25.- Comprensión:
Eran pocas las ocasiones en las que ella recordaba haber visto a su hermano furioso. Esta era una de esas veces.
Day caminaba por la plataforma, cuando sintió que la tomaron de uno de los brazos y la arrastraron hasta los cuartos de control. Hizo falta solamente una mirada de Dom para que el siete a cargo saliera despavorido.
— ¿Qué demonios te pasa?― inquirió ella, sacando su brazo del agarre de su hermano.
Dom cerró la puerta y la enfrentó. Day se dio cuenta de que su hermano no se había cambiado, acababa de llegar de una misión y llevaba puesto un uniforme negro que estaba mojado y lleno de tierra. Olía a sangre y lluvia.
— ¿Yo? ¿Qué demonios pasa contigo, Day? Desde que el tres llegó a la resistencia, no eres la misma persona—reclamó su gemelo. Ella pudo ver en sus ojos algo más que preocupación.
— ¡Yo nunca dije nada cuando estabas con Vanesa! No le di la golpiza que se merecía, en cambio, estuve contigo para reunir cada pedazo de ti que esa perra destruyó.
— ¡No es lo mismo! Yo no robé cosas para ella.
Day abrió los ojos con sorpresa, no esperaba que Sander la delatara.
—Él no te delató. Espero que eso te haga sentir mejor.
—Estás leyendo mi mente—espetó enfadada y dio dos pasos atrás, chocando contra los controles.
—Tengo que recurrir a esto si tu no me dices las cosas. Hasta hace poco no necesitaba usar mi habilidad contigo.
—No robé nada del laboratorio.
— ¿Entonces por qué le diste esas cosas al tres? Vi muy claro en su mente como le entregabas ese paquete.
— ¡Porque es su sangre! Tiene derecho a saber que hacen con ella y como avanza la cura.
— ¿Y la luz cegadora? ¿Qué me dices de ella?
Day alzó los ojos para encontrarse con los de su hermano. Las facciones afiladas, la mirada enfadada y el cabello castaño oscuro, casi negro. A veces, cuando él estaba enojado y lo miraba fijamente como ahora, creía que estaba viendo su propio reflejo. Pero donde ella era la furia y la tempestad, Dom era calma y tranquilidad.
—Yo no le di ninguna luz—sentenció y era verdad. Ella no había puesto ninguna luz cegadora en el paquete, solo robó tres jeringas con sangre.
Y supo que su hermano le creyó. Él le dio la espalda, no antes de que Day pudiera ver todas las dudas y sospechas en su mirada.
—Tenemos que volver a confiar, Day.
—Yo confío en ti—dijo y avanzó a su lado—. Pero tú no confías en mí.
—Confiaba en la Day de antes.
—Soy la misma persona.
Dominique se detuvo antes de abrir la puerta y la miró por encima del hombro.
—Sander tiene a alguien más. Es mejor que lo aceptes ahora, antes de que yo tenga que recoger todos tus pedazos. Vanesa me dejó para avanzar en su carrera política con Shepard. He entrado en la mente del tres y no te verá como algo más que una amiga.
—Puedo serlo, puedo ser su amiga.
Su gemelo soltó una suave risa.
—Ambos sabemos que no puedes serlo— dijo y salió del lugar.
Dayriannys no quería dejar la conversación así, no podía hacerlo. Dejar ganar a otros no estaba en su naturaleza.
— ¿Y qué me dices de ti? Crees que no podemos confiar en nadie más, que solo nos tenemos a nosotros. Pero fuiste tú― exclamó apuntándolo con un dedo—. Quien invitó al herbívoro.
—Ian es diferente, siento curiosidad sobre su condición. Eso es todo.
Se atrevió a soltar una carcajada cínica.
—Sigue diciendo eso. Yo sé la verdad, y esa es que lo quieres proteger porque te recuerda a ti mismo cuando eras pequeño. Porque sabes que no puedes volver atrás y rescatar a la persona que eras, sabes que te perdiste a ti mismo y quieres...― dejó de hablar de golpe cuando él dio un giro brusco y la sostuvo del cuello contra la pared.
Day no tenía miedo, estaba enojada, así que le regresó la mirada a pesar de que le dolía el agarre sobre su cuello.
—Aprieta un poco más para cortar la respiración—espetó a su hermano.
No la soltó. Tampoco lo culpaba por ello, era la única forma que les habían enseñado para lidiar con sus emociones. Golpes, amenazas y burlas.
—Tu no...
— ¿Yo no sé de lo que hablo? Sabes que tengo razón y por eso estás enojado.
