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Capítulo #37

| Hablar |

—¿Catnap...? —La voz de Dogday resonó con una mezcla de confusión y preocupación—

Catnap no respondió, su mente atrapada en un torbellino de emociones y pensamientos. ¿Cómo no había notado antes que Dogday estaba allí, en su habitación? Era casi imposible no verlo. El pelaje claro y vivo del perro destacaba como un faro en medio de la penumbra, un contraste evidente con los tonos oscuros que dominaban la habitación del felino. Su presencia no era algo que se pudiera ignorar tan fácilmente, pero en su estado de pánico, Catnap lo había hecho.

Era como si su mente, atrapada en el caos interno, hubiera borrado todo lo que no fuera el temor que lo consumía. Ahora, sin embargo, la realidad se imponía de golpe. Dogday estaba allí, observándolo, y Catnap no sabía que hacer...

Por otro lado, Dogday estaba desconcertado. Había oído a Catnap gritar desde la sala, pero había estado tan absorto en las decoraciones que estaba colocando en la habitación que no había podido captar las palabras exactas del felino. Ahora, viendo a Catnap frente a él, el perro notó la tensión evidente en su postura, los ojos abiertos de par en par y el temblor apenas perceptible en sus patas. Catnap parecía asustado, casi aterrorizado.

Dogday se preguntaba si algo había ocurrido en la sala para que el gato se sintiera tan incómodo. ¿Habían dicho o hecho algo los demás que lo perturbara? Era una posibilidad, pero Dogday no podía estar seguro.

—¿Todo está bien...? —preguntó Dogday con suavidad, intentando evaluar la situación sin presionar demasiado—

Catnap no respondió. Sus ojos seguían fijos en Dogday, pero era como si no lo viera en absoluto. Su mirada se deslizó lentamente hacia el suelo, vacía, perdida en pensamientos que Dogday no podía discernir. Para el perro, parecía que Catnap estaba mirando a la nada, atrapado en su propio mundo.

En realidad, la mente del felino estaba reproduciendo una y otra vez una imagen aterradora: el momento exacto en que había partido a Dogday en dos. Aterrorizado por sus propios pensamientos, Catnap luchaba contra la oleada de pánico que lo asfixiaba. Mientras tanto, en su mente, #1188 sonreía, deleitándose en revivir ese oscuro recuerdo.

—¿Catnap...? —La voz de Dogday, cargada de preocupación, rompió el silencio—

El perro se tensó al ver la expresión de Catnap cambiar de repente. Una sonrisa escalofriante se dibujó en el rostro del gato, mientras su mirada, ahora fija en Dogday, reflejaba algo perturbador. Catnap, al darse cuenta de lo que estaba haciendo, sacudió la cabeza con fuerza, intentando despejar los pensamientos oscuros que lo invadían. Retrocedió rápidamente, alejándose de Dogday hasta que ambos quedaron en esquinas opuestas de la habitación.

Dogday ahora estaba mucho más confundido que antes... ¿Por qué Catnap estaba actuando de esa forma tan rara?

El perro simplemente dejo las decoraciones a un lado para posteriormente mirar al felino con curiosidad y preocupación, tenía la intención de acercarse, pero al dar el primer paso; pudo notar como la cola de Catnap se esponjaba y sus orejas se mantenían en alerta ante cualquier movimiento y sonido de su parte.

Dogday se detuvo en seco al notar esto...

(¿Por qué parece tenerme miedo...?) —Se pregunto el perro mentalmente—

Justo cuando Dogday estaba por intentar hablar para llamar la atención del gato y tratar de remediar aquella situación; una voz que provenía por fuera de la habitación los interrumpió.

—¿Dogday? ¿Estás...? ¿Están bien?

La voz de Crafty sonó cerca de la puerta, probablemente con una oreja pegada a la madera en un intento por escuchar algo. La pregunta iba claramente dirigida a Dogday, pero al darse cuenta de su propio nerviosismo, la unicornio trató de reformular rápidamente sus palabras para no parecer demasiado preocupada.

