39. De réquiems y rebeliones - Parte 3
"Adiós, mundo cruel, te dejo hoy.
Adiós a todos,
No hay nada que puedan decir,
para hacerme cambiar de opinión.
Adiós."
Pink Floyd - Goodbye cruel world
"¡Hey, satanás!
He pagado mis deudas
Tocando en una banda de rock
¡Hola mamá! Mírame
Voy en camino a la tierra prometida.
Estoy en la carretera al infierno."
AC/DC - Highway to hell
El juicio llevaba ya mucho tiempo y Saori comenzaba a perder las esperanzas. Sabía que la veían como una niña caprichosa y tonta, que se empeñaba torpemente en defender a lo humanos, seres que los Dioses consideraban poco más que insectos. El cansancio comenzaba a agobiarla y la frustración también. Kanon, sin embargo, la observaba con tranquilidad, algo impuesta, pero tranquilidad al fin.
–Está bien. Sea lo que sea estará bien. De todas formas, gracias por haber peleado por mí, no lo merezco. Fue un honor luchar de su lado. –asintió él con una leve sonrisa y una ligera reverencia. Aguardar los veredictos era casi que una tontería, el caso tenía una sentencia directa, solo les faltaba conocer la gravedad. Ella lo observó, apenada.
–Seguiré haciéndolo, como tú peleaste por mí. No me iré de aquí sin ti.
Él le devolvió un gesto amable, pero conocía la respuesta.
–No. La necesitan en el Santuario y yo prometí que aceptaría mis culpas cuando llegara el momento. Solo... ¿Podría hacer algo más por mí? ¿Cree que podría enviarle un mensaje a mi hermano y a mi... –Se detuvo. Iba a decir "prometida" pero sabía que aquella pregunta se quedaría atorada en su garganta para siempre. –mi novia? Con eso estaría bien.
Saori asintió, angustiada. Si Kanon no tuviera tantos delitos divinos quizás hubiera podido ayudarle, pero el relato de Poseidón había dinamitado la sala y haber intentado cargarse a la esposa del Dios de la Muerte, que a su vez, era la hija predilecta de Hades, solo había empeorado la situación... después de todo, ellos jugaban en su propio campo. La participación de Nix, madre de Hypnos, Thanatos y sus hermanas las Keres, una de las figuras más respetadas del panteón, terminó por saldar aquel asunto ante el relato de su hija en el que especificaba el momento en el que el gemelo menor le atacó... con el tridente robado de Poseidón.
–Tranquila, estaré bien. O no, pero da igual. Me lo he pasado bien... –aseveró intentando agregar algo de comedia a la antesala de lo que probablemente sería la última vez que hablara con alguien.
Le gustaba hablar, aunque no lo había hecho tanto como quería. Por falta de compañía, quizás. Esperaba que sus torturadores, al menos, tuvieran sentido del humor.
–Te has quedado a gusto, ¿eh? –intentó Saori, devolviéndole una pequeña sonrisa.
–Pues he luchado contra cuatro jueces, me he cargado a dos, le he mentido a Poseidón, le he robado, he intentado matar una Ker con ese mismo tridente robado luego de despertarle rompiendo un sello divino de la entonces Diosa a quien intente matar indirectamente a través de mi hermano. He intentado matar a la hija de Hades y amada esposa de Thanatos... pues yo diría que han sido 34 años llenos de aventuras para un niño del que nadie esperaba nada.
Saori lo observó con tristeza. Asintió.
–No eres un niño del que nadie espera nada, Kanon. Eres un caballero formidable.
–¿Puedo pedirle otro favor?
Ella asintió.
–El próximo géminis sucesor de Saga... que no sean gemelos obligados a vivir lo que nosotros vivimos. Es solo una sugerencia, espero no lo tome como una ofensa.
Las lágrimas de la Diosa no cesaban, se habían abierto como un grifo roto que no lograba cerrar. Quizás debía tomar más decisiones en aquel lugar, algunas decisiones más piadosas. Asintió nuevamente.
–Lo siento tanto.
–Estaré bien. No llore, por favor, me lo he ganado a pulso y lo acepto. De haber sido un niño más tranquilo no estaría aquí. Al menos, ¿cree que me recordarán como un caballero poderoso?
–¡Para ya, Shaina! ¡Me lastimas! –exclamó Aioros. –¿Estás segura de que sabes hacer esto? Porque Mu me ha enviado antes y no sentí que me arranque los intestinos.
–Eres un llorica, potranco, claro que lo sé. Lo aprendí; lo hice con la piedra así que puedo hacerlo contigo.
–¿Con la piedra a la que insultabas?
–Claro, con esa.
–Sabes que peso 85 kilos y esa piedra algo así como 5, ¿verdad? Porque me parece importante la física ahora mismo. No será igual desmaterializar 5 kilos que 85 y además, la piedra no tiene vida, yo sí, y me gustaría conservarla.
–Mira, chico, ¿sabes qué? A la mierda contigo. Arrivederci.
Hizo tanta fuerza que creyó que gritaría, y de hecho, un grito se le escapó, primero de miedo y luego de alegría. El centauro había desaparecido, esperaba no haberlo matado en el proceso.
"¿Potranco? ¿Estás vivo?" lo buscó, algo insegura. Esperaba que no aparezca desgarrado en algún sitio.
"Sí. Eso creo. Felicidades, lo lograste."
"¿Te has transformado en conejo o en mujer? ¿Estás en una pieza?" indagó ella, curiosa.
Aioros tardó en responder.
"Todo parece estar en su lugar y sigo siendo hombre."
"¿Dónde estas?" preguntó la italiana, esta vez rogando haberlo hecho bien.
"Ehhhh... estoy en una playa y hay una bandera... verde... amarilla y un círculo azul con estrellas. Dice ORDEM E PROGRESSO, creo que estoy en Brasil. ¿Quieres venir a comer feijoada y beber caipirinhas, Shai?"
Oh no, me cago en mi vida, pensó la italiana angustiada.
"No me jodas, Aioros, ¡que no sé como traerte! ¡Eso no lo he aprendido! Espera, hablaré con Mu." exclamó asustada. Si le dijera a Shion que estaba practicando sus técnicas primerizas con seres humanos reales, (que además, eran caballeros de oro) para sacarlos del Santuario, probablemente la expulsarían de la orden. Un frío pánico recorrió su columna vertebral.
"Es broma, borrega, que estoy en Grecia. Aún no sé qué tan lejos, pero veo una bandera conocida. ¿Vienes? Porque tengo que encontrar a Saga pronto. Intentaré dar con mi hermano, pero primero debería verificar que estoy en Milos y que no me hayas enviado a la frontera búlgara."
"Te odio, pequeño pony del infierno. Voy en camino, deséame suerte."
–¿Entonces, me ayudarás?
–Depende. –murmuró Shaka, revolviendo su té. –¿Qué tienes planeado hacer en el inframundo?
Saga suspiró.
–Pues intentaré meterme en el juicio de mi hermano y negociar un cambio. Si todo falla intentaré matarlos a todos y si ese plan también falla, pues solo intentaré cargarme a los que pueda para llevármelos también.
Camus se inclinó sobre Milo, para observar que la herida estuviera en condiciones, el escorpión protestó.
–Pues vaya plan de mierda tienes. –siseó, preso del dolor, acomodándose en la cama.
–¿Tienes uno mejor? –indagó Saga, curioso y sarcástico a la vez.
–No, pero tu plan es una puta mierda y pondrás a nuestra Diosa en peligro. Yo no lo permitiré. Es egoísta y estúpido. Y si te montas la fiesta del siglo allí no estaremos para defenderla.
Camus asintió.
–Bueno, Milo tiene razón. Eso pondría en un peligro innecesario a Atena y solo serías tú contra todo un ejército, incluidos los jueces y los dioses. Sé que te crees poderoso y lo eres, pero te aniquilarían tan rápido que no llegarías ni a ver a tu hermano.
Saga asintió, quizás esa parte del plan no estaba demasiado pensada.
Tras su té, Shaka también coincidió.
–¿Quieres traer a Kanon con vida? ¿Y esperar a la Diosa no es una opción?
El gemelo negó, rápido y seguro.
–Ni el Dios más poderoso del Olimpo podría sacar a mi hermano con vida de allí, tú mismo lo dijiste.
–Sí, lo dije, porque así lo creo... pero matar Dioses olímpicos no es una opción y llegar vivo a esa sala tampoco. Volveré a preguntar. ¿Cómo piensas destruir el muro de los lamentos tú solo?
