20.- Vidas en el olvido:
— ¿Estás seguro de que quieres trabajar con él?―preguntó Magnus una vez que Ike salió de la oficina.
—No creo que tengamos opción—respondió Lousen—. Además, parece inteligente y un buen chico. Aun es joven y se puede moldear. Y a Velika le agrada.
Magnus sonrió y bebió de su café, más tarde tendría entrenamiento con el tres y no quería estar ebrio. No le gustaba darle la razón a Sander sobre que era mucho mejor estando sobrio, pero estaba en lo cierto, a pesar de que su cuerpo y su mente le pedían un trago a gritos.
—Solo digo—señaló Magnus—. Que estoy un setenta por ciento seguro de que el sujeto se tira a tu hija.
La mirada que Raphael le regaló era asesina. Magnus soltó una sonora carcajada. Claro que el buen líder de la resistencia sabía, o por lo menos tenía la sospecha de que Ike Rosendelf, el gobernante de la ciudadela, tenía una especie de relación con su hija. Bastaba con verlos juntos para darse cuenta.
—Fuera de mi oficina—espetó Lousen.
—Relájate. La niña que trajo con ellos ¿Qué harás al respecto?
Raphael se sentó a su lado, ignorando posiciones, en ese momento era su amigo, no su jefe.
—Creo que tu estudiante estrella puede con ella, no quiero asustarla, solo ayudarla a controlarse, tiene siete años.
— ¿Estudiante estrella? ¿Te refieres a Day?―preguntó sarcásticamente.
—Sabes a quien me refiero—gruñó su amigo.
Magnus rio.
—Sander avanza rápido, es fuerte, inteligente y parece tener un motivo muy grande para seguir, a pesar de todas las palizas que se lleva. Creo que si se lo pides, puede entrenar a la niña, parece tener la paciencia necesaria.
— ¿Por qué aceptaste entrenarlo?
Lanhart se esperaba esa pregunta, sabía que tarde o temprano Raphael se lo preguntaría. Sander le habia negado el alcohol, lo levantaba temprano por las mañanas para iniciar el entrenamiento, era un verdadero dolor de cabeza. Magnus terminó su café de un solo trago, sin importar que quemara su garganta y lengua.
—Tiene reflejos rápidos. No hace un mismo ataque dos veces contra la misma persona. Piensa de una forma diferente, es como si pudiera ponerse en los zapatos de su contrincante durante una pelea. Y...— tomó una respiración profunda—. Es la mejor arma que tenemos.
— ¿Arma?― Lousen parecía muy interesado ahora.
—La energía que maneja, además de la eléctrica, es... destructiva. Está aprendiendo a controlarla.
—Ese simple hecho no lo convierte en un arma, si quiere, no volverá a utilizarla.
—Tiene que hacerlo. Busca venganza, por todo lo que sucedió en los túneles, Charlotte mató y destruyó todo lo que le importaba, al menos eso es lo que me dice, al menos eso se dice a sí mismo para seguir adelante, pero tengo la sensación de que hay algo más.
—Hay una chica—concordó Lousen—. Cheslay me habló sobre ella. La historia es un tanto confusa, pero creo que Sander quiere encontrarla ¿No te has preguntado porque habla con todos los sietes y mentalistas a su disposición?
—Es una buena teoría. Aunque no me interesan sus motivos, el bastardo es...
— ¿Bastardo?― bromeó Lousen— ¿Ya te estás encariñando con él?
Magnus no dio pie al chiste. Se refería a sus estudiantes como le venía en gana, tal vez era una conducta aprendida de su padre.
—Ese bastardo es la única persona que conozco que se puede mover más rápido que Charlotte.
Los ojos de Raphael no podían reflejar más sorpresa y esperanza, Magnus se habia sentido igual cuando Sander empezó a progresar, y es que con él, tal vez, al fin tendrían una oportunidad de acabar con esa mujer.
