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18.- Súper héroes:


—Habrá una tormenta esta noche—dijo Haru mientras se dejaba caer sobre uno de los almohadones en el suelo.

—Creí que tendríamos buen clima durante la semana—comentó Velika.

A Dylan no le importaba si habría tormenta, o lo que cualquiera de ellas dos hablara en ese momento. Lo único que le interesaba eran dos cosas. Uno, que Erick había citado al equipo de élite en la biblioteca, según él les hacía falta interactuar, obviamente, los gemelos lo ignoraron y no asistieron. Y dos, que Cheslay no había llegado, ella había dicho que estaría ahí, pero no lo estaba.

Y luego estaba la chica cinco, la amiga de Velika que veía el futuro, ella no tenía nada que ver con el equipo, y Amanda, quien había llegado junto con ella, simplemente se perdió entre los estantes de la biblioteca, Dylan se preguntó lo que necesitarían para sacarla de ahí, tal vez esperaba perderse y que no la encontraran. El hecho de pensar hablar con Amanda lo sacaba de quicio, si bien, la chica era de difícil personalidad sin demasiados conocimientos, ahora que estaba estudiando todo lo que encontraba... El uno se frotó las sienes con la mano robótica.

— ¿Te sientes mal?― preguntó alguien a su espalda. Dylan reconoció la voz de Sander.

— ¿Qué estás haciendo aquí?―inquirió mientras seguía a su amigo con la vista, el cual se sentó sobre el suelo. Al parecer su pierna ya estaba en perfectas condiciones.

—Velika me invitó.

—Ella no...— Dylan iba a decir que ella no tenía el derecho de invitar a los demás, pero vio a Haru al lado de Velika, a Amanda recorriendo la biblioteca, a Noah siguiendo los pasos de la seis y a Sander—. Olvídalo.

— ¿Y Cheslay? Pensé que estaba con la élite.

—Lo está.

Sander sonrió con burla.

—Estás enojado.

—Eres tan inteligente—se mofó.

—Gracias—. Sander tomó el cumplido sin importar el tono sarcástico con el que fue pronunciada la frase—. Hoy tengo entrenamiento con Lanhart, es por la tarde.

— Me importa porque...―inquirió el uno.

El tres se encogió de hombros e hizo un gesto de indiferencia.

—No lo sé.

—Te hará mierda.

—Eso ya lo habías dejado claro, además, creo que valdrá la pena.

— ¿Eres masoquista?

—No—suspiró profundo—. Mira a los gemelos, ellos son fuertes y fue Lanhart quien los entrenó. Y es verdad que no sé controlar muchas cosas de mi habilidad, no quiero lastimar a nadie más y...

—Y Azul—terminó Dylan por él, se frotó el tabique de la nariz y miró a su amigo—. Cuando estuvimos en la Colonia...

—Lo sé—contestó cortante, con una gota de enfado en sus ojos grises—. Cheslay me lo dijo.

Dylan no respondió, conocía a ambos de una manera demasiado personal y sabía que Sander ya estaba al tanto de todo, incluso de que él había tratado de matar a Azul.

—Es peligrosa.

—Está sola—espetó poniéndose de pie—. Y estar sola siempre la asustaba—. El tres caminó hacia la salida y Dylan no lo detuvo.

El uno miró hacia una de las ventanas. Él nunca se detuvo al asesinar a alguien una vez que la decisión estaba tomada. Y con Azul estaba seguro de ello, si Cheslay no se hubiera metido, ahora estaría muerta y se habrían ahorrado muchos problemas. Aunque también era cierto que se preocupaba por Sander, no creía que el tres entrenara únicamente para vencerlo en combate, no, tal vez eso se decía a sí mismo y a los demás, sin embargo, Dylan conocía esa determinación que podía confundirse con terquedad, él la había vivido, él había buscado a Cheslay por todo el mundo ¿Qué le impedía a Sander volverse fuerte y hacer lo mismo? Nada, la única diferencia era que Dylan había utilizado a los cazadores para convertirse en lo que era, y Sander usaría a Lanhart. Esperaba que su amigo encontrara lo que buscaba y no un monstruo.

—De pie—rugió la voz de Erick, sacando al uno de sus pensamientos.

—Todavía no estamos todos—comentó Velika mientras se ponía de pie.

Dylan observo a su viejo amigo, portaba una nueva placa, llevaba un par de lentes que le permitían saber las condiciones del exterior, parecidos a los de los cazadores, estos estaban colgados al cuello de Erick. Tenía puesto su uniforme de entrenamiento.

— ¿Dónde demonios están los gemelos y Cheslay?

— ¿Juliette y Mirta?― preguntó a su vez Velika.

—Ellas tienen entrenamiento especial con el equipo médico.

—Oh.