—Si vuelves a robar algo... no lo trataré contigo. Iré directamente con el general y no voy a hacer nada por detenerlo cuando quiera castigarte—amenazó y la dejó ir.
Se quedó mirando el lugar por el que Dom desapareció. La plataforma se veía inusualmente vacía. No supo cuánto tiempo pasó, tampoco recordaba que era lo que tenía que hacer antes de que su hermano decidiera amenazarla. Un nudo en su garganta la forzaba a respirar agitadamente.
En algún momento, el siete a cargo del cuarto de control volvió.
—Estás llorando—comentó el muchacho y Day le gruñó un par de palabrotas.
La gemela se alejó de él y fue a las perreras, al menos ahí podría estar sola. Pensó un par de cosas, sobre que Sander no la había delatado, fue Dom quien se dio cuenta de todo y acerca la luz cegadora. Ella no le dio tal cosa ¿Por qué le daría algo que lo dañaría? Quería el bienestar del tres aunque no lo demostrara del todo.
Estaba por llegar a la puerta que la separaba de las perreras, cuando escuchó pasos a su espalda.
— ¿Dónde está tu hermano?― preguntó Dylan.
—Espero que metiendo la cabeza en una bolsa de plástico y respirando profundo—contestó girándose y sonriendo— ¿Qué quieres?
El uno llevaba puesta la ropa de la misión y olía similar a Dom.
—Tal vez puedas ayudarnos con un problema.
Day frunció el ceño ¿Dylan pidiéndole ayuda? ¿Qué seguía? ¿Navidad en la resistencia?
— ¿Qué pasa?
—Busca a tu hermano y a Sander y llévalos a la sala de interrogatorios.
— ¿Estás dándome ordenes?
Él se quedó callado, enarcando una ceja.
—Estoy pidiendo un favor. Muevete rápido, si no quieres que tu general desaparezca antes de que llegues.
― Eso no suena como un favor― canturreó Day. Podía estar enojada, pero siempre podía haber alguien más enojado que ella.
Por la mirada del uno, supo que no tenía tiempo que perder, así que hizo una ligera reverencia y le dio una sonrisa sarcástica antes de correr lo más rápido que podía.
Pasó por muchos lugares, empujando a las personas sin disculparse, evadiendo obstáculos y saltando de entre las barandillas. No era raro que la vieran correr por algo, la mayor parte del tiempo solo lo hacía para fastidiar el ritmo de vida de los demás, y en vez de salir a entrenar a las montañas, corría dentro de la resistencia. Era bonito y divertido ver las caras de fastidio de los demás.
Se preguntó que clase de amenazas guardaba el uno, sin contar que los odiaba por ser alumnos de Lanhart.
Day no buscaría a su hermano, si él quería llegar, que encontrara solo el camino, se lo merecía por haberla amenazado, si quería algo de ella que la buscara y pidiera perdón... aunque no estaba en la naturaleza de su hermano pedirlo. Y luego estaba todo el asunto del hibrido, no era que Ian no le agradara, para ella, parecía alguien que siempre estaba asustado, eso la enojaba sobre todas las cosas.
Llegó a la última plataforma y bajó los escalones corriendo para entrar a la zona habitacional. Anduvo por fuera del lugar que compartía con Dom, con ganas de escupir directo a la puerta como si fuera la cara de su hermano, la pasó de largo, tal vez esa noche ella durmiera afuera, en alguno de los vestidores, o quizá, si llegaba antes que él, podría cambiar la clave y dejarlo fuera toda la noche. Sonrió ligeramente ante esa idea, ya que, estaba segura de que Dom iría a dormir a las perreras si lo dejaba sin un lugar para pasar la noche. Day quería verlo por la mañana, lleno de quien sabe que cosas y con olor a excremento de perro.
Llamó a la puerta de otra habitación un par de veces. Odiando el hecho de tener que esperar afuera, pasaron unos segundos y se abrió. Para sorpresa de Day, fue Haru quien abrió.
— ¿Me equivoqué de lugar?― preguntó levantando una ceja—. No, yo nunca me equivoco.
Negó un par de veces para dar énfasis a su comentario. La cara de Haru se cubrió de un color escarlata. Day se habría puesto histérica de encontrar a otra chica en el cuarto de Sander, a pesar de que ellos no eran nada, pero al saber que compartía habitación con Noah y ese asiático del cual no recordaba su nombre, solo le quedaba reírse de Haru.
—No sabes de lo que hablas—susurró la cinco.
Detrás de ella apareció el seis. Facilmente podría relacionarlo con un triceratops.
— ¡Hola!― dijo él, sin importarle el hecho de quien estaba llamando a la puerta pocas horas antes del amanecer.