Magnus se puso de pie y salió de la oficina. Esa mañana lo citó Raphael para hablar sobre Ike Rosendelf y todos sus planes. El problema era que Dylan no quería trabajar con el gobernante, su odio hacia las personas de la ciudadela era demasiado grande, o eso quería creer, para Magnus solo era un niño asustado. Al final lograron convencer al uno, con la promesa de que le quitarían a Charlotte todo su poder político de esa forma. Fue la única forma en la que Dylan aceptó trabajar con él. Además, estaba el hecho de que Dylan actuaría como consejero de Ike Rosendelf, sin embargo, no podía salir a la luz como tal. El gobernante solicitó llevarse a su amigo, el inútil, el siguiente mes, ya que Noah podría actuar frente a las pantallas y la prensa, mientras que Ike y Dylan planeaban su siguiente golpe hacia Charlotte.
Magnus sabía que ella no era un contrincante fácil. Él mejor que nadie, la conocía bien y eso acabó por destruirlo, a diario se decía que Charlotte no era así cuando eran jóvenes, que ella tuvo que pasar por todo ese sufrimiento y dolor para convertirse en el monstruo que era. Magnus trataba de comprender, no podía perdonarla, por más que se esforzara, no podía. Ella se llevó a sus hijos y los transformó en máquinas que no tenían sentimientos. Jordán y Jeremy no tenían habilidades de evolucionados, ella encontró la forma de hacerlos útiles. Magnus supo lo que Charlotte planeaba cuando ya era demasiado tarde. Sus hijos habían cambiado, el alegre Jordán y el pequeño Jeremy. Cada vez que recordaba sus infantiles rostros, tenía ganas de beber hasta perderse a sí mismo, y los recordaba todos los días.
Lanhart llegó hacia la salida de la zona oeste, pasó la placa por la pantalla y salió. Hacia demasiado frio, llevaba puesta un abrigo grueso, un par de guantes y botas para nieve. Su aliento se tornaba blanco al contacto con el exterior. Le costó dar cada paso hacia las rocas en la orilla del acantilado, donde le gustaba entrenar a sus chicos.
Sander ya estaba ahí, y aún no eran las ocho de la mañana. Magnus vio la chaqueta y los guantes tirados sobre una de las rocas. Alexander tenía la cara y las orejas de color rojo, llevaba puesta una camiseta de mangas largas de color gris, un pantalón negro de algodón y las botas para la nieve.
— ¿Qué estás haciendo?―gruñó Magnus.
—Salí a correr—respondió el chico―. Si corrro a una velocidad normal, entonces mi aguante aumenta...
Temblaba de los pies a la cabeza y en su piel habia ligeras gotas de sudor.
Magnus se sentó sobre una de las rocas y lo miró firmemente.
—Hoy no habrá entrenamiento. Vuelve adentro.
— ¿Qué?― el rubio parecía muy sorprendido—. Pero ya casi logro completar el ataque con...
— ¡Fue una orden!― gruñó—. Saliste a correr anoche durante la tormenta. Justo ahora no estas al cien por ciento ¿Crees que no se reconocer la fiebre cuando la veo? Vuelve adentro.
—No quiero volver, necesito entrenar, necesito ser fuerte, yo quiero...
—A nadie le importa loque tú quieras.
—Puedo entender eso, de verdad, pero necesito...— Él no terminó la frase.
Magnus ni siquiera se lanzó al frente para atraparlo, dejó que cayera sobre la capa de hielo formada sobre el suelo. Se habia desmayado, ese chico necesitaba conocer los límites de su propio cuerpo, necesitaba saber que las habilidades de los evolucionados no harían algo para lo que su cuerpo no estuviera preparado. Él se excedía, todos y cada uno de los días, llegaba antes de tiempo y se iba después. Aun cuando Magnus le diera el día libre, Sander salía a entrenar.
