vislumbre de nosotros...
Odio a mi esposo, realmente lo odio.
Déjame explicarme bien... sé que suena horrible pero tengo una explicación. Hace tiempo, uno que parece eterno, sufriste un accidente. Tuviste que ser trasladado de urgencia, el peor día de mi vida si me preguntas. Fue todo tan rápido y tan lento, ni siquiera recuerdo el traslado que hice de emergencia hacia el hospital, no recuerdo las preguntas de las enfermeras, ni siquiera dónde me senté para esperar. Mis recuerdos de ese día se limitan a despedirme de ti con un beso y luego verte en una camilla, totalmente morado del rostro, los labios partidos e inflamados aún visibles debajo del tubo de oxígeno, uno de tus brazos totalmente vendado, veía las puntas de tus dedos, estaban totalmente moradas, tus uñas partidas, todo parecía irreal. Recuerdo haber ido al baño del sitio y verme en el espejo no sintiéndome real, el peso en mi garganta me hacía sentir que vomitaría en cualquier instante, pero no lo hice, no porque no quisiera, sino porque se sentía como un sueño, pensaba que podía despertar en cualquier instante. Sin embargo me quedé ahí, estoico, sin procesarlo. Llegaron más personas, otras me llamaron, yo sólo repetía lo que los médicos me decían. Entonces, contigo aún inconsciente aprendí algunas cosas. Una de ellas es que todo el mundo te dice lo mucho que admiran el cuerpo humano; "máquina perfecta", le llaman. «Es maravilloso» me dijeron algunos amigos tuyos, «su cerebro lo protegió de un traumatismo más grande», constantemente me decían lo mucho que debía estar agradecido.
No.
¿Sabes que si pierdes o extravías una pieza externa de tu celular la puedes reponer? Puedes ir a la zona del proveedor de tu marca y fácilmente te darán lo que necesitas. Si tu computadora se daña puedes asistir a cualquier centro para que la reparen o bien te recomienden comprar una nueva, pero incluso en los casos más extremos hay muchos especialistas técnicos que pueden ayudarte. Te darán alguna guía para llenar, papeleo formal únicamente, y te podrán regresar la información dentro de la máquina. Es algo común. Mi hermano tuvo que hacer algo así, por eso lo sé, y creo que lo mismo ocurre con celulares, es muy fácil reparar algunas de éstas máquinas. Pero el cuerpo humano no funciona así ¿sabes? no existe algo cómo "repararlo", simplemente eso no es posible. Si es una "pieza" externa es necesario ver de qué calidad la requerirás, si es posible la instalación, bajo qué medidas se procederá y aún si todo lo anterior es positivo, quedará averiguar si funciona la persona con sus reparaciones. Pero... si es la parte interna no hay nada que hacer. Años y años de ciencia y nadie "resuelve" siquiera la depresión. Tanto tiempo de personas estudiando medicina, psiquiatría, neurología, de especialistas leyendo, cargando información, de gente invirtiendo en conocimiento... y nadie, hasta ahora, te puede decir cómo puedes recuperar lo que fuiste dentro de tu cabeza...
¿Dónde puedo conseguir un repuesto de memorias? ¿Dónde acudir? ¿Con quién voy? Los doctores solo te dicen "calma, van bien", "tus funciones parecen estables". Yo no quiero estabilidad, yo quiero reparación. Yo quiero lo que fue.
El día en que perdiste el conocimiento por el accidente se fue una parte de mí, se perdió. Cuando recibimos los resultados del análisis y el pronóstico de los doctores empecé a pensar en lo mucho que necesitaba ser fuerte, mi mamá sugirió la religión, no he hecho mucho caso en realidad, no soy apegado a ello, seguramente me dirán que es plan divino de un ser superior, y si eso fuera verdad no me daría paz, sentiría odio, tanto odio... ¿Quién le da el derecho de quitarnos así la tranquilidad?. Pero necesitaba una forma de apoyarte. Porque no funcionabas solo, y yo no podía cargarte para siempre. Necesitaba ser fuerte. Aún lo necesito.
Hace un año tuviste una crisis horrible, prácticamente olvidaste hasta tu nombre, olvidaste todo. Usualmente olvidabas dónde estabas, qué hacías, y a veces me llegabas a recordar como algo vago. "Alguien que conozco", decías. Pero ese día algo pareció cambiar. Tu cerebro ejecutó algo extraño, simplemente olvidaste todo, difuminaste la realidad con tu fantasía y el terror de ser una criatura que siente y ve en un mundo desconocido. Como si hubieras vuelto a nacer, pero sin padres, sin hermanos, simplemente arrojado al mundo aún húmedo en tu propio llanto y desconocimiento, en una soledad de la que parece imposible de alcanzar para mí. Ese día lloraste tanto que tuve miedo, no el usual de angustia, me dio terror que ni siquiera yo supiera quién eres. Los médicos vinieron a asistirte. La madrugada se pintó en un color rojo parpadeante mucho antes que el sol siquiera nos brindara su calor. Yo estaba en medio de la sala, con el corazón agitado, con mil preguntas en mente pero ninguna de ellas lo suficientemente claras, con tantos miedos, seguramente igual que tú.