—Hago inspección—explico Day con seriedad—. No deben mezclarse hombres con mujeres. Haru está fuera de su habitación y serán reportados por ello.
Se puso completamente pálido.
—No hagas caso—dijo Haru—. Day solo está jugando.
La cuatro se permitió una sonrisa de todos los dientes para ellos.
—Estoy buscando al tres―dijo cruzándose de brazos.
—Oh...—murmuró él—. Está dormido.
Sintió una punzada de culpa por tener que despertarlo, estaba cansado después de esa misión. Ella le arrancaría la cabeza a cualquiera que tratara de despertarla cuando dormía así de cansada, sin embargo, esto calificaba como casi una emergencia.
—Despiértalo.
—No puedo, él acaba de llegar, ni siquiera se cambió.
Si Day no supiera la clase de persona que era Sander, el simple hecho de que su gente se preocupara por él y trataran de cuidarlo en lo más mínimo, eso hubiera sido suficiente para que ella sintiera curiosidad sobre él. Eso estaba mal. Day nunca había tenido curiosidad sobre alguien, hasta que llegó él. Su curiosidad la llevaría a tener dudas y a hacer preguntas, y las preguntas la llevarían a generar conocimiento y del conocimiento nacía algo tan profundo como el amor. Ella no era sentimental, ella no necesitaba hacer preguntas.
Hizo a un lado a Haru y entró en la habitación, con el seis pisándole los talones.
Su corazón dio una ligera punzada, un sentimiento que se esforzó por no mostrar, puso su mejor cara de indiferencia.
Era verdad lo que el seis dijo. Sander estaba profundamente dormido, ni siquiera se cambió la ropa de la misión. El uniforme estaba roto en varios puntos, la tela quemada, su cabello corto y platinado tenía pequeños pedazos de tierra y algo muy pegajoso, quizá sangre. Cicatrices recientes en su cara y manos, como si hubiera comenzado a sanar, en unas horas no habría ni siquiera esas pequeñas marcas. Estaba acostado sobre uno de sus costados, los brazos colgando hacía un lado de la cama, y su boca soltaba ligeros ronquidos contra la almohada.
Parecía indefenso, se dio cuenta de que quería pasar la mano por su cabello. En vez de eso, apretó las manos a sus costados y tomó aire.
— ¡Sander!― gritó con todas sus fuerzas.
Haru y el otro se llevaron las manos a los oídos.
El tres se revolvió un par de veces, abrió los ojos y se levantó de golpe, pegándose en la cabeza con la parte alta de la litera. Se llevó las manos a la zona adolorida y se quejó con maldiciones.
Day se permitió soltar un par de risas. Esperó a que Sander despertara por completo, él miró en dirección a sus amigos, luego paseó la mirada por toda la habitación, hasta que sus ojos llegaron a ella. Se talló los ojos un par de veces y se sentó sobre la cama.
— ¿Quién la dejó entrar?―preguntó un poco aturdido.
Day bufó. Como si ella fuera un perro al que le dieron permiso de entrar en la casa durante un día lluvioso. No quiso que supiera cuanto la ofendió su pregunta, así que sonrió mostrando todos los dientes.
—No pidió permiso—dijo el seis.
—Andy... ¿Qué hace Haru aquí?
—Estábamos... hablando, cuando Day llegó.
—Está bien, no me importa—se pasó las manos una vez más por la cara—. ¿Qué quieres? Necesito dormir. El general querrá retomar el entrenamiento pronto.
Day se permitió otra sonrisa, de esas que sacaban de quicio a los demás por el hecho de que dejaba ver algo que ella si sabía y los demás no. ¡Oh! La dulce falta de información.
—Si no te apresuras, no tendrás más entrenamientos con el general. Dylan amenazó con matarlo si no estamos pronto en la sala de interrogatorios.
Sander se apresuró a buscar sus zapatos y colocárselos rápido, se puso de pie justo frente a ella. Day se dio cuenta de lo alto que era, tenía que mirar hacia arriba para verlo a los ojos, los cuales eran de un peculiar color gris, aunque inyectados en sangre por el agotamiento al que había sido expuesto.
— ¿Se trata de Jeremy?―preguntó el tres, sacándola se sus cavilaciones.
— ¿Qué?― inquirió estúpidamente, dando un paso hacia atrás y cruzándose de brazos. Odiaba parecer estúpida.
—De Jeremy—. Sander frunció el ceño al darse cuenta de la poca distancia que los separaba y avanzó hacia la puerta—. Dylan dijo que era el hijo de Lanhart y Khoury.
—Sé la historia ¿Qué tiene que ver él con esto?
