22.- Tormentas:
Existían cosas certeras en la vida de las personas, como una familia y aspiraciones a futuro. Algo seguro que ofrecer a los niños mientras crecen, la forma en que los padres se esforzaban por hacerles una rutina. Sander sabía esas cosas, pero la vida como la conocían distaba mucho de la imagen que se había formado por las historias que su padre le contaba, de los pocos recuerdos que conservaba de sus enseñanzas, aquellos recuerdos que los mentalistas con los que había tratado no se atrevían a tocar, tal vez por la felicidad y el dolor, por los sentimientos que en igual proporción invadían esas memorias. Quizá eran demasiado fuertes para que lidiaran con ellos. Lo que fuera, no debía preocuparlo.
Salió de los vestidores después de entrenar toda la mañana. La semana anterior tuvo fiebre y sus entrenamientos se habían atrasado, aunque ahora ya estaba al corriente ¿Debería decirle a Lanhart que recordaba toda la historia? Tal vez si, a pesar de que se ganaría un par de golpes, porque Sander quería saber cómo terminaba la historia y uno de sus muchos defectos era que nunca se quedaba con la curiosidad. Esa era la razón por la que desde que llegó a la resistencia, siempre estaba golpeado ¿Cuándo esas personas entenderían que él se curaba másrápido que la mayoría? Tal vez nunca. De lo contrario, no le dirían cosas cuando tenía fiebre o no lo golpearían esperando verlo en pie hasta dentro de mucho tiempo, sorprendiéndose al verlo preparado dos días después.
—Hey—. Sander se volvió al escuchar la voz femenina, justo en la puerta de los vestidores de la sala de entrenamiento.
Ella tenía un pie sobre el suelo y el otro recargado contra la pared, dejando una huella ahí, sus brazos cruzados sobre el pecho.
—Hola—saludó cortésmente a Day, pasándose la mano por su ahora corto y húmedo cabello rubio.
Sander vestía con uno de esos trajes de color gris que usaban en el interior de la resistencia, sus zapatos deportivos eran gruesos, a pesar de que no le gustaba usarlos por lo rápido que se destruían cuando usaba su velocidad, le agradaba la sensación de sentir sus pies sin frío. La placa en su cuello quedó cubierta por sombras cuando Day se acercó a él.
—Lo cortaste—dijo ella, tratando de tocar su cabello, Sander retrocedió.
—Es más fácil pelear de esta forma.
—Es triste, creí que eras un rebelde o algo así.
Él sonrío.
—No lo soy. Me gustaba como estaba, pero no era...
— ¿Útil?
—Práctico—concluyó y con un ademan de la mano la invitó a caminar junto a él.
Sander quería alejarse, ir a una zona con más personas, donde no pudieran estar solos.
Day aceptó su invitación y caminaron a la par, su cabello balanceándose por su espalda al ritmo de sus fuertes pisadas. Sander se preguntó si ella quería lucir así en ese momento, con cierto aire infantil.
Él se frotó el cuello y dejó de mirarla. Le dolían todos sus músculos por haber pasado la noche retorciéndose debajo de las mantas, sin poder dormir.
—Los entrenamientos con Lanhart son bastante duros—.dijo ella mientras avanzaban por la plataforma.
—Si—contestó, aunque no era una pregunta—. Es un tipo bastante fuerte.
—No es rival para tu velocidad, lo sé porque he cambiado en ti ¿Por qué lo dejaste golpearte?
Sander respiró profundo, Day no parecía una persona de las que aceptaban respuestas evasivas.
—No quise evitarlo, eso sería como huir y ya no quiero escapar de nada.
—Tu gente murió...
— ¡Los mataron!― corrigió Sander en casi un grito. Sus amigos no solo murieron, ellos fueron masacrados y él escapó, les falló. Ahora, lo único que le quedaba era no fallarle a la única persona que aun valía la pena para él.
—Bien—dijo ella levantando las manos en señal de defensa—. Los mataron, y ahora tienes la oportunidad de vengarte.
Sander la miró de forma extraña y se detuvo.
— ¿Qué pasa?― preguntó Day.
— ¿A dónde vamos?
— ¿Realmente importa?― rebatió con una sonrisa perspicaz.
—No seguiré caminando si no se a dónde me dirijo—respondió.
La siguiente sonrisa que Day le dio, le recordó a Sander el gato de Alicia en el país de las maravillas. Sin embargo, ella no siguió caminando, permaneció de pie, a su lado.
—Me pareces una persona extremadamente curiosa. Te di una paliza cuando entraste a los laboratorios, Dom se llevó algunos de tus recuerdos. Lanhart te ha hecho mierda física y emocionalmente, y tú actúas como si nada de eso sucediera. Sigues siendo amable con las personas... No lo entiendo.