— ¿Dónde están los demás?― urgió su nuevo líder mirándolo fijamente.

—No lo sé—respondió Dylan después de ponerse de pie, no fue por el hecho de que se lo hubieran ordenado, lo hacía para mirar a su viejo amigo a los ojos, un reto, una sola regla: No tienes autoridad sobre mí.

Caminó y pasó de Erick hacia los estantes de la biblioteca.

—Tenemos entrenamiento—lo llamó este.

Dylan levantó la mano sin girarse, demostrando lo poco que le importaba el entrenamiento con esas personas. Escuchó como Erick le pedía a Velika que buscara a los gemelos, que él se encargaría de Cheslay, ignorando por completo a Dylan.

Caminó por el suelo resbaladizo, adentrándose en aquella sección que tanto había llegado a gustar durante su estancia en la resistencia, fue hacia los estantes que mostraban comics, libros, series, había otro lugar donde podía encontrar películas, pero por el momento no se sentía con ánimos de verlas. Quería saberlo todo, comprender todas las referencias de Sander. Tomó un pequeño libro de color rojo y miró la portada, el titulo no llamo su atención así que continúo.

No era de sus lugares favoritos ya que había demasiado silencio y ante cualquier ruido inesperado, Dylan se tensaba. Estaba acostumbrado a atacar o a ser atacado, como un depredador. Y estos lugares tan pacíficos no habían sido hechos para los depredadores.

Tenía en las manos un viejo comic de un tipo llamado Iron Man, había escuchado a los de los túneles hablar sobre esas cosas, pero no sabía a qué se referían. Así que queriendo saberlo fue a la biblioteca a buscarlo aquel día, sin embargo, no sabía en qué orden estaban y no le iba a pedir ayuda a Sander, se reiría de él. Dylan suspiró profundo, recargó la espalda en el estante y abrió su próximo entretenimiento.

—Ese es el quinto volumen— dijo una voz.

Dylan la miró, era la mujer que había estado antes en la oficina de Lousen, hacia dos días.

Camila Suker, ministro de Croacia. Ella vestía diferente, llevaba el uniforme de la resistencia y no esos trajes tan llamativos de falda y saco.

—No me importa—respondió.

—Necesitas encontrar el primero—siguió ella y entró al pasillo con Dylan, pasando los dedos entre los diferentes volúmenes— ¡Aquí!―exclamó victoriosa y le tendió a Dylan el cuadernillo.

El uno lo tomó y frunció el ceño. En la portada estaba el mismo sujeto de antes con su traje de color rojo.

—Es un súperhéroe—dijo Camila.

—Sé lo que es.

—No pareces muy conversador. Te pareces a tu madre.

Dylan levantó la cabeza de golpe.

—Tú la...

—No—nterrumpió ella—. No la conocí de una manera personal, pero llegué a hablar con ella un par de veces, Lousen también me ayudó a comprenderla, hablándome sobre Nefertari. Era como su hermana.

El uno frunció el ceño se sentía un poco enfadado.

—Lousen no tiene el derecho a hablar de ella.

— ¡Oh! Créeme que lo tiene.

—Explícate—espetó mientras se cruzaba de brazos.

Camila puso los ojos en blanco.

—No tengo porque explicarte nada. Eres un niño grosero y pedante ¿Lo sabes? ¡Por supuesto que lo sabes! Te gusta leer sobre héroes pero ¿Qué eres tú? No pareces un héroe, tampoco actúas como un antihéroe ¿Qué eres Dylan? ¿Puedes responderte eso?− Ya no parecía la mujer que bromeaba, ahora estaba seria, y una mirada inquisitoria en sus ojos hizo sentir a Dylan incomodo, como si estuviera siendo juzgado.

Cuando Dylan no respondió, la mujer le dio la espalda, pero luego se volvió.

—Medita tu respuesta. No pareces muy convencido sobre ti mismo—le dio una sonrisa de labios apretados y se marchó.

El uno estaba confundido, no era la primera persona que le hacia esa pregunta ¿Tan notorio era lo confundido que estaba? Porque no era un héroe, eso estaba claro, pero tampoco quería ser un asesino y al parecer todo el mundo percibía eso. También le molestaba la familiaridad con la que Camila lo trató, y como habló de Nefertari, nadie, absolutamente nadie podía hablarle de su madre como si él no la hubiera conocido. Los pocos recuerdos que conservaba de ella eran sagrados.

Se recargó de nuevo sobre el estante y abrió el volumen uno de aquella historieta que tanto le había llamado la atención. No terminó ni la segunda página, ya que percibió pasos que se acercaban a donde estaba, no le resultaban muy familiares. Miró la entrada hacia el pasillo en el que estaba y vio como Cheslay se acercaba hasta él.

— ¿Qué estás haciendo aquí?― preguntó ella, haciendo la cabeza a un lado. Un gesto que no era común en la chica.