El general tomó una respiración profunda, levantó a Sander y se lo echó al hombro como si no pesara más que un costal de papas. No lo llevaría al hospital, no fastidiaría a la doctora Brahim con una estupidez como esta, cuando ella trabajaba arduamente en una cura. Una cura de la cual tendría que mostrarle avances a Lousen y los ministros. Ahora Magnus ya no estaba a cargo de esa área, ya que gracias al tres que ahora llevaba cargando, se descubrió todo sobre los experimentos para encontrar la cura en los contaminados. Se planteó el hecho de dejar al tres en la nieve en vez de llevarlo adentro.
Optó por llevarlo a su recamara, donde al llamar a la puerta, el chico asiático abrió y Magnus lo corrió del lugar. Él replicó un par de veces, pero cuando el general dijo que fuera por algo caliente de beber y por medicamentos al hospital, supuso que eso mantendría al seis ocupado por un momento. Dejó a Sander en una de las camas, no le importaba cual era la suya y tampoco iba a arroparlo, no era un maldito padre preocupado, era un maestro enojado.
Se quedó sentado sobre la cama del frente, observando como la respiración del tres se calmaba, él se lo habia dicho, le dijo que se curaba rápido, solo que Lanhart no sabía que tan rápido. La tarde que le dio la golpiza, creyó que no se levantaría hasta dentro de unas semanas, pero Sander ya estaba listo para entrenar al día siguiente. Y ahora tenía fiebre por excederse.
El asiático entró al cuarto, llevando una bandeja con comida de la cual salía despedido vapor y algunas botellas con agua. También habia una jeringa con lo que Magnus supuso era un antibiótico. Echó al seis a patadas de la habitación y cambió la configuración de la puerta para que no pudiera entrar por medio de su placa.
Magnus le prometió a ese tres que lo haría más fuerte, le hizo una promesa que estaba seguro de poder cumplir. Él era el tipo de persona que nunca rompía promesas, una vez lo hizo, cuando prometió a sus hijos que los llevaría a vivir a la ciudadela, lejos de toda esa muerte, fue demasiado tarde cuando quiso cumplirla. Charlotte se adelantó a sus planes.
El tres se removió sobre la cama y abrió los ojos. Aun tenía esa capa de sudor sobre el cuerpo y su cara estaba roja. Magnus le pasó la comida y el tres bebió el agua como si no hubiera un mañana. El general aprovechó que estaba tranquilo para inyectar el antibiótico en su brazo. Él ni siquiera lo notó.
—A veces me imagino que eres como él—dijo Magnus, completamente seguro de que Sander olvidaría sus palabras al día siguiente.
— ¿Cómo quién?― preguntó en un susurro.
—Como un hijo al que ni siquiera pude conocer.
..................................................
Cuando Magnus se enteró de que Lousen sería parte de su equipo, estaba feliz y al mismo tiempo preocupado. Era su compañero, comenzaban una amistad, él era muy inteligente, pero carecía de fuerza física. Magnus podía cuidar de él, si hacían equipo, confiar en Charlotte y Nefertari para ayudarlo. Era el resto del escuadrón los que le preocupaban. Morello no parecía querer a Raphael en el equipo y se lo decía a diario.
Aunque eso no menguaba la confianza de su amigo, Magnus sabía que de resultar herido, Raphael se convertiría más en carga que en ayuda durante la misión.
—No le veo el sentido a hacer un baile—se quejó Raphael en la litera de abajo.
Magnus siguió lanzando la pequeña pelota de color amarillo hacia arriba. Respiró profundo y se encogió de hombros.
—Es tradición. No puedes quejarte, un poco de diversión no le hace daño a nadie. Además, es un buen pretexto para ver a las chicas en vestido corto ¿Te imaginas a Nefertari? Va a golpear a todos los que la miren.
Raphael rio, Magnus vio de soslayo como su amigo dejó caer el libro que había estado leyendo sobre el suelo al lado de la cama.
—Solo digo que... no es necesario. Somos soldados y todos nos preparamos para una importante misión, cada quien de manera diferente.
