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Episodio 10

Múltiples pisadas se escuchan muy próximas a nosotros haciendo crujir las pequeñas ramas que se encuentran en el suelo, no logro discernir ninguna voz solo el eco que producen aquellos pasos. Mis sentidos se encuentran alterados ante cualquier eventual sonido, mi cuerpo tiembla pero no es temor, es la adrenalina que comienza a recorrerme como un torrente imparable en aquel momento.

-Quiero que te mantengas agachada y no muevas ni un musculo... ¿Entendiste?- Me susurra muy bajo al oído

Automáticamente le contesto haciendo un gesto de afirmación con mi cabeza.

Él retira mano de mi boca lentamente mientras me hace señas con su mano izquierda para que me quede inmóvil, gira su cuerpo hacía atrás de forma realmente cauteloso y sin emitir ni un sonido, volviendo a los segundos a girar hacia mí con cara de frustración.

-Las armas están en el bolso- Me murmura tan bajo que apenas alcanzo a escucharlo

-¿Qué haremos? ¿Quiénes son?- Lo indago en el mismo tono que el usa conmigo

- Son los perros del concilio- Me dice con expresión sombría

No emito palabra en lo absoluto para no delatar nuestra posición pero no entiendo lo que me está diciendo, los sonidos que escuche no son pisadas de algún animal, así que intuyo rápidamente que está tratando de describir algún rango dentro de la logia el cual es desconocido para mí.

-No pueden estar muy lejos, vamos a separarnos para cubrir mejor la zona, tenemos que encontrarlos- Dice una voz masculina, cálculo por la distancia en que se escucha, que están a escasos seis o siete metros de nosotros

Samuel me empuja dentro de las raíces sobresalientes del viejo y gigantesco árbol de ombú, sus extremidades son como una enredadera tumultuosa de gruesas ramas que forman lo que simulase una cueva oscura, el refugio casi perfecto para salir provisoriamente de aquella terrible y fatídica ocasión. El espacio es demasiado reducido, tanto que nuestros cuerpos encimados nos molestan entre si haciendo de aquel pequeño lugar una tumba de madera donde el aire que se filtra se acaba con facilidad.

Siento como las pisadas se acercan tanto, que podría jurar que están justo a nuestros costados, rodeándonos de ambos lados. Desde adentro de las raíces observo como varias sombras atraviesan la claridad, haciendo que titile la luz que se filtra, mientras pasan a paso lento justo frente a nosotros sin notar nuestra presencia. Ya han cruzado y se encuentran a varios metros de distancia hacia adelante, el crujir de las hojas y pequeñas ramas delatan su posición con gran facilidad, pero entre tantas pisadas un par más se acerca desde atrás hacia la ubicación del resto de ellos.

-¡Jefe! – Grita con vigorosidad y entusiasmo uno de ellos -¡Encontré una mochila!

Abro mis ojos de par en par observando con una cara muy asustada a Samuel, quien tiene una expresión seria pero calma, él aparenta mucha tranquilidad y concentración, permanece inmóvil como si fuese inmutable ante la tensión, solo se esfuerza intentando dilucidar a través de las ramas subterráneas lo que sucede a nuestro alrededor.

-Sigan por la dirección de este sendero donde estaba la mochila- Ordena uno de ellos – La mochila es de uno de nosotros, tiene el logo de "Los cazadores" de la logia-

Escucho como los pasos se aceleran, se transforman en trote, como si fuese una estampida en dirección opuesta a nosotros siendo estos segundo a segundo más distantes. Intento enderezar mi cuerpo y lo inclino hacia adelante para poder salir y Samuel con un brusco jalón de mi cintura hace que caiga de nuevo en la incómoda posición anterior.

-No salgas hasta que yo te diga- Me susurra mientras se mueve hacia adelante para poder salir de allí

Lo observo desde abajo mientras el sale de aquel provisorio refugio casi sin hacer ruidos, sus movimientos cautelosos son perfectos y silenciosos.

-Escúchame con atención Elizabeth, no importa que pase o que escuches hasta que yo vuelva y no te diga que es seguro, no quiero que salgas... ¿Entendiste? – Me dice mientras apoya una de sus manos entre las raíces y con la otra me empuja para hundirme más al fondo de estas ante un ademan mío de seguirlo

Paso más de una hora desde que Samuel se fue, no estaba de acuerdo en quedarme sola en este lugar, ¿realmente volverá por mí? – Me cuestiono mientras cruzo los brazos en un inútil intento de lograr entrar en calor ante la humedad del suelo y el desgarrador frio. Recuesto mi cabeza hacia un costado apoyándola sobre una raíz, cerrando mis ojos despacio, tratando de relajarme ante tales temores y así lograr que la espera no sea haga tan larga.

-Elizabeth- La voz de una mujer me sobresalta sacándome de la paz momentánea que había conseguido por unos segundos

- Elizabeth, ¿porque no sales de ahí? Sé que estas en las raíces – Quedo totalmente inmóvil sin poder reconocer la voz de aquella mujer que me hablaba, conociendo mi posición- ¡Vamos tesoro! Hace frio, te enfermaras

Ella sabe que estoy aquí, ¿qué debo hacer? Me sujeto de las ramas para dar impulso a mi cuerpo y levantarme pero es en ese instante que recuerdo las palabras de Samuel "No salgas" haciendo que retroceda a gran velocidad y lo más que pueda, hasta llegar al fondo, poniendo mi espalda contra la tierra y ramas. Escucho como la mujer se acerca hasta el punto de estar justo frente a mí, tapando totalmente la luz que se colaba entre las raíces dejándome en la penumbra total.