Sander se permitió sonreír, por un momento ella no pareció la loca de costumbre, sino alguien realmente confundida.
—La mayor parte de las personas lucha en una batalla de la cual no sé nada, no me cuesta mucho comportarme amable cuando ese pensamiento me acompaña.
—Eres raro.
—Me han dicho peor.
—No lo dije como un insulto. Creo que si eres una buena persona todo el tiempo, terminaras muy decepcionado.
—Las decepciones son constantes, eso es parte de la vida. Tenía a alguien, era mi mejor amigo, me traicionó y por su culpa mataron a cada habitante en los túneles, solo pocos logramos escapar, yo ni siquiera debería estar vivo.
—Lo siento— Y por su tono de voz, realmente parecía sentirlo.
—Supongo que ahora ya no importa, Michelle... ese era su nombre. Por su culpa murieron muchas personas, y no soy quien para juzgarlo.
—Demasiado bueno—dijo Day moviendo la cabeza, volviendo a sonreír—. O demasiado tonto.
Sander se rio del comentario.
—Dylan me dice lo mismo.
Day se acercó rápidamente a él, tan rápido que Sander no lo vio venir. Sintió como ella deslizó un objeto en el bolsillo de su pantalón, y susurró en su oído.
—Ten cuidado, las cosas no son lo que parecen—. Se retiró al terminar su frase. Ella se las había arreglado para que el intercambio pareciera un simple abrazo.
— ¿Qué?― articuló Sander. Ella negó, volviendo a su pose despreocupada.
—El general te quiere ver, tiene una misión para ti. Están esperando en la salida del hangar.
— ¿Están? ¿Quiénes?
Day se encogió de hombros y caminó en dirección contraria a la que debía dirigirse Sander.
—No puedo darte más información. Aprende a cuidar de ti mismo.
Realmente no supo a que se refería, la dejó marchar, quedándose con miles de preguntas. Quiso deslizar la mano en su bolsillo para saber las cosas que ella le había dado, pero al sentir la electricidad en las cámaras en cada esquina, caminó hacia en hangar, sintiendo un peso poco familiar en su bolsillo.
Sander se encogió de hombros y fue directo al hangar. Ahí estaba Dylan, hablaba con Erick. También Velika, alegando cosas con Josué, el cual estaba a punto de gritar. También Dom, en una esquina, mirando hacia la nada, aunque Sander sospechaba que trataba de espiar las mentes de los demás. Lanhart tecleaba un par de cosas en una pantalla anclada en uno de los pilares que sostenían el techo del hangar. Decidió dirigirse a él.
—Me mandó llamar—comentó Sander a modo de saludo, a pesar de que Lanhart lo había visto acercarse. Era fácil tratar al general con respeto, siempre y cuando este se mantuviera sobrio.
—Tienes una misión—dijo él, girándose y apagando la pantalla—. Parten en media hora.
—No me avisaron nada...
—Te estoy avisando ahora.
—No estoy listo para partir.
—Te dije que en media hora—gruñó Magnus— ¿Por qué todavía sigues aquí? ¡Ve a cambiarte!
Sander se sacudió y soltó la respiración, para luego darle la espalda al general y correr. No a una velocidad alarmante, pero si para estar en su cuarto, cambiarse y volver antes de agotar la media hora. Llegó y pasó la placa por la puerta, dentro no había nadie, y no sentía cámaras zumbado alrededor, así que sacó el contenido del bolsillo de su pantalón.
Eran dos cosas: Un pequeño frasco con una aguja, este tenía un contenido de color rojo, era sangre, su sangre. Se dio cuenta ¿Para qué querría un frasco con su propia sangre? Y, número dos: Una pequeño cuadrado con luces, todas tenían un numero en la parte de arriba, del uno al siete, y brillaban en colores, amarillo y verde. Pensó que tal vez se trataba de las diferentes categorías, luego lo averiguaría. Giró el aparato en su mano y lo soltó sobre el suelo al darse cuenta de que estuvo a punto de presionar un botón plateado sobre la superficie: era luz cegadora ¿Por qué Day le daría algo así?
Sacudió la cabeza y tomó la luz con cuidado, la colocó en una pequeña bolsa negra junto con su sangre. Se vistió rápido, sin dejar de preguntarse el porque de todas esas cosas, tantos misterios, él era un tipo simple, con necesidades simples, podrían darle toda la información y corría por su cuenta asimilarla, tal y como sucedió con Azul. Pensar en ella siempre enviaba punzadas de dolor por su pecho. Ella era todo a lo que Sander se aferraba para poder continuar, él le había prometido a través de sueños que la iba a encontrar, que si era necesario, la buscaría por siempre.