— ¿Dylan no te lo dijo? Lo capturamos, está aquí para ser interrogado.
Day sintió como si la hubieran metido en una piscina llena de hielos. No conocía a los hijos del general, solo sabía las pocas cosas que él le había dicho, aquellas historias que les contaba en sus múltiples borracheras. Por eso Dylan amenazó con matarlo. Estaban torturando a su hijo en la sala de interrogatorios ¡Y ella estaba ahí perdiendo el tiempo!
Corrió a través de la puerta abierta, empujando a Haru y Andy en su camino, recordaba ahora el nombre del seis, ya que Sander lo mencionó. Ella iba rápido, sin embargo, unos segundos antes de que subiera la plataforma, el tres ya estaba a su lado, corriendo al ritmo de ella. Él miró hacia atrás y Day supo que veía a puerta de la habitación que ella compartía con Dom.
— ¿No le dirás a tu hermano?
Frunció el ceño.
—Él puede encontrar su propio camino.
Si Sander percibió o no la molestia en su voz, no lo demostró, tampoco dijo algo para tratar de hacerla sentir mejor o para tener más información al respecto.
—Me diste la luz cegadora—dijo Sander―. Una capaz de dañar las primeras categorías.
—No lo hice.
— ¿Cómo terminó en mi bolsillo entonces?
— ¿Hiciste una parada después de hablar conmigo? ¿Hablaste con alguien? Mira, puedes creerme o puedes dudar de mí, en lo personal, no me importa, la mayor parte de las personas duda de mí, incluyendo a Dominique.
—No estoy diciendo que dude... todo es demasiado confuso, además, pareces de las personas que engaña solo por diversión.
La estaba juzgando. Day se sintió expuesta, él la juzgaba.
—No engaño abiertamente. Juego con las palabras y con las personas, es diferente. Jamás jugaría con la vida de los que me importan ¿Crees que te habría enviado a una misión con una luz cegadora súper potente, sabiendo que mi hermano estaba ahí? No soy estúpida, tampoco soy una mala persona.
Sander negó un par de veces, parecía tratar de pensar las cosas, atar cabos sueltos.
—Cierra los ojos—dijo al fin.
— ¿Qué? ¿Para qué?
— ¿Quieres o no quieres llegar rápido a la sala de interrogatorios?― inquirió fastidiado y extendió su mano.
Day dudó unos segundos y la tomó. Se sintió como un parpadeo, en un segundo estaba de pie sobre la plataforma y al siguiente parecía estar volando por los suelos de la resistencia, pasando las cocinas y perreras, las salas de control y de entrenamiento, la zona habitacional había sido dejada atrás, pasaron por afuera de la oficina de Lousen y luego por la de Lanhart, hasta ir a la parte de atrás de los laboratorios, justo donde habían ubicado la sala de interrogatorios. Y luego todo se detuvo.
Se sentía mareada, había cambiado antes en Sander y utilizado su velocidad, era muy diferente tener el control a depender de alguien más. Iba a vomitar en cualquier momento. Trató de enfocar la vista, y luego se dio cuenta de un ligero y tibio toque sobre sus hombros, donde Sander la sostenía para que no cayera. Trastabilló unos pasos lejos de él. No necesitaba verse débil.
—Te advertí que cerraras los ojos—dijo con una ligera sonrisa.
—Haré caso la próxima vez.
—No habrá una próxima vez—sentenció.
Day no supo cómo reaccionar ante tal afirmación.
—Pudiste haberme dicho que cambiara en ti, y así habríamos llegado aquí al mismo tiempo.
Sander se estremeció.
—No, gracias. Demasiado perturbador verme a mí mismo... de nuevo. Ya una vez lo hiciste, cuando me golpeaste en el laboratorio.
—Lo siento por eso... pero le pedí a Dom que te devolviera tus recuerdos de esa tarde.
—Supongo que... ¿gracias?
Day quiso decir algo más, pero Sander pasó su placa por la pantalla para entrar. En cuanto la puerta se abrió, ella quiso huir de ahí. Gritos de agonía que venían de una de las puertas de la sala, aquellas que eran de acero, tenían dentro camillas y distintos tipos de herramientas para extraer información.
Lousen, Cheslay, Dom y Dylan estaban ahí, su hermano no gastó ni una mirada en ella. Y justo sentado en el suelo, con la espalda recargada en la pared, y la cara hundida en las manos, estaba Lanhart. Eso rompió el corazón de Day, ella nunca lo había visto así.
Se acercó algunos pasos al grupo, con Sander siguiéndola, la puerta de cristal se cerró a sus espaldas.
