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Sunoo tenía una meta muy clara: lograr ir hasta el parque para tomar helado con Sunghoon.
Para eso primero tenía que lograr salir del departamento, luego del edificio, luego poder caminar las pocas cuadras que los separaban hasta el parque, luego soportar quedarse en el parque para finalmente comer su helado favorito junto a su chico favorito.
Como un pequeño extra ansiaba poder pedir el helado por si sólo, pero eso involucraba hablar con gente desconocida, y era otro gran miedo, a demás, Sunghoon le insistía que lo haría por él, porque es lo que los novios hacen.
Sunghoon sabía de los deseos de su novio de lograr hacer las cosas por si sólo, y lo apoyaba completamente, y claro que lo acompañaría en todo momento.
— Muy bien, Sunoo, ¿Quieres empezar? — preguntó el pelinegro, tomando las manitos de su nervioso novio.
Por más que sentía sus músculos tensarse, el sudor en sus manos, y su corazón acelerado, quería hacerlo.
Le motivaba mucho pensar que lo hacía por Sunghoon, porque al final, si fuera por sí mismo, iría a esconderse abajo de la mesa.
Sunghoon abrió la puerta del departamento, dejando a la vista la pared del pasillo, a poco más de un metro de distancia del umbral, era una vista que Sunoo ya había presenciado antes, así que no estaba mal.
Sunghoon se paró junto a él para tomar su mano.
— Recuerda, Sunoo, yo estaré contigo todo el tiempo, no pasará nada— murmuró con voz tranquila, dejó un leve beso en su mejilla—. Y lograste llegar a la parada de taxi de una sola vez, ahora solo vamos a caminar por el pasillo y volver... Puedes hacerlo, Ddeonu.
El apodo gracioso lo hizo sonreír, antes de apretar un poco el agarre sobre la mano del menor, y caminar fuera del departamento con la vista en alto.
Contó los pasos hasta llevar al extremo final del pasillo, donde había unas escaleras, eran dieciséis pasos en total, se volteó para volver a contar el mismo número, mientras Sunghoon lo acompañaba en silencio, dejando que se concentrara.
Sonreía sin poder evitarlo al ver aquel puchero, esas mejillas infladas y ligeramente rojas por los nervios, hasta que finalmente pudo regresar a salvo al departamento, haciéndolo sonreír enormemente.
— ¡Muy bien, Ddeonu! — escuchó su risita mientras lo abrazaba con fuerza, y el pelirosa correspondía con emoción —. Estoy muy orgulloso de ti, mí amor... Te amo.
Sintió algo de pánico cuando dijo aquel apodo, el rubor subió a su rostro rápidamente, pero Sunoo se mostró tan feliz de escuchar aquellas palabras, tomó las mejillas del menor para besarlo como forma de agradecimiento.
— Gracias por estar a mí lado, Sunghoonie — murmuró en cuanto se separó del beso, haciendo que el pelinegro sonriera ampliamente, feliz después de tanto tiempo y capaz de abrazar a su pequeño especial cuánto quería.
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