
VI
En el corazón de Romeo habían secretos.
En el de Luna dudas y un presentimiemto.
Para los ex amigos una solución y ninguna salida, ¿qué tal si volteaba las opciones? ¿No sería aquello trampa como un juego de ajedrez?
Pues aunque parecía no haber ni un ápice de auxilio, la realidad se remontaba sólo en emociones y acciones que los llevaron a ser quienes, en ese momento. El jovencito no pudo contener un fuerte alivio al ver a su ahora ex amiga, le daba igual que ya no fueran amigos, ni siquiera conocidos, pero de verdad no importaba, de algun forma, sus sentimientos se mantenían ahí, guardados.
Al contarle lo último a Robot, este yacía afligido.
—¿Y qué sigue después? ¿Aún se puede cambiar algo del presente no? —cuestionó esperanzado. El de menor estatura negó con suavidad y una mueca se hizo presente, no sabría decirle.
—Robot, no hay nada que hacer. Tan sólo mírame. Tengo una mentalidad distinta a lo que en un inicio, ella también, me equivoqué lo suficiente como para intentarlo una vez más. Cuando alguien ya no hace algo, no siempre es por que no quiere. Quizás no te han dicho que cuando ya se intentó no valió la pena. Es mejor dejar las cosas como están porque uno está harto.
—Entendido, amo.
—¿Puedes decirme Romeo por hoy?, no me siento tan amo —admitió él.
—¿Tiene hambre? Puedo traerle frutas, espaguetti o galletitas. —Robot al sentir que su amo estaba decaído prefirió no seguir hablando y pasar a otra actividad.
—Frutas está bien, y trae jugo, por fa.
El contrario asintió y se marchó.
Romeo se quitó las gafas y sintió unas lágrimas desbordarse, entonces trató de quitarselas pero sentía como de nuevo estas volvían. Entonces fue por un pañuelo y se limpió.
Para el de bata, la villana era un cielo estrellado, como la pintura.
Luna estaba desconsolada, tendida en el suelo y con una expresión triste. Tal vez no había nada que hacer, porque él le había dejado claro que no le importaba, no tenía que forzar a nadie a actuar de una forma.
—No lo necesito, no lo quiero... pero en realidad, m-me importa mucho.
Si de algo estaba segura y su cabeza le regañaba tanto, era que había un sinfin de recuerdos cuyos estaban ocultos muy bien, tal cual una caja.
Luego de un mar de desgracias uno creé que es el final. ¿Era así?
•••
Bajo la chimenea el calor se sentía, abrigaba de forma acogedora, y su luz opacaba tanto por la poca iluminación que había. Un menor esperaba a sus padres con paciencia, ¿que podría temer de muchas horas de espera? Tal vez nada.
Ese día otros niños estaban en el centro comercial de la ciudad, ocupados, felices, con más razones para sonreir que Romeo. Estaba descalzo y de vez en cuando giraba su rostro a la puerta, esperando oír el timbre de llegada.
Una mediana alfombra acobijaba sus pies y acariciaba sus manos, se sentía acoplado en ese ambiente. Pero todo paró en cuanto escuchó la puerta abrirse.
—¿Mamá?... ¿papá? —Apenas dijo, no se esperó la llegada de la nada de ellos.
—Romeo, necesitas ayuda... mucha ayuda.
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