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29.- Virus:

— ¿Vienes a despedirte?―preguntó la chica. Estaba recargada en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Una ligera sonrisa amenazaba con formarse en sus labios.

Noah se había dado cuenta, en su poco tiempo dentro de ese lugar, que Amanda casi nunca sonreía abiertamente o con otra cosa que no fuera amargura. Él se fue de la resistencia y ella no lo despidió, así que simplemente se marchó con Ike, ahora tuvo la oportunidad de regresar, ni siquiera acompañó a su amigo hasta la biblioteca para que hablara con Farmigan.

Compuso la mejor de sus sonrisas, aquella que solo alzaba una parte de sus labios.

—Vine a saludar—respondió con un poco de arrogancia.

¿Quién creía ser y por qué lo ponía nervioso con tan solo unas palabras? Noah sabía la respuesta. Él casi nunca se sentía asustado por algo. Cuando eran niños, Ike solía ser el miedoso que no quería hacer nada por temor a ser descubierto, era Noah quien lo arrastraba a la mayor parte de sus aventuras. Quizá lo de Greta fue su culpa en primer lugar, ya que gracias a él se conocieron.

Recorrió a Amanda con la mirada, sin molestarse en ocultar las emociones que ella despertaba. Estaba vestida con una camiseta negra de manga larga que se adhería a cada parte de su abdomen, un pantalón de color verde oscuro y un par de botas negras. Su cabello había crecido desde que la conoció, ahora llegaba a la altura de sus hombros y ganó más peso, sus mejillas ya no se hundían, no estaban los prominentes pómulos ni los delgados brazos.

Amanda chasqueó la lengua y se alejó del marco de la puerta.

—Voy a entrenar ¿Vienes?

Noah sacudió ligeramente la cabeza ante su invitación y la siguió. Se sentía un poco incómodo, y eso lo molestaba, usualmente era él quien ponía incomodas a las personas y eso lo utilizaba a su favor después. Era bueno para persuadir y manipular. Esa era su función como el mejor amigo de Ike.

Caminaba al lado de Amanda, ella no lo miró de nuevo, paseaba sus ojos por las diferentes plataformas, tratando de encontrar un modo de ignorarlo más abiertamente. Noah conocía ese comportamiento, él lo utilizaba todo el tiempo con aquellas personas que quería evitar a toda costa.

—Antes eras más asertiva—comentó con cuidado.

—Y tu más directo ¿Vas a decirme lo que estás pensando o seguirás mirándome con ojos de cordero medio muerto?

Se detuvo unos segundos y reanudó la marcha cuando ella siguió su camino. Sorpresa, eso había sido una sorpresa. Sabía que la seguía por dos razones, una era que quería dejar de sentirse asustado de Amanda y la otra era que le representaba todo un reto.

—Si tuvieras una habilidad útil, podrías saber lo que pienso, pero solo eres una seis.

Ella gruñó, esa fue toda su respuesta.

Noah pensaba que era genial su habilidad, a pesar de que nunca la había visto en acción, pero nunca se lo diría en voz alta. Amanda pensaba que para él, todas las habilidades debajo de los mentalistas, no servían para nada. En especial la de Haru.

Amanda se detuvo, pasó su placa por una pantalla y juntos entraron en un lugar muy grande, parecía una bodega, un techo bastante alto, y paredes gruesas. En la parte de arriba había un cristal que lucía muy resistente, y ahí estaba Haru, al lado de Andy.

— ¿También vas a entrenar?―preguntó Amanda, frenándose de pronto y enfrentándolo.

— ¿Qué?―Noah estaba distraído con todo ese lugar.

—Si no eres un evolucionado, te sugiero que esperes en la cabina.

— ¿Sabías que cada vez que mencionas la palabra evolucionados lo haces como si me dijeras cavernícola?― De nuevo esa sonrisa—. No es muy agradable de hecho.

Amanda puso los ojos en blanco y le hizo una señal a Haru. Noah no sabía lo que era, hasta que la puerta del lugar se cerró, dejándolos a los dos dentro. Ella optó por ignorarlo entonces. Él encontraría otra manera de burlarse, de regresar de alguna forma el insulto, algo para hacerla enojar y que ella dejara de ignorarlo.

Vio cómo se abrían pequeños compartimientos en las paredes y de estos comenzaron a salir esferas. A Noah le recordaban los dientes de león que Lucy recolectaba de los jardines del palacio, aquellos que lo obligaba a soplar y pedir un deseo. Eran plateadas, y flotaban, sumamente ligeras, entonces ¿Qué clase de entrenamiento era este? Noah alzó la mano para tocar una de esas cosas, cuando los altavoces se encendieron.

— ¡No las toques!―gritó Haru.

Noah frunció el ceño en dirección al cristal, una simple pregunta en ese gesto.

—Dan descargas eléctricas—explicó, su amiga lo pensó mejor—. Puedes tocarla si quieres.

— ¿Lo sabias?―inquirió él en dirección a Amanda, la chica se encogió de hombros, un completo gesto de indiferencia—. Quiero salir de aquí.

De nuevo, el fantasma de una sonrisa en ella.

—Inténtalo. La puerta no se abre hasta que la misión esté completa.

— ¿Cuál es la misión?

—Destruir esas cosas—explicó apuntando a las esferas.

— ¡Ni siquiera las puedes tocar! Y si me dices que en tu... apretado atuendo—dijo señalándola—. Guardaste un arma...

Al fin, ella resopló algo parecido a una risa.

— ¿Por qué cargarías con un arma cuando tú mismo eres una?―preguntó.

Antes de que Noah pudiera pensar en una respuesta para eso, ella saltó. Nunca había visto a alguien hacer eso. Alcanzar esa altura de un solo salto y con esa velocidad. Pudo ver a Amanda sostenerse de la pared más cercana, sus uñas clavadas en el concreto. Varias de esas esferas flotaban en el lugar.

Noah se planteó la posibilidad de poner la espalda contra una de las paredes, pero algo le impedía apartar la vista de la chica, que cortaba las esferas con sus uñas, que saltaba de un lugar a otro, sosteniéndose de las paredes. Había algo hipnótico en esa imagen, era sorprendente y al mismo tiempo aterrador. No podía moverse de su lugar, sentía que sus pies estaban anclados al suelo. Y tenía miedo, tardó en reconocerlo, ya que él nunca se asustaba, le gustaba tener dominio de sus emociones, era la única cosa que podía agradecerle a sus padres. Eso y su lugar en la zona alta de la ciudadela.

Vio como las esferas caían sobre el suelo, todas partidas en varias partes, o con cortadas tan profundas que impedían su funcionamiento. Una flotó cerca de él y Noah quería tocarla para saber cuánta descarga entraría en su cuerpo, era simple curiosidad, extendió la mano, a punto de alcanzarla, cuando cayó al suelo partida por la mitad. Un corte perfecto.

Sacudió la cabeza y enfocó la vista. Amanda estaba frente a él, resoplando por el esfuerzo, únicamente eso y una gota de sudor que caía por su cuello fue el indicativo se su ejercicio. Ni un solo rasguño, nada.

—Te ves como si esperaras encontrarme muerta—resopló con algo de humor.

Noah compuso rápidamente una sonrisa.

—Me veo como esperando rescatar una damisela. Lástima que aquí no haya damas presentes.

Amanda puso los ojos en blanco y se dirigió hacia la salida. Noah ni siquiera se había dado cuenta de que la puerta estaba abierta.

