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4. call your mom




Única Parte.
IV. Call your mom !



recuerdo, 𝟎𝟒: ???

Era un día soleado como cualquier otro o al menos así lo era para ella desde que habían llegado a la ciudad de Nuevo Orleans y es que la misma noche en que conocieron a su padre por primera vez su hermana mayor enfermó lo que era extraño para la hibrida dado que sus hijas jamás se habían enfermado, las cuidaba demasiado bien como para dejar que eso sucediera, sin embargo, por extraño que pareciera su primogénita estaba enferma, temblando de frío debajo de la manta rosa que la envolvía. Y unos minutos más tarde mientras analizaban la situación le llegó un mensaje por parte de Vincent un brujo de Nuevo Orleans quien aseguraba saber lo que le pasaba a su hija por lo que no tuvieron más remedio que ir hasta la ciudad que habían abandonado.

Con el paso de los días su esperanza de dejar la ciudad iba decayendo y es que según lo que oía cuando se escondía detrás de las puertas había una bruja malvada que mataba niños y quería poseer a su hermana mayor, algo que ella no comprendía del todo, pero sabía que sus padres ni nadie se tomaría el tiempo para explicárselo, porque así eran ellos, prefería ignorarla antes que ponerla en peligro.

Pese a el sol dentro de la propiedad de los Mikaelson reinaba el frío y la oscuridad, era muy extraño que los rayos de sol se colaran por las ventanas por lo que lentamente comenzaba a acostumbrarse a la soledad que acompañaba rodea de oscuridad. Esa misma mañana estaba mirando el techo de su habitación en silencio mientras se recostaba sobre su nada cómoda cama, estaba debatiéndose entre si levantarse o no dado que la pereza le ganaba, pero pronto tomo un ligero suspiro para erguirse en el colchón.

Caminaba por los largos pasillos después de abandonar el interior de su habitación y miraba a su alrededor un poco asustada, la enorme casa era tenebrosa no solo por los oscuros huecos que había sino también por las grandes pinturas que estaban colgadas en las paredes agrietadas y viejas, no era su lugar favorito para explorar. Pero a veces el hambre le ganaba a su miedo, como aquella vez, en dónde bajo las escaleras buscando a su madre con la mirada, moría de hambre, además de sentir sola en esa enorme mansión.

Paso de largo por la cocina alzando algunas veces la cabeza para ver si encontraba algo, pero no había nada, hasta que llegó al comedor el cual estaba lleno de comida o más bien de pan dulce, había muchos tipos de panes unos que ni siquiera ella misma conocía, pero en especial estaban los buñuelos los cuales desde la lejanía se miraban apetecibles.

Estaba dispuesta a acercarse para disfrutar de uno, sin embargo, se detuvo de golpe al ver que su progenitor estaba sentado en una silla de madera mientras que su hermana mayor estaba sentada en las piernas de este, observándolo con atención y también escuchando lo que parecía ser una interesante historia. La pelirroja se reía a carcajadas felizmente mientras que Klaus la miraba con admiración y amor, un amor con el que nunca la había mirado a ella, lamentablemente.

Desde la llegada del hombre que contribuyó a su existencia habían intercambiado al menos dos de tres palabras en las semanas, no habían mantenido una conversación como Hope lo hacía con él y a penas y se miraban a los ojos, era como si inconscientemente ambos ignoraran la presencia del otro. Según la lógica el hombre rubio era su padre, pero para ella no era más que un extraño con el que vivía y compartía el mismo aire.

Existían constantes ocasiones donde terminaba dormida en su cama sola preguntándose, porque su padre no la miraba con el mismo amor con el que miraba a Hope.

Un suspiro escapo de sus labios, así que decidida se dio media vuelta para continuar con la búsqueda de su madre, sin embargo, sus ojos se abrieron con sorpresa y cierta felicidad al verla caminar hasta ella o eso creía porque su sonrisa decayó, su ánimo se esfumó al igual que su felicidad cuando la mujer castaña paso de largo ignorándola como si no fuera nada más que otro un mueble de la residencia Mikaelson. Paso saliva antes de volver a mirarlos riendo felizmente juntos, jugueteando con su hija quién adoraba la atención que le brindaban, y entonces pudo ver una familia feliz, una a la que ella no pertenecía, al menos eso le dejaban saber sus progenitores al hacerla sentir que no existía para ellos.

Se alejaba de ellos a paso rápido tan rápido como sus piernas se lo permitieran, para ir de regreso a su habitación, aunque dudaba mucho que algo en aquella propiedad le perteneciera a ella, seguramente la echarían cuando cumpliera la mayoría de edad y ella probablemente terminara viviendo debajo de un puente. Ciertamente nada había cambiado ni iba a cambiar nunca.

