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17. Fragmentados

Perdón por lo largo y sensible del capítulo, pero me pareció importante comenzar a darle a Milo un poco de historia para comprender por qué reacciona como reacciona y por qué le duele lo que le duele. A la madre del escorpión y su maestra me las inventé, así que me tomé algunas atribuciones con los tiempos y la historia.

Comentarios y votos hacen feliz a una foca bebé. :) 

PD: Este capítulo está dedicado a degelallard por sus bellisimos comentarios y apoyo, ¡muchas gracias otra vez!

No lo alcanzaría, ni aquel día, ni nunca. Los ojos azules del francés se habían terminado para él, al menos en aquella vida. Solo vió su espalda abandonar su templo con una velocidad atroz. No respondió a su nombre, ni a sus súplicas. Acuario no volteó. En su interior, supo que le había perdido y algo murió completamente en su corazón. 

Aún estaba algo aturdido por el alcohol. Estaba cabreado, con él mismo, con su estúpida e impulsiva forma de ser. Ni siquiera pensó en la posibilidad de que Camus pudiera verle, porque estaba tan molesto con su gélida forma de ser que decidió cagarla, pero bien, tanto como pudo. Esa característica autodestructiva de clavarse el aguijón a sí mismo le perseguía desde que era crío. 

-Camus, por favor -suplicó una última vez. Le siguió escaleras arriba hasta el templo de Capricornio, donde el español, que no tenía un pelo de tonto, percibió la situación rápidamente y le detuvo.

-Tu templo está más abajo. -dijo, serio.

-Mira, yo es que no tengo tiempo para tí, Shura -deslizó el escorpión, preso de la desesperación. Tenía que hablar con el francés y ahora. 

-Y a mi me da igual el tiempo que tengas, porque esta es mi casa y tu no la vas a pisar, ¿te va bien?

Milo lo hubiera golpeado con tantas ganas que probablemente se hubiera llevado un espadazo de recuerdo. Cuando quería, el santo guardián de la décima casa tenía una mala leche arrolladora.

-No te metas en esto. 

-¿En qué exactamente? Esta es mi casa y no quiero escándalos. No te metas tú en mi templo y estaremos bien. 

-Shura que no me toques---

-Tss... espabila, que por aquí no pasas. 

Los ojos de Milo se abrieron como los de un niño a quien acababan de regañar. Quería, con todas sus fuerzas, reventarle el pecho a aguijonazos, ¿por qué no? Su corazón latía tan de prisa que por un momento creyó que reventaría. Sístoles, diástoles, sístoles, diástoles. El ritmo frenético y violento. Lo miró, a los ojos, con furia. Shura le devolvió la mirada. No era gélida como la de su amigo, sino rígida. Sus ojos, secos, rezaban: "Por aquí no pasas aunque tenga que vigilar la casa de Capricornio una semana como Argos Panoptes."

-El templo del Escorpión está escaleras abajo, déjame saber si necesitas un mapa. -replicó, inamovible. 

Sabía que pelear con la cabra era de todas las ideas, la peor. Sabía también que seguir cagándola solo alejaría más a un avergonzadísimo Camus. Finalmente, con la sangre hirviendo le miró lleno de desdén.

-Vete a la mierda, despacio, sin prisa, cabrón. -resopló el griego alejándose aún con el corazón que colgaba de su pecho deshecho a girones.

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Aioria se vistió, fastidiado. La situación le afectaba, porque sabía que si había una posibilidad en un millón de que Camus finalmente decidiera estar con Milo, este la había arruinado. Quería mucho a su amigo y muy pocas personas podían entender la dinámica que tenían. El sexo solo era sexo y luego fuera de la cama, eran hermanos y se cuidaban las espaldas. No tenía intención de meterse en la relación extraña que Escorpio tenía con Camus, él amaba a Marin e intentaba, dentro de sus posibilidades, de construir algo sólido con la japonesa...

...Vale, que no estaba bien acostarse con Milo, pero ya lo resolvería luego... ahora debía llegar a Leo e intentar descansar un poco.

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Milo, a su vez, bajó las escaleras semi vestido como si el alma le pesara 180 kilos. Nunca se había sentido tan triste o desesperado, y lo peor de aquello es que era su responsabilidad. El mismo había cavado con corazón, su propia tumba. 

Para cuando llegó a Escorpio su amigo y amante ocasional se había marchado. Demasiadas emociones para Aioria, pensó resignado. Se vistió apesadumbrado, saber que Camus estaba solo le dolía, a pesar de ser el causante de su dolor, no quería eso para él.

Quizas...  

...si alguien pudiera acompañarlo...

...solo así se sentiría tranquilo.

Para cuando tuvo fuerzas para levantar su cuerpo había caído la noche. Se había sumergido en un espiral oscuro sin darse cuenta.

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Shaka cenaba solo cuando Milo cruzó su cocina. No tenía que abrir los ojos para saber que iba fatal, podía sentir la angustia del escorpión a galaxias de distancia. 

-La he cagado, pero bien. -resopló sentándose. Tenía una forma muy invasiva de aparecer en el templo de la doncella, pero el rubio le conocía desde que era un crío y se había acostumbrado ya.

El indio se limitó a asentir. Sabía que su amigo, por más que intentara reírse o satirizar la situación, se sentía muerto por dentro. Lo escuchaba en su voz. No eran más que mecanismos de defensa. 

"Me río de mí para que no se rían los demás, porque soy un puto desastre"

-Necesito tu ayuda. -agregó, casi en una súplica. -Creo que Camus necesita compañía esta noche. 

El santo de Virgo rumió un último bocado para dar por finalizada su cena. Lavó su plato en silencio y volvió a sentarse junto a él. 

-¿Qué puedo hacer yo? -preguntó finalmente, después de unos segundos de silencio que al escorpión se le hicieron eternos. 

-No lo sé -murmuró, honestamente. Se sentía tan mal que lo único que le apetecía en ese momento era hacerse a si mismo una lobotomía con un picahielo. -Me preocupa Camus y no quiero que esté solo. Pareces haber sobrevivido a la conversación de hoy, así que supongo que todo está bien ¿no? Quizás Mon petit ange pueda hacerle algo de compañía, ¿no? ¿Crees que pueda buscarla en casa de Marin sin parecer un completo psicópata? Podría acompañarla al templ---

-Espera, Milo -dijo Shaka calmado -¿Te das cuenta lo que dices? ¿Quieres ir a buscar a su hermana para que le consuele por algo que posiblemente tu le has hecho?

La mente del rubio intentaba hacer la conexión. Camus se había marchado de su templo con la esperanza de hablar con Milo... pero evidentemente no funcionó, porque ahí estaba el escorpión, a punto de echarse a llorar como un crío cargando la culpa como Atlas. Se estaba perdiendo de algo. 

-La cagué. Si la estupidez volara yo sería Júpiter. Es que solo quiero morirme ahora mismo.

Virgo negó con la cabeza. Milo era un torbellino emocional que dejaba más daños colaterales de los que él mismo pudiera controlar. 

-Pues no sé que pueda ser tan grave como para desear morirte pero---

-Me pilló con Aioria en la cama, haciendo cosas que no quieres imaginar. Cosas que me enviarían al infierno en muchas religiones. Espero que el Budismo no sea una, porque no quiero que me juzgues tu también, créeme ya me juzgo yo.

-Bueno, no has venido aquí por consejo espiritual...

Milo negó. -No. He venido porque me siento como un paria. Y ahora mismo, creo que tu eres la única persona que me tolera. 

Suprimir su vista desde tan pequeño le dio la oportunidad de agudizar tanto el resto de sus sentidos que el indio podía escuchar las voces ajenas como si fueran canciones y ahora mismo, el griego era su propio réquiem. Normalmente tenía un acento fuerte, vivo, apasionado... pero en ese momento parecía que la vida y la intensidad le habían abandonado, dejándole completamente seco como una cáscara vacía. Sabía que la había cagado sí, pero sabía que no había maldad detrás de sus actos, solo torpeza y probablemente algo de alcohol y rencor. Se levantó para prepararle un café. 

-Pues el budismo abolió el sistema de castas hace mucho tiempo, amigo mío. Los parias son bienvenidos por aquí. 

Milo sonrió brevemente.  

-Lo lastimé. No quiere hablarme y lo entiendo... pero... no quiero que esté solo. No quiero que sufra, Shaka. Es que soy el Hércules de los idiotas y lo sé, solo quiero... que alguien le acompañe hoy. 

-¿Sugieres que le visite? Dudo que quiera compañía, Milo. Camus es reservado. No estoy seguro de que sea una buena idea.

-¿Y si voy a por mon petit ange? Está en casa de Marin, ¿no? 

El rubio negó.

-¿Y qué vas a decirle? ¿Que rompiste el corazón de su hermano y necesita que le cuiden?

Milo exhaló, estaba desesperado. 

-Creo que no debes involucrar a nadie más. Creo que Camus es lo suficientemente adulto para sobrellevar un corazón roto. Me preocupas tú. ¿Puedo preguntar por qué sigues acostándote con Aioria si amas a alguien más? Creí que ya no lo harías.

Escorpio dudo. -¿Yo? Porque... porque... no lo sé. Es mi naturaleza.

<<¿Conoces la fábula del escorpión y la rana, Milo?>> 

<<"Un escorpión le pide a una rana que lo ayude a cruzar el río, prometiendo no picarla ya que si lo hacía, ambos morirían ahogados. La rana accede, subiéndolo a sus espaldas, pero cuando están a mitad del rio, el escorpión pica a la rana. La rana, adolorida, le pregunta incrédula: "¿Cómo pudiste picarme? Ahora moriremos los dos". El escorpión responde: "No puedo evitarlo, es mi naturaleza".>>

<<Mira lo que has hecho, Milo>> 

<<Es tu naturaleza>>

Milo sacudió la cabeza, intentando borrar sus recuerdos, pero estos se agolpaban en sus ojos como una película de terror. Némesis, su historia, maestra, su naturaleza.

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Atenas, Grecia 1993 / Isla Milo 1986

Némesis era una maestra estricta. Jamás la veía sonreír y las tardes junto a ella eran un tormento. Cuando le asignaron al pequeño futuro escorpión, ya estaba demasiado cansada para soportar críos, así que supuso que había sido algún tipo de castigo impuesto por el Patriarca. Aquel niño vivaz de ojos azules tenía mucho que aprender si pretendía ser digno de la armadura dorada de Escorpio, especialmente, que la vida no era tan divertida como solía pensar el pequeño. 

Milo no conoció a su madre. Jamás pudo enterarse que había sido una belleza turca de ojos azules que se había enamorado del hombre equivocado, quien decidió molerla a palos con 7 meses de embarazo, obligando al pequeño griego a nacer con 1,200kg para luchar por su vida con uñas y dientes, dejando atrás el cadáver de su madre en la morgue del hospital, envuelto en una tela oscura.

Nunca supo que la joven de quien había heredado los ojos vivaces se llamaba Melek y le había cantado durante todo el embarazo. La mujer soñaba con su bebé, pero jamás pudo conocerle. Tampoco supo el pequeño que su nombre sería Alexander, que significaba "protector de la humanidad" y a su madre le parecía hermoso. Finalmente, le llamaron Milo porque nació en la Isla Milo y el médico que completó su certificado de nacimiento junto a la policía llevaba demasiadas horas allí para pensarse algo mejor. 

08/11 - 21:45hs - Peso: 1,200kg
Nombre: Milo
Apellido: -  
Padre: -
Madre: (Fallecida archivo #02137, identidad desconocida)

***

El primer recuerdo de Milo, fue en el orfanato, cuando intentaba "ser bueno y sonreír para tener una familia" sin saber que en el expediente su nombre figuraba como "Problemático", lo que alejaba a todos sus potenciales adoptantes. 

"Debes reír para que te quieran o nadie te adoptará" decían por allí. Eso intentaba, pero aún así, nadie le llevaba a su hogar. Así aprendió Milo a reír para no llorar. A reír para ser amado.

La sonrisa del pequeño escorpión era contagiosa. Era amplia, llena de vida, llena de sueños. Quería que sus nuevos padres le compraran algunos juguetes, y él, a cambio, se portaría muy bien. Dormiría temprano y haría su cama, como le habían enseñado. Soñaba con un yo-yo propio, o quizás un trompo. Sus padres le darían un beso por las noches como en los cuentos y le arroparían. Sí, eso es. Solo debía esperar un poco más. Esperar y sonreír.

Esperar y sonreír.

Ni el yo-yo, ni el trompo, ni los padres adoptivos, ni los sueños aparecieron allí para el niño. Cuando lo trasladaron al Santuario, firmaron unos papeles y hasta luego. No había trompos en aquel sitio, en aquellas ruinas griegas escondidas solo había peleas y... Némesis... También estaba Némesis.

Némesis, con sus 75kg de cansancio y rencor.

