25. Lacrimosa
Mensajitos y votos ponen a una autora feliz y quizás no se cargue a todos nuestros personajes favoritos! Gracias a la bella de degelallard por estar siempre presente con votos y comentarios y además por leer mis capis con la mente antes de que salgan.
Fue Mu quien avisó a Dohko que Shaka no se encontraba en condiciones de hacer su ronda de vigilancia aquella noche y que su cuerpo no toleraría un doble turno... ni de hacer la ronda ni de nada más que no fuera dormir y reponerse. Notificó su fiebre, su pérdida de conocimiento y su alucinación. También comentó su teoría. Dohko no tenía buena cara y Shion no estaba mucho mejor. Adrián, el mensajero, partió enseguida a comunicarle a Cáncer que le tocaría salir aquella noche en lugar de Virgo.
De rodillas, ante el patriarca, se limitó a hablar de lo acontecido.
-¿Cuándo... cuándo comenzó y por qué no me habéis dicho nada? -quiso saber. Su rostro era una oda al agotamiento.
Por amor, evidentemente, quería decir, pero tampoco lo dijo.
-Comenzó la noche que atacaron a Milo y Aioria. -respondió, sin mirarlo. No le diría que había omitido todo para evitar que le separaran de Aldebarán, pero el chino no tenía más de doscientos años y un amor inmortal en vano.
Asintió.
-¿Por qué no estaba enterado de esto?
-Creí que eran... solo pesadillas. -mintió el joven carnero. El chino volvió a asentir pero su antiguo maestro notó la mentira al instante y tampoco agregó nada.
-¿Pasítea? ¿Por qué estás tan seguro y por qué crees que no es otra alucinación más? ¿Por qué no crees la teoría de Shaka, que Macaria puede estar de alguna forma alojada en el cuerpo de la hermana de Camus?
Blanco y en botella.
"La navaja de Ockham" quiso responder, pero debería explicarse algo mejor o no le entenderían.
El joven Aries se explayó.
-Todo se manifestaba en sueños hasta hoy, que Shaka alucinó y se desvaneció. -asintió, serio. -Macaria y Thanatos reinan sobre la muerte... Pasítea sin embargo... esposa de Hypnos y madre de los Oniros... sobre las alucinaciones y los sueños. Si las hermanas de los dioses gemelos han reaparecido, supongo que no es extraño que el resto de su familia lo haga también. El caballero de Virgo no suele enfermarse y no es normal en él desplomarse en su sala sucumbiendo a una fiebre alta y alucinógena.
Dohko asintió, escuchando el relato. Le permitió continuar con un gesto.
-Nadie ha muerto por aquí, pero al menos... cuatro de nosotros hemos estado soñando cosas... extrañas... Sé que Aldebarán lo ha hecho, al igual que Shaka. Vi a Ikki unos minutos y me confirmó que él también... bueno... ha soñado cosas vinculadas a sus miedos. Kiki también ha tenido pesadillas, aunque no lo recuerda, o no ha querido decírmelo, no lo sé. Lo escuché hablar toda la noche. Supongo que... todos de alguna forma lo sentimos. Macaria no podría hacer algo así y creo que solo es el miedo de Shaka a que la joven esté vinculada de alguna forma con el Inframundo. Me manifestó sus dudas, creyendo que Marianne... iría a por su collar de cuentas pero... Shaka es mi compañero de armas y mi amigo y creo que sus miedos escapan un poco a... esto.
No sería él quien comentaría allí abiertamente que el indio había estado vinculándose afectivamente con la hermana de su compañero a quien debía cuidar y no precisamente acostándose sobre su cuerpo desnudo.
-Hablaré con Shaka cuando despierte -dijo Dohko como toda respuesta. -Aún sigo sin entender del todo tu teoría, Aries. Todos soñamos sí. ¿Cómo estás tan seguro de que es ella?
-Porque la sentí y la ví. Esta tarde al volver de mi ronda, me dormí un momento y... en mi último sueño... yo asesinaba a Kiki. Le destrozaba pero... él es... como mi propio hijo y supongo que eso me despertó dentro de la pesadilla... porque sé con convicción que jamás podría lastimarlo realmente. Aquello me devolvió la certeza de que era un sueño, busqué su origen y pude verla. Nunca la ví antes, es cierto, pero... lo sentí. Que Shaka haya alucinado hoy sin estar durmiendo y que aquello fuera provocado confirmó mis sospechas. Creo que hay una esposa enojada con mucha descendencia atacando al Santuario ahora mismo.
Aquello terminó por abrumar a Dohko. Estaba extremadamente cansado, él también había soñado, pero no lo dijo.
-Hay algo que no entiendo... ¿cuál sería el fin de perseguirnos con pesadillas inofensivas? Según tú, Pasítea o Los Oniros o alguien vinculado al enemigo está persiguiéndonos en sueños. ¿Cuál es la lógica, Mu? Shaka no ha matado a la chica realmente, tú no has matado a Kiki... solo son pesadillas y ahí se quedan.
Shion sintió ganas de ahorcarlo. Estaba desmereciendo a su alumno solo porque no quería darle la razón, pero el carnero joven estaba en lo cierto. Quiso interferir, pero se contuvo. Después de todo, confiaba que aquel chico de ojos bondadosos a quien había amado también como a su propio hijo, pudiera defenderse solo. Mu habló.
-Está a la vista. -replicó orgulloso. Arrodillado en el suelo, estaba seguro de tener razón y Dohko estaba negando la situación. -Nos están debilitando. Llevamos tres días duplicando o triplicando nuestras rondas sin dormir. Al menos yo no he dormido y somos humanos. La privación de sueño es una de las torturas más crueles a las que puedes someter a un ser vivo. Somos caballeros sí, pero también somos humanos, Dohko. Estamos cansados. Caminamos durante horas vigilando para luego volver a nuestros templos y... despertar agobiados sin haber dormido ni descansado. Tenemos los nervios reventados y lo sé porque tengo espasmos involuntarios en los brazos y las piernas que no estaban allí hace una semana. ¿Cuánto tiempo más pasará hasta que comencemos a enfermar? Shaka no puede meditar, yo no puedo siquiera pensar demasiado sin tener un dolor de cabeza demoledor. Aldebarán se encuentra en la misma situación... somos más resistentes que los humanos sí, pero nuestro cerebro no puede trabajar sin dormir... Ese es el verdadero caballo de troya y ya está aquí.
Shion sonrió, dándole la espalda a la situación.
-Estoy seguro, anciano maestro, que están debilitándonos para que no podamos contener lo que vendrá y... a este paso van a lograrlo. Juegan con nuestras emociones y nuestros miedos. No estamos preparados para esto, para este desgaste físico y anímico. Podemos luchar sí, pero da igual que tan fuerte sea un ejército si nuestro cerebro deja de responder. -Hizo una pausa, no quería decir aquello en voz alta, pero lo hizo. -No podremos resistirlo mucho más. -sentenció.
Su mentor cerró los ojos. Tenía razón. Dohko percibió aquello y asintió, pero el joven Aries siguió hablando. Quería dejar en claro su punto.
-Lo que le sucedió a Shaka hoy es una muestra clara de ello... ¿para qué necesitan un ejercito de espectros si pueden torturarnos privándonos del sueño y obligar a nuestros cuerpos a matarnos lentamente? Sé que vendrán. Lo siento. Y cuando vengan... nosotros no estaremos en condiciones de defendernos. -dijo apenado. No quería volver a presenciar la destrucción del Santuario y ver a sus compañeros caer. Haber visto a su amigo en ese estado le había afectado.
Dohko lo obligó a levantarse con un gesto.
-Entiendo, Mu, tienes razón y... tu teoría tiene lógica, sí. -afirmó. Vuelve a tu templo, por favor, come algo y dile a Aldebarán que se quede contigo.
-Tiene patrulla esta noche.
-La haré yo. -respondió él, tajante y rápido, pero Shion esta vez no pudo contener su voz y giró a buscar sus ojos.
-¿Qué se supone qué estás haciendo? -preguntó el antiguo Patriarca, frunciendo el ceño. Aquello no le gustaba nada.
Dohko lo miró.
-Ahora mismo necesito cuidar a estos muchachos y al Santuario.
-Eres el Patriarca, Dohko -sentenció Shion, con la voz algo cortada por el miedo. -No puedes abandonar esta sala y menos para lo que intentas hacer.
El chino lo miró, triste.
-Permanecí sentado doscientos años, Shion. No voy a quedarme sentado esta vez, para ver a estos chicos morir aquí, puedo pelear.
Su antiguo compañero de armas protestó.
-No puedes, Dohko. No puedes porque el Patriarca debe dirigir este lugar y si no hay nadie que dé las órdenes esto se irá a la mierda y tú lo sabes.
