Menta y Chocolate (Final)
Advertencias: Ninguna.
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¿Realmente estaba nervioso? Solo era cuestión de explicarle a Ryunosuke la situación, pero por alguna razón su pecho pesaba y sus manos temblaban. Tenía miedo al rechazo, estaba aterrado por su plática.
Cuando se encontraron ninguno mencionó nada, lo cual fue más incómodo pues caminaron hasta la heladería cercana donde conversaron por primera vez después de ordenar. El más alto tenía esa expresión serena que ponía más nervioso a Chuuya.
—¿Cómo te fue en tus clases? —para ese punto solo quería romper el silencio.
Akutagawa apretaba sus propios muslos por debajo de la mesa—. Estuvieron bien. Me enteré que ustedes tendrán una ceremonia antes de terminar el ciclo escolar, ¿Irás?
—No, es aburrido porque será más como un baile —respondió el pelinaranja.
Ryunosuke notó cierta tensión en sus palabras—. Nunca he ido a un baile pero debe ser bueno para socializar y ya que eres tan sociable pensé que te sentirías bien.
Chuuya se sorprendió porque en todo el tiempo de conocerse nunca dijo tantas palabras juntas—. Lo pensaré, además necesito una pareja. De preferencia que sea más alta que yo y fácil de guiar.
Akutagawa no dijo nada, asintió esperando que el otro le contará más de sus planes, pero al no entender la indirecta todo se volvió aún más pesado. Chuuya tosió un par de veces hasta que llegó su helado—. Akutagawa, ¿Te gusta alguien en particular?
—Si —musitó el menor. El calor de sus mejillas parecía derretir el hielo dentro en la boca de Chuuya.
"A la mierda, es tan hermoso que quiere matarme" pensó el de cabellos naranjas cerrando los ojos—. Me gustas mucho…¡No! Mierda, quiero decir que estoy enamorado de tí, quiero que seas mi novio y te quedes conmigo —el abrupto silencio lo hizo sonrojarse hasta el cuello. Chuuya abrió los ojos de golpe—. ¿Por qué no dices nada?
Ryunosuke temblaba, su garganta estaba cerrada, al no poder formular palabra alguna decidió estirar su mano hasta la muñeca de Chuuya y la apretó con firmeza. Akutagawa soltó un suspiro que sonó más como un gemido entre tosidos—. No podía respirar.
Chuuya apartó los helados, y tomó el menú de la mesa, recargó el pecho en la misma para así quedar a centímetros de Akutagawa cubriendolos de los comensales—. Aún puedes golpearme —murmuró mientras su mano libre apretaba el cuello del pelinegro y así unió sus labios por unos segundos.
Akutagawa trató de sujetarlo para permanecer así un instante más, lo suficiente hasta ser viejos, pero lo vió alejarse y jadeando bajó el menú. Pasó su dedo pulgar por sus propios labios—. Te quiero —murmuró apenas siendo escuchado. Sus ojos brillaban tanto que parecían escurrir en cualquier segundo.
El de baja estatura sintió que fue liberado de un peso enorme. Se recargó nuevamente en su silla para sonreírle—. Ya lo sé, pero como iré a la universidad supuse que me odiarías por confesarme.
—No me importa que vayas a la universidad, el siguiente año yo también lo haré y podría visitarte en los dormitorios—respondió desesperado.
El de ojos azules clavó su cuchara en el helado ajeno sintiendo el sabor de la menta y chocolate alterar sus papilas gustativas, pero eso siempre le pasaba cerca de Akutagawa—. No me mudaré al campus, pasaré los fines de semana contigo si quieres.
Akutagawa agachó la cabeza—. ¿Cómo novios? —musitó.
Chuuya apretó los labios para no hacerlo sentir más vergüenza riéndose descaradamente—. Claro, como novios.
Chuuya arreglaba el cuello de su traje por décima vez, caminaba a la entrada de los Akutagawa, era el día de su ceremonia y prometió pasar por él para ir juntos. Mordiendo el labio apretó al menos tres veces el timbre hasta que la muchacha de ojos grises y tez clara le abrió la puerta—. Buenas noches, ¿Tu hermano está listo?
Gin negó con un movimiento sutil de cabeza—. Mi hermano lleva una hora frente al espejo. Pasa —se hizo a un lado para dejarlo entrar.
—¿No están sus padres? —cuestionó al ver la sala vacía.
—Mamá está ayudando a mi hermano con su cabello y mi padre todavía no regresa del trabajo —respondió con obviedad—. Tu traje es bonito.
Las palabras de la niña le subieron dez veces el ego, estaba tan orgulloso—. Gin, ¿Te gusta el maquillaje? Mi hermana tiene algunas cosas que nunca usó y sería una pena tenerlas guardadas para siempre, te las traeré.
Antes de darle las gracias Akutagawa bajó las escaleras rápidamente—. Llegaste antes.
Chuuya suavizó su expresión, era tan hermoso con el traje azul enmarcando su piel pálida, su cabello estaba estilizado, pero sin llegar a ser radical—. Los caballeros llegamos temprano.
La madre de los adolescentes estaba detrás de su hijo, sonrió llamando la atención del más bajo—. Soy la madre de Ryunosuke, es un gusto.
—Buenas noches, y muchas gracias por recibirme —estiró su mano siendo apretado cálidamente por la mayor—. Ya entiendo de dónde viene la belleza de sus hijos.
