Me miré al espejo una última vez antes de realizar lo que quería hacer. Las lágrimas caían a raudales por mis mejillas. Por algún motivo que no alcanzaba a comprender me sentía vacía, me sentía fuera de lugar, como si no encajase. No sabía qué hacer, pero había decidido que no iba a acabar con mi vida. En cambio, sí iba a cambiar mi imagen, yo creía que era la mejor manera para empezar de cero, cambiarme a mí primero. Las tijeras estaban en mis manos, que las apretaban con fuerza y, sin dudarlo demasiado, las acerqué a mi pelo. Estaba segura de que sería un desastre lo que me hiciera porque no tenía ni idea de cortar el pelo, eso ya lo arreglaría después. De momento, sólo quería empezar a hacer algo, aunque luego tuviese que ser arreglado, verme diferente en el espejo. Corté mi pelo como pude, dejando trozos más largos que otros y me corté el flequillo recto. Miré una última vez mi imagen, estaba muy rara con lo que me había hecho, pero una sonrisa invadió mi rostro. Lo que veía allí ya no era la yo que estaba acostumbrada, era una nueva yo, al fin.