Drabble.
Niebla cubría la habitación de paredes azul celeste. Niebla verde. Era como una nube de polvo, bailando en la única luz que se colaba por la ventana a un costado. Parecía suspendida en el aire, la niebla, como el chico de cabello castaño que flotaba en el centro de la estancia.
Quedó impactado por eso, mirando fijamente al chico que, supuso, dormía. Porque no se movía. Hasta que la melodía tétrica de un órgano comenzó a escucharse, sorprendiéndolo.
El chico descendió entonces, como arrastrado por el sonido. Cuando estuvo despierto y erguido con los pies en el suelo, metió una paleta verde, que hasta ese momento había tenido en la mano, en su boca, y sonrió, travieso.
Caminó, dando pequeños saltos como un infante. Le pareció un acto demasiado inmaduro para alguien que ya era lo suficientemente mayor.
Cada paso por aquellos largos pasillos lo llevaba más cerca del sonido, por lo que lograba escuchar. Llegó por fin a lo que daba la impresión de ser su destino: una amplia habitación con lámparas en las paredes, un gran ventanal cuadrado en el techo y otro paralelo debajo en el suelo, donde yacía un muchacho de cabello gris, arrodillado, temblando y gimiendo en lo que parecía genuino dolor, los ojos vendados con una larga tela que servía a su vez de cadena, reteniéndolo. Ladeó la cabeza cuando el chico castaño entró, como si lo sintiera.
No se percató del otro chico hasta que habló.
―¿Qué haces aquí, Jungkook?, no está permitido desatarlo.
Su voz sonaba aburrida, monótona; era pálido, desgarbado, rasgados ojos negros que miraban con desinterés al chico castaño, que supuso era el llamado Jungkook. Había una manzana intacta en su mano, y descansaba lánguidamente sobre una especie de tumbona detrás del vendado de pelo gris.
Jungkook habló por primera vez, en respuesta al pálido, con voz llorica y quejona, haciéndolo aparentar a un niño mimado.
―¡Yoongi hyung!, ¿cómo puedes d-dejar que Jiminie sufra así?, ¿acaso no l-lo ves?
Yoongi, ignoró al chico que ahora lloraba, contemplando la manzana.
―¿J-Jungkook?, Jungkook ay-yúdame, por f-favor, duele m-mucho...
La voz ligera, rota y distorsionada por el dolor del mencionado Jimin, se escuchaba muy pequeña, como todo en él. Era una persona baja, delgada y esbelta, no parecía muy amenazante y encorvado como estaba daba la impresión de un niño con dolor. Verlo se sintió agravante, algo como pena golpeándolo.
Jungkook, al escucharlo, se adelantó como queriendo tomarlo en brazos, pero la voz de Yoongi lo detuvo.
―Te dije que no debes desatarlo, niño. Vete, si Namjoon se entera que estás aquí no tendrá piedad contigo.
No sabía quién era Namjoon, pero hizo que Jungkook dudara... hasta que Jimin se retorció en un desgarrador grito, extendiendo su mano en dirección al castaño que lloraba viéndolo.
Eso bastó para que el chico corriera a sostenerlo. Lo acunó entre sus brazos, enderezándolo lo suficiente para poder llevar sus manos a las ataduras mientras Jimin gemía adolorido.
Yoongi gritó, una fuerza intangible reteniéndolo en la tumbona, pero la manzana cayó de sus manos y fue demasiado tarde.
La venda estaba en el suelo.
Sintió la temperatura en la habitación bajar; había niebla verde de repente, espesando el aire, sofocándolo. Y fue como si la noche se despertara en el lugar, haciéndolo todo oscuro.
El grito ahogado de Jungkook fue quien lo advirtió de mirar. Estaban en el suelo, Jimin presionando con su cuerpo a Jungkook, inmovilizándolo. La tela que cubría el cuello del niño fue arrancada, pequeñas manos de uñas filosas apretando su garganta, asfixiándolo. Jungkook se ahogaba, quejándose, con los ojos desorbitados y lágrimas frescas cayendo de ellos. Había terror en su mirada, donde antes sólo hubo amor: su condena.
Jimin olfateó detrás de la oreja del niño, respirando profundo. Su larga lengua puntiaguda salió entonces, saboreando la concha de la oreja, ahora roja, como el resto de la cara del asfixiado Jungkook. Jimin parecía más fuerte, más amenazante, más grande, a pesar de que no había crecido ni un centímetro desde que fue desatado.
Era su aura, era su poder.
La paleta verde se cayó, quebrándose en el suelo cuando Jungkook la soltó, tratando inútilmente de apartar las manos de Jimin con las suyas propias.
Jimin soltó una risita, baja y tenebrosa, burlándose del esfuerzo de Jungkook. Levantó la mirada y con una sonrisa maliciosa, lo miró, haciendo que se sobresaltara, porque pensó equivocadamente que nadie podía verlo donde estaba en la esquina de la oscura habitación. A continuación habló en el oído de Jungkook, su voz como un gruñido, pareciendo un animal, en total discordia con la que mostró anteriormente.
―Eres mío por fin, Jungkook. Gracias por liberarme de mi condena... y comenzar la tuya.
Mirándolo nuevamente con amor, Jungkook sonrió débilmente y se rindió, entregándose dócilmente a las manos de un triunfante Jimin, cuyo rostro se partió en una aterradora sonrisa.
Seokjin se sobresaltó cuando unas manos taparon sus ojos. Asustado se volvió, quitando las manos que lo cubrían.
―¿Jin hyung?, ¿qué pasa? ―Taehyung lo miró con preocupación, debido a su reacción abrupta. Bajó el rostro luego, apenado―. Lo siento, sólo quise sorprenderte.
Jin parpadeó, ubicándose. Su corazón desbocado sólo le decía lo sorprendido que estuvo. Regresó su vista al cuadro en la pared que había estado mirando: el mismo chico pálido, el mismo chico castaño viendo al mismo chico vendado. Estaba igual, sin alteración, lo que le llenó de alivio. Se regañó a sí mismo inmediatamente después, porque no era como si la pintura cambiaría sólo porque su mente hiperactiva estaba imaginándose cosas.
Aunque se estremeció sin poder desprenderse de la sensación de los ojos rojos de Jimin sobre él.
Sacudió la cabeza, despejándose para sonreírle a Taehyung.
―No te preocupes, me sorprendiste, como querías. Pero sólo porque estaba distraído, eh.
Taehyung se burló de él, y bromearon al respecto en su camino a la salida. Sin percatarse de la sonrisa malvada en la cara del Jimin de la pintura que dejaban atrás.
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