—Esconderme—respondió cortante.

Ella se acercó hasta donde el uno estaba, él no se movió, Cheslay se acercó de un rápido movimiento a Dylan, él dejó caer el comic al suelo y la sostuvo por los hombros para mantenerla alejada. Ella quería besarlo, él aun no terminaba de comprender algo en su actitud, así que muy lentamente se acercó a su oído y susurró:

—Puedes tomar la forma de otros, pero aun tienes mucho que aprender sobre las personas.

La chica lo miró y una gran y algo psicópata sonrisa se extendió por sus labios, mientras sus rasgos cambiaban, los ojos almendrados fueron cediendo de forma hasta quedar más alargados, el azul le dio lugar a un verde opaco, y la piel pálida cambió a una quemada por el sol, ocultando las pecas. Day debía estar loca para intentar algo así sin que él se diera cuenta. Estaba tratando de hacerse pasar por la persona que él mejor conocía en su vida.

—Lárgate—escupió Dylan.

—Interesante elección de... literatura. Pero existen las películas ¿Lo sabes?

— ¡Que te largues!― exclamó furioso, ganándose un regaño por parte de uno de los bibliotecarios.

Day le regaló otra sonrisa y se fue.

Malditos gemelos. No los soportaba, era una lástima que fueran parte de su equipo, de lo contrario ya habría hecho algo al respecto.

Decidió llevar la historieta para leerla más tarde, ya que, al parecer en ese lugar donde en cada espacio había alguien dispuesto a fastidiarlo, no podría. Caminó por el resto de los pasillos, por si encontraba algo interesante, y vaya que lo hizo. Se quedó de pie en la entrada a un privado que utilizaban los de le resistencia para estudiar o para planear alguna estrategia en los entrenamientos, pero al parecer Amanda y Noah le habían encontrado otro uso.

Dylan carraspeó y dibujó una sonrisa burlona en sus labios mientras los dos se acomodaban sus respectivas ropas. Deseó reírse, era una buena venganza hacia Amanda quien había interrumpido a Dylan y Cheslay aquella noche en el desierto.

— ¿Interrumpo?

—No—dijo ella, su cara de color escarlata.

—Si—contestó él con una mueca de enfado. Noah no se veía incómodo.

Dylan no lo soportó más y rompió a reír, pronto rio tanto que su estómago comenzó a doler, hacía mucho tiempo que no reía de esa forma, tal vez la última vez que lo hizo, fue cuando esperaba el ataque de Khoury en los túneles, cuando bromeaba con Sander. Se limpió las lágrimas y soltó un pequeño suspiro.

—No es divertido—se quejó Amanda.

—No, no era yo el que me "divertía"—replicó Dylan y volvió a reír, esquivando un pisa papeles que Amanda le lanzó—. Muy maduro de tu parte y a propósito—dijo cuándo se marchaba—. Consigan un cuarto.

Dylan se fue de ese lugar, aun sintiendo la necesidad de seguir riendo por lo absurdo de la situación ¿Quién lo diría? Amanda y el inútil de la ciudadela. Sacudió la cabeza y decidió que era suficiente de las sorpresas que podía guardar una biblioteca tan grande como esa.

— ¿Dónde estás?― preguntó una voz en su mente, era una voz que Dylan reconocería en cualquier parte.

Retiró aquel bloqueo de su mente, permitiendo a Cheslay ver donde se encontraba, en aquel lugar que estaba camino a los dormitorios. Pudo sentirla en cada rincón de su mente, viendo sus últimos movimientos, incluso su encuentro anterior con Day, con Camila, o Amanda y Noah. Se preguntó qué opinaba ella de todo eso.

No opino nada― respondió en su mente. Él se había olvidado de que ella seguía ahí—. Ven a la sala de entrenamiento que está cerca de las perreras. Solo faltas tú.

Y cortó la comunicación, sin dar a Dylan la oportunidad de preguntar algo. Pasó a su cuarto y se cambió con aquella ropa especial para entrenar, la que era flexible y resistente. Salió rápidamente y corriendo por la plataforma llegó hasta la sala de entrenamiento, aquella en la que enseñaba a Ian defensa y ataque. Detrás del cristal resistente estaba el equipo de élite, preparándose, pudo ver que Erick decía algo, pero no podía escucharlo.

Fue a la cabina de control de la sala para ingresar a través de su placa, ahí estaba esa chica, la que siempre acompañaba a Velika. Dylan asintió en su dirección.

—Te están esperando—dijo en un susurro.

—Lo sé—contestó él y pasó la placa por la pantalla de acceso— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Yo solo observo.

Él frunció el ceño.

—Esa frase da miedo en muchos sentidos.

Haru, ahora recordaba que ese era su nombre, sonrió, y Dylan se dio cuenta de que la gente en ese lugar no sonreía muy seguido.

No hubo más intercambios de palabras y entró. Erick lo miró con seriedad y continuó hablando, Cheslay se giró para mirarlo e indicarle con un par de señas que se diera prisa. A su lado estaba Velika y del otro lado de ella los gemelos. Erick había dicho que Mirta y Juliette no estarían presentes, tenían cosas que hacer con el equipo médico.

—Todos aquí—decía Erick—. Son personas poderosas, lo mejor de las categorías, lo mejor dentro de la resistencia, todos son evolucionados, excepto Velika, ella es un robot—. Agregó.

La aludida le mostro el dedo medio de su brazo robótico.

—Jodete—gruñó y Erick sonrió.

—Como sea—continuó su viejo amigo—. El punto aquí es que todos están acostumbrados a pelear solos, a moverse individualmente, eso se acabó. Estamos aquí para aprender de los movimientos de los otros, y gracias a Cheslay y Dom, podemos movernos en la misma frecuencia mental. Vamos a ser un equipo en todo el sentido de la palabra.

—Tú no eres un evolucionado, tampoco—objetó Dylan— ¿Qué te hace creer que puedes controlar a las personas "poderosas" de las que hablas?

Erick se acercó lentamente, de pie frente a Dylan, era casi una cabeza más bajo que él, pero eso no menguaba su determinación.

—No soy un evolucionado—concordó—. Soy un estratega

Dicho eso, dio un asentimiento en dirección a Haru en la cabina.

Ella movió un par de cosas y controles y la sala empezó a cambiar. Se formaban laberintos, paredes que parecían metálicas se alzaban hasta donde les alcanzaba la vista, Dylan se dio cuenta de que cada determinada distancia, había armas como las que usaban los ciborgs, les dispararían en ese entrenamiento. Y había algo más, entre los diferentes laberintos había personas por así decirlo, algunos estaban armados, otros llevaban números en el pecho, se dio cuenta de que esos representaban diferentes categorías. Era como si pelearan contra cazadores y evolucionados.

—Te lo dije— susurró Velika a Day—. Usará muñecos de madera.

La cuatro se rio de su comentario.

— ¿Qué?― inquirió Erick.

—Nada—dijeron al unísono.

—Haru nos hará el favor de controlar la sala—explicó Erick, ignorándolas—. Sabrá a quien disparar y a quien no. Puede ver absolutamente todo... y yo tendría cuidado, puede quedarse dormida en cualquier momento.

Dylan escuchó como encendieron el alta voz.

—Que te den—dijo Haru a través del micrófono.

—Gracias—respondió Erick y aplaudió. Seguido de su movimiento las luces se apagaron y las de emergencia empezaron a parpadear en colores rojo, azul y verde.

Tardó un poco en enfocar la vista, sin embargo, sintió las diferentes pisadas de todos sus compañeros. Cheslay le dio una mirada significativa y contra su voluntad, Dylan retiró las barreras mentales para dejar a ambos mentalistas entrar.

Si entras en algún lugar privado, te haré mierda—dijo a Dominique en sus pensamientos. Pudo percibir una risa por parte de él.

Dylan sintió que las vibraciones en las paredes cambiaban, estaban a punto de disparar. Cambió de posición, preparado para el disparo desde una de las paredes, pero no vino de ahí, uno de los muñecos que estaba detrás de Day soltó la bala, casi dando a la cuatro, si Dylan hubiera parpadeado se habría perdido el movimiento de Velika, quien tomó a Day por los hombros y la puso detrás de ella, colocando su brazo para que este recibiera todo el impacto del arma.

—Hay civiles en el centro del laberinto—dijo Haru en el micrófono—. Su única misión es llegar hasta ellos.

El uno se dio cuenta de que Erick tenía razón, no podrían hacer esto sin trabajar en equipo.

—Vamos a separarnos―dijo en su mente. Supo que los demás lo escucharían, estaban conectados gracias a Cheslay y Dom—. Haru no podrá seguirnos a todos...

—Es una cinco― replicó Day—. Está acostumbrada a estar en varios puntos al mismo tiempo.

—No, no lo está. Por eso se queda dormida.

