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15.- Radicales:

Hola a todos, espero que estén muy bien.

Muchas gracias por seguir aquí, recuerden que sus comentarios me ayudan a mejorar.

Ya saben que los quiero, bonito día.


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IKE:

Hay un olor extraño, es una combinación de la loción que utilizo todos los días y aire fresco de montaña con un toque de pino. Abro los ojos al recordar lo que ocurrió el día anterior.

Mi cabeza se siente pesada, después de todo lo que bebí no me sorprende. Mi brazo esta sobre alguien, ella no parece dormida, esta de espaldas a mí, pero puedo percibir como sonríe.

— ¿Estas despierto?― pregunta.

—Eso creo— contesto mientras dejo de abrazarla y tallo mis ojos con la mano.

Velika se da la vuelta y se sienta sobre la cama.

— ¿Cuánto tiempo llevas despierta?― pregunto y también me siento. La ropa esta tirada por todas partes.

Ella se pone de pie y levanta sus cosas, se va vistiendo mientras avanza hacia la ventana.

—Lo suficiente—me regala una sonrisa antes de ponerse la camiseta.

Me dejo caer de nuevo sobre la cama y cubro mi cara con ambas manos, acompaso mi respiración. Siento su mano sobre mi pecho y bajo las manos, su rostro está a unos centímetros del mío.

— ¿Qué haces?

— ¿Yo?― inquiere, se acerca y deposita un ligero beso en mi mejilla, cuando se retira puedo ver en sus ojos una pequeña chispa de tristeza—. Yo voy a volver a la resistencia ¿Y tú? Tú vas a levantarte, tomar una ducha, ponerte uno de esos bonitos trajes, pedir desayuno y citar a todos los ministros a una reunión, vas a tomar el mando, vas a ser eso que naciste para ser, para lo que has sido preparado. Vas a reclamar la ciudadela, y vas a ser mejor gobernante que tu padre.

Velika se pasea por la habitación, ata su cabello en una cola de caballo y se acerca a la ventana de nuevo.

—No puedes salir por ahí—digo—. Todas las ventanas están bloqueadas y son a prueba de balas.

— ¿No te cansas de vivir encerrado?

—Es lo único que conozco.

—Si fueras conmigo a la resistencia... no sería lo único, podríamos ir en el deslizador a cualquier parte, con la certeza de que siempre volverás a tu hogar.

—Ese es el punto, este lugar, este palacio silencioso y sombrío es mi hogar.

Parece que va a replicar pero solo asiente, creo que lo entiende.

Me levanto de la cama, sin importarme que me vea desnudo, me visto con la ropa del día anterior.

— ¿Habías...? Ya sabes ¿Habías estado con alguien más antes de mí?― pregunto titubeando.

Velika suelta una carcajada, no parece incomoda con el tema, más bien divertida.

—Tres. Oliver era el nombre del primero, era de un lugar llamado Colombia que fue bombardeado cuando era niño, vivía en la resistencia, un día se unió al ejercito de Croacia y no lo volví a ver, tal vez esté muerto. No quise saber el nombre de los otros dos, pues solo eran encuentros ocasionales, viven en la colonia de Canadá.

—Vaya—murmuro un poco confundido.

Camino hacia ella y estoy a punto de agradecerle, cuando pone un dedo contra mis labios, pidiendo silencio.

—No me interesa saber si estuviste con alguna otra chica antes de mí, solo hay algo que me gustaría saber ahora.

Quito su mano de mi boca y deposito un ligero beso en ella antes de dejarla caer.

—Adelante, pregunta.

Sé, que aunque no le conceda el permiso, preguntara de todas formas. Me mira a los ojos antes de preguntar, no es común en ella que piense demasiado las cosas.

— ¿Quién es Greta?

Siento la sonrisa borrarse de mis labios, no sé si es sorpresa, miedo o ira.

—Nadie... yo... es decir, creo que ¿Cómo sabes de ella?− pregunto a la defensiva.

—La mencionaste como dos veces ayer.

—No importa quien sea, ya es hora de irte—digo y pongo una mano en su cintura para acompañarla a la puerta—. Puedes usar los pasadizos, de esa forma no habrá más encuentros con alguien del servicio.

Ella suelta una risa sarcástica y se sacude de mi agarre.

― ¿Qué demonios pasa contigo?― pregunta, no puede evitar un gesto de burla― ¿Ahora te cierras a hablar cuando estabas tan comunicativo? No quiero tu amor, Ike, tampoco tú lastima o lo que sea por lo que hayas accedido a esto. Tenía curiosidad y ahora me tratas como a una puta.

¿Una qué? Sacudo la cabeza. Nunca ha sido mi intención hacerla sentir de esa manera. A ella menos que a nadie, es solo que el tema de Greta es algo sensible.

—No es eso... ¡Jamás diría o insinuaría tal cosa! Eres la única persona con la que me puedo sentir tranquilo, con la que soy completamente yo...— Pienso mejor las cosas antes de seguir hablando—. Sera mejor que te vayas, por favor.

— ¿Sabes qué? Olvídalo. Tienes razón, eso no era parte del trato.

Frunzo el ceño y manoteo como un idiota frente a ella.

— ¿Qué trato?― inquiero.