"Él es tu esposo" dijo el doctor señalándome, justo después de inspeccionar tus pupilas y revisar tus reflejos, tu permitías todo, estabas inerte en el sillón, como un muñeco de trapo que mueven y acomodan. Tus ojos totalmente abiertos a lo desconocido siguieron la dirección de la mano y cuando me encontraron sólo ví una pequeña arruga en medio de tu frente, un pequeño seño de extrañeza, tu boca partida se abrió un poco, apenas visible, pero fue como un grito silencioso, como si hubieras descubierto el mundo frente a ti y este te aterrara. Sólo lo puedo relacionar con la imagen de los bebés enfrentándose a la lluvia, pero no a la tranquila que rocía el cabello y los hace reír porque se sienten cosquillas, sino a la tormenta que azota vidrios y puertas, unas ráfagas frías que se enfrentan a su pequeñez, el estruendo con el que descubren que el mundo puede ser agresivo, algo que no conocían, la incontrolable existencia de lo ajeno que puede dañar... pero al menos los bebés tienen a sus padres ahí para abrazarlos. Tú no tenías a nadie, ni siquiera a mí. Así me miraste, como la tormenta que llegaba a tu vida, como lo desconocido que no podías evitar y se acercaba para devorarte. Angustiado, solo bajé la mirada a mi taza ya fría de café.
Quizás sí era la tormenta.
Los días siguientes esperaba que empeoraras, que tu estado fuese tal que tuviera que pedir asistencia especializada, pero no fue así. Tu cerebro se estancó. No es como si no supieras hablar o hacer las cosas más básicas. "Una especie de falta de memoria selectiva" dijo el doctor analizando como si yo pudiera comprenderlo. El deterioro en tu cerebro había disminuido a cambio de no recordar prácticamente algo de tu vida más allá de los instintos básicos. No recordabas si te gustaba el café, de hecho apenas recordabas qué era el café, más bien, a qué sabía... cuando lo probaste por primera vez hiciste una mueca y negaste, demasiado amargo para ti, al parecer. Te vi varias veces leyendo y releyendo el cuaderno que siempre cargabas. Te vi escuchando música con cuidado, como si recién estuvieras descubriendo qué te gusta, elegías entre tu guardarropa lo que más te acomodara respecto a tu emoción del día, cuando estabas feliz empezabas a usar blanco, cuando te sentías mal solías usar negro, era como si estuvieses explorando ser una persona de nuevo. Empezaste a ser expresivo en esos aspectos, como si no supieras lo que sentías y estuvieras intentado descifrarlo por varios métodos. Eras totalmente nuevo, alguien distinto.
Y ahí comencé a odiarte. Bueno... a odiarlo.
A veces me mirabas (¿o él me miraba?) con un rostro amable, como queriendo imitar a mi esposo. Pero mi esposo murió, morías un poco más cada vez que olvidabas todo, era como ver un retrato al que se lo come el tiempo sin poder hacer algo, que empieza lentamente por una de las esquinas y continúa por el centro del mismo, se vuelve café oscuro, como quemado, carcomido, podrido, luego no puedes sacar la fotografía del marco porque sabes que con el mínimo contacto se deshará en tus manos. Yo ví desde que empezaste a carcomerte hasta que no quedó nada de ti, hasta que el rostro que amé había desaparecido, no había nada reconocible. Desde entonces no he dejado de escuchar a los vecinos de nuestra antigua casa decir "pobre YoonGi", mi hermano solía preguntarme cómo estabas aludiendo que sería horrible despertar un día sin saber quién eres y qué haces en este mundo, mis amigos decían "hay que apoyar a YoonGi", usualmente traen álbumes, tanto de fotografías como de música para hablar de los gustos en común que tenían. Sí... pobre YoonGi... pobre de ti...
Pero... ¿Quién me apoya a mí?
Yo empecé a enviudar el día del accidente, cuando mi esposo empezó a irse en una neblina que no podía disipar... hasta que desapareció por completo, hasta que no pude ni siquiera reconocer tus ojos. Me sentía a tientas, buscándote, estirando las manos esperando hallarte, esperando encontrar tu calidez humana, tu voz... pero no estabas. No estabas. Morías y yo no podía hacer nada. Cada día te perdía un poco más... pero esa maldita mañana ya no regresaste. Ese mismo día, el día que olvidaste todo, finalmente moriste. Falleciste. Y en esa misma tarde, justo con los médicos frente a mí, obtuve un nuevo esposo, uno que no conocía. No tuve tiempo de llorarte, YoonGi. No pude. No se me permitió. Tuve que levantarme y ser pareja de alguien más. Y lo odio. No pude velarte, no pude siquiera despedirme de ti y decirte cuánto te amé.
Y lo odio.
Lo odio porque tiene tu rostro, es como un impostor, tiene tu mirada amable y tu voz, tiene tu tacto, tiene todo de ti... pero no estás tú. Cada vez que me toma de la mano (que en realidad no es tan seguido) es como sentirte, como recordarte, y lo detesto porque no quiero que se parezca a ti, deseo que sea alguien más, sólo así podría alejarme. Lo detesto porque pudo haberme pedido el divorcio, lo habría entendido, no me conocía, y quizás solo así te habría podido llorar, YoonGi. Pero no lo hizo, a cambio empezó a estudiar nuestro pasado y a escribir más en tu cuaderno, quiero pedirle que lo deje de hacer porque no es él quien debería tocar tus cosas... pero cuando me mira, cuando me sonríe, cuando me tapa porque hace frío o cuando me pregunta qué deberíamos ver después de cenar... no puedo. No puedo porque te tiene, a ti, a tu cuerpo. Es como un secuestro, tuyo y mío, te tiene a ti y eso me encadena. Quiero que deje de mirarme, quiero que me deteste también. Quiero que sepa que la tormenta que soy para él, era un día soleado para otro. Quiero que sepa cada una de las cosas que siento cuando lo veo.
Pero a la vez no quiero.
¿Tiene sentido?
No quiero herir lo que queda de ti... aunque sé que no estás ahí, pero algo me dice "quizás un día despierte y sepa que eres tú, sepa que es tu esposo, quizás recuerde todo lo que vivieron". Este hombre trata de convivir conmigo, hemos hablado de nuestras vacaciones pasadas, de nuestras mascotas fallecidas, de nuestro programa favorito... y no puedo evitar sentir que es como contarle a una persona desconocida cómo era mi esposo fallecido. Él ni siquiera me escucha como si hubiera contándole sobre él mismo, de hecho parece como si estuviera preguntando por mi expareja. Quizás él mismo lo sienta así, en realidad una parte de mí desea que él lo piense así para que un día simplemente llegue y diga "no puedo hacerlo, ¿hay alguna forma de separarnos?"
Ayer en la noche trató de hacer comida, no quedó nada bien. No sabe cocinar. YoonGi, tú sabías. Tú eras el adulto que cocinabas mientras yo picaba mal las verduras... pero él no es tú y cada cosa que hace me lo recuerda, me recuerda que no vas a volver y que la esperanza que guardo es inútil. Que nunca te vas a despertar recordándome para abrazarme como lo hacías, para quererme como me querías. Es incómodo. Es muy incómodo... pero no puedo evitarlo. Cuando lo veo mal necesito asistirlo. Necesito cuidarlo, porque te tiene, no me cansaré de decirlo, está ocupando tu cuerpo y no puedo dejarlo. A veces se despierta con ansiedad y tiendo a acariciarle la mano y ponerle toallas frías en el cuello. No sé por lo que pasa, ciertamente es un humano, seguramente tiene miedo, pero no solemos hablar de eso, no le tengo esa confianza. Según el psiquiatra es común que tenga ansiedad por el vacío emocional de no tener una raíz o al menos no recordarla. Dice que debemos apoyarlo todo el tiempo, que debemos tratarlo con cuidado y comprensión. Eso trato... YoonGi, mi YoonGi, me habría preguntado "¿Y tú cómo estás?" porque él me conocía. Él podría leer en mis ojos el cansancio.
Hola, YoonGi. Hoy él trató de hablarme de un programa de televisión. No es que yo no tenga corazón, no puedo ignorar que es una persona divertida y suele hacer bromas tontas, supongo que trata de hacerme divertir. Solo que odio que use tu cuerpo para hacerlo. Ha pasado una semana desde que te escribí, desde que desahogué todo lo que siento. Y aún no se controla. He pensado que debería acudir a terapia, pero no sé si el dinero me rinda lo suficiente. Aún tenemos que pagar la terapia de él. Y no es como si yo quisiera dejarlo desamparado, como dije antes, es un humano y necesita ayuda, necesita mucho apoyo... sólo que no sé por cuánto tiempo podré apoyarlo. Ha hablado más, de hecho, ha salido solo a veces. Me preocupa demasiado, le pido acompañarlo pero menciona que quiere explorar por sí mismo... lo sé, sé que soy un extraño para él... pero te tiene y me dolería perder lo último que queda, tu cuerpo. Cuando sale, tiende a regresar con objetos pequeños. Una vez trajo aretes de color dorado, me preguntó si me gustaban, ciertamente sí, pero yo no tengo forma de usarlos, jamás tuve perforaciones. No supe cómo responder. Le agradecí y le dije que quizás sí debería hacerme las perforaciones, insistió en que no, trató de pedirme los aretes de vuelta, diciendo que quizás podría conseguir otra cosa. Insistimos mutuamente para tratar de complacernos, él negándose y yo también.
Aquí estoy, escribiendo mientras veo los aretes en la mesa, brillante dorado, largos, con un detalle blanco en la punta. Ciertamente parecía que era algo escogido por ti, pero obviamente tú habrías sabido que no tengo perforaciones. Se siente melancólico, solitario... no sé por qué me trae estas cosas, quiero pedirle que deje de hacerlo... pero lo lastimaría ¿no?
Hace unos días también salió, la noche anterior habíamos hablado de los animales marinos por un documental. Le mencioné lo tiernas que me parecían las nutrias y los datos que había aprendido sobre ellas, como que se sostenían la mano mientras dormían o que tenían piedras favoritas como juguetes. Incluso le mostré vídeos de ellas sosteniendo objetos y acercándolos a su nariz. Siempre me pareció tierno. Cuando regresó, la tarde siguiente, me había comprado un libro de nutrias. Agradecí. Pero ciertamente era un regalo extraño.
No sé qué trata de hacer, pero se siente inusual, es como si fuera el único que busca consolarme, como si quisiera entender el dolor de perder a alguien y tratara, de cualquier forma, de hacerme sentir acompañado. De verdad quiero pedirle que pare. No sé por qué lo hace, pero siento que es algo que tú harías y me rompe el corazón, porque no es tú. Y debo darme por vencido con eso.
No volverás.
JiMin acabó de escribir y miró a la puerta tras sí, escuchaba pasos y seguramente era YoonGi, quien iba y venía cargando cosas. Salió lento, asomándose para asegurarse que nada malo hubiese ocurrido, que no estuviera dando vueltas preguntándose dónde estaba. Pero lo encontró saliendo de un cuarto de almacenamiento con un mantel entre las manos. Cuando sus miradas se encontraron el rostro de Yoongi enrojeció, sus orejas podían verse hasta casi brillantes.
— Creí que estabas dormido. —Murmuró desviando la mirada.
— No, estaba... —pensó en silencio, recordando que su diario era un desahogo, no un arma para usar en contra de alguien— leyendo.
— Entiendo. —Asintió recogiendo un poco del mantel que se resbalaba por sus manos y suspiró— lamento haberte interrumpido.
— No, yo... —salió totalmente del cuarto, sorprendiendo al pálido quien enrojeció más— estoy bien, ya había acabado el capítulo de cualquier forma ¿necesitas ayuda?
— No, para nada. —Negó con la voz y la cabeza— deberías volver a leer, yo solo estoy haciendo un poco de limpieza, es necesaria. —Río— tienes mucho trabajo siempre, yo... quiero sentirme funcional.
Jimin soltó una risa y se recargó en la puerta, miró al suelo y su sonrisa se volvió melancólica.
— ¿Te explico cómo usar la lavadora?
YoonGi se encogió entre sus hombros, pensó un instante, y luego asintió.
— Por favor... —justo cuando JiMin asintió e iba a bajar las escaleras YoonGi lo detuvo— ¡Solo espera! Necesito acomodar lo que voy a lavar.
— Entonces te ayudo. —Continúo el camino.
— No quiero generarte más trabajo. —Murmuró.
JiMin se detuvo, pensó en los aretes en su mesa, en el cuaderno abierto y la pluma de tinta fuente. En la ventana que lo refrescaba cada vez que quería llorar. Sus amigos lo besaban con ánimo, algunos incluso lo felicitaban por mantenerse sereno... sin embargo aquí estaba la persona que menos lo conocía, que menos había convivido con él... pensando en su cansancio. JiMin sintió pánico ¿acaso estuvo mostrando de más? ¿quizás realmente estaba preocupando a una persona que no debía sentirse mal por nada? Es decir, todo lo que escribía en su diario era cierto, pero YoonGi no dejaba de ser una persona, una enferma... el sentimiento de culpa empezó a recorrer su cuerpo como un escalofrío.
— Lo siento ¿parece así? —soltó una risa— estoy bien, quiero ayudarte.
— No. —El sonido suave y seco del mantel cayendo perturbó el silencio que se había mantenido, YoonGi sostuvo su mano con vergüenza—. No quise que sonara como si no pudieras con todo... yo sólo...
Cuando JiMin volteó, YoonGi estaba con la cabeza gacha pero aún así se veía su vergüenza en las mejillas que resaltaron sobre el cabello, intrigado se giró para asistirlo. Sosteniéndolo de los hombros para que levantara su cabeza y cuando lo hizo tenía lágrimas en las comisuras de sus ojos, estos estaban contraídos en una mueca de incomodidad. JiMin, naturalmente, se espantó. Yoongi era un adulto, un hombre adulto que ahora se estaba comportando jovial ante los sentimientos de vergüenza, tanto que lo llevaron al borde de las lágrimas.
