Capítulo I
El cielo nocturno era adornado por las estrellas que brillaban esa noche, el aire era fresco y tenía la fragancia del campo; a lo lejos se podían escuchar los sonidos de los caballos que descansaban en los establos.
Se dice que cuando la ciudad está en completo silencio se puede oír a los caballos salvajes recorriendo Rohan en total libertad.
Sin embargo, en el ambiente era palpable la tristeza de todo el pueblo. La melancolía inundaba el corazón de cualquiera y era inevitable no ceder ante la pena.
El rey de Rohan, Éomer el afortunado, hijo de Éomund, agonizaba.
Sabían que el Rey no soportaría otro día más y en cualquier momento las campanas iban a ser las mensajeras de tan fatídica noticia.
A su lado, su amada esposa le sostenía la mano mientras gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Tenía los ojos rojizos a consecuencia de las lágrimas derramadas en la última semana desde que su esposo había caído en cama y la vida se drenaba de su cuerpo con el pasar de los minutos.
Su mirada se encontraba pérdida en los cabellos blanquecinos de su amado que en un pasado eran tan dorados como los rayos de sol al amanecer. Su mirada ya no era la de un joven guerrero lleno de vida y deseos; ahora reflejaban la sabiduría y cansancio de una vida larga.
Aunque sus manos estaban entrelazadas, Lothíriel sentía que no era suficiente. Necesitaba abrazarlo, sentir por última vez el calor de su pecho y los constantes latidos de su corazón... un sonido que extrañaría hasta que los suyos dejarán de sonar.
Sin embargo, no podía; Éowyn se encontraba del otro lado del lecho y aun siendo cuñadas debían respetar los protocolos que existen en la realeza y aquella acción no sería bien vista.
La dama de Ithilien, años atrás cuando desposó a Faramir, se encontraba igual de afligida que Lothíriel. No era fácil despedirse de su hermano, de la familia que le quedaba. Si bien ahora tenía a su esposo e hijo; además de su cuñada y sobrino, Éomer en una época fue todo lo que ella tenía y ahora iba a perderlo. Nuevas lágrimas invadieron sus ojos y salió de la habitación disculpándose con la reina.
—Amor mío— Lothíriel tomó con ambas manos la de su esposo mientras dejaba delicados besos en ella y las lágrimas corrían libremente por sus mejillas —. Me niego a dejarte ir, aún no —pronunció mientras un sollozo se escapaba de su garganta.
—Lothíriel, mi bella y peculiar flor, no te angusties. Pronto me reuniré con mi familia y todo estará bien —la voz del rey fue interrumpida por un ataque de tos y se aclaró la garganta—. Un día cuando tú tiempo en esa tierra llegue a su fin al igual que el mío, nos encontraremos de nuevo y no nos separaremos nunca más.
—Eso es lo que más deseo, pero es difícil saber que estaré un tiempo sin tu compañía.
—Estaré a tu lado en cada paso que des, me encontrarás en el viento que agita tu cabello por las mañanas, en los ojos de nuestro hijo —la mano de Éomer se dirigió a las mejillas de su esposa, limpiando con el pulgar las lágrimas que corrían por ellas, mientras le regalaba una sonrisa que denotaba ternura—. Y sobre todo cuando te sientas sola por las noches podrás encontrar me en las estrellas del firmamento, en las constelaciones que observábamos juntos en nuestra juventud con el mapa que me regalaste.
Una pequeña carcajada salió de los labios del Rohir, pero inmediatamente fue remplazada por una tos que sólo logró asustar a su esposa. Cuando por fin se detuvo de nuevo una sonrisa divertida adornaba sus facciones.
— ¿Aún recuerdas cuando me lo regalaste? Después de tantos años sigo apenado por las palabras que pronuncie ese día.
Esta vez una risa femenina inundó la habitación, Lothíriel sonreía mientras negaba con su cabeza.
—Querido esposo, a veces pienso que disfrutas torturarte con ese recuerdo, te has disculpado por eso cientos de veces y te he perdonado desde la primera, pero te gusta insistir.
—No es un recuerdo que disfrute. Por otro lado, una de mis memorias que gusto en recordar es la de "La Princesa Cisne debajo de la lluvia" —cerró los ojos imaginando aquel momento—. Te veías hermosa, con tú rostro bañado por el agua y reflejando una paz que no había conocido hasta que tú llegaste a mi vida. Puedo asegurarte de que en ese momento fue cuando quedé totalmente prendado de ti.
Un ligero sonrojo se hizo presente en las mejillas de la dama al escuchar las palabras de su esposo. Aún con tantos años a su lado se sentía intimidada por el guerrero.
—Yo no puedo definir el momento preciso en el que descubrí que te amaba. Simplemente con el transcurso de los días no podía sacar tu recuerdo de mi mente, añorando tu regreso, ahí fue cuando me di cuenta de que mi corazón te pertenecía —se inclinó un poco para posar sus labios sobre los de su esposo.
—Te amo —susurró él con una sonrisa.
Éomer cerró los ojos ante un recuerdo que inundaba su mente, era ella, su amada Lothíriel. Recordó cuando sus ojos la apreciaron por primera vez en aquella celebración, lo hermosa que se veía y el pequeño incidente cuando tropezó con su vestido. Un incidente que después de unos minutos les brindo un momento más cuando él fue a buscarla.
Todo se desvaneció y ahora el escenario era diferente, se encontraba en la biblioteca de Gondor. Y ahí, justo en un rincón escondido, estaba ella, estudiando el mapa celeste que tiempo después se convertiría en algo muy especial para ambos.
De pronto miles de recuerdos llenaron su mente, observando todo en un tiempo tan corto.
Él corriendo junto a su hermana y su primo por los campos de Rohan jugando a los jinetes y guerreros, sintió de nuevo el viento en su cara cuando recorría la marca montado en su fiel semental.
No todos los recuerdos eran buenos, pronto lo invadió el dolor de perder a su primo y tiempo después a su tío, al que consideraba un segundo padre.
Pudo ver a su hermana pálida e inerte reposando en su regazo en medio de un campo de muerte, de pronto nuevamente estaba frente a él su hermana, pero ahora totalmente feliz y sana del brazo de Faramir cuando les otorgó su bendición para casarse.
Sintió de nuevo aquel delicado beso que había compartido con Lothíriel cerca de un pequeño arroyo con la adrenalina de no ser descubiertos, recordó el delicioso sabor a bayas silvestres que tenían sus labios.
También pasó por su memoria el día que se comprometieron, cuando fue a visitarla a su hogar y se dedicaron a contemplar el mar mientras paseaban por la playa; cuando la contempló con su vestido de novia y supo que tendría la felicidad que le había sido negada antes.
Llegó a su mente la imagen de Lothíriel con un vientre abultado cantando una suave canción de cuna mientras repartía caricias sobre este, y en un segundo se encontró frente al recuerdo del nacimiento de su hijo.
Las memorias continuaron mostrando momentos felices con su hijo, en especial en las que él le enseñaba a montar, recorriendo juntos los campos sobre sus caballos sintiendo el aire golpear sus rostros.
Memoria tras memoria inundaba su mente y con el pasar de cada una, el latido del Rey disminuía.
Todo paró...
Ya no habría más recuerdos.
Todo había acabado.
El Rey de Rohan había muerto.
Y su Reina derramaba lágrimas aferrada a su pecho.
Mi querida Menelwen_ muchas felicidades por tu triunfo en el concurso obteniendo el segundo lugar. Para mí escribir tu regalo fue un total honor.
Como podrás darte cuenta este pequeño relato está inspirado en tu fic e intenté plasmar en él los momentos que más me gustaron entre Éomer y Lothíriel. Espero que te guste tanto como a mí me gustó leer cada capítulo de tu historia, que por cierto tengo que pasar a comentar en cuanto pueda.
Odié mucho ser lectora fantasma pero era necesario para no delatar mis intenciones con tu regalo. Te mando muchos besos y deseo que disfrutes tu regalo.
-BettyFranco12
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