—Es una distracción. Recuerda que los países van a firmar las lianzas y ese mismo día vamos a entrar por la tecnología que nos robó la segunda alianza. Un tratado entre Canadá, Suiza y Alemania ¿No te parece raro?
— ¿Sabes que me parece raro?― dijo Raphael, levantándose de la cama—. Un baile.
Magnus le lanzó la pelota a la cabeza y también bajó de su cama. Se dirigieron hacia el comedor. No sabía de Lousen, pero él siempre se estaba muriendo de hambre.
—Relájate, hombre—comentó Magnus y le dio una palmada en la espalda. Unas semanas de trabajo con él, le bastaron para saber que Raphael era de los que prefería pasar más tiempo con las maquinas que con las personas. Que tenía problemas para mirar a los demás fijamente y que le gustaba pasar desapercibido. Había algo más sobre él, y eso le agradaba, que era una persona sumamente leal.
—No puedo ¿Sabes hasta que edad estuve huyendo de este tipo de eventos? ¡Incluso me fui de la boda de mi hermana!
— ¿De verdad?―preguntó riendo.
—No es gracioso. No me gustan las multitudes... ni socializar.
— ¡Vamos! Vendrás con nosotros, no tienes que invitar a nadie, no es un baile de preparatoria, solo una distracción, una tradición de este lugar, como los círculos de pelea. Además, hay bebidas gratis.
Entraron en el comedor, tomaron su bandeja con la comida del día y fueron hacia Charlotte y Nefertari, quienes ya estaban en la mesa.
—...y creo que eso no debería ser importante—terminó Nefertari.
— ¿De qué hablan?―preguntó Raphael mientras se sentaba.
—Nef no sabe quién es Bruno Mars—dijo Charlotte.
—Dije que no lo conocía, ahora ya lo conozco.Y no me parece importante.
Los tres rieron. Magnus conocía muchas cosas de cultura popular, al igual que Charlotte y a Raphael como que realmente no le interesaba, pero Nefertari, ella era todo un caso, ya que siempre debían explicarle todo tipo de referencias. Se encerraba en su propio mundo y dejaba que todo lo demás sucediera.
— ¿Irán al estúpido baile?―preguntó Raphael.
—No es estúpido—dijo Charlotte—. Hay bebidas gratis. Cada año se hace, y cada año es igual de aburrido. Podemos... no sé, hacerlo entretenido este año.
— ¿Y qué sugieres?― Magnus estaba realmente curioso.
—Hagamos una apuesta. Una clase de juego. Mañana será el baile y esta noche jugaremos tiro al blanco real. Me refiero a armas de verdad.
—Interesante—dijo Nefertari, quien era la mejor tiradora de todos ellos.
— ¿Nada de círculos de pelea?― preguntó Raphael.
—Nada. Utilizaremos esa zona por la falta de cámaras, eso será todo. Armas y tiro al blanco.
—Estás loca—señaló Magnus a Charlotte—. Pero estoy dentro.
—Aun creo que lo del baile es una muy mala idea—se quejó Raphael.
Nefertari puso los ojos en blanco.
—Si lo que te preocupa es que nadie baile contigo, puedes venir conmigo—ofreció.
Raphael sonrió, aceptando su oferta. Terminaron de comer y salieron del comedor. Cada quien a sus respectivas actividades, quedando en la zona de los círculos de pelea durante la noche.
Magnus se rio a carcajadas cuando entró en el pabellón esa tarde, poco antes de que se metiera el sol, al ver a Raphael con unos lentes de aspecto extraño sobre el rostro.
—Pareces una mosca—dijo en medio de una risa.
—Búrlate lo que quieras, pero he estado trabajando en ellos, me ayudan a ver en la oscuridad y señalan los puntos para que mis disparos den en el blanco—explicó mientras se quitaba los lentes y se ponía un suéter de color negro, este tenía mordisqueadas las mangas.
— ¿Eso no es hacer trampa?― preguntó Magnus mientras se quitaba el uniforme para utilizar ropa más cómoda y caliente.
—No lo creo. Nunca se establecieron reglas.
—Eso es lo que más me preocupa. Conociéndolas, creo que nos harán perder.
—Confío en mi tecnología, para no ser uno de los perdedores—sonrió Raphael.
—No es que desconfíe de tus inventos, lo que me da miedo es la puntería y el entrenamiento de Nef. Una vez la vi cazar una lagartija con un tenedor, y no miento, pregunta a Charlotte si quieres.
—No, te creo.
Estuvieron listos y salieron con dirección al lugar donde se hacían los círculos de pelea. La tierra por la que pasaban estaba lodosa y blanda a causa de las lluvias constantes de esa tarde. Era un clima un tanto húmedo y frío. Podían ver como se elevaba el vapor desde la laguna, y se perdía entre los árboles.
Vieron las siluetas de las chicas antes de llegar al lago. Corrieron por la orilla de la misma, desprendiendo lodo que se quedaba pegado a sus zapatos deportivos.
— ¿Cuál será el blanco?―preguntó Magnus al llegar.
—Los arboles de manzanas—dijo Charlotte, palmeando el arma a su costado.
—Están del otro lado del lago—se quejó Lanhart.
— ¿Asustado?
—Para nada.
—Bien, esta es la apuesta. Primero voy yo contra Magnus, si ganas, haré lo que pidas, pero si yo gano... Te llamaré señor por el resto de mi vida, y me voy a referir hacia ti con respeto—expresó Nefertari.
—No—dijo Magnus tajante.
—Sabes que perderás—retó.
Magnus frunció el ceño, él odiaba ser reconocido como una forma de autoridad, odiaba el hecho de haber llegado a ese sitio por los logros de su padre, sin que reconocieran los propios. No soportaba que se refirieran a él con un respeto que no se había ganado. Y si algo no toleraría, sería del hecho de que sus amigos lo trataran de esa forma.
—No voy a perder—renegó y sacó su arma.
Eran armas pequeñas, la mitad de ellas podían ser cubiertas con las palmas de sus manos, sin contar el silenciador que les agregaron. Levantó el arma de color negro, apuntó y disparó. Magnus no era de los que pensaban mucho las cosas, prefería actuar por instinto, motivo por el cual falló la mayoría de los tiros, todos menos dos.
Maldijo en voz alta y le dio el paso a Nefertari. Ella tomó su arma, primero respiró profundo, esperó un momento. Magnus sabía lo que hacía, veía hacia donde se movían los árboles, se identificaba con el ambiente para saber que todo estaba a su favor, y si no lo estaba, lo forzaría. Un tiro limpio, dio a la manzana justo en el centro. Las otras cinco fueron perforadas donde mismo. Raphael comprobaba los datos a través de sus ridículos lentes de mosca.
—La apuesta anterior no cuenta—gruñó Magnus.
Nefertari sonrió.
—Lo que usted diga, señor—su tono sarcástico. Ella caminó hacia sus amigos, con un andar seguro.
Magnus la maldijo de nuevo y dejó que Raphael y Charlotte fueran al frente. Ambos tuvieron tiros limpios, Lousen con sus lentes extraños y Charlotte con toda su experiencia. Ambos decidieron que no cumplirían con la apuesta, ya que habían empatado. Magnus no quería ser el único perdedor, así que retó a Raphael, sin utilizar sus inventos raros, para su sorpresa, Lousen aceptó.
—Bien—dijo su nuevo amigo, con toda la confianza del mundo—. Si yo gano, acudirás al baile con vestido y esos zapatos de chicas. También maquillaje.
Los gritos de emoción y burla de Charlotte y Nefertari lo obligaron a aceptar.
—De acuerdo. Si tú pierdes, harás lo mismo.
—Hecho.
Raphael dejó sus preciados lentes en manos de Charlotte, quien los colocó sobre su cara, evitando que Nefertari se los quitara, ambas querían probar el nuevo invento de Lousen.
Magnus disparó cinco veces de las cuales solo tres dieron a las manzanas, ninguna en el centro, todas pasaron rozando. Estaba bien con eso, no necesitaba hacerlo perfecto, solo ser mejor que Raphael.
Su amigo tomó una respiración profunda, levantó el arma y Magnus observó con sorpresa como hacia exactamente lo mismo que Nefertari, y supo que perdería, que esa no era noche, y tuvo la certeza de que Raphael habia estado entrenando con la mejor tiradora que conocían. No perdió el tiempo dentro del campo militar.
Volvieron hacia los pabellones, con tres campeones y un perdedor.
—Si consiguen un vestido y zapatos de mi talla, lo haré.
—Dile adiós a tu linda barba—dijo Charlotte agitando la mano en señal de despedida.
—Será un honor conseguir ese vestido, señor—se despidió Nef y juntas fueron hacia su habitación.
Magnus las maldijo por centésima vez esa noche. Él se preguntaba porque Raphael no se burlaba de todo, al igual que las chicas, y se dio cuenta de que su amigo miraba al suelo, sentado sobre su cama. Con cuidado, Magnus subió a su litera, sin hacer ruido, para no despertar a los demás.
— ¿Qué pasa?―susurró en la oscuridad.
—Charlotte se llevó mis lentes—dijo tristemente y se acostó a dormir.
A la mañana siguiente, ni siquiera recordaba los términos de la noche anterior, estaba más preocupado por el hecho de que cada vez que Nefertari lo veía, lo llamaba señor, le daba miedo que los demás lo notaran y también comenzaran a llamarlo así, pero al parecer, a nadie le importaba y él estaba bien con eso.
Se dio cuenta de que el baile estaría abierto para las chicas de la academia de enfermería y medicina que estaba frente a su cuartel. Todos los hombres del complejo hablaban de ello. Y supo que también estaba un poco emocionado ante esa perspectiva.
A la hora de la comida, no estaban sus amigas, Raphael le dijo que habían ido de compras y Magnus no le dio importancia. Era viernes, habría un estúpido baile donde podría encontrar a una linda chica para pasar la noche y luego volver al cuartel antes de que se terminara su fin de semana libre. Comió rápido y se despidió de su amigo, para ir a correr un momento antes de que los sacaran de sus habitaciones a la fuerza. Magnus ya tenía listo el traje que siempre atraía miradas, aquel negro con toques en dorado, el que poseía sus medallas, cada uno de sus logros. También sus zapatos estaban tan brillantes que podía reflejarse en ellos.
Volvió a las habitaciones algo tarde, sus compañeros ya no estaban. Entró en las duchas para quitarse todo el sudor, lodo y agua de lluvia de encima. Al salir con una toalla enredada en la cintura, se dio cuenta de que la puerta de salida estaba cerrada, y de que su traje, el que habia dejado pulcramente extendido sobre su cama, ya no estaba, en su lugar habia un vestido grande, azul con muchos holanes y unos zapatos que lucían bastante altos y dolorosos.
— ¿Qué demonios?
—Llegarás tarde si no te das prisa, Cenicienta—dijo Raphael a su espalda. Magnus se giró para verlo.
Llevaba puesto su traje, igual al que él habia alistado.
—Pareces un vagabundo, es demasiado grande para ti—bromeó y revolvió el cabello perfectamente peinado de su amigo.
La verdad era, que utilizar un vestido no le importaba, era lo de menos. Se colocó uno de sus bóxer y luego esas capas de tela de color azul claro que picaban. Sabía que debía afeitarse, pero tenía casi un año cuidando de esa barba, y no iba a esperar a que las chicas llegaran para que lo dejaran con miles de cortadas en la cara. Magnus entró en el baño y se afeitó tranquilamente. En algún momento escuchó la puerta abrirse, las voces de sus amigas.
Incluso Raphael les dijo que Magnus se veía preciosa. Pagaría por ello más tarde.
Salió al área donde estaban las camas, y vio como Nefertari y Charlotte ya estaban ahí, ambas con vestidos raros, el de la primera era negro y el de la segunda rosa fuerte. Llevaban esos zapatos altos e incomodos. Magnus se preguntó cuánto tiempo los soportaría. Se sentó en la cama para ponérselos y resultó que le quedaban un poco grandes.
—Ahora, prepárate para la tortura―dijo Charlotte y comenzó a sacar cosas de un bolso.
Magnus se dio cuenta de que era maquillaje. Ambas pasaban cosas por su cara una y otra vez, le pusieron una cosa en los ojos que ardía como el infierno. Cuando por fin dejaron de poner todas esas porquerías en su cara, dijeron que no podía llegar con ellos al baile, ya que, sabrían que se trataba de él, y nadie debía saber que era el hijo del general Lanhart, a él no le importaba, pero no quería meterlos en problemas.
—Tienes que bailar una sola canción con cualquier chica y la apuesta estará cubierta—dijo Raphael antes de dejarlo solo.
Caminó hasta el salón principal del complejo, aquel donde se celebraban ese tipo de reuniones. Magnus esperaba terminar pronto con eso, y volver al cuatro a ponerse su traje, para disfrutar las bebidas gratis en la fiesta. Se tropezó muchas veces y los pies le dolían, se dio cuenta de que estaba lleno de lodo. Los oficiales miraban en su dirección con el ceño fruncido, sin embargo, no lo detuvieron en la entrada. Al llegar vio a sus amigos en la mesa junto a las bebidas, eso no era raro. Lo raro era que en el lugar había mucha gente que no conocía, y de que nadie bailaba. Sería un tanto difícil pasar desapercibido sin que nadie más ocupara la pista de baile.
Tomó una respiración profunda y escudriñó a todas las chicas. Vio a una, era linda, rubia, de ojos claros. Su vestido corto no dejaba nada a la imaginación, Magnus se acercó hasta ella, detrás de la chica estaba su amiga.
— ¿Bailas conmigo?―preguntó seguro de sí mismo, la chica sorprendida por la voz gruesa que la invitaba a bailar. Lo miró asustada y negó con la cabeza enérgicamente— ¡Vamos!― insistió Magnus—. Será una canción... es una apuesta.
—Y es una lástima, pero no—respondió ella tajante.
—Yo bailaré contigo―dijo la amiga de la rubia y tomó a Magnus de la mano para llevarlo a la pista.
Él se quedó sorprendido, ella no era fea, pero la sensualidad de la rubia la había opacado. Tenía ojos oscuros y cabello negro, piel algo pálida, pero una sonrisa deslumbrante hizo que Magnus se sintiera cómodo y comenzara a seguir el ritmo de la canción, llevándola a dar vueltas en el centro del salón.
—Gracias—dijo en su oído.
—Me gustaría escuchar la historia sobre esa apuesta después—comentó divertida.
Magnus se sentía agradecido y hasta cierto punto, feliz. Hacía mucho tiempo que no se sentía así de contento, hasta que una mano tocó el hombro de la chica, y el dueño de esa mano habló con voz firme, Magnus se estremeció al escucharlo.
— ¿Me permite bailar con él?―preguntó el general Lanhart, su padre, a la chica.
Ella asintió y le dedicó a Magnus una mirada de disculpa. Su padre se quedó de pie frente a él.
—No sé quién eres—gruñó el general—. Ni me interesa. Lo que quiero es que dejes de manchar el nombre de nuestra institución. Vuelve a tu pabellón y cámbiate. Quiero verte en tu uniforme. Si descubro quien eres, no volverás a poner un pie dentro del complejo—. Una fuerte y tentadora amenaza— ¿Esta claro?
