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16.- Emboscadas y dulces sueños.


El cielo siempre es más oscuro antes del amanecer.

Nefertari repetía esas palabras cuando Dylan era niño, aunque en ese entonces, él no conocía su significado. El recuerdo de su madre se desvaneció tan rápido como apareció, pero no era su culpa, claro que no. Simplemente se sentía afligido y enojado, molesto consigo mismo, por todo lo que no había sido capaz de proteger. Su madre tampoco estaba, para servirle de apoyo o consuelo, eso solo lo hacía sentir más furioso con el maldito, podrido e infectado mundo. Había sido su culpa que Nefertari muriera, era un remordimiento con el que tenía que vivir, algo que debía enfrentar todos los días.

No lloraría por los muertos, al contrario, lucharía por los vivos. Aun si en el proceso acababa con su vida. Era lo único de lo que podía estar seguro; los malos viven y los buenos mueren o sufren, aun no sabía que era peor.

Le costó mucho tomar esa decisión. Ayudar a los demás, a Sander y sus refugiados. Dylan se decía que lo hacía por Cheslay, porque ella volvería, y necesitaba que estuviera orgullosa de sus decisiones, que no lo odiara por su pasado, el tiempo que pasaron separados. Sin embargo, muy en el fondo sabía, que lo hacía porque era lo correcto. Años atrás dejó de hacer cosas buenas, estaba tan acostumbrado a simplemente actuar sin meditar lo que era correcto o incorrecto, que cuando tomó la decisión de simplemente ayudar, algo dentro de él se sintió extraño, como si comenzara a juntar las piezas de una cosa vieja y rota.

Suspiró profundamente mientras escuchaba el eco de sus pasos contra el vacío del túnel.

Él y Sander terminaron de hablar sobre lo que parecía una invasión, los vigilantes los acechaban a los refugiados. Lo correcto era que el líder de los túneles tuviera esa información, punto final. Dylan arriesgaría su vida por esas personas y esperaba que valiera la pena.

Llegó al final del pasillo, donde una persona lo esperaba. Sam tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una pierna recargada sobre la pared. Cuando Dylan pasó frente a ella, la mentalista simplemente lo dejó seguir caminando.

— ¿Por qué?― preguntó antes de que Dylan pudiera avanzar más.

El cazador se detuvo, le dio una sonrisa practicada y odiosa por encima del hombro.

— ¿Por qué no entras en mi mente y lo averiguas?― inquirió, apuntando a su cabeza con un dedo.

—Sabes que no puedo leerte si no quieres. Las defensas que has levantado son muy buenas — replicó y caminó para alcanzarlo.

El joven continuó caminando, pero aminoró el paso, esperando que Samantha caminara a su ritmo. Supuso que era lo mínimo que podía hacer, después de todo, era lo más parecido a una amiga que tenía en ese lugar.

—Tengo cosas importantes que hacer—respondió después de un momento.

—Entonces ¿Por qué lo haces?― presionó Sam, su tono alzándose por encima de lo normal― ¿Por ella? ¿Por Cheslay? ¿Por qué crees que vale la pena?

Dylan se detuvo en seco. Samantha estaba dos pasos detrás de él.

El silencio que se extendió entre ambos fue tal que podían escuchar cada gotera en los túneles. Y ella lo sintió, como Dylan abrió su mente para que ella pudiera ver cada pensamiento y razón.

Sam podía sentir la tensión, el ambiente se volvió sofocante. Ella era una lectora de mentes, desde que se convirtió en evolucionada, fue fácil saber lo que las otras personas pensaban, y siempre se valía de eso para manipular y controlar a otros, su hermana Chandra entre ellos. Pero no sabía cómo se sentían, no podía invadir y compartir algo tan complejo como las emociones.

Samantha avanzó y se colocó frente al cazador, sin romper la conexión. Él miraba fijamente el suelo, sus ojos perdidos en algún recuerdo, y solo entonces Sam se preguntó por cuanto había pasado en realidad, cuantas decisiones difíciles debió haber tomado en su búsqueda, para llegar hasta donde estaba ahora. Y por un segundo, sintió que podía conectarse con las emociones de una persona, ver y sentir cada punzada de dolor en su ser. Todo se volvió demasiado abrumador para ella, así que retrocedió un paso, sacudiendo la cabeza.

Sam, la fría y calculadora Sam estaba retrocediendo porque una persona la hizo sentir agobiada y vulnerable ¿Cómo podía cargar con todo eso?

— ¿Dylan...?― murmuró, pasándose la lengua por los resecos labios.

—No soy un héroe—interrumpió él, su voz casi perdiéndose en el eco del túnel, su mirada no abandonaba el suelo, y sus hombros estaban caídos, como si llevara un gran peso sobre ellos—. No soy el héroe, pero tampoco quiero ser el villano... estoy cansado, harto de matar y provocar que maten. Solo... yo solo...— no terminó la frase y frunció el ceño, rompiendo el hechizo que lo mantenía inmóvil.

—Quieres morir— susurró Sam, sintiendo las palabras salir por la fuerza.

— ¿Es importante? ¿Quién quiere estar vivo en este mundo de mierda?

—Mientes― respondió molesta―. Tú quieres vivir, por Cheslay, por...

—Esa mujer no es Cheslay― replicó―. No actúa como ella, no puede ser ni la mínima parte de todo lo que Cheslay es.

— ¡Eres un idiota y te matarán por eso!― exclamó Sam furiosa.

Él soltó una risa sarcástica y se dirigió al cuarto de control, el lugar donde Dexter controlaba la seguridad de ese refugio, el mismo sitio donde Sander lo citó.

Sam no lo siguió.

Ofreció sus servicios en los túneles, la única cosa para lo que era jodidamente bueno. Nunca pensó que el tres aceptaría. Tal vez se encontraba desesperado, considerando que Dylan podía o no ser ese traidor que los estaba entregando, o quizá simplemente le daban una segunda oportunidad, una donde le permitía decidir lo que era correcto.

Dylan tomaría esa oportunidad, poniendo su vida en riesgo, ya que era lo único que tenía para apostar. Podía morir en el intento, ya no le importaba. No tenía un hogar al cuál regresar.

Durante mucho tiempo viajó con una simple idea en mente: encontrar a Cheslay. Sin embargo, ahora ella no estaba, no pudo encontrar a la chica que él había conocido.

Entonces ¿Qué sentido tenía continuar con esa patética vida? Nada, absolutamente nada.

En cambio, podía ser capaz de darle a Cheslay una oportunidad de ser feliz con alguien más, de rehacer su vida sin recordar esos asesinatos, sin sentir que era un monstruo. Tal y como ella pensaba de sí misma antes de que los separaran.

Dylan entró en el cuarto de máquinas donde lo estaban esperando, por lo que no se molestó en avisar su llegada.

Adentro se encontraban: Andy, Olivia, Sander, Dexter y un par de chicos de los cuales no sabía sus nombres, aunque tampoco le importaba mucho.

Andy y Olivia estaban sentados alrededor de una mesa que llevaron hasta ahí. Sander y Dexter hablaban en voz baja mientras miraban una de las pantallas que contenía un mapa. Los otros dos chicos no dejaban de mirarlo fijamente. Dylan los ignoró y caminó hasta sentarse al lado de Liv.

Sander dio algunas instrucciones y pronto, en una de las máquinas de Dexter, apareció el rostro de una chica.

— Hola― su voz apenas un murmullo.

—Luisa— saludó Sander con seriedad.

Cuando él les había dicho que su relación con los de la bodega era algo especial, Dylan no tenía idea de que fuera tan tensa, considerando toda la historia que Olivia le había contado. Los ayudaron a conseguir provisiones, cayeron en una trampa y después apoyaron a los habitantes de las bodegas, consiguieron vacunas para ellos.

Eso lo hizo recordar cuando surgió la enfermedad, cuando la vacuna era toda la esperanza... Sacudió la cabeza y miró hacia la mesa, no debía perderse en ese momento.

Vio como Olivia tenía las manos apretadas en puños, estas descansaban sobre la mesa.

—No tienes que hacerlo— dijo ella.

La conversación que Sander mantenía con Luisa, pasó a un segundo plano.

— ¿Es preocupación lo que escucho?― se burló Dylan.

Olivia levantó la mirada, fue cuando él se percató de que Liv estaba luchando por no llorar. Dylan quiso decir algo, consolarla de alguna manera, pero no encontró la forma correcta de hacerlo. Él estaba dispuesto a entregar su vida ¿Por qué era tan difícil de comprender?

—Yo...― comenzó, desvió la mirada de Liv y murmuró: ― No puedes salvarlos a todos.

— ¿Interrumpo?― preguntó una voz muy diferente desde la pantalla—. Porque si es así, podemos aplazar esta reunión que no es para nada importante.

Sander puso los ojos en blanco.

—Todos— anunció—. Ella es Chandra, la líder de las bodegas. Chandra, ellos son todos.

—Me importa una mierda ¿Cuál es el plan?

—Cazadores vigilan los alrededores― explicó Sander―. Dylan encontró pistas y descubrió que la última vez estuvieron a punto de encontrar la entrada a los túneles. Él y Andy crearon una distracción, fue suficiente para alejarlos por unos días, pero volverán. Estoy seguro de que traerán refuerzos, según los últimos reportes había ciborgs...

― ¿¡Ciborgs?!― gritó Chandra casi poniéndose de pie, su rostro ahora pálido— ¿Tienen Ciborgs? ¡Demonios! Ustedes no tienen problemas, son el maldito problema. Quiero que devuelvan a Sam cuanto antes.

—Lo haremos― respondió Sander con paciencia—. Pero antes necesito un favor.

Ella frunció el ceño y retrocedió, por un momento solo pudieron ver su barbilla y cuello en la pantalla. Dylan se dio cuenta de cómo se tensaba y después relajaba, ella ya había tomado una decisión ¿Cuál era su jodida categoría?

— ¿Y si no lo hago? ¿Utilizarás a Sam de rehén?― inquirió volviendo su cara a la pantalla.

—Nunca haría algo así— replicó Sander, moderando su tono.

Chandra paseó sus ojos por la habitación, observando a todos a través de la pantalla, como si estuviera decidiendo en quien confiar. Dylan le dio una sonrisa torcida cuando ella lo miró.

― ¿Qué te parece tan gracioso?― espetó la joven.

—Tú—respondió él—. Estas personas arriesgaron sus vidas por ti y por tu grupo. Al llevarte vacunas y provisiones. Ahora tú simplemente retrocedes ante la mínima amenaza. Vaya líder ¿Los que te siguen son igual de cobardes que tú?

—No estás ayudando— murmuró Sander.

Chandra lo escudriñó con la mirada y luego asintió.

—Por lo menos uno de ustedes tiene los suficientes para hablarme de frente ¿Qué necesitan?

Sander les regaló una mirada de incredulidad a ambos. Levantó ambas manos hacia Liv, y ella sonrió ligeramente, a pesar de la situación, continuaban siendo amigos y compartían esa comunicación a la que solo se llega con quien has vivido por mucho tiempo.

—Debí saber antes que...―el tres sacudió la cabeza para centrarse—. Necesitamos sacar refugiados de aquí, llevarlos a donde puedan estar a salvo. El aliado más cercano que tenemos...

—Soy yo— completó Chandra—. No es una decisión que deba tomar sola, lo consultaré con los habitantes. Mientras tanto, arregla las cosas para que Samantha regrese.

—Ella no quiere irse— replicó Dylan—. Y no vamos a meterla en una bolsa para echarla de aquí.

Chandra puso los ojos en blanco, conocía a Sam y al parecer el meterla en una bolsa y amordazarla no parecía tan mala idea.

—Quiero hablar con ella antes de tomar una decisión— pidió.

Sander asintió. Los demás se pusieron de pie para irse del lugar, únicamente quedó la pantalla encendida. Cuando terminaron de salir, la puerta se cerró a sus espaldas.

En el pasillo se encontraban los chicos de los cuales Dylan no recordaba sus nombres.

— ¿Belak?― llamó Sander a uno de ellos— ¿Puedes buscar a Sam?

Él parecía ser era muy callado, eran raras las ocasiones en las que hablaba, se limitaba a asentir o negar, pero cuando hacía falta algún cometario directo, él lo hacía.

Dylan no sabía su nombre hasta que Sander lo mencionó. Olivia le había dicho que él era muy bueno para construir cosas, pero también para destruirlas, tenía que ver con su habilidad de controlar la energía, era un tres, mucho menos poderoso que Sander, pero también bueno en lo que hacía.

Belak caminó y unos pasos detrás lo siguió su hermano Ian, el uno supuso que eran de los pocos hermanos que se conservaban. Ellos abrieron la siguiente puerta cuando se escuchó un fuerte golpe, el cual provocó que todos se volvieran.

Azul y Sam estaban sobre el suelo, una arriba de la otra. Habían estado recargadas sobre la puerta para escuchar la reunión. Dylan sonrió, eso parecía algo que Cheslay haría.

—No estábamos escuchando detrás de la puerta— se defendió Sam antes de que alguien más hablara. Quizá aún se le dificultaba distinguir entre pensamiento o palabras.

Cheslay puso los ojos en blanco, se sentó para dejar que Sam se acomodara sobre el suelo.

—Son un caso perdido— dijo Sander mientras les sonreía—. No voy a enojarme por esto, porque debieron estar presentes en la reunión. Chandra quiere hablar contigo a solas— añadió para Sam y asintió hacia el cuarto de computadoras.

Samantha suspiró, se puso de pie sacudiendo su ropa, le regaló una mirada a Cheslay y luego se encogió de hombros, como si le diera una respuesta, y realmente eso era; mantenían una conversación que solo ellas podían escuchar. Sam desapareció por la puerta y todos quedaron en silencio.

—Andy― llamó Sander―. Necesito que se ocupen de las guardias. Lleva a Belak y Hugo contigo, ya saben que es lo principal.

Los tres asintieron, pasaron al lado de Dylan para salir, el único que se atrevió a mirarlo fue Ian, quien rápidamente desvió la mirada. Salieron del pasillo sin replicar.

Cada día, Dylan se percataba de que Sander era respetado en ese lugar, no solo por ser un tres poderoso, sino porque tomaba las mejores decisiones para todos, aun si eso significaba pasar por encima de sus propios intereses. Era un buen líder; uno al que las personas apreciaban.

Era más de lo que él algún día llegaría a ser. Por más que le agradara la sensación de pertenecer que estaba desarrollando en ese lugar, sabía que nada era eterno y que cuando más confiado y cómodo estuviera, todo desaparecería, así había sido siempre.

