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— Sunoo ya es algo tarde, deberías ir a casa— dijo Minho, eran las seis de la tarde, y ya estaba anocheciendo—. Sunghoon ya me llamo cuatro veces, debe estar preocupado.
— Pero todavía no tengo nada preparado para la cena — Sunoo hizo un puchero triste.
— Por el mismo comentario no preparaste nada para el almuerzo, solo compraste los anillos y un pastel — dijo Minho, cruzándose de brazos.
— Y es pesado — dijo Felix, era el encargado de llevar el pastel.
— P-Pero...
— Ddeonu hizo su mejor esfuerzo, Min, aprecialo — Felix abrazó al más bajo.
— No, no es eso... Digo que ya es suficiente, ¿Qué más quieres? — Minho frotó su rostro con impaciencia.
Sunoo lo pensó un momento, inflado sus mejillas, hasta que asintió.
— Bueno... Vamos a casa — murmuró, mientras tomaba la mano de Felix, y este tomaba la de Minho, y caminaban de regreso hacia el edificio de departamentos de Sunoo y Sunghoon, que estaba a pocos minutos de dónde se encontraban.
Sunoo los había hecho recorrer gran parte de la cuidad buscando un regalo, el pelirosa cambiaba de idea cada dos minutos, primero quería llevar un suéter caro, luego cambio de opinión y buscó una sudadera más casual y que pueda usar todos los días, después quiso comprar un peluche de un pingüino que vio en una juguetería porque según él se parecía a Sunghoon, pero luego Minho le mencionó que a Park no le gustaban tanto los peluches como pensaba, entonces se puso mal porque creía que no lo conocía lo suficiente como para hacerle un buen regalo.
Fue luego de muchas horas y muchas vueltas, que Sunoo vio aquella joyería, y algo se iluminó en sus ojitos al ver un par de bonitos anillos, eran de un color entre dorado y rosa, y tenía pequeños detalles tallados, como si fuera una enrredadera mágica sobre su dedito.
Fue la primera compra que hizo sin dudar, porque sabía que le gustaría.
Luego recordó que hacía un año Sunghoon le había traído un pastel, y por lo tanto, le gustaban, así que decidió comprar uno también, pero también estuvo largo rato pensando qué sabor, que decoraciones podía elegir, si quería con frutas o con chocolate.
Había sido un día demasiado largo para Minho, quién ya tenía suficiente con Felix en su vida, pero con Sunoo ambos parecían potenciarse para peor.
Así que estaba aliviado por regresarlo a su casa.
Llegaron frente al edificio para ver a un par de transeúntes mirando hacia arriba, murmurando algo por lo bajo que Minho no llegó a escuchar en un principio, las luces de la calle no le dejaron ver lo que miraban, ni Felix ni Sunoo se habían dado cuenta.
— ¿Va a saltar? — fueron las primeras palabras que entendió, provenientes de una chica que se veía muy asustada.
De inmediato se detuvo, cubrió con su mano la iluminación y pudo ver la figura, sentada en el borde de la terraza del edificio con una tranquilidad aterradora.
— ¿Min? — preguntó Sunoo con una voz suave, al verlo tan asustado— ¿Qué pasa? ¿Qué hay?
— ¿Qué hace ese sentado ahí arriba? Se puede caer — comentó Felix con completa tranquilidad.
Sunoo miró hacia arriba, vio esa cabellera pelinegra, algo larga, la contextura del cuerpo de aquel joven, y cuando lo reconoció quiso llorar.
— Es Sunghoon... Min, es Sunghoon— murmuró con ganas de llorar, mientras tomaba el brazo del pelirrojo.
— ¿Qué? Oh no... — Minho se apresuró a tomar su teléfono y llamarlo, vieron como el joven sentado en el borde del edificio sacó su celular y atendía— ¡Park Sunghoon! ¿Qué haces? ¡Bajate de ahí ahora mismo! — habló el mayor de los cuatro, completamente serio, sonaba enojado pero estaba temblando del miedo.
Sunghoon ni siquiera habló, lo vieron como dejaba el celular a un lado sin gran cuidado, fácil lo podría haber arrojado al vacío y no podría importarle menos, ni siquiera el que apenas tuviera unos pocos meses de uso, ni que eran sus amigos preocupados por él, ni siquiera había colgado la llamada.
Sunoo quería llorar, y en un golpe de valor, tomó el celular de Minho y salió corriendo hacia el interior del edificio.
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