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El suave brillo de su portátil es lo único indicio de que el adolescente de cabellos rubios aún se encuentra despierto a pesar de que son cerca de las cinco de la mañana. Ha dormido a penas una hora y el insomnio ha vuelto a golpearlo, por lo que ha decidido saciar su curiosidad e investigar sobre las enfermedades mentales que padecen sus compañeros de la terapia de grupo antes de volver allí al día siguiente.

Porque sí, ya ha decidido que aunque sea duro e incómodo va a volver.

La sensación que le dejó la primera sesión fue completamente extraña para él, y por unos días se encontró totalmente convencido de no aparecer más por allí. No quería saber nada más de chicos con humor extraño ni de chicos con actitudes extrañas. Intentó autoconvencerse de que ese lugar no era para él, pero sus argumentos perdían fuerza poco a poco.

En realidad sí siente que es interesante pasar esa hora y media a la semana con personas que parecen comprender mejor que nadie lo que pasa por su cabeza. Ninguno de ellos se veía hostil y lo hicieron sentir cómodo durante todo el tiempo que duró la sesión. A parte de que el hecho de ver que no es el único adolescente con problemas que se salen de lo normal ha hecho que se sienta un poco menos solo. Hacía ya dos largos años que la sensación de soledad no era tan ligera como la que ha sentido esa semana.

Cualquier excusa que ponga vendrá siempre dada por la ansiedad, esa que no le permite salirse de su zona de confort por mucho que lo intente, y está intentando no dejar que ella tome las decisiones en su vida.

Ahora se encuentra viendo un vídeo de YouTube en el que explican algunos de los trastornos de la conducta alimenticia más frecuentes. Ya ha visto uno sobre el trastorno obsesivo compulsivo y un par de ellos sobre el trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Del trastorno bipolar ha leído un par de artículos en páginas que le parecían más o menos fiables.

Poco a poco va dejando atrás los prejuicios que siempre lo habían acompañado sobre todas esas condiciones de nombres tan largos y extraños con las que viven los chicos que conoció el otro día. Ya sabe que las personas con conductas alimenticias nocivas no siempre están en los huesos o se ven poco sanas, que las personas con déficit de atención acarrean muchos problemas de autoestima debido a su condición, que las personas bipolares no sufren cambios de humor repentinos a lo largo del día sino que es algo mucho más complejo y progresivo, y que el TOC no conlleva una simple obsesión por la limpieza y el orden.

Suspira fuertemente, algo nervioso por volver a encontrarse con todos ellos al día siguiente. Tiene que pensar que son personas individuales, no como si solamente fuesen trastornos y nada más. Tal y como Chan les dijo durante sus presentaciones.

Aunque es difícil hacerlo cuando ya no es capaz de verse a él mismo debajo de todas las capas de enfermedad mental. Toda su vida gira en torno al estrés postraumático. Siquiera puede ir a un instituto presencialmente porque su cabeza le impide pasar demasiado tiempo alejado del lugar seguro que es su habitación. 

Simplemente es un inútil.

Suspira ruidosamente para posteriormente girarse y enterrar la cara en la almohada. Necesita unos segundos para controlar el nudo que se forma en su pecho cada vez que piensa demasiado en si mismo. Dejar la mente en blanco es cada vez más complicado, y no es capaz de comprender hasta qué punto eso podría afectar todavía más a su salud mental.

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En cuanto se da cuenta se encuentra en un autobús camino a la clínica en la que asiste a la terapia de grupo. Por desgracia ni su padre ni Minhee han podido llevarlo hoy, por lo que le ha tocado usar el transporte público.

Se agarra con fuerza a la barandilla de un amarillo chillón ante él, intentando centrarse en respirar de manera pausada. Es de las pocas personas que van de pie, ya que ha decidido cederle su asiento a una mujer que se ha subido con un pequeño bebé en brazos y con expresión de desesperación al ver que todos los asientos estaban ocupados. No ha dejado de maldecirse por ser tan buena persona desde que se ha levantado.

Se siente totalmente fuera de lugar, como si fuese una piedra en medio de un ramo de rosas. Está seguro de que no pasa inadvertido para ninguna de las personas a su alrededor. Se arrepiente de no haber puesto más esmero a la hora de peinarse y de no haberse puesto desodorante. Se pregunta si su rostro desprenderá el mismo cansancio que él siente. Lo más probable es que todos estén pensando que parece recién salido de una cueva, aunque eso no se aleja mucho de la realidad, ya que casi no ha salido del apartamento que comparte con su familia en los últimos tres meses.