El que alguna vez fuera el santo de Libra no contestó. Apoyó una mano sobre el hombro del guardián del primer templo y habló, dulce y sabio.
-Mu... hemos terminado aquí. Por favor, vuelve a tu templo y dile a Aldebarán que hoy no irá a su ronda. Come algo, aliméntate e intenta descansar. Sé que será difícil pero... al menos inténtalo. Dile a Tauro que puede quedarse contigo esta noche. Cuidaos mucho, por favor.
-¡Dohko! -volvió a protestar su camarada.
El carnero más joven asintió e hizo una ligera reverencia con su cabeza a modo de saludo antes de retirarse y volver a su templo.
Shaka había caído en la inconsciencia del sueño como si se hubiera apagado, preso de la fiebre. Mu, antes de partir y dejar a su amigo a su cuidado, le había hablado a solas.
-No quiero inmiscuirme Marianne... -había dicho el tibetano, con un dejo de tristeza. -Mi amigo es... un poco torpe... pero te quiere. Nunca supo muy bien cómo expresarse y ciertamente no ha tenido ni experiencia ni contacto con mujeres... o parejas en general... -sonreía al hablarle, como siempre. Esa vez sin embargo, se sentía ligeramente distinto. Ella había asentido, esa parte la sabía.
-Las emociones no son su punto fuerte y le cuestan un poco. Sé que te quiere y en sus formas complejas aún le es difícil demostrarlo, pero puedes enseñarle a hacerlo. Por aquí, no se nos da bien aprender el amor en general y supongo que lo habrás notado. Sé que demostrártelo le hará feliz, solo es algo inseguro en cuestiones amorosas. -Palmeó con suavidad su hombro dedicándole una cálida sonrisa. -Cuídale mucho, Marianne... por favor.
¿Aquello sonaba a una despedida? ¿A qué se refería el carnero?
La francesa suspiró. No entendía que sucedía por allí pero esperaba que su hermano estuviese bien. Revolvía la mantequilla mientras intentaba desmenuzar aquella conversación y darle un sentido.
Notarlo sí, claro que había notado que por allí habían hecho estragos con sus infancias y sus corazones, no tenía más que ver a Camus para cerciorarse de que no habían invertido demasiado tiempo ni afecto en enseñarle a aquellos jóvenes a vincularse. ¿Por qué lo harían de todas formas? Después de todo, su hermano tenía razón, eran soldados.
Cuando terminó con aquella mezcla se acercó a la habitación y se sentó junto a él. Palpó su frente suavemente y pudo ver que aún tenía muchas líneas de temperatura corporal extra que no deberían estar allí.
Sus párpados latían apresurados y negaba, protestando. Supuso que tendría otra pesadilla. El cuerpo del indio se sacudió involuntariamente y su rostro se desdibujó en una queja. Sea lo que sea aquello no parecía ser bueno y decidió despertarlo.
-Shaka.
ShakÁ
-Shaka, despierta, tienes que comer...
La voz llena de erres mal pronunciadas y errores de acentuación le arrastró de vuelta al mundo real. Volvía a soñar con ella. Se preguntó si el amor era análogo al miedo, porque se le parecía bastante.
-Shaka, debes comer -le dijo, ayudándolo a sentarse.
-Estoy bien -contestó él pero no, no lo estaba. Sentía sus escápulas arder y la fricción del cabello en las sábanas disparó pequeñas agujas a su cuero cabelludo. Tenía fiebre, sí y SUEÑO. Estaba agotado.
-Tienes que comer...
-No puedo comer, Marianne, llegaré tarde... -respondió él intentando levantarse, pero la joven le detuvo por los hombros.
-No. Un chico dejó esto para ti. Hoy descansas.-dijo ella extendiéndole la notificación de Adrián firmada por Dohko, que indicaba que sus rondas nocturnas habían sido canceladas. Se sentía humillado y quiso protestar pero ella no lo dejó.
-Soupe à l'oignon. -sonrió ella, apoyando el cuenco caliente en la mesilla junto a él.
El no entendió. El francés no era similar a nada de lo que él podía hablar pero le resultaba divertido escucharla aunque no tuviera idea lo que decía en absoluto.
-¿Qué significa eso? -quiso saber
-No tienes que entenderlo, solo probarlo. -sonrió ella acercando el cuenco para que pudiera comer. A él no le resultó visiblemente apetitoso y su estómago estaba completamente cerrado y blindado, pero ella no parecía enojada y decidió que unas cucharadas de aquello quizás no fueran el fin del mundo. Lo probó. Contra todo pronóstico, su paladar lo encontró delicioso.
-Tiene cebollas... en cantidades alarmantes -dijo él, investigando minuciosamente con la cuchara antes de volver a comer -Y queso.
La chica asintió.
-Sí. Sopa de cebolla. -Volvió a tocar su frente para controlar su temperatura y el cuerpo del indio se tensó bajo su mano. -Aún tienes fiebre.
-Estoy bien. -respondió él, pero parecía triste y... extremadamente cansado.
-Shaka... estas triste. Y tienes fiebre. Debes comer y descansar.
Shaká. Sonrió para sí mismo al escuchar su nombre pronunciado por ella. No quería terminar de comer y descansar porque eso significaría que la chica se iría de allí. No podía dormir bien de todas formas, así que jugó con su comida dilatando el tiempo cuanto pudo. Le gustaba que estuviera ahí, con él.
-No quería... No quería lastimarte Marianne. No quiero lastimarte. Siento haber... dicho algo que te hiciera enojar.
La francesa asintió y zanjó aquello con una sonrisa.
-Estamos bien. Termina tu comida.
La joven de cabellos oscuros se levantó para marcharse pero la voz del indio la detuvo.
-Marianne no... te vayas -le pidió. -¿Podrías hacerme compañía?
-Iba a por otra compresa fría para tu fiebre, pero sí.
-¿Dormirás aquí? ¿Conmigo? -quiso saber, avergonzado. El Shaka de los tesoros del cielo había dejado un cuerpo ajeno detrás, lleno de soledad y miedos nuevos, como un niño que le pedía a su madre que no le dejara solo.
Ella dudó.
-No es una buena idea, puede ser algo... confuso y lo mejor es que no duerma contigo, Shaka.
El suspiró. Nunca había explorado en profundidad el mundo afectivo y demasiado pronto sintió la resaca emocional que dejaba el rechazo. No era bonito, no, pero lo entendía. Así que eso se sentía.
-Lo siento, no deseo confundirte. -aseveró él un poco lúgubre, comió lo que quedaba en el cuenco y lo dejó sobre la pequeña mesa.
El no querer confundirme lo haces bastante mal, pensó ella.
-Shaka, yo no soy Camus -le dijo -Me gustan las cosas claras y... no quiero que me digan "te quiero" y luego que me dejen diciendo "No te quiero" y luego que quieran dormir conmigo. No es justo. Yo también siento y soy tan vulnerable como tú a eso. No sé que es lo que quieres porque no te aclaras ni tú. Si realmente te importo... solo dime la verdad.
Soy tan vulnerable como tú a eso.
Bueno él la había lastimado deliberadamente, pero había sido para protegerla. Cuando Camus le pidió que lo dejara con su hermana... quizás tenía razón. Él iba a morir, aquello estaba claro, y era más sencillo lidiar con un idiota desamorado a un amado... muerto. La guerra estaba demasiado próxima y su fin también. Asintió en silencio, no era bueno hablando de lo que sentía pero si era bueno siendo honesto. Decir la verdad era algo que sí podía darle si ella así lo quería.
-Voy a morir, Marianne. -le dijo, tan honestamente como pudo. -Voy a morir porque así tiene que ser y no quiero arrastrarte a eso. No quiero hacerlo porque te quiero y preferí que me odies a... que sufras. Tú... me haces feliz... y... tu compañía me alegra desde que te conocí. Te mentí porque era más sencillo que... esto. Te mentí porque te quiero y si yo tuviera la potestad de decidir sobre ti te sacaría de aquí tan rápidamente que ni te enterarías. Y lo haré, si es necesario y si así lo creo conveniente me tomaré esa libertad. Tú no puedes morir aquí, pero yo sí debo. Mientras tanto, tengo que cuidarte porque Camus así lo ha pedido y el patriarca, también. Solo cumplo órdenes, eso era cierto. Si por mi fuera, ya estarías lejos de aquí.
-No es decisión tuya, ni de Camus, yo también puedo tomar decisiones. Además... no tienes que morir aquí.
Shaka negó.
-Tú no perteneces a este lugar, Marianne, por más feliz que me haga tu compañía. No quiero ir contra todas mis creencias y convertirme en un egoísta y no quiero morir siéndolo. Tú... eres una joven dulce y mereces alguien que... pueda corresponder a esa dulzura y yo... me encantaría hacerlo pero no puedo.
-Sí que puedes, porque lo has hecho -protestó ella. Aquella conversación no le gustaba, sentía que estaba despidiéndose y aquel "Voy a morir" parecía demasiado cercano para poder y querer procesarlo.
El indio sonrió.
-Solo pude corresponderte un instante y ha sido maravilloso. Gracias por mostrármelo y permitirme... disfrutar de esa experiencia aunque solo haya sido un momento. No puedo corresponderte totalmente porque tu vida... tu vida no es esta, no aquí. Yo jamás podré escuchar David Bowie junto a ti, ni ver "Le professionnel" o como se pronuncie, comiendo pizza junto a tí porque... en esta vida tengo una misión que es... hacer de este mundo un sitio mejor para gente buena como tú.
-No Shaka. Aún... puedes hacerlo... aún podemos ver "Le Professionnel". Yo... puedo preparar... -Se interrumpió. No quería llorar pero lo hacía. La primera lágrima se le había escapado furtiva en una carrera veloz hacia su cuello.- Podemos hacerlo.
El atajó la lágrima, barriéndola con suavidad. Le hubiera gustado que aquello fuera cierto pero no lo era.
-Lo siento, pequeña. -respondió el rubio sintiendo que su corazón pesaba una tonelada de angustia. Había intentado evitar lastimarla y finalmente lo había logrado de todas formas. -Yo no puedo pero tú aún sí.
-No quiero que... mueras. Mi hermano... se ha marchado siguiendo su corazón, tú también puedes hacerlo.
Cogió su mano, entrelazando sus dedos con los suyos. Abrió sus ojos, despacio, para mirarla.
Les yeux sont le miroir de l'âme
-Me duele no poder corresponderte como necesitas y como mereces. ¿Sabes? Nunca vi una película, porque no me gustaba ir a la ciudad con los demás y aquí no tenemos nada parecido, pero me hubiera gustado ver una contigo. Quizás... si en mi imperfección, mi alma vuelve a la vida alguna vez... me gustaría reencontrarme con la tuya.
La madrugada terminaba de morir cuando Death Mask se estiró a buscar algo tras uno de los árboles que reconocía de memoria.
Afrodita, caminando a su lado, vestido con su armadura, se preguntaba cuánto más quedaría de aquella guardia.
-¿Qué buscas, Death?
La respuesta le llegó en forma del sonido de un mechero encendiendo un cigarrillo y el humo invadiéndolo todo a continuación.
-Necesitaba uno... -le dijo exhalando una bocanada casi orgásmica de humo. -¿Lo hueles no? -le preguntó el italiano con naturalidad pero el guardián del último templo malentendió la pregunta.
-Esa mierda que fumas huele fatal. -le respondió, cansado. Estiró su hombro para liberar la tensión que se le había acumulado allí y siguió caminando a su lado, lento.
-No me refiero al cigarrillo... -dijo inhalando profundamente y lo miró. -Huele a muerte.
El sueco giró su cabeza para buscar sus ojos.
-¿De qué estás hablando?
Death Mask asintió mirando el cielo, casi perdido.
-Puedo olerla, porque la conozco. Creo que están cerca, Afrodita. Deberíamos dar la alarma.
Iba a contestar que tenía una forma increíble de ser absolutamente perturbador, pero cuando miró a los ojos a su amigo, se dió cuenta de que iba en serio. Asintió.
-¿Estás seguro?
El santo de Cáncer no contestó. Miraba el cielo.
-Adelántate, Afrodita. Da la alarma y prepárate con los demás. -le contestó perdido- Intentaré llevarme los que pueda conmigo y daros algo de tiempo. Ha sido un placer luchar contigo otra vez -le sonrió de costado alejándose. Cuando el santo de Piscis miró nuevamente hacia arriba, pudo vislumbrar en la lejanía la primera de muchas siluetas negras que sobrevolaban el cielo.
Avisó inmediatamente elevando su energía y apuró el paso.
-No morirás solo, imbécil -le dijo, acercándose a su compañero.
Dohko, ataviado con sus ropajes de Patriarca, acomodó el casco sobre la silla ante la desesperación de Shion, quien lo miraba anonadado.
-Es una locura y lo sabes, ¡no puedes abandonar tu puesto, Dohko! ¡Mucho menos para ir a morir al frente! ¡No voy a permitirlo!