Él recordaba cada regaño y humillación dentro de la resistencia, conocía como lo llamaban. Inútil, manos de princesa. La mayoría de las veces podía aceptar que no le importaba. Pero tenía días malos, igual que el resto de las personas. Y estaba bien, él estaba rodeado de humanos poderosos, estaba acostumbrado a ello, solo que ahora se trataba de evolucionados y no de políticos inteligentes esperando por un error. Él aprendió a moverse en las sombras, dar consejos a Ike para que resolviera sus problemas, o por el contrario, manipulaba algunas personas para que hicieran lo que quería, la mayor parte del tiempo no eran cosas buenas.

Fingió un suspiro aburrido y se rascó la nuca, mientras caminaba siguiendo a Amanda. Ella se detuvo de golpe y se giró hacia él.

—Voy a las duchas—espetó.

Noah enarcó una ceja.

— ¿Necesitas compañía?

—Necesito que dejes de seguirme ¿Qué eres? ¿Un bebé patito? ¡Largo!

Ella no esperó una respuesta y se marchó, perdiéndose en el interior de las duchas para mujeres. Noah se estremeció y... no tenía a donde ir. Ike aun debía estar ocupado con el uno, no sabía cuánto tiempo estuvo en esa sala de entrenamiento. Y Haru... bueno, ella debía estar ocupada con Andy. Ella no dejaba de hablar de él cada mensaje que se enviaban. Noah estaba harto de todas esas cosas cursis que se decían.

Cuando llegó a la resistencia, fue por huir de la ciudadela, donde los radicales lo traicionarron, lo lanzaron a los lobos como un pedazo de carne. Él no era de provecho aquí, no era un evolucionado, aunque su opinión sobre ellos había cambiado desde su llegada. Ya no les temía, bueno, al menos no a la mayoría. Aprendió de sus categorías y cómo funcionaban sus fortalezas y debilidades.

Tenía una larga lista de enemigos a su espalda. Empezando por el nuevo líder radical, seguido por Josué, el instructor de los jóvenes sin habilidades en la resistencia. Después estaba el ministro de Suiza, Girtab, quien había amenazado con matarlo desde que descubrió la relación que tenía con su hija. Que no era necesariamente una relación, solo un par de visitas nocturnas.

Y luego estaba Amanda. Él aun no sabía si ella era su amiga o su enemiga. Y al parecer la seis lo estaba decidiendo. La incertidumbre lo mataba poco a poco.

Con un suspiro de resignación, se dirigió a las cocinas, quería comer algo. Subió los escalones despacio, meditando sobre su patética participación en esas cosas y en lo poco que podía ayudar a Ike últimamente. Recordó cuando Amanda lo arribó aquel día en la biblioteca, cuando Farmigan los descubrió. Creyó que al fin había logrado algo con ella, hasta que supo que lo estaba utilizando, ella y Velika, para obtener información sobre Greta.

Llegó a la plataforma, iba hacia las cocinas, pero vio a Ike, de pie al lado de la barandilla y como Farmigan lo dejaba hablando solo. Noah olvidó el hambre por unos minutos y fue en dirección a su amigo.

— ¿Todo bien? Creí que para estas alturas ya no estarías vivo.

Ike giró al escucharlo y frunció el ceño.

—Gracias por el apoyo.

Noah levantó las manos en señal de defensa.

—No creí que lo necesitaras. Además, pasé a saludar a Lucy, pero se veía demasiado ocupada con sus cosas de súper evolucionada.

—Se les llama híbridos. Y aún estoy tratando de lidiar con eso—corrigió Ike.

— ¿Nos vamos ya?

— ¿De verdad se veía muy ocupada?―preguntó con algo de esperanza, por poder ver a su hermana.

Se encontró asintiendo.

—Realmente no creo que debamos molestarla. Seremos una distracción mientras trata de controlar su— Noah movió las manos para dar énfasis a su comentario—... magia.

Ike negó un par de veces y le pidió que caminaran juntos. Al fin se iban. Noah volvía a casa, aunque su departamento se volvió propiedad de la ciudadela cuando él partió, ahora habitaba en el palacio, e Ike estaba más ocupado que nunca. Él no necesitaba un asesor, él necesitaba una careta, una pantalla, mientras Dylan Farmigan lo aconsejaba. Noah era esa pantalla. Las personas lo verían a él mientras que era el uno quien aconsejaba a su mejor amigo. Algo en eso le molestaba, pero era bueno ocultando esas cosas.

