Episodio 20
Mis ojos se sentían pesados al intentar abrirlos, me ardían un poco, los rayos de luz que atravesaban la ventana eran realmente tenues y cálidos, esto me daba una sensación placida, aunque esta fuese momentánea, la paz antes de volver a la realidad que me aprisionaba. Me incorpore a duras penas, me sentía algo perdida, tarde unos segundos en darme cuenta que estaba en la habitación, no recuerdo como llegue allí, pero estaba acostada en aquella gran cama con sábanas blancas que era tan reconfortante y blanda. La ventana de la habitación estaba entre abierta, solo levemente, lo suficiente para dejar pasar una pequeña brisa mañanera de invierno, esas llenas de aroma a pinos y álamos de aquel enorme bosque que nos acobijaba; mi mirada extrañada buscaba a mi temible compañero pero no estaba ahí.
-¿Samuel?- Lo llame mientras me levantaba de mi cómoda cama, la que sinceramente no quería abandonar.
Camine por las diferentes habitaciones buscándolo, pero no tuve éxito, comenzaba a preocuparme por su falta de respuesta, la casa estaba impecable y pareciera que anoche no había sucedido absolutamente nada, como si se hubiese encargado de acomodarlo todo mientras yo dormía tranquilamente. ¿Dónde podría haberse metido?- pensé –
-¡Samuel!- Grite, asomada a la puerta que estaba abierta, tratando de visualizar su figura en algún lugar de aquel bosque, pensando que quizás estaba fuera de la cabaña haciendo algo o tal vez solo salió a dar una caminata matutina.
-¿¡Qué!?-Grito a mis espaldas, haciendo que salte del susto y me sujete el pecho dándome vuelta instantáneamente.
-¡Casi me matas de un susto! ¿Dónde estabas?- Le reclame molesta, más aun al ver su sonrisa burlona al haberme causado tal terrible sorpresa.-Pensé que algo había sucedido y tú que no contestas-
-Estaba terminado de arreglar las ventanas conejita- Me respondió con total seriedad- Cecilia debería de estar llegando en cualquier momento, ¿No es así?- Agrego
-Si eso creo- Le conteste, había olvidado por completo su llegada, pero él estaba en lo correcto, según lo que había sentido ella estaba próxima a la cabaña,
-Entonces deberías cambiarte de ropa conejita- Me dijo, petulante, mirándome de arriba abajo como si estuviera escaneándome.
-¿Cambiarme de?- Su comentario hizo me observara a mí misma- ¿¡Qué!?¿Por qué tengo puesto un camisón tan revelador?¿Cuando me puse esto?- Exclame mientras me cubría, era muy trasparente y no dejaba mucho a la imaginación.
-Bueno anoche te dormiste y me tome la libertad de ayudarte a cambiar lo que tenías puesto, después de todo tu ropa estaba muy sucia y en mal estado- Contesto, arqueando su ceja y cruzando los brazos sin dejar de observarme, mientras yo le lanzaba una mirada enfurecida sin poder escoger entre todos los insultos cual decirle primero, como si se me hubiesen atascado en la garganta de la misma rabia mezclada con vergüenza.- ¿No me vas ni siquiera a agradecer?- Agrego, dejándome perpleja sin saber si era ironía o desfachatez.
-¡Idiota!- Le grite, tomando una abrigo que estaba colgado en el perchero al lado de la puerta para cubrirme, me sentía desnuda y muy enfadada- ¿Cómo pudiste desnudarme mientras dormía? Eres un pervertido- Le reclamaba entre gritos y gestos, a lo cual no contestaba en lo absoluto, él solo esbozando una leve sonrisa casi imperceptible, coloco ambas manos en sus bolsillos e hizo gesto para que mire detrás mío.
Gire automáticamente para ver a mis espaldas y ahí estaba Cecilia, esta señora casi anciana mirándome con cara de desconcierto y una incomodidad indisimulable, tanto casi, como mi rostro color rojo por la vergüenza que en aquel momento sentí, al entender que aquella escena era realmente algo confusa para cualquiera que estuviera presente.
-¿Interrumpo querida?- Fueron las primeras palabras que emitieron sus labios, haciendo que desee que la tierra se abriese en aquel momento y me tragase de una vez.
-Señora Cecilia, disculpe, no es lo que parece- Me apresure a decir.
-Sí, ya veo- Respondió, abriéndose paso por mi costado, observando fijamente a Samuel, con un rostro rígido y una mirada despreciativa.
Entendí en aquel momento que la menor de mis preocupaciones debía ser lo que llevaba puesto o lo que había sucedido, ya tendría tiempo para arreglar esos temas luego. La clara actitud de enemistad que Cecilia impuso ante Samuel llenaba el aire de aquella cabaña de una tensión difícil de ignorar, a la que él respondió con una sonrisa muy descarada.
-Cecilia, permítame presentarlos, él es...-
-Se perfectamente quien es, no necesito presentaciones querida, lo que no se es porque está aquí, justamente contigo- Respondió sin dejarme si quiera terminar mis palabras, sin voltear a verme ya que su mirada estaba fija en Samuel, como si estuviera alerta a cualquier movimiento.
Camine hacia ella y la tome suavemente del brazo para girar su mirada hacia a mí, quería, no, necesitaba alivianar aquella situación. No tenía idea como ella lo conocía o que pasaba pero no era el momento propicio para ninguna disputa.