-Shion... -lo miró, acercándose a él. -Llevo tres días sin poder pegar un ojo y... no pude ver lo que tu alumno sí vio... porque... no sirvo para esto. Soy un guerrero... y debo ir a donde pertenezco. Al campo de batalla.
El antiguo carnero estaba desesperado, quería golpearlo.
-¡Es una locura Dohko! ¡No tienes armadura! Shiryu es quien debe pelear, ¡no tu! ¡Escúchame por favor!
-Amigo mío, es mi trabajo... -le sonrió.
-¡AMIGO MIO Y UNA PUTA MIERDA! -gritó como respuesta sujetándole por los hombros. -¡No voy a separarme de tí, no así, no otra vez! ¡Y llama a las cosas por su nombre! ¡Ni es tu trabajo ni soy tu amigo! ¡No voy a verte morir, Dohko! ¡No de esta forma ridícula! ¡El impulsivo de la relación era yo, no tu!
El chino rió, para no perder las costumbres.
-Shion... Sabes que antes de nuestros sentimientos hay... cosas más importantes. Yo, como Patriarca he tomado una decisión. Tú, como escolta de Atena, deberías ir a despertar a nuestra Diosa y notificarla.
Su antiguo compañero volvió a detenerlo.
-No, Dohko. Tendrás que matarme para cruzar esa puta puerta y voy en serio.
El chino volvió a sonreir.
-¿Por qué me enamoré de un Aries?
-Pues yo ahora mismo me estoy preguntando por qué me enamoré de un idiota kamikaze.
El tigre se acercó a él y lo abrazó.
-Te amo, por favor, no hagas esto. Llegarán hoy... lo sientes, ¿no? No sin armadura... No puedo verte morir.
-¿Y quién te dijo exactamente que voy a morir? Sobreviví una guerra santa... ¿Por qué no confías un poco más en mí?
-Porque eres un puto loco que saldrá sin armadura a ser carne de cañon.
-No los voy a dejar solos, Shion.
-No me dejes solo a mí, Dohko.
Mu se acercó en silencio a la habitación de Kiki. Se había dormido con la luz encendida y supuso que las pesadillas habían contribuido levemente a que el chiquillo tomara esa decisión arbitrariamente. Sonrió, mirándolo. El pequeño lo hacía sentirse padre, y como padre... tenía decisiones que tomar.
Lo arropó. El chico se movía bastante y las mantas habían decidido reptar fuera de la cama. Cuando lo cubrió, se detuvo en su rostro un momento y lo contempló. Acarició su cabello como si fuera la última vez y le dio un beso dulce en la frente.
-Maestro Mu... -susurró el pequeño, entreabriendo sus ojos vivaces.
-Descansa, pequeño -le contestó en un susurro. -Es hora de dormir.
Por motivos biológicos no tendría hijos -aunque los deseaba- pero su corazón no entendía de biología ni de tonterías y sentía tanto amor en ese momento que lo abrumaba.
Cuando el niño volvió a apagar sus párpados, salió a la sala, portando su armadura. Aldebarán le esperaba en la gran sala de su templo, también con sus ropajes dorados.
-Mu...
El tibetano levantó la mirada, buscándolo con un dejo de tristeza para besarlo, con necesidad.
-Vamos a descansar. Duerme tu lo que puedas. Yo haré guardia despierto. Luego cambiamos-dijo Tauro.
Se sentaron en el suelo del templo utilizando sus respectivas espaldas para apoyarse mutuamente. La mano izquierda del carnero buscó la mano derecha del toro y dejando caer su cabeza sobre un costado intentó dormir, aunque ya sabía él que no podría.
-¿Alde? -preguntó el guardián de la primera casa con la voz cansada.
La voz gruesa y serena del brasileño contestó.
-Sí, cariño.
-Eres lo mejor que me ha sucedido en esta vida. Si... salimos de esta... vivos...
-Si salimos de esta vivos... -repitió el toro, divertido.
-Nos iremos de aquí. Pediré la baja y tu también. -sentenció. -Nos mudaremos a Jamir. Criaremos a Kiki y adoptaremos otro niño, tu y yo.
Aldebarán respondió presionando su mano.
-Dos. Quiero una familia numerosa.
El carnero cerró los ojos.
-No te atrevas a morir.