— ¿Señor...?― preguntó Day, antes de que llegara a donde estaba Lanhart, Dom se interpuso en su camino.
Ella iba a replicar, pero otro grito surgió desde dentro del lugar. Lo estaban haciendo trizas.
— ¿Quién está dentro?― preguntó Sander. Day lo miró y se dio cuenta de que estaba mortalmente pálido.
—Josué y la doctora Brahim—contestó Dylan. Él tenía sangre fresca en el frente de la camiseta de su uniforme y en los dedos de su mano metálica.
—No ha dicho nada coherente hasta ahora y sus pensamientos siempre apuntan en diferentes direcciones—dijo Cheslay, medio meditando.
—Y no dirá nada—espetó Lanhart poniéndose de pie—. Déjenlo ir.
Los ojos del general estaban hinchados y sus manos temblaban debido a la ira. Él comenzó a avanzar hacia la puerta para interrumpir el interrogatorio. Dylan estuvo a punto de ir hacia él para detenerlo, y fue donde Day se preguntó de quien era la sangre que el uno llevaba en su ropa y mano, ya que Lanhart estaba golpeado, una herida sobre su ceja derecha sangraba. El maldito se atrevió a golpearlo.
Antes de que Dylan llegara, una figura se atravesó entre el general y la puerta, era Dom, con las manos en alto, pidiéndole que se detuviera. Day creyó que había algo gracioso sobre la escena, una persona que no hablaba tratando de hacerse escuchar por encima de los gritos de una tortura. Lanhart alzó su puño y lo estrelló en la cara de Dominique, su gemelo cayó de espaldas contra la pared, sacudiendo la cabeza y enderezándose de nuevo para impedirle el paso al General, Day sabía mejor que nadie que Dom no le respondería los golpes, lo respetaba demasiado como para hacerlo, así que se colocó en medio de Lanhart y Dom.
—Por favor—pidió ella. Nunca pedía nada y mucho menos decía por favor—. Déjelos terminar. Él no volverá. Sabe mejor que nosotros en lo que se ha convertido ¡No es su hijo al que torturan!
— ¡CALLATE!― gritó totalmente histérico. Day cerró la boca y buscó con la mirada a Lousen, quien ya tenía una mano puesta sobre el hombro de Lanhart.
—Magnus—llamó Lousen.
—No trates, Raphael. Todavía soy más fuerte que tú.
—Magnus—repitió Lousen un poco más alto—. Es suficiente. Estos chicos son tus estudiantes. No puedes tratarlos así por algo que ya está perdido.
— ¿Qué si fuera Velika? ¿Eh? ¿Qué estarías dispuesto a hacer?
Day supo que Lousen perdió la batalla, en sus ojos había derrota, ya que si la tortura dentro de ese lugar fuera para su hija, él movería el maldito infierno para sacarla de eso. Raphael retiró la mano del hombro de su amigo.
El general se volvió hacía los gemelos que ahora eran lo único que se interponía entre él y su hijo. Dom ya se había llevado un fuerte golpe y era justo que el siguiente fuera para ella. Los dos tenían ese tipo de acuerdo no dicho, donde si uno resultaba lastimado, el otro pelearía hasta la recuperación del primero.
Cerró los ojos al ver como el general levantaba el puño, esperando el golpe que nunca llegó. Solo una ligera brisa. Day abrió los ojos. Frente a ella estaba Sander, sosteniendo el puño de Lanhart con su mano, una vena apareciendo en la frente del tres. Utilizando todas sus fuerzas para mantener al general a raya. Ni Day, ni Dom golpearían nunca a Lanhart, pero Sander no era ninguno de ellos, él no tenía una deuda de vida con el mentor de los gemelos.
—Es suficiente—escupió Sander y lanzó al general hacía atrás, el cual trastabilló un par de pasos—. Hay muchas cosas que puede hacer allá afuera.
Day vio los ojos de su mentor, leyó la traición en ellos. En como los niños que había rescatado ahora se volvían contra él para obtener información.
—Es una lucha que no puedes ganar, Magnus—dijo Lousen.
Lanhart se dio la vuelta bruscamente y salió del lugar. Dejando a todos con los ánimos por los suelos. Sander suspiró profundo y se recargó en la pared, Dom avanzó lejos y se sentó sobre el piso. Los demás permanecieron en sus sitios. Lousen mirando hacia la puerta por la que el general había salido.
—Nunca ha sabido elegir sus batallas—dijo en tono afligido.
—Y ese es el por qué todas sus elecciones son un asco—comentó Dylan, limpiándose la mano en el pantalón.