Observo la habitación con cierta tristeza, aunque parpadeó varias veces para alejar el agua que se acumulaba en sus ojos verdes, pero fue poco posible por lo que negó ligeramente para acercarse a su armario y tomar un poco de ropa con el único propósito de olvidarse de las cosas, sin embargo, se deslizo por el suelo al no poder callar el sollozo que escapo de lo profundo de su garganta, intentaba limpiar sus mejillas porque no quería llorar, empero era difícil lograrlo porque estas salían de sus ojos sin permiso y se deslizaban por sus mejillas rebeldemente.

Miraba a cualquier lado con el fin de distraerse y olvidarse de los pensamientos que estaba maquinando su mente, sin embargo, la respiración se le atasco en la garganta como un gran nudo que no podías deshacer por más que lo intentarás, era como si se estuviera ahogando en una enorme bañera llena de agua, los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse hasta el grado de que ella misma podía escucharlos retumbar contra su piel blanca provocando que su pecho subiera y bajara al mismo ritmo.

Durante el día no sentía las diferencias que existían entre ella y Hope, sin embargo, al llegar la noche se sentían tan notorias que era difícil guardarse las lagrimas, aunque siempre había logrado contenerlas a excepción de ese día. En el día en que su padre llegó a su casa o a la mañana siguiente cuando se enteró que su tío Kol se había ido junto a Rebekah estuvo a nada de tumbarse al suelo y derramarlas, pero consiguió evitarlo puesto que no estaban en el mejor momento, no quería ser una carga más para su familia, como últimamente se sentía.

Sintió un pinchazo en el pecho ante la opresión e hizo una mueca llevando las manos hasta su cuello tratando de desabrocharse los dos botones de su vestido en un intento de conseguir más aire. Realmente no lograba dimensionar cuando era que había comenzando a sentirse de esa manera puesto que con su hermana mayor, Hope, siempre había tenido una buena relación, las peleas eran casi nulas y cuando discutían se arreglaban a los cinco minutos, ya fuera porque Hope se había disculpado o porque Aitana le ofreciera de sus galletas de chocolate como una tregua.

Jugaban todo el tiempo en el jardín, o perdían el tiempo con cualquier cosa, como la de ojos verdes que le encantaba ver como su hermana mayor pintaba mientras que estaba hablaba en voz baja para enseñarle algunos trucos. Tenían una buena relación de hermanas hasta que de un día para otro su hermana mayor se volvió arrogante, grosera y vengativa, llego hasta el grado de también ignorarla o burlarse de ella en cada oportunidad que tuviera.

Tampoco llegaba a comprender que era lo que había hecho tan mal como para que su progenitor llegara a pasar de largo de ella, ¿qué cosa había sido tan mala por su parte como para que ni siquiera su propio padre la quisiera? La decepción que sentía hacía él era demasiado grande porque aquel hombre no era ni siquiera la mitad de bueno de lo que su madre había dicho. Soñaba con él, como un rey que cuidaría de su más pequeña princesa, sin embargo, no lo era, ¿y por qué no? ¿Por qué la odiaba? ¿Era por qué era humana? No lo entendía, pero ciertamente Klaus no era el hombre bueno con el que había soñado.

En las historias de su madre solía ser un Rey que había entregado su libertad para protegerlas, un hombre al que no le había importado nada más que defender a su familia, un padre que solía cuidarla de pequeña, que siempre llegaba a su hogar para dormir junto a ella porque sabía que su bebé no dormía al menos que él estuviera a su lado, aquel que casi hacía una fiesta cuando ella dio sus primeros pasos o cuando dijo sus primeras palabras, ¿dónde estaba aquel Rey que solía amarla más que a su propia vida?

Tragó saliva y soltó otro sollozo, mientras una sensación de terror se apoderaba de su pecho. En ese momento, le faltaba la respiración y todo le parecía irreal. Tuvo la sensación de que pronto se desmayaría, como si el mundo se estuviera escabullendo bajo sus pies.

Incluso llego un punto en el que se sentía tan mal consigo misma que, hubo algunos momentos, donde deseaba que su familia nunca hubiera llegado a sus vidas. Al menos cuando ellos no estaban, su madre ocultaba de manera más discreta su favoritismo. Quería que el tiempo volviera atrás para regresar a los días en que solo eran ellas tres, en los que su madre le demostraba amor, aunque fuera el más mínimo; ella aceptaba todo.

Extrañaba a su abuela Mary también, quien solía cuidarla como si fuera su propia nieta. Le cocinaba galletas e incluso le enseñaba a cocinar para si misma, la peinaba todos los días y le enseñaba a leer. También escuchaban música juntas e incluso algunas veces dormía a su lado. Quería verla, quería volver con ella.

Su cabeza fue cayendo poco a poco y aún lloraba, sin embargo, sus sollozos se habían reducido a pequeños jadeos intermitentes, la imagen de la infante comenzó a distorsionar lentamente hasta que la imagen se oscureció, apenas y podía distinguirse la silueta de la niña pronto fueron expulsados del recuerdo siendo regresados al enorme pasillo blanco con puertas del mismo color donde el silencio fue lo único que reinaba.

El más noble de los hermanos se encontraba cruzado de brazos con la mirada perdida, sin saber cuales debían ser sus sentimientos ante lo anterior visto, por mucho que intentara no conseguía recordar haber visto que la infante estuviera en un mal estado de haberlo sabido probablemente la hubiera ayudado, aunque tal vez fue demasiado tonto como para notarlo. Su hermana menor, Rebekah, también estaba callada al igual que su hermano sabía que su sobrina jamás dio la más mínima señal de haber estado sufriendo, sin embargo, lo más probable era que no le hubiera prestado atención porque estaba ocupada en cosas más importantes, al menos en ese tiempo.

Davina por otro lado tenía la mandíbula endurecida con un sentimiento de disgusto por lo visto, solo quería tomar a su hija adoptiva y meterla en una caja de cristal para que nadie pudiera herirla o al menos deseaba haber podido estar con ella para esos momentos porque tenía el presentimiento de aquel ataque había sido el comienzo de muchos otros. La culpa estaba carcomiendo el alma de Kol quién apretaba la mano de su esposa en busca de algún consuelo, no iba a perdonarse jamás haberla dejado sola; se arrepentía tanto de no haberla llevado con él esa noche.

El hibridó no podía emplear palabras por lo visto, pero si notó como algo se rompía en su pecho al verla en ese estado; tan devastada y rota que temió ponerse a llorar él también. Hayley dejo escapar un suspiro cuando Rebekah coloco una mano en su hombro al ver que las lágrimas se escapaban de sus ojos verdes.

—Jamás quise lastimarla—murmura con la mirada en el suelo intentado reprimir un sollozo, no quería que su primogénita la viera llorar—. Cuando la tuve en mis brazos por primera vez me prometí a mi misma que ella tendría lo que yo nunca tuve, pero fallé, Bekah. Le fallé a mi hija de la peor manera y mira la manera en la que acabó. Creció sin amor, sin una madre, sin un padre o una familia que le demostrara cada día lo mucho que valía y lo increíble que era. Tuvo la misma vida que yo tuve.

—Querías lo mejor para ella, no puedes culparte por eso—habla la rubia suavemente mientras la miraba con compasión—. Oye, ninguno sabía que era lo que pasaba con ella, ¿si? Aitana era de ese modo, se guardaba todo para ella misma. No fue tu culpa—repite tomando su mano dándole una sonrisa reconfortante.

Kol por su lado suelta una risa llena de ironía y estaba a punto de gritarle a su hermana cosas que jamás había pensado en decir, no al menos en voz alta, pero estaban llegado a su límite, eran demasiado hipócritas para su propio gusto, sin embargo, no lo hizo porque Davina tomo entrelazo sus manos dando un paso adelante mientras sacudía la cabeza, una clara señal de negación.

Ella lo tenía claro y por mucho que quisiera hacer lo mismo que su esposo no podía permitirse el lujo de dejar que su marido cometiera tal cosa y no por ellos sino por el hecho de que ella también se sentía culpable, en el fondo sabía que también la habían dejado sola, con una familia que no la quería. Todos en aquel enorme pasillo blanco tenían la culpa de que Aitana creciera sin amor y sin una familia como toda infante debería tener.

—¿No? Entonces, dime, ¿a quién culpamos, Rebekah? —consulta Keelin de manera irónica mientras alzaba una ceja dejando a los demás sorprendidos por su tono de voz—. Se supone que somos su familia y hasta ahora lo único que he visto es lo mucho que todos nosotros influimos para hacerla sentir como una mierda.

—Keelin—la llamaba su esposa, Freya, en un susurro con el vago intento de tomar su mano, sin embargo, esta la alejaba con rabia mientras negaba ligeramente con la cabeza.

Si de algo era consciente la morena era de que Aitana se merecía una mejor vida.

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