21.- Un mundo mejor:
— ¡Raphaeeeeeel!
—Diana, cálmate. Necesito hablar con mamá.
—Pero tengo mucho que contarte ¡Adivina donde estamos! Bianca dijo que...
—Honestamente no me interesa. Mira, solo puedo hacer esta llamada antes de irme y realmente, no tienes idea de cuánto, necesito hablar con mamá.
El general Lanhart permitió a todos los que partían a la misión la siguiente semana, hablaran por teléfono con sus familiares. Incluso le ofreció a Raphael la opción de ir a Texas a visitar a su familia, pero él, dada la situación con su padre, solo los llamó por teléfono, tenía más de diez minutos tratando de que su hermana menor, Diana, le pasara el aparato a su madre.
—No está, olvidó el celular aquí—dijo Diana al fin. Raphael la recordaba bien, solían hacer travesuras de pequeños, ella era solo dos años menor que él. Y donde él siempre sobresalía en inteligencia, Diana lo hacía en carácter. Siempre lo defendía de las burlas en las escuelas a las que asistían juntos—. Aunque puedo pasarte a papá.
Raphael suspiró.
—Mejor háblame de Bianca ¿Qué pasa con ella?― preguntó con resignación.
La verdad era que Bianca, su hermana mayor, lo tenía sin cuidado, ya que estaba casada y con su propia familia, hablaría de cualquier cosa con tal de no charlar y terminar peleando con su padre.
—La semana pasada nos dieron una noticia ¡Espero que estés sentado! Invitaron a mamá y papá a su viaje anual, también dijo que necesitaban una niñera. Así que... ¡Estamos en Brasil! ¿Puedes creerlo? Ellos estarán en los eventos y yo cuidaré de los niños ¿Te parece justo? ¿Estás enojado porque no te invitaron?
Uno de los más grandes eventos deportivos, tenía lugar en Brasil, personas de todo el mundo acudían para ver a sus equipos favoritos participar y darles el apoyo, además de derrochar su dinero en el turismo de dicho país.
Raphael sonrió a pesar de sí mismo, no le gustaban mucho los deportes y mucho menos los eventos de dicha magnitud, pero podía imaginarse a Diana haciendo pucheros.
—Espero que los niños se comporten bien contigo. Diles que si no te ayudan, volveré y les patearé el trasero.
—No te tienen miedo ¿Ya sabes pelear? ¿A cuántos has matado? ¿Comes bien? ¿Has salvado muchas vidas?
—Más o menos. No he matado a nadie, gracias al cielo. Sí, siempre tengo hambre. No, ni siquiera he salido del complejo.
—Pero...
Él sonrió, algún día invitaría a Diana para pasar un fin de semana con él, después de la misión, claro. A ella le encantaría ese lugar, con el muelle, y el lago, y el mar. Diana no conocía el mar y Raphael quería que ella supiera cuán grande era.
—Tengo amigos.
—Wow—exclamó del otro lado de la línea.
—Sí, lo sé.
— ¿Te golpean? Recuerda que si te golpean no son tus amigos—su tono de voz había cambiado de quejumbrosa a amenazante.
Raphael soltó una carcajada.
—No, y ya no tengo diez años, deja de decirme esas cosas. Son dos chicas, Nefertari y Charlotte. También esta Magnus, es mi mejor amigo ¿sabes que lo hice disfrazarse de mujer para un baile?
Escuchó las risas de su hermana del otro lado del teléfono.
—Debió haber sido divertido. Y alguna de esas chicas ¿es tu novia?
— ¡No!― exclamó alarmado, preguntándose si los otros cadetes que hablaban con sus familias habían escuchado eso—. Son mis amigas.
— ¿Y desde cuando te llevas bien con las chicas?― preguntó en broma.
—Ellas son un caso especial.
—Te extraño mucho ¿Cuándo irás a casa? ¡Tienes que ver el perro que adopté!
— ¿Otro perro?
—Sí y un gato también. Vive en tu habitación.
Raphael se estremeció de imaginarse toda su habitación llena de pelos de gato. Pero esa ya no era su habitación, ya no estaba en casa, tenía que dejar ir todo eso. Dejó pasar el comentario.
—También los extraño, como... ¿Cómo están todos?
—Mamá te extraña también, Bianca, como que no le importa mucho nada, está feliz con Tom, y me deja cuidar a los niños, ellos preguntan por ti. Y papá... bueno, él no habla mucho de ti, pero a veces se encierra a ver las fotos familiares, creo que también de echa de menos.
—Está bien, Diana, yo...
— ¡Espera! Mamá llegó ¡Mamá! ¡Raphael al teléfono!― gritó y él tuvo que alejar el aparato de su oído.
Diana se despidió enviando muchos besos y le dio el celular a su madre.
— ¡Cariño! ¿Cómo estás? ¿Te tratan bien? ¿Cómo llegaste? ¿Por qué me llamas hasta ahora? ¿Te alimentan bien? Diana dice que cree que este más delgado ¿Cómo ella puede saber esas cosas y yo no?
—Hola mamá—saludó Raphael al escuchar aquella voz que siempre le contaba cuentos cuando era niño. Cuentos sobre el súper héroe que salvaba al mundo porque quería que fuera un lugar mejor—. Estoy bien ¿Y tú? Todo ha estado bien, también estoy comiendo bastante... Diana lo sabe por Facebook ¿No te ha enseñado a usarlo? Nefertari me obligó a crear una cuenta...
— ¿Quién es Nefertari?― preguntó emocionada.
—Una amiga—. Raphael puso los ojos en blanco.
—Nunca has tenido amigas ¿La traerás a casa?
—No... es decir... no lo sé...
—Hijo—. Lousen no pudo escuchar lo demás, la línea estaba interrumpida.
— ¿Mamá? ¿Todo bien?― No hubo respuesta. Se asomó por las divisiones entre los teléfonos y se dio cuenta de que los demás tenían el mismo problema.
— ¿Falló tu línea?― preguntó uno de los chicos. Raphael asintió.
Colgó el teléfono y salió del lugar, empujando la puerta de cristal y arrastrando los pies, ahora su madre estaría asustada por la deficiencia de las líneas telefónicas. Fue hacia el pabellón, donde Magnus dormía. A Raphael le extrañó, su amigo llegó casi al amanecer ¿A dónde había ido? Después de su gran salida del baile, no volvió a verlo hasta esa mañana.
Entró al lugar. Ya no estaban sus compañeros, algunos habían tomado la oferta del general sobre ir a casa, otros estaban disfrutando de su fin de semana, algunos más iban y venían en el complejo y luego estaba Lousen, esperando que Magnus despertara para ir a comer algo. Tanto Nefertari como Charlotte también rechazaron la oferta de viajar a sus lugares de origen, ya que la primera, todo lo que tenía era el complejo y en cuanto a Charlotte, desde la muerte de su padre, cortó comunicación con toda su familia, simplemente no le importaba.
Caminó hacia su litera, cuando llamaron para decir que podía comunicarse con su familia, Raphael ni siquierahabía despertado, así que como solo tenían esa oportunidad, fue en pijama hacia el área de los teléfonos. No se preocupó demasiado, pues la noche anterior todos habían llegado tarde y sus compañeros estaban iguales, con pantaloneras sueltas y camisetas blancas, algunos iban descalzos.
Acomodó su cama y sacó ropa para tomar un baño, aunque al ver a Magnus dormido, con la saliva escurriendo en la almohada, a Raphael se le ocurrió la brillante idea de vengarse por lo del primer día. Dejó sus cosas sobre la cama y reprimiendo la risa, empujó el colchón hacia un lado con todas sus fuerzas, ya que Magnus era un tipo grande y pesado. Cuando cedió ante su peso, cayó del otro lado de la litera, su amigo gritando, agitando los brazos y piernas en diferentes direcciones. Hasta que se dio cuenta de lo que había sucedido. Tenía grandes ojeras debajo de los ojos y aun marcada la saliva en un lado de su cara.
Magnus se sentó sobre el desastre de mantas y el colchón en el suelo. Raphael reía a carcajadas tratando de jalar aire.
— ¿Qué demonios pasa contigo?― gritó Magnus poniéndose de pie.
Raphael levantó las manos en señal de rendición, no podría defenderse con tanta risa. Magnus se levantó rápido y se acercó a él con total determinación.
— ¡Si me golpeas no eres mi amigo!― exclamó Raphael. El puño de Magnus se detuvo a centímetros de su cara.
— ¿Qué?― preguntó confundido.
Raphael se dio cuenta de sus palabras y ahogó una maldición, dejando ir las risas de antes. Incluso se atrevió a insultar a su hermana, era culpa de Diana que él hubiera memorizado esa frase.
—Nada—dijo y avanzó hacia la puerta del baño con sus cosas en las manos—. Vayamos a comer algo.
Le dio la espalda para entrar en el área de aseo, cuando Magnus habló:
—Te golpeaban. En la escuela te golpeaban, por eso tienes miedo de pelear ahora.
—No tengo miedo—. Raphael se giró rápido para darle la cara a su amigo.
Magnus avanzó hacia él con el ceño fruncido hasta que estuvo cerca y le dio un fuerte golpe en el brazo derecho, dejándolo acalambrado.
—Los amigos también pueden golpearse—dijo con calma—. Pero si alguien más quiere hacerlo, le patearé el trasero.
Raphael se quedó quieto. Era su amigo, de verdad lo era. Nunca le gustó depender de nadie para defenderse, ni con golpes o palabras, ya que él siempre había sido el tipo callada y raro, el inteligente que tenía todas las respuestas si académicas eran, al que le gustaba encerrarse a estudiar y aprender. No recordaba una sola etapa de su vida en la que no tuviera la cabeza metida en una computadora.
—Gracias.
—No te pongas cursi. Ahora, me muero de hambre, hay una cafetería en...
No pudo terminar la frase, un horrible y chillante sonido hizo eco por todo el lugar.
— ¿Qué es eso?― preguntó asustado.
—Tal vez un simulacro—dijo Magnus—. Aunque nunca han hecho uno por la tarde, ni en fin de semana. Vayamos a la explanada.
Raphael asintió y corrieron al exterior, se quedaron un momento quietos por todo lo que sucedía afuera. Todos corrían en una sola dirección, pero no era hacia la explanada, era hacia el comedor. La mayoría aun llevaba puesta ropa de civil, solo los altos mandos llevaban uniforme. Aunque algunos de los cadetes lucían igual que Magnus, como si acabaran de despertar.
Magnus sacudió la cabeza y zarandeó a Raphael para que siguieran corriendo, ambos corrían a la par con algunos de sus compañeros.
— ¿Qué sucede?― preguntó Raphael a uno de los chicos, si mal no recordaba se llamaba Peter.
— ¡Nos van a evacuar! Nadie sabe por qué, el general dijo que nos vería a todos en el comedor. Los comandantes tienen la orden de buscar a sus equipos, a todos los que están en casa, pero algo sucede con las líneas de comunicación...— El chico siguió corriendo y no alcanzaron a escuchar lo demás.
Magnus y Raphael llegaron hasta el comedor, donde se dieron cuenta de que todos estaban en un trance, no se parecía en nada al ejército, en ese lugar no había orden, se elevaban las voces por encima de las órdenes de los sargentos. Y no había señal del general Lanhart.
Raphael alcanzó a ver a las chicas en uno de los lugares, ya que Charlotte subió en una de las mesas y agitaba las manos para llamar su atención. Llevaba puesta una camiseta blanca y un pantalón de entrenamiento, al igual que Nefertari, ambas llevaban las botas negras y el cabello atado en una cola de caballo.
— ¿Qué está pasando?― exigió Magnus en un tono no muy amable.
En el poco tiempo que Raphael llevaba ahí, se dio cuenta de que cuando sus amigos estaban asustados, reaccionaban de maneras muy extrañas, Magnus se enojaba, Charlotte se calmaba hasta llegar a un punto de dar miedo y Nefertari se escudaba en sarcasmo.