—Fuimos su elección—dijo Day sin detenerse a pensar, sin importarle parecer débil o herida en ese momento. Para su sorpresa, fue la mentalista la que la miró con lastima. De seguro ya había entrado en la mente del hibrido para ver la historia en él.
—No todas las decisiones que ha tomado han sido malas—. Lousen trataba de ser el mediador en toda esta situación.
Pasaron algunas horas de silencio, con comentarios ailsados y gritos para romperlo. Dylan y Dom se fueron en algún momento, cuando regresaron se veían mas descansados, ya no llevaban puesta la ropa de la misión. Sander fue después y regresó más rápido que los otros. Él no había comido en quien sabe cuánto tiempo, pero dijo que si probaba algo en ese momento terminaría vomitando.
—Tengo que irme—anunció Lousen—. Hay cosas importantes que hacer y Magnus...
—Yo me encargo de él—dijo Day.
Lousen asintió y salió de la sala. Dejando solo a dos mentalistas, un uno, un tres y una cuatro, esperando noticias de una doctora genio medio psicópata que nunca le había caído bien y a Josué. Day no tenía una descripción para Josué, era un tipo enigmático que siempre les gritaba. Fue su instructor de armas cuando llegó a la resistencia.
Escucharon otra ronda de gritos dentro de la habitación y luego todo fue silencio. La puerta se abrió, rompiendo la quietud. Josué estaba salpicado de sangre y cerró antes de que Day tuviera un vistazo del interior.
—No ha dicho nada—dijo el hombre, luciendo extrañamente cansado—. La doctora atenderá sus heridas para reanimarlo y comenzar de nuevo mañana. Vayan a descansar, ha sido una noche larga. Hay que buscar a Mackenzie para que ayude a Brahim.
Dom se puso de pie y asintió hacia Josué.
—Dice que él buscara a Mack—dijo Day, siendo intérprete de su hermano.
—Bien.
Abandonaron juntos la sala, Dylan y Cheslay decidieron entrar al lugar, para saber si la mentalista podía obtener algo sin lastimar más el cuerpo.
Day se sentía muy cansada pero prometió buscar a Lanhart. Se talló los ojos y caminó a la plataforma, sabía donde comenzar a buscar.
— ¿Necesitas ayuda?―preguntó Sander a su lado.
—No. Creo saber dónde está.
—Parte de lo que sucedió es mi culpa... lo buscaré también. Además, hay que darle un poco más de espacio a Andy y Haru.
A pesar de sí misma, Day soltó una risa.
—Asqueroso—murmuró.
—Espero que no usen mi cama—. Sander se estremeció ligeramente y ella rompió a reír. No sabía que fuera capaz de reír de esa forma. Tomó una respiración profunda y siguió caminando a las cocinas.
Day no quería hablar, estaba disfrutando de ese silencio después de las risas, incluso había una muy tonta sonrisa en su cara. Y al mirarlo pudo ver que él estaba completamente serio, con la mirada perdida, como si pensara en muchas posibilidades y ninguna era con ella. Ese pensamiento bastó para borrar la sonrisa de sus labios y olvidarse de la sensación de risa de hace un momento.
Llegaron al área de cocina y preguntaron a las cocineras por Lanhart, una de ellas dijo que llegó gritando y rompiendo cosas, después tomó el licor que había disponible y se fue de ahí. Incluso dio una advertencia sobre que si el general seguía robando alcohol de la cocina, tendrían que tomar medidas drásticas, que incluso robó un par de cervezas meses atrás. A Day le pareció extraño ese comentario ya que Lanhart tenía sobrio más que un par de meses. Dijo a todo que si para dejar atrás a la cocinera y fueron por la dirección que les indicaron.
Después de amenazar a un par de sietes para que le dieran información, fue que supieron exactamente donde estaba. Sander la siguió hasta las perreras, donde no hizo falta buscar mucho, ya que había botellas tiradas en el suelo, marcando el camino. Él ni siquiera llegó al exterior, la mitad de su cuerpo estaba recargada contra la puerta a las perreras, en una mano tenía su placa, la que no alcanzó a pasar por la pantalla y en la otra una botella con ya poco liquido dentro. Estaba sucio, con algunos golpes de antes y otros nuevos, debido a las caídas que tuvo al llegar ahí. Olía asquerosamente mal, peor que las perreras.
—Sorpresa, sorpresa—dijo Day, agachándose para estar cara a cara con el general.
—Supongo que esperar mantenerlo sobrio era demasiado—comentó Sander.
— ¿Después de lo que pasó? Me sorprende que solo esté dormido. Tal vez buscaba salir a la montaña para morir de frio.
