-¿Puedo apagar esta cosa? Caen demasiados mensajes y eso me irrita.-se quejó uno de los hombres que reconocía por ser el que se encargaba de vigilar que no tratara de "escapar" lo que es prácticamente imposible o hacerme algún daño ya que solo ellos pueden hacerlo, lindo.

-No. Me interesa seguir leyendo los mensajes que recibe, es divertido.-lo miré con repulsión al escuchar sus palabras, él era "El jefe" o mejor dicho el encargado de que en este momento este atada de manos y pies en una columna quien sabe donde en vez de en mi casa durmiendo.

Al parecer mi mirada no paso desapercibida por él porque me volteo a ver y me sonrió, esa sonrisa tan repugnante y cínica como él.

-¿No te hemos dicho verdad? Tienes a muchas personas desesperadas, dulzura deberías sentirte culpable.-odiaba escucharlo hablar, ¿Cómo era posible odiar tanto a alguien del que ni siquiera saber el nombre? Deseaba que se callara de una buena vez pero para mi mala suerte siguió hablando.

-En especial este chico entrometido, ¿Cómo es que se llama?-hizo como si lo pensara y sonrió con cinismo-¡Ah, Thiago! El chico no ha parado de mandar mensajes todos los días, que ridículo.

Mi expresión cambió radicalmente, yo sabía que ellos leían mis mensajes. Me habían quitado el celular desde el inicio y al principio solo se quedaban en frente mío mientras ignoraban las llamadas de mis amigos y familiares. Era como una tortura, tenía el celular a unos centímetros de mi para poder contestar la llamada y escuchar una voz familiar, pero no podía hacerlo. Sin embargo, no creí que Thiago me mandaría tantos mensajes, no quería que ellos sepan de siquiera su existencia.

Mi cambio de humor no fue ignorado.

Lo último que escuché fueron sus carcajadas.