Al otro lado de la puerta, los demás también intentaban escuchar lo que sucedía en la habitación, aunque sin éxito. Dogday lanzó una rápida mirada a la puerta y notó que el pomo estaba roto y tenía unas marcas de zarpazos, no tuvo que pensar demasiado en qué había pasado, era evidente que la manija de la puerta estaba trabada. Conociendo a sus amigos, era probable que ya hubieran intentado abrirla, pero la puerta no cedería tan fácilmente.

—¡Amigo! ¡Vamos a intentar entrar! —gritó Kickin desde el otro lado, decidido—

Dogday fue sacado de sus pensamientos por la declaración de Kickin y los fuertes golpes que comenzaron a resonar en la puerta. Era evidente que el pollo estaba intentando derribarla. Instintivamente, Dogday dirigió su mirada hacia Catnap, notando que el gato se llevaba las manos a la cabeza mientras un humo rojo empezaba a asomarse por su boca. Confundido, Dogday se dio cuenta de que Catnap parecía estar al borde de un ataque de pánico, lo cual no auguraba nada bueno.

Aunque inicialmente pensó en dejar que Kickin derribara la puerta, al ver que Catnap empezaba a aumentar de tamaño, Dogday supo que eso ya no era una opción.

—¡E-estoy bien! —gritó Dogday mientras se apresuraba hacia la puerta, sujetándola con firmeza para evitar que los demás entraran— ¡Detente! ¡No hace falta derribarla!

Los golpes en la puerta cesaron de inmediato, dejando un silencio que Dogday aprovechó para observar a Catnap. Afortunadamente, parecía que el gato estaba logrando controlarse; su tamaño comenzaba a disminuir y el humo rojo se desvanecía poco a poco. Dogday agradeció internamente ese cambio.

—¿Dogday? ¿No vas a salir? No podemos abrir la puerta desde aquí afuera —preguntó Piggy, curiosa pero calmada—

—¿Catnap está bien? —preguntó Bobby con evidente preocupación, dejando claro en qué se centraban sus prioridades.

Dogday se quedó quieto por un momento, procesando la situación. A pesar de la aparente calma en el exterior, el ambiente en la habitación seguía siendo tenso. Catnap estaba tratando de controlar su respiración, su mirada seguía fija en el suelo, como si temiera hacer contacto visual con Dogday.

Dogday se mantuvo en silencio, evaluando la situación. Sabía que lo que acababa de presenciar no era normal, ni siquiera para los extraños estándares de su vida estos últimos días. Ver a Catnap aumentar de tamaño y liberar ese humo rojo no solo era alarmante, sino que indicaba que algo profundo y oscuro estaba ocurriendo, el perro se sentía intranquilo, definitivamente iba a tener que hablar con el gato. Pero, por ahora, no había tiempo para indagar en eso. Los demás seguían esperando una respuesta al otro lado de la puerta, y Catnap necesitaba espacio para calmarse.

Con un suspiro, Dogday decidió cómo proceder. Se separo de la puerta y se acercó a paso lento hacia el felino, Catnap estaba en estado de alerta, incluso parecía que volvería a sufrir otro ataque de pánico, pero Dogday al notarlo, simplemente dejo de avanzar para posteriormente susurrarle algo en tono bajo para evitar que sus amigos al otro lado de la puerta escucharán.

—Escucha, Catnap... no tienes que explicar nada ahora, necesito que te tranquilices, no voy a dejar entrar a los demás, pero tampoco voy a irme hasta saber qué es lo que te pasa... ¿Entendido?

Catnap no respondió de inmediato, pero su respiración comenzaba a estabilizarse, y aunque su mirada seguía fija en el suelo, Dogday notó un leve asentimiento. Era una señal de que, al menos por el momento, el gato estaba dispuesto a confiar en él.

Ante la leve respuesta de Catnap, Dogday se decidió a actuar. Sus pasos fueron cuidadosos, evitando hacer ruido para no inquietar más al felino. Al llegar a la puerta, se dejó caer suavemente al suelo, apoyando su espalda contra la madera. Su mirada se mantuvo fija en el gato mientras comenzaba a hablar con una voz firme, pero cálida.

—Necesitamos un momento a solas —declaró Dogday, alzando ligeramente la voz para asegurarse de que sus amigos al otro lado lo escucharan— Pueden seguir decorando la casa sí quieren, pero necesito hablar con Catnap en privado.

El eco de sus palabras provocó diversas reacciones en el grupo. Kickin y Hoppy intercambiaron miradas llenas de incertidumbre, preguntándose qué podría estar ocurriendo. Piggy, aunque intrigada, decidió no cuestionar a Dogday, sabiendo que siempre actuaba con la mejor intención. Craftycorn, por su parte, exhaló un suspiro preocupado; ahora que recordaba todo... era realmente difícil no sentirse angustiada por el estado de Dogday al estar encerrado con Catnap.

Pero fue Bobby quien más luchó con las palabras del perro. Su mirada se mantuvo fija en la puerta, sus ojos llenos de ansiedad. Sentía un deseo abrumador de entrar, de derribar esa barrera y estar al lado de Catnap. Quería abrazarlo, consolarlo, ser el refugio que sabía que el gato necesitaba en ese momento. Cada segundo que pasaba era una batalla interna entre respetar la petición de Dogday y su impulso de proteger a Catnap de lo que fuera que lo estuviera atormentando.

Dogday se mantuvo en silencio después de hacer su petición, esperando la respuesta de sus amigos al otro lado de la puerta. Podía imaginarse las miradas de duda y preocupación que intercambiaban, pero sabía que necesitaba este momento a solas con Catnap. No podía permitir que el gato se sintiera más presionado de lo que ya estaba.

Desde el otro lado de la puerta, el silencio duró más de lo que Dogday esperaba. Finalmente, la voz de Craftycorn rompió la tensión.

—Está bien, Dogday —dijo la unicornio, aunque su voz sonaba cargada de preocupación— Si necesitas hablar con él a solas, lo entendemos. Solo... ten cuidado... por favor...

—Gracias, Crafty —respondió Dogday, su voz manteniéndose firme— Les avisaré si necesitamos algo.

Se escucharon unos pasos alejándose de la puerta, seguidos por el susurro de voces mientras el grupo regresaba a sus tareas de decoración. Dogday sabía que no se irían muy lejos; En especial Bobby... ella tal vez sería la primera en derribar la puerta en caso de ser necesario.

Tras un par de minutos. Dogday se levantó lentamente, la inquietud en el aire aún palpable, y se acercó a Catnap con pasos suaves. Decidió sentarse a una distancia prudente del gato, en el suelo, para mantener una postura relajada y no invadir su espacio personal. A pesar de que Catnap ya no estaba tan alterado como antes, todavía se notaba una tensión latente en su postura.

—Catnap —dijo Dogday con una voz suave y tranquilizadora— ¿te sientes un poco más tranquilo ahora? Quiero asegurarme de que no vayas a tener otro ataque de pánico.

Las palabras de Dogday lograron hacer levantar la vista a Catnap, su mirada reflejaba cierto nerviosismo... todavía parecía que el gato estaba asustado de estar encerrado con él en aquella habitación...

Para fortuna de Dogday; Catnap no hizo esperar su respuesta y simplemente asintió con lentitud, se veía mucho más tranquilo que antes, pero era un hecho de que el gato iba sin seguir hablar.

De acuerdo... —Comento el can ante la respuesta del gato— Escucha... solo quiero tratar de entender... —Aseguro el can antes de realizar su primera pregunta— ¿Qué está pasando contigo...? Todos estamos preocupados por ti

Las palabras de Dogday llegaban hacia a Catnap... el gato se sentía algo culpable, pero por sobre todo estaba dudando de la veracidad de su última afirmación. ¿Todos estaban preocupados?

—[MɆN₮łⱤA]

...

Los recuerdos de la guardería se hacían presentes, no todos estaban preocupados por él... Recordaba como todos aquellos "compañeros" de grupo le tenían miedo, ninguno tuvo realmente la iniciativa para acercarse a hablar con él.

Todos intentaban incluirlo, pero no porque fuera algo que ellos quisieran hacer, todos seguían las indicaciones de Dogday. Para los demás, Catnap era alguien que no se interesaba por nada más que no fueran las labores asignadas por los superiores en la guardería

El gato se quedo observando por unos cuantos segundos al perro, Dogday no se iba a quedar satisfecho con su silencio, iba a tener que responderle tarde o temprano...

Mientras tanto; Dogday simplemente lo observaba pacientemente, estaban solos así que no hacía falta escribir nada en la libreta, de cualquier modo, el gato la había dejado afuera de la habitación así que no iba a poder comunicarse con ella.

Un respiro profundo de Catnap se hizo presente para posteriormente mirar al perro con ciertos nervios, finalmente iba a hablar...

¿Me... odias...? —Pregunto el felino con preocupación en un tono susurrante mientras agachaba la cabeza nuevamente, dejando ver a Dogday que se sentía preocupado por conocer la respuesta—

La pregunta cayó como una piedra en un lago tranquilo, creando ondas de confusión en la mente de Dogday. No pudo evitar soltar un "¿Eh?" en un reflejo, sorprendido tanto por la pregunta como por el tono con que fue hecha.

—¿Odiarte...? —repitió Dogday, con una mezcla de confusión y genuina preocupación— ¿Por qué te odiaría?

Catnap no dijo nada; el silencio fue su única respuesta mientras su cola se envolvía alrededor de su cuerpo, un gesto instintivo en busca de consuelo y protección, tratando de esconderse de la mirada de Dogday. Los segundos transcurrieron lentamente, estirándose en la mente del gato como si fueran minutos, cada uno más pesado que el anterior, transformando el silencio en una especie de prisión silenciosa. Para Dogday, apenas fueron unos instantes, pero pudo sentir la creciente tensión en el aire.

Finalmente, Catnap miró sus propias garras. El pequeño movimiento llamó la atención de Dogday, quien notó algo que le heló la sangre: las manos del gato estaban temblando. La quietud de Catnap había ocultado hasta ese momento la intensidad de sus emociones.

Dogday abrió la boca para preguntarle si estaba bien, pero antes de poder articular las palabras, Catnap habló en un susurro apenas audible:

—Lo siento...

La disculpa desconcertó a Dogday. ¿Por qué se estaba disculpando?

—Catnap... No entiendo... ¿Por qué te disculpas...? —comenzó a preguntar el perro, pero su voz se apagó cuando Catnap, de repente, se abrazó a sí mismo y rompió en llanto—

La reacción del felino fue tan inesperada que Dogday quedó paralizado por un instante, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. El llanto de Catnap, desgarrador y crudo, rompió la barrera de su habitual indiferencia, mostrando una vulnerabilidad que Dogday nunca había visto en él.

El pánico se apoderó del perro. Sin saber qué más hacer, se acercó al gato, sus movimientos torpes y apresurados, tratando desesperadamente de ofrecer algún tipo de consuelo.

—C-Catnap, por favor, no llores... —balbuceó Dogday, sintiendo una oleada de impotencia— ¿Dije algo malo? ¿Te presione demasiado?' ¿Debo disculparme yo también? Por favor, no llores...

Dogday intentó consolarlo, pero sus palabras no parecían tener efecto alguno. Era como si cada intento de calmar al felino solo lo sumergiera más en su propio dolor. En medio del caos, Dogday murmuró para sí mismo, sin saber qué hacer ni cómo ayudar:

—¿Qué se supone que debo hacer...? —Se susurro así mismo con preocupación—

El llanto de Catnap resonaba en la habitación, cada sollozo desgarrando el silencio con una intensidad que hacía que el aire pareciera más denso, casi irrespirable. Dogday permanecía a su lado, sintiendo cómo la impotencia se arraigaba en su pecho, incapaz de encontrar las palabras o los gestos correctos para consolar al gato de las siestas, quien por primera vez se mostraba completamente desarmado frente a él.

Nunca antes había visto a Catnap llorar. La vida que tuvieron en la guardería era muy distinta. El gato siempre había sido una figura enigmática, un ser silencioso y distante, alguien que prefería la compañía de su propia sombra a la de los demás. En el grupo de criaturas sonrientes, Catnap era el más reservado, el más apartado, y aunque Dogday siempre había sido el más cercano a él, se dio cuenta en ese momento de lo poco que realmente lo conocía. Por eso no podía consolarlo...

Mientras los sollozos del felino continuaban, Dogday se obligó a reflexionar sobre su amistad con él. Nunca habían compartido momentos de vulnerabilidad, nunca habían tenido conversaciones profundas sobre sus emociones o problemas. Todo lo que habían compartido giraba en torno a los niños y a los constantes regaños del gato con intención de que el perro pudiera descansar de los deberes dados por los superiores en la guardería. Pero ahora, mientras buscaba en sus recuerdos, Dogday se dio cuenta de que, aunque se consideraba amigo de Catnap, nunca había conocido al verdadero gato detrás de la máscara misteriosa que lo rodeaba.

Incluso en esa otra vida, dentro de esa realidad distorsionada y simulada por el televisor, Dogday nunca había tenido una conversación sincera con Catnap sobre su supuesta vida allí. Todos los detalles que tenía sobre el gato habían sido dados por otros, por Luck o por Snowy, sabía que la vida de Catnap había sido complicada en Gatopolis pero nunca le había contado nada directamente salvo por aquellas palabras que le dijo durante la fiesta de Craftycorn. Era como si siempre hubiera habido una barrera invisible entre ellos, una que Dogday nunca visto.

La realización lo golpeó con fuerza: quizás siempre había estado más preocupado por integrar a Catnap al grupo que por entenderlo. Y ahora, mientras el gato lloraba a su lado, Dogday se daba cuenta de su error...

Dogday, sin poder evitarlo, se acercó al gato y lo envolvió en un abrazo suave, no por querer consolarlo con el contacto físico... aquel abrazo era más una disculpa por parte de Dogday, intención que Catnap no notaría al estar atrapado en su propio torrente de emociones.

Al sentir el contacto inesperado, Catnap se tensó momentáneamente, pero no se apartó ni dijo nada. Quizás, en el fondo, eso era justo lo que necesitaba: alguien que lo sostuviera, alguien que le hiciera sentir que no estaba solo.

El abrazo de Dogday pareció liberar una nueva ola de emociones en Catnap. El gato reanudó su llanto, pero esta vez, entre sollozos, comenzaron a brotar palabras entrecortadas: "Lo lamento... Lo siento... Perdón...". Las repetía una y otra vez, casi como un mantra, pero susurradas tan bajo que Dogday apenas podía entenderlas.

Dogday, aunque atrapado en la confusión, sintió que su corazón se quebraba un poco más con cada disculpa que salía de los labios del felino. No entendía por qué Catnap se estaba disculpando.

.

.

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—No te quedaste dormido... ¿verdad? —preguntó Dogday en un tono tranquilo, aunque con una chispa de curiosidad en su voz—

—No... no estoy dormido... —respondió Catnap en un susurro apenas audible.

El tiempo había pasado, y por fortuna para Dogday, el llanto de Catnap había cesado. Ahora, el gato simplemente aceptaba el abrazo del perro, encontrando un extraño consuelo en la calidez que le ofrecía su amigo. Al escuchar la respuesta de Catnap, Dogday se separó lentamente, con cuidado, como si temiera romper el frágil estado de calma que había logrado instaurar.

Cuando sus ojos se encontraron, Dogday notó la profunda tristeza que aún empañaba la mirada del felino. Catnap, con las orejas caídas, era la viva imagen del desaliento. Pero antes de que Dogday pudiera pronunciar una palabra de consuelo, el gato lo interrumpió una vez más con la misma frase de antes.

—Lo siento... —murmuró Catnap, su voz cargada de arrepentimiento—

Dogday intentaba mantener la paciencia, pero cada vez le resultaba más difícil escuchar a Catnap disculparse repetidamente sin entender el motivo. La frustración comenzaba a acumularse en su interior, y sabía que ya no podía ignorar la cuestión.

—Catnap... ¿por qué te disculpas? —preguntó Dogday, su voz llena de genuina curiosidad e intriga— No sé cuantas veces has dicho "lo lamento" que ya ni siquiera sé cómo sentirme

—...

El felino nuevamente no dijo nada, simplemente suspiro. Dogday pensaba que tal vez Catnap guardería silencio nuevamente, pero para su sorpresa, finalmente daría su razón.

Perdón por hacerte sufrir de esa forma tan... horrenda...

—¿Hacerme sufrir...? —Cuestiono el can sin entenderlo— No entiendo a qué te... refieres... con... esooooooh...

Dogday, al principio, no comprendía las palabras del felino, pero a medida que las procesaba, una revelación inquietante empezó a tomar forma en su mente. Poco a poco, las piezas del rompecabezas encajaron, y el significado detrás de las disculpas de Catnap se volvió dolorosamente claro.

Catnap había recuperado sus recuerdos.

El silencio que siguió fue sofocante, cargado de una tensión que parecía llenar el espacio entre ellos. Dogday, con el corazón acelerado, miraba a Catnap, cuyos ojos brillaban con una mezcla de tristeza y curiosidad. El gato había entendido que Dogday sabía a lo que se refería, y eso significaba que ambos recordaban su vida en PlayTime Co.

Mientras Catnap observaba al can en espera de algún tipo de reacción; Dogday simplemente se quedó estático mirando al suelo con una expresión neutral.

Dogday no esperaba afrontar el tema de los recuerdos con Catnap tan rápido... Bubba ya de por si era un problema del que tenía que preocuparse, pero ahora que Catnap recordaba todo... las cosas se tornaban mucho más complicadas.

Tras un par de minutos que parecieron eternos dentro de aquella habitación, Dogday finalmente levanto su mirada hacia Catnap.

¿Desde cuando lo recuerdas...? —Pregunto el can con intriga—

El gato se sorprendió ligeramente por la pregunta, pero lo que más lo impactó fue el tono serio y la evidente preocupación en el rostro de Dogday. Se había preparado mentalmente para una reacción completamente diferente: tal vez que Dogday se enojara, que su expresión se endureciera aún más de lo que alguna vez había visto, o incluso que el perro lo golpeara o insultara. Pero en lugar de eso, lo que encontró fue una genuina preocupación.

Catnap, por un momento, no supo qué decir. Había imaginado tantas veces cómo podría desarrollarse esta conversación, pero ninguna de sus fantasías había contemplado a un Dogday que, en lugar de juzgarlo, parecía estar dolido y preocupado por él. La sorpresa lo dejó sin palabras... ¿Por qué Dogday tenía que tener un corazón tan noble?

Catnap... ¿Desde cuándo lo recuerdas? —Pregunto nuevamente el can en un intento por hacerlo hablar—

Catnap tragó saliva, sintiendo cómo su garganta se cerraba por la tensión del momento. Sabía que Dogday merecía una respuesta, pero poner en palabras todo lo que había estado enterrado en su mente no era fácil. Miró al suelo, buscando las palabras correctas en medio del caos que eran sus pensamientos.

—No estoy seguro... —comenzó el gato con un tono titubeante— Desde que llegué a SmileVille empecé a tener sueños de cosas y lugares... algos borrosos al principio. Creí que solo eran sueños o simplemente fragmentos de mi imaginación... pero luego... las imágenes se volvieron más claras, más... vívidas... y de la nada... recordé todo cuando escapé al bosque esa noche en la que Bobby y Hoppy llegaron a mi casa, mi mente se perdió en los recuerdos, e-entre en pánico y... no me lograba controlar... hasta que ustedes aparecieron para sacarme de esa cueva...

Catnap termino omitiendo algunos cuantos detalles importantes, pero al menos había logrado explicarle a Dogday el cómo recupero sus recuerdos.

El can miro con cierta sorpresa, pero entendimiento al felino, comprendido del todo sus palabras... pero había algo que llamo su atención.