Velika pone los ojos en blanco, camina hacia la puerta dado grandes zancadas. Antes de salir me mira y sonrie.

—Era solo sexo― dice encogiendo los hombros.

—No creas que...— Pero no puedo terminar, la puerta se cierra— Mierda...

Me quedo pensando unos segundos, puedo seguirla y armar un escándalo en un palacio tan silencioso, o puedo esperar a que se vaya y que se calmen los ánimos de ambos. Tal vez ni siquiera vuelva a visitarme después de esto, quizá aunque le envíe mil mensajes no responderá.

Salgo de la habitación antes de seguir pensando en más pretextos, corro por el pasillo y la encuentro dando la vuelta hacia la salida ¡Imbécil! Ella ni siquiera sabe dónde están los pasadizos. Velika se recarga contra la pared y se limpia con un gesto brusco la cara al darse cuenta de que no está sola.

Miro en todas las direcciones para asegurarme de que no hay nadie en el área familiar del palacio, gracias al cielo estamos solos, eso es raro, no he visto a André desde lo de mi padre, pero me preocuparé por ello más tarde.

—Nunca te había visto llorar.

—Tampoco me has visto darle una patada a un principito en las bolas, pero eso no significa que no sea capaz de hacerlo—espeta.

— ¿Es una amenaza?− sonrío― ¿O un acto de justicia?

—Tómalo como quieras.

—Te acompañaré al pasadizo—ofrezco y apunto con una mano al frente, para que camine junto a mí.

Velika camina a mi lado, sin tratar de hacer conversación, ni se acerca lo suficiente como para tocarnos.

—Lo lamento—digo después de pasar mi chip por la pantalla para abrir la puerta al pasadizo—. De todas las personas a las que puedo lastimar, tú y Lucy son... es decir que ustedes son lo más importante en mi vida y lo que menos quiero es que algo malo les suceda, aunque lo malo que les sucede siempre es por culpa mía.

—Ike—dice y se detiene frente a mí. Aun puedo ver sus ojos irritados por haber llorado―. Cállate. No quiero hablar ahora, sácame de aquí, no me gusta estar encerrada.

—Está bien...— contesto y continuamos caminando. Sé que yo tengo la culpa de su comportamiento pero comienzo a fastidiarme.

Las luces del pasadizo se encienden conforme avanzamos, puedo ver las paredes recubiertas de grueso metal, está diseñado para que se pueda sobrevivir aquí, incluso, durante un ataque con bombas nucleares, aunque claro, desde la segunda guerra entre las alianzas, nadie ha utilizado este tipo de ataques, ahora, lo único que puede llegar a generar radioactividad dentro de la ciudadela, es el reactor nuclear que utilizamos para abastecernos de energía. Este es trabajado por personas de la clase baja, que a diario son diagnosticados con cáncer o sufren accidentes en su tiempo de trabajo. Es uno de los empleos menos solicitados, pero se necesita a alguien para que lo haga. El reactor se encuentra en un lugar especial, las torres que despiden humo sobresalen a través del detector, el reactor está ubicado en la zona media, para evitar conflictos entre la decadente y la rica, se localiza en una parte con agua en el gran lago. Sé que como gobernante debo revisar las condiciones de trabajo, así como la seguridad de los trabajadores, será una tarea difícil, ya que mi padre delegó la responsabilidad del reactor a Khoury.

—Ike—llama Velika. Sacudo la cabeza para salir de mis pensamientos—. Voy a salir por esa puerta en unos segundos, pero quiero que hagas algo por mí. No volveré a no ser que me lo pidas o que sea algo de vida o muerte. Vas a liberar a los curanderos, y no te lo estoy pidiendo, las condiciones en las que están dan pena.

— ¿Tienes idea de lo que eso desataría dentro de la ciudadela? Me preocupa lo que harán.

—Y a mí me preocupan ellos.

—Tengo muchas cosas que tratar ahora, demasiado que pensar.

—Un día más que lo pienses es más tiempo de sufrimiento para ellos. Te juro por lo poco que queda del planeta que si no los liberas, voy a comenzar a disparar a todos los detectores con el deslizador.

Sé que es capaz de hacerlo, por eso no tomo su comentario como una broma y no me rio del mismo.

— ¿Y qué sugieres que haga con ellos? No puedo simplemente dejar que vaguen por la ciudadela, las personas los van a... matar.

—La muerte sería mejor que lo que llaman vida ahora—responde—. Pero no, vendré por ellos, hablaré con el líder de la resistencia, estoy segura de que encontraremos un modo.

Esbozo una sonrisa para ella, la más simple y sincera que soy capaz de esbozar, aquella que guardo para Lucy.

—Siempre es un placer hacer tratos contigo. Espera por la llamada. Primero es tomar mi puesto, lo primero que haga como gobernante será liberarlos, tienes mi palabra.

—Lo quiero por escrito—dice.

Estoy a punto de darle la razón, cuando veo que su cara se cubre con una gran sonrisa, está bromeando.

Velika me da la espalda y abre la puerta de metal que nos separa del exterior, da un gran salto y cae sobre la tierra y las plantas que cubren el asfalto del antiguo mundo.

—Tendrás que salir algún día ¿Lo sabes?― grita para que la escuche.

