Episodio 13
La habitación es cómoda, un poco fría tal vez- Pienso mientras miro recostada en la cama, el techo delicadamente coloreado en celeste aguamarina. Me hundo en mis pensamientos, en la soledad, buscando reconstruir los pedazos rotos de mi alma; de sacar aquel cuchillo de mi pecho, tratando de vencer la inseguridad de mis próximos pasos y de no dejar que mis demonios interiores me consuman al alimentarse del miedo y ansiedad que me perturban.
Una pequeña explosión me saca de mi trance haciendo que me sobresalte y pegue un salto apresurado de la cama.
-Samuel, ¿Qué fue eso?- Grito desde mi habitación abriendo la puerta-
-Unos fusibles hicieron cortocircuito – Contesta- Me temo que estaremos sin luz hasta que pueda encontrar la forma de solucionarlo – agrega
¡Carajo lo que faltaba!- Murmuro- Bajo las escaleras con precaución, aún hay luz natural entrando por las ventanas, pero esto no durara demasiado tiempo, en esta época del año oscurece bastante temprano y según mis cálculos, en unas tres horas estaremos en penumbras si no solucionamos lo de los malditos fusibles. Trato de visualizar a Samuel pero no lo encuentro.
-¡¿Dónde estás?!- Exclamo-
-En la cocina, estoy tratando de encontrar algunas velas- Me dice, lo que me hace pensar que pasaremos la noche a oscuras, lo que nos faltaba.
-¿No me digas que le temes a la oscuridad? – Me pregunta sonriendo-
-No, para nada – bufe – Jamás le tuve miedo a estar a oscuras- a decir verdad no temía a la oscuridad, pero si a lo que habita en ella.
Nos encargamos de bajar unos colchones y algunas cobijas, por las amplias escaleras, las colocamos en el salón, pusimos las velas a una distancia razonable y lo más seguro posible, ya que con nuestra suerte lo más probable era provocar un incendio en medio de la noche.
-¿Cómo conoces tan bien esta casa?- Le cuestione mientras me acomodaba bajo las frazadas para entrar en calor.
-Bueno eso es porque hace años vivía aquí- Me dijo, a la vez que prendía un cigarrillo, su habito de fumador era bastante fuerte- Eso fue hace mucho, cuando tenía unos siete u ocho años, mis padres cuidaban este lugar y lo administraban como uno de los cientos centros logísticos que se ubican en este país.-
-¿Dónde están ellos ahora?- Mi curiosidad era más fuerte que yo, esa maldita costumbre de querer saber todo, la que muchas veces me puso en situaciones difíciles e incomodas
Me miro serio antes de contestar y dio un hondo suspiro- A mi padre ya lo conociste y mi madre se suicidó hace tres años, luego de una fuerte depresión que estuvo tratando de ocultar, lo supimos cuando vimos sus cartas al pie de su cuerpo que se columpiaba desde una viga del garaje de nuestra casa.
-Lo lamento- Lo único que atine a decir, el arrepentimiento de preguntar lo que no debía llegaba de forma instantánea- Sé que no debería preguntarte pero dijiste que yo conocía a tu padre, ¿Cómo?-
-Él es el Dr. Francisco Da Silva, te asistía en el área de sicología en el hospital- Su respuesta no solo me dejo muy sorprendida sino que también cerraba muchas dudas pendientes que tenía.
- Que sorpresa – Exclame ironizando mis palabras – Ustedes sí que están en todas partes, difícil saber quién es quién en realidad ¿no?
- Bueno, mi madre siempre sabia decir que las personas tienen muchas máscaras, que nunca se termina de conocer a nadie en realidad y que todos guardamos secretos pero que al final, nada permanece oculto para siempre- Dijo mientras evadía mi mirada.
-¿Y qué hay de ti?¿Cómo nos conocemos? – Lo interrogue mirando fijamente sus ojos, cuestionando una pregunta de la cual yo sabía claramente la respuesta.
-Somos amigos desde la infancia Elizabeth, desde que tengo memoria prácticamente, al igual que con tu hermano Ezequiel – Al nombrar a Ezequiel su mirada se torna sombría y molesta
No emito respuesta, solo me limito a hacer un gesto de sorpresa y una leve sonrisa, para luego darme vuelta en mi colchón dándole la espalda. Él tampoco acota ninguna palabra más a nuestra conversación, el silencio y la calma de aquel momento hacen que me quede plácidamente dormida. Dejando pendiente la oposición de mis palabras a su versión de los hechos y ocultando verdades para otro momento.
Abrí mis ojos que se sentían pesados y ardientes, el ardor nublaba mi vista haciendo que pestañee sin cesar. Intente levantarme pero me costaba mover el cuerpo, lo sentía pesado, pero tenía que hacer el esfuerzo porque necesitaba ir al baño. Me tome unos segundos para aclarar mi vista hasta que pude ver con más nitidez, me incorpore como pude apoyando mis dos manos sobre el suelo y haciendo fuerza con ellos para luego girar levemente y tratar de entender que me estaba ocurriendo.
