4. La perra del Inframundo
Algunas semanas después, el santo de Escorpio se encontraba en la puerta de su templo cuando vio a Camus. Divisó su figura delgada en las escaleras y decidió no huir como siempre que le veía pasar. Esas semanas le vio subir y bajar de su templo repetidas veces, pero jamás tuvo las agallas para enfrentarlo. Se había sumergido en una amargura profunda y solitaria, donde lo único que podía sentir por el aguador era algo similar al odio. Le odiaba por no amarlo, le odiaba por lo dicho, le odiaba profundamente por vulnerarlo.
Camus no podía simplemente ignorarlo. Pasaría junto a él de forma inevitable. Ambos sintieron una punzada de nervios en el estómago pero ninguno lo demostró. El francés, frío como siempre, irguió su cabeza y caminó en línea recta. Milo fue el que decidió ceder. Sabía que se había pasado al exponer a su amigo de esa forma, después de todo... él había actuado mal. Esas semanas le sirvieron para recapacitar.
El santo de Acuario pisó finalmente el suelo de la octava casa, cuando escuchó la voz del escorpión.
-Camus.
No se volteó.
-Camus. Espera... por favor.
El joven se detuvo, lentamente, pero no volteó a mirarle.
-Camus... lo... lo siento tanto... de verdad. Yo, actué fatal. Lo siento mucho... de verdad.
El aguador no se movió, pero tampoco siguió caminando. Era un buen síntoma.
-No quise ser hiriente y desagradable, no contigo, especialmente contigo. Yo no pude procesar lo que sucedía... no entendía quien era esa mujer... ni... por que... la mirabas así... como jamás... me has mirado a mi -suspiró apenado. El escorpión no tenía grises en su escala y si iba a disculparse iba a ir a por todas. -Yo, siento cosas por ti, Camus. Lo sabes, lo supiste siempre. Yo... te quiero y escucharte decirme esas cosas... me destrozó y lo único que supe hacer... fue intentar herirte. Lo siento. De verdad lo siento. No sé quién es esa mujer... ni por que... la amas así... yo... lo entiendo. Jamás... supe que amabas... a alguien. Bueno, no esperaba que fuera mujer, pero que va, espero.... que... mejore y que... seáis felices. -Milo no vio respuesta y prefirió desdramatizar -Es muy guapa... entiendo que la ames y eso... ¿sabes? Es bonita, pues muy bien por ti.
La paciencia de Camus se había agotado. Milo no notó el momento en el que el santo de Acuario tensó sus hombros y su mandíbula. Se giró lentamente y lo miró.
-Eres un idiota, Milo. -dijo antes de desaparecer, con su frialdad y estoicismo característicos.
El santo de Escorpio lo miró resignado y suspiró.
Decidió dejarlo estar, pero esa misma tarde cuando bajó a la aldea en búsqueda de algo de comida y distracciones, cruzó la casa de Virgo y se sorprendió al escuchar una voz femenina en el templo de la doncella.
¿Dónde estaría el santo guardián de la sexta casa? Se asomó, cauteloso, para sorprenderse posteriormente al encontrar a"Mon petit ange" completamente consciente comiendo junto a Shaka. La miró atentamente, escudriñándola con sus ojos azules. La joven tenía el cabello negro, tan negro como la oscuridad y la piel casi incolora. Parecía parida por el inframundo, lo que remarcaba aún más los hematomas que aún quedaban como mapas lejanos en su rostro.
Por lo que se veía a simple vista, podía caminar ya. Podría caminar, correr... ¿abrir sus piernas? ¿Estaría acostándose con Camus? ¿con SU Camus? Otra punzada de celos le atravesó. ¿Dónde dormiría? ¿Por eso su amigo bajaría todos los días hasta Aries para volver por la noche?
Su cabeza tomó una velocidad desgarradora, y las preguntas se agolpaban tan rápidamente que no podía procesar. Ahí estaba, otra vez. Su estómago dio un vuelco. Sabía que el aguador pasaba muchas noches fuera de su templo, porque su insomnio no le permitía dormir, y le sentía pasar por la octava casa, camino ineludible hacia la onceava. ¿Estarían acostándose? ¿Besándose quizás? ¿qué hacía ahora en casa de Virgo? O mas precisamente... ¿qué coño hacía una mujer en el santuario? Sea quien sea, no podía estar allí, al menos no sin la aprobación de Atena. Daba igual que su amiguito tuviera una historia, porque verle reaccionar así... es que era muy claro que allí había una historia, historia que él no conocía.
"Si el virgen está robándole la novia a Camus, es que..." pensó al pasar. Intentó no darle importancia, pero no podía dejar de pensar, no podía dejar de imaginarles juntos. ¿Le amaba? ¿Le diría que la amaba?
Bajó al pueblo, consiguió algo de comida, y aunque vio algunos compañeros en el camino, no quiso preguntarles. Le molestaba que ella estuviera allí. No podía estar allí, no. A Milo no le importaba cuanto amor le tenía a la joven de cabellos oscuros, la quería fuera de allí...
...quizás...
...si Atena se entera que una mujer...
...que no pertenece al santuario...
...duerme en uno de los templos...
...quizás...
Sacudió la cabeza.
"Que tontería" pensó. Si su amigo estaba enamorado pues lo dejaría estar. Tampoco le faltaban a él proyectos amorosos. Lo dejaría estar, que le den, y si Shaka quería poner fin a su ascetismo con la joven pues igual mejor, le romperían el corazón y volvería con el.
Se dio cuenta que pensaba como un niño caprichoso, pero estaba herido, celoso, angustiado.
Luego de sus compras y su paseo, volvió entrada la noche al santuario y al pasar por la casa de Aries, se dio cuenta que Mu no estaba allí, pero escuchó la voz de su amigo... hablando francés... con una mujer. Intentó sin éxito que eso no le afectara. Les buscó con los ojos, quizás...
Camus junto a su noviecita, cogiendo su mano y mirándola como si ella fuera lo único en el mundo. Ya le hubiera gustado a él que su amigo le mirara alguna vez así. La rabia volvió a invadirlo... y los celos también, justo en la boca del estómago, como si tuviera fuego en las entrañas. Que le den al iceberg heterosexual de mierda y a su novia la perra del inframundo.
Camus pudo ver a Milo atravesar la casa de Aries y decidió zanjar el tema, lo que rompió por un momento la escena. Murmuró algo en francés y la joven se alejó.
-Milo.
El santo de escorpio no esperaba escuchar su voz. ¿Su amigo se había levantado para hablarle? Pues no. El tampoco era su juguete emocional. Se dio vuelta, celoso, abrumado. No pensaba con claridad.
-Mira, Camus... Ya no quiero hablar contigo. Lo dejaste claro, chico, no somos amigos, no somos nada. Vete a la mierda tu y llévate a tu novia, que muy bien sabes que nadie ajeno al santuario puede vivir aquí. Yo la veo muy sana, el santuario no es tu puto hotel, Camus y lo sabes. No puedes dormir aquí, y si no lo dejas ya, me encargaré de decírselo a Atena personalmente. Esto no es un puto paseo, hijo, que quieres, ¿que Orfeo toque unas canciones con la lira mientras miras ahi a tu novia todo enamorado? Pues no me interesa. No quiero saber de ti. Soy un idiota, eso dijiste. Pues este idiota se va, eso querías y eso hare. Buena suerte con la chica, no sabía que te iba el rollito heterosexual, pero buena suerte. Vete a la mierda tu, y la perra del inframundo.
Camus frunció el ceño y simplemente volteó su mirada antes de alejarse, aquello era una pérdida de tiempo.
Cuando llegó, aún molesto por la escena feliz a la sexta casa, encontró a Shaka, esta vez cenando solo. Sabía que Shaka sabía quien era la mujer, pero a diferencia de Mu, no se lo ocultaría, ni le montaría un Cristo, porque al indio todo le daba igual.
-Hey, Shaka... que aproveche...
-Gracias... Milo, ¿por qué siento que vienes a verme con muchas ganas de hablar?
-Que va, yo solo pasaba a saludar, es que... te vi con una chica hoy, eso es nuevo... y... vengo a investigar... ¿que tal? ¿Va en serio?
-Madre mia. -resopló el rubio.
-Shaka hombre, que el ascetismo va bien, pero... había una mujer en tu templo... comiendo contigo... era bonita... puedo aconsejarte.
El santo de Virgo ignoró las palabras de su amigo. Le conocía desde pequeño. Le conocía demasiado bien.
-Cuéntame, Milo. ¿Qué pasa? Mu me ha hablado del episodio de la casa de Aries.
-Puto Mu. -murmuró- Ya, entonces... ya lo sabes. Camus... y yo teníamos algo... hasta que apareció la mujer esta... con... su puta cara vampírica y... él cambió para siempre. Sé que duermen juntos Shaka, lo sé, porque le veo pasar por mi templo... pero... no todas las noches -suspiró frustrado.
-Ya veo -asintió el indio bebiendo algo que olía a especias. Para todos era evidente lo mucho que el santo de Escorpio quería a su amigo... y lo que en realidad sentía. Él no era una excepción, lo sabía desde mucho antes que lo confirmaran los rumores. -¿Intentaste hablar con Camus?
-Bueno... sí. Cuando lo vi en mi templo. Me disculpe. Le dije que... estaba bien y que... le deseaba suerte con la joven, que muy bien, que era guapa y me dijo que era un imbécil.
-¿Llamaste guapa a Mimi?
-¿Mimi? ¿Ese es su nombre? Vaya nombre de mierda.
-No, así la llama Camus. -replicó Shaka sonriendo un poco. Jugaba con su bebida, aguardando que se enfríe. No era hombre de muchos gestos.
-Hombre no te rías, que esto no es una broma. He perdido a mi amigo... y... cuando subí... le vi con ella, cogiendo su mano como si lo nuestro jamás hubiera existido, y... no fui tan amigable. Quiso hablar conmigo y le dije que se vaya a la mierda, él y la perra del inframundo.
-¿Llamaste a su hermana "La perra del inframundo"?
Milo enmudeció y abrió sus ojos azules tan grandes como sus párpados le permitieron. No. No era posible. Conocía a Camus desde pequeño. Camus no tenía hermanos, debía haber un error. Shaka estaba totalmente equivocado. Quizás le habían mentido... no... Camus no tenía hermanos.
-¿S-su... hermana?
El indio asintió.
-Que no, Shaka, que no, que Camus no tiene hermanos. Lo conozco. Tiene que haber un error.
-Bueno, sí hay un error. Llamaste a la hermana de tu amigo "La perra del inframundo". Normal que te diga imbécil.
-Shaka... ¿Cuántas posibilidades dirías que hay de que estés equivocado?
El indio frunció el ceño ofendido.
-Cero. ¿Equivocado? ¿Yo? ¿Por qué estaría equivocado?
-Porque Camus no tiene hermanos -replicó el escorpión mientras se servía un poco de comida en un plato. -Dime todo lo que sabes.
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