El capitán Brogy miraba al resto de piratas de su navío. Atacarían pronto a un buque mercante que, creían, tendría una gran cantidad de monedas de oro puesto que volvía de comerciar con telas, lo cual aportaba mucho dinero. Sonrió mirándolos a todos. Su amarilla dentadura, con sólo la mitad de sus dientes en su lugar, inspiraba cierto temor.

—Escoria marina —gritó el capitán sobre el ruido del mar—, ¡hoy puede ser el día que consigamos uno de los botines más grandes que hayamos visto! Nosotros, los piratas, somos el más letal azote de los mares. Ahora, conmigo, podremos hacer de la piratería algo mucho más oscuro, podremos ser los más temidos de los siete mares. Y, aquel que no consiga superar este abordaje, será enviado al cofre de Davy Jones.

Los piratas temblaron ligeramente, todos sabían que Davy Jones representaba al demonio del océano y ser enviado a su cofre era, literalmente, morir en el mar. Profirieron un sonoro grito en respuesta a las palabras de su capitán. A partir de aquel día, Brogy y su tripulación serían los piratas más temidos de la mar, serían aquellos de los que todos huirían, si todo salía bien... Serían historia.