—No lo sabemos—dijo Nef—. La alarma sonó cuando salimos a correr.
—El ceneral no está en el complejo, esta mañana fui a buscarlo. Todos se están volviendo locos—comentó Charlotte con el ceño fruncido— ¿Creen que tenga algo que ver con la firma de las alianzas? En poco tiempo firmarán el tratado de paz.
—No podemos sacar conclusiones—interrumpió Magnus—. Hay que esperar un informe.
— ¿Y qué pasa con la misión?―preguntó ella.
—Eso es lo menos importante ahora— susurró Raphael y puso atención a las pantallas. Hasta ese momento solo había sido un sonido de fondo, algo que no llamaba a su interés.
Sus amigos también miraron, pronto el comedor se quedó en silencio, o tal vez él no escuchaba. Sentía que no podía respirar.
El hombre en la televisión daba una noticia que estaba siendo emitida a nivel mundial. Alguien atacó con una bomba Brasil. Podían ver a las personas correr de un lugar a otro, pánico en las calles, todo lleno de humo y los edificios destrozados.
Raphael miró hacia el frente, justo donde el general trataba de llamar la atención de todos. Se dio cuenta de que había pocos reclutas en el comedor, la mayoría estaban en casa.
—Todos deben dirigirse hacia la salida. En orden, vayan hasta los autobuses, vamos a abandonar el complejo y el país, la primera alianza está a punto de firmarse y Rusia nos ha ofrecido refugio—dijo el general Lanhart con una tranquilidad que a Lousen volvió loco.
— ¿Qué pasa con los demás, señor?― preguntó Charlotte de pie sobre la mesa.
—No hay nada más que deban saber—contestó con una mirada llena de frialdad.
—Con todo respeto, señor. Debemos ir a Brasil a ayudar a esas personas.
— ¡No está a discusión! ¡Vuelva a su lugar, Khoury!
Ella palideció y bajó de la mesa, era una estudiante estrella, pocas veces el general se dirigía a ella por un nombre que no fuera Charlotte, ya que la conocía desde pequeña.
La sala completa se llenó de murmullos, ella no era la única que quería ayudar a esas personas, todos estaban preocupados por sus familias.
— ¡Silencio!― rugió el general y salió del lugar.
Los cuatro caminaron hacia la salida, buscando los autobuses grises que salían del complejo. Los sargentos dirigían a todos, Lousen pudo ver a Morello treparse en uno y luego la puerta del mismo cerrarse.
—Ninguno está lleno— comentó Nefertari. Raphael se dio cuenta de que los autobuses cerraban sus puertas con asientos aun vacíos. Se marchaba solo la mitad de los habitantes de ese lugar.
—Hay que permanecer juntos—dijo Magnus—. No creo poder encontrarlos en todo este desastre.
Las mujeres asintieron, Raphael ni siquiera encontraba las fuerzas para hacer eso. Estaba preocupado ¿Qué pasaba con Diana? ¿Con sus padres? Su familia iba a viajar a Brasil ¿O ya estaban allá? No podía recordar los detalles de su conversación con Diana. Extrañaba a su hermana.
Sintió que alguien apretaba su mano, eso lo trajo de vuelta a la realidad. Nefertari lo miraba con preocupación. Él negó con la cabeza pero no retiró su mano del toque de ella.
—Mi familia está en Brasil—logró articular al fin.
Los tres guardaron silencio, para Lousen eso fue como una sentencia de muerte; ellos lo sabían, claro que sí. Se soltó de la mano de Nefertari y corrió para alejarse de ellos.
Claro que sabían lo que sucedía, ese ataque en Brasil solo era la primera parte ¿Por qué justo ahora, cuando las alianzas estaban a punto de firmar la paz? Un ataque como ese significaba guerra. Sus pies lo guiaron hacia un territorio conocido, los círculos de pelea. Completamente diferentes a la primera vez que estuvo ahí. Ahora desolados, con círculos de lodo, muchas huellas que iban y venían del lago. No iba a llorar, no era un niño pequeño que lloraba para solucionar sus problemas, solo sentía una fuerte presión en el pecho que lo obligaba a respirar rápido.
— ¿Sabes? Cuando supe que mi familia estaba muerta, no sabía qué hacer. Estaba completamente sola en el mundo, hasta que el general me trajo aquí y conocí a Charlotte. Al principio nos llevábamos tan mal que era difícil permanecer en el mismo sitio por más de dos horas. Pero cuando su padre murió en una misión, ella parecía como un fantasma, no hacia gran cosa, la ayudé, le hice saber que el mundo no se había acabado. Que tenía un motivo para seguir, durante un tiempo, lo único que la impulsaba era la venganza, pero pronto se dejó llevar y ahora nos tiene a nosotros—. Nefertari enmudeció cuando Raphael no respondió.
Él creyó que se había marchado, y giró para comprobarlo. Nef estaba sentada sobre la tierra mojada, una pierna extendida y la otra abrazada contra su pecho, ella recargaba la barbilla sobre su rodilla. Unos metros detrás de ella, Magnus y Charlotte esperaban, el primero con las manos metidas en los bolsillos de su pijama, con los calcetines mojados, sus pies descalzos. Charlotte parecía tranquila, sin embargo, había desesperación en su mirada.
— ¿Qué vamos a hacer?―preguntó Raphael.
Nefertari se puso de pie y lo abrazó por el cuello. Él no respondió al abrazo, se sentía dormido, lento.
—Vamos a salir de este lugar. Hay una pequeña posibilidad de que tu familia aún esté viva, y si salimos de esto iremos a buscarlos, aunque al general le dé un ataque.
Raphael asintió y juntos se reunieron con los otros dos, caminaron hacia la explanada y abordaron uno de los autobuses. Ahí estaba Peter, el chico con el que habían hablado antes, a su lado estaba un joven que conocían de los laboratorios. Lousen no recordaba su nombre, solo que siempre parecía taciturno. Era uno de los practicantes, abrazaba un maletín contra su pecho, la bata blanca que llevaba por encima de su traje parecía quemada en las orillas. Cabello castaño y gafas de mucho aumento.
Nefertari se sentó junto a Charlotte y Magnus con Raphael. El conductor los llevó fuera del complejo.
— ¿Qué está pasando?― preguntó uno de los otros. Era alguien nervioso por lo que se dio cuenta, ya que sus uñas estaban más que mordidas.
Hubo silencio como respuesta. Nadie miraba hacia afuera o trataba de entablar conversación, no había música, solo sonido blanco.
—Un virus—habló el joven del laboratorio. Raphael recordó su nombre: Isaac. Nefertari solía decir que en ese lugar la gente era muy rara—. El primer brote que se detectó fue en El Cairo hace algunos años.
El autobús avanzaba por baches y los hacia saltar en sus lugares. Raphael se esforzaba por escuchar la explicación en murmullos del chico. Parecía hablar consigo mismo. Peter a su lado, tenía cara de querer vomitar.
—Lo que sucedió en El Cairo fue un ataque—dijo Nefertari.
Isaac negó fuertemente con la cabeza y sus nudillos se pusieron blancos al apretar más fuerte el maletín.
—He investigado, lo que sucedió en El Cairo fue un accidente. Trabajaban en un virus que se propagaba a través de las aves. Crearon una nueva especie de color amarillo en sus laboratorios, en esta ave mutó el virus y escapó, fue así como en ese lugar comenzaron a morir las personas, mientras para las aves es inofensivo, para el ser humano era mortal. Una pandemia que gracias a la intervención de otros países pudieron controlar.
— ¿Eso que tiene que ver con Brasil?
Isaac miró a Magnus con nerviosismo.
— ¿Acaso no lo entienden? Nosotros trabajábamos en una cura para ese virus. Hace poco, robaron muestras y cuando encontraron al ladrón, este se suicidó antes de dar respuestas. Ahora sabemos dónde está, no fueron simples bombas con lo que atacaron Brasil. Era la mutación del virus, diez o quizá treinta veces más fuerte de lo que sucedió en El Cairo.