La cuatro suspiró y levantó uno de los enormes brazos de Lanhart para pasarlo por encima de su cuello, tratando de sostenerlo en peso, pero solo pudo levantarlo un poco antes de que volvieran a caer. Sander se apresuró a tomar el otro brazo, pateando la botella de la mano del general. Ambos lo llevaron, los pies arrastrando a lo largo de toda la plataforma.
—Debemos subir algunas escaleras para el área habitacional―informó ella.
—Está bien.
Fueron a la recamara de Lanhart, quedándose fuera. Llamaban la atención de muchos al pasar, pero cuando se daban cuenta de a quien llevaban, simplemente hacían un gesto de "que se le va a hacer".
— ¿Levantaste la placa?―preguntó Sander.
—No, creí que lo habías hecho tú.
Day puso los ojos en blanco. Le dolían los hombros y las piernas por el esfuerzo. El general era un tipo realmente enorme.
—La habitación que comparto con mi hermano solo esta tres puertas abajo—dijo y reanudaron la marcha sin hablar más.
Llegaron al lugar y Day pasó su placa por la pantalla para que pudieran entrar. Lo dejaron caer sobre una de las camas y ambos respiraron profundo al ya no sentir ese peso sobre ellos.
— ¿Es tu cama?―preguntó el tres.
—No, es la de Dom.
— ¿Y a tu hermano no le molesta?
— ¡Claro que le molesta! Es sumamente posesivo. Por eso lo ponemos ahí—contestó con una sonrisa franca.
—Eres todo un caso—dijo Sander y se dispuso a salir de la habitación.
Day quería detenerlo, pasar más tiempo con él. No solo eso, quería tiempo de calidad, quería bromear y comer hasta reventar. Pero Sander se veía demasiado cansado y ansioso por marcharse. En lugar de pedirle quedarse, Day se cruzó de brazos.
—Gracias—murmuró y le dio una pequeña sonrisa.
—No hay de que—respondió y se marchó.
Day se abrazó a sí misma, a pesar de todas las cosas que habían pasado en su vida, nunca se sintió tan sola.
Un quejido por parte de Lanhart la hizo dejar de sentir lastima por sí misma. Le quitó los zapatos y arropó antes de salir del lugar. Sonrió un poco al imaginarse la reacción de Dominique al llegar a querer descansar y encontrar al general ahí. Quizá ambos podían dormir en las perreras esa noche.
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Pasaron días desde la primera tortura. Dylan retomó sus horarios después de darse cuenta de que no obtendrían nada del hijo de Charlotte. Incluso pensó en matarlo para aliviar su dolor, aunque, no podía hacerlo. Josué estaba a cargo de ese lugar, y matar a Jeremy sería considerado un acto de traición.
Era una mañana fría y nevada. Y solo por fastidiar a Ian, lo sacó a la montaña para entrenar. Dylan veía como el chico corría de un punto a otro. Tenía que fortalecerse físicamente antes de intentar cualquier otra cosa con su habiliadad.
Lo llamó a donde estaba para que se tomara un descanso. Ian se deshizo de su chaqueta horas atrás. El aliento escapaba de su boca, y se tornaba blanco ante el contacto con el ambiente. Tenía la punta de la nariz roja y trozos de nieve en el cabello.
Dylan le entregó una manzana, necesitaba tener un poco más de energía para llegar a la hora del desayuno. Lo despertó casi al amanecer.
—Parece que Sam y tú se llevan muy bien—dijo para romper el silencio.
Ian se limpió las manos en el pantalón. Dylan miraba las montañas mientras mordía su propia manzana. El clima estaba lo suficientemente bien como para no llevar encima un gran abrigo.
—Sí, ella es...
— ¿Difícil? ¿Manipuladora?― sugirió. Ian lo pensó mejor.
—Fantástica.
—Es raro. Me parece muy extraño, ya que no usas barreras en tu mente y ella sabe todo lo que piensas. No es una relación muy justa.
Ian se puso completamente rojo, desde el cuello hasta la punta de las orejas.
—Únicamente hay una cosa que me interesa que sepa. Cada mañana cuando la veo, digo: Estas hermosa. Y lo hago porque ella no se puede ver en un espejo para saberlo. Muchos aquí la señalan por todas esas marcas y cicatrices que dejaron las ampollas y ella lo sabe, se mira a través de los ojos de otros, y sabe que para los demás no es bonita, pero para mí siempre será Sam, la misma que conocí en los túneles.
Dylan le revolvió el cabello húmedo al chico.
—Eres una gran persona, Ian. Y eso es lo único que obtendrás de mí. Ahora, vuelve a correr.
Dando por terminada la conversación volvieron al entrenamiento. Vio como Ian se volvía fuerte, ya no quedaba mucho del chico miedoso que conoció en los túneles. Dylan aun no conocía mucho sobre sus habilidades de hibrido, pero no era un tema del que le gustara hablar a Ian, así que lo evitaban.
Dejó que terminara sus ejercicios y lo envió a tomar un baño para que pudiera ir a desayunar después. Si comiera como lo hacía sin practicar ejercicio... sería completamente obeso. Pensó el uno con diversión. O quizá solo regordete, como lo era Erick cuando lo conoció.
Entró a la resistencia con las manos metidas en los bolsillos, Ian se despidió de él y Dylan asintió en su dirección. Caminó hasta donde sabía que Cheslay estaba. Donde cada mañana se presentaba sin falta. Él observó desde la barandilla como ella estaba en una pelea sin armas, sin movimientos, entrenando a los mentalistas menores de la resistencia.
Cheslay estaba enfadada con él. Dylan podía notar su enojo a kilómetros de distancia. Solo que no sabía concretamente lo que la hizo enfadar ahora. Justo después de que le contara la historia sobre su última misión.
Se acercó despacio, bajando las escaleras y llegó a donde ella descansaba.
La dos estaba sudada de los pies a la cabeza, el cabello atado en una cola de caballo y algunos mechones escapaban pegándose a su cara y cuello. Cheslay se llevó la cantimplora a la boca y bebió rápidamente.
—Te ves linda hoy—saludó Dylan y se sintió absolutamente estúpido cuando las palabras salieron de su boca.
Ella le regaló una mirada llena de incredulidad y bajó la cantimplora de sus labios.
—Dije que te ves linda hoy—repitió.
—Te escuché la primera vez.
— ¿Y? ¿No tienes nada que decir?
— ¿Te arrepientes de lo que estuviste a punto de hacer? Quisiste matar a Azul, y ahora ella te salvó.
—Me arrepiento de no haberlo hecho. No sabemos de lo que es capaz.
—Entonces no tenemos nada más de que hablar—sentenció ella.
—Solo... estoy intentando ¿Si? Estoy tratando de que todo esto no se vaya a la mierda.
Dylan le dio la espalda, mientras hundía más las manos en los bolsillos de su pantalón.
— ¿De dónde sacaste eso? Tú no eres así.
—Tuve esta estúpida charla con Ian, y pensé que...
La risa de Cheslay lo interrumpió, ella reía tanto que le costaba tomar aire. Cuando se calmó lo suficiente para hablar lo miró y volvió a reír.
— ¿Qué te pasa?― preguntó un poco molesto.
— ¡Estas tomando consejos románticos! ¡DE IAN!― exclamó.
El uno le dio la espalda, dejándola reír, aun cuando se alejó, fue difícil dejar de escuchar sus risas. Era bueno hacerla reír así, le gustaba ver a Cheslay feliz, no pudo ocultar más su sonrisa y se dio cuenta de que ya todo estaba bien entre los dos.
No por cualquier cosa que Dylan dijera, sino porque ella sabía que ahora él tenía una deuda de vida con Azul.
Decidió esperar un poco más, hasta que Cheslay terminara y pudieran ir al comedor a desayunar juntos. Se recargó con los codos sobre la barandilla y miró al frente, esperando pasar en calma el resto del día.
Cerró los ojos unos segundos para concentrarse en el andar de todos ahí. Parecía una granja de hormigas, como la que Nefertari le ayudó a hacer cuando era niño. Todo sumamente calmado y siguiendo un ritmo de vida.
Hasta que algo lo sacó de su pequeño acto de relajación. Alguien, no solo una persona, varias personas estaban corriendo. Las puertas comenzaron a cerrarse y cuando Dylan abrió los ojos, se dio cuenta de que las luces cambiaban, ya no eran blancas, ahora estaban parpadeando en colores rojos y azules. Una alarma.
— ¿Qué demonios...?―preguntó.
—Ve a la sala de interrogación ¡Ahora!− gritó Cheslay en su mente.
Dylan no esperó algo más y corrió como si su vida dependiera de ello. Sentía que no avanzabalo suficientemente rápido. En menos de lo que pensaba, Sander ya corría a su lado, llevando el ritmo del uno, ya que Dylan no podía correr como el tres.
— ¿Qué está pasando?― preguntó Dylan.
—Alguien dejó escapar al prisionero—informó el tres.
Dylan no quería hacerlo, no quería pensar en los posibles culpables, muy a su pesar dejó que su mente divagara con la idea: Lanhart. Iba a matarlo con sus propias manos.
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