Episodio 3
Los extraños eventos que ocurrieron durante el día no me dejaron pegar un ojo en toda la noche, repetí las escenas en mi mente una y otra vez, las expresiones del doctor Francisco y sus palabras tan punzantes hacían eco en mis pensamientos como olas agitadas por una marea en ascenso. Escenas sombrías, que se repetían en mi mente como si estuviera viendo una película cada vez que cerraba los ojos. La actitud tan aterradora de Doris y su comportamiento agresivo me dejaron una sensación de miedo y realmente un mal sabor de boca durante horas, me duele mucho la cabeza.
Me esfuerzo para girar lentamente en la cama, aun así no puedo evitar escuchar sus crujidos como si fuese a desarmarse haciendo inevitable el silencio en la habitación; miro hacia la ventana, puedo ver que ya está amaneciendo, la luz lastima mis ojos entre abiertos. Los cierro, suspirando lento y profundo, mientras me acurruco y sujeto con fuerza mis frazadas, hoy es el gran día, me voy de este lugar. Con un destino incierto que no me siento capaz de afrontar.
El piso esta frio para mis pies descalzos, pero en realidad no me importa, mis pasos son lentos y me cuesta levantar la cabeza, no es por el dolor si no por el desánimo que cargo en este momento. Me miro en el espejo de mi habitación y pienso ¿esta soy yo? Mi figura, que parece una imagen desconocida para mi mente, vistiendo un camisón amarillo desgastado de lanilla que ni siquiera es mío si no de algún alma caritativa que pensó que regalárselo a una paria abandonada en un hospital seria su buena acción del día, me observo de arriba abajo, ¿Cuánto mido? 1,60 no creo que más, mi piel es blanca casi pálida y mis ojos son castaños oscuros, mi pelo largo y desalineado color castaño claro parece que haber sido cortado a tirones desnivelados. Soy delgada pero no lo suficiente como he visto en las revistas que Doris me traía.
¿Esta soy yo?, me miro en el espejo pero mi nombre parece impropio a mi reflejo, no reconozco a quien estoy viendo, así como nadie me reconoce por la foto de mi identificación. Es curioso ¿cómo la mente puede ser tan frágil? la mía se apagó borrando todo rastro de una vida anterior y también es muy curioso su sentido del humor oscuro y retorcido, pues pienso que algunas veces le gusta jugarnos trucos interesantes, más de una vez podría jurar que mi reflejo en el espejo me haya devuelto una sonrisa... já.
La mañana comienza a avanzar, el reloj jamás se detiene aun que deseemos que así sea, desde mi ventana se escuchan las risas de los pequeños que juegan en el jardín del hospital como hacen diariamente, es la rutina de todas las mañanas; me dispongo a armar mi bolso para retirarme, "bueno como si esto me fuese a tomar mucho trabajo", hay que ser realistas solo unas pocas prendas no hay mucho que hacer. Los permisos de alta están firmados y tal como pensé nadie vino por mí.
Doris curiosamente no se presentó a su guardia habitual por lo cual me fue imposible despedirme, de todas maneras voy a volver más tarde, no importa lo que haya pasado el día anterior no puedo ser tan ingrata para no despedirme, necesito decirle lo agradecida que estoy por sus cuidados y atención. Estoy muy agradecida con todos los que me ayudaron en el hospital, me dieron no solo la atención necesaria si no también comprensión y cariño, siempre me sentí contenida y a gusto con ellos.
Entre las planillas que el doctor Francisco me dejo, se encuentra una dirección anotada en una hoja de block de notas, él me dijo que si no tenía donde ir fuese a ese lugar, es un refugio para indigentes y personas en situación de calle, la dirección me es desconocida pero preguntando se llega a todas partes, así que es momento de emprender mi travesía. Elegí ponerme prendas cómodas, unos jeans azules, un buzo deportivo color negro liso bastante amplio porque me gusta su capucha, es buena para el frio y una zapatillas negras.
Mientras camino hacia la puerta de salida con mi bolso al hombro, me detengo en la entrada para girar y así dar un último vistazo a mi habitación, voy a extrañar este lugar, después de todo es lo único que conozco, se puede decir que podría llegar a sentir un apego y calidez como si representara un hogar para mí. Mis pasos hacen eco en el desolado pasillo de la sala del hospital, se encuentra totalmente vacío esta mañana, este pasillo que recorrí incontables veces jamás se había sentido tan pequeño y desolado, levanto la mirada y la puerta de salida me espera, mis pasos se hacen más lentos, la verdad no quiero irme, no quiero salir. ¿Qué me espera afuera? Soy una mujer que no tiene pasado, no tiene un presente y seguramente no tendrá un futuro.
-¡Elizabeth!- Puedo reconocer al instante la voz masculina que me llama
Me giro rápidamente para confirmar quién es y lo veo parado allí con una enorme sonrisa y su piyama celeste con rayas blancas... es Enrique! Uno de los pacientes del área de oncología, su mirada suave y triste siempre fue muy conmovedora para mí, si bien nunca tuvimos un lazo muy estrecho en estos meses, solíamos cruzar palabras de aliento entre nosotros cuando nos cruzábamos en los pasillos del hospital porque al igual que yo él tiene el infortunio de estar abandonado en este lugar desde que ingreso o eso es lo que siempre se rumoreo.
- Enrique ¿pero qué estás haciendo fuera del área de oncología? -Le digo regañándolo -No deberías estar acá y menos con tan pocas prendas el frio, se está empezando a sentir y deberías de cuidarte más.
- ¿Ya te vas? – Contesta, obviamente ignoro todo lo que le dije, su expresión era extraña, arrugaba su frente a modo de preocupación o molestia mientras caminaba apresurado a mi encuentro
- Si así es- Le dije cortante, odio cuando la gente ignora lo que le digo, me siento fastidiada
- Si te vas, te pido que te cuides, no salgas en la noche y por favor no dejes que te encuentren- Me susurra, su mirada se oscureció notablemente y su gesto de preocupación se volvía cada vez más intenso, miraba hacia todos lados cuando me hablaba y lo hacía cada vez más bajo tanto que me costaba escucharlo
- ¿Qué no me encuentre quién? ¿De qué me estás hablando Enrique? Le pregunte bastante perpleja por sus palabras
- Que no te encuentre – Murmura a mi oído
Antes que pudiera contestarle se dio vuelta y salió corriendo.
Me dejo congelada y con las preguntas en mi boca dispuestas a salir sin tener oportunidad de hacerlo, no sabía si debía seguirlo para aclarar la situación o no darle importancia pero ¿quién en su sano juicio se quedaría con la duda de algo así? ¿Qué estaba pasando en este lugar? ¿Acaso este paciente que no tiene ni siquiera conocimiento de mi caso sabe de mi más que yo misma? ¿Hay alguien allí afuera que representa una amenaza para mi vida?. Me cuestiono severamente si realmente alguien me espera allí afuera de una manera amenazante mientras miro la puerta de salida, sin embargo suspiro y me dispongo a salir.
La puerta se me hace muy pesada o eso me parece porque es la primera vez que la cruzo, estoy afuera, el cielo realmente esta hermoso y despejado ni siquiera una nube. El aire frio entra en mis pulmones y me hace suspirar con intensidad, agacho mi mirada para leer la nota del doctor Francisco con la dirección del refugio y comienzo a caminar sin ninguna prisa... Nueva vida ¡aquí vamos!
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