Por suerte, en el momento en el que se siente capaz de echarse a llorar por el escrutinio que siente sobre él reconoce la parada en la que debe bajarse. Nada más se abren las puertas se apresura a bajarse y a echar a correr en dirección a la puerta de la consulta, temeroso de que alguien pueda seguirlo si sus pies no van lo suficientemente rápido. Cualquiera se daría cuenta de que él no puede oponer mucha resistencia si le hacen algo malo.

-Buenos días, Félix.- le saluda la agradable recepcionista nada más cruza el umbral.- Puedes ir pasando a la sala si quieres. Chan está a punto de llegar.

Tiene la respiración tan entrecortada que no es capaz de responder con palabras. Solo asiente y echa a caminar hacia la puerta que recuerda que lleva a una pequeña sala con sillas en círculo y chicos extraños dentro.

Se para unos segundos ante la puerta cerrada, escuchando los ligeros murmullos que la atraviesan que dan a entender que los demás ya han llegado, intentando que el aire vuelva a entrar a sus pulmones con normalidad. Tarda lo que parecen minutos interminables en conseguir que por lo menos no se note demasiado que no se encuentra completamente bien, lo que considera suficiente para poder entrar sin recibir demasiadas preguntas incómodas.

-Hola.- saluda tímidamente al entrar, casi en un susurro, mientras mira al suelo.

-Buenos días, Félix. O buenas tardes, más bien.- lo saluda de vuelta Jeongin con la misma suavidad constante que recordaba de la anterior sesión.

Los demás murmuran saludos también mientras él se sienta en el sitio que ocupó en la anterior sesión. El hecho de que todos tengan sus miradas clavadas en él no ayuda a terminar de dejar atrás el momento de pánico que ha vivido hace unos minutos. Cierra los ojos para tomar aire profundamente e intentar convencerse de que tiene todo bajo control.

-Chan siempre llega un poco tarde, así que seguramente aún tengamos que esperar unos minutos.- le explica Hyunjin con voz suave, seguramente notando que no está en un buen momento.

-Es un desastre. A veces me pregunto cómo alguien como él puede ser nuestro psicólogo.- suspira el que recuerda como Minho mientras mueve la cabeza en un gesto negativo. Por lo menos no ha vuelto a hacer una de esas bromas extrañas y oscuras.

-Tú no le hagas caso a Minho.- le dice Jeongin poniendo los ojos en blanco.- Chan es un gran profesional. Solo es un poco despistado. Pero bueno, dejemos eso a parte. ¿En qué instituto estudias, Félix?

El nombrado se siente un poco sorprendido con la repentina pregunta. No pensó que ninguno de los chicos tendría el mínimo interés en saber nada de él. Se pregunta si debería responder con la verdad o simplemente inventarse algo para no tener que decir que su miedo a absolutamente todo es tan grande que no puede asistir a clases presencialmente. 

-Asisto a clases virtuales.- termina respondiendo, viéndose incapaz de mentirle a alguien con quién parece que va a compartir bastante tiempo en esas sesiones.- Empecé a estudiar de esa manera algo después de que me diagnosticaran. El instituto es como el cúmulo de cosas que aumentan mi ansiedad hasta niveles extremos e ir solo hacía que mi estado de ánimo empeorase.

-¿En serio? ¿Y llevas mucho sin ir al instituto presencialmente?- le pregunta Hyunjin con sorpresa.

-Pues... Dos años más o menos.- responde con algo de incomodidad. En estos momentos es en los que es más consciente de lo idiota que debe parecerle a la gente que no sea capaz de realizar las actividades cotidianas de lo más normales para los chicos de su edad.

-No te pierdes nada. El instituto está hasta arriba de gente gilipollas.- Minho habla mientras se encoge de hombros.- La verdad es que a veces yo preferiría haber ido a clases virtuales. No lo echo nada de menos.

-Siento llegar tarde otra vez.- la voz de Chan interrumpe la pequeña charla de los adolescentes. El psicólogo entra en la habitación como un torbellino para sentarse rápidamente y adoptar lo más parecido a una postura profesional que Félix le ha visto hasta el momento.- Aunque creo que ya habéis empezado la conversación sin mí, por lo que parece.- no parece realmente enfadado con la idea. De hecho, parece que le agrada que ellos puedan comenzar la sesión sin su ayuda.

-Estábamos hablando de que Félix no va al instituto. Tiene clases virtuales.- lo pone al día el mayor de todos.- Yo estaba diciéndole que no es una gran pérdida.

-Pues yo no estoy de acuerdo contigo, Minho. A mí me gusta ir al instituto.- apunta Hyunjin frunciendo el ceño ligeramente.- A ver, no es mi lugar favorito del mundo, pero siempre está bien que te veas obligado a salir de casa todos los días para ir a un sitio a aprender cosas nuevas. Y lo digo yo, que con el déficit de atención y la hiperactividad no es que sea el alumno estrella de mi clase.

-También tienes que tener en cuenta que tú no presentas síntomas de ansiedad, pero ellos sí, Hyunjin.- es el turno de Chan de aportar su opinión profesional sobre el tema, esta vez mostrándose de un lado diferente al que expone Hwang.- Para ti es complicado centrarte y estarte quieto, pero para alguien con ansiedad fuerte puede ser muy complicado pasar tantas horas al día con tanta gente y en numerosas situaciones que los dejan expuestos y fuera de su zona de confort. Es un esfuerzo diferente el que hay que hacer.

-Es muy complicado cuando los pensamientos intrusivos empiezan en medio de una clase. Porque además de tener que pelearte contigo mismo para que no te gane la batalla el trastorno, tienes que estar pendiente de que no se te note que estás mal, porque los adolescentes pueden ser muy crueles.- expone Jeongin, intentando hacer que el otro chico comprenda su punto de vista sobre la situación.- A mí no es que no me guste ir al instituto, pero es algo muy cansado mentalmente cuando tienes un mal día.

-No sé qué era peor: si ir al instituto en fase maniática o en fase depresiva.- Changbin habla por primera vez en ese día, y Félix no puede evitar centrarse totalmente en lo que dice.- Aunque la verdad nunca me acuerdo mucho de lo que hago cuando estoy en una fase maniática. Mejor, estoy seguro de que a mis compañeros les encantaba burlarse de mí en esos momentos. Solo sé que cuando me gradué el año pasado fue uno de los mejores momentos de mi vida. Mi estado mental es muchísimo más estable ahora, sin tanto estrés.

Ese es el momento para que el pecoso se demuestre a si mismo si ha entendido todo lo que ha estado investigando sobre trastornos esa noche. Si no recuerda mal, la manía es una fase del trastorno bipolar en la que la persona se encuentra eufórica de manera exagerada, y se embarca en proyectos que seguramente en su estado normal siquiera se plantearía. Debe ser complicado vivir con algo así, aún más yendo al instituto, en el que los alumnos pueden llegar a ser bastante incomprensivos y crueles.

-Todos estáis aquí porque se supone que hacer cosas siencillas de la vida cotidiana os resulta mil veces más complicado que a los demás. Yo, como persona que ha sufrido agorafobia durante gran parte de su adolescencia puedo llegar a entender lo agobiante que puede ser el instituto para ciertas personas. Pero también es verdad que no podéis abandonar vuestros estudios así como así. A mí me costó bastante sacar algunos cursos, porque cuando yo iba eso de las clases virtuales no estaba muy de moda- bromea mirando a Félix.- Pero aún así me gradué y entré a la carrera. Y por eso estoy hoy aquí con vosotros.

Chan sonríe ampliamente mientras habla. Parece realmente orgulloso de si mismo y de lo que ha logrado conseguir a lo largo de su vida. Félix siente como los celos remueven su estómago ligeramente, haciendo que él se remueva algo incómodo en su asiento. Se pregunta si en algún momento de su vida él podrá mirar hacia atrás y sentirse orgulloso de lo que ha logrado a pesar de tener que batallar con una enfermedad mental. Ahora mismo le parece algo casi imposible.

-La verdad es que encontrar un buen sitio en el que matricularte para esas clases virtuales no es fácil. Mi padre y mi madrastra tuvieron que buscar bastante para encontrar alguna academia con nivel de instituto decente. De hecho empecé en una que era un cuadro, la organización que tenían era bastante ridícula.

Sus labios se tuercen en una mueca involuntaria, recordando esas primeras videollamadas caóticas de dos horas por clase en las que la lección duraba menos de veinte minutos. Siempre le ha parecido que fue un gasto totalmente absurdo de dinero. No aprendió nada y su ansiedad iba a más por la falta de organización y efectividad de las clases. Al final no pudo más y su padre tuvo que desmatricularlo y comenzar otra vez el proceso de búsqueda de clases virtuales, solo que de manera aún más exhaustiva. Recuerda que Minhee y él se tiraban horas delante del portátil buscando y buscando hasta que al fin encontraron la academia a la que asiste ahora.

-¿Y no te has planteado nunca volver a las clases presenciales? Es decir, dos años son muchos años.- comenta Hyunjin extrañado.