***

El primer día Milo conoció a los que serían sus futuros compañeros de armas en una ceremonia algo breve. Pudo divisar a Camus, a quién le preguntó alguna tontería, pero este no contestó. Algo perdido, intentó acercarse y presentarse a un pequeño niño extremadamente rubio y pálido que parecía asustado y aturdido, pero tampoco contestó. No sabía si el chiquillo se echaría a llorar o se desmayaría. (Meses más tarde se enteraría que había nacido en un sitio llamado India y no entendía el idioma, como el joven francés, que hablaba gracioso y sus erres le parecían simpáticas.) 

Un chiquillo castaño de ojos verdes dulces y divertidos, intentaba escapar de la fila militar que les obligaban a mantener para la ceremonia cuando le golpeó. Se disculpó en griego riendo
(¡¡Ah, habla! ¡¡Por fin!!)
y Milo a su vez, feliz por primera vez en el día, sonrió. En ese momento, conoció a Aioria.

***

-¿Es que todo te hace reir? ¿No sabes lo fastidioso que eres? -le repetía Némesis, cansada de su alumno y su estúpida sonrisa imborrable. No sabía que Milo solo intentaba que lo quisieran, así lo había aprendido, y así creyó que funcionaba el mundo. 

***

El pequeño futuro santo de Escorpio tenía 7 años cuando su maestra le dijo por primera vez que era un bueno para nada. Tenía 7 años también cuando le dijo que estaba allí "porque nadie le quería y le habían abandonado". 

También tenía 7 años cuando, luego de darle una bofetada por escaparse del entrenamiento para ir a perseguir pájaros de la mano con el pequeño futuro león, le dijo que "debía dejar de ser un idiota sentimental y que el amor era una mierda que iba a destruirlo."

Lo que no sabía Milo en ese entonces, es que su maestra estaba involucrada en una relación horrible y tormentosa y volcó toda su frustración en el pequeño heredero del octavo templo. 

<<Es tu naturaleza>>

***

Cuando Camus fue enviado a Siberia y finalmente descubrió que su amor por él no era solo afecto de camaradas, sintió que la tristeza que le abrumaba era efectivamente una mierda que iba a destruirlo. Lo que el aguador no sabía, es que sus continuos rechazos afectivos, revivían en Milo una y otra vez, las frases que escuchó durante toda su vida. Después de todo, nadie lo quería y le habían abandonado. Era un bueno para nada. 

Una tarde de un Agosto adolescente, se acostó con el león en una exploración sexual mutua para acabar con esa tristeza... después de todo, lo destructivo era el amor, no el sexo. Tenían confianza y Milo había ocupado el rol de hermano que Aioros dejó vacío. Por su parte, el ahora joven santo dorado de Leo, podía entrar y salir del corazón del escorpión, porque después de todo, eran amigos y él no corría el riesgo de ser destruido por el amor

Disfrutó del despertar de su sexualidad y la explotó al máximo, lo único que debía respetar era su regla de evitar el amor a toda costa. El amor era una mierda que iba a destruirlo, pero follar y desaparecer le mantenía a salvo, con sus pasiones controladas y libre de frustraciones. Todos ganaban, y a pesar de que Milo no lo sabía de forma consciente, era su forma de ser querido y durante los minutos u horas que duraran aquellos encuentros, sin exponerse a ser destruido.

Excepto Camus, claro. 

El francés era otra cosa, el amor que se permitía porque jamás le correspondía completamente.

Lo que pudo ver Milo como una revelación en aquella cocina que olía a especias es que ya no podía tolerar todo el dolor que cargaba en su pecho y rompió a llorar.


Atenas, Grecia - Actualidad

Nunca en su historia Shaka había visto llorar a Milo. Siempre lo recordaba riendo y haciendo el tonto, burlándose de algo, alguien o él mismo, sonriente. Milo era la risa contagiosa o el insulto a flor de piel, la guarrada, aquello que nadie quería decir pero aparecía el escorpión y lo escupía, sin matices ni adornos. Milo era sinónimo de caos y una intensidad vital. Era una versión más bestia y distorsionada de su amigo el león, su compañero de aventuras.

Cuando el griego rompió en llanto, el rubio pudo escuchar todos los años de represión que se agolpaban en aquellos espasmos. El corazón del indio se encogió de pena. Quería mucho al escorpión, como quería a sus compañeros, pero verle correr en círculos con el aguador en ese empuje constante de jugar a las escondidas con el amor le apenaba profundamente. Sabía que ambos, a su forma inmadura, se amaban como solo ellos podían amarse, aunque nadie entendiera cómo.

Se sentía tan abrumado que ni siquiera pudo detenerse a pensar en la vergüenza que sentiría luego ante el caballero de Virgo por tal demostración de tristeza. Su pecho subía y bajaba con una violencia espasmódica. El caballero de Virgo sin embargo, no era aquel más cercano a ser un Dios; era el chiquillo rubio, pálido y asustado que le miró preso de la angustia en su primer día en Grecia, sintiéndose ridículo con sus ropas blancas, sucias y diferentes, que no supo qué contestar cuando el pequeño escorpión se presentó. Aquel niño rubio, casi 20 años después, le abrazó, intentando contener todos esos años de desesperación en su camiseta clara y holgada. 

-Lo siento -se disculpó el griego, aún sin poder detenerse. Se acomodó en el abrazo de su amigo, sin vergüenza ya. El indio no contestó, se limitó a hacer un gesto con la cabeza y sostener a su compañero.

Los espasmos cedieron lentamente, dando paso a una respiración algo irregular y un llanto silencioso. Shaka permaneció mudo, sin soltar al joven de los ojos azules que no paraban de llover... y solo podía llegar a una conclusión. Todos allí estaban fragmentados. Ahí estaban los guerreros más poderosos, intentando descifrar el amor, buscándolo desesperados en los muslos de alguien, en los brazos de un compañero, en una caricia, en una palabra. Ahí estaban todos, cometiendo errores, intentando comprender el amor real que completa y nutre, como chiquillos desesperados esperando un cuento y el beso de las buenas noches. Se vio a sí mismo preguntándole a Milo si debía casarse con una mujer para acostarse con ella. Vio al griego, llenándolo de consejos absurdos acerca de perfume y marketing, al león abrazando a la japonesa. A Mu, escapando a Jamir con su amado, cogido de su mano. El amor era aquello que no podía describirse y que en años de riguroso entrenamiento mental jamás había logrado descifrar completamente. El amor era eso. Era su amigo, completamente destrozado, llorando en sus brazos. Era la hermana de Camus, mirándolo a los ojos. No era el sexo, no era la fusión de la piel y la penetración, aquello era secundario. El amor fue la caricia en su rostro antes de dormir y el beso dulce en sus ojos aguamarina cerrados y completos. 

Todos allí estaban fragmentados.      

La taza de café que Milo jamás bebió, se enfrió sobre la mesa mientras Shaka se alejaba para prepararle una de las camas extras que utilizaban los aprendices -que aún no llegaban- a su amigo. Cuando el griego se calmó, el rubio le acompañó a la habitación no sin antes advertirle que si necesitaba algo, podía despertarle. Milo no lo necesitó. Luego de aquella descarga se sentía tan agotado que se durmió minutos después de acostarse.

Aún afectado por todo aquello... 

(Fragmentados, estamos todos fragmentados.)

...miró su cama, eternamente vacía y se acercó. Caminó unos pasos sintiendo que sus 68 kilos pesaban más que nunca y al sentarse...  

(Fragmentados, estamos todos fragmentados.)

...el silencio y el eco de las lágrimas de Milo le golpearon, angustiándole.

("Me gusta la soledad")

No pudo registrar el momento en el que se levantó y arrastró sus pies hasta la habitación donde la joven de cabellos oscuros se había escabullido para dormir sin interrumpir la conversación. Estiró las sábanas para deslizarse dentro como si fuera un niño asustado en la cama de sus padres. Marianne dormitaba, pero se despertó algo sorprendida cuando el rubio se acomodó junto a ella, abrazando su espalda. 

("Todos, absolutamente todos, necesitamos amor")

La francesa adormeciéndose nuevamente, giró su cuerpo para responder a su abrazo.

("¿Cuántas veces te abrazaron en la vida, chico?")

Utilizando el segundo extra que le cedió su cansancio, la chica besó los ojos cerrados del indio, quien se acopló a sus brazos.

("Todos, absolutamente todos, necesitamos amor")

-Buenas noches -musitó ella acariciando su mano, antes de volver a dormirse. El respondió besándo su frente, y por primera vez en 26 años, se durmió sintiéndose cuidado.

Quizás...

Con paciencia

(Y un abrazo)

Los fragmentos volverían a unirse.


















































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