanos con menos oportunidades.
—Es una estupenda vista ¿No lo crees?― pregunta alguien a mi espalda.
No me sorprendo, sus pies hicieron ruido contra el azulejo y veo su reflejo en el cristal.
— ¿Lo es?― digo mientras giro para encararla.
Camila Suker, la representante de uno de los principales países de las alianzas, es el primer ministro de ese lugar, ella vive dentro de la ciudadela, aunque no recuerdo específicamente dónde. Sé muy pocas cosas sobre ella, ya que no es muy abierta a hablar sobre si misma o sobre los demás, en ocasiones es tan difícil leerla que solo tengo lo que su físico y su expediente me dicen. Tiene cuarenta y dos años, su piel tiene la palidez ganada por pasar su tiempo entre libros, una estatura pequeña, podrán ser 1.55 o quizá 1.60 metros, su cuerpo es muy delgado, a simple vista parece frágil, pero su andar es el de una mujer decidida que sabe lo que quiere, el gesto de su rostro es una sonrisa amable para mí y para algunos de los sirvientes, no puedo decir lo mismo para los ministros o para mi padre, a quienes siempre les ofrece un gesto calculado. Suker siempre ha sido amable conmigo, creo que se debe al hecho de que era amiga de mi madre.
—Casi nunca das respuestas definitivas, eso es bueno en un mundo como este—dice y recarga un hombro contra la madera de la ventana. Lleva puesto un traje sastre de color azul oscuro y un par de zapatos que lucen muy incomodos. Su cabello castaño es muy corto, lo cual hace que se vea interesante.
—No podía ser de otra manera— respondo y adopto una pose despreocupada.
Me mira de una forma en la que me hace sentir vulnerable, así que carraspeo ligeramente y vuelvo mi vista a la ciudadela.
Camila, las pocas veces que hablamos en privado me deja llamarla así. Es una de las pocas personas que saben de la existencia de mi hermana y espero que así se mantenga. Su expediente dice que vivía en un lugar que antes de su desaparición llevaba el nombre de Croacia, que durante la guerra que desató el virus, era un lugar ignorado por las potencias mundiales, por lo que fue perfecto para los trabajos de espionaje y experimentación, ahora solo son restos de tierra y agua contaminada.
Escucho varios pasos en el salón, ambos nos volvemos. Andrea, la cocinera, está entrando al salón por la puerta de servicio, detrás de ella vienen cuatro chicas que la ayudan en la cocina.
—Lo lamento...—murmura—. Pensamos que estaba vacío, nos ordenaron servir la comida...
—No hay problema. Adelante― responde Camila con una sonrisa.
Les doy una inclinación de cabeza. Quiero comportarme más amable con Andrea, pero no puedo hacerlo en público. Y a pesar de que Camila fue amiga de mi madre y se comporta amable con la servidumbre, no sé hasta qué punto puedo confiar en ella.
Ellas terminan de servir y el salón se llena de un agradable aroma que hace a mi estómago gruñir, sin embargo, mantengo la compostura.
Cuando las empleadas salen por la puerta de servicio, los ministros entran por la puerta principal. Mi padre está con ellos, no sé cuánto tiempo llevan hablando, tampoco sé el motivo por el que no fui necesario en la reunión general, miro a Camila en busca de respuestas, pero ella se encoge de hombros, sé lo que significa: Podemos hablar más tarde.
Saludo a los ministros y hago las preguntas de costumbre: ¿Cómo va todo? ¿Qué tal sus últimas apuestas? ¿Cómo está su familia? Y siempre son las mismas respuestas, así que no presto atención a ellas. Mejor observo aquellas palabras no dichas, la comunicación que comparten entre gestos. Sus movimientos, por ejemplo, sé que el ministro Girtab tiene un tic en el ojo derecho, este tiembla cada vez que está nervioso. Otro más, el ministro Raven, está sudando de la cabeza a los pies, se pasa un pañuelo por la cara una y otra vez. Y así va la lista de todos ellos, de los seis ministros y sus seis consejeros. Está la mayor Khoury al lado de mi padre, susurrándole cosas al oído, igual que una serpiente.
Me dirijo hacia el gobernante, sabiendo que interrumpo algo importante, sin embargo, me quedo a su lado, ignorando la mirada de advertencia que me lanza. Ellos terminan su conversación por mi presencia y es cuando mi padre llama a todos a la mesa, cada quien ocupando su lugar. Quince lugares, uno para cada uno de nosotros. Mi sitio está del lado izquierdo de mi padre, a su derecha esta Khoury, Camila se sienta a mi lado y me regala una media sonrisa.
Khoury se pone de pie y llama a uno de esos chicos que siempre la acompaña pero que nunca tiene expresión en su rostro. Me pregunto si serán ciborgs, nunca he visto uno y a decir verdad siento curiosidad por ellos.
El joven enciende las luces que proyectan los hologramas en el centro de la mesa, estos son de color azul con un ligero fulgor blanco, en él hay copias perfectas de diferentes personas, una de ellas puedo reconocerla, es el evolucionado más buscado que ha existido, el más peligroso según las cosas que he investigado sobre él, el único uno que queda vivo. Leo sus datos generales:
Dylan Farmigan. Veintidós años de edad, originario y prófugo de un laboratorio, categoría uno, controlador de la gravedad.
Su holograma es sustituido por una más, una chica llamada Cheslay Aksana, y así pasan a los siguientes, son seis en total. Alexander Lynch, Amanda Davis, Ian y Samantha de generales desconocidas. Cuatro de ellos han estado en campamentos y/o laboratorios.
—Mis hombres lograron ver a los criminales por última vez en la zona montañosa de Canadá. Los últimos exploradores que fueron enviados a investigar ese lugar nunca regresaron— informa Khoury con su tono lleno de monotonía, mientras se pasea por el lugar—. Se han hecho todo tipo de investigaciones sobre este sitio y tengo motivos suficientes para pensar que aquí se ocultan los rebeldes, por lo cual...
Una risa la interrumpe. Es Camila, la cual no hace caso a la mirada asesina que le dedica la consejera de mi padre.
— ¿Qué planeas hacer, Charlotte?― pregunta la representante de Croacia— ¿Gastar más de nuestros recursos? Terminarás dejando al palacio central en bancarrota, y entonces sí, los radicales acabarán con todo el sistema.
—No es eso a lo que queremos llegar— dice el ministro Raven, a la vez que se limpia el sudor de la barbilla. Es un hombre obeso, es el claro ejemplo de lo que le sucederá a las personas si siguen abusando de las comodidades de la ciudadela. La piel de su cuello está amontonada, una capa sobre otra, grasa sobre más grasa. Su cuerpo solo es una réplica de su cuello. Siempre está sudando, tal vez es por su nerviosismo, por su falta de carácter o por su obesidad. Es el representante de Estados Unidos. Queda muy poco de ese país ahora.
—P-pero— añade el Ministro Girtab, su ojo tiembla constantemente—. Es importante atrapar a esos rebeldes, reventar su absurda resistencia, eso no es bueno, refugian evolucionados.
—No solo evolucionados— dice Khoury—. He recibido informes, pero ahora lo que más me interesa es saber qué opina usted, ministro Shepard.
Se dirige a la representante de Canadá en la mesa, Evelyn Shepard, es más que reservada, casi nunca habla pero cuando lo hace es algo sumamente contundente, prefiere mantener los problemas del mundo aparte, pues Canadá solo se involucró al final de la guerra y gracias al frio del lugar el virus no logró expandirse, es un país casi intacto.
Según la información que pude recopilar, el clima en su país se vio afectado de diferente manera, debido a los bombardeos en el resto del mundo, a los cambios que la guerra trajo consigo.
—No responderé a tu tono acusatorio—replica indignada.
—No es una acusación, es una simple pregunta ¿Tienes algo que ver con la resistencia del norte? ― gruñe.
—No respondo por las acciones de los rebeldes, Charlotte. Tampoco sé lo que ocurre en las montañas ya que desde que estalló la guerra se convirtió en una zona salvaje e inhóspita. Y debo agregar que mi país no apoyará los recursos para esas búsquedas sin sentido, para tus acciones destructivas, y no permitiré que tus....― .Hace una pausa para buscar una palabra, sus ojos amenazan con perforar el cráneo de Khoury—. Experimentos, entren en mi territorio
Se escucha una burlona carcajada que rebota en las paredes del salón. Camila tiene los pies sobre la mesa y las manos colocadas en una pose despreocupada sobre su cabeza.
— ¿Por qué tu repentino interés en este lugar?― pregunta Camila con genuina curiosidad―. Primero pediste recursos para ir a Brasil, después fue España, Rusia... ¡Creo que recorriste el mundo! Y también pienso que hay una razón muy poderosa detrás de tu incansable persecución.
— ¡Son Evolucionados!― explota Khoury―. Son un experimento fallido, una abominación. Dylan Farmigan encabeza la lista.
— ¿Y por qué?― Camila baja los pies de la mesa y hace un gesto brusco con las manos— ¿Por qué encabeza la lista? ¿Cuál es tu obsesión con este muchacho? Además de lo obvio, claro—. Señala el parche negro que Khoury lleva en el ojo izquierdo.
La mayor abre la boca para replicar, pero un fuerte carraspeo la interrumpe, es mi padre. Él golpea la mesa con ambas manos y pronto solo se pueden escuchar las respiraciones en el salón.
—Ya basta—dice con seguridad—. Estamos dejando de lado lo más importante. Y debemos acatar la orden del día. Ya hemos discutido esto en la reunión anterior, por favor, vayamos al punto.
Charlotte Khoury va hacia su asiento y se sienta completamente erguida, se ve enfadada. Casi puedo percibir que está enojada consigo misma por haber caído en la trampa de Camila. Pronto su respiración deja de ser agitada y vuelve a lo normal.
—Hemos convocado esta reunión para hablar de conceptos— continúa la consejera de mi padre, roza un par de cosas de los hologramas con su mano y en el centro de la mesa aparece un rostro demacrado y putrefacto—. Primero, los contaminados, surgieron durante el primer brote del virus, cuando aún no se tenía la vacuna—desliza su dedo y aparece una imagen más familiar y menos repulsiva, es Dylan Farmigan—. Segundo, evolucionados. Surgieron durante los experimentos que se hicieron durante la segunda guerra. Había tres posibles caminos para ellos: Uno, que su madre fuera inmune y el sujeto en cuestión naciera con alguna habilidad. Dos, que fuera contaminado por el virus y este provocara cambios en su sistema para sobrevivir. Tres, aquellos que fueron experimentados directamente. Personas inmunes que no tenían habilidades pero que les fue insertada en una parte de sus cerebros. Aquí vemos el tercer concepto, personas inmunes, aquellas a las que el virus no afecta, pero tampoco se convirtieron en evolucionados, la ciudadela fue hecha con el propósito de resguardar esta especie, pero aún existen fallas en el sistema. Y vamos al cuarto concepto.
— ¿Fallas?― pregunta el ministro Joel Wagner, el representante de Alemania— ¿A qué se refiere con fallas?
—Es simple—responde Khoury—. Aún en la ciudadela habitan personas que no debieron ser recibidas en sus inicios ¿Qué nos asegura que alguno no está contaminado? Se permitió la entrada a muchos en tiempos de desesperación...
Joel golpea la mesa con ambas manos, luce muy molesto, está casi de pie.
— ¿Crees que eso es simple? Acabas de hablar sobre como experimentaron con niños, como mataron y destruyeron la mayor parte del mundo ¿Y te parece simple?
—Creo que no tenemos los mismos conceptos en mente— añade Camila.
—Nos preparamos para la conservación de las especies, animales, plantas, todo aquello que nos permitiera sobrevivir. Esto era un arca, era la salvación, para cualquiera ¿Y qué es lo que hacen? Los dividen en categorías, dejando a las personas pobres en la zona decadente ¡Estamos cometiendo los mismos errores que el mundo anterior!― exclama Joel exasperado.
—Te dejas llevar por tus ideas de juventud—dice Khoury para quitarle importancia al asunto.
—Me parece que tengo la madurez suficiente para esto. Estoy con Evelyn, no aportaré nada para tu absurda búsqueda, y lo que pareces confundir con la esperanza de salvación.
Si el comentario molesta a Khoury, ella no lo demuestra.
— ¿Esperanza?― se burla mi padre—. No son más que ratas que se mantienen ocultas ante la tempestad.
—Sea lo que sea, mi decisión no cambia—dice Joel.
—Canadá se mantendrá fuera de esto. Y sugiero que se mantengan alejados de mi territorio, nadie quiere otra guerra en puerta cuando aún no nos recuperamos de los estragos de la última— comenta Evelyn.
—Apoyo esa decisión—aprueba Camila—. Croacia, sus recursos y su ejército se mantiene fuera de esto.
—Antes de que todo sea definitivo— exclama Khoury sin darse por vencida—. Quiero que vean el último concepto—sus dedos se mueven en el holograma, aparece la imagen tridimensional de lo que parece una chica, hay un respirador en su boca, está en posición fetal, lo que me hace pensar que está dentro de una capsula de contención, flotando en agua—. Híbridos—dice la mayor—. Esta es la nueva especie a la que nos enfrentamos. Surgió de aquellas personas que siendo portadoras del virus se mezclaron con inmunes o en dado caso, se podría dar de la mezcla de evolucionados con diferentes categorías. Aquí surge dicha especie, y aun no se sabe a qué extremos de peligrosidad pueden llegar. Así que para esto estoy aquí, pido los recursos necesarios para el exterminio de los híbridos y evolucionados antes de que se vuelvan una plaga que no podemos controlar.
— ¡Está hablando de exterminar toda una especie! ¡Siguen siendo personas!― No me doy cuenta de que las palabras salen de mi boca hasta que ya fueron pronunciadas. Sé que he cometido un gran error, ya que mi padre me da esa mirada en la que esta una amenaza latente.
Cierro la boca y bajo la vista hacia el plato. Es cuando me doy cuenta de que Andrea y sus ayudantes solo sirvieron la ensalada. Busco agua, pero el único líquido que hay sobre la mesa es vino tinto.
—Apoyo a Ike en esto—dice Wagner—. No podemos exterminarlos. Estás hablando de toda una especie... y no hay nada que nos diga que los híbridos son una amenaza.
—Lo son—habla ella con seguridad—. Se han hecho estudios en uno de ellos, el Sujeto 1. Es un hibrido, el primero que surgió, y es aquí donde les puedo asegurar que son peligrosos pues el Sujeto 1, ha matado a tantos de mis hombres que no puedo contarlos, aun dentro de la capsula es imposible contenerla, y lo que es aún peor, puede intercambiar de lugar con otros mentalistas igual de poderosos que ella, la última mentalista con la que cambió de lugar fue Cheslay Aksana, quien según mis fuentes e investigaciones, fue vista por última vez en la zona montañosa de Canadá.
El silencio en la habitación es aplastante. Casi puedo escuchar la respiración forzada de los ministros y consejeros.
—Mi decisión es irrevocable―. Evelyn Shepard rompe el silencio.
Camila y Joel apoyan al ministro de Canadá. Los otros tres ministros apoyan a la mayor, mi padre, por supuesto, también lo hace, yo me mantengo al margen, ya tengo suficiente por no saber controlar mis palabras.
Las cosas terminan así: cuatro apoyan a Khoury, lo que significa que tiene la autorización y todos los recursos para matar evolucionados e híbridos, siempre y cuando se mantenga fuera de Canadá, Croacia y Alemania, porque eso significa guerra.
Camila me da un apretón de mano por debajo de la mesa para mostrarme un poco de apoyo, le regreso el gesto. A pesar de que tengo el estómago revuelto me obligo a comer, todos los demás lo hacen. Bebo el vino como si ni hubiese un mañana.
Me doy cuenta de que los ministros Shepard y Wagner mantienen una conversación en voz muy baja. No sé lo que hablan y sus gestos tampoco me dicen mucho, ya que mantienen sus rostros imperturbables y de vez en cuando sonríen para desviar la atención, pero la seriedad en sus ojos es imperturbable.
Joel Wagner, el representante de Alemania, es muy joven para ser un ministro, pero tiene sentido, ya que es inmune, son muy pocas las personas de ese país que no están contaminadas, fue un lugar donde el virus se desató rápidamente, matando a su población, pero dejando sus tierras y recursos completamente a salvo. Alemania cuenta con poca población, pero con muchos recursos económicos y naturales. Joel es muy alto y delgado, cabello rubio, tiene una mirada profunda y expresiva, como si leyera tus pensamientos. Casi nunca sonríe, pero cuando lo hace es una sonrisa entusiasta, tal vez se deba a sus escasos treinta y tres años.
A su lado está Evelyn quien se percata de que los estoy mirando. Ella me regala una ligera sonrisa y pone atención en su plato, animando a Joel para que haga lo mismo.
Ella es muy delgada, tiene treinta y cinco años, su piel es pálida y sobre su cara hay algunas pecas, cabello lacio y castaño. Es alta, no tanto como Joel, pero lo es, mirada y gestos firmes. Además de un vocabulario muy bien controlado, es al igual que Camila, alguien de temer. La representante de Canadá tiene un carácter muy firme, tal y como su status lo exige.
Pronto en el salón solo puedo escuchar el roce de los cubiertos contra los platos, y como las personas mastican y tragan. Hay música de fondo, pero a un volumen muy bajo, casi imperceptible.
Las luces en el salón se vuelven más tenues cuando terminamos de comer el segundo plato que era estofado de cerdo.
Andrea y sus ayudantes sirven el postre.
Sé lo que significa que las luces sean así, en el centro de la mesa aparece el holograma, pero este es a todo color, es un evento en vivo, es la ejecución de un líder radical.
Trago saliva, no es algo que me guste presenciar durante el postre a pesar de saber que la orden del día sugiere esto. Me he aprendido el horario de memoria, pero aun así siento el estómago revuelto y la garganta seca. Sé porque es presentada la ejecución al final de la comida, esta es el verdadero postre, la cereza del pastel.
Raven, Girtab, Nóvikov (representante de Rusia), Khoury y mi padre se ponen atentos, mientras que los demás solo soportamos la visión. Llevan al muchacho a rastras hasta el paredón. Él tiene la ropa roída, sucia y llena de sangre. Su cara está hinchada, señal de que ha sido golpeado, maltratado y terriblemente torturado. Algo en su pose derrotada me dice que le ha dado información a quien ha ejecutado todas esas torturas, los hombros abajo y el semblante triste. No sé si su cabello es negro o si solo está muy sucio.
Los guardias lo colocan contra el paredón, dando la cara al público de la zona alta que se ha reunido en torno al lugar para presenciar la ejecución del criminal. Los encargados de hacer cumplir la ley leen su veredicto: Traidor a la ciudadela. Veo como dos guardias se ponen en posición frente al chico, cargan sus armas y lo apuntan.
—Se ha orinado encima—dice Nóvikov con una mirada de goce y una sonrisa cruel en los labios.
No quiero responder a eso, así que aprieto los puños. Y miro de nuevo a la pantalla, justo para ver como disparan contra el joven y la sangre salpica la blanca pared detrás de él.
Aparto la mirada de un rápido movimiento, sintiendo la comida tratando de volver por mi garganta. No soy el único en disculparme de la mesa cuando la ejecución termina. Tres de los ministros, cinco consejeros y mi padre se quedan a disfrutar del postre y de la sobre mesa.
Trato de no correr hacia mi cuarto, sin embargo, fallo rotundamente al terminar de subir las escaleras que me dirigen al área habitacional. Me recargo contra la puerta cerrada y dejo escapar un pequeño grito, odio esto ¿Por qué las personas se esfuerzan en repetir los pecados del viejo mundo? El cual ya está lo suficientemente dañado, no necesita más crueldad, sin embargo seguimos llenándolo de suciedad. No me doy cuenta de que estoy temblando hasta que miro mis manos. Tomo respiraciones pausadas para poder controlar mis piernas de gelatina y ser capaz de caminar hasta la cama.
Debo disculparme con Lucy mañana por no cenar con ella hoy. Le he fallado, he distorsionado su realidad. No quiero llorar, detesto llorar por algo que en parte es mi culpa ¿Por qué? Tal vez por haber nacido con privilegios.
Me dejo caer sobre la cama, obligando a mis piernas a moverse del frio suelo. Mi cara contra la almohada, ahogando un grito de desesperación y rabia. Cierro los ojos, dejando que todo el peso de la muerte del radical caiga sobre mí.
Trato de sentarme sobre la cama cuando siento que colocan una mano en mi boca. Abro los ojos para ver a mi alrededor, pero todo esta oscuro, lo único que brilla son los ojos de Noah. Le quito la mano de mi boca con un empujón.
— ¿Qué haces?― pregunto enfadado. Me doy cuenta de que aun llevo puesto el traje de la cena, me he quedado dormido― ¿Cómo entraste aquí?
Noah respira agitadamente, sus hombros suben y bajan muy rápido. Su cara está sucia. Me levanto de la cama para acercarme a él.
—Ike, tienes que ayudarme, debes ocultarme—susurra y me toma por los hombros, sacudiéndome un par de veces.
—No sé de qué estás hablando—digo y lo hago a un lado.
Noah se pasa las manos por el cabello una y otra vez, luego se deja caer en la orilla de mi cama.
—Él...Isaac, el líder radical que ejecutaron hoy. Lo hicieron hablar, él dijo nombres, dijo mi nombre ¡Ike! ¡Tienes que ayudarme! ¡Van a matarme!
Retrocedo dos pasos ante la ansiedad y adrenalina puesta en su petición, pero ¿Qué puedo hacer yo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro