20. Dies irae, dies illa
Notitas de amor:
Perdón por lo extenso de este capítulo. Especialmente el final, sé que es bastante sensible.
Con respecto a las frases utilizadas durante las diferentes escenas finales, son del Réquiem de Mozart. Me pareció interesante utilizar ese recurso para darle algo de ambiente a lo que sucedía.
Espero que se disfrute tanto la lectura como yo disfruté con la escritura.
Comentarios y votos hacen feliz a la autora y salvan a un panda de la extinción.
Dedicado a la increíble degelallard por ser tan linda siempre y ser la comentadora número 1 de la historia, si igual hasta se merece tomar un papel en el fic... ¿por qué no? Estamos aquí para hacer ficción y crear después de todo. :)
Porque quiero algo de tí.
Bueno, eso era bastante evidente considerando que el aguador pasaba poco por allí, quizás porque le recordaba tiempos no demasiado agradables y porque había conversaciones que ambos preferían evitar.
Se vistió con naturalidad delante de su compañero, y la curiosidad que le caracterizaba le llevó a preguntar sin rodeos.
-¿Yo? ¿Y qué quieres exactamente de mí?
El francés fue al grano, rápidamente.
-Bueno quiero un poco de tu conocimiento, Saga.
El guardián de Géminis engulló una pastilla sin ningún líquido y su rostro se desdibujó en un gesto de asco al tragar. Aquello le jodería luego, se dijo.
-Te has confundido de templo, son 3 casas más arriba. Busca a Virgo.
Se sentó en la cama para buscar a ciegas su calzado, con los ojos del aguador fijos en él. Dio con una de sus sandalias, pero la otra no tenía intenciones de aparecer por allí.
-Lo que necesito es acceso a los archivos del Santuario.
La cabeza del caballero de Géminis rotó en su cuello mientras una sonrisa amplia y divertida se dibujaba en su rostro. Dejó escapar una risa poco sutil, aquello le resultaba hilarante. El aguador sin embargo, lo miraba muy serio, lo que le dio la certeza de que aquello no era una broma. Su sonrisa se deshizo y se transformó en una mueca curiosa. Enarcó una ceja.
-Ah, hablas en serio.
Camus asintió.
-Sí, necesito acceso a los archivos del Santuario y sé que tu sabes donde están.
El griego volvió a reír.
-¿Es que jamás me buscaran para nada que sea ni un poco legal? -suspiró -¿No te gustaría agrandar ese delito con un poco de drogas, profanar alguna tumba, matar algún compañero y una Exclamación de Atena o con un solo castigo va bien? -preguntó con una risa socarrona.
-Necesito ver algo, solo serán unos minutos. ¿Sabes si tienen nuestros registros adoptivos?
Vale, necesitaría otra pastilla para digerir todo aquello, pero asintió.
-Digamos que por aquí saben hasta cómo llevaba las bragas tu madre el día de tu concepción, sí. ¿En qué lío te has metido, francés? O, más importante aún, ¿por qué vas a arrastrarme a mí a ese lío?
El galo suspiró, Saga tenía razón. No era justo arrastrarle sin explicarle el motivo de su búsqueda.
-Un amigo tiene algunas dudas acerca de su nacimiento.
Manoteó la segunda sandalia, escondida bajo las sábanas. ¿Cómo había llegado ahí? No quiso saber.
-Ya veo. Por simple curiosidad: ¿Tu amigo eres tú o Milo? Quizás sé la respuesta. Dispara, que tengo unos cinco minutos antes de decidir si voy a ayudarte a profanar una sala prohibida y ser castigado con un mes de patrulla nocturna.
-Milo. Quiero saber dónde lo abandonó su madre. Podría buscarla.
El griego enarcó una ceja. Su memoria era increíblemente buena, muy a su pesar. Ya le gustaría olvidar la mitad de su vida, pero no podía.
-Pues ya te digo yo que sila encuentras no podrá decirte nada, porque la madre del escorpión está muerta.
El calor era cochambroso, agobiante y la caminata había sido eterna. Los vuelos solían estresarles un poco, pero aquel clima lo tornaba todo imposible... después de todo Aioria había dormido solo 3 horas -en el maravilloso y poco amable colchón de su ahora exclusiva pareja- y su amigo, luego de aquel drenaje nocturno (y diurno), no se encontraba mucho mejor. Ambos esperaban que su estadía allí fuera breve y pudieran volver a casa pronto.
Resolvieron rápidamente que Aioria se ducharía primero
(siempre eliges piedra, Milo)
mientras el escorpión estudiaba la situación sentado en su cama. Aquello no tenía pintas de ser ni medio normal, pero debían asegurarse. Esperaba que fuera una exageración de Dohko, pero las noticias que incluían muertes extremadamente violentas y aleatorias eran demasiado frecuentes y extrañas para ser simples casualidades. Ojeó con curiosidad los periódicos tomando algunas notas sobre la cama.
Le costaba concentrarse, no podía dejar de pensar en Camus. ¿Estaban bien? Aquella interrupción de Adrián no había podido ser menos oportuna y allí estaba, intentando hacer su trabajo sin superar aquel encuentro.
Finalmente, luego de muchos años de correr en círculos, pudo entender por qué se distanciaba de él. ¿Por qué había sido tan ciego? Después de todo----
La voz de Aioria lo sacó de sus pensamientos. Contra todo pronóstico, iba vestido.
-Milo... ¿Podemos hablar? -aventuró secando su melena clara. El escorpión asintió dejando sus notas de lado para prestarle atención. El león prosiguió. -Marin quiere exclusividad... y yo también. -dijo al fin, casi avergonzado. Sabía que Milo no lidiaba bien con el rechazo y a pesar de que solo eran amigos, llevaban acostándose más tiempo del que podía recordar. Éste, sin embargo, le sonrió como respuesta.
-Bueno... quiero intentar eso de la exclusividad también, así que no tienes que decir nada más. Somos amigos, chico. -convino él con mucha seguridad. -Ya se estaba tardando en pedírtelo ¿no?
El castaño suspiró, paseando una mano inquieta por su melena.
-Creo que está embarazada.
-¿Muerta? -inquirió Camus abriendo los ojos como si sus globos oculares quisieran escapar de su rostro. Aquello era una sorpresa pero quizás Saga estaba equivocado. El griego sin embargo asintió con absoluta certeza.
-Sí, muerta. Falleció cuando nació Milo. El único de los 12 que fue abandonado realmente es Shaka, tenía días de vida cuando le dejaron en un Templo en... -rebuscó en su memoria la información, pero su cabeza aún no estaba completamente lúcida. - Kus--- Kushinagar... Uttar Pradesh... o algo así, él sabrá pronunciarlo mejor, supongo. Unos monjes le criaron y un contacto del Santuario dio con él. Por allí decían que el chico tenía ciertas... cualidades y 26 años después efectivamente está custodiando el templo de Virgo.
El francés miró a su compañero con algo de admiración y recelo, ¿había leído todos sus expedientes? ¿Qué sabría de él? Un ligero frío recorrió su espalda. Bueno, después de todo, le había buscado con esa intención exactamente, pero ver que aquel hombre tenía tanta información, le abrumó.
La voz de Mu resonó en su memoria: "No hagas preguntas si no estás preparado para oír la respuesta, Caballero."
Él sí quería esa respuesta, preparado o no. Quería indagar porque aquella respuesta quizás podía ayudar a reconstruir la historia y el corazón de Milo.
La voz del caballero de Géminis interrumpió sus pensamientos.
-Maître, necesito café. Ponme uno si quieres seguir sacándome información. En la cocina, segunda puerta, izquierda. -le indicó levantándose para buscar torpemente el baño, debía lavarse la cara o su cuerpo no entendería que debían ponerse en marcha.
Camus asintió, sabía que al griego le vendría bien un poco de cafeína para despertar aquel torturado cerebro. Desde que habían vuelto a la vida, había oído algunos rumores de que el gemelo no lo llevaba del todo bien. Se alejó rápidamente pero unos minutos después, los pasos se unieron a él, cuando preparaba su bebida.
-¿Una taza? ¿Tú no quieres? No me gusta desayunar solo. -escuchó a sus espaldas el francés y negó con la cabeza. Eso sería una pésima idea, pensó.
-Llevo 5 o 6 ya, si bebo una más mi sistema nervioso central colapsará... estoy bien así, gracias.
El griego acomodó su altísimo cuerpo en una silla, prestando especial atención a las hábiles manos de su compañero. Le había despertado curiosidad la "búsqueda" de su amigo y aquello de "las dudas acerca de su nacimiento".
-¿Puedo saber por qué quieres encontrar a la madre del escorpión? -preguntó engullendo una segunda pastilla, esta vez, con agua. Supuso que necesitaría más que eso para calmar aquel dolor de estómago que se acercaba peligrosamente a una úlcera y acallar sus ácidos estomacales, pero de momento iba bien.
Camus no le daría tanta información, solo la necesaria.
-Milo cree que su madre le abandonó al nacer. ¿Cómo sabes exactamente todo... eso?
Saga le obsequió una sonrisa torcida, incompleta. Miró al francés con incredulidad, como observando a un chiquillo inocente que acababa de hacer una pregunta tonta con una respuesta obvia.
-Cuando eres Patriarca por designación legal, debes saber quién es quién. Cuando eres Patriarca porque te cargas a un hombre y debes fingir ser él pero tu motivación es básicamente controlarlo todo, ciego de poder, también debes saber quién es quién. Si tienes 11 personas extremadamente poderosas a tu disposición, debes saber quienes son y si puedes saber qué debilidades tienen, igual mejor. Todos tenemos debilidades, supongo. Mi trabajo era aprenderlas.
La espalda de Camus se irguió sin que pudiera notarlo, con un gesto de tensión. Sabía que todo aquello era agua pasada, sí, pero no dejaba de incomodarle que el griego supiera tanto acerca de todos ellos... entendiendo el contexto. ¿Cómo podía procesarlo? ¿Que les había estudiado a todos para mantenerlos bajo control?
"No hagas preguntas si no estás preparado para oír la respuesta, Caballero."
-¿Embarazada? -repitió Milo sorprendido. Eso sí era totalmente inesperado. ¿Embarazada Marin dices?
Aioria asintió dejando caer su cuerpo en la cama, preso del agotamiento.
-Eso creo. Esta mañana estaba particularmente... sensible. Se despertó y supongo que vio las marcas que dejaste y no me refiero a la cicatriz de mi muslo izquierdo, sino a las más recientes. Hablamos, lo aclaramos... pero luego, cuando desayunamos... -el león rió divertido- lo vomitó todo, chico. El café de Marin es bastante malo pero es que parecía la niña del Exorcista. Aquello era... Milo, jamás he visto a nadie vomitar así, ni a Shaka, cuando lo obligamos a beber Ouzo. Me dijo que había bebido mucho la noche anterior y que no se sentía particularmente bien, pero... -el guardián de la quinta casa hizo una pausa pensativo- luego nos acostamos y... la noté... diferente, ¿sabes? Cuando terminamos... le pregunté si había tenido la regla normalmente... y no.
Milo enarcó una ceja.
-¿Estás seguro que está preñada?
-No, bueno, ella tampoco lo sabe. No asoció los síntomas y... hoy iría a por una de esas pruebas para enterarse. Se supone que debería estar allí, pero Adrián trajo la puta notificación y aquí estoy. Quiero terminar esta mierda y volver, Milo. Es lo único que puedo pensar ahora mismo. Que no sé si voy a tener un hijo y que no estoy allí con ella. -suspiró resignado.
El escorpión miró a su amigo, que parecía perdido. No sabía lo que sentía, pero pudo intuirlo. Sabía que el cachorro moría por el águila y estar lejos en esas circunstancias era difícil para ambos.
-Y tú... ¿Cómo estas con eso? Quiero decir... ¿quieres un hijo? -Jamás hablaba de una forma que no le resultara sincera, y sabía que traer un niño al mundo -a ese mundo específicamente- era una locura abismal.
-¿Yo? Bueno no lo buscamos si esa es tu pregunta, pero si efectivamente está embarazada... me hace ilusión, creo que sería un buen padre, ¿no? -preguntó algo inseguro. Toda su confianza se había esfumado de aquel cuerpo bronceado y parecía más pequeño. Su amigo como respuesta sonrió, esa sí era una certeza, daba igual en qué mundo... estaba seguro de que sería un padre increíble. Sintió el eco de una nostalgia dulce, recordando al león adolescente en una posición similar en la cama de algún otro hotel, en alguna otra misión, mientras decía alguna guarrada para molestarlo... pero el león adolescente ya no estaba allí, el que estaba allí era su amigo/hermano adulto hablando de paternidad y los retrasos en la regla de su novia.
-Claro que serías un buen padre. Yo seré el tío "cool", que le lleva de putas y le compra cigarrillos a escondidas de su madre.
Aioria rió, lo que provocó la risa del griego de ojos azules a coro. También podía sentir algo de esa misma nostalgia y el miedo, pánico, de hacerlo todo mal.
-No quiero ser un padre de mierda, Milo. -le dijo, serio, cuando cesaron las risas. -Si Marin está embarazada, yo no quiero que mi hijo viva lo que vivimos nosotros. Me niego a criarlo a los golpes y de solo pensarlo... -negó con la cabeza, con seguridad -Si alguien le pusiera un dedo encima le arrancaría el brazo y me lo comería en su puta cara.
El escorpión entendía perfectamente a lo que se refería y se limitó a asentir. Él no tenía idea de biberones y pañales pero sabía con absoluta certeza que querría a ese bebé cachorro como a su propio hijo y que ningún niño en el mundo debía sufrir los castigos físicos y mentales a los que muchos de ellos habían sido sometidos, especialmente no el hijo del noble gato dorado. Él no lo permitiría, jamás.
-¿Lo dejarás? -preguntó curioso y no estaba seguro de querer saber aquella respuesta. Si Aioria se iba de la quinta casa el vacío sería demasiado grande para poder procesarlo con el grado de sensibilidad que llevaba.
Su amigo asintió.
-Bueno, no puedo hablar por Marin porque también es su decisión, pero creo que sí, creo que lo dejaría. -El león hizo una pausa. Ahí estaba. Se alegró por su amigo, pero aquello tenía un sabor agridulce. A pesar de sentir ese ligero tirón dentro de su corazón, su amigo sonrió.
-Terminemos esta misión y vamos a casa.
"No hagas preguntas si no estás preparado para oír la respuesta, Caballero."
Saga bebió el café que le ofreció el santo de Acuario, lo que despertó sus sentidos. Lo ayudaría, sí. El francés había sido su aliado silencioso en su última batalla y después de todo, algo los unía tácitamente. Solo ellos sabían cómo se habían sentido, especialmente aquellos tres, contando al español.
-Se que lo que hice no está bien, Camus. -le dijo cuando notó la tensión del francés. Lo invitó a sentarse con un gesto. -Lo tengo claro y créeme que estoy pagando por ello.
Camus asintió, sabía comunicarse con Saga con gestos. Lo había aprendido en 12 breves horas antes de morir. Cuando el griego vió que su compañero lograba relajarse, prosiguió.
-Con respecto a la madre del escorpión, no recuerdo su nombre, pero sí que no dieron con la identidad de la chica hasta unos meses más tarde. Iniciaron una investigación policial porque había llegado al hospital, golpeada e inconsciente y cerraron el caso como asesinato. Investigaron a su novio, quien supongo sería el padre de Milo, no lo sé con certeza. Tampoco sé exactamente si aún vive, o qué sucedió con él. La chica era turca y muy joven, eso sí lo recuerdo. Estaba casi muerta cuando salvaron al niño.
Camus sintió una pena tan grande que tuvo que hacer un trabajo consciente en regularizar su voz, para no mostrarse afectado. Asintió.
-¿Recuerdas algo más?
-¿Del nacimiento de Milo? Solo que un médico lo entregó a la policía y a servicios sociales porque su madre ya estaba demasiado muerta para hacerse cargo del niño y sin la identidad de la joven, el crío pasó a manos del estado. Sé que en el registro está el número de archivo del caso del fallecimiento de su madre, pero no recuerdo más. -El gemelo vislumbró la angustia en los ojos del aguador y si bien siempre supo que aquellos dos se amaban, verle tan vulnerable era nuevo. -No es una historia bonita, pero creo que por aquí nadie tiene una. -suspiró.
El francés asintió. Al menos él recordaba a su madre y las cosquillas de sus besos.
-¿Puedes ayudarme a conseguir ese registro? -dijo, serio. Lo conseguiría y le daría a Milo la libertad del recuerdo de Némesis. Si aquello era cierto, nadie lo había abandonado y tendría una tumba que visitar, para cerrar su ciclo. Le pareció justo. Quizás no era un hombre de grandes demostraciones verbales, pero quería devolverle a Milo la certeza de que probablemente fue muy amado. Quizás pudiera encontrar alguien que conociera a la joven -alguna amiga, quizás- alguien que brinde un testimonio de lo que realmente sucedió. Buscaría hasta el fin del mundo si era necesario, sí... y si ese registro le devolvía el amor que necesitaba, pues él se encargaría personalmente de conseguirlo.
El griego asintió.
-Sí, pero no puede ser ahora. Lo haremos de madrugada, cuando Dohko duerma y haya un cambio de guardia exactamente a las 02.15. Tendremos solo 10 minutos así que debemos ser extremadamente rápidos. Nos quedaremos en tu templo, para no levantar sospechas y partir desde Acuario. Creo que Afrodita tiene patrulla nocturna hoy, si te va bien.
Camus asintió.
-Gracias, Saga.
El gemelo no sonreía demasiado, pero hizo un gesto que lo imitó. No sabía en qué estaba metido el francés, pero supuso que devolverle la verdad de la historia a un chiquillo que había visto crecer era algo que merecían por derecho. Se cagaba en el santuario y sus reglas arcaicas.
-El plan es una puta locura, mejor agradéceme cuando tengas el registro en la mano y no estemos castigados un mes o dos por profanadores.
Aquella penetración profunda y lenta lo llevaba a un éxtasis exquisito. Los ojos abiertos del indio
-Les yeux sont le miroir de l'âme-
observaban con fascinación hipnótica a la joven arquearse bajo su cuerpo. Le resultaba maravilloso al fin, poder descubrir que su corporalidad tenía una forma de comunicarse y que solo debía permitírselo. Ella se aferró a él, buscando su propio clímax con ansias. Él a su vez, buscó su mirada e incrementó el ritmo para brindarle el placer que buscaba... después de todo, no había necesitado más que aprender a escuchar su propia piel.
Pudo sentir la contracción ajustando su cuerpo y acompañó con el vaivén de sus caderas el final entre gemidos suaves de la francesa y fue esa misma contracción la que lo arrastró con ella unos segundos después. Se desplomó con un jadeo para recuperar el aliento y cerró sus ojos para recibir las últimas oleadas eléctricas de su vientre.
Ella, a su vez, también apagó su mirada para disfrutar de la relajación que la envolvía y el peso del cuerpo del rubio.
-Te quiero -le dijo él sin pensarlo.
Toc, toc, toc
Toc, toc, toc, toc
Ella no pudo responder, porque alguien golpeaba la puerta como si su vida dependiera de ello. Se asustó. Shaka fue quien reaccionó más rápido, levantándose con urgencia.
-Un momento... -pidió, algo confundido mientras se vestía tan velozmente como podía. Ya se calzaría luego.
-Lo siento Shaka, cielo, necesito a la pequeña Camus. -dijo una voz ansiosa del otro lado de la habitación.
Marianne ya había comenzado a acomodarse la ropa y salió, rápida y tan confundida como el indio.
Una perturbadísima Marin aguardaba nerviosa. Cuando la francesa se asomó, la cogió rápidamente del brazo y se excusó.
-Prometo devolverla en unas horas sana y salva, ¿sí? Necesito llevarme a tu amante al pueblo un momento.
El indio aún intentaba readaptarse al mundo real y le pilló algo confundido, pero negó rotundamente con la cabeza.
-No puede irse, Marin. Le prometí a Camu---
-Camus no se enterará de esto, ¿vale? No voy a decirle nada y tú tampoco. Me da igual el aguador, cielo, es que ahora mismo tengo una emergencia médica y la necesito.
-¿Emergencia médica? ¿Qué pasó? Yo puedo ayu---
-¡SHAKA! -gritó Marin perdiendo los estribos, interrumpiéndole. -¡Que tengo una emergencia médica personal y no puedo perder tiempo! Ella viene conmigo y luego la acompaño aquí sana, salva y preciosa en una pieza para que sigáis jugando. Y si Camus pregunta, pues le dices que necesitaba de sus cuidados y ya, que no es tan difícil.
El indio suspiró.
-Cuídala porque si algo sucede Camus creerá que es mi culpa... que lo es porque---
-Shaka cielo, shhhhhh.. -agregó la japonesa con impaciencia haciendo un gesto que imitaba cerrar una boca. -Creeme, sé como cuidarla. La devolveré en una pieza, lo prometo.
Ambas abandonaron el templo en silencio, pero la francesa habló casi llegando al templo del león, aún algo confundida.
-¿Emergencia médica? ¿Estas bien?
La japonesa suspiró y asintió, bajando las escaleras con angustia. Tendrían un largo camino hacia su cabaña, pero hizo silencio hasta entonces. Al llegar a su pequeña casa, la invitó a sentarse y para responder al gesto de curiosidad de la hermana menor del aguador, habló, sin mas dilaciones.
-Estoy embarazada. Eso me dijo el puto palo donde acabo de mear. Estoy aterrada, asustada y necesito tu ayuda, porque no sé qué debo hacer.
Marianne la miró, sorprendida. La castaña era dulce pero se veía realmente alterada. No entendía qué tipo de ayuda le pedía. Caminaba de una esquina a la otra como un gato inquieto y espantado.
-Sabes que soy enfermera y no doctoresse*, ¿verdad?
-Sí, lo sé... pero sabrás que hacer ¿no? Es que... yo no sé. Habrás notado que por aquí no hay muchas mujeres embarazadas.
Ella asintió. No lo sabía pero podía suponerlo y entender los motivos.
-Está bien, en primer lugar... reste calme.** Calma. ¿Cómo puedo ayudarte?
Aquella pregunta detonó en Marin un sinfín de emociones que se desataron como el caudal de un río indomable. Quería llorar, gritar, quería a Aioria. Tenía la horrible certeza de que algo malo sucedería en ese viaje y no podía evitar pensar que así sería.
-No lo sé. Es que... no sé los pasos a seguir, ¿sabes?
Marianne asintió, se levantó y le sirvió un poco de agua. Le alcanzó el vaso con tranquilidad.
-Bebe un poco y... respira.
La japonesa asintió e intentó calmarse. Inhaló profundamente.
-Tengo miedo, Marianne. No quiero que algo le pase al bebé... o a Aioria. Tengo un terrible... horrible mal presentimiento. Lo siento aquí. -dijo con ganas de llorar, señalando su corazón.- Es que algo no va bien y lo sé.
La chica acarició su espalda, a su lado.
-Bueno, poco a poco. Debes coger cita con un docteur que pueda monitorear a bebé y asegurarte que está bien. Eso es lo que puedes hacer ahora. Puedo ir contigo.
-Es que... -una lágrima traicionera rodó por su mejilla- sé que algo pasa con Aioria. Lo sé. Lo sé en mi corazón.
Las horas habían arrasado con todos sus relojes.
Habían decidido terminar aquello rápido. Después de todo, ambos querían volver a casa. Estaban cansados, sí, pero luego de algunas horas de investigación Irían personalmente a inspeccionar el lugar, terminarían la tarea, y cogerían un vuelo de vuelta a Atenas tan rápido como pudieran.
Dies irae, dies illa...
(Día de ira aquel día...)
El bosque que atravesaban estaba cubierto de una niebla espesa y densa. Cerca de la medianoche, una luna diminuta y tenue no alcanzaba a alumbrar aquella oscuridad que los devoraba. Ambos lo sentían, Dohko tenía razón. Aquello no era normal, al menos su origen no lo era.
Aioria dudó, abriéndose paso entre los árboles.
-Deberíamos llevar nuestras armaduras -dijo el león, casi en un susurro, algo nervioso. Aquello no le gustaba ni un poco. Todos los cabellos de su cuerpo estaban erizados.
-¿Qué parte de misión secreta no has entendido? Que somos civiles, chico. Pareces el león cobarde del Mago de Oz. -rió su amigo por lo bajo. Él también lo sentía, pero ya era tarde.
...solvet saeclum in favilla...
(...en que los siglos serán reducidos a cenizas...)
La noche caía también en Jamir.