A pesar de que se nota que el chico no comprende totalmente ciertas cosas, su noto de voz no suena como si lo estuviese juzgando, si no como si estuviese realmente curioso por averiguar la respuesta a su pregunta. Félix siente que el de cabellos azabaches es alguien realmente comprensivo. En cierta medida le recuerda a un niño pequeño asombrado por todo lo que hay a su alrededor. 

-La verdad, no creo que pueda hacerlo. Prácticamente cualquier cosa puede llegar a provocarme ansiedad o un ataque de pánico, así que sería contraproducente.- suspira él.- La verdad es que intento salir de casa lo menos posible.

-¿Pero hay algo que te de especial miedo cuando sales de casa? No sé si esto es una pregunta grosera.- Jeongin se lleva las manos a la boca en un gesto de pánico en un movimiento brusco, pensando que ha podido incomodar al otro chico.

-No, no es grosero. No te preocupes.- se apresura a aclarar Félix.

-Los únicos groseros aquí somos Changbin y yo.- ríe Minho.

-¡Oye! No me llames grosero, idiota. Yo soy una persona extremadamente amable.- exclama el mencionado exagerando lo ofendido que se siente.

-Chicos, nos desviamos del tema.- les recuerda Chan a pesar de que él también ríe de manera suave por la absurda confrontación.

Félix ha aprovechado el pequeño momento de caos para pensar en una respuesta que darle al menor de todos. ¿Qué es lo que le da más miedo del mundo exterior? ¿Los sonidos fuertes? ¿La mirada de la gente puesta en él? ¿El contacto físico con desconocidos? ¿La inseguridad? ¿Sentirse desprotegido?

-Digamos que no es solo una cosa lo que me da miedo. Hay tantas cosas pequeñas que me aterran que al final acabo explotando en algún momento.- decide intentar simplificar todo lo que se le pasa por la cabeza.- Es un poco incómodo de reconocer, pero a veces, cuando salgo de casa, mi hermano pequeño tiene que acompañarme para que no me de una crisis en plena calle.

-¿Cuántos años tiene?- le pregunta el psicólogo.

-Trece.

El rubio apunta algo en las hojas que tiene siempre en el regazo con absoluta concentración. Por primera vez en las dos sesiones el chico nuevo se da cuenta de que hace pequeñas anotaciones a medida que la conversación avanza, cambiando de hoja continuamente. La curiosidad por ver qué es lo que ha escrito sobre él lo ataca.

-A mi hermano le costó un montón entender mi trastorno. A día de hoy aún no lo entiende completamente. O sea, él es mayor que yo, no más pequeño como el tuyo, Félix. Piensa que soy un exagerado y que si quiero dejar de sentirme mal solo tengo que intentarlo con más fuerzas. Por suerte mis padres no son como él.

El estómago de Félix se contrae dolorosamente al ver la mueca triste en el rostro de Jeongin mientras habla. Si vivir día a día con una enfermedad mental es bastante complicado por sí solo, no se quiere imaginar cómo es si una parte de tu familia no te apoya. Es preocupante que, viendo a tu hermano pequeño pasarlo mal, no seas capaz de empatizar y le digas esas cosas tan horribles.

Se siente afortunado de contar con su padre, Minhee y Seungmin. Seguramente de no ser por ellos no hubiese salido adelante cuando todo pasó. Ellos siguen siendo una de las pocas razones por las que tiene ligeras mejorías muy de vez en cuando. Por ellos se encuentra sentado ahí, escuchando las historias de estos chicos para intentar encontrar una forma de firmar la paz consigo mismo.

-El TOC, así como cualquier otra enfermedad mental, es muy difícil de comprender para cualquier persona que no la viva en su propia piel. Parte del proceso de mejoría también es identificar a esas personas que nos hacen mal o que solo empeoran nuestra situación y alejarse, por muy difícil que sea hacerlo también.

-Que les den a todos. Es mejor que los locos nos juntemos con locos.

Chan suelta un sonoro suspiro ante la intervención de Minho. Se frota las sienes como si le doliese la cabeza, desesperado con el humor del adolescentes. Este solo ríe ligeramente de su propia broma, haciendo que a los otros cuatro se les escapen ligeras sonrisas.

Bueeeeno, no quiero gafarlo, pero se ve que estoy saliendo de mi bloqueo escritor a lo grande. Nuevo caaaaap.

Espero que os guste, pero tampoco os acostumbréis a las actualizaciones tan seguidas porque no sé cómo va a estar mi estado de ánimo la semana que viene o la siguiente, ni si voy a tener ganas de escribir. Aunque de verdad espero volver a coger ritmo de escribir en Wattpad.

Os amo <3

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