— ¡¿Estás bien?! —Sostuvo sus mejillas limpiando con sus dedos pulgares las comisuras de sus ojos.
YoonGi no respondió, solo contrajo más el rostro.
— ¿Es otro ataque de ansiedad? —JiMin lo sostuvo con cuidado, tratando de encontrar respuesta en sus ojos, en sus expresiones, o en su mirada, pero no hubo nada, solo él cerrando los ojos negando—. Espera... voy por toallas.
— ¡Por favor! —Gritó YoonGi pero cuando vio JiMin había salido corriendo al baño, que se encontraba en la planta baja. Escuchó los pasos deteniéndose y se encogió en sí. Se cubrió el rostro con los puños y se recargó contra la pared, escondiéndose entre sus piernas— No. No. No. —Murmuró.
JiMin esperaba encontrar en la sala (una muy pequeña) sábanas y cobijas mal dobladas dispuestas a ser lavadas... pero no fue así. En cambio encontró la cocina hecha un desastre con un montón de trastes acumulados entre sí, sucios pero no todos parecían haber sido usados. Caminó lentamente, casi olvidándose del motivo por el que había bajado tan apresurado. Encontrándose así con un libro usado de recetas, abierto a la mitad y sucio con una mezcla amarilla. En el comedor había dos platos blancos (aquellos que les regalaron en su boda) y un par de copas, también estaba la mini laptop abierta con una página de un centro comercial. Negó ignorando lo que había encontrado, después preguntaría, regresó a la realidad, caminó como si no hubiera visto nada de lo anterior y fue por las toallas, rápido mojó una. Cuando subió encontró a YoonGi hecho un ovillo, las rodillas incómodamente juntas a su rostro. Por fortuna su nuca estaba descubierta así que aprovechó para posar la toalla húmeda ahí.
— ¿Estás mejor? —Murmuró preocupado—. lamento haberme tardado...
— ¿Lo viste? —Preguntó.
JiMin esbozó una sonrisa suave pero no respondió, era imposible no ver algo así, forzosamente tenías que atravesar la sala-comedor al entrar al baño y la cocina estaba totalmente expuesta. Sin decir mucho procedió a presionar más la toalla contra la piel de YoonGi. Él solo sintió un escalofrío cuando una de las gotas frías recorrió desde su nuca hasta sus clavículas. Su respiración estaba agitada, y se sentía mareado, juraba que era por la cantidad de sangre acumulada en su rostro, específicamente en sus mejillas y orejas. Apresó la tela de sus jeans e inhaló.
— ¿Estás mejor? —insistió JiMin.
— Lamento que hayas visto eso. —Murmuró con la voz quebrada.
— No sé a qué te refieres. —Sonrió amable.
— Sé que lo viste, era imposible que no lo vieras... —su murmullo sonó grueso y curvo, como si estuviera teniendo un puchero. Sin querer JiMin quitó la mano de la toalla que mantenía sobre el largo y pálido cuello, pensó en las veces que YoonGi ocupó esa voz para conseguir cualquier cosa que quería, desde un beso hasta un día libre donde inventaran una receta médica con el amigo de JiMin.
No. Él no es Yoongi.
— No... —regresó a sus sentidos y volvió a colocar la palma sobre la toalla, ejerciendo la suficiente presión para ser sentido por debajo de la tela, pero no tanto como para lastimarlo. YoonGi cerró instintivamente los ojos—. Es decir sí, pero no ví bien, me sorprendió pero no sé qué estás haciendo... —mintió, bueno... no tanto, en realidad no sabía qué tipo de cosa iba a hacer, en teoría no era mentira.
Lentamente el rostro de YoonGi se fue soltando, levantó la mirada, con ojos cristalinos miró al hombre que lo había acogido con amabilidad, abrió los labios partidos y apresó aún más la tela de su pantalón. Sus ojos volvieron a aguarse. Ahí estaba de nuevo el adolescente que no sabía lidiar con sus sentimientos y lo abrumaba, si presionaba su pulgar contra su cuello era casi seguro que sentiría el pulso, agitado y tembloroso. Sin querer pensarlo más, lo soltó. YoonGi sintió la falta de tibieza aún entre la tela.
— ¿Querías hacer una cena? —Murmuró y YoonGi desvió la mirada— Sí... ¿Era para nuestros amigos? ¿Te da vergüenza? Puedo llamarlos. —Trató de encontrar una solución para el rostro contraído de su... de YoonGi.
Pasó un instante de silencio, solo se escuchaba la respiración entrecortada del pálido y su mirada baja. De vez en cuando el sonido de la tela también llegaba ya que él mismo se limpiaba las lágrimas que se caían en contra de su voluntad. Tan pequeño e indefenso, tan extraño y ajeno...
— No...
JiMin ladeó el rostro y asintió, no quería preguntar mucho pero le preocupaba la angustia que leía en el rostro pálido. Vio las manos presionando contra la tela del pantalón y sintió la necesidad de consolarlo, de estar presente, de asegurarle que todo estará bien aún si él mismo lo desconocía.
— Entonces... ¿Quieres que te ayude con la lavadora?
Las palabras sencillas y cálidas parecieron calmar a YoonGi, que se levanto tembloroso y asintió.
Esa noche se sorprendió (o no tanto) por una cena medianamente bien cocinada, estaba usando la vajilla más blanca y linda, las copas que eran de sus aniversarios, los cubiertos especiales que hacía años no salían y puso unas flores simples en el centro. JiMin miró la escena en silencio, pudo haber pasado como sorprendido, pero sólo estaba contrariado, sentía en su pecho una especie de alivio porque alguien se había preocupado por él lo suficiente como para prepararle una cena intentando que tuviera una buena noche, pero al mismo tiempo el tormento de saber que era él... lo hacía sentirse vacío. Esta cena habría sido distinta con alguien distinto, con su verdadero esposo. Sin embargo, tan educado como pudo, se sentó y comió agradeciendo, escuchando a YoonGi haciendo plática, hablando sobre los ingredientes, sobre lo que buscó y cómo lo hizo. JiMin puso una sonrisa y siguió la plática... este YoonGi no era una mala persona, pero para ser honesto habría preferido tenerlo como amigo. Después de la cena ambos lavaron los platos juntos, un acto familiar y tan cotidiano que a JiMin le hizo sentir que vomitaría.
— Mañana... —la voz gruesa y espesa de YoonGi lo sacó de su concentración, miró el jabón en sus manos, detallando cómo las burbujas corrían de sus palmas— hay una obra... es un especial por las fechas... e-es el cascanueces, un musical ¿te gustaría ir?
JiMin, con ojos serios y el rostro endurecido en recuerdos, miró la espuma cayendo al fregadero. Claro, diciembre, navidad estaba a unas semanas, él ya no lo celebraba más, no daba regalos y no había fuegos artificiales, no hacían karaoke y no invitaba a nadie. No veía motivos para hacerlo. Lo único que le empezó a gustar de éstas épocas era el frío, era tanto que podía adormecer su cuerpo hasta no sentirlo, sensación que le gustaba porque le parecía que era un sueño, un muy mal sueño. Sus labios se abrieron y antes de que pudiera pensarlo, con toda la crudeza y amargura que contenía su corazón, con los pensamientos ardiendo y la boca quemándole en honestidad, dijo:
— No me gustan los musicales.
Escuchó un titubeo y salió de sí. Mierda. Lo dijo mucho más cruel de lo que hubiera querido.
— No quise decirlo así, lo siento mucho... —JiMin miró los trastes remojados y pensó que en realidad el hombre ahí parado no tenía la culpa de nada, él era una víctima más. Sus dedos temblaron con anticipación, por saberse hipócrita y herido.
— No... está bien. Lo siento. —YoonGi respondió carraspeando con duda—. Debí preguntarte antes qué te gusta.
JiMin suspiró; cansancio, hartazgo, vergüenza, ansiedad y descontrol era lo único que sentía. Sobre todo la boca le sabía a amargura, aparte del vino de la cena había también un toque de cordura, la parte más sana de sí mismo le decía que era imposible tratar mal a este hombre, que no lo merecía. Esa parte honesta y sincera le jodía el resto de sentimientos albergados en el fondo de su garganta, a veces desearía simplemente meterse los dedos en el interior de la boca y vomitar todo el odio que sentía, toda la frustración y tristeza. Por instantes sentía que se estaba pudriendo por dentro, lo peor es que mientras lo más cruel de su ser se albergaba en el pecho, ahí en su caja toráxica, enviándole latidos de sinsabor por la vida, en su boca existía su parte más humana.
Dicen que el estómago es el primer cerebro, seguramente este era el que contenía todo lo que su cerebro más racional no podía albergar...
— Iremos.
— No tienes qué...
JiMin cerró los ojos y comenzó a lavar los trastes nuevamente, queriendo ignorar el latir de su corazón, necesitaba aparentar normalidad, tranquilidad, serenidad y paz. Era su papel.
— No te preocupes. Iremos.
— JiMin, en serio...
Sin querer soltó un plato, uno de los preciosos platos blancos de porcelana de su boda, se escuchó un estruendo seco. Se había roto. Miró el plato quebrado en medio del fregadero, sus manos temblaron y trató de tomarlo, sin embargo una mano lo detuvo.
— ¿Estás bien? Cuidado, déjame... puedes cortarte. —Sintió la presencia de YoonGi detrás y entonces, de un manotazo, lo quitó.
— ¡Estoy bien! ¡Ya te dije que estoy bien! —Le gritó, y entonces miró un pedazo de plato en la mano de YoonGi.
Esa era su relación. Eso era él mismo. Roto. Lo roto no se puede reparar, solo se puede intentar unir y aún así jamás podría tener la misma función. Todo pasó tan rápido como en ese instante, en sólo un segundo todo se fragmentó, quedó en pedazos pequeños, irreconocibles y todo ahora estaba en las manos de ese desconocido con un aura tan amada para él. Todo se había reducido a la nada. Y ahora justo como todo en su vida, quería desecharlo. Todo parecía desechable para los demás. Todo parecía reemplazable para el resto, sintió que nadie tenía la capacidad para apreciar las cosas, las relaciones, las personas.
— Basta. —JiMin tomó de sus manos el pedazo de plato, sin embargo, quizás debido a la humedad o a la presión entre ambas manos, se cayó al piso.
— JiMin... lo siento, déjame ayudarte.
— ¿Quieres ayudarme? —Gritó JiMin harto, sintiendo que el espesor de la bilis contenida por el odio superaba la ternura de su lengua por primera vez— ¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz por una sola vez!
YoonGi se quedó quieto.
JiMin salió rápido de la cocina, caminó hasta el baño y se encerró, por primera vez en años comenzó a vomitar, fue una mezcla entre la comida que le hizo alguien cuya presencia lo torturaba y los gritos de tanto tiempo torturándose y amargándose en soledad. De fingir ser alguien bueno y bondadoso. Su estómago se presionó hasta sus costillas, su pecho entero se contrajo en brusquedad, casi podía sentir las convulsiones de sus órganos soltando todo el líquido de odio, podía jurar que incluso le sabía a sangre negra y espesa. De sus ojos salieron lágrimas, por el esfuerzo pero también de la repulsión de sí mismo. El llanto le entró a la boca y saboreó el salado adiós que nunca pudo concretar.
Una vez terminó comenzó a jadear, sus pulmones heridos buscaban recuperarse de haber escupido gritos tortuosos que jamás se había atrevido a proferir, ni siquiera en el hospital.
Su espalda se golpeó contra la pared del baño, el frío del azulejo le dio un ancla a la realidad, cerró los ojos y se sentó correctamente en el suelo. Era un desastre, el baño, su vida, su corazón, su mente.
Escuchó unos golpes y suspiró en cansancio.
— ¿JiMin? ¿Estás bien?
Dios. Cuánto lo odiaba, cuánto lo detestaba.
— ¿Hola?
Sólo quería que se fuera, sólo lo quería lejos de su vida. Sólo un momento para agonizar en soledad.
— Voy a entrar.
Escuchó la puerta abriéndose y, entre sus pestañas húmedas de melancolía, vislumbró la imagen de YoonGi, quien lo miró asustado, fue hacia él inclinándose para verlo, sintió la mano fría y pálida en su frente sudorosa del esfuerzo.
— ¿Estás bien? —Su voz era pacífica pero contenía en ella pequeños atisbos de preocupación que no pasaron desapercibidos.
— Déjame... —JiMin murmuró, la boca sabiéndole a vómito, suplicio y soledad.
— Por favor, déjame ayudarte.
— ¿Qué parte no entiendes? —JiMin jadeó.
YoonGi se quedó en silencio unos segundos que parecieron eternos, parecía poder contar los segundos con el latir de su afligido corazón. Podía sentir el frío suelo contra sus palmas y sus muslos, se volvió consciente de percibirlo gracias al sudor. Sabía que era asqueroso, pero ahora al menos se sentía en coordinación, su interior podrido era coherente con su exterior arruinado. Ahora sí representaba su realidad.
— ¿Fui tan mala pareja? —YoonGi quebró el silencio.
— ¿Qué?
— ¿Te traté mal alguna vez? ¿Te hice daño?
JiMin soltó una risa, no era alegre.
— No. ¿Qué te hace pensar eso?
YoonGi se levantó y se recargó contra una pared, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y miró el espejo del baño, se vio en él, un reflejo que ya conocía por mera comodidad y costumbre, más no porque lo reconociera como suyo.
— Cuando me miras... es... extraño.
— Fuiste la mejor pareja que existió para mí. —JiMin respondió mirando el suelo, otra vez... los recuerdos lo inundaban.
— Entonces... entonces ¿por qué?
JiMin lo miró por unos segundos, YoonGi pareció ponerse nervioso.
— Sé que soy lo único que te ancla a una realidad, lo único verdadero que tienes... —no podía, no iba a detenerse, ya se había desahogado físicamente, ahora sólo quedaba vomitar lo que su mente albergaba— pero no puedo ignorar que no eres mi marido, no lo eres, pero físicamente... lo eres. No me gusta convivir con un extraño que tiene la apariencia de quien amo. Lo detesto. Cada día es un infierno. Cada mañana espero a que las cosas cambien, que me recuerdes pero sé que eso no va a ocurrir.
Entonces JiMin asintió.
— Sí. En realidad tienes razón. Tu yo del pasado me hirió. Me abandonó. Me dejó solo lidiando con algo más grande que yo, con esto que no puedo controlar. Me abandonó y sólo se fue dejando unas instrucciones para poder lidiar conmigo. —Habló fluido y sin titubear, como un discurso que había practicado desde hace mucho— estoy cansado, estoy harto, sólo quiero a mi marido, quiero mi felicidad, pero estoy aquí cada día intentando conocer a quien se supone que era el amor de mi vida sin ningún tipo de apoyo o paciencia. Estoy harto.
Jadeó cansado. Al fin. Lo sacó, fue libre, se sintió como si sus pulmones dejasen de estar en continua tensión, subió sus manos hasta su rostro y lo talló con debilidad, sólo quería dormir y despertar fingiendo que nada de esto había ocurrido.
— Lo siento.
Escuchó.
— Lamento mucho esto. Es decir... sólo puedo imaginar cómo te sientes. Lamento mucho esto que te está pasando... —YoonGi jugó con sus manos, un intento básico de despistar la ansiedad— la verdad es que sí he considerado el divorcio, sobre todo porque no deseo que sufras, pero sé que con eso sufrirás más. Quisiera devolverte todo el cariño que me diste, aún si no fue directamente para mí... es decir, yo, como persona actual.
JiMin sentía ardor en sus ojos, casi le taladraba hasta el fondo de la cabeza, quería pedirle que se detuviera.
— Pero... también quisiera pedirte paciencia. —Siguió— ¿Es egoísta? Sólo... me gustaría poder ser tu amigo. Cuando me cuentas de nuestra relación no siento que sea algo que yo viví. E-en el diario que escribí... especifiqué que si no recordaba tu nombre debía dejarte... pero es un acto demasiado cruel. Porque está claro que yo no lo recordaría, pero tú sí.
YoonGi miró a JiMin y lo notó llorando, esta vez no con el ardor de quien ha estado cargando una congoja en su corazón, sino como quien por fin está sintiendo la compañía de alguien. Tácito y calmo, no como la tormenta que vio al inicio, sino como una llovizna que anuncia el fin de la sequía.
— No quiero fingir ser tu esposo... no puedo serlo. —YoonGi tomó un poco de papel y se acercó al rostro de JiMin, comenzando a limpiarlo— pero puedo ser tu amigo, no has tenido a nadie así desde que esto empezó ¿no?
JiMin lo miró, sollozando aún, con sus ojos siendo limpiados por unas manos que ahora se sentían extrañamente cálidas.
— ¿Cómo puedes ser mi amigo si eres la persona que amo?
YoonGi negó, se veía genuinamente triste.
— De la misma forma en la que yo quiero ser tu amigo sabiendo que alguna vez te amé. —Terminó de limpiar las lágrimas de JiMin y murmuró— cuando te veo siento que debo amarte, porque es lo que tu has estado haciendo, sólo que... no sé cómo. Lo siento...
JiMin miró los ojos de YoonGi y lo supo, en sus iris notó el pequeño brillo de la confusión... quizás ambos se odiaban y se amaban con la misma intensidad, en distintos niveles, por distintos motivos, pero estaban juntos en ello.
Él no es tú.
Él nunca será tú.
Hoy fuimos al teatro y ¿sabes? los disfruté. Pensaba que no me gustaban los musicales, los primeros que ví en mi adolescencia jamás llamaron mi atención, sin embargo me gustó. Las interpretaciones fueron atractivas, alguna vez me gustaría intentar bailar.
Soy un hombre adulto, YoonGi, casi estoy en mis cuarentas... pero resulta que también pueden interesarme cosas nuevas. Conocí, irónicamente, que no he descubierto todo sobre mí. También estoy conociéndote... es decir, lo que queda de ti, lo nuevo de ti. Lo que es él. Ah, por cierto, está organizando pagarme terapia ¿Te imaginas? Sin embargo no lo rechacé, él me quiere ayudar y yo quiero ser ayudado.
Él nunca será tú. Es verdad, pero él no necesita ser tú. Tú estás en un sitio inalcanzable, jamás dejaré de extrañarte, aunque vea en él reflejos de lo que fuiste, de lo que ambos fuimos. Está bien para mí estar así. Cuido de él y él de mí porque mutuamente somos lo único que tenemos, entre nuestros dolores podemos comprendernos y a la vez ayudarnos para salir.
Intentaré ser feliz, YoonGi.
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No planeaba que quedara tan triste.
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