Trago saliva ante la perspectiva de salir, de simplemente irme, dejar todas las responsabilidades y escapar, pero no puedo hacerlo, demasiadas cosas y personas dependen de mí. Tal vez algún día, cuando pueda ser libre, cuando pueda dejar todo atrás sin ser un cobarde.

—Que tengas un buen viaje—exclamo en respuesta.

Ella niega un par de veces, pero continua caminando hacia lo que supongo es el escondite de su deslizador.

Me quedo mirando el sitio por el que desaparece, entre la maleza y las ruinas de los edificios. Antes de detenerme a pensar en lo que estoy haciendo, ya he bajado de la pequeña plataforma que hay hacia el exterior, corro hasta los árboles, tropezándome un par de veces con algunas rocas sueltas, varias ramas cortan mi cara, sé que el traje que llevo, ahora está hecho un desastre, pero de cierta forma no me importa. Sigo corriendo, con el aire escapando de mis pulmones, tengo una pésima condición para estas cosas, cuando al fin puedo verlo, el deslizador. Tiene raspones, donde debería ser negro se asoma el color plateado de lo que creo es metal, sus llantas de aterrizaje lucen gastadas por el tiempo, algunos de los vidrios están estrellados y la rampa cuelga hacia un lado, motivo por el cual, supongo que no cierra del todo bien. Es raro verlo de cerca, ya que Velika siempre que habla de él, parece un artefacto creado por los mismos dioses, pero al verlo así...

Y luego me doy cuenta. ¡Estoy en el exterior! No hay detectores sobre mí, el cielo es de un hermoso color azul, sin nada que distorsione la tonalidad, las plantas, la tierra, el aire... todo es diferente. Y lo que es mejor de todo; no tiene un final, no puedo ver el fin de todo esto, hay más y más a donde quiera que mire, en la ciudadela todo tiene un límite, pero aquí no.

— ¿Estás bien?― Su voz me trae de regreso a donde estoy.

Respiro profundo. Soy Ike Rosendelf y puedo controlar lo que sea.

—Si.

Velika cruza los brazos sobre el pecho y esboza una sonrisa burlona. Su pie golpea la plataforma de su deslizador, sus ojos reflejan la risa contenida en esa sonrisa.

—Creí que ya habías partido—digo después de un momento.

— ¿Sabes? Siempre que vengo a visitarte, justo cuando me marcho, miro hacia atrás con la esperanza de que decidas seguirme, pero nunca lo habías hecho. Hoy estuve a punto de no mirar, pero cuando lo hice te vi saltar, así que decidí esperar. No es como si lo merecieras.

Me llevo las manos al cuello y lo froto un par de veces.

—Soy una mierda de persona.

—Sí, lo eres—se mofa.

—Lo siento.

—Si vuelves a lamentarlo voy a golpearte muy fuerte.

—Está bien— acepto y miro un punto fijo entre la maleza, algo se mueve entre las plantas, me quedo viendo hasta que un insecto sale y brinca de una rama a otra.

Sé que lo siguiente que diga va a definir nuestra relación, que pondrá un fin o un inicio. No estoy preparado para dejar ir a Greta, pero tampoco quiero perder a Velika, es injusto para ella tener que competir contra el fantasma de una persona que en su momento significó todo para mí.

― Yo no estoy listo para hablarte de ella.

— ¿Ves? No era tan difícil—sigue estando de pie sobre la plataforma.

— ¿No vas a pedirme más información?

Pone los ojos en blanco y suelta sus brazos, dejándolos caer en sus costados.

—Lo único que quería saber es quién demonios es Greta, pero si no estás listo, entiendo. He esperado por muchas respuestas toda mi vida, créeme que se convivir con las personas que están llenas de secretos. Mi padre es una de esas personas, pero el hecho de que guarde información de mí, no significa que deje de quererlo o respetarlo. Entiendo lo que tu puesto exige, Ike, no soy una niña inmadura aunque a veces actúe como tal.

Asiento para que sepa cuan agradecido estoy por sus palabras, me quita un peso de encima, y sé que las cosas están bien entre nosotros, porque no puedo perderla a ella, a Velika menos que a nadie.

—Noah conoce toda la historia—digo y retrocedo unos pasos para permitir a la plataforma del deslizador subir lentamente—. Puedes persuadirlo para que te diga todo. Su debilidad son las mujeres bonitas y rudas, además odia sentirse acorralado. No te dirá nada o a Haru, pues ya las considera como parte de su familia, pero estoy seguro de que sabrás hacerlo hablar.

— ¿Me estás dando permiso de jugar con la mente de tu mejor amigo?

—Si.

—Me gusta—sonríe y la plataforma termina de cerrarse.

Antes de que las turbinas del deslizador se enciendan, doy la vuelta y me dirijo hacia el túnel, sintiéndome un poco más ligero, sin un peso familiar sobre mis hombros, no he dicho todo, pero de cierta forma me siento mejor que antes. Hasta me tomo la molestia de mirar alrededor, de poner atención en cada sonido, en cada color y cada respiración. Todo antes de volver a mi encierro.

Paso, exactamente, veinte minutos en el exterior. Me armo de valor para volver, se siente diferente en cuanto cierro la puerta a mi espalda, incluso parece que las paredes se cierran a mí alrededor, aunque claro, solo es mi percepción. Avanzo por el túnel, hasta llegar a la parte donde hay puertas, aquellos sitios que funcionan como refugios temporales. Las luces se apagan a mi espalda, y las del frente se encienden, siendo activadas por alguien más.

— ¿Ike?―reconozco la voz de Anel.

— ¿Qué estás haciendo aquí?―pregunto y me detengo frente a ella.

Lleva puesto uno de sus muy costosos vestidos, es de color verde claro, incluso guantes blancos cubren sus manos.

—Yo debería preguntar lo mismo—replica y cruza los brazos.

Me permito sonreír, niego un par de veces y la tomo por la cara para que me mire.

— ¿Sabes qué? Puedes hacer lo que quieras, no me importa. ¡Que todo el mundo haga lo que le plazca!

— ¡Suéltame!― chilla y me empuja—. Estas actuando como un loco, además ¡Apestas! ¿Has estado bebiendo? ¡Y estás todo sudado! Me das asco.

— ¿Qué tal si intento abrazarte?― bromeo. No recuerdo cuando fue la última vez que bromee con mi prima.

Ella retrocede, como si me temiera, es curiosa su reacción, ya que me he comportado cortante y grosero muchas veces con Anel, pero ahora que quiero ser más abierto simplemente huye. Tal vez soy patético por creer que las personas no están lastimadas por tantos años de silencio.

—Me voy—digo y continúo con mi camino, sin girarme hablo una vez más―. No te metas en problemas.

Puedo escucharla murmurar algo respecto al uso excesivo de drogas.

—A propósito—exclamo y giro rápido para ver su reacción—. No habrá más curanderos a partir de ahora, así, que si fuera tú, dejaría de ocasionarme daño para poder ir a utilizarlos.

Su cara no tiene precio.

No se cuánto tiempo paso en el túnel, pero cuando llego a mi habitación, el sol anuncia el medio día. Perfecto.

Tomo un baño un poco largo, elijo bien el siguiente atuendo, un traje completamente negro, no por estar de luto, más bien para imponer autoridad. Mis pies rechinan contra el suelo cuando avanzo lentamente por el pasillo. Ya puedo ver a la servidumbre ir de un lugar a otro, llevando comida, haciendo el aseo de las diferentes recamaras, tanto de las familiares como de las de huéspedes. Saludo a todos con una sonrisa y un "Buen día" La mayoría responde con una inclinación de cabeza, otros me miran como si me hubiera vuelto loco. Tal vez tengan razón, pero por el momento soy el loco a cargo de la ciudadela.

Los ministros se reúnen todos los días por las tardes en el salón principal del palacio, no tenía permiso de entrar cuando mi padre estaba vivo, pues él era quien lo prohibía, pero ahora yo soy quien pone las reglas. Este es mi juego, mi tablero, y ellos son mis piezas.

Respiro profundo antes de indicar a los guardias en la entrada que abran la puerta, ellos me obedecen, mis pasos hacen eco en el salón, ya que todo se ha quedado en silencio, paseo la mirada por el lugar y es justo como lo recuerdo. Ventanas grandes con cristales a prueba de balas, cortinas de terciopelo purpura, paredes color oro, varios hologramas flotando y cambiando de información constantemente, son las noticias en la ciudadela, una gran mesa de madera en el centro, con sus sillas correspondientes, hay cuatro sirvientes uno por cada esquina del salón.

— ¿Interrumpo?― pregunto en voz alta y me dirijo hacia el lugar que ocupaba mi padre. Todos me siguen con la vista.

En la reunión no se encuentra Camila, tampoco Khoury, solo es de ministros, no de consejeros.

—Joven Rosendelf—saluda el ministro de Rusia.

—Señor—corrijo mientras tomo asiento—. Señor Rosendelf.

Él asiente en comprensión.

—Lo echamos en falta en el funeral de su padre, señor—dice el ministro de Estados Unidos, Raven.

—No, no lo hicieron ¿Alguien podría hacer el favor de traer un vaso con agua? Muero de sed.

Una de las empleadas lo trae rápidamente, le agradezco en voz alta y con una sonrisa. Son pequeños detalles que no pasan desapercibidos para los demás, pero con mi padre nunca pude hacer nada de eso.

—Bien, continúen—digo— ¿Cuál es la orden del día?

—El ministro Raven exponía su punto—explica Evelyn amablemente, no me llama señor, ella no es esa clase de persona, ni yo quiero obligarla a que lo haga.

Miro al ministro de Estados Unidos y él se limpia su sudorosa cara con un pañuelo, está nervioso.

—Les explicaba a los demás que en lo que usted, señor Rosendelf...— tartamudea—. De que tal vez usted, no esté en las mejores condiciones... que...

—Vaya al punto—exijo un poco molesto. ¿No encontrarme en las mejores condiciones? ¡Por favor! Esta es mi mejor forma.

—Sugiero que abramos una votación dentro del concejo, para que elijamos a una persona que se pueda hacer cargo de la ciudadela mientras usted se recupera de la muerte de su padre—dice con seguridad, ni un solo tartamudeo. El sudor se detiene, él sabe que los demás lo apoyarán si fallo en algunas de mis decisiones, si me muestro débil.

— ¿Sugiere? Me sorprende que mencione una capacidad de elección justo ahora. Pensé que no les interesaba la democracia—digo y bebo de un poco de agua—. Ahora, vamos a establecer reglas ¿Le parece? Estoy aquí para reclamar mi derecho de nacimiento. No he pasado por humillaciones, burlas, maltratos y golpes para simplemente ser desplazado.

—Señor, yo no pretendía...

—Estoy seguro de que lo hace, usted pretende sacarme del concejo, de mi mandato, para tener a alguien manipulable a cargo ¿O me equivoco? ― coloco las manos sobre la mesa y me pongo de pie—. Escúchenme bien. Que esto sirva como recordatorio― miro directamente a Raven, camino alrededor de la mesa y pongo una mano sobre su hombro—. No se equivoque, ministro. Hay una línea muy delgada entre sugerir y demandar. Ahora, yo demando que salga de esta sala, está despedido. Que su país envíe al consejero de más confianza con quien se pueda negociar los términos de un tratado de paz.

Él me mira, después pasea la vista por la mesa, en busca del apoyo de sus compañeros, ninguno da la cara por él, también temen ser echados de la ciudadela. Me encuentro con la mirada de Evelyn y en ella hay una chispa de diversión y orgullo. No se descifrar lo demás en esos ojos, ya que el sonido de las pisadas de Raven al salir del salón me distrae.

Vuelvo a mi asiento cuando la puerta se cierra y termino de beber el agua.

—Bien—digo y coloco las manos cruzadas sobre la mesa— ¿Alguna otra sugerencia?

No me sorprende que todos queden en silencio.

La reunión termina unas horas después, todos salen del salón. Recargo la cara en mis manos y respiro profundo. Soy Ike Rosendelf y puedo controlar lo que sea. Levanto la cabeza cuando escucho ruido dentro del lugar.

—Lo lamento—se disculpa Evelyn. Joel está a su lado.

— ¿Qué lamenta exactamente? ¿La muerte de mi padre? ¿El despido de Raven?

—Lamento que tengas que cargar con tanta responsabilidad siendo tan joven. La mayoría de nosotros tomó algunas de las decisiones que echaron a perder parte del mundo, y aquí estamos, tratando de remediarlo. Tú no tienes la culpa de nada de esto, sin embargo aquí estas.

—Aquí estamos, ministro—digo después de analizar sus palabras, me pongo de pie y doy un pequeño paseo por la habitación—. Únicamente trato de dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontré.

—Es lo que tratamos de hacer también—comenta Joel.

— ¿Has escuchado hablar de la resistencia del norte? ¿Ike?― pregunta la ministro de Canadá con precaución.

Mi mente va en automático a Velika, pero sacudo la cabeza un par de veces en un movimiento casi imperceptible.

—Solo rumores—respondo. Ellos intercambian una mirada llena de significado.

—La mayoría de los rumores pueden llegar a ser verdad—dice Joel, el ministro de Alemania—. Por ejemplo, sabes que los evolucionados existen, pero nunca has tenido un encuentro cercano con uno ¿Eso no te da en que pensar?

Aprieto los labios, la única persona que conozco con habilidades de un evolucionado es Haru, lo que me lleva a pensar en Velika nuevamente.

—Necesito evaluar muchas cosas por ahora—contesto secamente, invitándolos a retirarse.

Joel Wagner da un paso al frente para acercarse a mí, quiere seguir con el intercambio de palabras, con el que estoy seguro no llegaremos a ninguna parte. Evelyn lo detiene del brazo y niega.

—Si necesitas ayuda, no dudes en contactarnos—se despide con esas palabras y abandona el salón.

Me dejo caer sobre el asiento de nuevo y pienso todas las cosas. Sé que la resistencia se ubica en Alberta, sé que Evelyn Shepard tiene mucho que ver con ello, pero no puedo dejar que ellos sepan que lo sé, es muy complicado. No puedo dejar a nadie saber cualquier cosa, no puedo dejar que tengan información que yo no quiero que tengan. Me froto el cuello un par de veces y cierro los ojos.

Lo que dije a Raven, sobre los maltratos y humillaciones, eso realmente salió de mi boca sin permiso, aunque al parecer no afectó en nada. Tomo una respiración profunda y suelto el aire de nuevo, repito el ejercicio varias veces. Eso siempre ayuda, ayudaba cuando era más joven, después de que mi madre muriera, después de lo de Greta, ayudaba cada vez que mi padre me golpeaba, cada cigarrillo apagado en la piel de mis brazos, cada vez que el cinturón golpeaba mi espalda. El respirar profundo casi siempre ayuda a calmarme.

Velika sintió todas y cada una de esas marcas cuando estuvimos juntos, pero no dijo nada al respecto, es como si ni siquiera las notara, como si no fueran lo suficientemente evidentes. Como si no quisiera preguntar sobre ellas, al saber que no obtendría una respuesta concreta, aunque con lo de Greta...

Me estremezco al escuchar un fuerte ruido, de un salto me pongo de pie y miro en todas las direcciones, cuando me detengo a ver hacia la puerta que da al cuarto de servicio es que descubro el origen de tal escándalo. Es Andrea, la jefa de cocina, quiero a esa mujer como una abuela.

Me acerco hasta donde está, obligando a mi corazón a calmarse por el susto de antes. Al parecer un vaso resbaló de entre sus viejas manos y se estrelló con el suelo, dejando un montón de cristales dispersos.

—Lo lamento, yo no quería...

—Descuida—contesto y sonrío para ella, mientras me inclino y recojo algunos vidrios.

—Vas a cortarte—dice y trata de inclinarse, pero no se lo permito.

Termino de recogerlos y los coloco en la bandeja en la que ella trasladaba los restos de las bebidas de la reunión anterior.

—Ha sido un día muy cansado y aún no termina—comento y me froto el cuello de nuevo, siento los nervios presionando sobre mis hombros—. Creo que pronto necesitaré un consejero.

Andrea sonríe con picardía, las orillas de sus ojos se arrugan.

— ¿Qué me dice de la joven que entró al alacio a buscarlo? Es bonita y parece inteligente.

— ¿Velika?― pregunto sorprendido.

— ¿Así se llama? No recuerdo si lo mencionó, debes disculparme, mi memoria es vieja.

—No, ella no podría ser consejera, le arrancaría la cabeza a todo aquel que la saque de quicio.

—Para personas necias, medidas drásticas—aconseja en broma.

—A propósito, hablando de cosas viejas ¿Has visto a André? Tengo días sin saber de él.

La sonrisa en el rostro de mi vieja nana se borra.

—Lo siento, creí que lo sabias.

Siento cada musculo de mi cuerpo tensarse.

— ¿Saber qué?

—Él y Dayana fueron acusados de ser radicales. Ellos... la mayor lo decidió...

— ¿Dónde?―pregunto, preparado para correr.

—En la plaza central de la zona media—responde. Dice algo más, pero no puedo escucharla, mis pies ya avanzan a toda velocidad por los pasillos del palacio.

Tengo que llegar a tiempo. Todo es un borrón a mi paso, los cuadros en las paredes, las ventanas, incluso las personas que salen de mi camino. Puedo ver a Lucy al pie de las escaleras, la hago a un lado y bajo todos los escalones corriendo, es un milagro que no me tropiece y caiga.

— ¡No se corre en el palacio!―grita mi hermana.

La ignoro y continúo la carrera. No puedo evitar pensar en la ejecución de Isaac hace algunas semanas, de cómo su muerte fue fría e injustificada. No puedo pensar en que Noah estuvo a punto de sufrir la misma suerte, a pesar de que a él pudimos salvarlo, André, Dayana y yo, pero ahora... ¿Quién los delató? ¿Por qué la Mayor Khoury se toma la molestia de agredir a dos personas del servicio? La respuesta es fácil, son personas que están a mi servicio, quiere que este solo, quiere alejarme de las personas que me importan, acabar con ellas, para dejar a un ser hueco y despreciable, tal como sucedió con mi padre.

Dayana y André, acusados de ser radicales, es decir, si lo son, pero no eran lo que yo esperaba, todos tenemos un mal concepto de ellos, al igual que de los evolucionados. Por ejemplo Haru, ella nunca ha sido una mala persona ni se aprovecha de su habilidad para manipular a los demás, si, es rara y se queda dormida a las primeras de cambio, pero nunca ha hecho nada malo, al menos no conscientemente. ¿Qué esperan Khoury y el concejo al tratar de exterminar a los radicales? Después de todo, es su culpa que esta revolución se esté gestando. Como señaló Evelyn hace unos momentos, ellos tomaron decisiones equivocadas y drásticas, y el resultado fue un mundo dañado, los radicales son parte de ese desperfecto, huérfanos que buscaban un lugar para sentirse protegidos, ellos fueron llevados a la ciudadela en vez de a campamentos o laboratorios, eran niños sanos que debían ser protegidos ¿Y que hicimos dentro de la ciudadela? Simplemente los separamos por clases sociales y los dejamos pudrirse en trabajos forzados, como ir todos los días al reactor nuclear, arriesgando su vida. Encerramos a los curanderos para nuestro uso, les quitamos toda su capacidad de decisión, su libertad. Ya no más.

Me detengo de correr cuando llego al andén del tren, aquel que va a la zona media, empujo a las personas y algunos se quejan, pero cuando descubren quien soy, simplemente se hacen a un lado. El guardia no me habla, tal vez sea la ansiedad en mi rostro, en todo mi cuerpo, o la capa de sudor que me cubre, quizá el cabello completamente alborotado, los zapatos llenos de lodo o la ropa arrugada. Nadie me mira fijamente, por primera vez me siento feliz de poder pasar así, de tener alguna clase de poder.

El tren me parece sumamente lento, las personas se aplastan unas a otras para poder subir antes de que el tiempo de las puertas abiertas se termine. Al fin se cierran, más de la mitad se queda afuera y dentro aún hay espacio. Tengo que arreglar eso después, primero están mis amigos. El tren se detiene y de nuevo es una lucha por salir, corro lo más rápido que puedo entre la multitud que está en el andén, empujo a algunos, puedo distinguir los uniformes de algunos guardias y de otros que trabajan en la planta de energía. Diviso los escalones que dan hacia la zona media y me presiono para ir más rápido, subo los peldaños de dos en dos, me tomo unos segundos para respirar y reanudo la carrera. La plaza central de la zona media se encuentra unos metros después del andén principal. Tengo que empujar a más personas para que me dejen pasar, quiero gritar mi nombre pero creo que el lugar está lleno de radicales, así que será contraproducente.

Veo a una anciana que lleva de la mano a dos pequeños, ellos observan una de las pantallas holográficas que están apostadas a los lados de una explanada, mismo lugar donde tienen a André, Dayana y dos personas que no conozco, que igual acusan de ser radicales. La plataforma en la que se encuentran es de concreto sólido y está ahí desde que construyeron la plaza. Hay una reserva natural a unos metros de aquí.

Hago a un lado a la anciana y me dirijo a los tres escalones que separan la plataforma del público, puedo ver algunas personas armadas entre ellos, unos son guardias, otros radicales, si la ejecución se lleva a cabo, habrá una revuelta muy difícil de controlar. Un vigilante trata de empujarme hacia abajo cuando subo los escalones, una mirada basta para que se haga a un lado. Me siento asustado en una pequeña parte, pero lo predominante es el enojo, estoy enfadado con Khoury por traer a mi gente hacia una ejecución, estoy enfadado con los radicales por sus acciones terroristas, estoy enfadado conmigo y con el gobierno por permitir a estas personas llegar tan lejos como para tener el poder del pueblo en sus manos, pero sobre todo, estoy enfadado con la distinción de clases sociales. Cuando llego a la plataforma y me paro frente a las personas que serán ejecutadas, se hace tal silencio que puedo escuchar el agua del lago artificial chocar contra las orillas de las rocas.

— ¡Largo de aquí!― grita uno de los guardias, él y otros dos me apuntan con sus armas. Esas que son de color plateado, algo grandes y que brillan de un ligero color azul al momento de cargarse.

—Le doy tres segundos para que baje su arma o para que dispare—digo con toda la calma que soy capaz de reunir―. En cualquier caso le aseguro que su decisión será catastrófica.

Ellos me miran extrañados, pero uno a uno bajan las armas. Me dirijo hacia los cuatro que están de rodillas detrás de mí, un pañuelo de color negro cubriendo sus ojos, los cuatro están atados de manos y pies, y tienen heridas visibles, sus cabellos y pieles sucios por el tiempo de encierro y tal vez de torturas. Cuando desato a Dayana, cae sobre el suelo, lo único que la mantenía firme eran las ataduras.

—Busque a un equipo médico de inmediato—ordeno a uno de los guardias, pero simplemente se queda de pie. Dejo a Dayana en brazos de uno de los otros presos y me pongo de pie—. Mi nombre es Ike Rosendelf. Y soy el nuevo gobernante de la ciudadela, cualquiera que quiera comprobarlo puede ir al palacio en este momento. Ahora exijo atención médica para estas personas—. Me doy cuenta de que ahora mi rostro está en todas y cada una de las pantallas, mostrando mi discurso a toda la ciudadela―. A partir de hoy, nos declaro en estado de paz con los radicales. Son parte de esta ciudad como lo somos nosotros. Los de la zona decadente y baja, pueden venir y buscar ayuda al palacio, sus puertas estarán abiertas para escuchar y cubrir todas sus necesidades. Los niños huérfanos serán atendidos y llevados a una zona segura dentro del palacio. Y al líder radical, no tengo idea de quien seas, pero ¿Dejar morir a tu gente así? ¡Es de cobardes! Ven al palacio a hablar conmigo y llegaremos a un acuerdo de paz digno para ambos bandos. Y para demostrar que las decisiones dentro de este nuevo gobierno son absolutas, los curanderos serán puestos en libertad, cada uno de ellos será provisto con un chip, e instalados en la zona rica, donde se les atenderá y pagara por todos sus años de servicio. Eso es todo.

Termino de hablar, las personas gritan, al principio no puedo distinguir sus palabras, pero al avanzar hacia abajo, dejando pasar al equipo médico para atender a los radicales en la plataforma, es que distingo la palabra que gritan: Ike. Ellos gritan mi nombre. No puedo creerlo, uno de los guardias me sigue de cerca y varias personas tratan de alcanzarme, pero les grito aquello que dije en el discurso: Las puertas del palacio están abiertas para todos.

Los guardias me llevan hacia uno de sus autos, y cierran la puerta, me despido de las personas agitando la mano por la ventana abierta, quiero saltar a través de ella. Al inicio estaba asustado, pero ahora me siento eufórico, poderoso. Avanzamos en el vehículo por toda la zona media, para luego salir a la zona rica, donde los edificios son más grandes y lujosos, donde hay ductos de transporte hacia los lugares.

—Es sorprendente—dice uno de los guardias que va al frente del auto.

— ¿Disculpe?― digo.

—Creo que es sorprendente todo esto, señor. Pensábamos que el gobierno de su padre seguiría como tal, parece que muchas cosas van a cambiar.

—Lo harán—respondo y miro por la ventana.

Me doy cuenta de que muchas personas han decidido dejar sus labores, ya que mi camino al palacio está siendo guiado por un grupo de autos de los guardias, lo que más me sorprende es que las personas están alrededor, formando una valla humana, todos ellos luchan por pasar, pero los guardias y vigilantes no lo permiten. Todos ellos quieren llegar al palacio para pedir algo. Y por primera vez es que logro ver a todas las clases reunidas en un solo lugar, desde la decadente hasta la zona rica.

Parece que tendré mucho trabajo durante los siguientes meses, o quizá años, no me importa, si se puede llegar a una solución de manera pacífica entregaré el tiempo que sea necesario. Pienso darle el poder al pueblo algún día, cuando las cosas se calmen, mientras tanto, haré lo posible por dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontré.

Los guardias me acompañan hasta la entrada del palacio, pido a la servidumbre que los invite a cenar y ellos aceptan gustosos. No parecen malos, solo hombres trabajando para poder cuidar de sus familias.

Paso a través del recibidor, veo las lámparas, las cuales funcionan por sensor, a no ser que alguien active el control manual, mis zapatos rechinan contra el azulejo, veo a través de las ventanas que el sol se ha puesto, ha sido un día muy largo y lo único que quiero hacer es descansar, estoy lleno de sudor y tierra, mi camisa manchada con la sangre de Dayana, pero todo eso tendrá arreglo. Lo único que quiero hacer ahora es visitar a Lucy, la cual alegrará mi día infinitamente.

Llamo a la puerta de su habitación y meto las manos en los bolsillos de mi pantalón mientras espero que abra. Parece una eternidad, pero el rostro que aparece en la puerta es el de Andrea.

—Hola— susurra y se hace a un lado para que pase.

— ¿Qué pasa?― pregunto preocupado.

—Ha tenido un poco de fiebre, pero pasará. Ha preguntado por Dayana todo el día, se escapó de una de las mucamas y pudo ver en las pantallas la noticia del día, eres como un héroe para el pueblo. A Lucy le afectó mucho ver a Dayana y André en esas condiciones, así que la mucama fue a buscarme y la he atendido el resto de la tarde. Estará bien.

—Puedes ir a descansar, Andrea. Gracias por todo.

—Que descanses, Ike—dice, sale y cierra la puerta.

Me recuesto al lado de mi hermana en su cama, es demasiado grande para una personita de tan solo siete años. El movimiento del colchón hace que abra los ojos.

— ¿Ike?― pregunta, su voz suena rasposa.

—Sí, soy yo, vuelve a dormir.

—Estuviste fantástico—susurra.

—Gracias. Dayana y André están bien ahora, he hablado con el médico y mañana los traerán al palacio.

Lucy asiente, gira y se recuesta sobre su costado, su cabeza acomodada en mi pecho.

— ¿Vendrá el fantasma del palacio por mí?

— ¿Qué?

—Ella vendrá por mí, estoy segura.

Me rio un poco al recordar quien es el fantasma del palacio.

—Nadie vendrá por ti, no voy a permitir que te separen de mi lado ¿De acuerdo?

Lucy asiente y cierra los ojos. Pronto puedo escuchar su ligera y acompasada respiración.

Me siento mal, por la tarde mientras corría para salvar a André y Dayana, la vi al pie de las escaleras y no me di cuenta de nada... He descuidado a Lucy por todas mis labores en el palacio.

Se estremece mientras duerme y yo solo cambio el pañuelo mojado de su frente, la fiebre comienza a bajar a cierta hora de la madrugada. Siento a mis ojos cerrarse a causa del sueño y del cansancio, pronto dejo que mi cabeza caiga sobre las almohadas y me quedo dormido.

No estoy seguro de que sucede primero, si la sacudida o los gritos. Abro los ojos y me siento sobre la cama, mi corazón palpita fuerte contra mi pecho. Miro a mi lado y Lucy no está, la encuentro en una de las esquinas de la habitación, tiene las manos sobre los oídos y está gritando muy fuerte.

— ¿Qué pasa?― exclamo y me pongo de pie, llego hasta donde esta y trato de quitar las manos de su cabeza, pero parece estar atorada en esa posición— ¡Lucy!

— ¡Que se vayan! ¡No quiero verlas!

—Lucy, no entiendo...—Las palabras se quedan atoradas en mi garganta cuando ella abre los ojos. Están en blanco, completamente, los gritos de mi hermana terminan y comienza a respirar agitadamente.

Todas las luces en la habitación comienzan a fallar, a soltar chispar por todas partes, como una especie de sobre carga, me encojo sobre Lucy para protegerla de aquel desastre, pero siento que algo me quema y retrocedo. Sus manos brillan con la energía que antes mantenía encendidas las luces de la habitación. Me empujo lejos de ella, hasta que me doy cuenta de algo: Esta aterrorizada, aún más que yo. Debo controlar la situación, antes de que alguien más descubra su condición.

Gateo hasta donde esta y la tomo de las muñecas, su piel está caliente, tanto que siento que me quema, sus ojos han vuelto a su color original, pero están bañados en lágrimas, en ellos hay una petición muda, un grito de auxilio. Sigo sosteniendo sus muñecas y la obligo a mirarme fijamente, sin nada que distraiga su atención.

—Está bien—digo—. No pasa nada malo, no es tu culpa, yo estoy aquí, siempre voy a estar aquí.

Sigo murmurando palabras de aliento, hasta que su respiración se calma, la energía en sus manos desaparece, las lámparas vuelven a su estado original y Lucy rompe a llorar, entre sollozos y llantos la acomodo sobre mi pecho y la abrazo fuerte.

No puedo romperme frente a ella, no puedo mostrarme débil nunca más, así que simplemente la abrazo y susurro una vez más:

—Todo está bien.

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