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14.- Desahogo:


VELIKA:

—Bueno—digo una vez que se cierra la puerta—. Eso no estuvo tan mal.

Todos me miran como si me hubiese vuelto loca.

—Velika...— Day trata de acercarse pero retrocedo dos pasos. Estoy molesta con ellos, no durara mucho tiempo, por el momento no quiero estar en su presencia.

—Lo que hiciste adentro...—murmura Dylan.

—Era lo que tenia que hacer. Ahora, necesito un baño, comida y mucha cerveza, justo en ese orden—. Me doy la vuelta y puedo escuchar sus pasos siguiéndome—. No, no, no—digo agitando las manos—. Ustedes no están invitados, no quiero compartir mi cerveza con ninguno de los presentes.

Cuando me giro, nadie me sigue. Una vez que ya no siento su vista clavada en el cuello es que me permito correr por toda la plataforma, no quiero que Haru me haga preguntas sobre cómo fue la misión, de seguro ya lo sabe, debió haber revisado mi futuro.

No voy a llorar, llorar es para niños, lo que necesito es embriagarme y hablar, sacar absolutamente todo mi enojo y decepción. Pero no con alguien de la resistencia. En vez de ir hacia mi habitación, me dirijo a las regaderas de las salas de entrenamiento. Me doy cuenta de la hora, es de madrugada, no habrá alguien en las regaderas y si lo hay puedo correrlo, estoy en mi derecho.

Muy tarde me doy cuenta de que no llevo ninguna placa al cuello, ni la nueva ni la vieja, ahogo una maldición al tener que pedir de favor a algunos técnicos para que me abran las puertas, he recibido varios insultos de los sietes a lo largo de mi vida, pero sus burlas son lo peor.

Al fin, puedo llegar, me quito la ropa sucia y la lanzo a un rincón, no voy a recogerla, necesito quemarla. Abro la llave y dejo que el agua caliente corra por mi cara, por mi cabello, escurriendo toda la sangre, sudor y tierra de mi piel. Las gotas de agua entrelazándose con las líneas del tatuaje de mi espalda y cuello. Tomo el jabón y tallo lo más fuerte que puedo, hasta que mi piel se torna roja por la irritación. No me he permitido llorar desde hace mucho tiempo, aun así siento las lágrimas brotar de mis ojos, con un horrible nudo en la garganta, suelto un grito que suena más como lloriqueo y aullido. Tomo impulso con el brazo derecho y estampo la mano robotica contra la pared cubierta de azulejos. Veo las piezas resquebrajarse y la pared con un agujero que me deja ver la regadera de enseguida. ¡Genial! Ahora tendré que reparar las malditas duchas.

Tomo una respiración profunda, cierro las llaves y el agua se corta al igual que mi llanto. Me envuelvo en una toalla y voy a los vestidores. De nuevo recuerdo que no llevo la placa, así que al demonio, rompo una cerradura de los casilleros con la mano robótica y saco las cosas de dentro. Es el casillero de Mirta, no me importa, usamos casi la misma talla. Sin contar el hecho de que soy como diez centímetros más alta que ella. Me coloco la camiseta y su ropa interior. Ahogo una risa, le dará un ataque cuando se entere, pero en este momento, nada me importa. Salgo ya vestida, con mi cabello atado para evitar que se moje mi espalda con el agua que aun escurre de él.

Corro hacia las cocinas, me encuentro con pocas personas en el camino. Hay varios técnicos aun en sus puestos, a veces olvido que los sietes no duermen tanto como el resto. Entro al lugar, después de amenazar al siete encargado de esa área. Robo algo del guisado que comieron esa tarde, lo devoro con un poco de pan. Busco la cerveza por todas partes, hasta encontrarla en una de las jarras dentro de las neveras, encuentro un par de botellas y vacío la cerveza en ellas, la pongo dentro de una bolsa de color café y la cargo sobre la espalda. Tendrá un largo viaje hasta la ciudadela.

Salgo de las cocinas y le muestro el dedo medio al técnico a través de la pantalla, de seguro el maldito siete tardará en comprenderlo.

Voy hacia el hangar de despegue sin correr ya que no quiero romper las botellas, llego y pido de nuevo un favor, el siete me abre la puerta sin rechistar. Parece que no le importa mucho quien entra y sale.

— ¡Hey!― lo llamo— ¿Hace cuánto que no duermes?

Me mira y tarda una eternidad en responder.

— ¿Quién eres?

Suspiro un par de veces.

—Aparentemente nadie. ¿Eres nuevo aquí? Ve a dormir. A mi pa... a Lousen no le importará.

No espero una respuesta y voy hacia el hangar. Ahí está, parte de la presión en mi pecho disminuye al ver a mi pequeño deslizador oculto entre las bestias que usan en la resistencia, le sonrío, estamos atrapados en un ensueño.

— ¡Velika!

Me estremezco al reconocer la horrenda voz de Josué.

— ¡Tu!― saludo mientras giro para encararlo.

— ¡Qué demonios haces!― Sus gritos haciendo eco en todo el lugar.

— ¿Sabes?― digo—.Estoy justo enfrente de ti, no hace falta que me grites.

— ¡¿Tu padre sabe que estas aquí?!― exclama sin prestar atención a mi queja.

Me cubro los oídos con las manos y giro sobre mi misma con una mueca de disgusto.

— ¡Demonios, no!

—Vuelve adentro, aún hay alerta por lo sucedido.

—Número uno: No voy a volver y no puedes obligarme. Y numero dos: Ve y dile a papá si quieres, estoy harta.

Cuando doy la vuelta no me detiene, me sorprende que no dispare o lance cualquier cosa que encuentra, tampoco grita.

Perfecto, solo el arrastre de las llantas de los deslizadores sobre el asfalto, el olor a combustible, el viento y yo. Mis pies hacen eco en la plataforma de mi pequeña nave, las luces se encienden cuando hay movimiento en el interior, respiro el olor a metal y dejo la cerveza sobre el asiento de copiloto. Me dejo caer sobre el lugar del piloto, colocándome los audífonos mientras cierro la plataforma y los motores se encienden. Por primera vez en muchos días me siento viva.

Antes de que alguien de la orden de que me detenga, salgo del hangar. Sé que son las cuatro de la mañana, no tarda en amanecer, una, tal vez dos horas. El viaje hasta la ciudadela me regalará un amanecer, nada mejor para calmarme antes de hablar con Ike.

Por unos momentos solo puedo ver a través del detector en el deslizador, las formas de vida brillan con color verde. Lo demás solo aparece en el radar; arboles, montañas, nieve, aves, lobos... Todo se ve bien.

Tomo un respiro y dejo que el piloto automático me lleve, mientras cierro los ojos un momento y pienso en todo lo sucedido.

Entiendo que no hayan seguido mis órdenes, ya que era muy nueva en el puesto, nunca he hecho nada por ganarme su respeto. Por eso entregué la placa, porque no puedo hacer nada con un equipo que solo se preocupa por ver muertos a sus compañeros. Debo admitir que me sentí muy contenta cuando mi padre me nombró sargento, pero después de pensarlo, soy más independiente que la mayoría de las personas bajo su cargo, casi siempre rompo las reglas. ¿Por qué un equipo lleno de personas poderosas querría seguir a alguien como yo? Pensé que me sentiría competente cuando tuviera un equipo bajo mi mando, o cuando me admitieran dentro de la élite, pero no, no me siento competente dentro del campo de batalla o acarreando refugiados... me siento competente justo cuando las ruedas del deslizador dejan el asfalto, cuando el viento roza las alas de mi nave...

Abro los ojos, me doy cuenta de que el sol está saliendo entre las montañas. Es una vista hermosa, el viento es fuerte y tengo un par de turbulencias, pero las controlo rápido. Cuando todo se calma, pronto solo estamos él y yo, mi pequeño deslizador.

El amanecer a través de las nubes, los colores jugando una partida sin fin, el borde de color blanco brillante, el rojo y naranja perdiéndose mientras el sol se aparece, el morado gana la batalla por unos segundos, hasta que el cielo brilla entre el color azul y rojo. Parece un volcán a punto de hacer erupción.