Dylan se dio cuenta, poco después de que se llevaran a Cheslay. Él era un solitario, no se sentía como un héroe y ciertamente no lo era. Él era el antagonista, aquel que sabía demasiado, pero cambiaria toda la información que tenía si eso significaba la supervivencia de esas personas.

En la habitación únicamente se quedaron Sander, Olivia, Dexter, Dylan y Cheslay. Ella se sacudía el pantalón con las manos, provocando que la tierra que ya tenía, quedara aún más pegada. Los miró con una disculpa muda.

Olivia se deslizó por la pared hasta quedar sentada sobre el suelo, abrazó sus piernas y recargó la barbilla en sus rodillas.

—No tienes que hacerlo— dijo, su voz salió amortiguada—. No nos debes nada, así que no tienes que arriesgarte de esta manera.

—Es mi decisión— replicó Dylan.

—Y una muy mala ¿Qué haremos si pasa algo? ¿Si mueres?― preguntó Olivia y levantó la cabeza, solo entonces los otros se dieron cuenta de que lloraba— ¿No hay suficientes muertos ya? ¿Por qué arriesgarte a ti también? Desde que llegaste a este lugar no has hecho más que ayudarnos.

—Emm... él invadió los túneles...— aclaró Dexter.

—Sin matar a nadie— repuso Sander—. Nunca ha asesinado a alguno de nuestro grupo y Liv tiene razón, nos ha ayudado ¿Estás seguro de querer seguir con esto?― preguntó.

Hubo algo en su semblante, que le hizo saber a Dylan, que si él no actuaba, Sander lo haría, él sería esa distracción para salvar a su gente.

El uno respiró profundo.

—Aún no sabemos si Chandra aceptará a los refugiados. Si no acepta, tendremos que preparar todo para llevarlos a la resistencia del norte, y ese será un largo camino en el que no pocos morirán— explicó con toda la calma que fue capaz de reunir.

Ninguno se atrevió a preguntar sobre la resistencia, si era real o solo una fantasía de salvación para los evolucionados ¿Qué otra opción tenían? Morir aquí o morir allá, no había diferencia.

—Así que quieres morir en lugar de los demás— explotó Liv. Ella frotaba sus manos de manera compulsiva.

— ¡No voy a morir!― respondió Dylan hastiado—. Seré el maldito cebo mientras Sander y los otros guían a los refugiados hasta la bodega, o hasta un camino seguro hacia la resistencia.

—Es muy peligroso. Deberías aceptar el apoyo que Andy te ofreció—contestó Olivia, quien se había puesto de pie.

—No voy a aceptar ayuda porque no la necesito. Trabajo solo y siempre ha sido de esa forma. No quiero preocuparme por otros cuando deba usar mi habilidad

Para su sorpresa, no continuaron con esa estúpida discusión.

Él tenía razón. Su habilidad era inestable y podía lastimar o matar a alguien sin quererlo. Así que no, no llevaría a nadie con él. Actuaria de maldito cebo para alejar a las tropas de las entradas a los túneles y eso sería todo. Volvería y sacarían a los demás para llevarlos a otro sitio. Debían moverse, habían pasado en ese lugar demasiado tiempo, y la mayor lo sabía.

Olivia abrió la boca para decir algo más, pero Sam la interrumpió, abriendo la puerta. Samantha se recargó sobre la pared y sonrió con tristeza.

—Chandra aceptará que lleven a los refugiados a la bodega, siempre y cuando vaya con ellos― explicó con los brazos cruzados sobre el pecho—. Acepté, me iré, pero con el último grupo. Yo... no quiero estar a salvo mientras los demás corren peligro, así que me quedaré aquí hasta que todos se vayan. Además― añadió dubitativa―. También dijo que enviará ayuda... Liam y sus secuaces vendrán para apoyarnos a escapar.

— ¿Liam?― preguntó Sander con el ceño fruncido— ¿Por qué?

La simple pregunta alarmó a Dylan ¿Por qué razón el tres se enfadaba de esa manera? Sam se encogió de hombros.

—Quiere redimirse, supongo.

— ¿Redimirse? ¿Por qué?― indagó Dylan.

Los presentes intercambiaron una mirada que no pasó desapercibida. De acuerdo, ahora tenía curiosidad.

—Solía ser un habitante de los túneles― explicó Sander sin titubeos—. Intentó de matar a Azul. La utilizó para una especie de juego, obligándola a pelear contra otra mentalista llamada Sayuri. El idiota de Liam no tenía idea de lo que Azul podía hacer, ella no solo ganó esa pelea, si no que noqueó a todos los que participaron.

— ¿Escuché mal?― inquirió el cazador― ¿Él hizo que? ¿Y le permitiste vivir?

—Aquí no matamos a nadie― espetó Sander, tomando una pose defensiva―. No se castiga de esa forma. Él y sus cómplices fueron utilizados como alianza con Chandra. Ahora viven en las bodegas, punto final.

— ¿Y qué pasa si tratan de dañarla?― demandó.

—No permitiré que le hagan daño.

—De nuevo.

— ¡Ya basta!― gritó Olivia colocándose en medio de ambos, una mano sobre el pecho de Dylan y otra sobre el de Sander—. Es suficiente. Pueden dejar sus peleas de celos para después, por ahora debes arreglar los detalles con Chandra para que esto salga bien—ordenó mirando a Sander—. Mientras tanto, Dylan y yo debemos organizar el primer grupo de refugiados ¿Pueden comportarse como personas civilizadas antes de que nos maten a todos?

Ambos asintieron a regañadientes. Dylan se preguntó hasta cuando duraría esa situación y cual terminaría siendo su detonante, si sobrevivía ¿Qué pasaría con Cheslay?

Sander, Sam, Cheslay y Dexter se marcharon hacia el cuarto de computadoras.

Si todo continuaba según sus planes, se reunirían de nuevo mas tarde para aclarar todas la cosas, cuando las personas ya se encontraran organizadas, y el tal Liam llegara a los túneles. Todos necesitaban estar en la misma frecuencia o esto no funcionaria, pero para eso tenían a Sam, quien se encargaría de que todos pudieran tener comunicación mental.

La puerta terminó de cerrarse y únicamente quedaron Dylan y Olivia. Él pudo sentir la tensión en la sanadora, como en cada respiración, Liv hacia lo posible por no hablar.

—Relájate— pidió él.

— ¿Qué si mueres?

—No seré ni el primero ni el último en morir por una buena causa— contestó sarcásticamente.

— ¿Cómo sabes que es una buena causa? ¿Por qué arriesgarte por nosotros? No eres un héroe, solo una persona, un evolucionado.

—Una muy poderosa persona que puede alejar a los cazadores y vigilantes de aquí.

Olivia evitó poner los ojos en blanco, cruzó los brazos sobre el pecho, haciendo presión con sus dedos sobre su pecho.

—Vas a morir y todo será inútil— murmuró.

— ¿Por qué te preocupas tanto por mí?― Dylan no pudo evitar el reproche en su voz―. Hasta hace unas semanas me temías, y ahora no quieres que me arriesgue. No comprendo, si muero... si muero... es lo que debía suceder. Los muertos no deben ser un obstáculo para los vivos.

Ella frunció el ceño, dejó caer sus brazos, colgando a los costados de su cuerpo, al final simplemente respiró en derrota.