-Señora Cecilia, déjeme por favor explicarle, él me salvo, es mi amigo- Le dije, buscando su rostro para poder alcanzar entendimiento en su mirada.
-¿Te salvo? O ¿Te condeno? No te engañes Elizabeth, alguien como él no tiene ni jamás tendrá amigos- Me dijo con su rostro lleno de tristeza- ¿No lo entiendes?, él te engañó-
-Cecilia, por favor necesito que me ayude, lo que paso no puedo cambiarlo pero si lo que pueda pasar de aquí en adelante, por favor- Le suplique.
La anciana largo un suspiro muy largo, coloco ambas manos sobre mi rostro, su mirada se apaciguo mostrando aquella dulce mirada que tenía grabada en mis recuerdos, la mirada de una mujer llena de compasión y sabiduría. Sus manos eran cálidas a pesar del frio que hacía y un poco ásperas, su cabellera larga y color ceniza formaban una larga trenza que llegaba a su cintura. Podía sentir la calma ante su tacto y allí en esa tranquilidad pude entender que ella solo se preocupaba por mí, no era una rivalidad, quería hacerme entender una realidad muy cruda de la que yo también era consiente, simplemente que yo, quería ignorarla.
-Bien niña, comencemos de nuevo- Me dijo, con una voz suave y apacible- ¿Por qué no te pones algo de ropa más adecuada y hablamos?
Asentí con la cabeza y una sonrisa para dirigirme a la habitación sin antes girar para observar una vez más hacía atrás y ver como Cecilia y Samuel se miraban fijamente. La situación me inquietaba demasiado, me apresure a cambiarme lo más rápido que pude, tomando lo primero que tenía a mano, unos jeans negros y una sudadera blanca con gris claro, para salir casi corriendo de la habitación; no había demorado más que unos pocos minutos pero para mí, habían sido una eternidad.
Ambos estaban sentados en los sillones del living de la cabaña, situados a un lado de la chimenea, permanecían en silencio evitando mirarse uno al otro, el ambiente era muy pesado e incómodo, una situación bastante difícil de sobrellevar, la tensión en el aire lo hacía muy denso.
-¿Todo está bien?- Pregunte, rompiendo aquel silencio, haciendo que ambos me miraran instantáneamente.
-Claro- Dijo Samuel, a lo que Cecilia se limitó a no responder.
Me senté al lado de Samuel, frente a Cecilia, quien me miro algo asombrada. Lo que para mí ya era algo habitual o normal era muy diferente para ella, en aquel momento no me importó, yo confiaba en él aunque Cecilia no.
-Cecilia, necesito que me diga todo lo que mis padres sabían, necesito saber de Jezabel- Me apresuré a preguntar, no quería dar más vueltas al asunto, tenía que develar todo lo que estaba ignorando hasta aquel momento antes que no tuviese más tiempo para hacerlo.
-Ya lo sé querida, se lo que necesitas saber exactamente- Me respondió, inclinándose para tomar su bolso que se encontraba apoyado sobre el suelo, sacando lo que a primera vista parecía un malgastado libro con tapa color café- Todo lo que necesitas saber está aquí- Agrego extendiendo su mano para acercarme el libro.
-¿Qué es esto?- Pregunte mientras lo tomaba.
-Bueno ahí encontraras todas las respuestas que buscas niña, no solo son las notas de tantos años de tus padres si no toda la información que pudimos reunir entre ambos- Me dijo levantándose y tomando su bolso- Ahora debo irme-
-¿Por qué? No hemos hablado nada- Le reclamé en tono de súplica siguiéndola mientras ella se dirigía a la puerta de salida.
-Porque no hay nada que yo pueda decirte más de lo que está escrito ahí, niña- Respondió sin detener su marcha- Y mi presencia aquí no es buena, atraerá la atención de todos tus enemigos, las protecciones de este lugar se están debilitando y no tardaran en encontrarlos si permanezco mucho tiempo con ustedes- Agregó.
-¿Y si hay algo que no entiendo?¿Y si no encuentro las respuestas que necesito?-
-Si lo que buscas no está ahí, vas a tener que encontrar las respuestas por ti misma- Fueron las últimas palabras que emitió antes de marcharse y perderse entre los arboles de aquel denso bosque invernal.
-Bueno la viejita no fue de mucha ayuda ¿No?- Dijo Samuel, logrando que lo mire con enfado.
-No digas nada, de verdad, este no es el momento para tus ironías- Le respondí observando el libro que tenía en mis manos.
Me senté en el sillón sintiéndome decepcionada, la esperanza que tenia de aquel encuentro se había esfumado como muchas de mis ilusiones, observe el libro con desgano, me aterraba leerlo y no encontrar nada relevante allí.
-¿Y? no vas a leerlo conejita o ¿Estas esperando que yo te lo lea?- Dijo burlón, era obvio que su chiste era para alivianar mi decepción.
Tome el libro y me dispuse a abrirlo, entonces me detuve y mire a Samuel. Necesitaba saberlo.
-¿Por qué te conoce Cecilia?- Le pregunte dejándolo atónito, viendo como en su rostro se marcaba la incomodidad y la sorpresa de mi pregunta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro