Veintitrés
Pocas horas han pasado desde nuestra última llamada. A pesar de haber afirmado con su propia boca su agrado hacia mi persona, me cuesta un poco confiar en sus palabras.
No me permitiré el privilegio de la mentira. Admitiré que mi corazón salta de alegría cada vez que nuestras miradas se encuentran.
Sin embargo, comprendo que talvez me parezco más a una vía de escape que al amor de su vida. Incluso podría llegar a denominarme a mí misma como una especie de remplazo, aun cuando él mismo confiesa que no poseemos ningún parentesco.
Para mi desgracia, empiezo a creer que los colores del cielo se confunden con su mirada.
Así que no dudé en aceptar cuando me invitó a salir hoy por la noche.
Tal y como aquella nuestra primera escapada, nos encontramos caminando a lo largo de una playa. La arena se entromete entre mis dedos y provocándome cosquillas, la brisa salada se encarga de revolver mi cabello, al mismo tiempo que me trae recuerdos del aroma de lo que suelo llamar hogar.
— Tu nombre carga consigo el peso de lo que significa el amor. — Pronuncia con seguridad en su hablar, tanta que decido creerlo. — Sin embargo, gracias a tus intereses descubrí un dato que le añade valor.
Lo miro detenidamente durante unos segundos, decidiendo entre contestar o esperar su respuesta.
— El amor y la pureza van de la mano, la inocencia suele acompañarlos de vez en cuando. — Una vez más, me encuentro ahogándome de la profundidad de sus palabras. Aunque ya me acostumbré a su manera inusual de comunicarse entre líneas, aún no aprendo a descifrarlo por completo. — El primer día que nos conocimos, durante aquella ocasión en mi primera visita a la floristería. Aún lo recuerdo a la perfección, dormitabas sobre el mostrador a la espera de tu hora de salida. Me recibiste con una sonrisa impregnada en tus labios, sin embargo, tu mirada adormilada delataba que querías marcharte.
Un sonrojo se apodera de mi rostro a causa de la vergüenza.
— Mi horario laboral había culminado. — Intento excusarme.
— Aún así. — Interrumpe con una sonrisa. — A diferencia de lo que muchos habrían hecho, tú te levantaste en busca de mi pedido. Cuando no encontraste lo que tenía en mente, me ofreciste una alternativa que me hizo salir de mi apuro. — Libera el aire de sus pulmones. — Llamaste mi atención, Oh Aera. — Confiesa. — Al llegar a casa, lo primero que hice fue investigar el significado de cada una de las flores que me brindaste. Sorpresivamente, todas guiaban al concepto de la pureza.
— Mi concepto del amor se cofunde con la pureza. — Admití. — Al no tener camelias rojas, te ofrecí blancas.
— Mi primera impresión acerca de ti, fue designarte como una persona amable. — Sujeta mi mano para colocarla sobre su pecho, haciéndome conocedora de la rapidez de su ritmo cardiaco. — Luego cometí un error que me llevó a disculparme contigo, me brindaste tu amistad y no tardé en aferrarme a ella. — Con su mano libre, aparta algunos mechones entrometidos de mi rostro. — Y ahora me encuentro aquí, confesando mis sentimientos hacia la chica que me gusta.
— Pero... — Susurro, suponiendo que existe un trasfondo en la entonación de su voz.
— Mi corazón late por ti, Aera. — Susurra. — Pero le pertenece a alguien que me lo ha robado. — Sonrío, conteniendo mis lágrimas al saber a qué se refiere. — Llámame idiota, rompe mi corazón y quebranta mi alma, entiendo que tienes motivos para hacerlo... Pese a ello... Si decides darle la oportunidad de amar de nuevo a este infiel que se ha entrometido en tu camino, haré todo lo posible para demostrarte la gentileza de mi espíritu y todo el cariño que puedo ofrecerte. Permíteme amarte, Oh Aera.
Retuve un suspiro en mi garganta. Yo era su nuevo amor, pero sabía que nunca podría competir con aquella chica a la que amó con toda se devoción.
Entre alejarme y quedarme, escojo la segunda opción.
Lo mismo que yo soy al aceptarme como tal.
— Te permito amarme, Park Jimin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro