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1. mirroball




Única Parte.
I. Mirroball !


present; january 𝟏𝟏, 𝟐𝟎𝟑𝟎.

Ella lo sabía, ella lo sentía, era consciente de su inminente final. La última imagen que sus ojos captaron fue esa foto familiar, dónde estaban todos juntos como una familia feliz. Aitana se sintió insignificante durante crecimiento, preguntándose si era suficiente, si ella era el problema, o qué estaba mal en ella.

Por once años, estuvo eclipsada por su hermana mayor, si es que se le puede llamar así. Su familia nunca se sintió como un hogar, le faltaban amistades genuinas, nunca tuvo un noviazgo oficial y, de hecho, ni siquiera contaba consigo misma.

Por eso estaba segura de que no la echarían de menos y que sería rápidamente olvidada.

Recordaba de forma borrosa aquella conversación matutina, la primera vez en meses en la que se habían dirigido la palabra cordialmente, una rareza considerando que usualmente se ignoraban. Su presencia solía ser ignorada por ambas partes, lo que evitaba muchos problemas.

En este momento, la culpa la atormentaba y su mente no dejaba de cuestionarse, ¿cómo habían llegado a ese punto? ¿Por qué si eran las criaturas más poderosas de la tierra, ahora una de ellas luchaba entre la vida y la muerte? ¿Habían ido demasiado lejos?

Kol dirigía una mirada de odio hacia su familia, un sentimiento que siempre se vio en él, sin embargo, esta vez era mucho más fuerte, aunque también se reflejaba un pequeño rastro de culpa en sus ojos. Él era tan culpable como los demás, dado que, a pesar de tener la oportunidad de ayudar, nunca lo hizo debido a que la rabia y el resentimiento lo consumieron. El amor que sentía no era suficientemente fuerte como para enfrentarse a su propia familia por ella, lo que menos deseaba eran problemas, el solo quería una vida feliz y tranquila junto a su esposa.

Pero tal vez debió hacerlo, ella valía la pena.

—Sabia quiénes eran—la bruja Claire rompió el tenso e incómodo silencio—. Sin embargo, nunca creí que fueran capaces de dejar que esto pasara—señalo con dolor a la joven que se encontraba en la camilla—. Aunque no debe sorprenderme, ustedes hacen esto todo el tiempo, ¿no?

—Cierra la boca un maldito segundo, Davina—ordeno Rebekah con ira—. No sabes de lo que estás hablando.

—Pero no está diciendo mentiras—intervino Kol en defensa de su amada esposa—. La dejaron morir, ¿no es así? No hicieron nada, como es su costumbre. ¿Dónde estabas, Hayley?

La mencionada alzó la cabeza revelando las lágrimas que asomaban en sus ojos, sabía que resultaba hipócrita llorar, pero no podía evitarlo, el dolor, o más bien la culpa, estaba carcomiendo su alma.

Dudó brevemente antes de hablar.

—Estaba ocupada —logró decir al fin una oración completa. Desde que fue notificada del accidente de su hija, no había pronunciado una sola palabra, como si hubiese perdido la capacidad de hablar.

—¿En qué? —preguntó la bruja Claire con evidente molestia, estaba cruzada de brazos con el ceño fruncido mientras evitada que su enojo la controlara—. ¿Qué era más importante que tu hija, Marshall?

—Déjala en paz—intervino Rebekah en defensa de la híbrida al ver que esta se había quedado callada con la mirada en el suelo—, nada de lo ocurrido fue su culpa.

—¡Claro que sí! —exclamó Kol con ironía—. Lamentablemente, ella es su madre y debió estar pendiente de su hija. Te aseguro que ni siquiera es capaz de decir que era lo que mi tina había consumido para tener una sobredosis. O el hecho del porque tuvo un accidente de auto a tan altas horas de la noche.

El vampiro original tenía razón y todos lo sabían, solo que eran demasiado orgullosos para aceptarlo.

—No sabes nada, Kol—escupió Hayley cansada de las no tan falsas acusaciones que el matrimonio estaba haciendo contra ella—. No pueden juzgarme, yo no sabía lo que pasaría. Si lo hubiera sabido...

—¿Que hubieras hecho? —la interrumpió Kol con firmeza, estaba ansioso por cuál sería su respuesta tratando de excusarse, sin embargo, el enojo habló primero—. Yo te lo diré, no hubieras hecho nada porque tu hija no te importa. Pudiste evitarlo, pero no lo hiciste, porque como es habitual en ti no estabas pendiente a ella.

—¡Hope me necesitaba! —perdió la poca paciencia que tenía. El vampiro ya la había molestado lo suficiente.

Kol soltó una risa sarcástica.

—Por supuesto, no me sorprende en absoluto—murmuró Kol con molestia—. Siempre se trata de Hope, ¿verdad? Siempre ella, Hope esto, Hope lo otro, ¡todo gira en torno a ella! Pero nunca es Aitana, ella nunca tiene tu atención.

La trihibrida bajó la cabeza al escucharlo, imaginaba que, si él pensaba de esa manera, lo más probable era que su hermana también lo hiciera, lo cual no le agradaba porque en realidad, había dejado de sentirse superior a su hermana hace mucho tiempo.

—Eso no es cierto—respondió la híbrida negando ligeramente, su rostro se había endurecido al escucharlo. Ella entendía que la atacara, pero no iba a permitir que hiciera sentir a su hija mayor que el accidente había sido por culpa, él no tenía el derecho de hablar de algo de lo que no sabía—. Aitana también es importante para mí, pero era Hope la que me necesitaba.

—El problema, Hayley, es que Hope no es tu única hija; Aitana también lo es, y no fuiste lo suficientemente capaz de darte cuenta de que algo estaba mal esa noche—replicó Davina con enfado—. Te aseguró que lo único que ella quería era un segundo de tu atención. Solo anhelaba un poco de ese amor que le brindabas a Hope, porque tu hija mayor no debería ser la única prioridad. Aitana pedía tan poco y tú no pudiste dárselo.

La bruja no ponía en duda el amor que la loba le tenía a su hija menor, porque lo hacía, Hayley amaba a su hija menor, sin embargo, como todo padre tenía su favoritismo y lo malo de la situación era que se lo demostró de una forma tan cruel a su hija menor.

—Quería a mi hija...

—No lo suficiente—la corto Davina enseguida, no estaba dispuesta a escuchar más excusas por parte de la familia de su esposo—. Y no niego que lo hicieras, el problema es que no lograste demostrarlo, ni con palabras, ni con hechos.

—Davina, por favor—pidió Marcel, mirándola.

—¿Por favor que, Marcel? Creí que la cuidaras, cuando deje Nuevo Orleans tú me prometiste que la protegerías—reprocho molesta—. Esto—señaló a su entorno con molestia—, no es cuidar.

—Bueno, ya fue suficiente—intervino, Niklaus Mikaelson quien tenía la espalda recargada en una pared de la esquina de la habitación con la mirada perdida—. Ustedes no estaban aquí, no tienen ningún derecho a reclamar nada cuando no saben nada.

—No necesito estar aquí para saber que a Hayley y a ti no les importa su hija.

Hayley guardo silencio al escuchar al tío de sus hijas, él estaba muy lejos de tener razón, ella adoraba a su hija menor con todo lo que era solo que como cualquier persona había cometido errores, pero ella era consciente de ello.

—¿Quién te crees que eres para venir a juzgarlos? —inquirió Freya molesta.

Hope soltó un bufido molesta, estaba harta de escucharlos, ni siquiera tenían la más mínima consideración por su hermana y eso la colocaba de mal humor.

—Mi hermana gemela está en una cama de hospital luchando por su vida y lo único que ustedes hacen es pelear—menciona cruzada de brazos mirando a toda su familia con el ceño fruncido—. ¿A eso vinieron? ¿A recalcar nuestros errores?

—Hope tiene razón—Elijah apoyo a su sobrina con su usual tono de elegancia—. Estamos perdiendo el tiempo al estar buscando culpables, es mejor empezar con el hechizo.

Aquel hechizo que los llevaría a la mente de Aitana Mikaelson para descubrir la causa de su accidente y casi muerte. Klaus le dio una mirada a Freya como si con eso fuera a entenderlo todo y no se equivocaba, ella suspiro caminando hasta la puerta de la habitación para llamar a las brujas de Nuevo Orleans, pero solo uno hizo acto de presencia.

Vincent Griffith, un hombre moreno y un antiguo brujo ingresó al interior de la habitación de hospital observando a toda la familia Mikaelson antes de mirar a la camilla donde se encontraba la única integrante de esa asquerosa familia que le agradaba.

«pobre chica» pensó para sí mismo, ella no merecía lo que le estaba pasando ni lo que estaba por pasarle.

—Necesito saberlo por última vez—habla el moreno después de pasar saliva—, ¿están totalmente seguros de esto? —cuestiona por sexta vez en el día.

—Te lo repito nuevamente, si, Vincent—respondió Freya cansada, pero segura de sus palabras, no trataría de explicárselo a su amigo porqué él no lo entendería—. Hazlo.

El moreno suspiro y dejo caer sus hombros con cansancio antes de asentir ligeramente con su cabeza. De nada le serviría tratar de convencerlos de lo contrario dado que era consciente de que ninguno lo escucharía.

—Está bien, pero que quede claro que esto es invasión a la privacidad—indicó con pesadez.

El brujo asomó la cabeza por la puerta e hizo un ademan con su mano para que, segundos después, algunas brujas ingresaran al interior de la habitación. Una de ellas miró la camilla con tristeza. Ivy, que amaba a la joven de cabellos oscuros con todo su ser, no podía odiarla, incluso si detestaba a su familia. La Mikaelson había logrado que las brujas de Nueva Orleans la adoraran, era imposible no hacerlo, especialmente cuando siempre tenía alguna ocurrencia que decir.

Las brujas se posicionaron alrededor de la camilla y, tomadas de las manos, cerraron los ojos para comenzar a susurrar un antiguo hechizo en latín. El cuerpo de la familia original se desplomo en el suelo y su conciencia apareció en un pasillo blanco con muchas puertas del mismo color, seguramente era la mente de la menor.

—Bien, estando aquí tienen que escoger una puerta—demandó Hope con semblante serio, pero la tristeza denotaba de su voz.

—Yo la elijo primero—anuncia Kol tomando la perrilla de una puerta, pero una fuerte mano se posa en un hombro y lo tira hacia atrás.

—Tu no escogerás nada—espetó Klaus—. Lo hare yo.

—Tu ni la querías, Nik—refunfuño Kol—. Yo primero.

—Número uno; si la quería—el hibrido frunció el ceño al escuchar a su hermano menor, sabía que las palabras de kol solo eran para molestarlo y lo estaba logrando—. Numero dos; dije que yo primero.

Los demás integrantes voltearon los ojos incrédulos y molestos. El hibrido y el vampiro se unieron en una pelea por ver quien debía escoger hasta que Elijah Mikaelson intervino cansado de ellos dos, no podía creer que incluso en una situación como esa estuvieran actuando de una manera tan inmadura.

—¡Suficiente! —exclamo molesto mientras se posicionaba en medio de ambos—. Hayley escogerá primero.

—¿Y ella por qué? —se enojó Kol dirigiéndose al honorable de su hermano con las manos en la cadera—. Ella ni siquiera lo merece. Ni la quería.

—Kol, ya cállate—se desesperó su esposa.

El vampiro frunció sus labios, cruzo sus brazos y dejo que Hayley escogiera la primera puerta quien no sabía si había escogido la correcta o no, suponía que estaban a unos minutos de descubrirlo.

recuerdo, 01; agosto 15, 2027

La joven de cabellos oscuros caminaba por el verdoso bosque mientras en su cuello colgaba una cámara negra, y entre sus delgados dedos estaba un cigarrillo encendido el cual se llevaba constantemente a los labios. Cuidaba de la cámara como si de una vieja reliquia se tratara y es que para ella esa cámara era más importante que su vida, se la había regalado Declan un hombre que trabajaba en un restaurante de Nuevo Orleans y que era muy amigo de la chica de cabello negro.

Cuando tenía nueve años descubrió su fascinación por tomar fotografías, le encantaba pasar horas tomándole fotografías a los animales del bosque o las personas que estaban en la calle disfrutando de la vida.

Cambiando la música en su móvil, sonrió al reconocer la canción que resonaba en sus oídos.

Si algo definía a Aitana era su amor por la naturaleza; la joven solía pasar horas en el bosque, simplemente escuchando música, mirando el cielo y fumando un porro. Quizás era por la falta de amigos o por el placer que encontraba en su soledad.

Estar sola no le molestaba en lo más mínimo, pero a medida que crecía, se volvía tedioso. Aprendió a vivir en soledad, dado que nunca tuvo una relación cercana con su familia, así que no tuvo más opción que aprender a protegerse y a navegar sola por la vida que le había tocado.

No era lo que una niña de siete años debería aprender, pero ¿qué importaba? Su familia no le prestaba atención y, aunque no lo deseara, tenía que forjarse una vida propia, incluso sin ellos.

Se preguntó muchas veces si alguno la extrañaría, pero la respuesta siempre fue clara: un rotundo no.

Eran las seis de la tarde cuando encontró a un chico castaño cerca de un árbol que colgaba una soga sobre un tronco grueso que formaba parte del árbol. Cerca de él había una cabaña con varias personas en el interior y otra parte afuera, creía que estaban celebrando algo puesto que había música y decoración.

—¿Vas a matarte? —inquirió Aitana quitándose los audífonos y alzando una ceja con curiosidad—. Si la respuesta es sí, ¿puedo unirme?

El joven se dio la vuelta al escuchar una voz femenina y al hacerlo Aitana pudo detallarlo mejor, su cabello castaño caía por su frente, sus ojos azules la observaban con confusión, sus facciones se suavizaban poco a poco. Tenía un cuerpo atlético, era alto, fuerte e intimidante.

Ella se ríe al ver su expresión.

—Lo siento—se disculpa dándole una breve mirada avergonzada—. Estaba bromeando.

El joven la miró unos minutos detallándola con curiosidad, estaba seguro de que la conocía dado que sus ojos se le hacían demasiado familiares, sin embargo, no lograba recordar el lugar exacto y terminó soltó una risita divertida después de unos largos minutos en silencio.

—En fin, ¿aceptas que me una? —Aitana continua con el tema. Ella no sabía que más decir, pero le pareció una buena idea proseguir con el tema, de todos modos, no volvería a ver al chico nunca más.

Él negó ligeramente.

—¿Quién eres y qué haces aquí? —pregunta elevando una ceja y mirándola fijamente.

No era muy habitual que la gente se acercara a aquella parte del bosque puesto que era un territorio de la manada media luna y era muy extraño que la gente deambulara por esos terrenos.

—Resulta, desconocido, que siempre vengo aquí—menciona la joven de cabellos oscuros—. Quiero decir no exactamente aquí, aquí, sino que al bosque. Pero me he detenido porque pensé que ibas a matarte y creí que podríamos aprovechar la oferta del dos por uno que están ofreciendo en la funeraria.

El chico se ríe.

—Eres Aitana, ¿cierto? —toco su cabello con nerviosismo. De verdad esperaba equivocarse porque la chica era hermosa y anhelaba que no fuera quien él creía.

—¿Te conozco? —indagó ella con desconfianza.

—No lo creo—respondió divertido—. De ser así te recordaría—añadió inmediatamente—, jamás olvidó la cara de alguien.

—Bueno, yo si te olvidaría—murmuró ella con la mirada perdida y alzando las cejas inconscientemente—. ¿Cómo sabes mi nombre?

—Eres muy parecida a tú madre—señaló con una leve sonrisa—. Es nuestra alfa, le vemos mucho por aquí así que bueno creí que eras ella por un momento—ambos se quedaron en silencio—. Tienes sus ojos, por cierto.

Aitana apretó sus labios en una delgada línea y asintió con algo de pesadez.

—Supongo que gracias—farfulló la mikaelson—. ¿Cómo te llamas desconocido?

—Christopher Ivanova—fue casi un susurro el que salió de sus labios.

—Encantada de conocerte, Chris—dijo la joven tendiéndole la mano.

Christopher miro la mano de la chica por unos segundos antes de estrecharla con la suya mientras conectaba miradas con la pelinegra.

—Encantado de conocerte, tina.

Aitana Mikaelson sonrió débilmente y retiró la mano. Se dio la vuelta lista para irse, pero antes de hacerlo, sonrió y dijo: —Espero verte pronto lobito. Al menos tendré la certeza de que no olvidarás mi rostro.

Christopher no entendió porque el apodo, aunque tampoco pregunto dado que la chica ya se había alejado lo suficientemente de él. Decir que no había sentido una conexión con la joven de cabellos oscuros sería una mentira y estaba seguro de que ella también lo había sentido.

Era como si su encuentro en el bosque ya estuviera planeado por la vida.

Fue la primera vez que tuvieron una conversación, corta, pero conversación. Fue la noche que se conocieron, cuando conectaron miradas por primera vez sin saber que sus caminos estaban destinados a ser.

Con el paso de los segundos el recuerdo comenzó a desvanecerse de poco a poco y la imagen de la joven se distorsionaba hasta que la familia original volvió al enorme pasillo con puertas blancas mientras todos compartían una mirada en silencio.

—Necesito saber quién era él—apuntó Kol con el ceño fruncido.

—¿Por qué ella nunca fue a la manada? —cuestionó Marcel observando a su amiga la licántropa.

Todos ignoraron la pregunta de Kol.

—Yo...—hizo una pausa y agacho la cabeza sintiendo la vergüenza llenar su cuerpo—, nunca vi necesario llevarla.

—Es tu hija—le recordó la bruja Claire dirigiéndose a la hibrida de manera obvia, como si fuera vital tener que recordárselo—. ¿Qué no viste necesario?

—Las explicaciones para otro momento—se entrometió Elijah, el noble hermano. Él no dejaría que le faltaran el respeto a la hibrida, pero tampoco tenía los fundamentos para defenderla de la manera correcta—. Elijamos otra puerta.

—Nadie respondió mi pregunta—se quejó Kol cruzado de brazos—. Gracias por su participación, bola de inútiles.

—¿Qué?

—Tu no formas parte de esa bola, cariño mío.

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