Los enormes brazos de Aldebarán se enroscaban en la cintura del guardián de la primera casa. No perdían la costumbre de dormir abrazados y por eso se despertó tan rápidamente cuando sintió al carnero moverse tan bruscamente, se sentó en la cama alterado casi en un salto.
Lo miró, preocupado y somnoliento, frunciendo el entrecejo.
-¿Una pesadilla?
El santo de Aries aún luchaba con su respiración, su pecho desnudo estaba cubierto de sudor y subía y bajaba a un ritmo frenético.
-Eso espero.
El brasilero se levantó.
-Te prepararé un té.'
...teste David cum Sibylla...
(...como profetizó David con la Sibila..)
Shaka dormía cuando escuchó aquella risa, a lo lejos. Unos ojos grises y gigantes le observaron divertidos y una sonrisa sin rostro se dibujó en la oscuridad de su mundo onírico.
-Aquí estoy –resonó en su cabeza. La voz parecía hecha con recortes de ecos de dolor.
Era un sueño.
Se levantó, algo agitado, solo para ver que las imágenes no existían, solo era su habitación, casi vacía. No había ojos ni sonrisas allí.
Miró el reloj.
11:11
La cama estaba vacía. Quizás había abrumado a Marianne con eso de decirle que la quería y le apetecía dormir sola, después de todo, aquello era nuevo para él...
Eso o quizás nunca había regresado.
La buscó, aquel sueño extraño le había afectado.
Quantus tremor est futurus
(...Cuanto terror habrá en el futuro...)
No, Marin no había vuelto. Aquellas "pocas horas" se habían transformado en casi la medianoche y la Cenicienta francesa no había regresado. Se preguntó si todo iba bien, pero su instinto gritaba lo contrario. Algo iba mal, algo iba fatal.
Quizás es emocional, se excusó. No estaba acostumbrado a eso de sentir, y probablemente sea su propio corazón traicionándole. Si algo hubiera sucedido ya estaría enterado.
Se prepararía un chai para despertarse un poco y si no regresaban antes de las 12, iría a buscar a la joven a la cabaña del águila personalmente para no tener problemas con su hermano, que también estaba completamente desaparecido.
Mezcló las especias con cierta impaciencia y otra oleada de alerta lo invadió.
Algo va mal, algo va fatal.
Ya déjalo, es solo miedo y no acostumbras a tenerlo. Pensó.
Estaba equivocado, pero aún no lo sabía.
Quando iudex est venturus
(...Cuando venga el juez...)
Podían ver aquella luz entre los árboles, alzándose cada vez más potente. Se miraron, sabiendo en ese preciso instante que no llevar sus armaduras había sido el primero de una gran cadena de errores fatales que se darían esa noche.
-Milo...
Cuncta stricte discussurus!
(...¡a exigirnos cuentas rigurosamente!)
Aioria volteó. Creyó ver otra luz y lo que no vio fue que en su punto ciego se corporalizaba algo. Milo sí pudo verlo.
-¡AIORIA! –gritó.
El grito, desgarrador, resonó en el bosque como un eco.
Confutatis maledictis...
(Rechazados ya los malditos...)
Saga repasaba el plan. Había improvisado un mapa donde le mostraba exactamente cómo llegarían en 10 minutos al sitio donde había garabateado una cruz. Habían logrado dormir algunas horas durante la tarde, pero ya despiertos, con sus respectivos cafés, repetían los pasos a seguir como un mantra. Afrodita cruzaría el templo en exactamente 45 minutos.
Camus lo sintió, y a juzgar por el rostro desdibujado del griego, él también lo había sentido.
-¿Qué ha sido eso? –preguntó el francés, con la urgencia de levantarse y correr.
Saga negó con la cabeza.
-Los nervios y la sobredosis de cafeína que llevas en ese cuerpo, francés. Es solo un búho.
No era un búho, era el eco de una risa.
...flammis acribus adictis...
(...y entregados a las crueles llamas...)
Habían regresado ya hacía horas. Había logrado que un médico amable le realizara un chequeo luego de mentir y decir que se sentía fatal y que el vientre le dolía agónicamente. Un escaneo rápido mostró que todo iba bien. Enhorabuena, mamá.
Algo más tranquila, había regresado a la cabaña pero le pidió a Marianne que no le deje sola. Shaina y June habían viajado a buscar a dos de los niños que en algunos meses lucharían para portar alguna de las armaduras disponibles y no volverían hasta mañana.
Otra vez, aquella sensación.
Sin saber por qué, Marin rompió en llanto.
Putas hormonas.
...Voca me cum benedictis...
(...Llámame con los benditos...)
Aioria no volteó tan rápido -al menos no lo suficientemente rápido- porque todo desde ese momento le resultó confuso. El grito de Milo partió la noche a la mitad y lo único que pudo sentir fue un empujón que lo arrojó al suelo. Unas puntas filosas de lo que parecían ser ramas gigantes le desgarraron los músculos del brazo, pero el dolor sordo le llegó como un eco. Unas gotas de sangre lo salpicaron todo, y las gotas rápidamente se convirtieron en un río imparable.
El grito de Milo se repitió, esta vez, más fuerte.
-¡AIORIA!---
Aquel grito fue desgarrador.
El león abrió sus ojos verdes enormes solo para entender que la sangre no era suya.
...voca me, voca me...
(...llámame, llámame...)
El escorpión le había empujado para que aquello no le alcanzara, pero Milo, aunque lo intentó, no alcanzó a esquivarlo.
No pudo.
Aioria miraba horrorizado a su amigo suspendido en el aire completamente atravesado por algo que ni siquiera podía ver.
De la boca del escorpión manaba sangre espesa y caliente. Sintió tanto dolor como un cuerpo humano era ser capaz de sentir. Algo le había perforado un costado, y luego otro, cerca de su hombro izquierdo. Escuchó los gritos del castaño a lo lejos, como en una película, cuando te quedas dormido. Cerró sus ojos, cansado. Era el fin, aquello debía serlo porque se le parecía.
"Es mi amigo y daría la vida por él"
"Nos cuidamos las espaldas"
El león de los relámpagos había accionado su ataque, que lo iluminó todo, rompiendo la oscuridad de la noche y aquellas ramas extrañas, que se desintegraron. Un sonido agudo similar a un grito, como el chillido de una criatura, también resonó en la lejanía, mientras el cuerpo de Milo caía torpe y pesadamente sobre la hierba, completamente cubierto de sangre.
Aioria corrió, y se aferró a él, estaba desesperado.
La oscuridad no le permitía ver pero aunque quería detener la hemorragia todo su cuerpo estaba destrozado y no sabría por donde comenzar. El líquido carmesí lo había bañado todo y ya no sabía desde qué lugar de ese cuerpo sangraba.
El cuerpo de Milo se sacudió como si le recorriera un espasmo muscular feroz. Le abrazó, pero no tenía fuerzas ni control alguno sobre sus extremidades.
...voca me cum benedictis...
(...llámame con los benditos...)
Aioria lo cogió en brazos, intentando no hacerle más daño. Milo golpeó su rostro con la palma de su mano, torpe, intentando acariciarlo. Intentó darle una última orden a su colapsado sistema nervioso para estirar su brazo y tocar al león. Al menos, moriría en los brazos de alguien que lo quiso.
-Ca...cho...rro...
Su naturaleza.
-¡NO HABLES!
Su naturaleza no era lastimar.
-Ca...cachorro...
...Oro supplex et acclinis...
(...Suplicante y humilde te ruego...)
("Alexander, se llamara Alexander".)
("El protector de la humanidad.")
("¡No soy el escorpión del estúpido cuento! ¡La rana no se lo merecía!")
-C-chrro...Que me... que... que me muero... ca...ch...
La voz de Milo se apagaba y su vida también.
-¡NO VAS A MORIRTE PORQUE TE RESUCITARÉ A GOLPES, CABRÓN!
...cor contritum quasi cinis...
(...con el corazón casi hecho cenizas...)
Había corrido tanto que los muslos le ardían.
Cuando entregó el cuerpo de Milo a los médicos del hospital más cercano, este ya no hablaba ni escuchaba. No respondía a ningún estímulo.
Aioria esperaba sentado que una enfermera cuidadosa limpiara sus heridas, pero no podía evitar llorar. Su amigo, su mejor amigo y hermano, le había salvado como último acto vital y ahora mismo dependía de un milagro, pero uno muy gordo. Sabía que la esperanza era lo último que se perdía, pero dudaba que el cuerpo del escorpión por más santo de Atena que fuera, pudiera soportar aquel sangrado y a juzgar por la sangre y el silbido agudo que salía de su boca, probablemente aquello le colapsó los pulmones.
En el quirófano, Milo ya no escuchaba ningún eco, estaba sumido en una absoluta oscuridad. No había dolor, no había luz, no había túnel, no había nada de nada.
Cuando su corazón se detuvo, un médico joven intentó reanimarlo durante algunos minutos sin éxito.
Solo oscuridad.
Silencio.
Paz.
El último abrazo del león.
El último beso de Camus.
"Volveré, no podrás librarte de mí tan fácilmente. Es una promesa"
Yo sí te quiero, Milo.
...Gere curam mei finis.
(...Apiádate de mi en mi última hora.)
Fue declarado clínicamente muerto a las 02:00.
Había muerto en los brazos de su amigo, quien le amó.
No conocería al cachorrito, ni sería el tío cool, pero al final, creía llevarse algo del amor que le habían arrebatado.
...Requiem aeternam dona eis, Domine...
(...Descanso eterno dales, señor...)
La misión de Saga y Camus iba bien, hasta que la voz de Dohko tras la puerta les pilló por sorpresa. No estaba dormido, estaba tan despierto como un buho.
-¿Aioria?
El griego intentó retroceder inmediatamente, si no querían ser castigados, debían dar la vuelta y volver a Piscis. El francés, sin embargo, se plantó tras la puerta. Si aquello tenía que ver con la misión de Milo, quizás era importante.
-...Ya veo. –dijo Dohko, evidentemente afectado. –Enviaré a alguien. Lo siento mucho, Aioria. Yo... Veré que puedo hacer. ¿Qué tan herido estás?
Se hizo un silencio eterno. Camus intentaba oír pero Saga comenzaba a empujarle.
-¡Que nos tenemos que ir, idiota! –le dijo en un susurro impaciente.
El francés lo calló con un gesto silencioso y no se movió.
-Entiendo. Avisaré a sus compañeros. Enviaré a alguien ahora mismo. De verdad lo lamento, Aioria.
¿A alguien ahora mismo?
¿Pero qué estaba pasando en esa puta misión y qué era lo que lamentaba?
Su corazón se aceleró el tanto que pudo sentir el pulso de sus sienes latiendo.
Le daba igual el castigo, le daba igual todo.
Abrió las puertas de la sala y muy a pesar de Saga, se asomó para enfrentar a Dohko.
-Dohko. –dijo con la voz tan firme como pudo. -¿Qué pasó en la misión de Milo y Aioria? ¿Dónde está Milo?
El chino estaba profundamente afectado y obviando que aquellos dos estuvieran paseando por allí a esas horas hizo un gesto con la cabeza para que entren.
Ambos se arrodillaron pero a diferencia de Saga que miraba el suelo, Camus miró a Dohko directamente a los ojos.
-Saga... coge tus cosas. Debes ir a reemplazar a Milo. Aioria está algo herido y necesita—
Camus habló, interrumpiéndole, aquello comenzaba a fastidiarle. ¿Por qué el griego y no él? ¿Dónde estaba Milo y por qué había que reemplazarle? Su corazón latía sin control.
-Con su permiso, me gustaría ir yo personalmente.
Dohko negó con la cabeza.
-He dicho que irá Saga. Saga, te daré las indicacio---
El francés volvió a interrumpirle, sus emociones le habían llevado al borde de un abismo.
-¿Por qué Saga y no yo?
El chino negó con la cabeza. Quería llorar, pero ahora mismo debía solucionar el problema que tenía entre manos y estar a la altura de su rol.
-Porque tú estás demasiado involucrado emocionalmente. Saga se irá y Kanon protegerá Géminis en su lugar. Tengo demasiados templos vacíos ahora mismo y estamos en guerra.
El francés frunció el ceño. En guerra. Aquellas dos palabras terminaron por desestabilizarle. Que poco había durado aquella paz. El patriarca se levantó para asomarse y buscar a su mensajero.
-Adrián, quiero a Mu y a Aldebarán de vuelta aquí. Kanon cuidará Géminis. Quiero a Ikki en Leo, pero ahora mismo. Busca a Aioros y que cancele el viaje. Trae, como sea, a los chiquillos de bronce y quiero que suspendan la llegada de los niños. –intentó pensar en sus fuerzas de combate para seguir dando indicaciones pero aquello le dolía tanto que no se creía capaz de dirigir. Se sentía un farsante. –Shaina y June... que regresen y solas. Si tenemos algún santo fuera ahora mismo que se me olvide, avísale que es hora de volver. No quiero un solo templo vacío.
Su estómago se encogió. Claro que había un templo vacío.
La octava casa, la casa de Escorpio.
-Avisa a Shaka y a Kanon que quiero verlos aquí con urgencia, por favor. Gracias. Ah... y envía a Death Mask a hacer la patrulla nocturna junto a Afrodita, no lo quiero solo. Marin, que haga lo suyo en la zona de las cabañas. –cerró los ojos. Su cabeza daba vueltas.
El mensajero asintió, aquellos eran muchísimos mensajes, se dijo alarmado. Algo sucedía.
-Ah... y...¿Adrián? Avisa a Shion que por favor... vuelva con Atena al Santuario.
Camus escuchaba aterrado, intercambiando miradas confundidas con Saga, que estaba tan anonadado como él. Aquello se escuchaba mal, muy mal.
Dohko volvió asentarse frente a los que ahora mismo, eran sus soldados. Esta vez, fue el antiguo Patriarca quien habló.
-¿Qué está pasando exactamente?
El chino les observó, contemplativo, se veía triste y cansado.
-Aioria y Milo tuvieron un encuentro desafortunado con Las Keres. Son parte del ejército de Hades que evidentemente no logramos destruir y de alguna forma, han reaparecido. Creo y espero equivocarme, que son solo uno de los eslabones de una cadena de futuras apariciones de personajes del inframundo que al quedarse sin un sitio donde morar, reaparecen aquí en la Tierra. He visto algunos indicios... todo indica que... se pondrá peor.
Camus lo miró. Se la sudaban las Keres, Hypnos, Thanatos y todo el panteón de Dioses. Solo quería saber una cosa.
-¿Qué pasó con Milo? ¿Cómo está? Mencionó que Aioria estaba herido, pero no dijo nada acerca de Milo.
Dohko se acercó a él con toda la calidez que le permitió su angustiado corazón y apoyó su mano sobre la espalda del francés.
-Milo... ha muerto, Camus. Lo siento mucho.
...et lux perpetua luceat eis,
cum sanctis tuis in aeternum, quia pius es.
(...y que la luz perpetua los ilumine,
con tus santos para la eternidad, porque eres misericordioso)
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