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2.- El despertar.

"Un reloj" dice la voz.

Tardo un segundo en abrir los ojos.

Miro por la ventana y me doy cuenta de que todo es de color rojo. No porque lo hayan pintado en unas cuantas horas. No.

Hace más calor que durante el día, a pesar de que el sol no nos está quemando ahora.

Siento que tiran de mí.

Una de las niñas tiene mi brazo entre sus manos. Ella tira de el para obligarme a dejar la cama.

Lanzo las mantas a un lado y corro. No estoy segura de hacia dónde, simplemente corro.

La puerta de la habitación está abierta.

Pierdo a la niña que me despertó entre la multitud.

Me doy cuenta de que no sé qué hacer ¿Ahora qué?

Todos corren hacia ninguna parte, el Campamento se está quemando. Hay fuego por todas partes.

Estoy asustada. El humo cala en mi garganta y en mis ojos y me siento muy cansada.

La voz en mi cabeza no ha aparecido de nuevo.

Miro en todas las direcciones hasta encontrarme con la mirada fría de la Mayor.

Sé que es momento de moverme, correr, salir de su camino.

Me voy por la dirección contraria a ella, que es a donde nadie está escapando, porque el fuego crepita de ahí. Corro, pero quiero detenerme, solo que mi cuerpo actúa por voluntad propia.

"¡Para!" grito "¡Por favor, para!"

"Yo tengo el control, cariño" me responde la voz.

¿Ella tiene el control de mi cuerpo? ¿Por qué? ¿Cuándo sucedió?

Estoy más asustada que antes. Si mi cuerpo me respondiera a mí, ahora estaría llorando, solo que eso no era posible.

Mi otra yo se detiene ante el muro de fuego.

Me doy cuenta de que estamos frente a la valla, los edificios grises de alrededor están en llamas, y los Guardias corren de un lugar a otro para ponerse a salvo. A ninguno parece importarle las niñas que se quedan encerradas. Y al parecer a mi otra yo tampoco, ya que mi cuerpo sigue corriendo.

La Mayor grita mi número por encima de los sonidos.

− ¡930430!− ruge− ¡No te atrevas!

Mi otra yo sonríe y le muestra el dedo medio a la Mayor.

No tengo idea de qué significa eso.

− ¡Atención! La fuga de las presas: 901225, 591215...− más números suenan por los altavoces.

La Mayor se detiene a escupir en el piso, pero luego reanuda su carrera y va por mi otra yo.

No puedo creer que esto esté sucediendo.

Después de meses de golpes, maltratos, abusos, y muchas cosas más, al fin podía ver la libertad del otro lado de la valla.

Comienzo a decirle a mi otra yo que no se detenga, que tenemos que hacer esto por nuestro propio bien.

Creo que mis palabras la ayudan, ya que corre más rápido.

Me doy cuenta de que tengo el control de mi cuerpo de nuevo, porque mis piernas duelen y el humo y fuego calan en mi garganta y ojos.

"¿Dónde estás?" pregunto.           

Nadie responde.

Ella se las arregló para llevarme hasta una de las torres de control, donde podía desactivar la electricidad de la valla, solo que no sabía cómo.

Puedo ver a través de la ventana como la Mayor me busca y maldice en todas las direcciones.

No sabía que una persona pudiera soltar tantas palabrotas en un tiempo record.

Miro lo que tengo frente a mí.

Hay un botón rojo y otro verde.

"¿Qué hago?" pregunto angustiada.

"Rojo..." susurra la voz, y parece cansada.

No pienso en nada más y presiono el botón rojo.

Chispas salen despedidas de todo el lugar. Ahora el fuego ha alcanzado la torre de control y de la valla sale un espeso humo de color negro.

Veo como las presas se dirigen hacia ahí y empiezan a trepar la reja. Ya no hay electricidad.

Me cubro la boca con el antebrazo y bajo los escalones que me separan de la explanada. Llego al final de la torre de control y me encuentro con una horrible escena.

Los Guardias abren fuego. Las niñas caen al suelo de una por una.

La Mayor es quien dirige el ataque a todas. No nos quieren libres, nos prefieren muertas ¿Tan peligrosas y malas fuimos? Antes de perder la memoria debimos haber sido muy malas personas como para que nos quisieran muertas en vez de libres.

Sacudo la cabeza y corro en dirección  a la valla.

Primero atrapo parte del metal caliente con mis manos, y a pesar de que siento que me quema no lo suelto.

Acomodo los pies y trepo, trepo lo más rápido que puedo a pesar de las quemaduras y del humo. Muy a pesar de que siento las lágrimas resbalar por mi cara, lágrimas derramadas por todas aquellas chicas que no pudieron salir.

Estoy en la parte alta de la valla. Veo que las demás presas se sueltan y caen sobre el pavimento del otro lado. Hago lo mismo, solo que olvido poner los pies antes y todo el impacto de la caída lo recibe mi hombro derecho. El golpe saco el aire de mis pulmones.

Me pongo de pie y me doy cuenta de que un horrible olor y ardor sube por mi pierna izquierda.

Una de las chicas me empuja al suelo y yo caigo con un golpe seco.

Ella se quita su camiseta gris y empieza a golpear con ella mi pierna hasta que el fuego se va.

La chica no gasta ni una mirada más en mí y sigue corriendo.

Me pongo de pie con mucho esfuerzo. Puedo escuchas a las personas de dentro gritando mi número.

No quiero volver ahí. La simple idea de hacerlo hace que me recorra un escalofrío.

Cojeo hasta una pared de un color amarillento. Esta tiene letras de muchos colores esparcidas por todas partes.

Me siento triste al percatarme de que no se leer, como para darme cuenta de lo que dice la pared.

El dolor de la quemadura de la pierna izquierda y la del golpe del hombro derecho me obligan a ir más despacio que las demás presas. Ellas corren tan rápido que pronto las pierdo entre las calles del lugar.

Me encuentro sola en medio del humo. Por lo menos ya todo está en silencio.

Miro hacia todas partes tratando de encontrar a alguien que me ayude, que me diga lo que sucede, pero no hay nadie.

No me percato de que tengo compañía hasta que escucho los pasos alejarse.

Alguien me está observando. Lleva puesta un... un...

"Pasamontañas"

Si, una de esas cosas.

Toda su ropa es de color negro. La figura solo me observa, y yo no puedo ver su cara.

De pronto me señala con una mano y me pide que la siga.

Hago lo que me dice cuando corre al frente.

Me muevo lo más rápido que puedo. Las pesadas botas de los Guardias del Campamento se oyen a mi espalda...

Si tan solo pudiera ir más rápido...

Veo que la figura se mete en un oscuro callejón y la sigo.

No puedo ver nada. Me tiro junto a un montón de cajas de basura que desprenden un fétido aroma que me llena de bilis la garganta.

Por lo menos estoy viva. Pienso en esto hasta que me obligo a tener mi respiración controlada.

−La he perdido− dice una voz fría. Es la Mayor Khoury.

Me atrevo a echar un vistazo.

Ella habla a través de un aparato que está en su oído...

"Un micrófono" me dice la voz.

Le asiento a la nada.

−Me importa un comino cuantos muertos hay− espeta la mujer a quien está del otro lado de la línea− Nuestra prioridad es la presa 930430.

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