Una joven caminaba por la barandilla de un puente a más de tres metros por encima del río. Sólo un paso en falso y la joven caería al precipicio, pero no se veía preocupada por aquel detalle. Lágrimas silenciosas caían por sus mejillas, recordando los últimos días, lo que la había llevado hasta allí. La razón por la que no estaba preocupada era que pretendía saltar, así que no le importaba en absoluto si en vez de saltar, caía. Se quedó quieta en la barandilla, mirando hacia el rio y una sonrisa sarcástica apareció en su cara. Tan sólo unos días antes había muerto el hombre de su vida, su padre, su madre y sus hermanos en un accidente de coche. Iban hacia la casa de ella y tuvieron un accidente, el coche se cayó por un puente. Ella iba por el mismo camino. Se acarició el vientre durante un minuto, sonriendo por última vez.

—Donde vamos estaremos mejor, cariño —dijo la joven hacia su vientre.

Cerró los ojos y dejó que su cuerpo se inclinase cayendo hacia el vacío. En ningún momento se arrepintió y sus últimos pensamientos, en el minuto que tardó en caer, fueron para su familia.