—Vuelve. No importa si te encuentras herido o débil... has lo posible para volver y yo me encargaré de lo demás.

— ¿Por qué lo haces tú? ¿Por qué das tu vida por estas personas?

—Porque yo no tengo opción. Me fue otorgada esta habilidad y debo usarla para ayudar a otros, aun si eso acaba conmigo— respondió con seguridad.

—Ahí tienes tu respuesta. Parte de lo que sucedió con el mundo fue mi culpa, y quiero arreglarlo.

Olivia se pasó la mano por la cicatriz de su cara, parecía una vieja costumbre. Su ceño se encontraba arrugado, tanto que podía ver las marcas en su frente y alrededor de los ojos.

—Te harás vieja muy pronto si te preocupas tanto— bromeó él.

—Al menos sé que no debo preocuparme por eso—respondió, llevando de nuevo la mano a su cicatriz. Levantó la cabeza y le dio una ligera sonrisa, como si quisiera seguirle el juego bromeando―. No hay nada bonito que perder.

—Bien— murmuró él—. No vas a morir, porque encontraremos el modo de que no te afecte tu habilidad. Y tu rostro no es feo, solo está marcado, eso no quiere decir que seas una chica fea... Quiero decir que...― se rascó el cuello de manera incomoda ¿Por qué era tan malditamente malo con las palabras?―. Eres hermosa. Muchas personas desearían ser tan solo la mitad de lo que tú eres y aun así, no serían tan sorprendentes. Las marcas que llevas en la cara son recordatorio de que el mundo es cruel, y aun con esa crueldad, no pueden doblegar un espíritu como el tuyo. Llevas las marcas por fuera, si... pero muchos estamos dañados por dentro y eso, a la larga, nos hace peores seres humanos— respiró profundo y se dirigió a la puerta, pero se volvió y agregó: — Voy a volver.

Dylan se marchó de ese pasillo. Necesitaba organizar a los refugiados y empacar todo lo necesario para su misión. Armas, ropa para el frío, el mejor camuflaje que pudiera conseguir para moverse en la nieve.

El clima se había vuelto loco los últimos días, era algo más para culpar a la humanidad y sus estúpidos experimentos, el fatídico cambio de clima. Con las nubes cubriendo el cielo de un espeso manto gris, los paneles solares no funcionaban tan bien ya que estaban cubiertos por una gruesa capa de nieve, por lo cual debían ahorrar energía en el lugar.

Dylan sacudió la cabeza, eran demasiadas cosas para preocuparse, y eso no era su jodido problema. Nefertari solía decirle que no se preocupara por cosas que no estaba en su mano resolver. El punto en esto, era que sí dependía de él resolver esto, al menos la parte de encontrarse con el enemigo, arreglar un poco las cosas que había arruinado. Quiso reírse de sí mismo ¿Hasta qué punto llegaría para encontrar redención?

Él y Olivia reunieron a las personas en el panal, cada uno dejó sus actividades para participar en la selección de refugiados que viajarían a la bodega. Hubo algunos voluntarios para ir con el primer grupo, aunque todos decidieron que serían mujeres y niños primero.

—Igual que en el Titanic— comentó Olivia con una sonrisa.

—No comprendo tu referencia—respondió Dylan.

—A veces olvido que...

— ¡Anda! Suéltalo, que no tuve una infancia normal—bromeó.

Ella le respondió con un ligero golpe en el hombro.

Continuaron dictando instrucciones a los refugiados. La mayoría quería llevar sus pertenencias ¿Qué maldita parte de viajar ligero no entendían?

Debían recorrer el camino menos peligroso, ya que se encontraba en una quebrada, donde se suponía, el enemigo no debía buscar, por miedo a los depredadores que los habitantes de los túneles ya habían cazado y comido años antes. Ahí los interceptaría un grupo aliado de la bodega. Los guiarían evolucionados que sabían pelear, defenderse, proteger y lo más importante: pasar desapercibidos. Andy viajaría con ellos para vigilar al tal Liam.

Una parte de él deseaba conocer al sujeto y darle una paliza que lo hiciera recordarlo el resto de sus días, sin embargo, una parte más racional, sabía que Cheslay se enfadaría con él por la innecesaria demostración de fuerza. Así que sí, como la mayor parte del tiempo, se encontraba atrapado entre la decisión de seguir su instinto o la voz de la razón.

Los preparativos se terminaban, las personas tenían tres horas para estar listas, dejando atrás sus más pesadas pertenencias. Él no iba a sacrificar su vida por un montón de acumuladores.

Dylan se dirigió a su cuartucho y empacó las cosas necesarias en una vieja mochila que Sander consiguió para él. Metió una botella con agua, guantes, y cosas para el frio, en caso de que necesitara pasar la noche en el exterior.

Se cambió con la ropa que le habían dado, todo lo hacía lucir como los montañeses con los que habían vivido él y Cheslay mientras eran fugitivos. Sonrió al acordarse de esas personas, quienes eran demasiado amables... luego recordó su destino y la sonrisa desapareció. Colocó la gorra de color negro sobre su cabeza, la chaqueta blanca forrada en lana, y las botas para la nieve. Eso era todo lo que se podía permitir. Colgó la mochila sobre su hombro y salió de su habitación. No se había sentido muy familiarizado con ella, tampoco con la idea de dormir en una cama, así que solo cerró la puerta, pensando en que nunca volvería a ese lugar.

Caminó por el pasillo sin encontrarse con una sola persona. Eso estaba bien, no quería distractores, tampoco un motivo para querer quedarse. Ya que su único motivo ahora miraba con ojos de amor a alguien más.

Dylan suspiró profundo, haciendo que sus hombros subieran y bajaran a un ritmo normal. Necesitaba esa concentración, descender a esa parte de su mente donde no era nadie, a ese pequeño lugar en el que todo se encontraba en orden, ese sitio que a pesar de ser la parte más oscura de su ser, siempre lo ayudaba a ver todo más claro. No estaba nervioso, no tenía miedo. Al contrario, lo invadía esa calma característica, esa sed de sangre que solo aparecía cuando estaba a punto de cometer una locura.

Lousen solía decirle que ese no era el comportamiento de un soldado. Pero Dylan sabía que él no era un soldado, no era un héroe. Él era un monstruo, si en un futuro, se llegaban a contar historias sobre él, únicamente sería para asustar a los niños con las atrocidades que había cometido.

Sander y Olivia lo recibieron en el último túnel. El líder le dio un rastreador que Dexter había diseñado, Liv le dijo adiós y le recordó su promesa de que volvería. Dylan solo pudo asentir. Sander lo acompañó hasta la salida, donde antes cortó madera con Andy, le parecía una vida de diferencia.

— ¿Aún quieres hacerlo? Porque podemos cambiar de lugar en este momento.

—Los refugiados necesitan a su líder—interrumpió Dylan—. No vas a ir a una misión suicida.

—Pero tú sí.

—Yo no soy el líder de nadie y nadie decide por mí, punto final.

Sander levantó las manos en señal de rendición y miró al frente, hacia el campo nevado frente a la salida de los túneles. Quizá explorando las posibilidades, la ventaja y desventaja que representaba para ellos una tormenta de nieve.

Casi hombro con hombro, ambos esperaban, no importaba que, ya fuera el humo de una fogata, el sonido de pasos que se confundían con la lluvia, un disparo... con lo que no contaban era con la figura de color negro que se deslizaba en el viento, siendo capaz de cubrir el cielo de su vista.

—Mierda— gruñó Dylan y lanzó a Sander al suelo para ocultarse entre las rocas—. Tienen deslizadores.

Ambos miraron al cielo, a la gran nave negra que dejaba caer sus luces de color azul sobre todo el territorio. El motor casi no hacía ruido, el metal del que estaba forrado no emitía vibraciones, si fuese así, Dylan las habría sentido. Se movía por el aire como si de un ave se tratara.

—Tenemos que advertir a los demás— dijo en voz baja, realmente dudaba que Sander conociera el lenguaje de señas con el que se comunicaban los cazadores―. Si viajan en deslizadores, significa que tienen apoyo de la ciudadela.

Cuando estuvieron seguros de que las personas a bordo del deslizador no lograron verlos, volvieron al túnel, pasando a través de la puerta a gran velocidad, Dylan se preguntó porque Sander corría a su ritmo. Corrieron al cuarto de máquinas ante la mirada confundida de Olivia.

Encontraron al grupo que lideraría a los refugiados en su escape. El uno conocía algunos rostros, sin embargo, la mayoría le resultaron desconocidos.

― ¿Qué demonios?― inquirió uno de ellos.

—Tienen deslizadores— advirtió Sander, sin verse afectado por la carrera.

—Eso complicará las cosas—respondió quien parecía el líder.

—No son de guerra— explicó Dylan, lo último que necesitaban era volver paranoicos a los de la bodega y que retiraran su apoyo—. Son de rastreo. Contienen pulsos electromagnéticos en caso de que el enemigo sea alguien con exo-traje u otro deslizador. Hasta donde sé, también tienen luces cegadoras, por lo que debemos tener cuidado.

— ¿Tú quién demonios eres?― preguntó el mismo sujeto de antes.

—Quien está salvando tu jodido trasero— replicó. Pudo haber tenido una respuesta amable, pero su tono lo sacaba de quicio.

Sander parpadeó en señal de cansancio, mientras daba un paso hacia atrás, dejando libre acceso para el uno.

—Dylan, este es Liam.

— ¿Este es el uno? ¿El Cazador?― inquirió Liam, señalándolo.

―Tampoco pareces gran cosa― replicó Dylan―. Considerando que pudiste aprovecharte de una mujer indefensa.

―Yo no la llamaría indefensa― dijo Sander en voz baja. Si el cazador no supiera que al tres le molestaba esa situación tanto como a él, habría dirigido su ira en otra dirección.

― ¿Sabes algo?― se burló Liam―. Volvería a hacerlo.

Dylan apretó los puños en un intento fallido por reprimir su ira. Lo último de lo que fue consciente era de dar un fuerte golpe en la mandíbula de Liam.

Cheslay estaría decepcionada de él por no controlarse, pero al menos se quedaba la satisfacción personal.

Pudo ver al idiota durante unos minutos, ser capaz de estudiar su postura y palabras, utilizar esa información para formar un perfil. La confianza con la que se movía, significaba que tal vez era un seis, una habilidad animal y a juzgar por sus movimientos precavidos y percepción de las cosas, Dylan determinó que se trataba de un animal marino. Quizá pudiera respirar bajo el agua o soportar temperaturas muy bajas, ya que el chico no llevaba otra prenda más que una camiseta, unos jeans y un par de botas.

— ¿Qué demonios?― gruñó Liam por la sorpresa del golpe, de su labio corría un hilo de sangre.

—Eres necesario para la misión. Pero si vuelvo a verte, arrancaré tus piernas— amenazó el uno.

Liam dio dos pasos al frente, quizá planteándose el hecho de enfrentarlo.

—Permites que ataquen a tu gente en tus dominios― dijo al fin, dando una mirada a Sander.

El rostro del tres se transformó en una expresión que era familiar para Dylan, sin embargo, no creía que Sander fuera capaz de sentir esa clase de ira. La frialdad en los ojos grises y la mandíbula apretada dejaban de lado al sujeto amable a cargo de los túneles.

Sander se acercó a Liam, cuando estuvo a un paso de distancia, dijo:

—Tú no eres mi gente.

Dylan supuso que para alguien que había sido llamado amigo, esas palabras debían doler. No quería darle puntos a Liam, pero el sujeto parecía ser listo, ya que no se atrevió a replicar. Quizá si era extraño ver esa parte de Sander.

Después de advertir al grupo acerca de los deslizadores, corrieron por los vacíos pasillos de los túneles para volver al exterior. Justo antes de abrir la puerta, Dylan se detuvo y miró sobre su hombro.

—No tienes qué venir conmigo— dijo a Sander.

—Si tengo— replicó decidido.

Como si su presencia en los últimos momentos antes de la misión, fuera requerida. Sander pasó a su lado, giró la rueda y abrió la escotilla al exterior, el frío viento los recibió. Juntos salieron, el tres cerró se quedó atrás, vigilando los alrededores.

—Si no regreso al segundo día— murmuró Dylan después de un momento—. No me busquen, significa que estoy muerto.

—Ten por seguro que lo haremos. Si hay esperanza...

—No hay esperanza para los muertos, porque si estoy vivo, haré lo posible por volver.

Sander frunció el ceño y miró un punto fijo en la nieve, como si intentara poner en orden sus ideas. O tal vez intentaba decidir algo que iba en contra de su propia naturaleza.

—No voy a prometer algo así― comentó al fin.

—Entonces no lo hagas. Pero prométeme que mantendrás a salvo Cheslay, aún en contra de su voluntad, llévala a un lugar donde pueda estar segura siempre, llévala a la resistencia del norte— pidió.

Sander no respondió, simplemente asintió, como si las palabras sobraran. Ambos se quedaron en silencio, esperando un movimiento por parte del enemigo, algo que los obligara a ponerse en acción. Para que Sander volviera a los túneles y Dylan pudiera defender la zona y desviar la atención de los refugiados, para que él provocara tanto daño como para que los ejércitos estuvieran sobre él y no sobre quienes escapaban.

Dylan miró al cielo y vio como un ave que no supo reconocer, volaba tranquilamente, quizá buscando su nido, tal vez perdida, extraviada de la parvada. Sacó su arma y le apuntó, a pesar de que no dejaba de moverse, Dylan atinó a la perfección y después de una detonación rápida, el ave cayó en algún punto de la ciudad abandonada.

— ¿Qué te hizo?― preguntó Sander alarmado.

—No me gustan las aves— respondió cortante.

—Estás loco.

—No tienes ni la menor idea de cuánto.

Sander metió las manos en los bolsillos y respiró profundo. Su aliento se tornaba blanco al contacto con el ambiente. Estaba muy callado, sus hombros subían y bajaban a algún ritmo... y estaba tarareando...

—Estás... ¿Cantando?− inquirió Dylan.

Él se encogió de hombros.

—Canto cuando estoy nervioso o esperando por algo y esta situación es una reunión de esas dos cosas— explicó— ¿No reconoces la canción? Fue muy popular hace algunos años, podía escucharla cuando me escabullía en las alcantarillas de la ciudadela...

Dylan negó un par de veces.

—No la conozco.

— ¡Vamos!― exclamó Sander―. La utilizaron en una película de súper héroes.