Momento... —Interrumpió el can con rápides— ¿Es por eso que estabas tan... perdido? ¿Por qué estabas pensando en esos recuerdos? —Pregunto el can con curiosidad—

... algo así...

—¿Y por qué no me dijiste nada? —preguntó Dogday, tratando de mantener su tono calmado, aunque en el fondo, el can estaba inseguro de saber el motivo— Podríamos habernos ahorrado las preocupaciones

Porque no sé qué hacer —Respondió Catnap de forma directa y sin titubear— Ya no sé ni siquiera quien soy...

Dogday observó a Catnap en silencio, tratando de comprender el alcance de sus palabras. Ver al felino tan desorientado le hizo entender que tal vez Catnap no estaba atravesando por una fase de aceptación con sus recuerdos... sino más bien por una fase de dudas ¿Era posible que Catnap no supiera que debía hacer ahora que recordaba todo?

Una parte de mi quiere mantener las cosas como antes de que pudiera recordar todo... mientras que otra parte de mi mismo quieren seguir siendo un monstruo...

Dogday sintió un nudo formarse en su garganta al escuchar las palabras de Catnap. "Un monstruo..." Aquella descripción tan dura y autocrítica hizo que su corazón se encogiera, Dogday quería contradecirlo, pero no tenía palabras que pudieran hacerlo, la verdad era que Catnap si fue un monstruo.

—sé que... lo que has hecho es difícil de perdonar, incluso para ti mismo. Tal vez algunas cosas no se puedan olvidar, pero no creo que eso defina completamente quién eres ahora

—No creo que los demás piensen lo mismo...

Dogday se quedó en silencio, asimilando la cruda verdad en las palabras de Catnap. Sabía que no podía prometerle que los demás lo perdonarían o que todo volvería a ser como antes. La realidad era que, si los recuerdos volvían, la relación con Catnap cambiaría irremediablemente.

—No puedo mentirte, Catnap —dijo finalmente Dogday— Sé que algunos de nuestros amigos... probablemente no podrán ver más allá de lo que ocurrió.

Las palabras del can hicieron suspirar a Catnap y bajar su mirada, era un hecho que le guardarían rencor, odio o miedo.

—No sé si podré vivir con ello, Dogday. Tal vez... tal vez sería mejor si simplemente me voy de SmileVille y...

—No termines esa frase —interrumpió Dogday, su tono endureciéndose un poco— No me importa lo difícil que sea, o lo que los demás piensen. No pienso dejar que te alejes... no de nuevo...

El felino levantó la vista, sorprendido por la determinación en la voz de Dogday. Había esperado reproches, tal vez incluso un rechazo final, pero no la firmeza con la que Dogday se negaba a abandonarlo.

—Lo que hiciste en el pasado fue terrible, sí. Y habrá consecuencias en cuanto los demás recuperen sus memorias, eso es innegable. Pero no puedes decidir qué vas a seguir siendo un monstruo solo porque lo fuiste en el pasado. Nadie está pidiendo que lo olvides, pero sí te pido que intentes encontrar una forma de avanzar... —Sonriéndole para animarlo— No sé si lo recuerdes, pero te lo dije esa vez en que volví a tu celda... yo seré tu amigo, seré en quien puedas confiar y alegrarte el día

Catnap no tenía palabras... Sentía que no era merecedor de tener la amistad de ese can, ¿por qué? ¿Por qué ese estúpido perro tenía que tener un corazón tan noble? ¿Por qué estaba tan empeñado en ayudarlo? No entendía las motivaciones de Dogday.

El hecho de que el can siguiera firme a su lado, a pesar de todo lo que había ocurrido, lo desconcertaba profundamente. Una parte de él quería empujar a Dogday lejos, decirle que no se acercara más; que no valía la pena. Pero otra parte, una mucho más pequeña y silenciosa, se aferraba desesperadamente a la esperanza que el perro representaba.

—No lo entiendo... —murmuró Catnap— ¿Por qué insistes en ayudarme después de todo lo que hice...? Mate a todo el mundo en la guardería, mate a tus amigos... ¡Te partí por la mitad! ¡Te mantuve encerrado en la oscuridad porque disfrutaba tu sufrimiento! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ NO PUEDES ODIARME?!