Me siento mejor ahora, solo estoy yo, el viento y los profundos colores del amanecer en las montañas.

Por una parte puedo ver la oscuridad, ya que el sol aun no llega a todas partes, y por otra, la escasa luz que lucha por el día. Una pequeña parte de mí revolotea con la idea de que con los humanos sucede lo mismo: Batallas eternas entre tonos desiguales.

Así es como comprendo mejor todo. En el equipo, cada uno tiene un color, cada quien va con una forma diferente de pensar, con una vida completamente incomparable. ¿Cómo esperar que algo así encaje sin problemas? Respuesta: No lo haces. Tiene que haber problemas dentro de un equipo, en cualquier lugar con personas los hay, pero debe existir una forma de que por lo menos se toleren, de que esos colores no quieran apagarse unos a otros, si no que creen algo hermoso y digno de contemplarse, igual que un amanecer.

Tengo parte de la respuesta ahora, aunque ya no importa, ahora le pertenece a Erick la responsabilidad de encontrarla. No se lo pondré tan fácil, después de todo, él tiene una manera diferente de ver las cosas. Yo lo entiendo con colores, él... no sé, quizá con soldados de madera.

Puedo ver el fulgor verde de los detectores que cubren la ciudadela. El circulo que le grita al mundo donde se encuentran. El radar del deslizador brilla con miles de luces, cada forma viviente dentro de ese lugar.

Pienso entrar por la reserva natural por la que entré con Haru por primera vez. Dejo el deslizador oculto entre los escombros de un antiguo rascacielos, la vegetación ha invadido todo ese lugar, los árboles, musgo y enredaderas trepando por lo que antes eran muros de solido concreto, por automóviles... todo desaparecido, si no fuera por la ciudadela, este lugar estaría deshabitado y nunca nadie sabría que hubo humanos en esta zona.

Corro hacia el detector, y coloco una mano contra él, siento la ligera corriente eléctrica recorrer mi brazo. Esto será difícil sin Haru guiando mis pasos a través del futuro, pero no imposible. Me detengo en seco al escuchar pasos a mi espalda, giro lentamente cuando no siento algún peligro, es un animal, no sé reconocer la clase que pertenece, pero tiene grandes astas, sus ojos son completamente negros y reflejan curiosidad y miedo en igual proporción. Su pelaje café parece fino, me encuentro queriendo pasar la mano por él, pero hago un movimiento y corre hasta perderse entre los árboles.

Sonrío a la nada cuando el animal se va, me gusta el hecho de que los animales recobren su territorio, que la naturaleza reclame aquello que le pertenece, aquello que los humanos olvidan.

Sacudo la cabeza y avanzo rápido, con el costal golpeando mi espalda, el cristal de las botellas choca y provoca sonido que puede descubrirme, pero no hay nadie afuera. Llego hasta la parte de la reserva natural, el túnel de tierra que llega hasta la reserva aun está ahí. Es posible entrar solo por esta zona porque el resto de la ciudadela está cubierta por concreto, todo excepto las reservas. Tomo una respiración profunda, subo la camiseta hasta mi nariz para evitar respirar tierra. Pongo el costal al frente y lo empujo, no hay obstrucciones, ha sido usado recientemente ¿Habrán sido los radicales? No quiero pensar en ellos ahora, no quiero pensar en nada malo mientras gateo por ese oscuro lugar. Mal sitio para una persona claustrofóbica, mala idea venir sin una linterna, Velika, mala idea.

Sigo empujando el paquete hasta que ya no me opone resistencia, saco la cabeza por el agujero en el suelo y tomo respiraciones profundas sin hacer ruido, no quiero llamar la atención. Me recompongo lo mejor que puedo y cuelgo de nuevo la mochila a mi espalda, camino hacia la salida mientras me sacudo la tierra del cabello y la ropa. Me doy cuenta muy tarde de que el brazo robótico esta al descubierto. Me encojo de hombros para restarle importancia, ya pensaré en algo cuando pregunten, si es que se atreven a preguntar.

Camino por las calles pobres, donde las personas están tiradas en las orillas de los edificios, el lugar apesta a orina y suciedad. Quiero ayudarlos, pero la mejor forma de hacer algo por ellos es apoyar a Ike en estos momentos. Apenas poner un pie en la resistencia, escuché la noticia: El gobernante de la ciudadela está muerto.

Ese es uno de los motivos por el que decidí venir con él, nos necesitamos, aunque ninguno lo admita en voz alta.

Esquivo algunos vagos, y otras personas que me piden comida, quisiera tener algo que darles, pero no lo tengo. Apresuro el paso para salir de ese sitio cuanto antes, escucho el tren, aunque no voy a poder usarlo sin el maldito chip que tienen estas personas integrado en sus muñecas. Bonita forma de controlar a la población. Alguien golpea mi brazo robotico y giro rápidamente, más por instinto que por conciencia.

— ¡Vaya!― murmura la chica—. Lo siento.

Es de estatura promedio, su cabello castaño está muy maltratado, al igual que su piel. Los ojos están hinchados e inyectados en sangre. Las dos que la acompañan tienen un aspecto similar. Sus ropas son overoles cubiertos de aceite y botas que están llenas de lodo.

—No importa—respondo.

— ¡Tienes un brazo de metal!― exclama.

—Muy observadora, Rachel.

—Cierra la boca, Alicia. ¿Cómo te llamas?―pregunta Rachel con ojos brillantes.

—Amm...

—Si no quieres decirlo no importa― me dice Alicia―. Solo cuídate de los guardias. Si tienes un brazo así solo puede significar dos cosas: Trabajas en el reactor nuclear, como nosotras, o que eres de los hermanos―. Ella susurra la última parte.

— ¿Ustedes... ustedes son de los hermanos?― pregunto también en un susurro.

Las tres asienten. Así se llaman entre ellos los radicales. Malditos extremistas.

—Necesito ayuda, tengo que llegar a la zona alta. Al palacio para ser más específica.

—Ninguno de nosotros va ahí desde que ejecutaron a Isaac, lo tenemos prohibido, solo la zona media alta y alta pueden estar en ese lugar.

Me froto el brazo, un poco incomoda ante sus miradas llenas de preguntas a las cuales no puedo responder.

—Bien... tengo que irme, gracias por todo.

—Puedes entrar por la sala de curanderos—murmura la otra chica.

— ¿Qué?― Eso me detiene en seco.

—La sala de curanderos, a donde llevan a todos esos pobres evolucionados para que curen a los ricos, para que... ¡Oh, pobrecillos!

— ¿Sabes qué? No tengo tiempo para lamentaciones ¿Dónde está la sala de curanderos?

Las chicas me dan un par de indicaciones. Según me dan a entender, la sala de curanderos puede ser usada por cualquiera dentro de la ciudadela que pueda pagarlos, pero los ricos no quieren mezclarse con los evolucionados, así que por eso la sala se encuentra en la zona baja, para que nadie de la zona alta tenga algo que ver con ellos. ¡Malditos discriminatorios! También me han dicho que los curanderos se guían hacia el palacio o hacia la zona alta a través de un túnel que crearon los ricos, que ellos solo pueden estar encerrados en esa sala y pueden salir únicamente para ir al palacio. Son como esclavos a la espera de ser llamados por sus amos. Pero, a mi favor, puedo conseguir ayuda por parte de ellos, ya que la sala de curanderos no tiene vigilancia, utilizan el miedo para evitar que escapen.

Supongo que de otra forma no pueden contenerlos, ya que si tratan de usar la disciplina o el hacerles creer que están en un mundo perfecto al que sirve... bueno, les esperaría algo como lo que sucedió con el ejercito de tres que querían crear a favor de la ciudadela. Al inicio de los evolucionados, la ciudadela comenzó a pedir a los tres de todos los campamentos y laboratorios para formar un ejército, y por un tiempo lo tuvieron, fue uno de los factores que les ayudó a exterminar a los unos, pero estaban siendo controlados por medio de una mentira. Cuando el ejército de controladores de energía, descubrieron lo que hacían, para quien y con qué propósito. Fue un desastre, un suicidio colectivo, cientos de jóvenes muertos para dejar de servir al enemigo. Una simple rebelión no les serviría de nada, ya que terminarían matándolos de igual manera. Ellos quisieron irse sin matar más inocentes. A muchas personas aún les cuesta hablar de eso, de hecho lo supe por Lanhart, quien en una de sus borracheras, nos lo hizo saber a los gemelos y a mí.