—No comprendo tus referencias— concluyó y miró al frente.

—No sé si eres aburrido o... en fin― dijo encogiéndose de hombros―. Mi padre tenía una pantalla táctil, en la cual me dejaba ver videos de mis bandas favoritas, también me dejaba leer o ver películas— habló con una sonrisa marcando su rostro— ¡Ah sí! Una pantalla táctil es como una computadora, pero...

—Sé lo que es una pantalla táctil— aclaró Dylan—. Crecí en un laboratorio, no en una cueva.

—Oh— comentó Sander—. Mi padre me dejaba usarla, pero no quería regalarme una, solía decir que era muy pequeño para cuidarla, aunque supongo que no era lo suficientemente pequeño como para no ayudar en la granja.

— ¿Hablas por hablar o también porque estas aburrido?― preguntó Dylan con sarcasmo.

Sander se encogió de hombros, como queriendo decir que no importaba. El uno se dio cuenta de que el tres solía ignorar cuando utilizaba un tono despectivo. Quizá comenzaba a descubrir en que situaciones lo usaba. Dylan tragó saliva, la única persona que lo conocía a ese nivel era Cheslay.

—Esto— dijo el cazador, bajando la chaqueta para mostrarle el cuello—. Es lo único que mi padre me ha regalado, marcas y cicatrices. La de la nuca fue antes de mi octavo cumpleaños. Algún día voy a devolverle todos y cada uno de sus obsequios.

—Dime la verdad ¿Por qué quieres hacer esto?

Sander le dio una mirada que no pudo descifrar. Sin embargo, el descubrir que no era lastima, fue lo que le permitió responder.

—Porque no quiero poner a nadie más en peligro. El escuadrón de búsqueda lo dirige una mujer llamada Khoury. Es peligrosa y no quiero que atrape a alguien y obtenga información de esa persona.

— ¿Y si te atrapan a ti?― preguntó con preocupación.

—Me ha torturado antes y sabe que no diré nada. Me matará en cuanto tenga la oportunidad y yo haré lo mismo con ella, no es la primera vez que nos enfrentamos—. Dylan suspiró y se levantó la manga izquierda. Ahí tenía una cicatriz digna de una jodida medalla—. Esto lo hizo cuando me encontró en México. Esta— dijo y se levantó la chaqueta para mostrarle las costillas, donde había tres cicatrices más—. Una es de Brasil, otra de Rusia y hay una más en la pierna que no puedo mostrarte ahora, pero esa fue en Madrid. Me ha seguido por todo el maldito mundo porque le gusta ese juego... porque para ella un mundo perfecto es aquel donde no existen los evolucionados. Somos un experimento que se salió de sus manos. Y ahora dio con tus túneles solo por seguirme, el hecho de que estén en peligro es mi culpa.

Esperó a que el tres respondiera, que gritara o lo golpeara por haber llevado a Khoury hasta los túneles, sin embargo, no hubo reproches, tampoco miradas de lastima.

—Cuando nos conocimos— dijo Sander—. Cuando te atrapé, dijiste que yo era la primera persona en más de tres años que te hacia sangrar ¿Acaso esa mujer no cuenta?− preguntó con curiosidad.

Dylan parpadeó sorprendido ¿Eso era lo que deseaba saber? O tal vez solamente quería aligerar el ambiente. Ese idiota estaba más loco que él.

—Ella no es una persona, ni siquiera sé cómo describirla, pero no es humana.

Sander guardó silencio durante un momento, parecía tan concentrado que Dylan creyó que lo había puesto a pensar en muchas cosas con su historia. Al fin, Sander suspiró.

—Ella es tu némesis— concluyó.

Dylan movió la cabeza de un lado a otro para negar, haciendo lo posible por ocultar su diversión.

—Sigo sin comprender tus referencias—respondió con una sonrisa confusa.

Se miraron en silencio por un segundo, y ambos rompieron a reír. Quizá era la situación, las circunstancias a las que habían sido arrastrados, tal vez los nervios o el miedo, pero reían como dos viejos amigos. Ahí solos, en medio de la nada, donde nadie se daría cuenta de su arrebato de locura.

Sus risas fueron interrumpidas por una explosión que los hizo callar de golpe. Ambos reaccionaron casi al mismo tiempo, Dylan se dio cuenta de que las manos de Sander se cubrieron con electricidad antes de que él pudiera pensar en cualquier otra cosa.

—Ha comenzado— dijo— Ya sabes, si no vuelvo antes del segundo día, no me busquen, es que estoy muerto. Toma a los que quedan y sácalos de aquí. Si muero quiere decir que fracasé y vendrán por los demás.

Sander sacudió las manos un par de veces, la electricidad desapareciendo tan rápido como llegó. Asintió una vez y abrió la boca para hablar, pero Dylan no alcanzó a escuchar la respuesta del tres.

Corrió lo más rápido que pudo al encuentro con sus enemigos, ahí donde Khoury lo esperaba, podía sentir la sed de sangre de la mujer, podía percibir con cuantas ansias quería eliminar a los evolucionados.

Llegó a una meseta, que estaba cubierta de nieve y gracias a los troncos de los arboles podía ocultarse y tener una buena visión de lo que sucedía, la altura sería su mejor aliada en un ataque sorpresa. Con su atuendo de color blanco, exceptuando el gorro y las botas, podía pasar más o menos desapercibido entre la nieve.

El aliento se escapaba de sus labios y se tornaba blanco por el frio del ambiente, las puntas de los guantes estaban mojadas y comenzaba a sentir frio en las manos.

Pudo ver a lo lejos a la mujer, no era fácil que pasara desapercibida, ya que emanaba un aura asesina, además el parche que llevaba sobre el ojo izquierdo la convertía en un blanco. Ella llevaba puesto su uniforme, el normal, aquel que era pulcro y tenía medallas sobre uno de sus hombros. Hacía años que Dylan no la veía usar un exo-traje, y aun así lograba causarle las cicatrices con las que cargaba. A Khoury la acompañaba un grupo pequeño, no más de diez ciborgs y no menos de veinte soldados sin exo-trajes, ninguno era de élite, eso le facilitaría las cosas. Podría con ellos, podía ser una distracción suficiente para lograr que los refugiados escaparan.

Echó un vistazo a su alrededor y maldijo por lo bajo; uno de los ciborgs caminaba hacia la zona por la que los refugiados escapaban. Dylan tomó una respiración profunda, sacó su arma y verificó que estuviera cargada. Elevó una súplica a quien quisiera escucharlo para que los refugiados se movieran lo bastante rápido a la hora de escapar, y que Sander y su equipo fueran lo suficientemente fuertes como para detenerlos si Dylan fallaba.

Bufó ante ese último pensamiento. Como si fuera posible que él fallara. Juró por todo lo que alguna vez conoció que no perdería, que regresaría a los túneles, donde se sentía como en casa. Era Dylan Farmigan; el niño prodigio, uno de los prototipos, el único uno que quedaba vivo. Había pasado por cosas peores que esta y sobrevivido. Era él y no perdería.

Salió de su escondite, haciendo todo el ruido posible y disparó al ciborg justo entre los circuitos del pecho. Un perfecto tiro limpio ¡Bum! Toma eso, maldito. Pensó con sarcasmo y se lanzó al suelo, ocultándose entre las ramas congeladas de los árboles, para evitar todas las balas que llegaban. Los vigilantes abrieron fuego. El uno cubrió su cabeza y oídos con ambas manos, empujó sus pies contra los troncos y rodó colina abajo, en intento por escapar de los disparos.

Levantó la cabeza para que la nieve no quedara pegada a sus ojos y le impidiera ver. Incorporarse rápido y evaluar el terreno era lo principal, si era cegado más de un segundo, significaría la muerte. Lo primero que vio fueron las botas, aquellas que no llevaban ni una mancha encima, a pesar de que se encontraban en una ciudad abandonada, sepultada por la nieve y el fango, que ahora parecía un bosque, un muy frio y tenebroso bosque.

Dylan se puso de pie de un salto, cuando escuchó a Khoury quitar el seguro a su arma. Un segundo después, donde antes había estado su cabeza, ahora salía el humo característico de la detonación.

—Estuvo cerca — murmuró.

—Más que cerca—respondió Khoury con su sonrisa de victoria.

Fue cuando Dylan sintió la tibieza de la sangre resbalar por su oreja, ella logró herirlo, y aunque la herida no significaba mucho, lograría dejar un rastro de sangre a su espalda. Como siempre sucedía en esas situaciones, su cuerpo actuaba antes que su mente y saltó sobre Khoury, apoyando sus manos en los hombros de la mayor, logrando una perfecta voltereta, corrió como si no hubiese un mañana y pasó de la meseta, arrastrándose en la nieve, bajando hacia la quebrada. Los ciborgs estaban a punto de abrir fuego contra los refugiados que se encontraban del otro lado de la nevada colina.

Dylan ignoró el hecho de que sus piernas temblaban y sus dientes castañeaban debido al frio y colocó las palmas contra la blanca nieve. El suelo comenzó a temblar, los ciborgs y vigilantes quedaron desequilibrados por unos segundos que él aprovechó para disparar contra ellos.

El uno sintió una bala rozando su hombro y bajó el arma para correr. Por donde pasaba, la tierra se sacudía tanto que los ciborgs tuvieron que anclarse al suelo, y los vigilantes se movían en busca de un equilibrio perdido, que si Dylan no quería que lo recuperaran, no lo harían. La mayor no dejaba de disparar contra él, todo sería más fácil si ella no estuviera ahí; pero lo estaba, y no ganaba nada con pensar en lo que le gustaría que sucediera.

Pudo ver a lo lejos como se alzaban los restos de dos pilares. Había estudiado el terreno antes y sabía que esa era una antigua universidad, aunque ahora solo quedaban ruinas. Corrió tan rápido como pudo, con los ciborgs y soldados siguiéndolo. Pero Khoury no ¿Por qué no lo seguía la mayor? Quería mirar atrás para comprobarlo, sin embargo, eso sería una pérdida de tiempo, y este era muy valioso como para desperdiciarlo, una simple distracción podría costarle la vida. Se lanzó sobre la parte trasera de uno de los pilares de concreto y quedó en cuclillas mientras sacaba las balas y contaba las que le quedaban. Gozaba de por lo menos sesenta segundos para dejar todo en orden. Aún le quedaban municiones suficientes para llegar a donde debía poner en marcha su plan. Dejó que su cuerpo se calmara, que sus pulmones pidieran respiraciones profundas y menos rápidas. Estaba cubierto de una capa de sudor frio, con la sangre chorreando de la herida de la cabeza y de la del hombro. No eran heridas graves, pero estaba perdiendo sangre. No estaba en sus planes resultar lastimado tan rápido.

Escuchó un golpeteo contra el suelo, los ciborgs hacían ruido contra la blanca nieve, era un sonido parecido a la lluvia; una marcha constante. Dylan se puso de pie, acomodando su arma como mejor le parecía y salió de atrás del pilar, disparando a todo aquello que se moviera. Le dolía el hombro tanto como la cabeza, pero no dejaba de disparar, los vigilantes que lo siguieron comenzaron a caer, vencer a los ciborgs era una tarea compleja, que requería más de un disparo.

El sonido de algo crujiendo lo distrajo por un segundo, sin embargo, no sabía que era ¿La nieve? No ¿Los cuerpos muertos? Tampoco ¿La sangre derritiendo la nieve? Tal vez... No, no era eso, se dio cuenta justo a tiempo: Los ciborgs disparaban contra los cimientos del pilar donde antes se resguardaba y este cayó, levantando un montón de nieve y ramas secas a su alrededor, haciendo que Dylan perdiera el equilibro. Los restos no lo aplastaron, pero provocaron que perdiera preciosos segundos en los que los ciborgs abrieron fuego.

Dylan colocó las palmas contra la tierra, lejos de sentirse asustado, se sentía extasiado, nada se podía comparar con la euforia de la batalla. Esa fría calma que aparecía cada vez que tenía que pelear, invadió cada parte de su ser, haciéndolo olvidar quien era. La tierra comenzó a temblar, esta vez de manera más brusca e imparable, los cadáveres flotando sobre el suelo, al igual que el pilar y las rocas, los ciborgs estaban haciendo demasiado esfuerzo para no tener que sucumbir a su poder. Las venas comenzaron a marcarse en su frente, y sintió la sangre escurrir de su nariz, siempre que se esforzaba demasiado, que dejaba ir su habilidad más allá de lo que podía controlar, sucedía esto, se agotaba en poco tiempo, pero valía la pena si los refugiados podían avanzar. Con sus últimas fuerzas, Dylan juntó las manos, y con ellas todo objeto flotante colapsó, unos contra otros, esa fue la pérdida de unos cuantos ciborgs y muchos vigilantes. Sonrió y trastabilló un poco cuando sus fuerzas lo abandonaron.

Un zumbido en sus oídos lo empujaba a querer tirarse sobre el suelo y tomar un descanso bien merecido, pero no podía rendirse, no todavía. Necesitaba ejecutar la última parte de su plan, para poder dormir en paz esa noche. Se puso de pie, sintiendo náuseas y mareos, pero logró sostenerse y avanzó un paso tras otro, estaba corriendo, obligando a sus piernas a no ser de gelatina por lo menos los próximos cinco minutos, lo que le tomaría llegar al lugar de la trampa, misma que él y Sander habían preparado. Siguió corriendo, a pesar de que escuchaba los disparos a su espalda, él sabía que lo estaban siguiendo y que lo seguirían hasta saber que estaba muerto. Dylan pensó que lo atraparían antes de que llegara a la trampa, así que sin pensarlo dos veces, tomó el rastreador que Sander le había dado y lo aplastó con dos dedos, dejando el aparato reducido a chatarra, lo lanzó hacia un montón de nieve sin dejar de correr. El aliento lo abandonaba muy rápido y sentía que su visión se tornaba borrosa conforme avanzaba.

Cuando estaba perdiendo la esperanza, fue que divisó la última parte de las ruinas, una vieja puerta de metal oxidado, algunas enredaderas seguían sobre ella, completamente congeladas, y un nido estaba ahí, supuso que era el mismo que el ave que mató esa tarde estaba buscando. Se alegró de haberla matado, así no enfrentaría el dolor de encontrar a su familia muerta, aunque claro, no le iba a decir eso a Sander como explicación para haberla matado, además, tampoco le gustaban las aves, ellas habían sido las que transportaron el virus más allá de las nuevas fronteras.

