11. El primero de muchos
Jamir, Tibet - Actualidad
-Camus, no creí que llegarías tan temprano -comentó Mu apareciendo frente al francés. Eso de teletransportarse en el momento que quisiera a veces le ponía nervioso, pero el galo se había acostumbrado.
-Bueno, aún me quedan algunas cosas por hacer. -asintió. Llevaba días de fastidio.
-Ya veo. ¿Por qué no te quedas un momento? Aldebarán prepara el desayuno.
El aguador pensó que cuanto más tardara en volver, mas claras tendría sus ideas, así que aceptó de buena gana; además, el toro cocinaba como nadie más. Asintió justo antes de que el tibetano con mucha facilidad les teletransportara dentro. Siempre le daba la misma sensación de vértigo el momento de desmaterializarse para poder moverse junto a él.
-Tenemos compañía -aseveró el carnero buscando un plato mas-
-Espero no sea mucha molestia -replicó Camus
-Para nada, nos gusta la compañía. -aseguró el moreno cortando algunas frutas. Los dos jóvenes dejaron al brasileño en la pequeña cocina y se alejaron solos a la sala.
-¿Qué hay de nuevo en el Santuario? ¿Cómo está Marianne? -preguntó Mu dejando una taza de té frente al francés para luego acomodarse en su silla.
-Muy bien -asintió. -Progresa muy bien con el idioma y ya esta casi completamente recuperada. Esperamos que su cabaña esté lista pronto y pueda mudarse. -miró a su compañero, sin saber si era prudente preguntar, pero no confiaba en Milo y nadie más que Mu podría darle una respuesta- ¿Eres muy amigo de Shaka, verdad? ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Bueno, ya me has hecho dos. -contestó el tibetano, sabiendo lo que el aguador le preguntaría. -Soy muy amigo de Shaka y puedes hacerme una pregunta.
-Milo tiene la estúpida idea de que Shaka... y mi hermana... y no estoy seguro pero no me puedo apostar las manos.
El carnero era paciente y noble. No quería faltar a la verdad, pero por boca del indio no sabía nada, solo lo intuía. A pesar de que sus intuiciones eran ciertas, su amigo jamás le había mencionado nada, así que aprovecharía el vacío legal y se saldría del lio.
-Nunca me ha dicho nada si eso quieres saber.
-No, quiero saber lo que tu crees -le confrontó Milo, amable pero firme.
-Lo que creo es que ambos son adultos y que lo que sea que suceda entre ellos está bien si es de común acuerdo.
La mandíbula del francés se tensó. -No. Mi hermana no puede, no debe. Shaka no me haría eso. Tampoco mi hermana.
-¿No te harían qué exactamente? -preguntó el carnero afable, sonriendo levemente.
-Faltarme el respeto.
Mu degustó su té, una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. Camus nunca reaccionaba impulsivamente, pero de buena gana se la hubiera borrado de un golpe.
-¿Cómo te faltaría el respeto Shaka en una situación así, Camus? -preguntó. Le haría ver a su amigo que estaba equivocado y se estaba comportando como un imbécil.
-Es mi hermana, Mu -dijo gélido. Sus palabras sonaban tan heladas como sus poderes.
-Lo sé, y es una adulta responsable capaz de elegir con quién vincularse. También sé que Shaka es una persona noble y justa, tanto como tú. No veo el problema, disculpa.
-Pues yo sí lo veo. No quiero que mi hermana sufra gratuitamente enamorándose de alguien que morirá pronto. ¿Cuánto tiempo piensas que viviremos en paz? ¿Cuánto pasará hasta que debamos volver a pelear? Lo haremos, Mu, tarde o temprano, ese es nuestro destino. Mi hermana no debería seguir sufriendo muertes innecesarias, aún se repone de la muerte de sus padres adoptivos, por qué sumarle una experiencia horrible, enamorándose de alguien que no volverá a casa por las noches porque tiene misiones que cumplir o simplemente que ya no vuelva a casa por las noches porque está muerto?
-¿Por eso no te permites corresponder a Milo? ¿Porque temes volver a sufrir la muerte de otro ser amado? -le replicó el carnero insistente, mirando directamente a sus ojos. El francés frunció el ceño. ¿Qué cojones sabría Mu? ¿Qué cojones sabría nadie de lo qué él sentía?
-No sé de qué hablas -replicó el francés, tajante, sin bajar su mirada. Si el carnero quería comenzar con sus jueguitos mentales no le daría el gusto.
-Sabes bien de lo que hablo, caballero. -le sonrió. -No olvides que quien ha reparado el manto dorado de Acuario he sido yo.
Una sonrisa serena y victoriosa apareció en el rostro del carnero. Sintió el frío inundando la sala, era evidente que estaba dejando en jaque las emociones del francés, ya que la temperatura de la sala había bajado por lo menos 10 grados. -No tienes que esconder lo que sientes, Camus. A nadie le importa y nadie está juzgándote. Era evidente desde que erais críos. Milo puede ser un cabrón, pero te quiere. A su forma torpe, te quiere. Es bastante obvio. Y que estés aquí, creo, caballero Camus de Acuario, puede significar que estés huyendo de algo.
-¿Segun tú estoy huyendo porque ayudo al Patriarca con sus encargos? Es bastante retorcido.
-Creo que huyes porque algo te duele. Creo que no quieres que tu hermana se enamore porque tu crees que amar es una pérdida de tiempo, no porque tu no puedas sentirlo. Creo que perder a tu madre y al joven al que criaste como a un hijo siendo un adolescente en Siberia te lastimó tanto que decidiste cerrarte en tí mismo. Sé que sufres Camus, pero el único que puede poner fin a ese sufrimiento eres tu. También, si me lo permites, creo que es algo cobarde forzarte a no sentir cuando todos sufriremos la pérdida de un ser amado alguna vez. Es inherente a la raza humana. Yo he visto morir a Aldebarán, he visto morir a mi mejor amigo... y aquí estamos otra vez, no? Prefiero en lo personal, disfrutar esta nueva oportunidad de amar. Sé que duele, y sé también que en el fondo de tu corazón, solo estás defendiéndote. Tú mismo lo has dicho. No sabemos cuando terminará la paz. Puede ser en un año o cien. Lo importante es que estás vivo pero vives la vida como si estuvieras muerto. Deberías dejar de castigarte por cosas que son ajenas a tí. Y con respecto al escorpión, sé muy bien que te ama, porque es poco sutil en sus formas, no es ningún secreto de estado.
La mandíbula del francés estaba tan clavada y tensa que podría haberse roto las muelas. ¿Quién se creía el carnero para brindarle una sesión de terapia que él no había pedido? ¿Quién se creía él para decirle como debía sentirse? Menudo irrespetuoso, no tenía derecho a tocarle los cojones a él con esas tonterías de Milo. Tenía sus razones y no tenía por qué explicarlas.
-Mira Mu, agradezco la invitación, pero debo volver al Santuario. -dijo impávido, levantándose lentamente. -La sesión era innecesaria, descuida, sé cuidarme muy bien y mantener mi psiquis sana.
-No hagas preguntas si no estás preparado para oir la respuesta, Caballero.
Camus le observó, fijamente. No le faltaría el respeto, pero vaya que ganas no faltaban allí para meterle un guantazo directo en la nariz respingada.
-Estoy muy seguro de que tu discurso y tu respuesta distan de la pregunta que hice. De todas formas, gracias por decirme que Shaka estaba interesado en mi hermana. Me encargaré de pedirle a Dohko un cambio de localización.
El carnero suspiró. -No dije eso, malentiendes mis palabras, Acuario.
El francés negó con elegancia.
-No necesito oir palabras para escuchar respuestas, tú mismo me lo dijiste con tu lenguaje corporal. Ahora, debo volver. Me llevaré lo que necesito. -cogió la caja- Gracias por el té. Discúlpame ante Aldebarán por rechazar su desayuno. ¿Podrías enviarme de regreso?
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Atenas, Grecia - Actualidad
Al comienzo de la cita, el rubio no lograba relajarse en absoluto. La ropa le resultaba ceñida, sus extremadamente sensibles fosas nasales estaban aturdidas e invadidas por el perfume que Milo le había obsequiado y sobre todo, se sintió tan ajeno a la situación que no pudo evitar sentir que aquello era un circo ridículo y cualquiera que le viera se reiría de él. Se preguntó si las personas estaban condenadas a actuar de esa manera para encontrar alguien que les ame.
La joven sin embargo parecía estar cómoda. La sorpresa de la comida le había gustado y aunque A Shaka no le agradaba admitirlo, la idea del griego había sido buena.
Luego de la cena y una charla algo forzada y ficticia (ya que el rubio intentó sin mucho éxito seguir los consejos de su amigo.) el rubio preparó un café para Marianne y un té para él. No sabía exactamente si la cita estaba resultando bien, porque estaba tan aferrado al guion del escorpión, que dejó de registrar las sutilezas.
Luego de compartir anécdotas culturales de sus respectivas crianzas, el indio se dio cuenta, penosamente, que no tenía mas que anécdotas bélicas para compartir y prefirió reservarlas. Dejó que la joven hable, pero supuso que se estaba aburriendo.
Ella miró su reloj y bostezó, lo que le confirmó a Shaka que no se lo estaba pasando bien en absoluto. Después de todo, ¿por qué querría una joven normal algo con él? Un tipo llano, aburrido, solitario. Ya no tendría que preocuparse por fracasar en su intento de cita, daría esa experiencia por terminada y seguiría su vida normalmente. Se sentía avergonzado.
En un acto de desesperación, decidió contactar a Milo sin que la joven se diera cuenta. Ya no había más humillación posible. Suspiró y dejó que su cosmos busque a su amigo.
"Esto va fatal. Bosteza y mira su reloj. ¿Qué debo hacer ahora?"
"Pues si ya llegaste hasta aquí, amigo mío, solo queda besarla y verificar si le gustas y solo está cansada, o si le aburres profundamente. Lo único seguro que tienes es el no. Y una hostia en la cara gratis... pero peores golpes has recibido."
El escorpión estaba seguro que era lo segundo, pero quizás...
Shaka decidió resolver la situación de forma práctica.
-Lo siento, ¿te estoy aburriendo?
Marianne sonrió, negando con la cabeza.
-Non, solo estoy cansada, dormí poco y ya debería dormir, pero me lo he pasado muy bien.
El indio asintió: -Deberías descansar.
-Merci -sonrió la joven levantándose.
"Que la beses, Barbie Cobardía" sintió a la distancia, como un eco. Milo.
Shaka cogió valor y se levantó, para despedirse correctamente. Estaba seguro que probablemente la chica le evitaría, pero si no lo intentaba, el griego le fastidiaría de por vida. Se acercó a ella en un movimiento rápido que ella no esperaba.
-Siento si esto... fue incómodo para tí. -le dijo esperando que dijera que no había sido un total fracaso. -Yo, ya no volveré a intentar estas tonterías.
"Que la beses, cojones"
La joven rió.
-Fue divertido, podemos salir a cenar fuera la próxima vez, ¿no?
¿Próxima vez? ¿Quería una próxima vez? ¿La hermana de Camus estaba loca?
-Claro -asintió él acercándose lentamente. Si iba a reventarle la cara mejor fuera rápido. Finalmente, alcanzó la boca de la chica con sus labios, y se dió cuenta, de que ahora no sabría qué hacer. Sabía infinidad de técnicas de ataque y defensa, pero ninguna de ellas incluia besar a otra persona, mucho menos tocarla. Haría el total ridículo y espero que ella no lo note.
Marianne correspondió el beso, atrayendo su cuerpo y pegándolo al suyo. El cuerpo del rubio sintió una ligera descarga eléctrica y solo siguió el impulso corporal de coger su cintura en un pequeño abrazo. La boca del joven tenía aun un ligero sabor al té que había bebido, dulce y canela. No parecía muy experimentado pero no estuvo mal considerando que jamás había visto al guardián de la casa de Virgo tan tenso, probablemente solo fueran sus nervios jugándole una mala pasada.
-¿Vamos a la cama? -preguntó ella, separándose momentáneamente. El rubio le gustaba, eso era clarísimo, pero creyó que él nunca haría nada al respecto.
Lo cogió de la mano y caminó hacia la habitación.
El indio sentía un nudo en el estómago que no le permitía pensar con claridad. Estaba visiblemente nervioso y excitado, pero tenso como quien tiene un examen para el que no estudió en absoluto.
-Me gustas -dijo ella, volviendo al beso, esta vez, peligrosamente cerca de la cama. Se quitó la camiseta sin mangas, dejando ver su pecho desnudo y el cuerpo de Shaka dió una segunda descarga que no pudo controlar. La jóven notó su reacción y lentamente, entre beso y beso, le desnudó.
El cuerpo delgado y fibroso del joven parecía esculpido por una mano demasiado amable. Le arrastro a la cama, para continuar el beso esta vez en un contacto total mientras terminaba por desvestirse. Para entonces, el cerebro de Shaka había terminado por desconectarse y su cuerpo comenzó a reaccionar de forma totalmente autónoma. Acarició su cuerpo suavemente, mientras se unió a ella con un beso acomodándose entre sus piernas desnudas. La piel le estorbaba.
Marianne se detuvo, acariciando su rostro.
-¿Me dejarás ver tus ojos? -preguntó ella buscando su desnudez con la mano. El jóven abrió los ojos, lenta y suavemente, mirándola antes de fundirse en un nuevo beso, que sería el primero de muchos.
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