La cocina y la alcoba
El sol se había puesto de un tono rojizo cuando llegué a la casa. La vista era impresionante siempre, y esta vez no fue diferente. Normalmente, el castillo ofrecía un brillo cálido y acogedor por la tarde. Esta vez, sin embargo, la estructura cristalina reflejaba llamas.
El fresco del interior ofreció un escudo al ambiente veraniego. Exhalé y sentí el confort hogareño. A pesar de que solo había pasado unas horas máximo, me parecía que me ausente años de recorrer los pasillos de la casa, y se sentía maravillosa su bienvenida, pero, toda esta comodidad se sentía mal.
Los ecos vacíos de mis pisadas eran testigos de la historia contada en este lugar. Owlowiscious, había preferido el aire libre desde que Golden Oaks fue destruido, Spike era el único que vivía conmigo. Mis amigas por lo general pasaban el tiempo conmigo, estaban muy preocupadas por mi pesar, pero cuando la noche caía, realmente me quedaba sola.
Necesitaba sacar esto de mi mente. Ciertamente, no ayudaba preocupándome por el desdichado futuro de Spike... sabía que él no querría verme así. Me lo seguía diciendo mentalmente. Si tan solo fuera tan fácil.
Me salí de mis pensamientos en presencia de la estantería de la cocina, llena de ollas y sartenes, en definitiva, una cocina que sería la envidia de cualquier chef. Las quejas de mi estómago me hicieron resoplar. Yo era una yegua de mucho conocimiento y talento, pero en la cocina no. En Canterlot, el personal de la cocina del castillo preparaba todas mis comidas, y desde el traslado a Ponyville, Spike había asumido el papel de jefe de cocina bastante bien. Nunca tuve que pedirle que cocinara, él sólo lo hizo por instinto. Siempre le brillaban los ojos cuando tenía la oportunidad de complacerme a mí o nuestras amigas, siempre fue generoso.
Estudié los utensilios de cocina que colgaban, abrí los armarios. Tenía que haber una comida rápida y fácil de preparar escondido en algún lugar entre los frascos y paquetes perfectamente sellados. Papas fritas, pasta, y diversos tipos de frutos secos parecían las comidas más simples en medio de mi búsqueda. No me importaba demasiado, opté por un simple espagueti. Llené una olla con agua y lo coloqué en la estufa para hervir. La cocción de la pasta no sería lo más difícil que he hecho en mi vida.
Unos pensamientos errantes y una bola fusionada de espagueti más tarde me di por vencida de comer una comida cocinada. Sabía que si me aplicaba un poco podía hacer una comida decente, pero simplemente no tenía la voluntad para prestar atención. Vertí un surtido de nueces y avena en un recipiente y lo llevé a mi habitación.
La cálida luz de sol se había ido para el momento en que llegué a mi habitación. La luna no era visible a través de la apertura de mi balcón, pero su luz brillaba a través del suelo. Puse el alimento en la mesa de noche.
Fue sorprendente el frío cuando salí, el calor del aire veraniego se apartó con el día. La ruidosa ciudad estaba en silencio, solo el canto de los grillos y el silbido de la suave brisa hacían eco en las murallas de mi hogar. Seguí atrapada en mis pensamientos por un rato ya que la luna estaba en su ápice cuando le presté atención. El cielo estaba despejado de nubes y las estrellas salpicaban el cielo como un hermoso lienzo. Fue una noche perfecta.
Y lo odiaba.
Me di la vuelta para escapar del frío de la noche y cierro las cortinas detrás de mí. No podía soportar nada de esto. Las vidas de los demás continuaban. Ellos dormían profundamente en sus hogares, podían disfrutar con sus familias y amigos. Debería alégrame por ellos, pero no lo estaba. Tuve envidia, furia, incluso, detesté la suerte que tenían por estar con sus seres queridos, mientras yo enfrentaba el hecho de que Spike puede que no durase más tiempo.
Por enésima vez ese día, sentí que mis ojos tiemblan mientras las lágrimas se escaparon de su cautiverio, corriendo libremente por mi rostro. No tenía derecho a odiar a los demás por su fortuna. Con toda honestidad, estaba contenta que los demás no tuvieran que lidiar con lo que Spike y yo sufríamos. Aun así, me hubiera gustado no estar sola en este asunto.
Me sequé los ojos y les permití adaptarse a la oscuridad de la habitación. Me sentía muy tensa por mi ansiedad, estaba a punto de colapsar por la presión. La cama en centro de la habitación me hizo señas, con ganas de librarme de mis dolores. Con todo lo que había pasos durante ese día, yo estaba feliz de hacerlo.
Me recosté en la suave y acolchada manta (Un regalo de Rarity) que me abrazaba. Tal vez era todo lo que necesitaba: un buen descanso nocturno. Mañana seguramente me sienta mucho mejor. Me acomodé de lado y cerré los ojos, le di la bienvenida al sueño que poco a poco se apoderaba de mi cuerpo.
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