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— ¿Qué relación tiene con el joven Park Sunghoon?

— Es mi novio— respondió Sunoo con seguridad, a pesar de que su voz había sonado un poco baja —. Bueno, en realidad es mi esposo porque le regale un anillo en nuestro último aniversario y lo llevamos puesto desde hace unos meses así que... Sí, es mi esposo.

— Bien, ¿Desde hace cuanto que está en una relación con Park?

— Desde que tengo memoria— dijo el Pelirosa, encogiéndose de hombros —. En realidad desde antes... Sunghoon a veces me cuenta como nos conocimos pero no le gusta hablar mucho de eso porque cree que me hace sentir mal porque no lo recuerdo.

Los oficiales asintieron, la ternura del joven Pelirosa era demasiada para ellos, pero tenían que enfocarse en su trabajo.

— Bien, Sunoo, ¿Qué es lo primero que recuerdas?

— Mmm.... Recuerdo estar en el hospital luego de... Eso— dijo —. Es el recuerdo más vívido que tengo, si recuerdo cosas de antes ahora pero son un poco más... Nubladas, y a veces no sé si son sueños o son recuerdos.

— Bien, ¿Qué recuerdas después?

— Ví a mis padres y a Sunghoon, en ese momento no sabía quiénes eran, pero después lo entendí... O algo así, sabía que no eran malos y que no me iban a lastimar.

— Y cuando saliste del hospital fuiste a vivir con Sunghoon, tu pareja, ¿Por qué no con tus padres?

Sunoo lo pensó un momento varias veces en el pasado había tenido esa duda, y si bien sus padres lo iban a visitar cada tanto o hablaba con ellos por teléfono en ocasiones, ellos vivían en otra ciudad.

— Pues fue un arreglo que tuvo Sunghoonie con ellos— dijo, era la respuesta que Sunghoon le daba siempre—. Y mis doctores estaban en esta ciudad y mis padres en otra así que sería más fácil que me atendieran... Y Sunghoonie me quiere mucho como para dejarme.

Los oficiales asintieron y anotaron algo en sus papeles.

— Bien, Sunoo, en nuestro sistema tenemos clarificado que tus padres son los que se encargan del seguimiento de tu caso, ¿A tí te mantienen al tanto de tu situación judicial?

Sunoo negó, las palabras complicadas lo confundieron un poco.

— ¿Sabes por qué has venido de nuevo a declarar?

— Porque soy el único de los tres que puede hablar... Y para que no lastimen a nadie más.

— Exacto, bien— el oficial asintió, su compañero sacó una carpeta de entre sus papeles, para ponerla frente a él y abrirla, dentro había fotos impresas en toda la hoja, Sunoo comenzó a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas antes de que pudiera darse cuenta —. Te vamos a pedir una última cosa, Sunoo, necesitamos que de estas fotos nos digas si puedes reconocer a alguien.

El hombre mostró una serie de imágenes que acomodó sobre la mesa, con rostros que Sunoo no creería que volvería a ver, sus manos comenzaron a temblar y sintió su garganta cerrarse en un nudo.

— ¿Reconoces a alguna de estas personas?

Intentando que sus lágrimas no salieran, asintió, apretando sus labios entre sus dientes.

— ¿Podrías señalar a cuáles de estas personas conoce? — ambos oficiales se quedaron esperando una respuesta, pero Sunoo no se movió, por el contrario se abrazó a sí mismo y comenzó a temblar con más violencia, así que el otro oficial probó otra técnica.

Procedió a señalar una de las fotos.

— ¿Lo conoces?

Sunoo enfocó sus ojitos en aquella foto, no la había visto, estaba ocupado viendo las otras imágenes de rostros que si recordaba, en lo más profundo de su alma estarían grabados para siempre, pero aquel hombre de aquella foto no lo había visto, así que negó.

El oficial pasó a la foto que estaba al lado, volvió a repetir la misma pregunta.

— ¿Lo conoces?

Sunoo asintió, intentando controlar sus temblores.

Asi fue una foto tras otra, tras otra y tras otra, eran ocho fotos en total de las cuales Sunoo pudo reconocer a cinco, para cuando hizo el reconocimiento de la última foto ya le faltaba el aire y su respiración era ahogada, sintiendo el pánico ahorcarlo de nuevo, su vista se hacía borrosa y oscurecida, y escuchaba a los dos oficiales hablándole pero no sabía qué decían.

Hacia mucho tiempo que no tenía un ataque de pánico, pero igual que todas las veces anteriores tenía esa misma sensación de que iba a morir, así que solo comenzó a llamar a la única persona que quería a su lado si aquello eran sus últimos momentos en este mundo.

Sin saber muy bien ni como ni cuándo, estaba echo una bolita en un rincón de aquella pequeña oficina, y sintió un hormigueo en todo su cuerpo.

Alguien tomó sus manos, eran de alguien más alto y más grande que él, apretaban con fuerza sus dedos y escuchó que lo llamaban por su nombre, por más que las lágrimas no lo dejaban ver sabía que estaba junto a Sunghoon, y entrelazó sus manos para sentirlo más cerca.

No supo cuánto tiempo estuvo así, hasta que estaba tan agotado que no encontró más fuerzas para seguir llorando, hasta que estaba de nuevo en brazos de su esposo que lo mecía suavemente como si fuera un bebé, lo hacía sentir más protegido.

— Ya está, ya pasó... Sunnie, ya pasó — escuchó su voz algo rota y rasposa por el llanto, de inmediato sus manos soltaron las del menor para ir hacia el rostro del castaño y limpiar sus mejillas, haciendo que Sunghoon riera por aquel gesto—. Estoy bien, lindo, estoy bien... —Sunghoon volvió a tomar sus manos, besándolas rápidamente —. Gracias, bebé... ¿Estás bien?

— Contigo lo estoy, sí — murmuró en respuesta, sus ojitos color miel estaban muy enfocados en el menor.

— Yo también... Estoy bien si estoy contigo, Ddeonu— dijo, intentando tranquilizar a su novio que lo miraba con los ojitos muy abiertos—. Nos vamos a ir a casa ahora, Sunnie, ya terminamos.

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