Juntos llegaron al hangar de despegue, donde el deslizador los esperaba. Velika le había dicho que ella no podría llevarlos, que tenía cosas que hacer.

—Omisión—dijo Ike una vez que la puerta del deslizador se cerró.

Dominique el joven gemelo de la resistencia era quien estaba piloteando, él, según Velika, era buen piloto, no tanto como ella, pero lo era.

— ¿Qué?―preguntó Noah mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. Siendo tomado por sorpresa.

—He matado tantas personas como Dylan—. Su amigo estaba pensativo mientras el deslizador salía del hangar y se elevaba por encima de las montañas—. Tal vez no directamente, pero si por omisión, por no hacer nada al respecto, por quedarme de brazos cruzados en las comodidades del palacio mientras que el resto del mundo se caía a pedazos.

— ¿Dylan? ¿El tipo siniestro de la resistencia?− fingió demencia para fastidiar a Ike.

—Sí. Él—respondió un poco frustrado por la falta de atención de Noah.

—No te sientas mal, el tipo da miedo ¿Fue él quien te dijo eso?

—Sí, no lo dijo exactamente así, pero me lo hizo saber, fue un poco más grosero. Creo que me llamó imbécil egoísta o algo por el estilo.

Noah negó con la cabeza un par de veces.

—Creo que piensas demasiado las cosas, Ike. Solo déjalo pasar, déjalo ir, serás más feliz de esa manera.

— ¿Cómo tú? ¡Comprende que no puedo hacerlo! Muchas personas dependen de mí, no puedo simplemente ser irresponsable. No sé porque me molesto en decirte las cosas, quizá es por eso que Amanda no te trata como lo esperas.

La mueca burlona que se estaba formando en el rostro de Noah desapareció. Ahora estaba enfadado.Así, en cuestión de segundos, la mención de esa chica podía enfadarlo.

—No metas a Amanda en esto—soltó entre dientes.

Ike, para su comodidad, no replicó. Noah miró hacia la cabina y pudo ver como una sonrisa de todos los dientes se formaba en los labios del gemelo. Como si hubiera escuchado toda la conversación. Como si se burlara de ellos.

—Deja de mirarlo— susurró Ike—. Estás siendo raro.

—Creo que nos escucha...

— ¡Está sordo!―murmuró Ike a modo de regaño.

Noah frunció el ceño en dirección al piloto y pudo jurar que la sonrisa del mismo se hizo más amplia. El joven lucía ropa como la de Amanda, de entrenamiento y exhibía la sombra de un golpe en la mandíbula.

Su llegada a la ciudadela fue sin más contratiempos. Bajaron del deslizador e Ike le agradeció al gemelo.

— ¿Por qué te tomas la molestia de agradecerle? Ni siquiera te escucha—espetó Noah.

—No me obligues a enviarte de nuevo con él.

Se encogió de hombros como respuesta. Subieron al tren, y fueron hacia la zona alta. Noah apenas tomó asiento cuando Ike se precipitó a la salida. Fue cuando se dio cuenta de que no iban al palacio. Estaban bajando en la zona decadente. Siguió a su amigo hasta que bajaron, y el tren se marchó.

Noah miró alrededor, estaban rodeados de personas que olían a orina. Todos con ropas sucias y pegajosas de quien sabe que cosas, la mayoría tenían esa mirada que siempre le daba escalofríos.

— ¿Qué hacemos aquí?―susurró tomando a Ike por el brazo para detenerlo— ¿Acaso tengo que recordarte lo que sucedió la última vez que bajamos a esta zona?

Ike se soltó de su agarre con un fuerte tirón y le dio una mirada de disculpas.

—Los radicales han tomado esta zona para su control. Ya no lo voy a permitir. Están haciendo cosas que...

—Bien—. Noah se cruzó de brazos—. Si quieres arriesgar tu vida, hazlo, pero no me metas en tus juegos de poder. Ya estoy harto.

— ¿Tu estas harto?

—Bien, mala elección de palabras, pero no quiero formar parte de esto. Ya no. Antes lo hacía porque eres mi amigo, pero ahora...

— ¿Crees que no te necesito? ¡No te comportes como un niño ahora! Es una guerra, no se trata solo de ti.

— ¡Estás con personas poderosas! Todos ellos trabajan mejor que yo en absolutamente todo ¿Sabes cómo me llaman? Ellos me dicen inútil, si, en mi cara y a mis espaldas, no me importa.

Para su sorpresa, Ike sonrió.

—No eres un inútil. Y vamos a demostrarlo ahora—dijo y comenzó a caminar hacia aquel callejón, justo donde estaba el lugar de reuniones de los radicales, donde habían conocido a Greta.

— ¿Estás seguro?―preguntó siguiéndolo.

Ike asintió y llamó a la vieja puerta de madera un par de veces, esta se abrió poco, sin revelar el interior, solo un par de ojos curiosos y huraños. Creyó que los echarían de ahí, que los enviarían en pedacitos al palacio, un par de respiraciones, el olor a rancio llegando a su nariz.

— ¿Cuál es la respuesta?―preguntó el muchacho del otro lado de la puerta.

Noah puso los ojos en blanco.

—No has hecho la pregunta.

— ¿Qué responderían si les digo que he visto un ave amarilla volar por aquí?

Ike frunció el ceño, buscando la respuesta correcta. Noah deseó estampar una mano contra su cabeza. Estudió sobre el origen de los evolucionados en la resistencia. No era muy bueno en habilidades físicas, pero su mente podía trabajar con la información necesaria. No era un genio, tampoco estaba lejos de serlo.

—Las aves amarillas portaban el virus. La ciudadela atrapó un par de ellas para la conservación de las especies, nunca hubo un brote dentro de las zonas, así que diría que si has visto una de esas aves, ni siquiera deberías estar respirando en este momento.

El muchacho no dijo nada durante un momento, pero la puerta se abrió por completo, permitiéndoles entrar.

Lo primero que notó fue el olor, algo se estaba pudriendo ahí dentro. Después fue la oscuridad, que aunque no estaba del todo apagado, lo hacía sentir perdido la poca luz que reinaba en el centro de ese sitio, apuntando directamente hacia el nuevo líder radical.

Noah rechinó los dientes, fue él quien lo entregó justo después de la muerte de Isaac. Por lo menos Isaac tenía ideales, él hacía que la gente lo siguiera con lealtad, en busca de algo mejor. El sujeto que ahora lideraba a los radicales, era todo lo contrario, un idiota en busca de poder.

— ¡Volviste!―exclamó con alegría cuando lo vio, extendiendo los brazos e interrumpiendo su discurso.

Muchas personas de las zonas bajas estaban ahí, escuchando toda la basura que podía salir de su boca. Si tan solo Noah pudiera demostrarles que fue él quien entregó a Isaac... A pesar de todo su odio, se obligó a esbozar una pequeña sonrisa. Gracias al cielo Ike no habló y se colocó la capucha antes de entrar al lugar.

— ¡Ulises!―respondió Noah, fingiendo alegría—. Estoy vivo y de regreso, listo para seguir con los hermanos.

El chico tenía la piel morena por debajo de toda esa mugre. Sus ojos verdes lo siguieron mientras caminaba hacia el círculo, donde estaba rodeado de personas.

—Me alegra que hayas vuelto—dijo Ulises con una sonrisa que Noah conocía bien.

—A mí también ¿Podemos hablar en otra parte?

—Lo que tengas que decirme, hazlo frente a todos. Yo no guardo secretos a los hermanos.