Lo siguió el silencio, nadie respondió, todos corrieron por un laberinto diferente. Day y Dom fueron a la derecha, donde se separaron más adelante, Dylan podía sentir las pisadas de todos y cada uno. Cheslay fue a su izquierda, Velika fue al frente y dobló a la derecha y Dylan siguió de frente. No estaba preparado cuando las armas comenzaron a disparar. El uno deseó tener un arma con él para responder al ataque. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, parecían horas en vez de minutos, se había cubierto de muchos de los ataques, en un momento se dio cuenta de que las armas que sostenían los muñecos de madera tenían balas de pintura. Y de que las que estaban en las paredes eran laser de baja potencia que solo les harían rasguños, algunas heridas simples, nada que no se pudiera curar. Corrió lo más rápido que pudo, tenía manchas de pintura en la mano metálica por cubrirse con ella. De su mejilla izquierda corría un hilillo de sangre porque por poco no pudo esquivar uno de los laser. Se detuvo en seco, frente a él había un muñeco de madera, pero éste le daba la espalda, Dylan vio a lo que apuntaba ese muñeco de prácticas, Velika estaba en medio de uno de los pasillos del laberinto, no tenía salida, cuatro de esas cosas tapaban todas sus alternativas. Su brazo robótico estaba cubierto de pintura y tenía varios raspones por todo el cuerpo, si esas cosas disparaban sería su fin, igual de muerta que muchos de sus compañeros caídos, Dylan no pudo evitar pensar en Olivia, en como la dejaron atrás en los túneles, sacudió la cabeza. Velika no era su persona favorita, pero tenía que ayudarla, eran parte de un equipo ahora.

El uno hizo control de la gravedad, hacía mucho tiempo que no se sentía igual de fuerte que ahora, tomó impulso con su mano derecha y la estrelló de lleno con una de las paredes, esta no se rompió, pero envió vibraciones por el resto de la misma destruyendo todas las armas de laser en su camino. Velika lo miró con sorpresa, aunque también había llamado la atención de los "vigilantes". Dylan se dispuso a atacar, sin embargo, algo surgió de la nada, cortando las cabezas de los cuatro muñecos que los rodeaban.

Cuando todo estuvo hecho pedazos sobre el suelo, el uno miró como Day volvía de nuevo a su forma, él no conocía a la persona en la que ella había cambiado anteriormente, pero adivinaba alguna habilidad animal.

—Eso es correcto—dijo Dom en su cabeza. Por poco Dylan se olvidaba de las presencias en su mente.

—El laberinto se cierra más adelante, los caminos que tomamos nosotros tres llegan aquí. Dom y Cheslay tomaron los caminos diferentes, deben estar cerca de los civiles—informó Day.

— ¿Dónde está Erick?― preguntó Dylan.

—No me interesa— espetó la cuatro.

—Como sea. Vayamos hacia...— Cerró los ojos para concentrarse, sentir las pisadas de los mentalistas perdidos, se esforzó por ignorar las vibraciones que provocaba la electricidad en las paredes, después de unos minutos pudo percibir algo, era pequeño, pero suficiente—. Síganme.

No lo dijo como una orden, si no como una sugerencia, las dejaría atrás si ellas querían quedarse atrás. Pero lo siguieron, Velika golpeaba la cabeza de las figuras de madera que aparecían en su camino, en un momento, Day logró subir a una de las paredes, arrancando uno de los laser y llevándolo con ella, disparando a los muñecos y hacia las otras armas. De esa forma avanzaron más rápido. Dylan se dio cuenta de que por primera vez no tenía que cuidar de alguien. Estas personas estaban entrenadas desde que llegaron a la resistencia, desde que tuvieron edad para sostener un arma. No debía cuidarlos como lo hizo con las personas de los túneles, no debía preocuparse por ellos como se preocupaba por Ian o por Sam. Estas personas podían cuidarse solas y él podía acostumbrarse a ellos.

­— ¡Deténganse!― gritó Cheslay en sus mentes, Dylan estuvo a punto de tener un ataque de pánico por ella, pero continuó—. Hagan ruido, llamen la atención de las maquinas. Mantengan a Haru enfocada en ustedes. Dom se unirá a su grupo dentro de poco, necesito que destruyan más cosas, estoy a punto de llegar a los civiles.

— ¿Cómo lo hace? Da miedo—dijo Velika.

Dylan sonrió, Cheslay tenía un plan, por supuesto que lo tenía.

—Ella es silenciosa. Cuando asaltábamos los campamentos, era Cheslay la que entraba a los lugares para desactivar los sistemas de seguridad. Los vigilantes se daban cuenta hasta que era demasiado tarde—. Dylan pronunciaba las palabras con una chispa de orgullo.

—Ahora solo nos queda encontrar a tu hermano—comentó Velika.

Day iba a responder, pero una pequeña explosión a unos diez metros de donde ellos estaban, la interrumpió. La cuatro sonrió de oreja a oreja.

—Lo encontramos—exclamó y corrió hacia el lugar donde habían escuchado el desastre.

Doblaron en uno de los pasillos hacia la derecha, Dylan ya estaba cansado de todo ese juego, le dolía la cabeza de solo ver lo mismo por mucho que avanzaran. Siguieron corriendo, hasta que vieron como el pasillo se llenaba de humo ¡Al fin algo diferente!