-¿¡De verdad!?- Dije asombrada y sumamente molesta - ¡Samuel idiota! – agregue quejándome en voz alta, al ver que se había acostado a mi lado y me estaba aplastando mientras roncaba plácidamente.
Me deslice debajo de él, ya que empujarlo varias veces no sirvió de nada, de no ser por los ronquidos que escuchaba, podría jurar ese hombre estaba muerto, y eso de que los hombres apuestos cuando duermen se ven hermosos y sensuales cómo en las películas o novelas es una total mentira, el hilo de baba que colgaba de la boca de Samuel era fiel prueba de ello.-Sonríe al mirarlo, ¡Dios cuanto deseaba tener un celular en ese momento para tomarle una fotografía- Sin hacer demasiado ruido me dirigí al baño que estaba planta baja, este estaba pegado a la cocina, creo servía como un baño de servicio.
Me sentía aliviada, realmente casi me orino encima, intente lavar mis manos pero las canillas del baño no servían asique me dirigí a hacerlo en la cocina, llegando a destino para al fin poder higienizar mis manos, note al final de la cocina del lado derecho la presencia de una sombra que estaba esperándome.
-Hola Jezabel – Me dirigí a ella directa y sin preámbulos
La sombra camino para buscar los pequeños destellos de luz tenues que se colaban por la puerta entreabierta que daba al salón donde Samuel dormía, dejándose ver poco a poco. Mis recuerdos eran muy exactos- pensé al verla – Ella lucia tal cual la había detallado anteriormente, solo que dentro de mis pesadillas solía aparecerse de maneras más aterradoras e incluso su aspecto en ellas era grotesco y demacrado, quizás eso se debía a su alma podrida, tal vez yo lograba ver su interior cuando la soñaba. Su aire de insolencia y grandeza, combinadas con su tétrica vestimenta negra, me generaban repugnancia. Yo no le tenía miedo, no temía a lo que pudiese hacerme, ella ya me había matado hace mucho, me arranco el alma junto con mi familia; cuando vives en la oscuridad por tanto tiempo te acostumbras a lidiar con los demonios que habitan en ella.
-Elizabeth, ¿Así qué ya me recuerdas?- Pronuncio su podrida boca.
-¿Qué quieres? Yo no te tengo miedo Jezabel, no te obedezco y preferiría morir antes que arrodillarme ante ti – Las palabras salen solas, como si estuvieran programadas en mi interior. No bajo mi mirada y mantengo mi cabeza en alto con el orgullo que mi madre me lego antes de morir.
- ¿Crees que vas a lograrlo?, ¿No sabes contra quien estas luchando?- Ríe con orgullo y altivez y notó que sus manos están hacia atrás, ocultas en su espalda, lo cual hace que me alerte por desconocer que está sosteniendo en ellas.
-Jezabel, puedes decirle a todo el mundo lo que quieras, pero no puedes engañarme a mí- Dije mirándola de arriba abajo de manera despectiva- Yo sé bien quien eres
Su rostro palideció y sus ojos furiosos se clavaron en mí, pareciendo dagas que buscaban atravesarme- ¡¿Cómo te atreves bastarda a hablar de mi...
-Eres la Onceava sucesora de la línea de Sacerdotisas a cargo de los siete del concilio, te consideras y haces que los demás te veneren como una diosa pero no eres más que una simple mortal como cualquiera de nosotros- La hostigue sonriendo- Te escogieron por tus dones "Divinos" pero la verdad es que no tenías ninguno, solamente eras una pobre huérfana que mentía para llamar la atención de los miembros de la Elite.
- Cuando fuiste mayor y estabas a punto de llegar a la ascensión, tu mentira iba a ser descubierta, entonces recurriste a las artes oscuras y así cubriste la carencia de tu "Divinidad"- Continuo mientras Jezabel me mira atónita y furiosa- Mis padres lo sabían por eso no podías permitir que nos escapáramos ¿No es así?, no eres más que una bruja oscura frustrada, solo vestigios de una costumbre antigua que tarde o temprano va llegar a su final.
-¿Frustrada? Ja- Ríe frenéticamente- Yo lo tengo todo, el poder, el prestigio, en cambio tu solo tienes las horas contadas.
Comienza acercarse lentamente a mí, yo permanezco en mi lugar, no iba a retroceder ante ella.
-No importa cuando intentes intimidarme, mientras no tenga miedo, no puedes dañarme en esta forma espectral, no eres real para mí- Le dije posicionándome frente a ella y mirándola desafiante.
Sonríe amplia y macabramente con sus ojos llenos de satisfacción, mientras extiende una de sus manos que estaba ocultando a sus espaldas, enseñándome una daga ensangrentada- Tal vez no sea "Real" para ti, querida Elizabeth, pero parece que si fui muy real para tu amigo- Concluye riendo a carcajadas
Mis ojos se abren de par en par, salgo corriendo desesperadamente, atravesando su figura fantasmal que se disuelve al instante en una nube negra hasta desaparecer, mis pies parecen lentos e insuficientes para llegar hasta el salón de la casona y un aluvión de sensaciones que aprisionan mi pecho comienzan a asfixiarme.
-¡Samuel- Grite con todas mis fuerzas...
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