Miradas
Advertencias: Ninguna.
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—Ryunosuke-kun, ¿Podrías llevar estos libros al salón de primero?— preguntó su maestro de matemáticas—. Son para el grupo A.
—Claro— se puso de pie haciendo lo que le solicitaron. Caminó por el pasillo, y de reojo pudo ver a Chuuya juguetando con un muchacho de cabellos castaños y gafas peculiares.
Mientras más se acercaba, más crecían sus nervios. Ninguno de los más grandes notó su presencia, por lo que Kajii empujó al pelinaranja contra su cuerpo.
—¡Lo siento!— se disculpó el más bajo.
—¡Te dejo, Chuuya! ¡No quiero morir!— el más alto escapó corriendo a su salón.
Ryunosuke sabía de lo mucho que exageraron cuando golpeó a Tachihara, no era de extrañarse que algunos compañeros asumieron que lo dejó inconsciente.
Ese día Akutagawa esperaba a su hermana en la salida, cuando Tachihara le robó un beso. Apenas le dió un golpe cuando el pelirrojo resbaló por intentar correr y termino cayendo a una zanja. Uso yeso por unos días y se lo adjuntaron a la discusión con el ojigris.
—¿Qué le pasa a ese idiota?— Nakahara se agachó por algunos cuadernos que cayeron al suelo—. ¿Para dónde vas?.
Incapaz de hablar señaló la portada del libro. Su expresión podía confundirse con una de repudio, cuando en realidad estaba muerto de nervios.
—Te ayudaré— arrebató un par de libros para quitarle un poco de peso—. No te lastime, ¿cierto?.
El más alto negó, dios, quería ir más lento para hacer más largo su recorrido. Pero Chuuya era rápido, llegaron y de reojo vió a Nakajima saludar a el pelinaranja.
—Bueno, nos vemos después— se despidió de Atsushi saliendo junto a el pelinegro—. Hasta luego, chico.
Akutagawa frunció el ceño pues no tuvo oportunidad de decir su nombre, pero hubo algo que lo dejo tranquilo. Chuuya no prestaba atención a los rumores entorno a Akutagawa. Sus mejillas se pusieron rojas solo por pensar aquello. Akutagawa tampoco debía hacerlo.
~•~
—¿Por qué te fuiste?— preguntó Chuuya irritado—. Tuve que acompañarlo a dejar unos libros, y no ayudaste.
—Lo siento, aunque es de segundo es muy extraño— alzó los brazos con insolencia.
—No me pareció extraño— ni siquiera se molestó en verlo, o preguntarle su nombre.
—¿Puedo ir a tu casa después de la escuela?.
—Claro, ¿Por qué?— Nakahara sacó su pluma para escribir algo en su libreta, pronto tendrían clases de cálculo.
—Para ver a tu hermana, es tan hermosa...
—No volverás a pisar mi casa— gruñó disgustado.
—Vamos, ella ni siquiera me hace caso— se quejó el contrario.
—De acuerdo, ve pero no le hables. Kōyō ya piensa que eres raro.
Kōyō pisame.
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