Day pasó corriendo al lado de Dylan y se lanzó hacia su hermano, golpeándolo repetidamente en la cabeza por haber hecho planes sin ella. Dylan solo los observó, y es que nunca comprendería esa clase de relación, ya que él no tenía hermanos.

— ¿Cómo hiciste eso?―preguntó el uno cuando los gemelos dejaron de manotear.

Dom apuntó a una de las armas laser en la pared y luego le mostró un circulo pequeño que llevaba en las bolsas del pantalón.

— ¿Llevas esas cosas contigo?―inquirió Velika—. Eres un maldito enfermo.

El gemelo le respondió con una gran sonrisa.

—No entiendo ¿Qué es eso?―preguntó el uno un poco fastidiado por quedarse fuera.

—Son armas...o prototipos de armas que desarrollan en la resistencia. Aún no están listas, guardan todo el poder de una explosión en eso—explicó Velika.

— ¿No te da miedo de que exploten en tu pantalón?―señaló Dylan con algo de confusión.

Dominique se encogió de hombros. Raro, realmente raro. Si el uno pudiera definir al gemelo en una palabra, sería extraño.

—Es como una granada en tamaño compacto—siguió Velika—. La presionas y la lanzas. Aun no encuentran el modo de colocar un seguro en ellas, porque se accionan ante la más mínima presión.

—He conocido muchas personas a lo largo de mi vida, pero sin duda, eres el más raro y loco de todos ellos—concluyó el uno y guió el camino.

Los otros lo siguieron. Provocaron tanto ruido como les fue posible, acabaron con casi todos los muñecos de madera del laberinto, Cheslay dándoles indicaciones sobre cómo llegar al centro del lugar, con los civiles. Dylan sentía que pasaba mucho tiempo y se estaba poniendo ansioso. Quería salir de ese lugar cuanto antes. Estar encerrado lo ponía nervioso. No se consideraba una persona claustrofóbica solo que ese lugar lo sacaba de quicio.

Lo único que parecía aligerar el ambiente eran las constantes bromas de Velika y las peleas por cosas estúpidas de los gemelos, ya que si bien el mentalista no se había tomado la molestia de hablar, igual que en la colonia, movía sus manos y su hermana lo golpeaba o gritaba cosas que atraían la atención de las armas. En algún punto, el uno incluso se sintió cómodo con ellos.

Cheslay al fin pudo encontrar a los civiles y les dijo como podían llegar hasta donde estaba ella, Dylan no necesitaba indicaciones, le bastaba concentrarse en las pisadas que ya le eran sumamente familiares. Los cuatro llegaron hasta donde estaba la mentalista y su sorpresa fue que los civiles eran muñecos de paja.

—Deben admitir que Erick es creativo para estas cosas—dijo Cheslay una vez que estuvieron a la vista.

—Con algo debe compensarse—respondió Day y la mentalista le dio una media sonrisa.

—Ya encontramos a los civiles—dijo Velika mientras se dejaba caer sobre los muñecos de paja, estaba cansada— ¿Ahora qué sigue?

—Se supone que debía apagarse el simulador en cuanto todos estuviéramos aquí—respondió Erick.

— ¡Me caga que hagas eso!― exclamó Velika, ya que Erick apareció de la nada.

—Soy sigiloso, admítelo. Como un espía.

—Eso no nos responde ¿Por qué aún no se apaga esta cosa?

Dom, quien se había mantenido aparte, soltó un fuerte suspiro. Dylan sintió como rompió el enlace mental con todos.

—Haru se quedó dormida—dijo. Su voz sonaba ronca y extraña, como si no estuviera acostumbrado a usarla.

—No sé ustedes—dijo Velika—. Pero yo voy a dormir sobre nuestros cómodos civiles.

Pasaron dos horas para que Haru despertara y apagar el simulador en la sala de entrenamiento. Erick los citó a todos al día siguiente para otra sesión. El tiempo en el laberinto no pasó en vano, ya que se abrieron a conversar, incluso a bromear. Dylan se dio cuenta de que no era el único que desconfiaba de los gemelos, Velika les tenía miedo cuando eran niños. Ese comentario había hecho que Day y Dom rompieran a reír. También, vio que los gemelos sonreían demasiado, entre ellos o con burla hacia los demás. Cheslay les contó una de las historias en las que liberaban campamentos, les habló de la colonia en la que vivieron un tiempo, con Jared y Gretchen, hacía ya tantos años. Todos compartieron cosas personales, hasta que Haru se disculpó por los altavoces y apagó el equipo.

Se dirigieron hacia las regaderas de la sala de entrenamiento. Dylan marchó hacia las de los hombres con Dom y Erick.

—Tú hablas—acusó Dylan al gemelo cuando entraron al lugar.

—A veces—respondió cortante.

El uno puso los ojos en blanco y fue hacia una de las regaderas, se aseó rápido y salió del lugar, no quería encontrarse con nadie más el resto del día. Además, quería acudir al primer entrenamiento de Sander con Lanhart. Se encontró con Cheslay y Velika al salir del vestidor, ambas querían acudir al entrenamiento del tres.

Los tres juntos caminaron por la plataforma, quisieron pasar por algo de comer primero, Velika les prometió decirles como asaltar las cocinas sin que los sietes se dieran cuenta.

— ¡Farmigan! ¡Aksana!− resonó un grito por toda la plataforma. No solo ellos giraron para ver quien venía a su espalda, si no que todas las personas que iban hacia el comedor se quedaron mirando a Josué, quien los ignoró—. Lousen los está esperando.

— ¿No puede esperar más? Tenemos que comer—dijo Cheslay.

— ¡Muévanse!― gritó el hombre y una vena apareció marcada en su cuello.

—Será mejor que vayan, o no dejará de gritar—murmuró Velika.

La pareja se despidió de ella y siguieron a Josué hasta la oficina de Lousen. Soltaron un suspiro de resignación, sabiendo que se perderían el primer entrenamiento del tres y él les había pedido a ambos que estuvieran ahí. Se disculparían con Sander después, ahora sabían que existían las cadenas de mando por una razón, todos en ese lugar se encargaban de que no lo olvidaran.

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VELIKA:

Me despido de Dylan y Cheslay. No quería que se fueran pero tampoco que Josué comenzara a gritar. Es la única forma de interacción humana que conoce.

Voy al comedor, Haru ya está ahí, con Amanda y Noah. Andy está en la fila para la entrega de comida. Todos nos enteramos de que Sander entrenaría con Lanhart y queremos estar presentes. Tomo una bandeja y voy por mi comida para luego unirme a todos en la mesa.

— ¿Crees que esté bien?―pregunta Haru un poco nerviosa.

—Es fuerte, no lo conoces—dice Andy con calma.

—No—digo con la boca llena—. Eres tú el que no conoce a Lanhart. Si quiere puede romper al tres.

—Número uno—me dice Haru—. Trágate la comida, puedo ver la carne que masticas. Y número dos, Lanhart no puede lastimar a Sander... lo necesitan ¿No es cierto?

—Creo que Sander necesita romperse—. Amanda habla por primera vez.

— ¿A qué te refieres?―pregunta Andy—. Es nuestro amigo, él...

—Tú no estuviste ahí cuando escapamos de los túneles. No viste su rostro cuando caían de uno por uno los refugiados. Estaba destrozado y cuando se despidió de Azul...— Amanda niega con la cabeza—. Sander necesita algo que lo haga querer seguir adelante.

— ¿Y el que Lanhart lo rompa es ese incentivo?―pregunto con curiosidad.

—No, el incentivo ya lo tiene, necesita los medios y Lanhart es ese medio.

No entiendo a lo que se refiere, pero no quiero preguntar más. Terminamos de comer y vamos todos juntos hacia la parte de afuera, donde a Lanhart le gusta entrenar, dice que las salas de entrenamientos son para miedosos y novatos. Vamos por el área de las perreras, para evitar tener problemas con las personas en el hangar o en las salidas. Las perreras no tienen mucha vigilancia, después de todo ¿Qué clase de ser humano trataría de matar perros?

Me preparo para que la luz del sol lastime mis ojos, pero no sucede, el cielo está cubierto por nubes negras de tormenta, pronto comenzará el mal clima, esto es pésimo para volar. Espero que ya todos los deslizadores estén en sus respectivos lugares.

Miro al frente, y camino hacia donde los gemelos observan la escena, mis pies dejando huellas contra la nieve que ha comenzado a caer. Mi padre no se ve por ninguna parte, me pregunto que estará haciendo. Hemos llegado tarde al entrenamiento, solo espero que Lanhart no empiece a gritarnos.

Los semblantes de los gemelos están llenos de seriedad, no tienen nada que ver con las personas del entrenamiento esa mañana. Quiero preguntar qué sucede, cuando veo aquello que los tiene tan atentos.

Lanhart da vueltas alrededor de algo sobre el suelo, parece un buitre. Tiene cara de estar muy enojado. Ese algo a lo que le da vueltas, es Sander. Esta hecho un ovillo sobre el suelo, tratando de jalar aire, como si acabara de recibir una patada en la boca del estómago.

—Eres débil—escupe el general, nadie ha detenido la pelea... más bien la golpiza que se está llevando Sander, él parece furioso, pero no se puede levantar del suelo―. Dominique me habló de ello, de cómo fuiste débil y no pudiste proteger a tu gente, todos ellos están muertos por tu culpa, porque no eras un líder, solo eras un niño jugando ¡Levántate! Esa no es la actitud de un evolucionado.

Quiero avanzar a detenerlo cuando el general Lanhart da una fuerte patada en su estómago, obligándolo a arrastrarse lejos y tomar grandes bocanadas de aire, pero Day me sostiene del brazo y niega con la cabeza, sé que ella ha entrenado con el general, ella y su hermano le deben todo lo que son a este tipo de entrenamientos, pero Sander es una buena persona, no se merece que lo destrocen de esta manera, no debe olvidarse de quien es.

Niego un par de veces con la cabeza, sintiendo como la ira nubla mis pensamientos. Yo no quiero presenciar algo así de injusto. Me suelto del agarre de Day me voy de ese lugar hecha una furia.

Haru trata de detenerme, pero también me suelto de su agarre ¿Qué demonios les pasa? A Sander más que a todos ¿Por qué en todo el mundo aceptó entrenar con Lanhart a sabiendas de que sería doloroso e inhumano?

Un sonido llama mi atención, saco el intercomunicador de mi bolsillo y miro un mensaje, pero pronto llega otro, es de papá:

La historia comenzará pronto ¿Vas a perdértela? No voy a abrir la puerta una vez que haya iniciado.

—Mierda—murmuro y corro por todo el lugar, atravieso las perreras, abro puertas pasando la placa, voy por la plataforma saltando de barandilla en barandilla, esquivando personas.

Corro lo más rápido que puedo hasta que veo la puerta de la oficina de mi padre, está entre abierta, lo que significa que aún estoy a tiempo de escuchar la historia. Parte de mi mal humor se ha ido, tengo que decir a Dylan y Cheslay lo que pasa con Sander.

Entro en la oficina lanzando la puerta, haciendo que esta choque contra el estante donde está el pez dorado. Suelto un suspiro de alivio al ver que aún no han comenzado. Dylan y Cheslay ya están aquí. Tienen una taza con café entre las manos. Mi padre bebe alguna cosa con alcohol.

—Llegas a tiempo—dice y me da esa sonrisa en la que se le arrugan los ojos. Está de buen humor.

—Si—digo y me dispongo a sentarme en el sofá, cuando el intercomunicador vuelve a sonar.

Mi padre no presta atención al sonido, se sienta detrás de su escritorio y suspira profundo.

—Hay cosas que deben saber—dice más para Dylan y Cheslay que para mí, yo solo vengo de oyente—. La vida no siempre nos da lo que merecemos, nos da aquello por lo que trabajamos. Eso solía decirme tu madre cuando le decía que la vida no era justa. Fue en el inicio de la guerra cuando me lo dijo por primera vez, Nefertari siempre fue...— Papá se interrumpe cuando mi intercomunicador no deja de sonar.

—Lo siento—digo y lo saco para apagarlo, pero veo que ya hay varios mensajes, desde hace dos días en realidad. Frunzo el ceño y abro el primero.

Te necesito. Es una emergencia.

Y muchos más de ese tipo.

¡Velika! Voy a volverme loco ¡Van a matarla si no la saco de aquí! ¡O matara a alguien! Te necesito. Ike.

Me pongo de pie de un salto y me dirijo a la puerta.

— ¿Lo que tienes que hacer es más importante que esto?― pregunta papá—. No volveré a dejarte entrar a estas reuniones si te vas ahora.

Cierro los ojos hacia la puerta, me enderezo todo lo que puedo y respondo:

—Lo es, señor. Es de gran importancia.

Miro hacia atrás para ver su reacción, parece confundido por el hecho de que me haya referido a él como un superior, lo que le dice que es una situación de vida o muerte. Más le vale a Ike que así sea.

—No despegan deslizadores con el clima de ahora—dice, es una advertencia.

—Volveré antes de la tormenta.

—La tormenta ya comenzó—comenta Cheslay.

Aprieto los dientes.

—Permiso para volar durante la tormenta, señor.

—Permiso denegado—responde mi padre sin pensarlo.

—Entonces esperaré un castigo a mi regreso—digo y antes de que otra cosa suceda le doy la espalda, espero a que diga algo más, pero en su lugar solo abre la puerta, quita la clave para que yo pueda salir.

Sonrío para mis adentros y corro hasta mi habitación por algo de ropa más abrigadora. Amanda, Haru y Noah están ahí. Los saludo y busco mi cazadora por todas partes, hasta que Haru me la lanza cuando pregunta que es lo que busco.

— ¿Has revisado el futuro de Ike últimamente?―pregunto mientras me pongo la chamarra.

—No, no hay señales de alarma.

— ¿Qué sucede?―pregunta Noah y se pone de pie, claramente preocupado por la mención de su amigo — ¿Vas a alguna parte?

—Si—digo y le lanzo un par de botas para la nieve—. Y tú vienes conmigo.

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