Con un fuerte suspiro, terminó de abrocharse las botas negras, revisó que todo estuviera en orden, su traje de color negro a prueba de balas, los lentes para poder revisar las condiciones del exterior y ver en la oscuridad, los cuchillos de pelea a un lado de las botas y las fundas para armas que él no necesitaba, al menos no hasta que estuviera agotado, y si llegaba a estarlo, podía tomarlas del deslizador. Sus manos cubiertas hasta donde comenzaban los dedos por guantes del mismo color del traje. Ya todo estaba listo, al mirarse en el espejo se sintió incomodo, parecía un cazador. Miró la bolsa negra en la que había guardado las cosas y con cuidado la amarró a su cinturón, tal vez podría necesitarlas en la misión o si no ¿Por qué otro motivo Day había elegido dárselas ahora? Ella no era de las personas que actuaban sin pensar las cosas, al menos eso quería creer Sander.
Abrió la puerta y dio un ligero salto por la sorpresa. Andy estaba de pie, a punto de pasar su placa por la pantalla.
— ¿Qué haces aquí?― preguntó su amigo, parpadeando un par de veces.
—Vine a cambiarme.
Andy lo miró y al darse cuenta de su atuendo simplemente asintió.
—Iras con ellos—dijo en tono algo sombrío.
— ¿Qué pasa?
—Velika dice que se formó un grupo para cazar cazadores. Ya han tenido dos misiones, pero terminan en fracaso, ya que cuando llegan a las sedes, están vacías. Creen que alguien dentro de la resistencia está pasando información. Esta es su tercera misión, y te llevan a ti...
— ¿Un traidor aquí? ¿Qué quieres decir con lo último?― frunció el ceño sintiendo que por milésima ocasión, había cosas que no le estaban diciendo. Nada lo desesperaba más que la desinformación.
—Están sospechando de los altos mandos. No solo Lousen y Lanhart manejan las cosas aquí... lo hacen más personas, en los diferentes puestos de la resistencia. Pero de alguna forma creen que la información se filtra de aquí.
Sander tenía la necesidad de comenzar a morderse las uñas, todas esas cosas lo ponían ansioso.
— ¿Y por qué me necesitan a mí? ¿Quieren a alguien con experiencia en traidores? Dylan es mejor para esas cosas.
Andy le dio una mirada en parte fulminante.
—No necesitan un cerebro en ese equipo, necesitan un soldado. Alguien que siga ordenes, alguien que pueda hacer lo que tú haces.
—No soy esa clase de persona.
— ¡Si! Y además de Dylan, en ese equipo, nadie más lo sabe. Si él no ha dicho nada, es porque siente que te necesita en esta misión, no lo dirá, pero Velika comentó que Dylan te pidió exclusivamente para esto.
— ¿Y Velika como sabe todo eso?― Andy palideció ante la pregunta.
Sander se frotó las sienes. En una cosa tenía razón, y esa era que Dylan sabía lo que hacía, o por lo menos eso parecía. Y si lo había pedido exclusivamente para esta misión, era porque lo necesitaba.
Y recordó, hace unos meses, en la cima de una colina, cuando escaparon de los túneles, Cheslay dijo con aquella voz tan lúgubre.
—Eres necesario para despertar a la Mente Maestra.
Sander no debía pensar en eso, entre más vueltas le daba, más confuso se hacía. Él no quería nada de la mente maestra, él quería a Azul. Aquella chica a la que enseñó a leer y escribir. Aquella de mirada impresionable, de alegría genuina... Azul era su constante recordatorio de que el mundo aun podía tener una salvación.
Ya no quiso indagar en sobre como Velika sabía todo eso. Esa chica era tan imposible de detener como un huracán cuando una idea se le metía en la cabeza. Sander negó un par de veces y colocó una mano en el hombro de Andy.
—Advierte a los demás de esto. Chandra, Sam, Cheslay, Belak, Ian. Necesitamos estar preparados por si algo llega a suceder. Si se pudo infiltrar un traidor en un lugar como este... creo que no estamos a salvo aquí. Adviértelos, pero que no entren en pánico, dile a Cheslay primero. En cuanto vuelva, haremos algo al respecto.
Andy asintió, y por unos segundos se sintió de nuevo como en los túneles, con su gente obedeciendo órdenes, con sus amigos siguiéndolo para sobrevivir. Todo eso terminó, cuando la imagen de Regina apareció en su mente.
—Gracias—dijo Sander y se alejó utilizando su velocidad. Llegaría tarde y Lanhart le gritaría.