–Con el prepucio, Shaka, no te jode.
Los ojos casi traslúcidos del indio se movieron con fastidio.
–Pues no podrás entrar, tu plan carece de lógica y aún si te ayudamos a morir, no podrías llegar, solo causarías más problemas. ¿Te importaría utilizar el cerebro para pensar? Somos cuatro santos de oro, todos estuvimos allí, deberíamos poder idear algo.
–Ex santos de oro. –remarcó Camus.
–Ya. –asintió bebiendo un trago. –Pues ex santos de oro que visitaron el inframundo, gracias a que YO descubrí cómo entrar sin que las leyes de Hades nos afecten. –aseveró con convicción.
–Amo tu autoestima oscilante, Shaka. En el amor eres un infante asustado y en la guerra tienes el pene como una puta Excalibur. –agregó Milo. –Eres mi héroe, chico.
Camus rio levemente.
–Ese será Shura, yo no me erecto cuando peleo.
–Era sentido figurado, Barbie Literalidad.
–¿Podemos volver al plan? De verdad es algo urgente. –dijo Saga impaciente. Cada minuto contaba.
Shaka negó.
–Bueno, sabes que en el Inframundo el tiempo no es igual, ¿verdad? Una hora podría ser una semana aquí... supongo que el juicio no será rápido considerando la cantidad de pecados que le atribuyen. Entiendo tu urgencia pero no puedes hacer una locura que conduzca a la Diosa a otra guerra santa innecesaria. Sabes que es irrespetuoso actuar sin ninguna orden divina y podrían hacer 2 al precio de 1 y dejarte a ti y a tu hermano, ambos, encerrados allí. Bebe tu té... y piensa.
El silencio cayó en la sala como un manto que los mantuvo a todos cautivos y presos de sus respectivas mentes. Un golpe en la puerta rompió aquella meditación grupal. Camus se levantó para espiar, probablemente era Marin.
–¿Aioros? –preguntó asombrado, abriendo la puerta.
–¡Y Shaina! –contestó otra voz.
Saga levantó la vista para encontrarse con los ojos verdes cargados de reproche del centauro.
–Creí que estabas muerto y––
–No, aún no. –contestó Shaka, disfrutando su bebida. –Pero lo estará, al menos eso quiere.
–¿Ah, sí? ¿Ese es tu gran plan?
Shaina opinó rápidamente, acomodándose en un rincón.
–Te lo dije, pulsiones tanáticas. Era suicidio.
Saga suspiró.
–Intenté pedirte ayuda, Aioros.
–Pues hay una línea de asistencia al suicida, chico –replicó Shaina.
–¿Se puede saber qué te traes entre manos? Porque suena estúpido y no voy a permitirlo, de hecho, vamos a volver al Santuario ahora mismo.
–Lo siento, ya es una decisión tomada, estamos pensando un plan y luego se echarán a suertes quien tendrá el placer de asesinarme.
–Yo puedo hacerlo. –deslizó Milo. –De hecho aún me jode tu puta jugada de mierda, le cagaste la vida a Camus por envidia, vaya perla.
Camus no dijo nada, pero aquellas palabras resonaron en su cabeza con cierto eco.
–Lo siento. Créeme, si pudiera volver en el tiempo, lo cambiaría todo, pero no puedo, Milo... ya no puedo. He lastimado a todas las personas en esta habitación, directa o indirectamente, porque eso soy, o al menos eso fui y no alcanza lo que pueda hacer para redimirlo. A ti te envié a Siberia, te alejé de tu hermana y de Milo, a ti te utilicé hasta el hartazgo a base de mentiras, te enemisté con tus amigos y te enloquecí con mis pedidos, y a ti, Shaina... supongo que de no ser por mi ataque a Aioria, Cassios seguiría vivo. No necesito especificar lo que te hice a ti, Aioros... tú... eras mi mejor amigo y... supongo que... tampoco me perdonaré eso. Decir que lo siento suena a burla, pero de verdad lo hago. De todos, preferiría que lo hagas tú, Aioros, creo que eres el más indicado para enviarme del otro lado.