Las palabras de Catnap resonaron en el aire con una intensidad desgarradora. Su voz, cargada de dolor y desesperación, revelaba la profunda culpa que llevaba dentro. Dogday, sin embargo, no se inmutó. Observó al felino con una mezcla de compasión y resolución, aunque las acusaciones eran como flechas dirigidas a su corazón, cuya intención era hacerle ver que tenía motivos varios para odiar al gato. Eso no cambió su perspectiva.

La mirada de Dogday simplemente se fijó en los ojos de Catnap, que estaban llenos de lágrimas contenidas y rabia hacia sí mismo.

—¿Por qué no te odio? —repitió el perro con voz suave pero firme— Cuando recuperé la memoria realmente me moleste al verte y no me pude contener, termine golpeándote... una parte de mi disfruto lastimarte, pero... gran parte de mi se arrepintió al instante cuando vi el miedo en tus ojos... trate de tranquilizarme y pensar mejor las cosas... finalmente comprendí que solo eras un niño asustado cegado por el miedo y el odio...

Las palabras de Dogday parecieron perforar la capa de desesperación que rodeaba el corazón de Catnap. El felino se quedó inmóvil, procesando lo que acababa de escuchar. Dogday admitía haber sentido rabia, haber querido hacerle daño, pero, en lugar de dejarse llevar por el odio, había escogido el perdón. Esa revelación sorprendió profundamente a Catnap.

—Un niño asustado... —repitió Catnap en voz baja, como si no pudiera comprender cómo el perro podía verlo de esa manera— No era un niño asustado, Dogday. Era un monstruo, un verdadero monstruo. No hay justificación para lo que hice, ni para lo que disfruté...

—Tal vez no haya justificación —dijo— Pero ahora tienes otra oportunidad, todos tenemos otra oportunidad... esta vez podemos hacer las cosas bien, todos podemos ser amigos, llevarnos bien, no sufrir por culpa de las personas malas de la guardería... ¿no lo crees?

El gato no dijo nada, pero las palabras de Dogday le habían llegado... tal vez tener otra oportunidad es lo que necesitaba... aunque sería muy complicado.

—¿Qué pasa sí termino repitiendo mis mismos errores? —Pregunto con preocupación—

Tendrás que aprender de tus errores para no volver a cometerlos

Aquellas palabras eran dichas por parte de Dogday para levantar el ánimo de Catnap, aunque el can se confundió un poco al escuchar una risa leve venir de Catnap...

¿Dije algo gracioso...? —pregunto el can con confusión—

No... es solo que... sigues siendo el mismo estúpido perro optimista que conocí en la guardería incluso después de tantos años...

—¿Te molesta que siga siendo así? —preguntó Dogday, aún con cierta confusión, pero con una leve sonrisa. Sabía que su optimismo, por más ingenuo que a veces pareciera, era parte de su esencia y su forma de ser—

Catnap negó con la cabeza, con su expresión suavizándose por un momento.

—No me molesta... —respondió, mirando al suelo— Es solo que, a veces, no entiendo cómo alguien puede seguir viendo lo mejor en los demás, incluso cuando han mostrado lo peor... —Levantando su mirada para ver a Dogday— Intentaré tomar esa nueva oportunidad que dices... pero... voy a necesitar tiempo, todavía hay cosas que quiero tener claras y sé que debo pensar en ello a solas

Dogday asintió lentamente, comprendiendo el peso de las palabras de Catnap. Sabía que el camino hacia la redención no era sencillo, y que su amigo necesitaría tiempo para procesar todo lo que había sucedido, tanto en el pasado como en el presente.

—Tómate el tiempo que necesites.

—Gracias... —murmuró Catnap, apenas audible—

Dogday sonrió de nuevo, esta vez con más calidez... tal vez las cosas finalmente podían ser como se supone que siempre debieron ser...

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Nota del autor: Finalmente un capítulo c.c

Esté capítulo puede ser algo lento, pero lo considero necesario para el desarrollo de Catnap a partir de aquí.

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