Camino hasta el lugar que me han indicado, no es fácil perderte, todo es un círculo. Las personas me regalan miradas molestas, algunos escupen hacia mis zapatos. La ropa de Mirta que queda algo pequeña, mis tobillos no están cubiertos y la blusa se sube un poco, pero no importa. Mis pies me guían, ya que mi mente está perdida, tomando detalles de cada cosa y persona a mí alrededor.

Al fin llego al lugar, la puerta está abierta para aquellos que puedan pagar por los servicios, supongo que son muy pocos dentro de esta zona. Atravieso el umbral y una ráfaga de calor asfixiante me golpea en la cara. Adentro apesta a enfermedad, y es cuando recuerdo que los curanderos absorben todo el daño que quitan de otros. Hay mantas en el suelo y camas muchas camas, unas son literas, hay personas recostadas en ellas, algunos huelen a putrefacto, otros simplemente parecen locos. El lugar esta oscuro, con un poco de luz, por algunas velas cada determinada distancia.

—La luz hace que nos duela la cabeza― me explica un chico, quien nota que me quedo mirando todo con cara de indignación— ¿Podemos ayudarte en algo? ¿Qué te duele?

— ¿Además de la conciencia?― pregunto, sintiéndome de pronto muy enferma.

— ¿Eres de los hermanos?― murmura, me toma del brazo y arrastrandomde al interior de ese sitio. Entre las camillas y mantas, todos me miran, hay gritos de dolor y de delirio dentro del lugar, se reconocerlos, pues he vivido alucinaciones en carne propia.

—No soy de los hermanos—respondo y me suelto de su agarre—. Soy de la resistencia.

Los ojos del chico se amplían con sorpresa, no quiero tener que mentirles, por eso les digo de dónde vengo.

—Creí que eran un mito.

—Somos reales, tanto como ustedes.

— ¿Nos ayudarán?

— ¿Cuándo vendrán?

— ¿Van a sacarnos de aquí?

Y las preguntas se extienden por todo el lugar. Ayuda, gritan algunos. Los demás quieren libertad, aquella para la que nacieron, no están hechos para servir a otros.

—Los hermanos nos traen ayuda de vez en cuando, pero hace mucho tiempo no vienen por aquí—me explica el chico de antes, su mirada se ve cansada, está completamente agotado, decaído.

—Voy a hacer lo posible por sacarlos de aquí—prometo en voz alta―. Pero ahora necesito llegar al palacio, para hablar con la única persona que puede hacer algo por ustedes sin provocar una guerra.

—Se refiere a Rosendelf. Hace mucho que esa familia nos abandonó—dice uno de los chicos y escupe a mis pies. Su mano tiene una tonalidad purpura, esta podrida.

—Ike puede ayudarlos, solo necesito llegar al palacio.

—Él... es el nuevo gobernante― dice el muchacho de antes―. Debió habernos liberado desde lo de Greta, pero nunca hizo nada. Los rumores dicen que con la muerte de su padre, se ha encerrado en su habitación y no ha salido. Lleva así tres días.

— ¿Quién demonios es Greta?― pregunto, luego me reprendo y sacudo la cabeza―. Eso no importa. Ayúdenme a llegar al palacio y prometo sacarlos de aquí.

—Moriremos de igual manera, no pedimos que nos saques de aquí, la mayoría ya solo aspira a una muerte rápida― suelta un suspiro al terminar de hablar y me pide que lo siga.

El chico me guía hacia el fondo de ese lugar, atravesamos muchos sitios con mantas, las personas me miran, algo suena en el lugar, son campanas, me doy cuenta de que así es como los llaman, por medio de pequeñas campanas que llevan el nombre del sitio al que deben acudir. Aprieto los puños para evitar golpear algo, odio todo este sistema.

Llegamos al final del pasillo y veo una luz de color verdoso, el chico y yo nos llevamos la mano a los ojos los cuales se lastiman por los repentinos rayos de luz.

—Hasta aquí puedo acompañarte― murmura.

—Gracias... ¿Cómo te llamas?

— ¿Aquí? ¿O antes de todo esto? En la ciudadela soy un número, el cuarenta y ocho. El chico que te gritó es treinta y seis. Antes había más, pero estamos muriendo.

—Tu nombre real. Tendré que buscarte para pagar el favor.

—Martin. Es bueno escucharlo de vez en cuando.

—Los buscaré después, Martin.

Y con eso salgo de ese lugar, recibiendo con agradecimiento el aire fresco del exterior. La zona rica es mucho más limpia que la decadente, no hay personas pidiendo dinero o comida, no hay olor a orina o suciedad, solo a flores y limpio. El fulgor de los detectores es menos potente aquí, y el aire más limpio. Hay puentes y tubos de succión por todas partes, un tren de color blanco con forma de bala que transporta a todos esos idiotas con su estúpido chip.

Dejo de perder el tiempo al observar toda esa desigualdad e injusticia y corro hacia el palacio, sin importar que me miren. Envié un mensaje a Ike a través del deslizador, pero no obtuve respuesta, así que lo más sabio es ir por la entrada de servicio en vez de por la puerta principal.

El palacio es imponente, nunca voy a olvidar la primera vez que lo vi. Las torres se alzan por encima de todos los edificios, casi tocando el detector, todo está hecho de roca y mármol, hay flores y pasto, un jardín muy bien cuidado, puedo escuchar la marcha fúnebre ser tocada, lo mismo que la primera vez que vine, la reja está abierta para todos aquellos de la zona rica, tubos de succión salen de las ventanas y muros, hay coches estacionados en la parte del frente, justo delante de las grandes puertas de madera tallada. Todo ese dinero desperdiciado en cosas superficiales, mientras que en la zona decadente mueren de hambre.

Dejo de quejarme conmigo misma y corro hasta la parte de atrás, por donde veo que personas bajan cosas de un camión, me echo la capucha de la camiseta sobre la cabeza y suelto mi cabello, no ayuda mucho, pero algo es algo. Me acerco a los hombres para pedir algo de comida a cambio de ayudarlos a descargar todas esas porquerías, son flores para un funeral en su mayoría.

— ¡Largo de aquí! ¡Vago!―gruñe el sujeto.

—Es una chica, idiota—dice la voz de una mujer― .Ven aquí, cariño, puedes ayudarme en la cocina a cambio de un plato de comida.

—Andrea...— Advierte el hombre.

—Oh, piensa lo que quieras, no voy a dejar a esta pobre niña flacucha morir de hambre aquí afuera.

Frunzo el ceño ¿Flacucha? ¿Yo? ¿Qué no se ha visto en un espejo?

Andrea, la mujer que quiere ayudar, me toma del brazo y arrastra dentro de lo que parece la cocina del lugar. Hay mucho ruido aquí, tanto que apenas puedo escuchar lo que me dice, por lo que parece, tengo que lavar los platos.

—Escúcheme—digo y la tomo por los hombros—. Muchas gracias por ayudarme, pero no quiero su comida, ahora mismo, más que hace cinco minutos, de hecho, estoy desesperada por ver a Ike.

Sus ojos se amplían con sorpresa, se lleva un dedo a los labios para indicarme que calle, ella toma mi mano y me lleva a lo que parece la alacena, nadie viene cuando la mujer cierra la puerta.

— ¿Qué quieres de él?

Me rasco el brazo y respiro profundo. El tono amigable de la mujer se ha ido.

—No quiero nada de él, tengo que ayudarlo. Es mi amigo y me necesita tanto como yo a él. Puede llamar a...— Estoy a punto de decir el nombre de Noah, pero me interrumpo al saber que está en la resistencia.

Ella no da brazo a torcer y camina hacia la puerta de la alacena, como si estuviera dispuesta a dejarme encerrada aquí y llamar a los guardias. Cierro los ojos y pienso en una cosa que solo Ike sabría, algo que solo personas cercanas a él podríamos saber.

—Amm...yo... amm... No llame a los guardias, por favor. Él... Ike tiene una hermana, se llama Lucy. Su mejor amigo es Noah... Por favor― pongo toda la súplica en esa simple frase.

Andrea me mira de los pies a la cabeza y al fin asiente.

—Con lo de Lucy hubiera bastado. Somos pocas las personas que conocen su existencia. Sal de la cocina, ve por las escaleras hasta el pasillo, a la derecha, es la última puerta junto a la ventana ¡Ve!― gruñe y sale de la alacena.

No me da tiempo de tomar un respiro, camino despacio, me escabullo por los rincones y sombras, este lugar es muy silencioso, mis pies casi rechinan contra el suelo, estoy perdiendo la paciencia, así que al terminar de cruzar la escalera corro por el pasillo y llego a la puerta indicada, pero algo me detiene de llamar, es una fotografía colgada en la pared. Ike se ve muy diferente, sus ojos brillan con juventud y diversión. A su lado esta su padre, tan gruñón como en televisión, y sentada sosteniendo la mano de su hijo sobre uno de sus hombros, esta su madre. Ella era muy bonita.

—No se corre en el pasillo—dice una voz a mi espalda.

Giro rápidamente solo para encontrarme con una pequeña criatura a la que le faltan dos dientes.

—Hola. Debes ser Lucy.

La niña se cruza de brazos y estrecha sus ojos contra mí. Magnifico, puedo burlar la guardia de la ciudadela pero no a una niña de siete años.

— ¿Tu quién eres?

—Yo soy...— Estoy tentada a decirle toda la verdad, pero eso la asustará, así que...—Soy el fantasma del palacio.

Ella bufa.

—Los fantasmas no existen, Ike lo dice todo el tiempo.

— ¿Alguna vez has visto uno?

—No...

— ¿Entonces como sabes que no existen?

— ¿Insinúas que mi hermano miente?

—No−digo―. Ike no miente, solo...

—Distorsiona realidades—decimos al unísono.

Lucy me sonríe con sus dientes incompletos, es una ternura, pero creo que se lanzará contra mi garganta si lo digo en voz alta.

—No puedes decirle a nadie que estoy aquí. Recuerda que las personas tienen miedo de los fantasmas.

—No lo haré. Además, si todos los fantasmas son como tú, me agradan.

Ella sonríe de nuevo y se aleja de mí dando brinquitos. No parece que la muerte de su padre le afectara mucho.

Tomo una respiración profunda y abro la puerta. No está cerrada con llave, pero algo me dice que nadie ha intentado entrar. La habitación es muy grande, solo está la luz que entra por la ventana a través de las cortinas de terciopelo rojo, la cama está hecha, es muy grande con muchas almohadas, y tiene barrotes de madera que son altos, las mesitas de noche están llenas de libros, hay un escritorio con varios papeles sobre él, papeles y comida echada a perder.

Cierro la puerta detrás de mí y veo como algo se mueve en las sombras.

— ¿Velika?― pregunta, su voz suena ronca. Por el tono de la interrogante, parece como si fuera la última persona que pensaba en encontrar.

—Hola.

— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Alguien te vio?

—Pensé que me necesitarías—respondo y avanzo hacia él―. Muchas personas de hecho, estoy aquí con el permiso de Andrea, la gentil cocinera y de Lucy, tu hermana, le dije que soy el fantasma del palacio y me creyó—comento y abro mucho los ojos para dar énfasis al último comentario.

Escucho su sofocada risa desde las sombras.

— ¿Puedo encender la luz? Todo este drama me está dando miedo.

—El palacio está de luto—dice con voz cansada—. Mi padre...

—Lo sé, murió. Su funeral está sucediendo abajo, justo ahora, por si te interesa.

—No murió, Velika... yo... yo lo maté, pero él iba a hacer cosas horribles, él... tenía planes de matar a los curanderos, él le iba a entregar la ciudadela a Khoury... y esa mujer es despiadada...yo...

—Hiciste lo que tenías que hacer. Ahora, mi camino hasta aquí fue una gran aventura—hablo mientras me acerco al interruptor en la pared y enciendo la luz, todo cobra vida cuando la oscuridad se va—. Pero a mi parecer, puedes hacer dos cosas. Una, es quedarte aquí y lamentarte por el resto de tu vida. Y la segunda que a mi parecer es mejor, puedes pedir hielo a tu habitación, embriagarte conmigo con cerveza fría, gracias al hielo que estas a punto de pedir, y en cuanto se te pase el efecto del alcohol, salir de este lugar y ser el líder que estas personas necesitan. No quiero darte clases de política o decirte como ser un gobernante, pero todo en la ciudadela está mal.

Me permito echarle un vistazo. Lleva puesto un pulcro traje de color negro y una camisa blanca, su cabello esta alborotado de tantas veces que ha pasado sus manos por él, y cuando me mira, puedo ver la desesperación detrás de esos ojos tan inteligentes.

—Soy un monstruo que asesina por poder.

—No, eres una persona justa que tomó una mala decisión.

— ¿Y eso en que me convierte?

— ¿En alguien que está a punto de pedir hielo a la habitación? En serio, no quiero ser fastidiosa, pero la cerveza caliente es asquerosa.

Ike me mira y es cuando se da cuenta de la carga en mis manos.

— ¿Trajiste cerveza desde la resistencia?―pregunta un poco divertido.

—Sip.

—Pude pedirla al cuarto y lo sabes.

—Algo me dice que las bebidas de la ciudadela son tan desabridas como su nuevo gobernante.

—Buen punto—se pone de pie y teclea un par de cosas en su pantalla.

Minutos más tarde nos traen hielo y comenzamos a beber. Le hablo de mi misión fallida, de cada integrante del equipo, se sorprende al saber que Dylan Farmigan y Cheslay Aksana están con nosotros, pero no quiero ocultarle nada, él está siendo sincero conmigo. Son André, su mayordomo y Dayana la niñera, quienes lo ayudaron a ejecutar lo de su padre, ellos hablaron un tiempo y ayudaron a Ike, forman parte de los radicales, eso me inquieta un poco, aunque no se lo digo. Me entrenaron para desconfiar de esos brutos salvajes, sin embargo, por como Ike lo describe, André parece alguien sensato.

Terminamos de beber, me siento algo mareada y él tampoco se ve en sus cinco sentidos.

— ¿Y? ¿Qué vas a hacer? No puedes estar encerrado por siempre aquí—comento, mientras me miro las uñas, estoy recostada sobre la alfombra.

—No lo sé... no me siento listo.

—Estas personas necesitan un líder, estés listo o no.

—Lo sé, solo quiero algo de tiempo... tal vez mañana.

—No, tal vez no—digo y me pongo de pie—. Es un hecho, mañana.

Camino hacia donde está, él no despega la vista de mi andar, hasta que estamos frente a frente, Ike aún está sentado, por lo que debe alzar la cabeza para verme. Me inclino un poco y puedo sentir su respiración mezclarse con la mía.

—Esto es un mutuo acuerdo—explico―. Nada de romance ni esas cosas cursis, es un simple desahogo por parte de ambos.

—No soy un tipo cursi—murmura.

—Perfecto—respondo y cierro la distancia que nos separa.

Al principio el beso es algo tenso, pero pronto encontramos un ritmo. Ike coloca las manos en mi cintura y comienza a explorar, dejo que lo haga, en realidad no me importa. Ni siquiera en las partes robóticas se detiene, es como si no notara la diferencia. Sin romper el beso hago que se ponga de pie y lo guio hasta la cama. Caemos juntos, él está sobre mí, cuando se aparta.

— ¿Estás segura?―pregunta.

Me controlo para no rodar los ojos.

— ¿Y tú?

Él sonríe y continua besándome, yo, simplemente me dejo llevar, no es amor, es solo una forma que los dos encontramos para tener un desahogo. 

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