Cara a cara
Advertencias: Ninguna.
~•~
Akutagawa se levantó de la cama con una nueva inseguridad. Nada extraño para un joven de su edad, pero él no afrontada de manera sana un rechazo, y bueno, no podríamos culparlo. Un joven Adonis te hace creer que le gustas solo para confesar que fue una equivocació.
Akutagawa se sentía como una equivocación.
Gin lo miraba de arriba a bajo sin descifrar sus pensamientos. El de ojos grises preparó sus almuerzos con total inquietud.
—¿Crees que pueda faltar a clases?— preguntó mientras su hermana servía té en dos vasos.
—Bueno, tus clases son importantes, pero si te sientes mal puedo hablar con tu tutor.
Lo pensó un poco, faltar no era un crimen, pero la tarea de estadística no fue hecha para dejarla tirada en su habitación.
Salieron a paso firme, o al menos Gin lo hizo pues Ryunosuke temblaba. La muchacha rodeó su brazo para darle un poco de apoyo.
Tachihara esperaba unas calles adelante, sacudió la mano y dejó un beso en la mejilla de la más baja—. ¿Por qué esa cara larga, Akutagawa?.
—No te importa— contestó retomando su paso alejándose un poco de los menores.
Para cuándo llegaron a la entrada, tenía el corazón en la garganta, suspiró profundamente pasando que aún estaba a tiempo de huir. Claro que Akutagawa no tiene suerte, un muchacho de cabellos grises lo empujó por accidente haciendo que cayera sobre Tanizaki, un chico de su clase.
—Lo siento mucho, ¿Están bien?— pregunto Nakajima.
El de ojos grises se limitó a mirarlo mientras se ponía de pie, en cuanto lo hizo le estiró una mano al de cabellos naranjas. Atsushi se inclinó y pidió perdón al punto de llamar la atención. Chuuya volteó en esa dirección.
—Vamos, Ryunosuke— Gin lo arrastró antes de que se enojará, Tachihara hizo una mueca de burla.
—Estas en problemas Atsushi, el me golpeó una vez...
—Deja de decir estupideces— murmuró notando los ojos zafiro sobre su cuerpo.
Se estremeció y procuró avanzar más rápido. Dejó a su hermana cerca de su salón y corrió a esconderse en su aula, pasaron varias clases hasta que por fin tuvo tiempo libre para revolcarse en su miseria.
—El profesor Gogol no vendrá, otra vez— Dazai entro a su salón cargando hojas—. El director Fukuzawa dice que hagan estás actividades y probables mandará a un prefecto para cuidarlos.
El de ojos grises sentía tanta vergüenza por lo de antes y no siquiera entendía el por qué.
—Que chico tan deprimente— Dazai se inclinó para ver su cara hundida en la madera—. ¿Qué pasó?.
—No era para mí...la carta— dijo casi en un sollozo—. No le gusto.
—Admito que no eres el mejor partido pero ese tipo es un enano, no tiene derecho a rechazarte— frunció el ceño—. Si era una broma era mejor decirlo desde el principio, y quizás me hubiera burlado de lo enano que es.
—Está bien, ya me parecía extraño— se puso recto para verlo mejor—. Dijo que la carta era para tí, era de su amigo y le pidió que te la diera a ti, pero se confundió.
—¡¿Era de Atsushi?!— una chispa de emoción surgió en sus ojos.
—Solo dijo un amigo, pero puedes preguntarle, no es una mala persona.
—Que tonto eres, Akutagawa— Osamu acarició su cabello—. No se trata de ser una mala persona, porque incluso las buenas pueden lastimarte.
—Ya puedes irte, Dazai-san— era la terrible voz de un demonio.
—El demonio Fyodor— casi vomita del asco—. Que desagradable, dios, que horror.
—El sentimiento es mutuo— habló el de acento extraño.
Akutagawa lo conocía porque era rival de Dazai en todas las competencias académicas. El de cabellos violetas era del mismo salón de Dazai, pero apenas se veían pues se la pasaba ayudando a los profesores.
—¿No deberías estar lamiendo las botas del director?— cuestionó el castaño sin importar que los compañeros de Akutagawa ya estaba incómodos.
—Eso de lamer te va mejor a tí— concluyó el de ojos amatista.
—Solo fue una vez supéralo— suspiró profundamente antes de ponerse derecho y salir por la puerta.
—Bueno, empiecen a copiar lo que anoté en la pizarra, después resolverán algunos ejercicios— el de complexión delgada clavó la vista en Akutagawa que parecía inflexible ante el acto de Dazai—. Ven un segundo, niño del fondo.
El de ojos grises parpadeó levemente, al final se acercó hasta el escritorio donde el mayor pasaba asistencia al azar.
—¿Eres amigo de Dazai-san?.
—Lo conozco desde hace unos años.
—¿Por qué?— preguntó sonriendo.
—Vivía cerca de mi casa antes de que se mudará— su tono era lo contrario a la endulzada voz de Fyodor.
—Que serio eres— murmuró con diversión—. ¿Podrías llevar esto a el salón de tercero A?.
Unas cuantas tareas revisadas en lugar del profesor Gogol. A mitad de camino recordó de quién era esa clase.
Sus piernas temblaron antes de tocar la puerta y ver al profesor Rimbaud explicar su proyecto final.
—¿Puedo dejar algo?— centro su mirada en los ojos ámbar apenas con poca voluntad de voltear a los alumnos, más bien a uno en particular.
—Gracias, se los daré cuando acabe.
Al girar encontró dos brillantes lagunas azules viéndolo fijamente, destilando entusiasmo. Akutagawa rápidamente abandonó el aula casi sufriendo arritmia.
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—¿A quién buscas?— preguntó Kajii notando como el pelinaranja giraba en todas direcciones por los pasillos de la escuela.
—A nadie— respondió secamente aún buscando a Ryunosuke entre la multitud por el anuncio del descanso.
—¿Al chico qué se te confesó?— Atsushi se plantó a su lado, y el castaño acarició su cabeza.
—Atsushi-kun, cuéntame más de eso...
—Si le dices, juro por dios que haré que ningún trámite te salga bien— interrumpió Chuuya con verdadera furia.
—Solo quería darte las gracias, hoy no recibí ninguna amenaza de muerte por...bueno, por él— dijo aún evitando que Kajii le sacará información.
~¿Qué no piensa salir a comer?~ se detuvo en los salones de segundo empujando a sus compañeros para estar solo.
Cuando por fin dejaron de molestarlo, el joven decidió entrar a uno encontrando a Akutagawa comiendo junto a el de vendas.
—Mira, un gnomo sin cuidar un jardín— murmuró señalando al más bajo que claramente lo escuchó.
—Hola, no sabía que este era tu salón— mintió pues la presencia de Dazai era inesperada—. Estás con el bastardo vendado...
—El enano de Chuuya es demasiado bajo, que vergüenza que sea de mi edad— sonrió abrazando el cuello de Akutagawa con un propósito—. Bueno, si estoy con él, digo ¿quién no lo querría?.
Osamu sentía el vómito ardiente en su garganta, admitía que Akutagawa no era feo, pero conocerlo desde antes de aprender a sumar lo hacía verlo como un ser horroroso que le agradaba solo un poco.
—¿Ustedes son novios?.
Holaaa.
Suspenso, claro que sí (después de no actualizar por semanas).
Gogol como profesor es todo lo que está bien, que me ponga una correa por favor.
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