La mujer soltó una risita—. Oh dios, que chico tan educado eres, siempre le dije a Ryu-chan que se consiguiera una pareja así.
El más alto soltó un gruñido—. ¡Ya nos vamos!
Su hermana se recargó en el brazo de su madre para sostenerla en caso de querer perseguirlo para molestarlo con más cosas vergonzosas—. Adiós, hermano.
—¡Cuidense mucho! ¡No beban alcohol! —gritó la alegre mujer—. Mi niño ya no es un niño.
—Lo perdimos —agregó Gin.
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Yosano era quien manejaba el auto que ella misma le ofreció a Chuuya para llevarlos. Ni siquiera volteaba a ver a los adolescentes en los asientos traseros.
—Te ves realmente etéreo —dijo Akutagawa tratando de mantener la vista en el paisaje cambiante.
Chuuya estiró su brazo para rodear su cuello y obligarlo a pegarse a su hombro—. Gracias, tú también eres hermoso, Ryu-chan.
—¡No me llames así! —el tinte carmín lo delataba, ahora era su apodo favorito sí él lo pronunciaba.
Chuuya apretó su agarre dejándolo más nervioso—. Pero creo que te gusta, si no fueras tan hurraño pensaría ponerte en una caja para que nadie te robe pero me golpearías cómo a tu cuñado, oh pobre de mí.
El menor negó—. No te golpearía nunca.
Siendo desvergonzado, revolvió el cabello del muchacho dulcemente para amortiguar el desorden, pues se había esperado en lucir impecable—. Eres un buen chico.
—Solo eres mayor por un año…
El otro lo interrumpió—. Estos mocosos no saben respetar a sus mayores, alguien debería darte una lección.
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—¿No sabes bailar? ¿Y así querías venir a un baile? Que inteligente —susurró cuando su pareja se negó a ir a la pista.
—Si sé hacerlo, pero hay demasiadas personas…—no pudo seguir con su excusa al ser jalado por su novio y arrastrado fuera del salón.
—Aquí ya no hay personas —lo sujetó de la cintura para quedar más cerca—. ¿Quieres bailar conmigo?.
Sin decir nada tomó su palma para ponerla sobre su propio hombro y mover un poco los pies indicándole a Chuuya que estaba listo. A paso lento se movían al son de la música que aún era audible, pero más baja.
Se miraron unos segundos antes de soltar una risita—. ¿Tu madre te enseño a bailar?.
—Sí, cuando Gin tenía bailes y no un compañero yo iba con ella.
—Que dulce —se burló pero no era porque le diera risa. Soltó un suspiro llamando su atención—. Tengo tanta suerte de tener a un chico tan dulce.
Frágil a sus palabras puso ambas manos en la cintura de Chuuya inclinandose para darle un beso hasta que la puerta trasera se abrió. Dazai besando salvajemente al de cabellos grises antes de estamparlo contra una pared y apretarlo ferozmente los dejó desconcertados.
—¡Atsushi! —fue lo único que dijo Chuuya. Los dos muchachos lo vieron asustado.
El primero en decir algo fue Dazai—. Oh, Akutagawa si vino, pudiste avisarme.
Atsushi hundió la cara en sus manos—. ¡No es lo que parece!
Nakahara frunció el ceño—. Maldito bastardo vendado bueno para nada, vete, me arruinas la noche.
—Y tú me das asco, pero no lo digo siempre —contestó del mismo modo—. ¿Por qué tienes tus sucias manos sobre Akutagawa? Le diré a sus padres que una fea babosa quiere tirarse a su hijo.
—¡Hijo de puta! —buscó algo con que golpearlo, pero fué retenido por Akutagawa—. Suéltame, este idiota verá que no puede decir cosas así una vez que lo deje tirado.
El castaño le sacó la lengua antes do tomar la mano de Atsushi—. Bueno, te veo después Akutagawa, y si usarán el callejón para follar al menos vayan a la parte oscura.
—¡No soy igual a tí! —gruñó el pelinaranja—. Usa maldito condón, este imbécil debe tener nuevas enfermedades venéreas…¡No! Mejor ni lo beses.
Siguió forcejando hasta que el más alto se fue y Akutagawa lo soltó—. No quería que pelearán, lo siento.
Rendido dejó un beso en su palma—. Dejaré de hacerlo frente a ti, pero ese idiota me molesta demasiado.
El de ojos grises tembló por la corriente de aire—. ¿Podemos volver adentro? Hace frío.
El mayor posó su mano en su antebrazo para apoyarse—. Cierto, no quiero que te enfermes.
—Oye Chuuya —antes de que pudiera hablar plantó un beso en la mejilla del nombrado—. Te quiero.
El hombre de infinita confianza se quedó tartamudo, fue soltado por su pareja que se adelantó unos metros—. También te amo, Ryunosuke.
¿Algo más cliché que un baile de graduación? No hay, no existe.
Me encantó escribir está historia, aunque hubo momentos donde me faltaba la inspiración rápidamente volvía por la belleza de esta pareja. Dios bendiga a Kafka por darnos interacciones tan peculiares entre Ryunosuke y Chuuya.
Aquí acaba oficialmente "Menta y chocolate" pero probablemente suba un pequeño epílogo. En fin, gracias por leer esta historia, espero escribir más de esta pareja pronto <3
-Honey
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