Noah apretó los puños, no fue algo que pasara inadvertido para Ulises quien sonrió con desafío. Retándolo a atacarlo ahí. No, claro que no iba a atacarlo, haría algo mejor que eso.

—Radicales—. Noah se pasó la lengua por los labios—. Debo agradecer por su apoyo, o la falta de este. Dejaron morir a Isaac e iban a hacer lo mismo conmigo y con aquellas personas que sirven en el palacio.

— ¡Traidores!―chillaron un par de voces entre la multitud.

Sintió una gota de sudor resbalar por su espalda. Este no era el grupo con el que ya estaba acostumbrado a tratar, este era más grande, y había personas de la clase media baja también. Estaban creciendo, si su número seguía aumentando podrían tomar la ciudadela.

Miró a Ike, pero su amigo se ocultó en las sombras del lugar. No tendría su apoyo en esta ocasión. Noah lo entendía, el hecho de que Ike diera a conocer su identidad en este lugar, provocaría una revuelta que los mataría a ambos. Ahora solo estaba él con sus palabras.

— ¿Traidores? ¡He aportado dinero y trabajo a la causa! He hecho cosas para ayudar a las zonas más bajas ¿Y cómo lo agradecen? Me delatan por pertenecer a su grupo, por apoyarlos en sus labores altruistas... —Frunció el ceño a la multitud—. ¡He estado allá afuera! He visto a los verdaderos rebeldes, vi la resistencia del norte y sé todo lo que hacen por los evolucionados. No es un mito, son tan reales como todos los que estamos dentro de esta habitación. Y me importa un cuerno si nunca salgo de aquí, pero deben saber que afuera hay lugar para los curanderos, hay lugar para ustedes si llegamos a un trato.

— ¿Y quién hará el trato?−interrumpió Ulises, sin dejar de lado su aire de arrogancia— ¿Tu? ¿O el gobernante que se oculta entre nosotros?

Noah sintió la respiración atorarse en su garganta cuando vio como un grupo de chicos arrastraba a Ike hasta el centro del lugar. Ahora si estaban en un gran problema.

—Eso no fue tan bien como esperaba—susurró Ike, tenía un golpe fuerte en el pómulo.

Las personas avanzaban hacía ellos con paso decidido. Le falló. Ellos no iban a escucharlo, esto no sería pacifico. Los radicales crecieron en número justo frente a sus narices y no hicieron nada para detenerlos.

—Estamos muertos—respondió Noah. No iba a dejar que esas personas notaran que estaba asustado.

Ike a su lado era la viva imagen de la calma. Usualmente era él quien se comportaba como el idiota de los dos.

—Estamos aquí para ofrecer una invitación—dijo con su tono de gobernante, completamente político, sin tener en cuenta la situación.

— ¿Qué?― Ulises avanzó hacia ellos, haciendo un gesto para que la multitud retrocediera.

—Habrá un encuentro en Canadá. Será un tratado de paz y como líder radical estas en la lista de invitados—. Su fría mirada deteniéndose en el rostro sucio de Ulises.

—Estaba enterado de esta supuesta reunión. Pero tengo que rechazar la invitación.

— ¿Dejarás que tu gente crea que eres un cobarde?― se burló Ike.

Y dio resultado, las facciones de Ulises se llenaron de rabia por un instante para recomponerse con la sonrisa altanera.

—Yo no dejo atrás a mi gente, a diferencia de ti.

—Yo pude salvar a mi mejor amigo. Y tú lanzaste a tu líder hacia los altos mandos para que lo ejecutaran.

— ¡Fue decisión de Isaac! Él pidió ser entregado. Quería morir de una forma heroica.

Noah no supo si estaba mintiendo. Una chica de la multitud dio un paso al frente, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Déjalos que lo vean—pidió a Ulises.

Ike lo buscó con la mirada e intercambiaron un asentimiento. Ulises les gruñó un par de cosas y ellos lo siguieron. No tenían muchas alternativas en realidad.

Avanzaron por un pasillo oscuro, pero sus ojos ya se habían adaptado a eso, puertas toscas de madera y otros huecos cubiertos con mantas roídas y sucias. El olor a putrefacto se hacía más fuerte conforme se acercaban al final del pasillo. Ulises se detuvo en la última puerta, subió su camiseta sobre su nariz, para cubrir el hedor. Empujó la madera vieja y chirriante y les hizo una señal para que entraran.

Noah se detuvo de golpe al ver el bulto retorcerse entre las mantas. Era una joven de más o menos quince años. Le faltaban mechones de cabello, parecía tener fiebre y apestaba, la chica apestaba.

Ike fue quien avanzó algunos pasos, hasta que sus piernas golpearon con la base de la cama y retiró las mantas que cubrían a la chica. Soltó una maldición y era realmente extraño que él maldijera. Noah miró por encima del hombro de su amigo. La piel de la chica estaba en carne viva, ampollas extendiéndose por sus brazos y manchas verdes alrededor de los ojos y por debajo de las uñas.

Estaba contaminada.

— ¿Qué está haciendo aquí? ¿Desde cuándo refugian contaminados?―exigió Ike, recuperando su valor.

Ulises chasqueó la lengua.

—El primero en notarlo fue Isaac, y trató de ayudar a la zona decadente, donde esta cosa...—dijo apuntando a la chica que se quejaba sobre la cama—. Se esparcía con facilidad. No sabíamos que hacer con ellos, no podíamos matarlos, así que los cuidamos e hicimos una petición formal al laboratorio del palacio para que se nos dieran vacunas, pero nunca recibimos una respuesta. Así que comenzamos a ayudar. Isaac fue contagiado y me pidió ser entregado para ver si de esa forma ustedes se daban cuenta de la enfermedad, pero lo único que hicieron fue acelerar su muerte.

Noah sintió la bilis subir por su garganta y Ulises continuó.

—Ha estado matando personas en las zonas bajas por unos meses antes de que tomaras el poder—apuntó a Ike—. No refugiamos contaminados, refugiamos radicales que han sido contagiados con esto que no sabemos de dónde viene. Se supone que la ciudadela fue preparada para dejar el virus afuera, para proteger a los inmunes.

—Nunca he visto algo como eso—dijo una voz en la entrada.

Era una persona que tomó por sorpresa a todos. Noah saltó en el sitio en el que estaba por la impresión. Ulises le dio una mirada molesta al recién llegado e Ike simplemente lo dejó pasar, era el único que no lucía sorprendido. Noah creía que Dominique se había marchado en el deslizador después de dejarlos, pero al parecer los siguió hasta ahí. Era parte del plan de Ike.

—Pensé que era sordo—susurró Noah a su amigo y se ganó una mirada molesta, lo que lo obligó a cerrar la boca.

Dominique se acercó a la chica en la cama y tomó una de sus manos sin mostrar la más mínima duda. Miró sus uñas y las manchas en su piel. Tocó su frente para saber la temperatura, se puso de pie y los miró.

— ¿Quién demonios eres tú?― inquirió Ulises.

Dominique no dio muestras de saber que él seguía ahí. Se dirigió en concreto a Ike.

—La enfermedad en los contaminados comunes avanza de una forma lenta, tarda años en matarlos. La vacuna solo retrasa el progreso de la enfermedad, por lo que debe aplicarse una vez cada determinado tiempo. Esto—dijo apuntando a la chica—. No parece tener unos meses. Ella morirá en poco tiempo. Es una mutación del virus.

— ¿Qué quieres decir?

El gemelo avanzó hasta la puerta, colocando su mano robótica sobre un arma en su cadera para que nadie se atreviera a detenerlo.

—Que si yo fuera el gobernante de la ciudadela, declararía toda esta zona en cuarentena.

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