El silencio cayó sobre el autobús ¿Qué podían decir a eso? ¿Gente muriendo por un virus mutante? ¿Y ellos no harían nada? Prácticamente estaban escapando. Raphael se sentía enfermo ¿Cuál sería la medida que tomarían los otros países para evitar una propagación, una pandemia?
—Nos llevarán a Rusia—dijo Charlotte, podía ver en sus ojos como trataba de hilar todos los acontecimientos. Haciendo uso de esa mente estratega—. Por la primera alianza. Croacia, Estados Unidos y Rusia. La segunda alianza... ninguno de sus países ha sido atacado. Brasil era un punto clave, personas de todo el mundo están... estaban ahí ¿Qué mejor forma de expandir un virus? ¿Qué mejor manera de sembrar el pánico que cerrar las fronteras? Estoy segura de que lo harán, nadie podrá volver a casa.
— ¿Sugieres que es el inicio de una guerra?― preguntó Peter.
Los ojos fríos de Charlotte se clavaron en él.
—No lo sugiero. Estoy segura. La segunda alianza está actuando por debajo del agua. No sabemos concretamente que fueron ellos. El tratado de paz entre las alianzas se firmará pronto y luego sucede esto ¿Qué significa?
— ¿Qué va a suceder con toda esa gente enferma?― Nefertari parecía asustada.
—Van a dejarlos morir—sentenció Isaac—. No pueden permitir que esto se haga más grande. Quizá encuentren una forma de controlar el virus, pero...
—El virus lo portan las aves—señaló Raphael.
— ¿Qué quieres decir?― inquirió Magnus.
—Pueden cerrar fronteras, encerrar a las personas, hacer miles de cosas, pero dime ¿Cómo detienes a las aves cuando tienen que emigrar?
Pudo ver como su amigo tragó saliva. Nadie estaba preparado para algo así.
— ¡Oye tú!― llamó Magnus a Isaac— ¿Todos los del laboratorio pudieron escapar? —El joven asintió— ¿Y los del equipo médico?― preguntó preocupado.
—Fueron los primeros en ser evacuados—respondió Isaac y miró de nuevo hacia la caja entre sus manos.
Raphael frunció el ceño, estaba mal sentir celos por el hecho de que ese joven pudo sacar algo personal del complejo, y ellos no tuvieron tiempo de ir por sus cosas. Extrañaba la fotografía que dejó debajo de su cama en su mochila.
— ¿Qué es eso?― preguntó Nefertari— ¿Qué tienes ahí?
Supo que él no era el único molesto y curioso por el maletín de Isaac. El joven del laboratorio frunció el ceño y apretó los labios para luego soltar un suspiro. Raphael logró leer las palabras en el frente del maletín cuando él se los mostro.
Doctor Isaac Farmigan.
—Me acababan de promover—dijo con tristeza.
Raphael no escuchó el resto de la conversación, se perdió en sus pensamientos igual que el resto de sus compañeros, todos menos Nefertari e Isaac. Estaba asustado por su familia, por todo lo que estaba sucediendo, por si acaso cancelaban la misión por la que lo habían reclutado.
Después de una hora, llegaron a su lugar de destino. Estaban en un aeropuerto, había mucha gente desesperada por pasar, los guardias los mantenían a raya, dejando pasar únicamente a aquellos que gozaban de algún privilegio. Raphael se preguntó si su familia estaría en esa situación. Se sintió mal dmirar a las personas, sin poder hacer nada, había niños ahí. Al igual que sus compañeros, trató de ignorarlos. Soltó un suspiro de alivio y resignación cuando tomaron sus respectivos asientos en el avión.
—Seria genial poder tener nuestras propias naves, ya saben, algo más para la guerra—comentó Peter.
— ¿Y cómo las harías? ¿Cómo los llamarías, genio?― inquirió Charlotte.
Peter apretó los labios un momento y luego sonrió ligeramente.
—Deslizadores. Piénsalo, algo que pueda deslizarse por las corrientes de aire sin la menor turbulencia. Maquinaria avanzada, tecnología para pilotos de primera. Materiales que resistan impactos de armas...
—Eres un soñador—se burló ella.
Peter se encogió de hombros.
—Ya sabes lo que dicen, si lo puedes soñar, lo puedes hacer—dijo con una sonrisa y cerró los ojos.
Ahora Raphael recordaba lo que Peter hacía en el complejo, había sido reclutado por ingeniería, al igual que él, solo que para motivos completamente diferentes. Mientras Lousen se preparaba para una misión casi suicida, el departamento en el que trabajaba Peter, era para hacer más fácil la vida de los demás por medio de la tecnología. Estuvo tentado a preguntarle sobre los exo trajes, simplemente lo dejó pasar. No era el momento.
Tenía frío, ese fue su primer pensamiento al despertar. Abrió los ojos lentamente, vio que sus compañeros se estaban poniendo de pie. Habían aterrizado y las puertas del avión estaban abiertas, esperando que bajaran. Charlotte lo sacudió por el hombro para que terminara de despertar. Raphael se puso de pie y los siguió.
Se estaba congelando, podía ver luces en el cielo oscuro, de aviones que se preparaban para aterrizar. No estaba nublado, pero el lugar parecía ser víctima de la nieve derretida. Llamaban a todos los del complejo militar hacia una parte de la explanada. Ellos fueron ahí. Raphael vio como Magnus soplaba aire caliente sobre sus manos y fue cuando recordó que su amigo iba descalzo, solo en calcetines que estaban llenos de lodo.
Siguió a sus amigos, haciendo un pacto de no separarse, en algún punto Isaac y Peter se fueron. Cada quien con el personal al mando de sus respectivas áreas. No encontraban al sargento en ninguna parte, pero pudieron ver al general. Fueron hacia él y les pidió que lo siguieran.
Entraron a un lugar que se parecía al complejo en el que vivían, aunque completamente sellado para evitar las bajas temperaturas del exterior. El general los llevó a una pequeña oficina, no se parecía en nada a la que tenía en América. Raphael se dio cuenta de que él tampoco había ido por sus posesiones.
—Siéntense—ordenó el general.
Lo hicieron de una manera rápida y ordenada. Un solo movimiento coordinado.
—Señor—dijo Magnus—. Estábamos buscando al sargento.
—Su sargento no vendrá. Le fue concedido el permiso para ir a casa antes de la misión. Tratamos de que todos volvieran al complejo, pero los civiles se salieron de control. No pudimos controlar las masas con tan poco personal. Perdimos contacto con todos aquellos fuera del complejo, teníamos que salir de ahí antes de que...— Su voz se fue perdiendo. Parecía que la situación lo sobre pasaba.
Raphael vio que tanto padre como hijo tenían el ceño fruncido y de esa manera se parecían demasiado. Sin la sonrisa de Magnus y sin el rostro falto de expresión del general.
—Las alianzas lo decidieron. Van a bombardear los países cercanos a Brasil, para evitar que el virus se expanda por el resto del mundo—. Su voz sonaba forzada, solo un indicio de que él no estaba de acuerdo con eso.
— ¡No pueden! ¡Son miles de vidas!― exclamó Charlotte.
—No estoy pidiendo su opinión, la de ninguno de ustedes. Las alianzas así lo decidieron.
—Pero ¿Quién hizo el ataque?― preguntó Magnus.
—Aun no lo sabemos. De alguien que no quiere que se firme un tratado de paz.
Raphael palideció, podía sentir la sangre zumbar en sus oídos. Iban a bombardear todos los lugares cercanos a Brasil, y las demás personas solo vivirían con ello, prácticamente planeaban desaparecer América Latina del mapa. Por eso sacaron del continente a todos aquellos importantes para las alianzas. No sabían el alcance del virus.
—Están aquí porque su misión se adelantará. Estén preparados dentro de dos semanas. La estrategia es la misma, la desventaja es clara, ahora estamos en territorio enemigo. Los rusos, aunque nos ofrecieron refugio, no son confiables. Al enemigo hay que tenerlo cerca. Magnus estará a cargo de la misión, dado que el sargento está desaparecido. Informaré a Morello sobre esto en cuanto el último vuelo aterrice. Vayan a descansar, lo necesitarán.
Salieron de la oficina, dando paso a un grupo que esperaba afuera. No sabían a donde ir, así que utilizando a Charlotte y su dominio de idiomas, preguntó en donde podían descansar. Para su sorpresa, dejaron a los cuatro juntos en un solo lugar. No había distinciones de género.
Raphael se dejó caer sobre una de los catres que estaban colocados en hileras sobre el suelo. Había una pequeña cocineta y un baño. Eso era todo lo que tenían ahora. Frustrado, se pasó las manos por el cabello, luchando por no llorar.
—Ahora vuelvo—dijo Charlotte y salió de la habitación, murmurando un par de cosas en ruso.
—Mi familia está muerta—dijo por fin Raphael—.Todos ellos.
—Si te sirve de algo, nuestras familias también lo están—comentó Nefertari.
—Magnus tiene a su padre−gruñó él.
—Es como si no lo fuera. No es mi padre, es el general. Siempre ha sido el general— espetó este y se sentó sobre una de las camas, quitándose los calcetines mojados y metiendo sus pies debajo de las mantas.
Estuvieron en silencio mucho tiempo, mirando a la nada. Lo que sucedía con el mundo y ellos estaban ocultos en la guarida del enemigo. Era una verdadera suerte si podían dormir esa noche.
—Preguntaste por el equipo médico—dijo Nef— ¿De ahí es esa chica? ¿La del baile?
Magnus hizo una mueca parecida a una sonrisa.
—Su nombre es Eva. Y sí, es parte de los médicos.
La puerta de la habitación se abrió y apareció Charlotte con una botella en las manos. Raphael no supo distinguir que era, ella se la pasó a Magnus, este la abrió y dio un gran trago. La fueron pasando hasta que llegó a Lousen, quien se atragantó con el contenido que raspó su garganta. Sus amigos se rieron de él.
—Cuando murió mi padre—dijo Charlotte después de varios tragos. Estaba sentada sobre la cama con las rodillas abrazadas al pecho—. Nefertari me dijo algo; que tenía otras razones para vivir, al principio creí que era la venganza, después me di cuenta de que no era así. Mi motivo era que ya me importaban otras personas, y yo quería lo mejor para ellas. El punto aquí, Raphael, es que... tienes que admitir que somos tu nueva familia.
Él no dijo nada, bebió otro trago de esa cosa y asintió. No parecía ser suficiente para sus palabras, sin embargo, ella pareció entenderlo así. Estaba pasando por una gran pérdida. Su familia estaba muerta. Miró a sus amigos, todos en posiciones similares, tratando de entrar en calor, con las mejillas sonrojadas a causa del alcohol. Charlotte tenía razón, eran su nueva familia, parecían igual de perdidos que él, pero estaban ahí y eran todo lo que él tenía ahora.
En algún momento de la noche, Raphael se quedó dormido, no era el tipo de sueño profundo, más bien aquel en el que solo tienes los ojos cerrados pero eres consciente de lo que sucede a tu alrededor. Escuchaba las conversaciones de sus amigos, hasta que Nefertari también se fue a dormir.
— ¿Cómo conseguiste la botella?― murmuró Magnus a Charlotte.
—Una chica puede usar sus encantos para conseguir muchas cosas—respondió.
— ¿Qué vamos a hacer, Charlotte?
—Seguir adelante, la misión no se cancelará, ya escuchaste al general...
—Lo sé.
—No te preocupes—dijo ella en un susurro—. Volveremos para que tengas tu cita con esa chica.
— ¿Qué?
—Los vi, en el lago, la noche del baile te seguí para ver si estabas bien, me preocupé cuando no volviste y te vi con ella. Creo que también le gustas. Nunca te había visto tan feliz.
Raphael no pudo escuchar la respuesta de Magnus, así como tampoco pudo ignorar el tono de reproche con el que Charlotte pronunciaba sus palabras. Se quedó profundamente dormido. A sabiendas de que al día siguiente despertaría en un mundo completamente diferente, pero aun guardando sus jóvenes esperanzas de que se pudiera forjar un mundo mejor.
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