Magnus asintió, sin atreverse a hablar por miedo a que su padre reconociera su voz. El general lo dejó en medio de la pista y cuando sintió las miradas sobre él, se deshizo de los tacones de un par de patadas y corrió hacía la salida. No supo cómo fue que llegó tan rápido hasta su pabellón. Sus amigos lo miraban en el salón mientras el general hablaba con él, Magnus nunca los delataría, si lo descubrían, diría que fue una broma. No una apuesta.
Se miró en el espejo del baño.
—Parezco un maldito payaso—se rio de sí mismo y frotó su cara con agua y jabón.
Se cambió con su uniforme para luego verse de nuevo en el espejo y darse cuenta de que el maquillaje aun no desaparecía del todo. Abrió de nuevo el grifo y vertió agua sobre su cara, levantó la cabeza para mirarse de nuevo.
—Se quita mejor con crema—dijo una voz a su espalda. Magnus miró a la chica de antes, la que habia aceptado bailar con él.
Ella estaba recargada sobre el marco de la puerta del baño.
— ¿Qué haces aquí?―preguntó.
—Te seguí, corres muy rápido. Y dejaste la puerta abierta.
—No tengo crema—dijo Magnus.
—Ven conmigo, galán.
Ella salió del baño y sacó un par de cosas de su bolso, Magnus reconoció un pequeño frasco con crema y un pañuelo blanco. La chica colocó esa cosa contra su cara y limpió pacientemente con el pañuelo. Cuando terminó, guardó todo de nuevo.
— ¿Es la bolsa mágica o algo así?― preguntó él con ironía.
—Nunca subestimes todo lo que una mujer puede guardar en su bolso—. Una sonrisa deslumbrante se extendió por su rostro.
Él se rio de la broma y salieron del pabellón, se ofreció a acompañarla a casa, pero ella no quería volver aun. Después de una larga conversación, mientras caminaban hacia la fiesta, ambos se dieron cuenta de que ninguno quería volver con todas esas personas, así que caminaron por la orilla del lago.
— ¿Y? ¿Cómo llegaste aquí?―preguntó Magnus.
—Me enlisté para ser parte del equipo médico. Mucha gente está muriendo por un extraño virus y quiero ayudar.
―Eres muy valiente.
—No tanto como para pelear en un campo de batalla— sonrió de nuevo. Magnus se dio cuenta de que le gustaba esa sonrisa.
Se sentaron sobre una banca en la orilla del lago, observando como el vapor se elevaba por entre los patos. Sintió como su uniforme de gala se mojaba por la humedad, no le importó. Tampoco se molestó en pensar que su padre le haría preguntas al día siguiente.
—Amanecerá pronto—dijo ella—. Tengo que volver.
La chica comenzó a caminar hacia el salón de reuniones, donde sus amigas la esperaban. Magnus no quería dejarlo pasar así, había sido la mejor noche de su vida y ni siquiera involucró sexo o bebidas. Sabía que dentro de poco tenía que partir a una misión, a Magnus realmente no le importaba si él regresaba o no, solo quería cumplir y sacar a sus amigos de ahí, su vida tenía sin cuidado. Hasta ese momento, en el que vio a la chica marcharse por la orilla del lago.
— ¿Cómo te llamas?― gritó Magnus.
Escuchó su risa y vio cómo su cabello negro ondeaba con el viento.
— ¡Eva!
— ¡Eva!― gritó Magnus de nuevo, ahuecando sus manos contra su boca— ¡Te veo en el muelle, dentro de tres meses!
Creyó que ella no aceptaría, o tal vez no lo escuchó. Quizá se iría, salir con un soldado siempre era muy difícil, más cuando no entendías esa vida.
— ¡Hecho!− aceptó y se perdió en la oscuridad de la noche.
Magnus sonrió. Ahora tenía un motivo para volver de esa misión, debía acudir a una cita con Eva.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro