Suspiré mirando a mi alrededor. Estaba todo totalmente fuera de sitio, todo metido en cajas. Toda mi vida en aquella casa, todos mis recuerdos, se encontraban ahora en las cajas que me rodeaban. Ya casi había terminado de empacar todo, me quedaba sólo una parte de mi armario y más de diez cajas se situaban a mi alrededor. Cuando giré la cabeza me vi claramente en el espejo, lucía cansada, con gotas de sudor resbalando por mi frente del esfuerzo de empacar todo lo que había guardado, pero mis ojos lucían con intensidad con una emoción profunda y novedosa. Sonreí a mi propio reflejo y me levanté de nuevo. Mi madre me estaba ayudando a guardarlo todo, aunque veía como a veces me miraba con tristeza y nostalgia también veía en ella la misma ilusión que adornaba mis propios ojos, ella se alegraba tanto por mí como yo misma. Me iba a ir de mi casa de siempre, de mi pueblo, para irme a conocer la gran ciudad, para irme a estudiar allí, con un nuevo trabajo, con mi novio desde hacía ya más de dos años y, en definitiva, con una nueva vida, pero sin nunca olvidar mis raíces.