Él solo deseaba encontrar a Azul, ese había sido su propósito desde que llegó a la resistencia, aunque necesitaba ser fuerte para encontrarla, protegerla. Y ahora venía Andy y le decía todo esto ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era realmente la resistencia?
Llegó hasta el hangar y subió al deslizador, en el cual Dylan estaba recargado en la entrada con los brazos cruzados. En el interior, sentados y con las correas alrededor del pecho, estaban Dom, Erick, Marco, Juliette y cinco más a los cuales no conocía de nombre, pero tampoco quería conocer.
—Tardaste—dijo Dylan detrás de él.
—Lo lamento. Tuve que...— Se interrumpió al ver que su amigo no le prestaba atención, más bien su mirada se dirijo a la pequeña bolsa atada en su cinturón.
Cuando volvió a mirarlo, estaba lleno de interrogantes, Sander negó con la cabeza. Un lenguaje que pocas veces habían puesto en práctica, igual funcionaba.
Fue a su asiento y abrochó el cinturón. Los demás lo miraron sin esperar algo a cambio, Sander les dio una ligera sonrisa, que solo Dom tuvo la delicadeza de devolver, pero enseñando todos los dientes. El tres no pudo evitar pensar que las sonrisas de Day eran como las de un gato, y las de Dom, como las de un perro muy feliz y despreocupado. Pero las apariencias engañaban, Day se lo recordó esa tarde: Las cosas no son lo que parecen.
¿Le estaba advirtiendo sobre su propio hermano o sobre algo más?
— ¿Por qué no vas a ser el piloto ahora?― preguntó Sander.
Dominique no contestó con palabras, solo movió las manos, simulando una caída con la derecha y estrellándola contra la izquierda.
Sander frunció el ceño sin entender, lo que provocó una sonrisa más burlona por parte del gemelo.
Escuchó como se cerraba la puerta del deslizador y Dylan iba a su asiento junto a él. Su amigo tragó saliva y se pasó la lengua por los labios antes de hablar.
—Fueron seleccionados para este trabajo. Vamos a una de las sedes más grandes que existen. Hay tres de ellas, las demás solo son ramas de estas. Está ubicada en las afueras de lo que era conocido como Polonia. El piloto tiene la orden de dejarnos sobre su espacio aéreo, ya que la zona está controlada y no podrán aterrizar. Vamos a saltar desde el deslizador.
Sander se preguntó si solo él podía percibir el nerviosismo de Dylan, o si los demás también eran conscientes de ello.
—Nuestras órdenes son destruir la sede y volver a la resistencia. Una vez que los sistemas de esta sean destruidos, el deslizador podrá aterrizar y llevarnos de vuelta. Ese es su mejor incentivo para volver, destruir la sede, matar a cada cazador que tengamos en frente.
—Creí que serían capturados―aportó Erick.
—Aquellos que parezcan tener información valiosa, serán sometidos y llevados a bordo. Hagan con ellos lo que ellos harían con nosotros.
El silencio que siguió a esa frase fue casi aterrador. El deslizador se había elevado alto en el cielo, aunque ellos no sabían exactamente donde estaban. Sander recargó la cabeza sobre el asiento para dormitar un poco. Al cerrar los ojos, su primer pensamiento fue para una chica, alguien con quien había soñado cuando abandonaron los túneles. Azul. Ella había abandonado sus sueños poco después de que llegaron a la resistencia. Sander evocó el recuerdo de aquella chica de cabello negro y se quedó dormido.
Abrió los ojos al sentir el interminable flujo de electricidad correr por sus venas. Eran pocas las ocasiones que había sentido semejante poder. Y fue cuando decidió mirar por el cristal del frente, se quitó el cinturón y balanceándose fue hasta la cabina abierta y se puso detrás del asiento del copiloto. Sintió su sangre saltar ante la energía que el oscuro cielo evocaba.
Una tormenta eléctrica. El deslizador avanzaba por una tormenta. Las nubes negras se frotaban unas con otras, provocando que rayos iluminaran la oscura noche.
Sander se mordió los labios, podía sentir las chispas en las puntas de sus dedos, la electricidad gritando por ser manipulada. Luego, había alguien a su lado, sabía quién era sin la necesidad de mirarlo.
—Sabías que habría una tormenta—dijo Dylan a su lado sonrió.
—El camuflaje perfecto.
—Puede ser peligroso si vamos a saltar.
Su amigo negó un par de veces.
—Por eso fuiste requerido para esta misión.
Sander sonrío a pesar de sí mismo, sintiendo todo ese poder, toda esa energía pidiendo ser controlada, reclamada.
—Estás loco de remate—sentenció sin dejar de mirar aquello que gritaba por él.
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