–Tú estás completamente loco y ahora mismo te mataría de buena gana por idiota. –exclamó Aioros, severo. –¿Crees que pienso en eso? ¿Crees que te culpo? Estoy vivo, Saga, y sé que no eres lo que sea que eras cuando pasó lo que pasó. Eras un crío completamente doblegado, ¡putas leyes de mierda, me cago en todo! Eres un producto de lo que te hicieron, ¡que no es tu puta culpa! Es inhumano separar dos gemelos y esconder a uno, es inhumano y me encargaré personalmente que nunca más suceda algo similar, ni ahora, ni nunca.
Camus lo observó atento, prestando atención y se limitó a asentir en silencio.
–¿No lo ves? Quisiste hacer justicia por mano propia en un sitio donde no había, con 15 años y la mente completamente rota. La rebelión de Saga fue una puta locura pero ¿sabes qué? La entiendo. Y cuando termine de patearte el culo de vuelta al Santuario me encargaré yo de la segunda, la recordarán como la Rebelión de Aioros.
Los ojos verdes de Saga se fijaron en él, quizás, aquella mirada misericordiosa podía ser una visión interesante también.
–Tiene razón. –sentenció Shaka. –Todos aquí estamos... mal y... no podemos juzgarnos sino aceptarnos. Esta mañana estaba aterrado porque simplemente creí que era un inadaptado social, que sí soy, en un mundo nuevo. Una persona incapaz de vincularme, porque... así me crié y supongo que mi misión ahora es aceptarme como me aceptan los demás y aprender cosas nuevas para... poder vivir lo que me quede de vida intentando ser feliz. Supongo que los cambios siempre aterran, o al menos... a mí. –se sentó en el suelo, pensativo. –Todos estamos aquí, lidiando con nuestro pasado, y ¿por qué? Si ya no existe. También te convertiste en alguien que detestabas, Camus.
El francés asintió.
–Supongo que sí. Puedo entenderlo... yo... creo que soy... diferente ahora y... también siento culpa, Saga. También... envidiaba a Hyoga.
Milo giró la cabeza para escucharlo, jamás le había hablado del ruso en esos términos. Saga asintió.
–Yo fui cruel con él porque... me recordaba a mí mismo. Tenía la edad de Hyoga cuando perdí a mi madre y sentía que... al perder a mi hermana lo perdí todo y enfoqué mi frustración en él, que solo sabía llorar por Natassia y yo no podía llorar a Jeanne Dubois como correspondía. Y me arrepiento, muchísimo. No puedo odiarte... sé lo que se siente convertirte en alguien que odias porque detestas tu vida y tu realidad... y a su vez, no sería quien soy de no haber sido por mi estadía en Siberia. Supongo que de eso hablaba Shaka; de aceptar quienes somos y quienes fuimos para poder... simplemente hacer otro tipo de justicia y permitirnos ser felices. Yo sé que lo intentaré. No tienes que redimirte conmigo, Saga. –Aseveró el francés. –Yo no te guardo rencor.
El gemelo asintió, con una ligera sonrisa, esta vez, después de mucho tiempo, honesta.
–Supongo... que a mí me cuesta un poco más perdonarte, Saga. –sentenció Milo, algo avergonzado. –Sé los motivos, y conozco brevemente tu historia pero... lastimaste a las dos personas que más amo en este mundo y simplemente no puedo dejar pasar eso. Hiciste de la vida de Camus y Aioria un infierno solo porque no podías lidiar con tu frustración y eso me parece cruel... y si Cam y Aioros pueden aceptarlo está bien, pero... creo que voy a necesitar algo de tiempo para procesarlo. De todas formas, intentaré no guardarte rencor.
–Creo que Aioria ha pasado página ya y Camus acaba de manifestar lo mismo, Milo. –agregó Shaka. –A veces, el perdón es la mejor forma de lidiar con el dolor.
–Pues a mí me la sudan tus consejos budistas, chico, yo no voy a pasar página porque simplemente no creo que puedas cargarte a quien te salga del culo y cagarle la vida a todo Dios solo porque así lo deseas. Lo siento, pero no lo veo. Aioria siempre ha sido bueno, yo siempre he sido bueno, a pesar de pasarlo fatal, eso no justifica que seas un mierdas.
–Ibas a matar a una niña de 6 años, Milo. ¿Qué hay de todos los que asesinaste en el nombre del Santuario? Éramos soldados, ¿cuál es el parámetro de bondad? –indagó Shaka. El escorpión no lo miró. –Lo siento pero creo que aquí todos somos igual de culpables. Incluso yo siempre me jacté de ser... amable y calmo... y sin embargo cuando los niños de bronce quisieron atravesar Virgo fui algo duro con ellos.
–Fuiste un puto psicópata, Shaka, no "algo duro" –le corrigió Shaina. –Un puto psicópata sanguinario. Y yo también, todos lo somos, así lo aprendimos. Creo que podemos cambiar, de verdad lo creo.
–Y yo creo que deberíamos pensar en un plan. –contestó el indio. –Si Saga quiere ir al inframundo, pues debemos asegurarnos que vuelva.
–Yo me aseguraré de eso, iré contigo. –aseveró Aioros. –¿Quieres ir a buscar a Kanon? Pues iré contigo.
Saga lo miró y todo su pecho amagó con expulsar una cantidad de llanto demoledora. Aquella era la primera vez que podía pedir disculpas por lo que había provocado y se sentía más liviano, como si hubiera movido una piedra enorme.
–No puedes venir conmigo, Aioros, debo hacerlo solo.
–A mí nadie me dice qué hacer. Tú eres mi compañero y si esto es una misión para salvar a otro compañero, pues yo iré. ¿Tienes algún problema con eso?
–No te importa Kanon. –murmuró. –A nadie le importa. ¿Por qué lo harías?
Aioros lo miró, algo agobiado.
–Porque es mi compañero, acabo de decírtelo, y ningún compañero es dejado atrás. Iremos juntos y cuando vuelvas con tu hermano, voy a romperte la nariz, recuérdamelo.
–¡¿Podemos pensar un plan?! –exclamó Shaka exasperado. –Entiendo que améis estas demostraciones afectivas y emotivas pero si no hay un plan detallado y útil vais a morir como dos estúpidos, causar un problema mayor y generar una guerra santa en el nombre de la tontería y la amistad, blablabla. Necesitas un plan sólido y sin fisuras para ir y volver en una pieza, no en forma de lápida. Debes despertar el octavo sentido, justo antes de morir, eso impedirá que mueras realmente y entres vivo. Ahora, tu problema será el muro de los lamentos. No podrás atravesarlo. Y aún si lo haces, no puedes cargarte los espectros que se crucen en tu camino.
–Tengo una idea. Death Mask puede ayudar. Él puede ir y venir.
–Sí, pero no puede llevarme de la forma en la que necesito, al sitio que necesito.
–Pero su chica sí puede.
–Shion ¿crees que soy un pésimo Patriarca?
El antiguo carnero dejó su libro de lado.
–Creo que eres un Patriarca estricto, no diría pésimo, diría estricto.
–Tú también eras estricto.
–Sí, supongo que hacía lo que podía. ¿La charla con Aioros te afectó? –preguntó acariciando su pelo, bajando ligeramente por su cuello.
–Sí. Algo. ¿Crees que este sitio es horrible?
–Bueno... –analizó qué decir exactamente por un momento, y tardó unos segundos en responder. –Es... lo que es, Dohko.
–Esa es una pésima respuesta, Shion.
–¿Qué quieres que te diga? ¿Sí? ¿No? Tú dime si tienes algo en mente.
–Yo no lo creo, creo que Aioros exagera. Este ha sido el hogar de los mejores santos y hasta ahora no hemos tenido problemas. Debemos pensar en los reemplazos. Shaka también se ha ido.
–Bueno, Shun e Ikki tienen las armaduras aseguradas... pero si fuera tú escucharía a Aioros.
El chino lo miró fastidioso.
–¿Crees que tiene razón?
–Creo que se puede mejorar, si son ideas que pueden sumar estabilidad y bienestar en general, ¿por qué no escucharlas? A veces pareces un viejo de 200 años, no seas tan increíblemente rígido. Es porque eres Chino, ¿verdad? A ti te entrenaron pegándole a una cascada en la montaña, normal que seas así, estrictamente adorable. –rio, buscando su boca en un beso rápido.
–El Tibet también es China.
–No, cielo, nací en el Tibet independiente. A mí me entrenaron arrojando rocas con la mente cuando era un pequeño carnerito. Soy más flexible que tú.
Dohko rio.
–Yo sé lo que tienes flexible tú y no es precisamente el carácter.
Otro beso dulce y amable aterrizó en sus labios.
–¿Escucharás a Aioros? ¿Me escucharás a mí?
El chino asintió.
–Lo prometo.
Habían pasado horas desde las primeras charlas y habían mudado su asamblea a la nueva casa vacía, donde Marin les esperaba. La habitación era demasiado pequeña y necesitaban algo de infraestructura para llevar a cabo aquella aventura.
–¿Entendiste todo el plan? Lo hemos repasado quince veces ya, ¿quieres que lo anote aquí? –indagó el antiguo santo de Virgo.
(Somos un equipo, no puede haber fisuras, si uno falla, el plan se va a la mierda.)
–No, lo recuerdo muy bien, no lo hemos repasado, me lo has repetido. Gracias Shaka, te debo una muy grande. –sonrió. –Creo que es un buen plan.
El rubio asintió.
–Buena suerte y espero que funcione. Deseo que tu hermano esté pronto con nosotros. Creo que lo merece, y si me lo permites, tú también.
–Es raro, tenerte frente a mí en una nueva batalla sabiendo que esta vez sí espero volver a verte. Me parece justo. –agregó Saga.
–Me encargaré de que no sufras. Te quitaré los sentidos y no serás capaz de sentir nada. Buen viaje.
Saga asintió, encontrándose por un instante con el pequeño Shaka de las lloviznas en sus ojos, el niño pequeño que meditaba solo en el campo de entrenamiento, espiando a sus compañeros jugar.
("¡Pero estoy haciendo lluvia!")
Lo abrazó.
–Gracias otra vez. Nos volveremos a ver. Salúdame a Ratatouille y dile que ahora sé que un violín no puede hacer música solo.
–Se lo diré si te refieres a Marianne y recuerda... no improvises absolutamente nada, siempre––
–Apegarme al plan, lo tengo, ya entendí. –Observó a Camus. –¿Estás listo?
El francés asintió.
–Yo... de verdad espero que vuelvas solo para que seas feliz algún día, Saga. Y... gracias por ayudarme con mi hermana, lo que has hecho, aunque solo fuese por saldar tus culpas, me ha hecho muy feliz; me alegra tenerla cerca y es gracias a ti. Gracias por cuidarla y por... asegurarte que apareciera sana y salva.
–¿Estamos en paz? –preguntó el santo de Géminis con algo de desconfianza. Camus asintió nuevamente.
–Estamos en paz. Sé que lo conseguirás. Ahora... ve a buscar a Kanon.
Saga sonrió, pero una pequeña lágrima se escapó por su rostro, tan furtivamente, que se sorprendió al sentirla, palpándola con un dedo.
–Gracias. Eso haré.
El escorpión estaba recostado en el suelo, aún no había colchones (la casa estaba completamente vacía) y se cagaba en todo, pero intento sentarse levemente para poder mirarlo.
–Buena suerte, Saga. –murmuró Milo, extendiendo su mano. –Debes volver para que pueda seguir cagándome en tus muertos, ¿está claro? Y... supongo que estamos en paz también, puedo... intentar dejarlo ir; supongo que el tiempo lo acomodará todo. Espero que el plan funcione y que consigas lo que buscas. –Hizo una ligera pausa cuando la mano de Saga estrechó la suya, a modo de saludo. –Puedo entenderte, al menos eso creo. Además, a mí sí me agrada Kanon. Tráelo con vida así puedo ir a beber algo con él y hablar mal de ti a tus espaldas.
Saga asintió, riendo levemente.
–Gracias. Se lo diré, estará encantado con el plan. –Luego de un saludo general, volvió a despedirse por última vez. –¿Listo Aioros?
Escuchó, lejanos, los sollozos de Marin y la voz de Shaka antes de quitarle los sentidos. Sonrió. Quizás, solo quizás, había encontrado su redención en aquellos amigos que habían decidido, en vez de matarlo a sangre fría y con el odio que esperaba ser asesinado, tocar como una orquesta perfecta aquel réquiem agridulce que le llevaría a su hermano, o al menos, a un último abrazo aferrado, nuevamente y como correspondía, al gemelo del que cruelmente le habían separado.
("Somos un equipo, no puede haber fisuras, si uno falla, el plan se va a la mierda.")
("Un Stradivarius tocado por una persona sin conocimientos jamás sonará mejor que el peor violín en las manos del mejor músico."
("Los buenos luthiers construyen violines con madera reciclada.")
("Tú decides qué quieres ser")
–¿Aiacos, tu veredicto respecto al santo que juzgas? –preguntó impasible Hades, ansioso de oir aquella sentencia. Deseaba, profundamente, vengarse personalmente de la humillación pública que habían sufrido a manos de los santos de Atena, que, como cucarachas, habían logrado huir. Aquel gemelo sentado, el que había atacado a su hija, serviría de consuelo.
–Culpable, mi Señor. –asintió, con sus labios congelados en un rictus casi burlesco. –Se le han adjudicado los siguientes cargos––
La puerta se abrió, rompiendo el momento con un sonido chirriante y agónico. Los ojos, infinitamente cristalinos del Rey del Inframundo, buscaron con una molestia iracunda el motivo de la interrupción, solo para descubrir dos soldados escoltando a... no, no podía ser.
–¡¿Saga?! –preguntó Kanon abriendo los ojos tan enormes que sus pestañas dieron una vuelta acrobática. Su gemelo le sonrió.
Saori giró, deseando que la palabra que había pronunciado el griego fuera solo un deseo en voz alta. No lo era. Los soldados escoltaban al santo de Géminis y... a Sagitario.
No, no puede ser, pensó la Diosa, deseando morir. Aquello no podía ir a peor. No entendía el motivo por el cual podrían haber apresado a sus santos, pero ya no le quedaban recursos para sacarlos de allí y temía que cometieran alguna tontería que no pudiera evitar.
–¿Se puede saber qué sucede? –preguntó Hades a sus soldados, con su voz profunda del eco de las mil muertes.
–Disculpe la interrupción, solo vengo en una misión de paz y urgente. –aseveró el santo de Géminis, con una leve reverencia. –Soy el mensajero y debo entregarle un mensaje a mi Señora, verá, no tenemos otra forma de comunicarnos así que me tomé el atrevimiento de venir personalmente.
–Saga es mi mensajero personal y Aioros... mi escolta, sí. Acércate por favor. –asintió Saori fulminándolo con la mirada. Ya le daría mensajes luego, con el cetro y en la cabeza. Quería matarlo, estaba arriesgándolo todo.
–Esto no es un juego, Atena. No podemos detener el juicio.
–No lo haremos. Un momento por favor, mis santos me necesitan y debo enterarme lo que sucede en mi Santuario cuando es de carácter urgente, padre.
Con un gesto invitó a los santos a acercarse.
Saga susurró algo en su oído, dejando una hoja en sus manos.
Saori asintió, repetidas veces.
–Muchas gracias por el mensaje Saga. ¿Puedes encargarte?
El santo de Géminis asintió, alejándose dos pasos para observar de soslayo a Kanon, quien lo miraba atentamente.
–Mi Señora, si no le molesta, como su escolta y guardián personal, me gustaría esperarla para poder acompañarla nuevamente al Santuario, eso si es que su Padre, glorioso Zeus, lo permite. Como soldado personal de la Diosa, preferiría asegurarme de que vuelva acompañada. –indagó Aioros, con una reverencia, hincando la rodilla.
Zeus asintió.
–Me parece correcto. Pueden quedarse, el juicio finalizará pronto. Aiacos... continúa por favor.
Los ojos de Kanon buscaron ávidos los de Saga, quien le obsequió una sonrisa. No una sonrisa divertida, ni cómica, ni falsa... la sonrisa de un hermano que asegura que todo saldrá bien.
Saori acarició el papel con delicadeza.
Una mano aterrizó en el hombro de Saga, Aioros intentaba acompañarlo, le obsequió un gesto amable.
Por un instante, pudo verlo.
Los dedos de la Diosa, la sonrisa del centauro, la esperanza del niño sombra.
El plan funcionaría.
La pequeña mueca de esperanza en la boca del hermano menor, valía la pena.
Y si no,
al menos
le daría un último abrazo.
"No será el último" le avisó Kanon con su energía, como si leyera su mente. "Gracias, Saga."
("Recuerda")
("Un violín no puede hacer música solo")
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