Sacudió la cabeza para hacer que su visión se compusiera por un momento. Corrió hasta la puerta y rodeó el área de la trampa. De pronto dejó de correr, sabía que lo alcanzarían, así que solo se detuvo, giró y recargó las manos en las rodillas en busca de un pequeño descanso, tratando de recuperar poco a poco el aliento. Fuera lo que fuese lo que le esperaba, quería que terminara pronto.

Primero fueron las pisadas de los ciborgs lo que escuchó, y cuando vio que Khoury no estaba con ellos, comenzó a disparar, eso le daría algo de tiempo hasta que la mujer los alcanzara, hasta que ella escuchara las detonaciones y decidiera acudir.

Dylan disparaba y atinaba a los pechos y cabezas de aquellos robots, pero ninguno retrocedía, se necesitaba mucho más que esos simples disparos para hacerlos retroceder.

Todo se tornó oscuro cuando sintió el dolor estallar en su cuerpo, no era un golpe, era algo igual de conocido. Estuvo a punto de perder el conocimiento, pero se forzó a permanecer en pie y seguir respirando. La tela de su chaqueta se empapó en un líquido tibio de color rojo, justo debajo de la costilla izquierda ¿Cuándo...?

—Nunca le des la espalda al enemigo— se burló Khoury.

Siempre un paso delante de Dylan.

Él retrocedió, los ciborgs dejaron de disparar, Dylan aún tenía su arma en la mano, pero sentía como perdía las fuerzas sobre el agarre. Khoury y las maquinas avanzaron hacia él, para capturarlo. Cuando todos estuvieron dentro del círculo, Dylan sonrió.

—No sé si lo dije o lo pensé...— murmuró con cansancio—. No ahora, Khoury... no estás un paso por delante... no era como quería que esto funcionara— dijo y se encogió de hombros―. Pero parece un buen modo de terminarlo.

Dylan apuntó hacia las orillas del lago congelado y disparó.

Sander le había explicado que en ese lugar había un profundo lago, que ni siquiera Liam, quien podía respirar debajo del agua, conocía que tan profundo era. Y en esa época, con las nevadas y el frio tan fuerte, habían alcanzados hasta treinta grados bajo cero...

Al momento en que la bala golpeó el hielo, fue demasiado tarde para que Khoury hiciera algo al respecto. El hielo que hasta hace unos segundos era muy fuerte, fue vencido por el estallido y el peso de las maquinas sobre él.

Charlotte Khoury miró a Dylan con odio, pero rápidamente, su visión fue sustituida por agua, masas y masas de agua helada que entraba en su boca, su nariz. Hizo que sus músculos se tensaran, y soltó el arma. Miró como los ojos de los ciborgs se iban apagando, de uno por uno, hasta que todos estuvieron inhabilitados.

Dylan echó la cabeza hacia atrás, dejándose llevar por la negrura que quería tragarlo, por aquel lago, por las lagunas de su mente. Iba a morir, no importaba si era de frío o por la pérdida de sangre, él moriría y ese no parecía un mal sitio para darse por vencido.

Vio como Khoury se hundía más y más, siendo llevada por las modificaciones que su cuerpo tenía, por su parte máquina que pesaba más y le impedía nadar. Dylan sabía qué hacía falta mucho más que eso para matarla, pero por lo menos le daba tiempo a los refugiados para llegar a las bodegas.

Cerró los ojos y dejó que su cuerpo tomara aquel descanso que tanto le había exigido.

—Despierta—gritó una voz en su mente— ¡Lo prometiste! Prometiste que siempre estarías conmigo, que nunca te darías por vencido, dijiste que me encontrarías ¡Despierta!

— ¿Cheslay?− preguntó en su mente.

— ¿Quién más? ¡Vamos! No puedo ir por ti ahora, pero por favor, resiste...—su voz se desvaneció tan rápido como llegó.

Dylan abrió los ojos y comenzó a moverse para tratar de salir del agua, sus músculos estaban duros y era difícil moverlos, pero no imposible. Más por instinto que por cualquier otra cosa, llegó hasta uno de los cuerpos de los vigilantes que flotaban, todo aquello que fuera hecho de carne y hueso estaba flotando, el metal se quedaba abajo. Utilizó los cadáveres para impulsarse hasta la orilla, donde tomó las primeras raíces que encontró y logró sacar la cabeza a la superficie, donde una ráfaga de aire helado lo recibió, provocando dolor en su pecho y pulmones. Tomó una respiración profunda y tosió el agua que había tragado. No respiró con alivio, ya que aún no estaba del todo a salvo, necesitaba salir del agua antes de que el sueño lo venciera de nuevo, así que comenzó a trepar, pero sus torpes dedos con los guantes mojados, no ayudaban en mucho. No supo de dónde sacó las fuerzas para seguir trepando, hasta que estuvo tirado a un lado de la laguna, con sus pies aún dentro del agua. Soltó una pequeña risa; mitad histérica y mitad triunfante. El aire que salía de su boca ya no se tornaba blanco, eso estaba mal, significaba que su cuerpo estaba perdiendo todo el calor, necesitaba encontrar la manera de calentarse antes de morir de hipotermia, pero no podía moverse.

Dylan trataba de ponerse en pie, cuando sintió un tirón desde dentro de la laguna, una mano humana se adhería a su tobillo derecho. Él comenzó a dar patadas, pero el agarre era de acero. Sabía que era la mayor, aún sin poder ver su rostro. Dylan respiró profundo, el aire frio quemando sus fosas nasales, colocó sus manos temblorosas contra la tierra de la orilla y esta se desprendió, obligando a la mano a soltarlo para evitar hundirse más.

No supo cómo fue, ni cómo logró levantarse, quizá siendo impulsado por la adrenalina o el miedo, pero ya estaba corriendo en dirección opuesta al lago, hacia la puerta metálica del lugar. Si llevaba ventaja en algo era en que conocía el territorio mejor que ella. Dylan no se arriesgaría a ir a los túneles, además, no le quedaban fuerzas suficientes para llegar hasta ahí. Caminó lentamente a lo que antes había sido un edificio para estudiantes, ahora quedaban ruinas, y se dejó caer en el suelo, al lado de lo que supuso era un viejo sofá carcomido por animales. Dylan se estremeció y se dobló sobre sí mismo en busca de calor. Su chamarra y pantalón tenían una gran mancha de sangre, y en su labio superior se comenzaba a formar una ligera capa de hielo. Iba a morir ahí. Temblaba de pies a cabeza, le dolía la mandíbula de lo fuerte que estaba apretando los dientes. Ya no sentía las puntas de los dedos de las manos y se dio cuenta de que no tenía puesta la bota derecha, esa que la mayor había sostenido para que no escapara. En su cabello comenzaban a formarse pedazos de hielo, al igual que en sus cejas, no supo en que momento había perdido el gorro negro, aunque tampoco le importaba. Tampoco sabía si el hecho de dejar de sentir la herida en el costado y que esta misma ya no sangrara, era una buena o una mala señal.

Miró por una de las ventanas rotas como un deslizador iba en dirección a la laguna. Rescatarían a Khoury y él moriría congelado, pero por lo menos cumplió con su misión, había sido la distracción perfecta.

Giró sobre sí mismo y esbozó una ligera sonrisa. Pensó en Cheslay y en cómo su voz lo había despertado, mil imágenes de ella acudieron a su mente, hasta que se quedó dormido.

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