-¿De verdad piensas que puedes escapar de mi vista? – Fanfarronea entre carcajadas - ¿No lo entiendes? Yo puedo verlo todo, no importa donde estés siempre voy a ¡encontrarte! – Grita de repente mientras introduce su mano entre las raíces para intentar alcanzarme

Su mano está cubierta de sangre, puedo ver en primer plano las facciones cadavéricas de su viejo rostro recubierto parcialmente con una capucha de lo que aparenta ser una túnica negra con bordes purpuras, sus ojos negros penetrantes y llenos de furia se encuentran con los míos mientras forcejeo para zafar de sus huesudos dedos, con uñas largas y afiladas, que tironean de mi ropa a la altura de mi pecho. Su agarre es tan fuerte que comienza arrastrarme hacia afuera, rápidamente coloco mi pie en su torso usándolo de palanca para tirar hacia atrás mientras me aferro con todas mis fuerzas a las gruesas y viejas raíces que crujen hasta casi quebrarse.

-Eres mía Elizabeth – Gruñe mostrando una gran sonrisa que deja asomar sus horribles dientes puntiagudos los cuales miro atónita

- ¡Suéltame bruja! – Le grito mientras con mi otra pierna pateo directo a su pecho para empujarla hacia atrás, lo cual la hace caer arrancando un pedazo de mi ropa dejándola rasgada del cuello hasta debajo de mis pechos

Escucho como su cuerpo se estrella contra el suelo emitiendo un sonido seco y poderoso al impactar, el estruendo de su caída hace que las aves próximas a la zona donde estaba se alteren y comiencen a volar produciendo mucho ruido, tanto que cualquiera que se encontrase cerca se percataría de ello, acabo de delatar mi posición. Cierro mis ojos rogando que no se levante, pero entonces oigo como vuelve acercarse a toda velocidad.

-Elizabeth ya puedes salir –La voz de Samuel hace que abra los ojos rápido - ¡Vamos muévete que estas esperando! -

- ¿Samuel? ¿De verdad eres tú? -Pregunto dudosa y temblorosa mientras intento salir del estado de shock

- Claro que soy yo –Me responde extrañado, levantando una ceja - ¿A quién esperabas conejita? –Agrega esbozando una pequeña sonrisa al mismo tiempo que me extiende su mano

Lo observo durante unos segundos con alivio y ojos llorosos, mi interior se llena de una extraña sensación de consuelo, haciéndome sentir no tan sola por un breve instante antes de caer en la realidad que me asola. Tomo su mano apretándola con fuerza, dejando que él jale de mí, sacándome al fin de aquella aterradora cueva donde hace unos minutos creí que iba a morir.

-Ya puedes soltarme la mano conejita - Susurra a mi oído – A menos que quieras ir conmigo así todo el camino

Miro a todo mi alrededor desesperada tratando de encontrar aquella mujer que me ataco pero no veo absolutamente nada. ¿Dónde estaba? ¿Sería una alucinación? ¿Será qué estaba soñando?

-Elizabeth, ¿Me estas escuchando? Te dije que ya podías soltar mi mano – Me repite sujetando mi mentón, girando mi cabeza hacia él logrando que lo miré

- No quiero soltar tu mano – Le dijo llena de pena mirando directo a sus ojos con los míos rebozados de lágrimas y buscando en ellos tal vez un poco de piedad ante mi temor en aquel momento.

Suelta mi mentón abruptamente, veo en su expresión la dureza, la empatía de un hombre que no reconoce la debilidad como una característica propia de todos los humanos. Su expresión fría y su silencio hacen que me sienta muy avergonzada dirigiendo mi mirada al suelo, recorriendo con ella centímetro a centímetro mis zapatillas embarradas de lodo y hojas pegadas debajo.

- Vamos – Me dice jalando mi mano mientras camina y apretándola con fuerza en todo momento, tratando de transmitirme seguridad

Levanto la mirada para observar su rostro y devolverle una sonrisa, una sonrisa tímida pero dulce que le haga saber lo agradecida que estaba en aquel momento, pero me es imposible ya que él, camina muy rápido delante, llevándome prácticamente a los tirones y notó como evita volver su rostro hacia a mí. Aun así, sonrío tiernamente mientras trato de seguirle el paso, antes que me arrastre ya que voy prácticamente trotando; al ver su mano sujetando la mía fuertemente a pesar de su descontento por mi pedido, comprendí que aquel fue el momento en el que me di cuenta que este empático y duro hombre, a fin de cuentas, no lo era del todo.

- ¿Qué te paso? – Me habla sin voltear a verme, siguiendo el ritmo apresurado de sus pasos

- ¿A qué te refieres? –Le pregunto

- ¿Qué le paso a tu ropa que está rota?- Me responde a la vez que gira hacia mí y observa a detalle mi buzo rasgado a la altura de mi pecho

Bajo mi mirada con temor para observarme detenidamente, con mi mano derecha sujeto los tiras rotas que cuelgan, sin soltar mi otra mano de su agarre. Volteo y mi mirada se centra en aquel ombú que fue mi refugio, mismo que ahora se divisa muy a lo lejos mezclándose entre otros tantos árboles.

-Nada, no me paso nada, mejor sigamos- Le digo con tono serio, ocultando lo que había sucedido.

-Real o no real, no va ser tan fácil acabar conmigo- Pienso mientras seguimos nuestro camino haciaun destino incierto para mi hasta ese momento

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