Dohko no sabía que June y Shaina hacían las rondas en lugar de Marin porque tampoco sabía que la japonesa estaba cursando lo que sería una crisis aguda de pánico con un cuerpo aturdido de hormonas y un bebé por primera vez en su vida. Con el león fuera y sin noticias de él -lo único que supo fue que le habían herido y que habían destrozado al escorpión- había pasado de sentirse un ave de presa a un pajarillo aterrado en cuestión de días. Una nueva guerra se avecinaba y a diferencia de otras batallas... todo era distinto ahora.
Tenía algo demasiado importante para proteger.
-Iré yo -había dicho Shaina esa noche.
-No, Shai, no es justo. Yo iré... necesitas descansar, te ves fatal.
-No seas tonta. -le respondió la cobra. -Que hoy toca con Jabu y tiene buen culo. Mañana me cubres tú con Ichi.
-¿Te cuidarás?
-Siempre lo hago.
Eso era mentira, porque en realidad su amiga era impulsiva como el fuego que regía su signo y le encantaba meterse en líos.
-Shaina... por favor... la madrina del niño tiene que estar viva cuando nazca.
-No me perdería el nacimiento del aguilucho por nada del mundo. Además tengo que estar ahí para que no la lieis, tu y el gato ese.
Ella sonrió.
-Vas de dura y eres tan buena.
-No lo digas, que nadie se entere -le dijo sonriendo.
Esa fue la última vez que escuchó a su amiga antes de los sucesos de aquella mañana.
Había intentado dormir nuevamente, pero no lo consiguió. Estaba inquieto, pero al menos la fiebre había desaparecido y no había vuelto a tener alucinaciones durante la madrugada. Eso era un buen síntoma, supuso, pero su voz interna lo negó.
Poco tiempo más tarde habían hecho el amor cuando ambos cuerpos respondieron a un abrazo profundo, para fundirse y corresponderse mutuamente en lo que el indio profundamente sabía, sería su despedida.
-Te quiero -le había dicho ella, mirándolo a los ojos.
Les yeux sont le miroir de l'âme.
Dos palabras.
Te.
Quiero.
Era la primera vez que las oía.
Las devolvió.
-Y yo a tí.
Aquellas dos palabras, nunca habían sido pronunciadas para él en 26 años de vida.
Para cuando escuchó los primeros gritos que rápidamente transformarían el Santuario en un infierno aquella mañana, aún la observaba dormir, aferrada a él.
No había logrado dormir demasiado aquella noche, dormitó intermitentemente durante horas hasta el momento del sobresalto. Los gritos llegaron a los oídos del carnero, lejanos, desgarradores, agudos. Gritos y el sonido de golpes que lo opacaban todo. Gritos y el golpe que se dio él mismo, cuando el cuerpo de Aldebarán saltó alejándose de él.
Cayó al suelo con un sonido sordo que lo aturdió. Buscó al toro con la vista intentando levantarse.
-¡Alde!
-¡Mu! ¡Ve por Kiki! -le gritó. -¡Muévete!
El santo de Aries se levantó tan rápidamente como pudo solo para asomar sus ojos fuera y ver como las figuras que sobrevolaban el santuario comenzaban a atacar, destruyéndolo todo a su paso.
-Lo siento, hijo -murmuró antes de teletransportar al pequeño lejos de allí antes de ver el rayo de luz que se dirigía a él...
...pero que el toro logró interceptar con su cuerpo antes de gritar.
Milo no podía responder corporalmente, pero allí estaba sí.
Lo escuchaba todo.
Quería mover su cuerpo pero todos sus sistemas físicos estaban apagados, así que lo único que pudo hacer en esa densa oscuridad fue recibir las palabras del francés.
Escuchaba todo, absolutamente todo.
Sabía que su enfermera simpática se llamaba Bricia y que su novio era un imbécil. Sabía también que se había muerto una vez y que podía volver a hacerlo. Sabía que Aioria había seducido a una chica del hospital para conseguir información, la mujer se había referido a él como el "tio bueno de los ojos verdes, el hermano del casi-muerto" y "vaya brazos tenía", tenía que ser Aioria, ¿a qué otro tío bueno con "vaya brazos" y "ojos verdes" le importaba?
Escuchó la voz de Camus recitando un libro aburridísimo y la voz de Aioria. Escuchó al león llorar. Quiso protestar. No quería ni que lo lloren ni que le lean. Lo escuchaba todo.
Escuchó a Camus... diciéndole....
Bueno escuchó a Camus diciéndole cómo se sentía y sintió la urgencia de responder pero no logró dar con el interruptor para poner a andar aquel cuerpo y solo pudo irradiar calor. Camus, Camus, si tan solo supieras... como te amo yo a tí.
También escuchó la voz de Saga, entrando a la habitación. ¿Qué cojones hacía el cabronazo interrumpiendo la declaración de amor más esperada de los últimos 20 años?
-Camus... tenemos que volver. -dijo el griego que sí podía hablar y andar, sin decir nada más.
No no no, ¿cómo que volver? se desesperó. Su corazón físico dió otro salto.
Vete Saga, vete que fastidias.
-No puedo volver Saga, no aún, no hasta que Milo despierte.
-No tenemos opción, Camus. Han atacado el Santuario... y es una carnicería. Hay... muchas, muchas bajas.
¿Bajas? ¿Carnicería? No, Camus, no. Tú no, tu no vayas.
Milo quiso gritar pero sus labios ni siquiera se movieron.
El francés se levantó, intentando no levantar la voz, pero la desesperación subió desde su estómago hacia su pecho en una fracción de segundo.
-¿Bajas? ¿Pero de qué hablas? ¡Mi hermana está en el Santuario, Saga! ¡¿cómo está mi hermana?!
-No lo sé, Camus, solo sé que debemos ir ya y que la cosa no pinta bien. Ya envié a Aioria, solo quedamos tú y yo.
Aioria... Marin... El bebé... oh, Dioses, no el bebé...
El espíritu de Milo pujaba con una fuerza tan atroz que creyó que reventaría su propio cuerpo. Quería gritar, sea lo que sea, si lo de Aioria era inevitable... al menos Camus NO debía ir. No podía irse. No. No iba a morirse el muy hijo de puta ahora qué el estaba enredado en aquellos cables y no podría meterle la polla hasta la garganta mientras le decía que lo amaba, que ni se le ocurriera la estúpida idea de volver a morirse.
-Marianne... -murmuró, angustiado. Saga pudo ver su desesperación, y Milo no pudo verla pero pudo escucharla.
-Estoy seguro que Shaka la dejará fuera de esto, Camus. -asintió. No le diría que aquel ataque había sido la peor emboscada en la historia y que todo indicaba que de los templos solo habían quedado ruinas, lo vería él mismo.
-Necesito saber si mi hermana está bien. -tenía un nudo en la garganta tan ajustado que su voz se entrecortó.
-Por eso, debemos irnos ya. Despídete y vamos, que nos necesitan.
Por sus huevos que se irían. Pensó Milo.
Camus observó a su amigo, totalmente dormido.
-Lo siento, Milo... lo siento de verdad. Es mi hermana. Volveré tan pronto pueda. -se disculpó.
El corazón de la bella durmiente protestó también, haciendo una fibrilación auricular que llamó a varios médicos que les echaron de la sala con rapidez para intentar regularizar aquel cuerpo alterado y evitar que se descompensara.
Camus intentó espiar, desesperado.
-Saga... yo... no puedo irme ahora... Milo esta... Mi hermana... ¡coño!
-No estaba sola, Camus. Estoy seguro de que Shaka la ha puesto a salvo. Estaba con uno de los santos más poderosos y alejada de la entrada -volvió a mentir, no estaba seguro. Hasta donde sabía el templo de la Virgen era solo un recuerdo. -No puedo volver por tí mas tarde pero si no vuelves conmigo ahora mismo... te expulsarán de la orden, eso lo sabes.
Dos médicos más entraron rápidamente a la sala y a juzgar por la velocidad que llevaban lo que sea que pasara con Milo no iba bien. Se debatió de una forma tan horrible que quiso morirse para que aquello fuera más sencillo.
¡QUE TE EXPULSEN, ES QUE DA IGUAL CAMUS! Quiso gritar otra vez pero nada salía como quería. Sus labios seguían sellados.
-No voy a dejar morir a Milo solo aquí yo... lo siento Saga. Solo... espero que... confiar en Shaka no haya sido un error o me moriré.
El griego asintió.
-Intentaré encontrar a tu hermana y si doy con ella y puedo, la pondré a salvo. Te avisaré. -asintió. El también tenía un hermano y una persona a quien había amado de la misma forma. Creyó, desde su tortuosa alma, entender aquella decisión. -Ah y... Camus...
El francés lo miró, desgarrado. No entendía nada de lo que sucedía y su mente se había desconectado.
-Si sobrevivo, diré que no te ví.
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